miércoles, 18 de septiembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DEL MIÉRCOLES 18 DE SEPTIEMBRE


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Miércoles, 18 de Septiembre de 2013
24ª semana del tiempo ordinario. C
1Tim 3,14-16; Sal 110; Lc 7,31-35


LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 3,14-16
Querido hermano: Te escribo estas cosas con la esperanza de ir a verte pronto. Pero si tardo en llegar, quiero que sepas desde ahora cómo debes de actuar en la casa del Dios vivo, que es la Iglesia, columna y fundamento de la verdad.

Realmente es grande el misterio del amor de Dios, que se nos ha manifestado en Cristo, hecho hombre, santificado por el Espíritu, contemplado por los ángeles, anunciado a todas las naciones, aceptado en el mundo mediante la fe y elevado a la gloria.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL
(Sal 110, 1-6)

R Alabemos a Dios de todo corazón.

Quiero alabar a Dios, de corazón,
en las reuniones de los justos.
Grandiosas son las obras del Señor
y para todo fiel, dignas de estudio /R

De majestad y gloria hablan sus obras
y su justicia dura para siempre.
Ha hecho inolvidables sus prodigios.
El Señor es piadoso y es clemente /R

Acordándose siempre de su alianza,
él le da de comer al que lo teme.
Al darle por herencia a las naciones,
hizo ver a su pueblo sus poderes /R



LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 7,31-35

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿Con quién compararé a los hombres de esta generación? ¿A quién se parecen? Se parecen a esos niños que se sientan a jugar en la plaza y se gritan los unos a los otros:

‘Tocamos la flauta y no han bailado, cantamos canciones tristes y no han llorado’.

Porque vino Juan el Bautista, que ni comía pan ni bebía vino, y ustedes dijeron: ‘Ése está endemoniado’. Y viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: ‘Este hombre es un glo- tón y un bebedor, amigo de publicanos y pecadores’. Pero sólo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

1Tim. 3, 14-16. Hemos de comportarnos a la altura de Cristo, de tal forma que seamos un signo de su presencia salvadora en la Iglesia. Cristo ha de ser el punto de referencia para todo aquel que ha sido puesto al frente de la Comunidad de creyentes. Por eso se ha de meditar continuamente en su Palabra, contemplar su ejemplo, su modo de vivir entre nosotros; entrar en una continua relación personal de amor con Él.
Quien viva separado de Cristo; quien lo trate de un modo intrascendente; quien viva como asalariado y no como pastor y dueño de las ovejas, en lugar de hacer el bien hará el mal, pues no tomará en serio al Pueblo de Dios, ni a Cristo, ni a sí mismo como representante de Cristo Cabeza, Esposo, Pastor y Siervo de la Iglesia.
Si queremos proclamar el Nombre del Señor de un modo eficaz, dejémonos santificar por el Espíritu, para que quienes nos traten, desde nosotros contemplen al mismo Cristo y, mediante la fe, puedan ser elevados, junto con el Señor, a la Gloria que Él posee recibida del Padre.

Sal. 111 (110). De una y mil maneras Dios nos ha manifestado su amor, pues todas sus obras no sólo son dignas de estudio, sino de ser consideradas como el lenguaje a través del cual el Señor nos manifiesta su piedad y clemencia hacia nosotros. La obra grandiosa de la salvación que nos ha otorgado en Cristo, su Hijo, nos hace comprender hasta qué extremo llega el amor y la misericordia que Dios nos tiene.
Por eso, quien sea sabio, que tema al Señor, no con el temor de quien actúa para evitar ser castigado, sino con el temor que se traduce en reconocimiento, respeto, obediencia y fidelidad amorosa a la voluntad de Dios sobre nosotros. Entonces podremos decir: Hágase en mi, Señor, según tu Palabra; entonces, realmente, nuestro alimento será hacer la voluntad de Dios; entonces Dios hará su obra en nosotros y nos colocará, junto con Cristo, a su diestra en la Gloria eterna.

Lc. 7, 31-35. Ojalá y tomemos en serio al Señor en nuestra vida, y no queramos verlo como un juego.
En el Talmud se hablaba de las trompetas que se habrían de tocar en los duelos; y de las que se habrían de tocar en las bodas. Los niños en las plazas jugaban a los duelos o a las bodas y, conforme al sonido de las trompetas bailaban o lloraban.
Quien no toma en serio al Señor comete una especie de pecado contra el Espíritu Santo porque, no sólo lo toma como un juguete, sino que, además se cierra a su amor, a la escucha fiel de su Palabra, pues no quiere convertirse y salvarse.
A veces, por desgracia, juzgamos a las personas por su porte externo; y antes de entrar en una relación verdadera con ella, nos formamos juicios temerarios sobre la misma. El Señor nos pide que en el trato con Él no nos quedemos en lo externo; que no pensemos que estaremos unidos a Él por medio de cantos, adornos, inciensos; sino que sepamos escuchar su voz y hacerla nuestra, aun cuando los signos que nos lleven a Él sean demasiado pobres; finalmente, Dios escogió a lo que no cuenta para confundir a lo que cuenta según los criterios de este mundo.
El Señor nos reúne en esta Eucaristía en la sencillez que se hace lenguaje nuestro, conforme a nuestra cultura. Su Palabra se encarna para nosotros; se pronuncia con toda su fuerza salvadora para nosotros. Para muchos tal vez esa Palabra parezca algo banal e intrascendente; sin embargo es Cristo que se hace cercanía para nosotros para caminar con nosotros y conducirnos al Padre.
La Eucaristía hecha para nosotros Pan de Vida, no puede hacernos pasar de largo ante ella por realizarse bajo los signos muy sencillos del pan y del vino, considerándola malamente como un objeto que tal vez merezca nuestro respeto, pero del cual no podemos esperar algo grandioso.
El Ministro que, junto con su comunidad celebra la Eucaristía, puede también ser un signo demasiado pobre del Señor a causa de su fragilidad; y muchas veces los escándalos provocados por quienes están reunidos en torno al Señor manifiestan un signo pobre de la Iglesia santa.
Sin embargo sabemos que es el Señor quien realiza, por medio nuestro, su obra de salvación actualizando, en un auténtico Memorial, su Misterio Pascual a través de la historia, con todo su poder a pesar nuestro.
Tomar en serio al Señor en nuestra existencia significa dejar que Él renueve nuestra vida, y nos ayude a actuar conforme a la fe que profesamos. A nosotros corresponde, por tanto, continuar la obra del Señor, haciéndolo presente en todos los ambientes en que se desarrolle nuestra existencia.
La proclamación del Nombre del Señor la hemos de hacer con toda claridad, invitando a la conversión, e invitando a vivir en la alegría y en la paz que el Señor nos ofrece.
No podemos pasarnos la vida como plañideras; ni podemos vivir siempre guiados por un optimismo que nos hiciera cerrar los ojos ante el pecado que ha dominado a muchos que, al mismo tiempo, han cerrado sus oídos y su corazón a la oferta de salvación que Dios nos hace.
La Iglesia de Cristo debe estar muy atenta para procurar que la salvación llegue a todos y a cada persona, conforme a aquello que realmente necesita en su vida y que, tocándole el Señor de un modo personal, le invite fuertemente a dejarse conducir por Él.
En este aspecto no hemos de dejarnos dominar por el desaliento, sino que, fortalecidos por el Espíritu del Señor, hemos de ser valientes testigos de su Evangelio aceptando con amor sincero todos los riesgos que, como consecuencia de nuestro testimonio acerca de Cristo, tengamos que afrontar día a día.
Pidámosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe en Él, de tal forma que, siendo fieles testigos de su amor para nuestros hermanos, sepamos dar nuestra vida por ellos para que, juntos, podamos algún día alegrarnos eternamente en el Señor. Amén.

Reflexión de Homilía católica.



Santoral: San José de Cupertino, Santa Ricarda, San Juan Macías, Santo Domingo Doà Trach, Beatos Carlos, Fidel y Jesús.



  

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