domingo, 29 de septiembre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE DE 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 29 DE SEPTIEMBRE DE 2013
DOMINGO XXVI DURANTE EL AÑO. C

LECTURA DEL LIBRO DEL PROFETA AMÓS 6, 1A. 4-7

Esto dice el Señor todopoderoso: “¡Ay de ustedes, los que se sienten seguros en Sión y los que ponen su confianza en el monte sagrado de Samaria!

Se reclinan sobre divanes adornados con marfil, se recuestan sobre almohadones para comer los corderos del rebaño y las terneras en engorda. Canturrean al son del arpa, creyendo cantar como David. Se atiborran de vino, se ponen los perfumes más costosos, pero no se preocupan por las desgracias de sus hermanos.

Por eso irán al destierro a la cabeza de los cautivos y se acabará la orgía de los disolutos”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Sal 145, 7-10)

R Alabemos al Señor, que viene a salvarnos.


El Señor siempre es fiel a su palabra,
y es quien hace justicia al oprimido;
él proporciona pan a los hambrientos
y libera al cautivo /R

Abre el Señor los ojos de los ciegos
y alivia al agobiado.
Ama el Señor al hombre justo
y toma al forastero a su cuidado /R

A la viuda y al huérfano sustenta
y trastorna los planes del inicuo.
Reina el Señor eternamente,
reina tu Dios, oh Sión, reina por siglos /R


LECTURA DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 6,11-16

Hermano: Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre. Lucha en el noble combate de la fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste tan admirable profesión ante numerosos testigos.

Ahora, en presencia de Dios, que da vida a todas las cosas, y de Cristo Jesús, que dio tan admirable testimonio ante Poncio Pilato, te ordeno que cumplas fiel e irreprochablemente, todo lo mandado, hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo, la cual dará a conocer a su debido tiempo Dios, el bienaventurado y único soberano, rey de los reyes y Señor de los señores, el único que posee la inmortalidad, el que habita en una luz inaccesible y a quien ningún hombre ha visto ni puede ver. A él todo honor y poder para siempre.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


  
Evangelio

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 16,19-31

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico. Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: “Padre Abraham, ten piedad de mí. Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’. Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’. Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham. Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’. Abraham repuso: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.



Reflexión


EL GRAN ABISMO QUE SE ABRE ENTRE LOS RICOS EPULONES Y LOS POBRES LÁZAROS

1.- Entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso. La parábola refleja un mundo real que existía en tiempos de Jesús y que existe en nuestro mundo actual. También hoy hay entre nosotros muchos ricos epulones, que banquetean espléndidamente, y hay muchísimos Lázaros que no tienen ni lo necesario para vivir con dignidad. Esto no es una consecuencia necesaria de la naturaleza humana, sino una consecuencia de la naturaleza humana, cuando ésta se deja llevar de la tentación de un inmenso egoísmo y de una inmensa ambición. Podemos luchar contra esta tentación y podemos vencerla, como la vencieron muchos santos y muchas personas justas y honradas. Los cristianos tenemos la obligación moral y religiosa de luchar valientemente contra la desigualdad social que existe en nuestra sociedad. Renunciar a la lucha contra la desigualdad no puede ser nunca una actitud cristiana. Jesús, el Cristo, vivió en lucha continua contra la desigualdad social de su tiempo y empeñó su propia vida en esta batalla. Una persona, o una sociedad, que no trata con todas sus fuerzas de suprimir el abismo que existe entre los más ricos y los más pobres no es una persona, o una sociedad, cristiana. Es verdad que, ordinariamente, una sola persona no puede hacer mucho para remediar la inmensa desigualdad social, el inmenso abismo, que existe en nuestra sociedad, pero cada uno de nosotros debe hacer lo poco, o mucho, que pueda hacer. Nuestra condición de cristianos nos lo exige.

2. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán y a Lázaro en su seno. Es interesante observar que, según la parábola, el rico epulón, cuando banqueteaba espléndidamente, no había visto al pobre Lázaro, al que tenía muy cerca echado en su portal, y, en cambio ahora lo vio desde muy lejos. La vida, desgraciadamente, es así: no vemos al que nos necesita, aunque esté delante de nuestras propias narices, y en cambio sí vemos, hasta de lejos, a aquel que nosotros necesitamos. Esto es algo muy habitual entre nosotros, pero no por ser habitual podemos decir que es bueno moralmente. Los cristianos debemos vivir siempre mirando al prójimo, sobre todo al prójimo más necesitado. Es verdad que, en el caso concreto de dar o no dar una limosna económica a alguna persona que nos la pide, no siempre nos va a resultar fácil discernir con claridad a quiénes debemos dársela y a quiénes no. En la mendacidad organizada puede haber mucho engaño, o afán de engañar, pero hay muchas maneras de ayudar económicamente a las personas necesitadas y los cristianos debemos estar siempre dispuestos a mirar y ver a las personas que, de verdad, necesitan nuestra ayuda.

3.- Os ungís con perfumes exquisitos y no os doléis del desastre de José. El profeta Amós, ocho siglos antes de Cristo, no se anduvo con rodeos a la hora de criticar a los ricos epulones de su tiempo. Les dice, en nombre del Señor, que su pecado va a ser duramente castigado: “se acabará la orgía de los disolutos”. Porque Yahveh es un Dios justo y liberador, y no va a permitir que sus hijos sean injustos y corruptos. Lo mismo nos diría hoy el profeta Amós a los cristianos del siglo XXI, porque el Dios de Jesús de Nazaret es un Dios justo y misericordioso, y no puede permitir que los que nos llamamos sus hijos, los cristianos, seamos injustos e inmisericordes con el prójimo.

4.- Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor. Si nosotros, los cristianos, llevamos a la práctica estos consejos que da Pablo a Timoteo, seguro que Dios nos va a considerar como auténticos hijos suyos y nos admitirá en su reino eterno. Pero si no escuchamos en esta vida a Pablo, a los profetas, a Cristo Jesús; si vivimos como ricos epulones, sin ver a los pobres Lázaros que sufren a nuestro lado, nadie podrá salvarnos de la condena de nuestro Dios.

Gabriel González del Estal
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LA CASA DE LOS ESPEJOS

1. - Un hombre tenía una casa con grandes ventanas a través de cuyos cristales transparentes veía a los niños jugar en el jardín, al anciano sentado en un banco tomando el sol, a la joven madre empujando el cochecito de su hijo, a la pareja de novios tomados de la mano. A través de los cristales transparentes participaba en la vida de los demás, se conmovía su corazón, se comunicaba con los hombres, y al fin llegaba a Dios.
Pero un día comenzó a cambiar los cristales transparentes por espejos y al poco se vio aislado de todos y de todo. Dejó de ver a los hombres y dejó de ver a Dios. Y ya no se vio más que a sí mismo reflejado en cientos de espejos. Siempre veía su rostro, cada vez más sombrío, más aislado, más triste. Encerrado en vida en una tumba de espejos. Separado por todos por un gran abismo que nadie puede pasar.

2. - Yo creo que esta es la enseñanza de Jesús en esta parábola. No alaba la pasividad del pobre alentando su estoicismo con la promesa de un futuro feliz. Ese Jesús que nos dice que el Reino de Dios está entre nosotros y que ha venido a poner fuego en la tierra.
No condena al rico por ser rico, ni bendice al pobre por sólo ser pobre. No trata del problema social, ni el problema de clases. Jesús va a la raíz de todos estos problemas que es el egoísmo brutal del hombre.

3. - Jesús viene a decirnos una vez más que nadie puede salvarse solo, que nadie puede prescindir de los demás, que todos necesitamos de todos, que no podemos ser hijos de Dios, si no somos hermanos de los hombres, hijos de un mismo padre: Padre Dios.
El rico también se da cuenta de que necesita a los demás, que necesita a Lázaro, pero cuando ya es tarde, porque el encuentro entre hermanos se da en esta vida. Es en esta vida en la que se da pan al hambriento y agua al sediento y consuelo al que lo necesita. Es en esta vida donde abrimos el abismo entre hermanos que durará para siempre. Es en esta vida donde marginando a los demás, nos marginamos para siempre a nosotros.

4. - El hombre cuanto más se da y se mezcla con los demás y se deshace por ellos más vuelve a su ser, a su dignidad, como si la sal volviera al inmenso mar de que salió, se encontraría más en su ambiente, en sí misma, en lo que siempre fue.
Como esos santos de la caridad cristiana, san Vicente de Paul, san Pedro Claver y tantas y tantas personas dedicadas a los demás, que cuanto más se han dado y deshecho por los hermanos, por esa inmensa humanidad de que salieron y a la que pertenecen, más grandes han sido y más cercanos a Dios.

Consultad a vuestro corazón, nunca os sentís mejor que cuando cerrados los ojos a vosotros mismos, hacéis algo por los demás. Y es que a eso nos lleva la tendencia del hombre que por naturaleza está abierto a los demás. De ellos venimos, a ellos tenemos que ir.
Y nunca nos sentiremos tan mal como cuando por una sola mirada, una palabra, un gesto abrimos un abismo entre nosotros y un hermano, sin darnos cuenta de que en realidad lo he abierto entre Dios y yo.
Aprendamos de nuestro Dios que existiendo un abismo entre Él y nosotros, Él lo ha rellenado haciéndose uno de nosotros... Sepamos hacernos uno de los demás.

José María Maruri, SJ
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DOS OPCIONES TENEMOS: DIOS O NADA

Al hilo del evangelio del domingo pasado, el de este día, nos pone frente a frente con una de las realidades que más palpamos: nos desenvolvemos con tal facilidad en el mundo postizo, en lo práctico, en lo que se ve, tan en la fácil sensualidad…que hemos perdido cierta visión de lo divino o de lo eterno.
Hoy, al meditar la Palabra del Señor, no podemos correr el riesgo de pensar (o reducir la liturgia de este día) en aquello de “siempre han existido pobres y también ricos”.
Vayamos más al fondo: lo material, el cariño por el capital nos impide llegar a Dios. Cuando el hombre se empeña en vivir más allá de sus propias posibilidades y a todo tren, se deshumaniza. Nunca como hoy, el ser humano, ha tenido tanto y nunca, como hoy, -ahí están las estadísticas- las personas soportan desencanto, ansiedad, depresión o recurren a otras salidas porque, la vida, se les hace insípida, dura, inmisericorde, tremendamente pesada.

¿Qué hacer?

1.- Es bueno, como nuevos “epulones” mirar al cielo. ¡Mándanos un rayo de tu luz, Señor! Para que descubramos las sombras, los riesgos, las hipotecas y la oscuridad que brota de la simple materialidad.
Es bueno, como nuevos “epulones” exclamar a lo más alto del cielo: ¡Mójanos, Señor, el paladar! Para que podamos saborear de nuevo el gusto de la Eucaristía. Para que no olvidemos que, tu Palabra, es el mayor tesoro por descubrir en nuestro caminar por la tierra.
Dos opciones tenemos como cristianos: o acoplarnos a Dios o despegarnos de las cosas. Las cosas, a una con nuestro propio fin, dejan de servirnos. Dios, antes y después de nuestra partida, estuvo, está y estará esperándonos. ¿Con qué nos quedamos? ¿Con quién nos quedamos?

2. Hoy, ser creyentes, implica el optar. Los escaparates nos seducen, nos anuncian, nos engañan, nos venden. La fe, por otra parte, nos hace discernir, nos lleva a la verdad, nos enfrenta a nuestro propio yo. Hay que mirar al cielo aún a riesgo, desde la barrera, de dejar de lado dulces que embaucan pero que no nos dejan ir al fondo de las grandes verdades.
Hoy, ser creyentes, exige el vivir con las antenas levantadas. ¡Recibimos tantas ofertas! ¡Tenemos tantas tentaciones de abandonar!
Pero, ahí reside y empieza nuestra grandeza; no hemos visto al Señor pero creemos en El; no lo hemos tocado, pero lo sentimos cerca; no lo hemos escuchado, pero su Palabra suena con timbre y nítidamente en muchas circunstancias y en otros tantos momentos de nuestra existencia.

3.- Amigos; no vendamos a Jesús por lo que el mundo, en contrapartida engañosa, nos ofrece. Entre otras cosas porque, el fiarse hoy del Señor, como lo han hecho miles y miles de hombres y de mujeres en la historia cristiana, nos abre todo un horizonte en el futuro. Un mañana cierto, una patria definitiva donde veremos cara a cara lo que celebramos y vivimos hoy en esta Eucaristía.
Que el Señor, riqueza y motor de nuestro existir, nos haga levantar nuestros ojos al cielo aun teniendo los pies bien asentados en la tierra.
Que nuestra actitud, independiente de la situación económica en la que nos encontremos, sea la de unas personas abiertas a Dios; solidarias con los más necesitados y conscientes de que, lo efímero, jamás puede eclipsar el don de la fe.

Javier Leoz
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Santoral: Los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael, San Alarico



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