LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
Miércoles,
18 de Septiembre de 2013
24ª
semana del tiempo ordinario. C
1Tim
3,14-16; Sal 110; Lc 7,31-35
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 3,14-16
Querido
hermano: Te escribo estas cosas con la esperanza de ir a verte pronto. Pero si
tardo en llegar, quiero que sepas desde ahora cómo debes de actuar en la casa
del Dios vivo, que es la Iglesia, columna y fundamento de la verdad.
Realmente
es grande el misterio del amor de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo,
hecho hombre, santificado por el Espíritu, contemplado por los ángeles,
anunciado a todas las naciones, aceptado en el mundo mediante la fe y elevado a
la gloria.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL
(Sal 110, 1-6)
R
Alabemos a Dios de todo corazón.
Quiero
alabar a Dios, de corazón,
en
las reuniones de los justos.
Grandiosas
son las obras del Señor
y
para todo fiel, dignas de estudio /R
De
majestad y gloria hablan sus obras
y
su justicia dura para siempre.
Ha
hecho inolvidables sus prodigios.
El
Señor es piadoso y es clemente /R
Acordándose
siempre de su alianza,
él
le da de comer al que lo teme.
Al
darle por herencia a las naciones,
hizo
ver a su pueblo sus poderes /R
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7,31-35
En
aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con quién compararé a los hombres de esta
generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños que se sientan a jugar
en la plaza y se gritan los unos a los otros:
‘Tocamos
la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado’.
Porque
vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y ustedes dijeron: ‘Ése
está endemoniado’. Y viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Este
hombre es un glo- tón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores’. Pero sólo
aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión
1Tim. 3, 14-16.
Hemos de comportarnos a la altura de Cristo, de tal forma que seamos un signo
de su presencia salvadora en la Iglesia. Cristo ha de ser el punto de referencia
para todo aquel que ha sido puesto al frente de la Comunidad de creyentes. Por
eso se ha de meditar continuamente en su Palabra, contemplar su ejemplo, su
modo de vivir entre nosotros; entrar en una continua relación personal de amor
con Él.
Quien
viva separado de Cristo; quien lo trate de un modo intrascendente; quien viva
como asalariado y no como pastor y dueño de las ovejas, en lugar de hacer el
bien hará el mal, pues no tomará en serio al Pueblo de Dios, ni a Cristo, ni a
sí mismo como representante de Cristo Cabeza, Esposo, Pastor y Siervo de la
Iglesia.
Si
queremos proclamar el Nombre del Señor de un modo eficaz, dejémonos santificar
por el Espíritu, para que quienes nos traten, desde nosotros contemplen al
mismo Cristo y, mediante la fe, puedan ser elevados, junto con el Señor, a la
Gloria que Él posee recibida del Padre.
Sal. 111 (110). De
una y mil maneras Dios nos ha manifestado su amor, pues todas sus obras no sólo
son dignas de estudio, sino de ser consideradas como el lenguaje a través del
cual el Señor nos manifiesta su piedad y clemencia hacia nosotros. La obra
grandiosa de la salvación que nos ha otorgado en Cristo, su Hijo, nos hace
comprender hasta qué extremo llega el amor y la misericordia que Dios nos
tiene.
Por
eso, quien sea sabio, que tema al Señor, no con el temor de quien actúa para
evitar ser castigado, sino con el temor que se traduce en reconocimiento,
respeto, obediencia y fidelidad amorosa a la voluntad de Dios sobre nosotros.
Entonces podremos decir: Hágase en mi, Señor, según tu Palabra; entonces,
realmente, nuestro alimento será hacer la voluntad de Dios; entonces Dios hará
su obra en nosotros y nos colocará, junto con Cristo, a su diestra en la Gloria
eterna.
Lc. 7, 31-35.
Ojalá y tomemos en serio al Señor en nuestra vida, y no queramos verlo como un
juego.
En
el Talmud se hablaba de las trompetas que se habrían de tocar en los duelos; y
de las que se habrían de tocar en las bodas. Los niños en las plazas jugaban a
los duelos o a las bodas y, conforme al sonido de las trompetas bailaban o
lloraban.
Quien
no toma en serio al Señor comete una especie de pecado contra el Espíritu Santo
porque, no sólo lo toma como un juguete, sino que, además se cierra a su amor,
a la escucha fiel de su Palabra, pues no quiere convertirse y salvarse.
A
veces, por desgracia, juzgamos a las personas por su porte externo; y antes de
entrar en una relación verdadera con ella, nos formamos juicios temerarios
sobre la misma. El Señor nos pide que en el trato con Él no nos quedemos en lo
externo; que no pensemos que estaremos unidos a Él por medio de cantos,
adornos, inciensos; sino que sepamos escuchar su voz y hacerla nuestra, aun
cuando los signos que nos lleven a Él sean demasiado pobres; finalmente, Dios
escogió a lo que no cuenta para confundir a lo que cuenta según los criterios
de este mundo.
El
Señor nos reúne en esta Eucaristía en la sencillez que se hace lenguaje
nuestro, conforme a nuestra cultura. Su Palabra se encarna para nosotros; se
pronuncia con toda su fuerza salvadora para nosotros. Para muchos tal vez esa
Palabra parezca algo banal e intrascendente; sin embargo es Cristo que se hace
cercanía para nosotros para caminar con nosotros y conducirnos al Padre.
La
Eucaristía hecha para nosotros Pan de Vida, no puede hacernos pasar de largo
ante ella por realizarse bajo los signos muy sencillos del pan y del vino,
considerándola malamente como un objeto que tal vez merezca nuestro respeto,
pero del cual no podemos esperar algo grandioso.
El
Ministro que, junto con su comunidad celebra la Eucaristía, puede también ser
un signo demasiado pobre del Señor a causa de su fragilidad; y muchas veces los
escándalos provocados por quienes están reunidos en torno al Señor manifiestan
un signo pobre de la Iglesia santa.
Sin
embargo sabemos que es el Señor quien realiza, por medio nuestro, su obra de
salvación actualizando, en un auténtico Memorial, su Misterio Pascual a través
de la historia, con todo su poder a pesar nuestro.
Tomar
en serio al Señor en nuestra existencia significa dejar que Él renueve nuestra
vida, y nos ayude a actuar conforme a la fe que profesamos. A nosotros
corresponde, por tanto, continuar la obra del Señor, haciéndolo presente en
todos los ambientes en que se desarrolle nuestra existencia.
La
proclamación del Nombre del Señor la hemos de hacer con toda claridad,
invitando a la conversión, e invitando a vivir en la alegría y en la paz que el
Señor nos ofrece.
No
podemos pasarnos la vida como plañideras; ni podemos vivir siempre guiados por
un optimismo que nos hiciera cerrar los ojos ante el pecado que ha dominado a
muchos que, al mismo tiempo, han cerrado sus oídos y su corazón a la oferta de
salvación que Dios nos hace.
La
Iglesia de Cristo debe estar muy atenta para procurar que la salvación llegue a
todos y a cada persona, conforme a aquello que realmente necesita en su vida y
que, tocándole el Señor de un modo personal, le invite fuertemente a dejarse
conducir por Él.
En
este aspecto no hemos de dejarnos dominar por el desaliento, sino que,
fortalecidos por el Espíritu del Señor, hemos de ser valientes testigos de su
Evangelio aceptando con amor sincero todos los riesgos que, como consecuencia
de nuestro testimonio acerca de Cristo, tengamos que afrontar día a día.
Pidámosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Él, de tal forma que,
siendo fieles testigos de su amor para nuestros hermanos, sepamos dar nuestra
vida por ellos para que, juntos, podamos algún día alegrarnos eternamente en el
Señor. Amén.
Reflexión
de Homilía católica.
Santoral:
San José de Cupertino, Santa Ricarda, San Juan Macías, Santo Domingo Doà Trach,
Beatos Carlos, Fidel y Jesús.
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