jueves, 31 de marzo de 2011

LOS PASOS DE LA CUARESMA

Los pasos de la Cuaresma
 
El paso del desierto. Hay que saber conquistar espacios
de silencio y de reflexión. El alejarnos del ámbito,
en el cual nos desenvolvemos todos los días,
nos proporciona salud psíquica y un encuentro
con nosotros mismos y con Dios.
 
El paso de la oración. Este tiempo es fundamental
para llamar al teléfono del cielo. Es cuestión de utilizar
la tarjeta de la oración y el listín de la Biblia. Además,
aunque el beneficio es grande para el que llama,
el coste económico es nulo. Todo lo paga Dios.
 
El paso de la caridad. Si Jesús hace tanto por nosotros,
hemos de responder con la misma generosidad por alguien
y con algo. La limosna, lejos de ser una bandera,
es la consecuencia del que desea identificarse
con Jesucristo.
 
El paso de la conversión. En cuantas ocasiones,
cuando vamos a adquirir un producto, comprobamos
algún defecto y solicitamos el cambio del mismo.
También el Señor, en este tiempo cuaresmal,
ante su pasión, muerte y Resurrección,
nos pide corregir errores.

El paso del tiempo. Estos 40 días son una etapa privilegiada
para renovarnos interiormente. La paz y el recogimiento
de una iglesia puede ayudarnos a modelar nuestras actitudes.
Entra a una iglesia siempre que veas sus puertas abiertas.
 
El paso de la palabra. Para avanzar en nuestra conversión
es imprescindible hacerlo a través de la escucha de la Palabra
de Dios. Una Biblia –abierta por el libro del Exodo– te ayudará
a sentirte peregrino en busca de la Tierra Prometida.
 
El paso de la gracia. No estamos solos. ¡Dios existe!
Nos lo dice el corazón; el testimonio de tantos miles
de hombres y mujeres que se han dejado y se dejan guiar
por la presencia misteriosa de Dios. ¡Abrete a su gracia!
¡Disfruta sin dejar de ser cristiano!
 
El paso de la reconciliación. La falta de perdón es exponente
de debilidad en la fe. El rencor, entre otras cosas, frena
y condiciona nuestra felicidad. Levanta delante de nosotros
muros que nos impiden ver a las personas como amigos
o como hermanos.
 
El paso de la penitencia. Tener de todo no es sinónimo
de “tenerlo todo”. La avaricia o el egoísmo nos han llevado,
en parte, a una situación de crisis o de desesperanza general.
La cuaresma nos ayuda a situar las cosas en su justo lugar
y, al hombre, por encima de todo. Es tiempo de rezar por los que,
en este tiempo de crisis, están sufriendo la cruz del paro,
la pobreza, la ansiedad o la falta de medios económicos.
 
El paso de la fe. Una fe que no se cultiva es un barco
a la deriva. Es un campo que, aunque sembrado con mimo,
el viento, el sol o las tormentas, pueden arruinar la cosecha.
La cuaresma es un buen abono para fortalecer, cuidar
y preservar la fe en Cristo. La Eucaristía diaria te ayudará.
 
El paso de la abstinencia. Una alianza, en las manos
de los contrayentes, les recuerda permanentemente
que son el uno del otro. La abstinencia de carne, los viernes
de cuaresma, el ayuno el Miércoles de Ceniza o en Viernes Santo,
nos recuerda que somos miembros del Cuerpo de Cristo.
Que lo tenemos presente en nuestras comidas
y en nuestras familias.
 
El paso de la Iglesia. Vivir este tiempo como asamblea santa,
alrededor del altar, contemplando la cruz y bajo la sabia tutela
de la Iglesia, nos enriquece en el espíritu de la comunión eclesial.
Del costado de Cristo nació su Iglesia. Oremos por ella,
la defendamos y trabajemos con ella.
 
P. Javier Leoz

LECTURAS Y REFLEXION DE LA MISA DEL DIA JUEVES 31 DE MARZO DE 2011

Jueves, 31 de Marzo de 2011

Ésta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios

Lectura del libro de Jeremías 7, 23-28

Así habla el Señor:
Ésta fue la orden que les di a sus padres el día que los hice salir de Egipto: «Escuchen mi voz, así Yo seré su Dios y ustedes serán mi Pueblo; sigan por el camino que Yo les ordeno, a fin de que les vaya bien».
Pero ellos no escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que obraron según sus designios, según los impulsos de su corazón obstinado y perverso; se volvieron hacia atrás; no hacia adelante.
Desde el día en que sus padres salieron de Egipto hasta el día de hoy, Yo les envié a todos mis servidores los profetas, los envié incansablemente, día tras día. Pero ellos no me escucharon ni inclinaron sus oídos, sino que se obstinaron y obraron peor que sus padres.
Tú les dirás todas estas palabras y no te escucharán; los llamarás y no te responderán. Entonces les dirás: «Ésta es la nación que no ha escuchado la voz del Señor, su Dios, ni ha recibido la lección. La verdad ha desaparecido, ha sido arrancada de su boca».

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL    94, 1-2. 6-9
          
R.     ¡Ojalá hoy escuchen la voz del Señor!

¡Vengan, cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a la Roca que nos salva!
¡Lleguemos hasta Él dándole gracias,
aclamemos con música al Señor!  R.

¡Entren, inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque Él es nuestro Dios,
    y nosotros, el pueblo que Él apacienta,
las ovejas conducidas por su mano.  R.

Ojalá hoy escuchen la voz del Señor:
«No endurezcan su corazón como en Meribá,
    como en el día de Masá, en el desierto,
cuando sus padres me tentaron y provocaron,
aunque habían visto mis obras».  R.



EVANGELIO

El que no está conmigo está contra mí

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo  según san Lucas  11, 14-23

Jesús estaba expulsando a un demonio que era mudo. Apenas salió el demonio, el mudo empezó a hablar. La muchedumbre quedó admirada, pero algunos de ellos decían: «Éste expulsa a los demonios por el poder de Belzebul, el Príncipe de los demonios». Otros, para ponerlo a prueba, exigían de Él un signo que viniera del cielo.
Jesús, que conocía sus pensamientos, les dijo: «Un reino donde hay luchas internas va a la ruina y sus casas caen una sobre otra. Si Satanás lucha contra sí mismo, ¿cómo podrá subsistir su reino? Porque -como ustedes dicen- Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul. Si Yo expulso a los demonios con el poder de Belzebul, ¿con qué poder los expulsan los discípulos de ustedes? Por eso, ustedes los tendrán a ellos como jueces. Pero si Yo expulso a los demonios con la fuerza de Dios, quiere decir que el Reino de Dios ha llegado a ustedes.
Cuando un hombre fuerte y bien armado hace guardia en su palacio, todas sus posesiones están seguras, pero si viene otro más fuerte que él y lo domina, le quita las armas en las que confiaba y reparte sus bienes.
El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama».

Palabra del Señor.

Reflexión

Jer. 7, 23-28. En la antigüedad el Señor había dicho: Sé que el corazón del hombre está inclinado al mal desde su adolescencia. Ahora dice al pueblo de Israel: En vez de darme la cara, me dieron la espalda, desde que sus padres salieron del país de Egipto hasta hoy. Leyendo la Escritura, siempre veremos la fidelidad de Dios frente a la infidelidad del Pueblo. Cuando las cosas le iban mal a los Israelitas, hacían penitencia cubiertos de sayal e invocaban al Señor. Y el Señor se compadecía de su pueblo. Pero apenas se sentían seguros, volvían a darle la espalda.
No bastan los sacrificios que se ofrecen en el templo. Esto no es suficiente para disfrutar la salvación que viene de Dios. Por eso el Señor le dice a su pueblo: Escuchen mi voz, y yo seré su Dios y ustedes serán mi pueblo; caminen siempre por el camino que yo les mostraré, para que les vaya bien.
En esta Cuaresma, también nosotros hemos de reflexionar si no hemos endurecido nuestro corazón y nuestra cabeza. Ante el llamado de miles de hermanos nuestros que elevan su voz pidiéndonos el respeto de sus derechos; ante multitudes que padecen hambre y son víctimas de las injusticias, ¿seremos capaces de buscar caminos de paz y de reconciliación? ¿podremos tender la mano para conducir a nuestros hermanos hacia una sincera conversión, capaz de generar un mundo más fraterno?
Los falsos mesías, queriendo liberar al mundo del poder del maligno, no son capaces de luchar por la conversión de los corazones, aun a costa de dar su vida por ellos. Al contrario, confunden al maligno con los corazones que han sido deteriorados por el mal y acaban con ellos. La Pascua, que genera una nueva humanidad, es consecuencia del amor que devuelve su dignidad al hombre y construye comunidades que caminan, no a impulsos de la maldad ni del odio, sino a impulsos del Espíritu, del Amor, de la fraternidad.
¿Nos conformaremos con rezar por el miedo a ser destruidos mientras, en nombre de Dios empuñamos un arma en contra de nuestro prójimo? ¿Daremos la cara a Dios, para que conozcamos el amor que nos tiene a todos sin distinción? ¿Daremos la cara a Dios y, ante lo que hacemos, Él podrá decirnos: Tú eres mi hijo amado en quien me complazco? ¿Haremos caso a Dios? Ojalá no pronuncie contra nosotros lo que hoy el Profeta Jeremías nos recuerda: Este es el pueblo que no escuchó la voz del Señor, su Dios, ni aceptó la corrección. Ya no existe fidelidad en Israel; ha desaparecido de su misma boca.

Sal. 95 (94). Se nos invita a dar culto al Señor, puestos de rodillas. Dios ha tenido predilección por nosotros. Nos tiene en torno a Él y nos recibe con amor de Padre. Él es nuestro Dios y nosotros su pueblo; Él es nuestro pastor y nosotros sus ovejas.
Pero no basta el culto; hay que dejar las rebeldías y los oídos sordos ante la Palabra de Dios.
Tal vez nosotros también entonemos cánticos al Señor y oigamos su Palabra. Tal vez seamos testigos de su Pascua celebrada en el Sacramento Eucarístico. ¿Cambiará nuestro corazón? o, tal vez, sólo hayamos aparentado ser piadosos, pero no seamos personas de fe, que vivan y caminen en una continua alabanza del Nombre de Dios.
Más allá del culto debe estar nuestra vida diaria, con la cual manifestemos que la Palabra de Dios cayó en nosotros en un terreno fértil y dio fruto abundante de buenas obras.

Mt. 5, 17-19. El Reino de Dios ha llegado. Belzebú, Satán, ha sido expulsado de aquellos que él había encadenado y hecho morada suya. El mal ha sido vencido gracias a la Muerte y Resurrección del Verbo Encarnado: Jesús.
Así como Moisés, con el dedo de Dios (Poder de Dios), sacó a los Israelitas de la Esclavitud a que habían sido sometidos en Egipto, y los condujo hacia la Tierra Prometida; así Jesús, con el dedo de Dios, nos ha liberado de la esclavitud del pecado, y nos ha conducido hacia la posesión de los bienes definitivo.
Verse libre de la esclavitud al mal indica el compromiso de manifestarnos como personas renovadas en Cristo. El bautismo nos ha unido a Cristo y nos ha hecho uno con Él.
Durante la Cuaresma reconocemos que en muchas ocasiones y por muchos motivos hemos abandonado el camino del bien, y que el mal ha anidado, en una diversidad de formas, en nuestro corazón. Por eso, caminando hacia la Pascua, debemos caminar hacia la renovación de nuestro compromiso bautismal. Dios, rico en misericordia nos espera para perdonarnos y revestirnos, nuevamente de Cristo.
A partir del hecho de nuestro retorno al amor a Dios y al prójimo, hemos de ser vigilantes mediante la oración, la meditación fiel de la Palabra de Dios, y la firme voluntad, fortalecida por el Espíritu Santo en nosotros, de no volver dar cabida en nosotros al mal.
La Eucaristía nos hace entrar en comunión de vida con el Señor. Su Vida y su Espíritu en nosotros renovará nuestro corazón y nuestra mente. Nuestras obras manifestarán de qué tenemos lleno el corazón, pues son como el fruto que nos hace saber si el árbol es bueno o malo.
No podemos vivir esta Eucaristía sino desde la fe. El Señor se hace presente entre nosotros para darnos la libertad, para hacer que el mal no siga teniendo fuerza sobre nosotros.
Nosotros somos demasiado frágiles y fácilmente podemos ser nuevamente víctimas del mal. Por eso el Señor se hace nuestro en este Banquete Pascual. Al mismo tiempo nos comunica su Espíritu, para que nos acompañe, nos fortalezca y nos ayude a dar testimonio de la Verdad, no sólo con las palabras, sino con una vida totalmente entregada al bien y a hacer el bien a todos.
Dios ha distribuido sus carismas de un modo diverso en su Iglesia, para el bien de todos. Hemos de aceptar que cada uno de nosotros no es autosuficiente en el camino de la fe. Todos necesitamos de todos. Así, aportando cada uno la gracia recibida en favor de todo el cuerpo, podremos vivir mejor el signo de la perfección de Cristo entre nosotros.
Ojalá y no queramos apagar los dones del Espíritu Santo. Vivamos alegres por lo que cada uno ha recibido. Sepamos abrir nuestro corazón para complementarnos mutuamente. Hagamos que Cristo brille con todo su amor, con toda su bondad, con toda su misericordia viviendo la unidad entre nosotros.
No levantemos falsos contra los demás. No queramos apagar su voz. No pensemos que nosotros somos los únicos perfectos y que los demás no tienen nada que ofrecernos. Escuchemos la voz del Señor que nos pide vivir la unidad fraterna.
Si nos dividimos, nos desmoronaremos, pues nadie puede vivir en la soledad. Hemos nacido para amar; la Iglesia de Cristo ha nacido para amar, para eso se le comunicó el Espíritu de Amor. Y el amor no es soledad. El amor necesita la comunidad. El amor forma la comunidad. Si vivimos divididos como consecuencia del espíritu malo en nosotros, no podremos en verdad llamarnos la Iglesia de Cristo.
Sólo la unidad dará testimonio de Cristo desde nosotros, y el mundo creerá que en verdad Dios habita en nosotros.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la abundancia su Espíritu Santo en nosotros, para que podamos ser constructores de una Iglesia que no se quede con el nombre de ser la esposa de Cristo, sino que lo sea en verdad y lo manifieste por su unidad, y por su capacidad de amar y de unir a toda la humanidad en el amor fraterno, y en el amor al Dios único y verdadero. Amén.

Reflexión de Homiliacatolica. Com
Fuente: celebrando la vida . com


miércoles, 30 de marzo de 2011

LECTURAS Y REFLEXION DE LA MISA DEL DIA MIERCOLES 30 DE MARZO DE 2011


Miércoles, 30 de Marzo de 2011


 Observen los mandamientos y pónganlos en práctica

Lectura del libro del Deuteronomio 4, 1. 5-9

Moisés habló al pueblo, diciendo:
Y ahora, Israel, escucha los preceptos y las leyes que yo les enseño para que las pongan en práctica. Así ustedes vivirán y entrarán a tomar posesión de la tierra que les da el Señor, el Dios de sus padres.
Tengan bien presente que ha sido el Señor, mi Dios, el que me ordenó enseñarles los preceptos y las leyes que ustedes deberán cumplir en la tierra de la que van a tomar posesión. Obsérvenlos y pónganlos en práctica, porque así serán sabios y prudentes a los ojos de los pueblos, que al oír todas estas leyes, dirán: «¡Realmente es un pueblo sabio y prudente esta gran nación!»
¿Existe acaso una nación tan grande que tenga sus dioses cerca de ella, como el Señor, nuestro Dios, está cerca de nosotros siempre que lo invocamos? ¿Y qué gran nación tiene preceptos y costumbres tan justas como esta Ley que hoy promulgo en presencia de ustedes?
Pero presta atención y ten cuidado, para no olvidar las cosas que has visto con tus propios ojos, ni dejar que se aparten de tu corazón un solo instante. Enséñalas a tus hijos y a tus nietos.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL   147, 12-13. 15-16. 19-20

R.    ¡Glorifica al Señor, Jerusalén!

¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
Él reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti.  R.

Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente;
reparte la nieve como lana
y esparce la escarcha como ceniza.  R.

Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos.  R.



EVANGELIO

El que los cumpla y enseñe será considerado grande


Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 5, 17-19

Jesús dijo a sus discípulos:
No piensen que vine para abolir la Ley o los Profetas: Yo no he venido a abolir, sino a dar cumplimiento. Les aseguro que no quedarán ni una i ni una coma de la Ley sin cumplirse, antes que desaparezcan el cielo y la tierra.
El que no cumpla el más pequeño de estos mandamientos, y enseñe a los otros a hacer lo mismo, será considerado el menor en el Reino de los Cielos. En cambio, el que los cumpla y enseñe, será considerado grande en el Reino de los Cielos.

Palabra del Señor.

Reflexión

Dt. 4, 1. 5-9. El escritor del Deuteronomio, ante la inminencia de la invasión de Israel por sus enemigos y la perspectiva del destierro, recuerda al pueblo el compromiso que tiene con el Señor de ser fiel a su Alianza.
Moisés habla a la comunidad indicando que, si quieren entrar a la tierra prometida, cumplan los mandatos y preceptos que él mismo les ha enseñado para que los pongan en práctica. Ningún otro pueblo tiene dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios. Pero ¿de qué sirve todo esto si al final no se le obedece?
No hay que apartar el corazón de toda la experiencia de amor que Dios, con hechos, ha manifestado hacia su pueblo. Más que olvidarlos hay que hacer de ellos un memorial y transmitirlos a los hijos y a los hijos de los hijos.
Nosotros, creyendo en Cristo Jesús, no podemos conformarnos con escuchar su palabra y llamarle Señor, Señor, mientras nuestro corazón permaneciese lejos de Él. La fe en Cristo nos ha de llevar a rectificar nuestros caminos y a amoldar nuestras obras con su estilo de vida. Sólo entonces seremos dignos de hacer nuestra la Pascua de Cristo: Su muerte, su Resurrección y su Glorificación a la diestra del Padre.
La Cuaresma nos prepara para vivir, no unos días, sino siempre, este acontecimiento Pascual en nosotros.

Sal. 147 (146-147). Meditamos acerca de la Providencia Divina sobre su Pueblo. Dios se ha convertido en su refugio seguro, le alimenta su cuerpo, y también le alimenta su espíritu manifestándole sus pensamientos, normas y designios.
Así como nos alimentamos de los bienes de la tierra, que son un don de Dios, así nos hemos de alimentar de la Palabra del Señor para que sean rectos nuestros caminos, y nuestra vida le sea grata.
En esta Cuaresma, además de orar, hemos de aprender a meditar a profundidad la Palabra de Dios, no sólo para tenerla en la mente, sino para que nuestros caminos vayan rectificándose y amoldándose a la voluntad de Dios, revelada a nosotros en Aquel que es su Palabra Encarnada, y que se convierte para nosotros en Camino, Verdad y Vida.

Mt. 5, 17-19. Jesús no vino a abolir la Ley, sino a darle plenitud.
Muchas veces quisiéramos manifestarnos como personas de fe por nuestra fidelidad a las enseñanzas y mandatos de Dios y de su Iglesia; e incluso a las normas de grupos o asociaciones de fieles con quienes estemos comprometidos. Vivir así da la impresión de ser personas de élite, desligadas del resto infiel de la Iglesia.
Aun cuando Jesús no vino a abolir la ley ni los profetas, sí vino a purificarlos de toda envoltura puesta por el hombre mediante aplicaciones minuciosas, que en lugar de propiciar el amor, restringen el caminar de la persona.
La plenitud de la Ley y los profetas es el amor. Sin él todo pierde sentido. Quien ama a Dios y al prójimo cumple la ley, no como carga pesada, sino como un camino que nos acerca al Señor y a nuestros semejantes, y nos hace vivir en paz con ellos.
La Cuaresma nos ha de ayudar a volver la mirada hacia el amor, en la forma como nos lo ha enseñado Jesucristo con sus palabras, con sus obras y con su vida misma. Seguir ese mismo camino tras las huellas del Señor, nos hará no legalistas, ni caminaremos al margen de la Ley, sino personas maduras que, en el amor sólo tienen por Padre a Dios, a quien aman sobre todas las cosas; y que no tienen otra preocupación que ser un signo del Dios-Amor para el prójimo, amándolo no sólo como a uno mismo, sino con el mismo estilo de amor con que Cristo nos ha amado a nosotros.
En la Eucaristía celebramos la nueva alianza de Dios con nosotros. Así se convierte en un verdadero signo del amor que Dios nos tiene. No venimos sólo a escuchar su palabra para ponerla en práctica, venimos, además, a ser testigos del amor que el Señor nos tiene hasta el extremo. Su entrega Pascual fue movida únicamente por el amor. Para nosotros esa es también nuestra única norma.
La Eucaristía nos hace entrar en comunión de vida y de misión con Cristo. Aquí nos llenamos del amor de Dios, y se nos da como misión ser testigos de ese amor en medio de nuestros hermanos. Quien, al salir de esta celebración siga viviendo al margen de los demás, no ha entendido la Eucaristía, pues tal vez sólo venga a ella por costumbre, o por pensar que así le es más grato a Dios, pero no por un amor verdadero hacia Él.
Entrar en comunión con Cristo es aceptar hacerlo presente en los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida. Su Espíritu ha de hacernos fecundos no sólo en el culto, sino en el testimonio de vida hecho amor concreto en favor de nuestros hermanos.
La ley del amor más que un mandato es una forma de vida que nos hace convertirnos en motivo de paz, de alegría, de solidaridad, de bondad, de misericordia para nuestros hermanos.
Jesús nos pide dar plenitud, vida, en nosotros, al amor tanto a Dios como a nuestro prójimo. Nuestra cercanía y amor a Dios no sólo nos ha de llevar a darle culto, sino a convertir nuestra vida, llena de buenas obras, en una continua alabanza de su Nombre.
El amor al prójimo no sólo nos ha de llevar a socorrerlo en sus necesidades sino que también hemos de ser conscientes de su pecado, como nosotros somos conscientes del nuestro, para ayudarlo a encontrar el camino que le conduzca hacia el Señor.
Ante nuestra realidad pecadora hemos de tomar en serio el llamado que Dios nos hace a una sincera conversión y a anunciar a los demás, la necesidad de volver a Dios, para el perdón de sus propios pecados.
Con una Comunidad libre del peso de sus culpas, y con el compromiso de una vida que se va renovando en Cristo, será posible construir relaciones más justas, más sanas, e ir por caminos de paz. Así alcanzamos a ver que el mandato del Señor no nos lleva a una vida desencarnada de la realidad, sino a un compromiso que nos ayude a darle un nuevo rumbo a la vida personal y social.
Si los millones de quienes decimos creer en Cristo tomáramos en serio nuestra fe y viviésemos en la civilización del amor, nuestro mundo tendría un nuevo rostro. Si por desgracia esto no ha sido posible, es porque nuestra fe es sólo un espejismo, una sombra, una nube mañanera que, cuando sale el sol, desaparece.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser fortalecidos por Él para que no sólo escuchemos su Palabra, sino para que la pongamos en práctica, fortalecidos por la presencia del Espíritu Santo en nosotros. Amén. 

Reflexión de Homiliacatolica . com
Fuente: celebrando la vida . com

martes, 29 de marzo de 2011

MEDITEMOS

Perdón, Señor

Aquí me tienes Señor,
parándome, después de la centésima caída.
Agradeciendo tu amor infinito,
en la misericordia de tu centenaria acogida.

Vengo a pedirte perdón urgente,
por las mil veces que reduje el amor,
al círculo de mis cercanos.
Por ignorar, indolente,
lo bueno de mis hermanos.

Por recordar con afectuoso sentimiento
sólo a quienes alimentaron mi ego
en algún generoso momento.
Por las veces que pude hacer algo más y mejor,
y me auto disculpé con débil argumento.

Por haber extinguido el grato recuerdo,                                      
de tantos miles que en la vida me han ayudado
Por creer que siempre tenía la razón
en mis acciones y razonamientos.
Perdón, Señor, por mis caprichos personales,
que impuse a los demás sin esperar consentimiento.
Por la rebeldía interior no expresada,
que disfracé en una acción obediente.

Por amar, sin demostrar el sentimiento.
Por las veces que mi amor urgente hacia ti,
no se detuvo en mis hermanos.
Creyendo, ingenuamente,
que llegaría veloz,
sin fraternal aditamento.

Por la cobardía de no cambiar lo suficiente
cuando una palabra o gesto lo advirtió.
Y por las veces que no tuve,
la valentía de señalar el error,
al hermano fraternalmente.

Por no alinear la proa de mi débil barca
hacia el temporal violento,
cuando tú me llamas a maravillosa singladura,
que durará eternamente.
Finalmente, perdóname, Señor
Por pedirte hoy público perdón,
cuando mis hermanos ya lo hicieron en silencio.
Amén.



Fuente: celebrando la vida . com

LECTURAS Y REFLEXION DE LA MISA DEL DIA MARTES 29 DE MARZO DE 2011


Martes, 29 de Marzo de 2011

Lectura de la profecía de Daniel  3, 25-26. 34-43

Azarías tomó la palabra y oró así:

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres,
y digno de alabanza,
que tu Nombre sea glorificado eternamente.
No nos abandones para siempre a causa de tu Nombre,
no anules tu Alianza,
no apartes tu misericordia de nosotros,
por amor a Abraham, tu amigo,
a Isaac, tu servidor, y a Israel, tu santo,
a quienes prometiste una descendencia
numerosa como las estrellas del cielo
y como la arena que está a la orilla del mar.
Señor, hemos llegado a ser
más pequeños que todas las naciones,
y hoy somos humillados en toda la tierra
a causa de nuestros pecados.
En este tiempo, ya no hay más jefe, t ni profeta, ni príncipe,
ni holocausto, ni sacrificio, ni oblación, ni incienso,
ni lugar donde ofrecer las primicias,
y así, alcanzar tu favor.
Pero que nuestro corazón contrito
y nuestro espíritu humillado nos hagan aceptables
y los millares de corderos cebados;
que así sea hoy nuestro sacrificio delante de ti,
y que nosotros te sigamos plenamente,
porque no quedan confundidos los que confían en ti.
y ahora te seguimos de todo corazón,
te tememos y buscamos tu rostro.
No nos cubras de vergüenza,
sino trátanos según tu benignidad
y la abundancia de tu misericordia.
Líbranos conforme a tus obras maravillosas,
y da gloria a tu Nombre, Señor.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL    24, 4-5a. 6-9

R.    ¡Acuérdate, Señor, de tu ternura!

Muéstrame, Señor, tus caminos,
enséñame tus senderos.
Guíame por el camino de tu fidelidad;
enséñame, porque Tú eres mi Dios y mi salvador.  R.

Acuérdate, Señor, de tu compasión y de tu amor,
porque son eternos.
Por tu bondad, Señor,
acuérdate de mi según tu fidelidad.  R.

El Señor es bondadoso y recto:
por eso muestra el camino a los extraviados;
Él guía a los humildes para que obren rectamente
y enseña su camino a los pobres.  R.



EVANGELIO

Si no perdonan de corazón a sus hermanos,
tampoco el Padre los perdonará a ustedes

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 18, 21-35

Se acercó Pedro y dijo a Jesús: «Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?»
Jesús le respondió: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
Por eso, el Reino de los Cielos se parece a un rey que quiso arreglar las cuentas con sus servidores. Comenzada la tarea, le presentaron a uno que debía diez mil talentos. Como no podía pagar, el rey mandó que fuera vendido junto con su mujer, sus hijos y todo lo que tenía, para saldar la deuda. El servidor se arrojó a sus pies, diciéndole: "Dame un plazo y te pagaré todo". El rey se compadeció, lo dejó ir y, además, le perdonó la deuda.
Al salir, este servidor encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios y, tomándolo del cuello hasta ahogarlo, le dijo: "Págame lo que me debes". El otro se arrojó a sus pies y le suplicó: "Dame un plazo y te pagaré la deuda". Pero él no quiso, sino que lo hizo poner en la cárcel hasta que pagara lo que debía.
Los demás servidores, al ver lo que había sucedido, se apenaron mucho y fueron a contarlo a su señor. Este lo mandó llamar y le dijo: "¡Miserable! Me suplicaste, y te perdoné la deuda. ¿No debías también tú tener compasión de tu compañero, como yo me compadecí de ti?" E indignado, el rey lo entregó en manos de los verdugos hasta que pagara todo lo que debía.
Lo mismo hará también mi Padre celestial con ustedes, si no perdonan de corazón a sus hermanos».

Palabra del Señor.

Reflexión

Dan. 3, 25. 34-43. Tal vez nosotros abandonemos al Señor y, lejos de Él, tengamos que sufrir muchas desgracias. Pero el Señor jamás abandonará a los suyos. Aún en los momentos más terribles hemos de sentirnos amados por Dios. Eso nos dará la esperanza de llegar a gozar nuevamente de la paz interior; pues, aun cuando tengamos que sufrir la muerte, Dios siempre estará junto a nosotros para concedernos gozar de la vida eterna.
Hay todavía muchas regiones en que los que creen en Cristo son perseguidos. Incluso en países con mayoría de cristianos, no faltan las burlas y persecuciones para quienes viven con lealtad su fe. Dios nos quiere fieles a pesar de todo lo que pudiera sucedernos en la vida.
Si lejos de la posibilidad de ofrecerle el culto en comunidad, nos encontráramos confinados, aprendamos a ofrecerle al Señor nuestro corazón adolorido y nuestro espíritu humillado. Aquel que obre así realmente está manifestando su amor por Dios.
¿Pero qué hacemos los que tenemos todas las posibilidades de acudir al Señor y de dar testimonio de Él entre nuestros hermanos?

Sal. 25 (24). Si acudimos al Señor para escuchar su Palabra, es porque queremos ser instruidos por Él para que, viviendo conforme a sus enseñanzas, nuestros pasos no se desvíen del camino del bien.
Tal vez en nuestra vida pasada, a causa de nuestra concupiscencia, hayamos vagado lejos del Señor, centrando nuestro corazón en lo pasajero, e incluso en lo pecaminoso; pero ahora, arrepentidos, volvemos al Señor para que Él tenga misericordia de nosotros, y nos indique el camino que hemos de seguir.
Que este tiempo de Cuaresma nos ayude a saber escuchar, amorosamente, la Palabra de Dios para hacerla nuestra y manifestarla a través de una vida que produzca abundantes frutos de salvación manifestados por medio de nuestras buenas obras.

Mt. 18, 21-35. Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Dios nos ha amado tanto que, para reconciliarnos con Él, nos envió a su propio Hijo, el cual murió por nosotros, clavado en una cruz, para el perdón de nuestros pecados. Siempre que nosotros acudamos a Él con el corazón arrepentido y le pidamos perdón, Él estará dispuesto a perdonarnos. Pero espera de nosotros que, una vez en paz con Él, no volvamos a nuestras maldades, sino que caminemos en el amor fiel a Él y a sus mandatos. Sólo así podremos decir que le tenemos un amor sincero.
Aquel que ha experimentado así el amor misericordioso de Dios debe aprender a ser misericordioso con su hermano, de tal forma que esté siempre dispuesto a perdonarlo.
Dios nos quiere fraternalmente unidos, capaces, incluso, de renunciar a reclamar a los demás lo que nos deben, con tal de no hundirlos cada vez más en su miseria.
Seamos, pues, perfectos, como el Padre Dios es perfecto.

Nos reunimos para celebrar el Sacramento del Amor Misericordioso de Dios hacia nosotros. Él no espera a que vayamos y lo busquemos; Él sale a buscarnos por medio de su Hijo para ofrecernos su perdón y la participación de su propia vida.
Él quiere instruirnos con su Palabra para que conozcamos el amor que nos tiene y cómo hemos de enderezar nuestros pasos, de tal forma que su Palabra cobre vida en nosotros.
Él nos quiere como hijos suyos, amados, sentados a su Mesa para que, alimentados por Él mismo, seamos transformados de tal manera que nos convirtamos en un signo de su amor para los demás.
Él nos quiere fraternalmente unidos, de tal forma que seamos misericordiosos con los demás, como el Señor lo ha sido para con nosotros.
Por eso en este Sacramento, en que celebramos el amor que Dios nos tiene, debemos iniciar el camino del amor fraterno hacia a nuestro único Dios y Padre, conducidos por el Espíritu Santo que Él ha derramado en nosotros para hacernos uno en Cristo.
Por eso, los que participamos de la Eucaristía debemos volver a nuestros diversos ambientes con una gran capacidad de perdonar. Pero al perdonar vamos a preocuparnos de que quienes vivan deteriorados por el egoísmo, por la maldad, por la violencia, puedan caminar hacia un verdadero encuentro con Dios.
Jesús no vino solamente a perdonarnos nuestros pecados. Él mismo quiso convertirse en el Camino que nos conduce al Padre. Por eso aquel que realmente lo ama y se deja transformar por Él debe aprender a construir la paz en el mundo, propiciando el perdón, pero también el camino hacia un auténtico amor fraterno, hasta lograr aquello que Dios nos pide por medio del profeta Joel (4, 10): De sus azadones hagan espadas, lanzas de sus podaderas.
El Señor nos pide, en esta Cuaresma, no sólo reconocer nuestros pecados y pedirle el perdón, sino también pedirle la fortaleza necesaria para saber perdonarnos y amarnos como Dios lo ha hecho con nosotros.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de sabernos encontrar sinceramente con Él en el amor, para poder, así, encontrarnos con nuestro prójimo en el amor fraterno, y contribuir en la construcción de la Iglesia unida y guiada por el Espíritu Santo. Amén.

Reflexión de Homiliacatolica. Com
Fuente: celebrando la vida . com