sábado, 21 de diciembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DOMINGO 22 DE DICIEMBRE DE 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 22 DE DICIEMBRE DE 2013
DOMINGO IV DE ADVIENTO /A

LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS 7,10-14

En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.

Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL 23, 1-6
R Ya llega el Señor, el rey de la gloria.

Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares,
él fue quien lo asentó sobre los ríos /R

¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá entrar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras y
que no jura en falso /R

Ése obtendrá la bendición de Dios,
y Dios, su salvador, le hará justicia.
Ésta es la clase de hombres que te buscan y
vienen ante ti, Dios de Jacob /R


LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 1,1-7.

Yo, Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y elegido por él para proclamar su Evangelio. Ese Evangelio, que, anunciado de antemano por los profetas en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que nació, en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de entre los muertos. Por medio de Jesucristo, Dios me concedió la gracia del apostolado, a fin de llevar a los pueblos paganos a la aceptación de la fe, para gloria de su nombre. Entre ellos, también se cuentan ustedes, llamados a pertenecer a Cristo Jesús. A todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a la santidad, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1,18-24

Cristo vino al mundo de la siguiente manera: Estando María, su madre, desposada con José, y antes de que vivieran juntos, sucedió que ella, por obra del Espíritu Santo, estaba esperando un hijo. José, su esposo, que era hombre justo, no queriendo ponerla en evidencia, pensó dejarla en secreto.

Mientras pensaba en estas cosas, un ángel del Señor le dijo en sueños: “José, hijo de David, no dudes en recibir en tu casa a María, tu esposa, porque ella ha concebido por obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y tú le pondrás el nombre de Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados”.

Todo esto sucedió para que se cumpliera lo que había dicho el Señor por boca del profeta Isaías: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, a quien pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros.

Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor y recibió a su esposa.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

VIVIR EN CAMINO HACIA EL PRÓJIMO

1. María se puso en camino. Es consolador y estimulante imaginarse a María subiendo cuestas, sorteando piedras y arbustos, con el alma en vilo, caminando apresurada para ayudar a su prima Isabel que estaba en estado de buena esperanza. María, la prima joven de Nazaret, está ya a la puerta, saludando a su prima con el grito amoroso de paz, Shalom. Isabel se sintió, de golpe, rejuvenecida por dentro y hasta el pequeño Juan saltó de alegría en el vientre de su madre. ¡Qué hermosos son los pies del mensajero que anuncia la paz! Con el ejemplo de María, en este cuarto domingo de Adviento, cuando ya estamos a las puertas de la Navidad, es bueno que nos propongamos hacer de nuestra vida un camino hacia el prójimo, para ofrecerles ayuda, para llevarles un mensaje de paz. Al final, lo que quedará de nuestra vida, a los ojos de Dios, es lo que hayamos hecho por el prójimo. El egoísmo es una gran fuerza centrípeta, que nos empuja a caminar siempre en dirección hacia nosotros mismos, mientras que el amor es la gran fuerza centrífuga, que nos empuja a caminar en dirección a los demás. Dios quiere que también nosotros, como María, vivamos siempre caminando hacia el prójimo, dando a los demás en cada momento lo mejor de nosotros mismos. Vivir el Adviento como un camino de amor hacia el prójimo es una forma muy cristiana de prepararse para la Navidad.
2. Dichosa tú que has creído, porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá. ¡Qué bonita esta Bienaventuranza que Isabel le dedica a María! La fe de María la hace feliz, dichosa, bienaventurada. La fe de María no fue una fe racional, nacida de una comprensión completa de las palabras del ángel, no, la fe de María fue una fe vivencial, nacida del amor y de la confianza en el Dios que le hablaba a través de su mensajero. Así es siempre la fe verdadera, la que mueve montañas y la que hace milagros. La razón no enciende, por sí sola, el fuego creyente del corazón, porque la fe sin amor es una fe fría y extática. La fe que nos hace felices es la fe que brota del corazón creyente, la fe que se apoya en esas razones que tiene el corazón y que la razón no entiende, como nos dijo Pascal.
3. Se mostrará grande hasta los confines de la tierra, y este será nuestra paz. El profeta Miqueas sabe que lo que es pequeño a los ojos del mundo puede ser grande a los ojos Dios, que de la pequeña aldea de Belén de Efrata puede salir el Mesías, el Salvador. Este Mesías, este Salvador, será nuestra paz, una paz grande y verdadera que nos llenará el alma y nos hará vivir dichosos. Todos nosotros somos pequeños, pequeñísimos, ante Dios, pero la grandeza de Dios puede hacer obras grandes a través de nosotros. Porque miró la humildad de su esclava el Señor hizo obras grandes en María. De la humilde María, como de la pequeña aldea de Belén, salió el jefe de Israel, el Mesías, el Señor.
4. Tú no quieres sacrificios ni ofrendas… Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: “Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad “. El autor de esta carta a los Hebreos nos lo repite una vez más: no son nuestros sacrificios, ni nuestras ofrendas las que nos salvan, es el sacrificio único de Cristo el que nos ha reconciliado con Dios. Cristo se ofreció a sí mismo al Padre, le ofreció el sacrificio de sí mismo, como víctima de propiciación por nuestros pecados. Ofrezcamos también nosotros al Padre el sacrificio de nosotros mismos, obedeciendo siempre su voluntad. Y hagámoslo uniendo el sacrificio de nosotros mismos unido al sacrificio de Cristo.

Gabriel González del Estal
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LA BÚSQUEDA INFATIGABLE DEL NIÑO DIOS
1.- En el primer capítulo del Evangelio de San Mateo nos habla de una cosa tan desagradable como es el pecado. Y lo pone en definición de ese Niño que viene y que vamos a adorar en los brazos de una madre.
Y la Iglesia nos habla de ellos a muy pocos días de distancia de que todos nos reunamos alegres a cantar ante el Niño. ¡Qué mal gusto! No nos gusta esa palabra, pecado, está en desuso, como el Vuesa Merced del castellano antiguo. Como hemos quitado tantos santos de los altares y los tenemos por los rincones de los desvanes. Tal vez por allá ande también en algún rincón esa palabreja que no nos gusta a nadie y que sin embargo va imbuida en el nombre de ese Niño Dios que se llama Jesús, salvador de los pecados de su pueblo.
2.- La palabra pecado lo primero que nos trae a la memoria son las largas listas de pecados de los devocionarios para la preparación de la confesión. Eso son las transgresiones de una serie de NOES, de una serie de señalizaciones prohibitivas de la carretera que cuando se amontonan ante nosotros nos crean un complejo de culpabilidad y nos hacen molesto el camino de la vida.
Cuando en realidad en el camino hacia Dios no hay más que una prohibición taxativa y es: PROHIBIDO NO AMAR. Y un solo mandato positivo: Ama a los demás y amarás a Dios.
3.- Y pecado es correr en sentido contrario del amos
-- es tirar la flecha y no dar en el blanco.
-- es no tener buen tino en la elección del centro de la vida.
-- es despilfarrar los dones que nos dieron
-- es empobrecernos y empobrecer a nuestra familia humana jugándonos toda nuestra herencia en el Casino
-- es vestirnos de máscaras empeñados en no vivir según nuestra identidad y según lo que en realidad somos. Es falsía.
-- es repudiar a nuestra propia familia divina y hacer una opción por amigos indeseables. Es locura.
-- es convertir nuestra realidad en una payasada de gigantes y cabezudos en que nadie es lo que es. Es vana soberbia.
-- es convertir la mentira en verdad. Es engañarse a si mismo.
En resumen, pecado es soledad de Dios y soledad de los hombres.
4.- Y Jesús, que viene a salvar al pueblo de los pecados, viene a devolvernos la compañía de Dios y la compañía de nuestros hermanos los hombres. Por eso se llama Emmanuel: Dios con vosotros.
Viene a hacernos hijos de Dios, Viene a sacarnos de nuestra orfandad. Y viene a hacernos hermanos de los hombres. Dios con todos nosotros y todos nosotros con Dios.
5.- No debemos gloriarnos de ser pecadores. Pero sin complejos y con sencillez debemos reconocer que nuestra situación de pecadores es privilegiada, porque Jesús ha venido a buscar a los pecadores, no a los justos.
Por eso en estas fiestas del Niño Jesús no tiene cabida ante el belén los que se sientan justos. Para ellos no ha nacido el Niño Dios. El Niño Dios nace para emprender la búsqueda infatigable de los que hemos pecado, porque para eso ha venido.
Para Dios nada hay imposible. El pecado fue la nota discordante en el gran concierto de la naturaleza al creador y se convierte en el acorde final maravilloso con que se cierra la sinfonía del amor de Dios a los hombres.

José María Maruri SJ
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CON MARÍA, HACIA BELÉN
1. Poco margen tenemos, en el presente año, entre el IV Domingo de Adviento y la Natividad del Señor. Pero, incluso en ese corto espacio, María emerge como la gran figura de esta liturgia que nos llevará, mañana ya, a la Solemne Misa del Gallo.
No podía faltar, María Madre de Dios, como aquella que nos trae al Salvador en este tiempo de adviento que es periodo de espera y de esperanza.
Y, con María, llegó la expectación. ¡Todo está a punto de cumplirse! El “sí” de aquella mañana en Nazaret, nos traerá en las próximas horas al Dios con nosotros. Creyó, esperó y se brindó a todo lo que Dios le pidió. ¿Se puede soñar más de una mujer que fue un cheque en blanco para el Señor?
María, la mujer que se vació totalmente para Dios, está llena a rebosar del Espíritu. Colmada de las promesas que nuestros antiguos confiaban en ver. Seremos nosotros los que en el día de Navidad, contemplemos cara a cara lo que ha germinado en el interior de una Virgen.
A Ella, y no lo olvidemos, le debemos la primera Navidad. ¿Cómo celebrar cristianamente estos próximos días? ¿En dónde poner el acento? ¿Cómo conseguir que Dios siga naciendo en nosotros?
No lo dudemos, en María, tenemos la respuesta. Sus actitudes, su forma de ser, su personalidad y su figura, nos dan el tono para desarrollar la melodía que a Dios más le gusta.
No lo dudemos, en María, se dan una serie de virtudes y de gracias que, al imitarlas, a la fuerza damos con el secreto y en el clavo para complacer a Dios y para hacer el Evangelio realidad.
¡Sí! Con María llegó la esperanza. No podemos dejar de lado a ninguna de las dos: ni a Maria, porque es fuente de esperanza, ni a la esperanza, porque es la mejor radiografía de una mujer que amó en su corazón y con locura a Dios, mucho antes que recibirlo en sus propias entrañas.
2. ¡Qué gran pórtico el de la Navidad! ¡María Virgen! Celebremos con gozo santo estos próximos días. Dejémonos guiar por esta estrella que ilumina los senderos que conducen a Belén. Miremos a esta mujer que, siendo pequeña, es grande y confidente en cuanto que nos enseña a renovar nuestras personas para que Dios pueda también en nosotros nacer.
Miremos hacia el cielo ¿No la veis? ¿Quién ha dicho que solo aparecerá una estrella en el amplio universo? Hoy, en este cuarto domingo de adviento, María es también un destello que marca los compases del caminante que quiere marchar sin detenerse hacia Belén.
Que apuremos estas últimas horas. Preparemos el encuentro familiar: la mesa, los dulces, el calor, el belén o el árbol. Pero que entre todo ello, no olvidemos lo más importante. Dios para nacer necesita de un corazón bien dispuesto. Que cuando llegue en las próximas horas encuentre también una oración en nuestras casas. Que los villancicos sean un distintivo musical de estas jornadas, que además de familiares, son días de fe. En definitiva, ya que Dios sale a nuestro encuentro en un Niño que se mueve en los fondos de Santa María, que salgamos también nosotros alegres, llenos de fe, preparados, convertidos y dispuestos a que sean unas navidades santas y cristianas.

Javier Leoz
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viernes, 20 de diciembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Sábado, 21 de Diciembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Sábado, 21 de Diciembre de 2013
Semana III° de Adviento
Feria - Blanco

LECTURA DEL CANTAR DE LOS CANTARES 2, 8-14
Aquí viene mi amado saltando por los montes, retozando por las colinas. Mi amado es como una gacela, es como un venadito, que se detiene detrás de nuestra tapia, espía por las ventanas y mira a través del enrejado.

Mi amado me habla así: “Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Mira que el invierno ya pasó; han terminado las lluvias y se han ido. Las flores brotan ya sobre la tierra; ha llegado la estación de los cantos; el arrullo de las tórtolas se escucha en el campo; ya apuntan los frutos en la higuera y las viñas en flor exhalan su fragancia.

Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Paloma mía, que anidas en las hendiduras de las rocas, en las grietas de las peñas escarpadas, déjame ver tu rostro y hazme oír tu voz, porque tu voz es dulce y tu rostro encantador”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL  32, 2-3. 11-12. 20-21
R Demos gracias a Dios, al son del arpa.

Demos gracias a Dios, al son del arpa,
que la lira acompañe nuestros cantos;
cantemos en su honor nuevos cantares,
al compás de instrumentos alabémoslo /R

Los proyectos de Dios duran por siempre;
los planes de su amor, todos los siglos.
Feliz la nación cuyo Dios es el Señor;
dichoso el pueblo que escogió por suyo /R

En el Señor está nuestra esperanza,
pues él es nuestra ayuda y nuestro amparo;
en el Señor se alegra el corazón y
en él hemos confiado /R .


EVANGELIO
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 1, 39-45

En aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea, y entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el saludo de María, la creatura saltó en su seno.

Entonces Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó: “¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Cant. 2, 8-14. Se acerca el Señor venido de Dios, pues es su Hijo unigénito, que viene a salvarnos.
Él se acerca a nosotros lleno de amor. No viene a destruirnos, sino a convertirse en el Dios-con-nosotros, que caminará delante nuestro hasta introducirnos en el gozo eterno.
A nosotros corresponde no sólo esperarlo con gran amor, sino prepararle el camino con un corazón sincero, y con obras y actitudes renovadas en el amor.
No podemos permanecer en el invierno estéril, que nos impida dar abundantes frutos de salvación, pues con el Sol que nace de lo alto se nos abre la posibilidad de iniciar un camino de justicia, de santidad, de bondad, de misericordia y de amor fraterno.
Dejemos que el Señor nos una a Él en una Alianza mucho más fuerte que la alianza matrimonial, de tal forma que, hechos uno con Él, podamos continuar su obra de salvación en el mundo.
El Señor nos habla al corazón para levantarnos del sepulcro de nuestros pecados, y para que vayamos hacia Él de tal forma que conociendo sus caminos, y hecha nuestra su Misión salvadora, después de haber experimentado en nosotros su amor misericordioso, vayamos como testigos suyos a través de la historia anunciando su Evangelio desde nuestra propia vida, haciéndolo llegar hasta las grietas de las peñas, hasta las montañas escarpadas y hasta el último rincón de la tierra procurando que todos puedan contemplar el rostro salvador del Señor, escuchar su voz y vivir comprometidos con su Palabra salvadora.

Sal. 33 (32). Dios tiene un proyecto de salvación sobre todo lo creado: Él quiere salvarnos, hacernos hijos suyos y hacernos participar de su Gloria eternamente. Y para llevar adelante este Plan de salvación nos envió a su propio Hijo, hecho uno de nosotros, para conducirnos sanos y salvos a su Reino celestial.
Alegrémonos porque el Señor nos ha escogido para que formemos parte de su Pueblo Santo. Entonémosle un cántico nuevo no sólo con instrumentos externos a nosotros; ni sólo con nuestra voz. Que toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza de su Santo Nombre.
Confiemos siempre en el amor de Dios, pues Él jamás nos ha abandonado, a pesar de que muchas veces nuestro cántico ha sido un cántico destemplado a causa de nuestras maldades y pecados. Sin embargo, a pesar de como haya sido nuestra vida, el Señor nos vuelve a llamar para que en Cristo encontremos el perdón y el Camino que lleve a unirnos a Él eternamente.
Pongamos nuestra vida en manos del Señor, confiando en Él no sólo para que nos conceda cosas pasajeras, sino para que vivamos comprometidos con Él en la construcción de un mundo renovado cada vez más en Cristo Jesús.

Lc. 1, 39-45. A la pregunta sobre la razón de nuestra fe en el Señor, Cristo Jesús, debe corresponder el ponernos presurosos en camino para encontrarnos con aquellos en quienes sabemos se va formando la presencia del Salvador. Vamos a ellos como servidores afanosos, para colaborar, con todos los medios a nuestro alcance, en ayudarlos en su progreso espiritual. Y no vamos a nombre propio; es el Señor el que se hace cercano a los demás por medio nuestro, y los llena de su gozo y de su paz.
Dios nos ama como un Padre lleno de amor y de ternura por sus hijos. Él nos quiere con Él eternamente. Él siempre está dispuesto a perdonarnos y a levantarnos de nuestras miserias. Nuestra fe en Él no puede dejarnos al margen del servicio a nuestro prójimo, pues una fe sincera en Cristo se debe traducir en obras de amor.
Ojalá y seamos bienaventurados por creer que se cumplirá lo que se nos ha prometido de parte del Señor. Y creeremos realmente cuando, aceptando el perdón y la salvación que proceden de Dios, manifestemos con las obras que el Espíritu Santo nos ha llenado y nos conduce por el camino del bien.
Jesús Eucaristía, engendrado por obra del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia, nos llena de alegría y nos hace saltar de gozo por hacernos sentir amados por Dios.
En la Iglesia la Palabra de Dios continúa llegando a nosotros con toda su fuerza salvadora. Ojalá y no sólo llegue a nuestros oídos, sino que descienda hasta nuestro corazón donde, meditada a la luz del Espíritu Santo, vaya haciéndose realidad en nosotros.
El Señor se hace cercano a nosotros. Más aún: nosotros entramos en comunión de vida con Él mediante nuestra participación en la Eucaristía. Todo esto nos manifiesta que el Señor jamás ha dejado de amarnos, y que, a pesar de que los demás pudieran rechazarnos a causa de nuestras miserias y pecados, el Señor está siempre junto a nosotros amándonos, y llenándose de júbilo por nuestra causa.
Alegrémonos por este amor que Dios nos tiene y, suceda lo que suceda, jamás dejemos de confiar en Él.
Somos una Iglesia que el amor ha hecho peregrina hacia el encuentro de nuestro prójimo, para caminar, en comunión con él, al encuentro de nuestro Dios y Padre, unidos por un mismo Espíritu.
Nuestra fe nos debe hacer muy solícitos en el bien que hemos de procurar por los más pequeños, por los pobres, por los más desprotegidos. El Señor nos ha ungido con su Espíritu para que hagamos llegar la Buena Nueva de la Salvación a los pobres, a los enfermos, a los cautivos, a los ciegos y a los cojos. Mientras aquellos a quienes les anunciemos el Nombre del Señor no salten de alegría por haber recuperado su dignidad de hijos de Dios, y por llegar a ser reconocidos como hermanos nuestros, no podemos considerarnos realmente portadores de Cristo.
Aquel cuyas palabras produzcan miedo, y cuyas obras destruyan a su prójimo a causa de las injusticias o de cualquier actitud malévola, no puede decir que en verdad sea un enviado del Señor para buscar y salvar todo lo que se había perdido.
Seamos portadores de la salvación, de la alegría y de la paz; sólo así la Iglesia será reconocida como el auténtico Signo de Cristo que une a las personas con Dios, y que nos une a nosotros por medio del amor fraterno.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser una Iglesia auténticamente portadora de Cristo, para que todo aquel que se encuentre con el Señor por medio nuestro encuentre la salvación, la alegría y la paz verdaderas que tanto anhelamos todos. Amén.


Reflexión de Homilía católica

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Viernes, 20 de Diciembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Viernes, 20 de Diciembre de 2013
Semana III° de Adviento
Feria  – Morado

LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS  7,10-14

En aquellos tiempos, el Señor le habló a Ajaz diciendo: “Pide al Señor, tu Dios, una señal de abajo, en lo profundo o de arriba, en lo alto”. Contestó Ajaz: “No la pediré. No tentaré al Señor”.

Entonces dijo Isaías: “Oye, pues, casa de David: ¿No satisfechos con cansar a los hombres, quieren cansar también a mi Dios? Pues bien, el Señor mismo les dará por eso una señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo y le pondrán el nombre de Emmanuel, que quiere decir Dios-con-nosotros”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL  23, 1-4ab. 5-6
R Ya llega el Señor, el rey de la gloria.

 Del Señor es la tierra y lo que ella tiene,
el orbe todo y los que en él habitan,
pues él lo edificó sobre los mares,
él fue quien lo asentó sobre los ríos /R

¿Quién subirá hasta el monte del Señor?
¿Quién podrá entrar en su recinto santo?
El de corazón limpio y manos puras
y que no jura en falso /R

Ése obtendrá la bendición de Dios y Dios,
su salvador, le hará justicia. Ésta es la clase
de hombres que te buscan y
vienen ante ti, Dios de Jacob /R


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 1, 26-38

Jesús En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un varón de la estirpe de David, llamado José. La virgen se llamaba María. Entró el ángel a donde ella estaba y le dijo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella se preocupó mucho y se preguntaba qué querría decir semejante saludo.

El ángel le dijo: No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios. Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, y él reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reinado no tendrá fin”.

María le dijo entonces al ángel: “¿Cómo podrá ser esto, puesto que yo permanezco virgen?” El ángel le contestó: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso, el Santo, que va a nacer de ti, será llamado Hijo de Dios. Ahí tienes a tu parienta Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo y ya va en el sexto mes la que llamaban estéril, porque no hay nada imposible para Dios”. María contestó: “Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho”. Y el ángel se retiró de su presencia. Palabra del Señor.

Gloria a ti,
Señor Jesús.

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LA ALEGRÍA DE SER CRISTIANOS

“«La sociedad tecnológica ha logrado multiplicar las ocasiones de placer, pero encuentra muy difícil engendrar la alegría». Puedo decir que los gozos más bellos y espontáneos que he visto en mis años de vida son los de personas muy pobres que tienen poco a qué aferrarse.

También recuerdo la genuina alegría de aquellos que, aun en medio de grandes compromisos profesionales, han sabido conservar un corazón creyente, desprendido y sencillo. De maneras variadas, esas alegrías beben en la fuente del amor siempre más grande de Dios que se nos manifestó en Jesucristo.

No me cansaré de repetir aquellas palabras de Benedicto XVI que nos llevan al centro del Evangelio: «No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro … con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida».

Sólo gracias a ese encuentro —o reencuentro— con el amor de Dios, que se convierte en feliz amistad, somos rescatados de nuestra conciencia aislada y de la auto referencialidad. Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos, cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar nuestro ser más verdadero.

Allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque, si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida, ¿cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros?”

Papa Francisco, Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium” (La alegría del Evangelio)

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REFLEXIÓN DE LAS LECTURAS

Is. 7, 10-14. Ante el desánimo del pueblo oprimido por sus enemigos y la incredulidad de su Rey de que el Señor salvaría de ellos a su Pueblo, y queriendo más bien confiar en la ayuda de los reyes con quienes se había aliado, Ajaz prefiere mantenerse al margen de la oferta que Dios le hace de librarle de sus enemigos pidiendo una señal para confirmar personalmente que en verdad el profeta Isaías está hablando en Nombre del Señor.
En medio de esta situación de incredulidad y desconfianza en Dios Isaías pronuncia uno de los oráculos más importantes: Dios se convertirá en salvación mediante el hijo de una virgen.
Y aun cuando el oráculo se refiere a un niño de ese tiempo, la Palabra de Dios ve más allá en su cumplimiento y contempla al Hijo de Dios nacido de María Virgen. Mediante Él, el Señor se hará cercanía a nosotros; Dios tendrá rostro humano y en el Dios-con-nosotros percibiremos la auténtica dignidad de la persona humana.
Ahora, en nuestros tiempos, Dios, mediante su Iglesia, sigue estando con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo llevando a término su obra salvadora en el mundo. Ojalá y no presentemos ante los demás un rostro equivocado del Señor.

Sal 24 (23). El único Santo, el Hombre perfecto, ha subido al monte del Señor para ofrecerse Él mismo en sacrificio agradable al Padre Dios, para el perdón de nuestros pecados.
Finalmente Él ha entrado en el Santuario no construido por manos humanas, sino que es la Morada de Dios; y ahí se ha sentado para siempre como su Hijo y como Rey nuestro.
Los que pertenecemos a Cristo, por haber entrado en comunión de vida con Él mediante la fe y el bautismo, somos la clase de hombre que buscamos al Señor, y venimos ante Él para convertir nuestra vida en una continua alabanza a su Santo Nombre.
Puesto que amamos a nuestro prójimo, como Cristo nos amó a nosotros dando su vida para que tuviéramos vida, tenemos la firme esperanza de que al final, junto con Él, entraremos a la Casa del Padre, donde el Señor nos espera para hacernos participar de su misma herencia, la que le corresponde como a Hijo unigénito del Padre.

Lc. 1, 26-38. El Hijo de Dios, encarnándose por obra del Espíritu Santo en el Seno Virginal de la Llena de Gracia, ha llevado a su pleno cumplimiento las promesas hechas a nuestros antiguos padres: que el Señor nos libraría de la mano de nuestros enemigos.
María, modelo de la Iglesia creyente, y totalmente confiada en Dios, ante el anuncio del ángel que le hace saber que Ella ha sido escogida para ser la Madre del Mesías Salvador, da su asentimiento humilde, sencillo y lleno de amor total a Dios diciendo: Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho. Y el Verbo se hizo carne y puso su morada entre nosotros, peregrinos hacia la Casa del Padre.
Si en verdad queremos que el Señor habite en su Iglesia, que somos nosotros, hemos de aprender de María a escuchar la Palabra de Dios, que nos anuncia no sólo lo que hemos de saber, sino lo que hemos de vivir, pues la Palabra de Dios ha de tomar cuerpo en nuestra propia carne, de tal forma que no sólo proclamemos el Evangelio con los labios, sino que nosotros mismos nos convirtamos en un Evangelio viviente para todos los pueblos.
Por eso aprendamos a poner nuestra vida en manos de Dios, para que Él haga su obra de salvación en nosotros, y su Iglesia prolongue, en la historia, la presencia Salvadora de su Señor.
En esta Eucaristía Dios, nuestro Padre, nos reúne en torno al Dios-con-nosotros.
Dios se ha encarnado en María para salvarnos del pecado. Y el Señor se encarna en su Iglesia, para convertirla en signo de su salvación para las personas de todos los tiempos y lugares.
Los que nos reunimos para celebrar la Eucaristía no sólo lo hacemos para realizar un acto de piedad profunda, sino un acto de amor de comunión de Vida y de Misión con el Señor.
Él quiere enviarnos, no sólo a proclamar su Nombre, sino para que vayamos como instrumentos de unidad entre Dios y la humanidad entera, y de unidad entre nosotros mismos. La Iglesia, así, se convierte en la humilde sierva de Dios que no sólo medita, sino que está dispuesta a dejar que la Palabra de Dios se encarne en ella.
Por eso, podemos decir, que así como Jesús es la Palabra encarnada, así la Iglesia, por su unión con el Señor, es la Palabra que continúa su encarnación salvadora en la historia, por voluntad de Aquel que la unió a Él y la dejó en el mundo como un signo de su amor, de su bondad y de su salvación diciéndonos: Quien los escucha a ustedes, a mí me escucha; quien los rechaza a ustedes a mí me rechaza.
Por medio de la Iglesia Dios sigue estando con nosotros de un modo concreto y encarnado. No es que el Señor, en la eternidad, se haya olvidado de nosotros, pues Él jamás abandona a quienes por amor ha llamado a la vida. Sin embargo nos ha querido dejar un signo mediante el cual experimentemos su amor, a la altura de nuestra capacidad humana; y ese signo es su Iglesia.
El Señor, una vez concluida su misión temporal, no se ha alejado de nosotros; Él continúa con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Y su presencia no es sólo en razón de que Él interceda continuamente por nosotros ante su Padre Dios, sino también porque continúa actuando de un modo real entre nosotros por medio de quienes hemos hecho nuestra su Vida y su Misión, y hemos sido constituidos en Iglesia suya, unidos a Él como las ramas al tronco, y como los miembros del Cuerpo a la Cabeza.
Ojalá y en un amor fiel, junto con María, aprendamos a decir: Henos aquí como siervos tuyos, hágase en nosotros conforme a tu Palabra. Ojalá y no vayamos a hacer a un lado en nuestra vida esa Voluntad de Dios, de tal forma que, dejando sus caminos nos vayamos a convertir en un signo de destrucción de la presencia del Señor en nuestro prójimo, por haberles destruido su fe o haberle deteriorado su esperanza.
Procuremos estar abiertos al Espíritu de Dios para que Él nos conduzca, como siervos fieles y esforzados, en la construcción del Reino de Dios entre nosotros.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser en todo fieles a su voluntad santísima, de tal manera que el Espíritu Santo vaya formándonos día a día como hijos en el Hijo, para que continuemos su obra de salvación en el mundo hasta lograr que algún día todos participemos de la Salvación que se nos ha ofrecido en Cristo Jesús. Amén.

Reflexión de Homilía católica


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martes, 17 de diciembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Martes, 17 de diciembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Martes, 17 de diciembre de 2013
Semana III° de Adviento
Feria  – Morado

LECTURA DEL LIBRO DEL GÉNESIS 49,1- 2.8-10

En aquellos días, Jacob llamó a sus hijos y les habló así: “Acérquense y escúchenme, hijos de Jacob; escuchen a su padre, Israel. A ti, Judá, te alabarán tus hermanos; pondrás la mano sobre la cabeza de tus enemigos; se postrarán ante ti los hijos de tu padre.

Cachorro de león eres, Judá: has vuelto de matar la presa, hijo mío, y te has echado a reposar, como un león ¿Quién se atreverá a provocarte?

No se apartará de Judá el cetro, ni de sus descendientes, el bastón de mando, hasta que venga aquél a quien pertenece y a quien los pueblos le deben obediencia”.

Palabra de Dios.
Te alabamos,Señor.


SALMO RESPONSORIAL  71, 1-4AB. 7-8. 17
R  Ven, señor, rey de justicia y de paz.

Comunica, Señor, al rey tu juicio y tu justicia,
al que es hijo de reyes; así tu siervo saldrá
en defensa de tus pobres y regirá a tu pueblo justamente /R

Justicia y paz ofrecerán al pueblo las colinas y
los montes. El rey hará justicia al oprimido y
salvará a los hijos de los pobres /R

 Florecerá en sus días la justicia y
reinará la paz, era tras era. De mar a mar se extenderá
su reino y de un extremo al otro de la tierra /R

 Que bendigan al Señor eternamente y
tanto como el sol, viva su nombre. Que sea la bendición
del mundo entero y lo aclamen dichoso las naciones /R.


EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 1,1-17

Genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham: Abraham engendró a Isaac, Isaac a Jacob, Jacob a Judá y a sus hermanos; Judá engendró de Tamar a Fares y a Zará; Fares a Esrom, Esrom a Aram, Aram a Aminadab, Aminadab a Naasón, Naasón a Salmón, Salmón engendró de Rajab a Booz, Booz engendró de Rut a Obed, Obed a Jesé y Jesé al rey David.

David engendró de la mujer de Urías a Salomón, Salomón a Roboam, Roboam a Abiá, Abiá a Asaf, Asaf a Josafat, Josafat a Joram, Joram a Ozías, Ozías a Joatam, Joatam a Acaz, Acaz a Ezequías, Ezequías a Manasés, Manasés a Amón, Amón a Josías, Josías engendró a Jeconías y a sus hermanos durante el destierro en Babilonia.

Después del destierro en Babilonia, Jeconías engendró a Salatiel, Salatiel a Zorobabel, Zorobabel a Abiud, Abiud a Eliaquim, Eliaquim a Azor, Azor a Sadoc, Sadoc a Aquim,Aquim a Eliud, Eliud a Eleazar, Eleazar a Matán, Matán a Jacob, y Jacob engendró a José, el esposo de María, de la cual nació Jesús, llamado Cristo.

De modo que el total de generaciones, desde Abraham hasta David, es de catorce; desde David hasta la deportación a Babilonia, es de catorce, y desde la deportación a Babilonia hasta Cristo, es de catorce.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión

Gen. 49, 1-2. 8-10. La salvación ha llegado a nosotros mediante un descendiente de la tribu de Judá: Jesús, Hijo de Dios e Hijo del Hombre. Ya Jacob (Israel) había bendecido a su hijo Judá diciéndole: Has vuelto de matar la presa, hijo mío, y te has echado a reposar como un león. ¿Quién se atreverá a provocarte?
Por medio de su Hijo, Dios se ha levantado victorioso sobre el autor del pecado y de la muerte, la serpiente antigua o Satanás. Jesús, después de cumplir su misión, ha vuelto victorioso a la Gloria del Padre, para sentarse como Rey con todo el Poder que se le ha dado en el cielo y en la tierra.
Los que le pertenecemos no podemos nuevamente encadenar nuestra vida a la maldad, sino que hemos de hacer nuestra su victoria y permanecer firmemente afianzados en el bien, no por nuestras débiles fuerzas, sino por la Fuerza que nos viene de la presencia de su Espíritu Santo en nosotros.
No dejemos que el poder salvador de Dios pierda su fuerza en nosotros; no permitamos que se aparte de nosotros el Señor a causa de querer seguir encadenados al pecado, sino que Él permanezca en nosotros por vivir con fidelidad en su amor, obedeciendo en todo sus mandatos, pues en esto Dios se complace y hace que nos contemple como a sus hijos muy amados.

Sal. 72 (71). Dios nos ha hecho partícipes de su misma Vida y de su mismo Espíritu. Tomando Él posesión de nuestro propio ser, Él quiere continuar haciendo su obra de salvación para todos los pueblos, por medio de su Iglesia.
Por eso debemos meditar a profundidad su Palabra para que, conociendo cómo nos amó el Señor, vivamos conforme a sus enseñanzas.
A nosotros corresponde, por tanto, continuar la proclamación de su Evangelio en el mundo entero. Por eso no podemos sentarnos dentro de los recintos sagrados esperando que otros vengan a escuchar al Señor y a comprometerse con Él. Debemos salir, incluso a los cruces de los caminos, debemos ir por los camino más escarpados en busca de las ovejas que se han descarriado. Debemos escuchar la voz de los pobres acercándonos a ellos, caminando con ellos.
Cuando sepamos amar como Cristo nos ha amado entonces nos preocuparemos del bien de todos, entonces defenderemos a los pobres, haremos justicia a los oprimidos injustamente, haremos que florezca la justicia y que siempre reine la paz, pues nuestra vida, la vida de la Iglesia, por la presencia del Señor en ella, se convertirá en una bendición para el mundo entero.

Mt. 1, 1-17. Jesucristo, el Ungido de Dios, el Hijo de Dios que al mismo tiempo es Hijo del Hombre, descendiente de David, es el motivo por el cual se escribe este Evangelio.
No se cierran los ojos ante los antepasados del Mesías con toda su miseria, pues, por ejemplo, se nos recuerda el asesinato cometido por David en contra de Urías.
Pero Jesús no es sólo descendiente de Abraham, patriarca antepasado de Israel, sino que es también descendiente de toda la humanidad representada en Rut, la Moabita. ¿Por qué se pone Asaf (autor de algunos salmos) en lugar del verdadero nombre de ese Rey: Asa? ¿Por qué, siendo fieles al original, se escribe Amós (uno de los profetas) en lugar de Amón? Sabemos que Mateo constantemente recurrirá a la Escritura para demostrarnos que Jesús es el Ungido de Dios, pues en Él se cumplieron los salmos y los profetas y, probablemente desde el principio, artificiosamente nos los está dejando en claro.
Tal vez nuestros orígenes humanos sean demasiado sencillos y humildes. Pero no podemos dejar de mencionar nuestro nombre diciendo: Hijo de Dios y Hermano de Jesucristo. ¿Habrá linaje más digno que aquel al que pertenecemos?
Tal vez nuestro propio pasado tenga muchos puntos oscuros; sin embargo al Señor sólo le interesa el que, siendo ungidos de Dios por participar del mismo Espíritu Santo que ungió a Cristo, seamos sus hijos fieles dándole cumplimiento en nosotros a sus promesas de salvación, y llevando así en nosotros a su plenitud su Obra salvadora.
En esta Eucaristía celebramos al Mesías tan esperado y que, finalmente se ha hecho presente entre nosotros con todo su poder salvador, venciendo a quien nos retenía bajo la muerte a causa de nuestros pecados.
Pero no sólo celebramos su victoria sobre el pecado mediante su muerte, sino que celebramos también su gloriosa resurrección como su victoria sobre la muerte misma.
Reunidos en torno a Él hacemos nuestra esa Victoria que nos salva y que nos hace vivir con la mirada puesta en Aquel que ahora vive y reina por siempre, para encaminarnos hacia la posesión de la Gloria que Él ya ha recibido de su Padre Dios.
No importan nuestros orígenes; no importa incluso nuestro pasado, tal vez un poco oscuro o manchado por el pecado. Dios nos ha amado en serio de tal forma que no sólo nos ha perdonado nuestros pecados, sino que nos ha hecho partícipes de su propia vida para que, junto con Cristo, seamos hechos herederos de los bienes eternos.
En esta Eucaristía pregustamos esos bienes.
Quienes participamos de la misma vida de Dios por nuestra unión a Cristo permitimos que Dios haga que sus promesas de salvación lleguen a su plenitud en nosotros.
Ojalá y no hayamos recibido la salvación de Dios para esconderla después en nuestras cobardías, sino que dejemos que el Señor se manifieste con todo su amor a través de su Iglesia; ojalá y que estemos abiertos a la escucha del Espíritu del Señor que nos ha de guiar en nuestro amor y en nuestro servicio fraterno.
Dios ha querido hacernos partícipes de su Vida y de su Espíritu. Si Él se ha manifestado como Padre lleno de misericordia para con nosotros porque no le han importado los pecados de nuestra vida pasada, y más bien nos ha buscado hasta encontrarnos para ofrecernos su perdón y la participación de su misma vida, nosotros hemos de vivir en adelante como la descendencia de Dios que, sin dejar de participar de la naturaleza humana, ha sido elevada a la dignidad del Hijo de Dios.
Esto nos ha de llevar a ser, en adelante, no motivo de maldad ni de condenación para nuestro prójimo, sino signo de salvación, de justicia, de paz y de bendición para todos los pueblos.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la Gracia de esforzarnos continuamente en hacer realidad su Reino entre nosotros, trabajando para que todos, aún los más grandes pecadores, lleguen, finalmente, a vivir plenamente unidos al Señor, que los ama, que los perdona y que los salva. Amén.

Reflexión de Homilía católica.



Santoral
Santa Olimpia y San Lázaro