LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
Domingo,
22 de Septiembre del 2013
Domingo
XXV del tiempo ordinario. C
Amós
8, 4-7 / Sal 112, 1-2. 4-8 / 1 Timoteo 2, 1-8 / Lucas 16, 1-13
LECTURA DEL LIBRO DEL
PROFETA AMÓS 8, 4-7.
Escuchen
esto los que buscan al pobre sólo para arruinarlo y andan diciendo: “¿Cuándo
pasará el descanso del primer día del mes para vender nuestro trigo, y el
descanso del sábado para reabrir nuestros graneros?”
Disminuyen
las medidas, aumentan los precios, alteran las balanzas, obligan a los pobres a
venderse; por un par de sandalias los compran y hasta venden el salvado como
trigo. El Señor, gloria de Israel, lo ha jurado: “No olvidaré jamás ninguna de
estas acciones”.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL
Sal 112,
1-2. 4-8
R
Que alaben al Señor todos sus siervos.
Bendito
sea el Señor,
alábenlo
sus siervos.
Bendito
sea el Señor,
desde
ahora y para siempre /R
Dios
está sobre todas las naciones,
su
gloria por encima de los cielos.
¿Quién
hay como el Señor?
¿Quién
iguala al Dios nuestro? /R
Él
tiene en las alturas su morada
y
sin embargo de esto,
bajar
se digna su mirada
para
ver tierra y cielo /R
Él
levanta del polvo al desvalido
y
saca al indigente del estiércol
para
hacerlo sentar entre los grandes,
los
jefes de su pueblo /R
LECTURA DE LA PRIMERA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 2,1-8
Te
ruego, hermano, que ante todo se hagan oraciones, plegarias, súplicas y
acciones de gracias por todos los hombres, y en particular, por los jefes de
Estado y las demás autoridades, para que podamos llevar una vida tranquila y en
paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido.
Esto
es bueno y agradable a Dios, nuestro salvador, pues él quiere que todos los
hombres se salven y todos lleguen al conocimiento de la verdad, porque no hay
sino un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre
él también, que se entregó como rescate por todos. Él dio testimonio de esto a
su debido tiempo y de esto yo he sido constituido, digo la verdad y no miento,
pregonero y apóstol para enseñar la fe y la verdad.
Quiero,
pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración dondequiera
que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN LUCAS 16,1-13
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Había una vez un hombre rico que
tenía un administrador, el cual fue acusado ante él de haberle malgastado sus
bienes. Lo llamó y le dijo: ‘¿Es cierto lo que me han dicho de ti? Dame cuenta
de tu trabajo, porque en adelante ya no serás administrador’.
Entonces
el administrador se puso a pensar: ‘¿Qué voy a hacer ahora que me quitan el
trabajo? No tengo fuerzas para trabajar la tierra y me da vergüenza pedir
limosna. Ya sé lo que voy hacer, para tener a alguien que me reciba en su casa,
cuando me despidan”.
Entonces
fue llamando uno por uno a los deudores de su amo. Al primero le preguntó:
“¿Cuánto le debes a mi amo?’ El hombre respondió: ‘Cien barriles de aceite’. El
administrador le dijo: ‘Toma tu recibo, date prisa y haz otro por cincuenta’.
Luego preguntó al siguiente: ‘Y tú, ¿cuánto debes?’ Este respondió: ‘Cien sacos
de trigo’. El administrador le dijo: ‘Toma tu recibo y haz otro por ochenta’.
El
amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad.
Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios, que los
que pertenecen a la luz. Y yo les digo: Con el dinero, tan lleno de
injusticias, gánense amigos que, cuando ustedes mueran, los reciban en el
cielo.
El
que es fiel en las cosas pequeñas, también es fiel en las grandes; y el que es
infiel en las cosas pequeñas, también es infiel en las grandes. Si ustedes no
son fieles administradores del dinero, tan lleno de injusticias, ¿quién les
confiará los bienes verdaderos? Y si no han sido fieles en lo que no es de
ustedes, ¿quién les confiará lo que sí es de ustedes?
No
hay criado que pueda servir a dos amos, pues odiará a uno y amará al otro, o se
apegará al primero y despreciará al segundo. En resumen, no pueden ustedes
servir a Dios y al dinero”.
Palabra
del Señor.
Reflexión
¿DÓNDE ESTÁ LA VERDADERA
FELICIDAD?
1.-
Ser astutos y no dejarnos engañar en la vivencia de la fe. ¿Por qué propuso
Jesús la parábola del "administrador injusto"? El mensaje parece
contradecirse con el Evangelio de Jesús. San Agustín, al reflexionar sobre
ella, dice que en la parábola no le agradó aquel siervo fraudulento; defraudó a
su amo y sustrajo cosas, no ciertamente las suyas. Además le hurtó a
escondidas, le causó daños con el fin de prepararse un lugar de descanso y
tranquilidad para cuando tuviera que abandonar la administración. Pero está
claro, comenta el obispo de Hipona, que Jesús no contó esta parábola porque
aquel siervo hubiera cometido un fraude, sino porque fue previsor para el
futuro. Si él se preocupó por la vida que tiene un fin, ¿por qué tú no te
preocupas por la vida eterna? Es decir no se alaba en la parábola la iniquidad,
ni la injusticia, sino la astucia, la previsión de este hombre que tenía claro
el medio para conseguir el fin que pretendía. La conclusión de la parábola lo
explica todo: "Los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los
hijos de la luz". ¿Cuáles son los medios que debemos emplear los
seguidores de Jesús para "vivir" lo que Él nos enseña? No debemos
dejarnos atrapar por las redes que este mundo nos tiende, hemos de estar
despiertos para no dejarnos amoldar por propuestas antievangélicas. La oración,
los sacramentos, la vivencia consecuente de nuestra fe son los medios para
adquirir la vida eterna.
2.-
La adquisición del dinero injusto. La primera lectura presenta a Amós como un
profeta valiente y fiel, que denuncia los pecados sociales del pueblo, de
aquellos que se enriquecen a costa de los pobres. Además critica el culto
hipócrita. Esto le causa la persecución por parte del rey Jeroboán y del
sacerdote Amasías. Está claro que necesitamos de los bienes económicos para
vivir. Nunca la miseria fue buena, ni querida por Dios. Pero hay riquezas
injustas, adquiridas a costa de la explotación de los más débiles. ¿Qué
diríamos hoy día de la corrupción, de robar el dinero que está destinado a
fines sociales, de la especulación del suelo, del dinero negro y de aquellos
que han convertido un bien de primera necesidad, como es la vivienda, en objeto
de negocio? Contemplamos cómo muchas familias están sufriendo las consecuencias
y la crisis les ha llevado a vivir en la miseria.
3.-
Hay un segundo peligro de las riquezas: pueden esclavizar. Ocurre cuando la
"mammona", nombre hebreo de las riquezas, es un falso dios, objeto de
adoración. Mientras millones de personas pasan hambre, nuestra sociedad
derrocha a raudales lo que otros necesitan para vivir. Como cristianos estamos
llamados a compartir lo que hemos recibido y debemos tener cuidado, pues
"no podemos servir a Dios y al dinero".
4.-
Hay riquezas carísimas y riquezas baratas. Es triste que, mientras la gente se
pasa la vida llorando por no poder alcanzar los bienes caros, se dejen de
cultivar los que tenemos al alcance de la mano. La más grande y
"barata" de las riquezas es la amistad. Un buen amigo vale más que
una mina de oro. Sentirse comprendido y acompañado es mayor capital que dar la
vuelta al mundo. Alguien que nos ayude a sonreír cuando estamos tristes es más
sólido que mil acciones en bolsa. ¡Y qué barato sale tener un buen amigo!;
cuesta menos que un vaso de vino, menos que una barra de pan. Lo pueden tener
los pobres y los ricos y casi les es más fácil a los primeros.
5.-
Hace falta mucho dinero para hacer un safari por África, pero no hace falta una
sola moneda para acariciar la cabeza de un perro y ver cómo levanta hacia
nosotros sus ojos agradecidos. No hace falta dinero para comprar la felicidad
que proporciona la paz interior o palpar la presencia de Dios en un momento de
oración meditativa. El amor verdadero no se compra ni se vende, como tampoco se
compra la felicidad que proporciona el hacer una obra buena en favor de un necesitado,
acompañar a un enfermo o escuchar a una persona atormentada. Nos han engañado,
nos han estafado acostumbrándonos a creer que es el dinero y el lujo la
verdadera moneda de la felicidad. Hay multimillonarios que gastan la vida en
llorar por creerse pobres, que se encuentran solos sin nadie que les quiera.
¿Dónde está la verdadera felicidad, en Dios o en el dinero?
José
María Martín OSA
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LAS MIL EXCUSAS QUE PONEMOS
PARA SERVIR AL DINERO
1.-
No podéis servir a Dios y al dinero. Las palabras de Jesús son muy claras y
tajantes, pero nosotros, en la práctica de nuestra vida diaria, muchas veces no
lo vemos tan claro y nos las arreglamos para servir al dinero, tratando de
convencernos a nosotros mismos de que por servir al dinero no dejamos de servir
a Dios. No voy a poner ejemplos; que cada uno se examine a sí mismo. El dinero
es una tentación casi universal para el ser humano. No son sólo los banqueros,
o los empresarios sin escrúpulos, o los padres y madres de familia que buscan
con la mejor intención el bien de sus hijos, todos nos sentimos más de una vez
tentados por la atracción poderosa del caballero don dinero. Y cuando digo
todos, incluyo también a los que por voto o profesión hemos renunciado
oficialmente al afán de tener dinero. El desmesurado afán de poseer dinero ha
sido, a lo largo de los siglos, una de las principales causas de las guerras,
de las discordias, de las corrupciones políticas y sociales, de las
desavenencias familiares y de toda clase de males. La decadencia de los grandes
imperios, y de muchas Órdenes religiosas, no ha sido la pobreza padecida o
profesada, sino la ambición desmesurada de dinero y más dinero. Porque el mucho
dinero nos lleva fácilmente a la molicie y al vicio, mientras que el poco
dinero –no me refiero a la miseria– nos empuja más fácilmente al trabajo y a
una vida sobria y ordenada. Servir a Dios es preferir los valores evangélicos a
los valores comerciales o materiales. Y para servir a Dios como Dios manda,
muchas veces tendremos que saber renunciar a ganar más dinero. En el mundo
occidental en el que nosotros vivimos esto no es nada fácil, porque parece que
la única crisis que nos preocupa es la crisis económica, mientras que la crisis
de valores evangélicos apenas tiene eco en nuestra sociedad.
2.-
Escuchad esto los que oprimís al pobre. Como nos demuestra el profeta Amós,
también en su tiempo –ocho siglos antes de Cristo– los ricos se hacían ricos
“comprando por dinero al pobre”, es decir, oprimiéndolo inmisericordemente.
Jesús defendió siempre a los pobres frente a los ricos, porque veía claramente
que también los ricos de su tiempo oprimían a los pobres. No se trata, por
supuesto, de pensar que todos los ricos son explotadores y que todos los pobres
son víctimas de los ricos. Como en todo, también en esto hay honrosas
excepciones: hay ricos que han conseguido su dinero mediante un trabajo limpio,
duro y sacrificado, mientras que también hay pobres que no han salido de su
pobreza por su pereza y negligencia. Pero, en general, es verdad que los países
y las personas más ricas han oprimido y oprimen inmisericordemente al pobre.
Los cristianos, siguiendo el ejemplo de Cristo y del profeta Amós, debemos
denunciar clara y contundentemente la explotación de los ricos sobre los
pobres. Y, si somos ricos, en ningún caso debemos caer en la tentación de
oprimir y explotar egoísta e interesadamente a los pobres, sino todo lo
contrario: que nuestra riqueza sirva para aliviar la pobreza de los pobres.
3.-
Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones… por los reyes y por todos
los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible.
El autor de esta carta a Timoteo, (siglo II d. C.), cree que la vida de los
cristianos sólo podrá ser “tranquila y apacible” si las autoridades civiles les
permiten vivir tranquilamente como cristianos. En este sentido les recomienda
que recen por los que ocupan cargos en la sociedad. También ahora nosotros
sabemos que la vida de los que queremos ser y vivir como cristianos depende en
buena parte del comportamiento de los que nos mandan. Por eso, también nosotros
debemos rezar especialmente por las autoridades, tanto civiles como religiosas.
Gabriel
González del Estal
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¿ASTUCIA O PRUDENCIA?
Al
leer y meditar el evangelio de hoy vemos que, la prudencia, además de ser la
primera de las virtudes cardinales, nos indica el camino que nos puede llevar a
la verdad, a enjuiciar con serenidad los acontecimientos o a situarnos con
sosiego y con claridad frente a las cosas. Incluso, la prudencia, se puede
convertir en criterio para actuar como Dios manda.
1.
¿Astutos o prudentes? El Señor nos quiere prudentes. No es bueno engancharse al
último tren de la salvación cuando, por ejemplo, durante toda nuestra vida
hemos dejado que pasara de largo. Es decir; no sería lógico justificar con el
evangelio de hoy una vida sin Dios o pensar que, al final, con unos halagos o
con unas carantoñas al Señor y a los demás, todo nuestro pasado va a quedar
resuelto de un plumazo. Ser siervos de Dios implica buscar con todas nuestras
fuerzas la verdad y razonar con criterios de fe.
2.-
La vida no se nos da para malgastarla. Alguien, con cierta razón, ha llegado a
decir que nuestra vida es un cheque que Dios pone en nuestras manos para que
pongamos la cantidad que necesitemos. Pero ¿qué ocurre? No siempre la
administramos bien. En muchos momentos nos convertimos en “ladronzuelos” de
nuestra propia existencia; quitamos tiempo a nuestra felicidad, paz a nuestras
almas, sensatez a nuestros pensamientos o ilusiones a nuestro futuro. En vez de
sumar ceros a ese cheque, lo emborronamos con nuestro afán de todo y de nada.
La
bondad del Señor, y de sobra lo sabemos, es ilimitada. Pero ello no quita para
que, aún a sabiendas del corazón gigantesco que Dios tiene, nos planteemos de
vez en cuando en realizar un discernimiento o un análisis de cómo andan
nuestras cuentas con Dios.
3.-
En la realidad que nos toca vivir andamos demasiado pendientes de estar a bien
con los negocios, con los bancos, con los amigos o con los enemigos pero –no
siempre– hacemos balance de cómo está nuestra relación con Aquel que nos creó,
con Aquel que nos hizo sus hijos por el bautismo.
Qué
bueno sería que, en esta celebración, nos preguntásemos: ¿Somos astutos o
prudentes con todo lo relativo a Dios? ¿Lo tratamos con dignidad? ¿Estamos
interesados en su reino o, por el contrario, somos muy interesados de cuando en
vez? ¿Procuramos ajustar nuestra vida, nuestra conducta, nuestras actitudes con
el evangelio?
4.-
El Señor no pide imposibles y, como tal y como nos recuerda el Papa Francisco,
su rostro es misericordioso. Pero precisamente por ello, con las cosas de Dios,
lejos de ser astutos o mal intencionados es mejor ser prudentes. Guardar la
distancia entre lo malo y lo bueno, entra la verdad y la mentira o entre la mediocridad
y la perfección.
¿Seremos
tan necios de no ponerlo al servicio del Señor? ¿Podrá más la astucia que la
prudencia a la hora de volcarnos en pro de la construcción del reino de Dios?
Javier
Leoz
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Santoral:
San Mauricio, Santo Tomás de Villanueva, San Carlos Navarro Miquel, Beato José
Aparicio Sanz y 232 compañeros mártires, San Carlos Navarro Miquel y San Pablo
Tyeng Chong y Agustín Nyou
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