LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
15 DE SEPTIEMBRE DE 2013
DOMINGO
XXIV DURANTE EL AÑO
LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO
32,7-11.13-14
En
aquellos días, dijo el Señor a Moisés: “Anda, baja del monte, porque tu pueblo,
el que sacaste de Egipto, se ha pervertido. No tardaron en desviarse del camino
que yo les había señalado. Se han hecho un becerro de metal, se han postrado
ante él y le han ofrecido sacrificios y le han dicho: ‘Este es tu dios, Israel;
es el que te sacó de Egipto’”.
El
Señor le dijo también a Moisés: “Veo que éste es un pueblo de cabeza dura. Deja
que mi ira se encienda contra ellos hasta consumirlos. De ti, en cambio, haré
un gran pueblo”. Moisés trató de aplacar al Señor, su Dios, diciéndole: ¿Por
qué ha de encenderse tu ira, Señor, contra este pueblo que tú sacaste de Egipto
con gran poder y vigorosa mano? Acuérdate de Abraham, de Isaac y de Jacob,
siervos tuyos, a quienes juraste por ti mismo, diciendo: ‘Multiplicaré su
descendencia como las estrellas del cielo y les daré en posesión perpetua toda
la tierra que les he prometido’”. Y el Señor renunció al castigo con que había
amenazado a su pueblo.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
Salmo
responsorial
(Sal
50).
R
Me levantaré y volveré a mi padre.
Por
tu inmensa compasión y misericordia,
Señor,
apiádate de mí y olvida mis ofensas.
Lávame
bien de todos mis delitos
y
purifícame de mis pecados /R
Crea
en mí, Señor, un corazón puro,
un
espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No
me arrojes, Señor, lejos de ti,
ni
retires de mí tu santo espíritu /R
Señor,
abre mis labios
y
cantará mi boca tu alabanza.
Un
corazón contrito te presento,
y
a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias /R
2ª
Lectura
(1Tim
1,12-17)
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 1,12-17
Querido
hermano: Doy gracias a aquel que me ha fortalecido, a nuestro Señor Jesucristo,
por haberme considerado digno de confianza al ponerme a su servicio, a mí, que
antes fui blasfemo y perseguí a la Iglesia con violencia; pero Dios tuvo
misericordia de mí, porque en mi incredulidad obré por ignorancia y la gracia
de nuestro Señor se desbordó sobre mí al darme la fe y el amor que provienen de
Cristo Jesús. Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas:
que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo
soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en
quien él manifestara toda su generosidad, y sirviera yo de ejemplo a los que
habrían de creer en él, para obtener la vida eterna.
Al
rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de
los siglos, Amén.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
Evangelio
(Lc
15,1-32)
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN LUCAS 15,1-32.
En
aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo;
por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los
pecadores y come con ellos”.
Jesús
les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se
le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que
se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus
hombros, lleno de alegría, y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos
y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había
perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un
pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan
arrepentirse. ¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde
una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta
encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice:
‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo
les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador
que se arrepiente”. También les dijo esta parábola: “Un hombre tenía dos hijos,
y el menor de ellos le dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me toca de la
herencia’. Y él les repartió los bienes.
No
muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se fue a un país
lejano y allá derrochó su fortuna, viviendo de una manera disoluta. Después de
malgastarlo todo, sobrevino en aquella región una gran hambre y él empezó a
pasar necesidad. Entonces fue a pedirle trabajo a un habitante de aquel país,
el cual lo mandó a sus campos a cuidar cerdos. Tenía ganas de hartarse con las
bellotas que comían los cerdos, pero no lo dejaban que se las comiera.
Se
puso entonces a reflexionar y se dijo: ‘¡Cuántos trabajadores en casa de mi
padre tienen pan de sobra, y yo, aquí, me estoy muriendo de hambre! Me
levantaré, volveré a mi padre y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y
contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo. Recíbeme como a uno de tus
trabajadores’.
Enseguida
se puso en camino hacia la casa de su padre. Estaba todavía lejos, cuando su
padre lo vio y se enterneció profundamente. Corrió hacia él, y echándole los
brazos al cuello, lo cubrió de besos. El muchacho le dijo: ‘Padre, he pecado
contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero
el padre les dijo a sus criados: ‘¡Pronto!, traigan la túnica más rica y
vístansela; pónganle un anillo en el dedo y sandalias en los pies; traigan el
becerro gordo y mátenlo. Comamos y hagamos una fiesta, porque este hijo mío
estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado”. Y
empezó el banquete. El hijo mayor estaba en el campo, y al volver, cuando se
acercó a la casa, oyó la música y los cantos. Entonces llamó a uno de los
criados y le preguntó qué pasaba. Este le contestó: ‘Tu hermano ha regresado, y
tu padre mandó matar el becerro gordo, por haberlo recobrado sano y salvo’. El
hermano mayor se enojó y no quería entrar. Salió entonces el padre y le rogó
que entrara; pero él replicó: ‘¡Hace tanto tiempo que te sirvo, sin desobedecer
jamás una orden tuya, y tú no me has dado nunca ni un cabrito para comérmelo
con mis amigos! Pero eso sí, viene ese hijo tuyo, que despilfarró tus bienes
con malas mujeres, y tú mandas matar el becerro gordo’.
El
padre repuso: ‘Hijo, tú siempre estás conmigo y todo lo mío es tuyo. Pero era
necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este hermano tuyo estaba muerto y
ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos encontrado’”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión
OVEJA PERDIDA, DRACMA, HIJO
PRÓDIGO
1.-
Brevemente. Creo que la conmovedora enseñanza de estas tres parábolas es que a
nuestro Padre Dios su casa le parece vacía si faltamos uno sólo de nosotros.
Como el pastor al que le quedan 99 ovejas pero le falta una muy querida. Como a
la pobre mujer a la que le quedan la gran mayoría de sus monedas pero necesita
esa una. Como al Padre que tiene un hijo fiel en casa, pero no puede dormir
pensando en que anda lejos.
Es
como si para nuestro Padre Dios cada uno fuésemos sus hijos únicos. Cada uno
tenemos un hueco en el corazón de Dios… y ningún otro hijo por bueno y cariñoso
que sea puede ocupar ese sitio que quedará siempre vacío mientras yo no vuelva.
Quizá
el hombre pueda huir, pueda prescindir de Dios, pueda ocupar su mente sin
pensar en el buen Padre que le espera, pero Dios no puede pasarse sin hijo que
le falta. La casa podrá estar llena de otros hijos alegres y alborotadores que
la llenan con su alegría, a pesar de su cariño a ellos, Dios siente su casa
triste y vacía.
2.-
No conocemos el corazón de Dios cuando al ver gente deja la Iglesia, o
sacerdotes o religiosos abandonan escandalosamente su fe o su vocación,
pensamos que son ramas podridas que es mejor que sean arrancadas, cada arranque
le cuesta una herida al corazón del Padre Dios, que ya no podrá nunca dejar de
pensar en el hijo perdido.
Cuando
regresamos a la Casa del Padre la mayor alegría no es la nuestra, la mayor
alegría es la del Padre que nos recibe y abraza, y dice a todos “felicitadme”,
no dice: “felicitad a mi hijo”, NO, felicitadme a mí porque la alegría es la
mía.
No
conocemos a Dios lo que creemos estar en la casa del Padre y negamos nuestra
misericordia y la de Dios a los que llamamos pecadores, si ellos se alejaron de
la Casa paterna, nosotros quedándonos en Casa estamos “distantes” de Dios.
3.-
El más perdido, el más alejado del Padre, podría decir esta oración al
encontrarse definitivamente con Él:
“Señor,
Soy
uno de esos trastos que andan con un pie en tu Iglesia y otro fuera. Los que tu
Iglesia margina, porque nos hemos marginado nosotros. Ahora me doy cuenta de
que mi alforja está vacía y mis flores mustias y marchitas. Me espanta mi pobreza
y sólo me anima tu bondad de la que siempre he oído hablar bien. Me siento ante
ti como un cantarillo roto, pero con mi mismo barro puedes hacer otro a tu
gusto.
Señor
Si
me pides cuentas te diré que mi vida fue un fracaso. Que he volado muy bajo. Mi
vida, como una flauta, está llena de agujeros. Tómala en tus manos y que la
música de tu amor al pasar por ella lleve a esos hombres, que Tú llamas mis
hermanos, la melodía festiva de que aún hombres como yo no somos anónimos para
Ti y tenemos en tu corazón un hueco que llenar y que de otra manera quedará
siempre vacío.”
José
María Maruri, SJ
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SABER ALEGRARSE DEL BIEN DE
LOS DEMÁS
1.-
Os digo que la misma alegría habrá entre los ángeles de Dios por un solo
pecador que se convierta. Los escribas y los fariseos murmuraban contra Jesús
porque acogía a los pecadores y comía con ellos. Jesús les responde que acoger
a los pecadores y comer con ellos es la mejor manera de que estos se conviertan
y dejen de ser pecadores. Y para que lo entiendan bien les pone las dos
parábolas siguientes: la parábola de la alegría del pastor que ha encontrado
una oveja que se le había perdido, y la alegría de una mujer que ha encontrado
una moneda que se le había perdido. En los dos casos, la persona se alegra más
en ese momento por encontrar la única cosa que había perdido, que por seguir
teniendo las muchas cosas que no ha perdido. Es algo totalmente normal y nos ha
pasado a todos alguna vez. Jesús no acogía a los pecadores, ni comía con ellos,
porque estos les resultaran más simpáticos que los justos, sino porque acoger a
los pecadores y comer con ellos era, personal y pastoralmente, más útil y
recomendable que acoger a los justos y comer con ellos. Jesús había venido a
buscar lo que estaba perdido. El acoger a los pecadores y comer con ellos era,
para Jesús, la mejor manera de buscarles y de encontrarles; por eso, sentía
tanta alegría cuando los encontraba convertidos. El saber alegrarse del bien
ajeno, sobre todo del bien de aquellas personas que antes lo habían pasado mal,
es una virtud cristiana muy importante. Lo contrario es envidia, es decir,
sentir tristeza por el bien y la felicidad ajena; y ya sabemos que el pecado
capital de la envidia solo se vence con la virtud de la caridad. Aprendamos a
felicitar al que ha sabido recuperarse de algún mal y alegrémonos siempre del
bien de los demás. Y no caigamos en el pecado capital de la envidia, porque eso
es tacañería de espíritu.
2.-
Y el Señor se arrepintió de la amenaza que había pronunciado contra su pueblo.
En este lenguaje antropomórfico que usa el autor, o autores, del libro del
Éxodo, Dios se ha cansado ya de las veleidades e infidelidades del pueblo de
Israel, y está dispuesto a encender su ira contra ellos hasta consumirlos. Pero
Moisés, que es uno del pueblo, conoce a su gente y conoce al Dios de su gente y
sabe que la misericordia de su Dios es más grande que el pecado de su pueblo;
por eso, se atreve a pedir a su Señor que detenga su ira y no castigue al
pueblo al que él ha escogido y al que él ama. Y Dios escucha las peticiones de
Moisés. También Jesucristo nos dijo a nosotros que la misericordia de Dios,
como padre, es más grande que el pecado de sus hijos, tal como nos lo dio a
entender claramente en la parábola del hijo pródigo. Saber que nuestro Dios es
infinitamente misericordioso con nosotros debe animarnos a ser nosotros también
siempre misericordiosos con nuestro prójimo. Conocer y admirar la misericordia
que Dios ha tenido para con nosotros a través de su Hijo no debe animarnos a
nosotros a pecar, sino todo lo contrario: debe animarnos a amarle cada día más,
siendo buenos discípulos de su Hijo querido.
3.-
Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo: que Cristo Jesús vino al
mundo para salvar a los pecadores, y yo soy el primero. San Pablo, en esta
carta a Timoteo, insiste en lo que venimos diciendo: que Jesús vino a salvar,
no a condenar. La misión de los cristianos es siempre salvar lo que vemos
perdido, en la medida de nuestras posibilidades. Como cristianos, discípulos de
Cristo, debemos ser siempre misericordiosos y generosos en el amor y en el
perdón. La justicia misericordiosa es la virtud más recomendada en la Biblia,
sobre todo en los evangelios, porque Jesús vino al mundo para salvar al mundo,
no para condenarlo.
Gabriel
González del Estal
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QUÉ MATEMÁTICAS TAN RARAS…
LAS DE DIOS
1.-
Reiniciamos en muchas parroquias, o a punto de hacerlo, el curso pastoral. Y,
en este tiempo de vuelta a la normalidad y a la responsabilidad en el campo de
la fe, una vez más nos encontramos con el rostro de un Dios misericordioso y
bueno: bondadoso, y además, con todos:
--Con
aquel que ha llevado, por diversas circunstancias, una vida tortuosa y alejada
de Dios, es recibido con lo que más a Dios gusta emplear: su misericordia
--Con
aquel otro, que gastó inútilmente sus talentos, se pone de rodillas en el cenit
de su vida esperando lo que sólo Dios es capaz de dar con creces: olvido de sus
pecados
--Con
aquel otro que intentó cumplir con unos mínimos o aquel otro vanidoso por haber
cumplido al cien por cien con su cometido de hijo… es puesto a los pies de la
cruz para que Dios perdone también su orgullo, soberbia o su egocentrismo.
2.-
La figura del PADRE, tal vez, no resuena con excesiva fuerza en muchos momentos
de nuestra vida:
-Cuando
nos sentimos dueños y señores de lo que acontece.
-Al
pensar que es más fácil vivir sin referencia a Él y nos perdemos en una huida
sin ton ni son con mucho ruido, errantes, pesarosos y sin horizonte.
-Si
creemos que el destino depende exclusivamente de los hilos humanos y nos
alteramos cuando, ese mismo destino, nos devuelve mil y una bofetadas cruentas
en el rostro de la felicidad que profesábamos.
Pero
la figura del PADRE tiene vigencia especial:
-Al
rebobinar la película de nuestras correrías y ver las secuencias que nos han
producido cicatrices y soledades, lágrimas y sufrimientos, desgarro y hasta
divorcio con nuestra propia dignidad humana
-Cuando
echamos una mirada atrás y vemos humear la casa del Padre donde El sigue
esperando, cociendo y tostando en el horno de su misericordia el pan del perdón
y de la generosidad, del encuentro deseado o de unas faltas que (para el Padre)
nunca existieron en el hijo.
-Cuando
en el roce con el mundo somos testigos de ingratitudes y de menosprecios y
añoramos las caricias de la casa paterna, la palabra oportuna, el consejo
certero o el abrazo de consuelo.
-Cuando
nos sentimos incomprendidos por aquellos de los cuales esperábamos tanto y nos
dejaron enterrados, crucificados con el recuento y el recuerdo de nuestros defectos.
2.-
Siempre pensamos que la felicidad la podemos alcanzar fuera y lejos de nuestra
propia casa. No somos, unos, impuros y, otros, puros ni, otros, plantas
venenosas y los de más allá plantas perfumadas. Eso sí…Dios a todos trata por
igual. ¡Qué matemática tan rara la de Dios!
Dios
respeta nuestra libertad. Sufre, estoy convencido, al sentir y contemplar a
este mundo nuestro tan de espaldas a Él. No me cuesta esfuerzo imaginar a un
Dios, con lágrimas en sus ojos, al comprobar cómo la vieja Europa va alejándose
montada en el Euro o muriendo en trenes de muerte, amenazada por la inseguridad
o la ansiedad de los que tienen sed de sangre.
Sufre
Dios por el despiste del hombre, pero deja que actuemos en libertad, e incluso
a pesar de que muchos hagan dentellada o lancen pedradas contra la casa del
Padre. Hoy el hombre, que escapa lejos de Dios, que vive embelesado en su
propio rigor y sistema, siente de momento pocas ganas de volver hacia atrás.
--¿Qué
ocurrirá cuando el capital vacíe de falsas alegrías el corazón del hombre?
--¿Qué
ocurrirá cuando el hombre sienta que está arruinado porque gastó lo que
aparentemente ganó?
--¿Se
acostumbrará el ser humano a cambiar el traje de señor por el de esclavo?
3.-
En nuestros colegios y comunidades, parroquias y grupos se va a iniciar un
nuevo curso apostólico. Todas iniciativas que se retoman son un buen “buscador”
para encontrar esas sendas de vuelta atrás y dar con los caminos que van
derechos a la casa donde se vive más y mejor: la casa del Padre
Acaba
el verano y nos adentramos en el otoño; ojala nos despojemos de tanta hojarasca
y vuelva a resurgir, con la ayuda del Señor, nuestro aprecio por las cosas de
Dios.
Javier
Leoz
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