Palabras del Papa durante el Angelus.
Ciudad
del Vaticano, 08 de Septiembre de 2013.
"Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
en
el Evangelio de hoy Jesús insiste en las condiciones para ser sus discípulos:
no anteponer nada al amor por Él, llevar la propia cruz y seguirlo. Mucha
gente, de hecho, se acercaba a Jesús, quería ser parte de sus seguidores; esto
sucedía especialmente después de algún signo prodigioso, que lo acreditaba como
Mesías, el Rey de Israel. Pero Jesús no quiere engañar a nadie. Él sabe bien
qué le espera en Jerusalén, cuál es el camino que el Padre le pide recorrer: es
el camino de la cruz, del sacrificio de sí mismo para el perdón de nuestros
pecados. ¡Seguir a Jesús no significa participar en una procesión triunfal!
Significa compartir su amor misericordioso, entrar en su gran obra de
misericordia para cada hombre y para todos los hombres. Es una obra de misericordia,
de perdón, de amor, es tan misericordioso. Y este perdón universal pasa a
través de la cruz. Pero Jesús no quiere compartir esta obra solo: quiere
implicarnos también a nosotros en la misión que el Padre le ha confiado.
Después de la resurrección dirá a sus discípulos: "Como el Padre me ha
amado, yo también os mando a vosotros... A los que perdonéis los pecados, les
serán perdonados" (Jn 20, 21-22). El discípulo de Jesús renuncia a todos
los bienes porque ha encontrado el Él el Bien más grande, en el que cualquier
otro bien recibe su pleno valor y significado: las uniones familiares, las
otras relaciones, el trabajo, los bienes culturales y económicos, etc. El
cristiano se desapega de todo y encuentra todo en la lógica del Evangelio, la
lógica del amor y del servicio.
Para
explicar esta exigencia, Jesús usa dos parábolas: la de la torre a construir y
la del rey que va a la guerra. Esta segunda parábola dice así: "¿Y qué
rey, cuando sale en campaña contra otro, no se sienta antes a considerar si con
diez mil hombres puede enfrentar al que viene contra él con veinte mil? Por el
contrario, mientras el otro rey está todavía lejos, envía una embajada para
negociar la paz" (Lc 14, 31-32). Aquí Jesús no quiere afrontar el tema de
la guerra, es solo una parábola. Pero, en este momento en el que estamos
rezando fuertemente por la paz, esta Palabra del Señor nos toca de forma viva,
y en esencia nos dice: ¡hay una guerra más profunda que debemos combatir,
todos! Es la decisión fuerte y valiente de renunciar al mal y a sus seducciones
y de elegir el bien, preparados a pagar en persona: he aquí el seguir a Cristo,
¡he aquí el tomar la propia cruz! Esta guerra profunda contra el mal ¿De qué
sirve hacer guerras, tantas guerras si tu no eres capaz de hacer esta guerra
profunda contra el mal? No sirve, no funciona. Esto implica, entre otras cosas;
esta guerra contra el mal implica decir no al odio fraticida y a las mentiras
de las que se sirve, a la violencia en todas sus formas, decir no a la
proliferación de las armas y a su comercio ilegal. Pero hay tantas, pero hay
tantas. Pero siempre queda la duda: esta guerra de aquí, de allí, por todos
lados hay guerras, ¿es realmente una guerra o es una guerra comercial para
tomar estas armas del comercio ilegal? Estos son enemigos a combatir, unidos y
con coherencia, no siguiendo otros intereses si nos los de la paz y el bien
común.
Queridos
hermanos, hoy recordamos también la Natividad de la Virgen María, fiesta
particularmente querida en las Iglesias Orientales. Y todos nosotros, ahora
podemos enviar un saludo a todos los hermanos y hermanas, obispos, monjes,
monjas de las Iglesias Orientales, ortodoxos y católico ¡Un saludo! Jesús es el
sol, María es la aurora que preanuncia su surgir. Ayer hemos velado confiando a
su intercesión nuestra oración por la paz en el mundo, especialmente en Siria y
en todo Oriente Medio. La invocamos ahora como Reina de la Paz. Reina de la
paz, ruega por nosotros.
(Oración
del Ángelus)
Quisiera
dar las gracias, a todos aquellos que, de diferentes modos, se han unido a la
vigilia de oración a ayuno de ayer por la tarde. Doy gracias a tantas personas
que se han unido a la ofrenda de sus sufrimientos. Doy gracias a las
autoridades civiles, como también a los miembros de otras comunidades cristianas
y de otras religiones, y hombre y mujeres de buena voluntad que han vivido, en
esta circunstancia, momentos de oración, ayuno, reflexión.
Pero
el compromiso continúa: ¡vamos adelante con la oración y con las obras de paz!
Os invito a continuar rezando para que cese la violencia y la devastación en
Siria y se trabaje con renovado compromiso por una solución justa al conflicto
fraticida. Oremos también para que los otros países de Oriente Medio,
particularmente por el Líbano, para que encuentren la deseada estabilidad y
continúe siendo modelo de convivencia; por Iraq, para que la violencia sectaria
deje paso a la reconciliación; y por el proceso de paz entre israelíes y
palestinos, para que progrese con decisión y valentía. Y recemos por Egipto,
para todos los egipcios, musulmanes y cristianos, se comprometan a construir
juntos la sociedad por el bien de toda la población.
¡La
búsqueda de la paz es larga y es necesaria paciencia y perseverancia! Vamos
adelante con la oración. "
Posteriormente,
el santo Padre saludó a los peregrinos presentes y deseó feliz domingo para
todos.
Estas
palabras del Papa Francisco fueron traducidas del italiano por Rocío Lancho
García y publicadas por la organización Zenit.
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