jueves, 31 de octubre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA del Jueves 31 de Octubre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Jueves 31 de Octubre de 2013.
30ª semana del Tiempo Ordinario. C
San Alfonzo Rodríguez
Feria


LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8,31-39

Hermanos: Si Dios está a nuestro favor, ¿quién estará en contra nuestra? El que no nos escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no va a estar dispuesto a dárnoslo todo, junto con su Hijo? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Si Dios mismo es quien los perdona, ¿quién será el que los condene? ¿Acaso Jesucristo, que murió, resucitó y está a la derecha de Dios para interceder por nosotros? ¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?

Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL  108, 21-22. 26-27. 30-31

R Sálvame, Señor, por tu bondad.

Trátame bien, Señor, por ser quien eres
y por ser grande tu misericordia,
porque yo soy un pobre miserable,
que lleva el corazón atribulado /R

Ayúdame, Señor, Dios mío,
sálvame por tu bondad.
Que reconozcan aquí tu mano
y que tú, Señor, lo has hecho /R

Mi boca le dará muchas gracias al Señor,
lo alabará en medio de la multitud,
porque se puso en favor del pobre
para salvarle la vida de sus jueces /R



Evangelio
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 13,31-35

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús unos fariseos y le dijeron: “Vete de aquí, porque Herodes quiere matarte”. Él les contestó: “Vayan a decirle a ese zorro que seguiré expulsando demonios y haciendo curaciones hoy y mañana, y que al tercer día terminaré mi obra. Sin embargo, hoy, mañana y pasado mañana tengo que seguir mi camino, porque no conviene que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas y apedreas a los profetas que Dios te envía!¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas, pero tú no has querido!

Así pues, la casa de ustedes quedará abandonada. Yo les digo que no me volverán a ver hasta el día en que digan: “¡Bendito el que viene en el nombre del Señor!”

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Rom. 8, 31-35. 37-39. ¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? Dios en Cristo se ha hecho Dios-con-nosotros; Él ha hecho su morada en nosotros y se ha hecho compañero nuestro en la vida para hacernos llegar, en Él, al hombre perfecto. Y si Dios nos dio a su propio Hijo, ¿podrá negarnos algo? En verdad que nos ama como nadie más lo ha hecho ni podrá hacerlo jamás. Si Dios se ha decidido a amarnos en Cristo Jesús, ¿podrá alguien o algo apartarnos de ese amor que nos tiene? Quien se atreva a tocarnos le estará tocando las niñas de los ojos a Dios; y el Señor podría decir de nosotros lo mismo que le dijo a Abraham: Bendito quien te bendiga y maldito quien te maldiga; o como decía a sus profetas: No tengas miedo, yo estoy contigo. Dios nos ha escogido a nosotros; nos ha hecho partícipes de su misma Vida y de su mismo Espíritu. Hemos sido edificados sobre el cimiento de los apóstoles, teniendo a Cristo como Piedra Angular; somos un solo cuerpo, cuya Cabeza es Cristo. Dios nos ama, y su amor por nosotros jamás se acabará, pues aquello que Dios da jamás lo retira; sólo nosotros podríamos cerrarnos al amor de Dios; sólo nosotros podríamos cerrarnos a su Luz y quedarnos en tinieblas, pues nosotros, sólo nosotros tenemos el poder de cerrarle la puerta al Señor. Ojalá y nunca lo hagamos, pues no encontraríamos otro camino de Salvación; y ni siquiera nosotros, con nuestras buenas obras hechas al margen de Cristo, podríamos lograr salvarnos.

Sal. 109 (108). Aquel que se ve perseguido y condenado injustamente, fácilmente reacciona con violencia; y si busca su refugio en Dios no es sólo para que Él lo proteja, sino también para pedirle que le haga justicia de tal forma que el mal que han tramado contra él sus enemigos se vuelva en contra de ellos. Y dará gracias a Dios porque se puso a favor del pobre para salvarle la vida de sus jueces. El Señor Jesús nos ha enseñado a comportarnos de un modo muy diferente. Él nos dice: Amen a sus enemigos y oren por quienes los persiguen para que sean dignos hijos de su Padre del cielo. Y Él no se quedó en una vana palabrería, sino que, a quienes le persiguieron, condenaron y asesinaron colgándolo de la cruz les perdonó y disculpó ante su Padre Dios diciendo: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Sólo cuando nos amemos como hermanos seremos capaces de colaborar en la construcción del Reino de Dios entre nosotros, pues entonces seremos un signo creíble del amor del Señor en medio de nuestros hermanos.

Lc. 13, 31-35. Jesús tiene una conciencia clara de la Misión que el Padre Dios le ha confiado: salvar a la humanidad y llevarla de retorno a la casa paterna, no en calidad de siervos, sino de hijos en el Hijo. Y nadie le impedirá cumplir con la voluntad de su Padre. Dios, efectivamente, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Él, a pesar de nuestras rebeldías, no sólo nos llama a la conversión, sino que nos da muchos signos de su ternura para con nosotros; jamás se comporta como juez, sino siempre como un Padre-Madre amoroso, cercano a nosotros y amándonos hasta el extremo. Ojalá y algún día no sea demasiado tarde cuando, terminado nuestro peregrinar por este mundo, tengamos que juzgar nuestra vida, confrontándola con el amor que el Señor nos ha tenido, y salgamos reprobados, y nuestra casa, nuestra herencia, la que nos corresponde en la eternidad, quede desierta por no poder tomar posesión de ella a causa de nuestra rebeldía al amor de Dios.
Miremos cuánto amor nos ha tenido el Señor. Él, con sinceridad, ha dicho: todo está cumplido. La Misión que el Padre Dios le confió fue cumplida con un amor fiel a Él y a nosotros. Este Memorial de su Pascua que estamos celebrando nos lo recuerda. Pero nos lo recuerda no sólo para que lo admiremos, sino para que sepamos cuál es el camino que hemos de seguir quienes creemos en Él. Nos hemos de hacer uno con el Señor en una Alianza nueva y eterna que nos lleve a entregar nuestra vida, a derramar nuestra sangre no por actitudes enfermizas ni masoquistas, sino porque, al amar a nuestro prójimo y al verlo hundido en el pecado y en una diversidad de signos de muerte vayamos en su búsqueda para ayudarlo, con mucho amor, a volver a la casa paterna. Con amor, con el mismo y en la misma forma en que nosotros hemos sido amados por Dios, amemos a nuestro prójimo. Si lo hacemos así entonces estaremos en una verdadera comunión de Vida con el Señor.
A todos los que participamos de la Vida Divina, por la fe y el bautismo, se nos ha confiado la proclamación de la Buena Nueva de Salvación. Y en el cumplimiento fiel de esa Misión no podemos darnos descanso. No ha de importarnos la tribulación, ni la angustia, ni la persecución, ni el hambre, ni la desnudez, ni el peligro, ni la espada que tengamos que padecer por Cristo. El Señor está siempre a nuestro lado para que su Victoria sea nuestra Victoria, de tal forma que el amor de Dios siempre esté en nosotros. No nos dejemos amedrentar por quienes, teniendo el poder, quisieran apagar nuestra voz e impedir nuestro testimonio y nuestra labor conforme al Evangelio de Cristo con toda su fuerza y poder salvador. No vendamos nuestra vida a los poderosos, ni a los ricos de este mundo. No diluyamos la Fuerza del Mensaje de Cristo en aras de recibir protección o unas cuantas monedas, sabiendo que de nada sirve al hombre ganar el mundo entero si al final pierde su vida. No permitamos que nadie nos tenga como perros mudos a su servicio, amordazados e incapaces de velar por el Pueblo de Dios, y de esforzarnos para que todos sean alimentados a su Tiempo con la Palabra de Dios, que hemos de proclamar con lealtad.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de tomar nuestra cruz de cada día y de echarnos a andar tras las huellas de Cristo, aceptando con amor todas las consecuencias que por ello nos vengan; pero con la seguridad de que la muerte no tiene la última palabra, sino la Vida, Vida eterna que Dios regala a quienes le vivan fieles. Amén.


Reflexión: Homilía católica.


TEXTO COMPLETO: Catequesis del Papa sobre la Comunión en la Iglesia



CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA COMUNIÓN DE LA IGLESIA
 Fuente: ACI PRENSA
VATICANO, 30 Oct. 13 / 04:34 pm (ACI).- VATICANO.- El Papa Francisco dedicó la audiencia general de hoy a explicar la afirmación del Credo "Creo en la Comunión de los Santos" y explicó que la experiencia de la comunión fraterna nos lleva a la comunión con Dios. A continuación el texto completo de su catequesis:

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

Hoy, me gustaría hablar de una realidad muy bonita de nuestra fe, es decir, la "comunión de los santos". El Catecismo de la Iglesia Católica nos recuerda que este término hace referencia a dos realidades: la comunión en las cosas santas, y la comunión entre las personas santas (núm. 948).

Me centro en el segundo significado: se trata de una verdad de las más consoladoras de nuestra fe, porque nos recuerda que no estamos solos, sino que existe una comunión de vida entre todos los que pertenecen a Cristo. Una comunión que nace de la fe; de hecho, el término "santos" se refiere a aquellos que creen en el Señor Jesús, y son incorporados a Él en la Iglesia a través del Bautismo. Por eso los primeros cristianos también fueron llamados "santos" (cf. Hch 9,13.32.41, Romanos 8:27, 1 Corintios 6:01).

1.- El Evangelio de Juan dice que, antes de su Pasión, Jesús rezó al Padre por la comunión entre los discípulos, con estas palabras: "Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste".(17:21).

La Iglesia, en su verdad más profunda, es comunión con Dios, familiaridad con Dios, comunión de amor con Cristo y con el Padre en el Espíritu Santo, que se prolonga en una comunión fraterna. Esta relación entre Jesús y el Padre es la "matriz" de la unión entre nosotros cristianos: si estamos íntimamente incluidos en esta "matriz", en este horno ardiente de amor que es la Trinidad, entonces podemos verdaderamente convertirnos en un único corazón y en una sola alma entre nosotros, porque el amor de Dios quema nuestros egoísmos, nuestros prejuicios, nuestras divisiones internas y externas. El amor de Dios quema también nuestros pecados.

2.- Si existe este enraizamiento en la fuente del Amor, que es Dios, entonces también existe el movimiento recíproco: de los hermanos a Dios; la experiencia de la comunión fraterna que me lleva a la comunión con Dios. Estar unidos entre nosotros nos lleva a estar unidos con Dios, a esta unión con Dios que es nuestro Padre. Nuestra fe necesita el apoyo de los demás, ¡especialmente en los momentos difíciles! Y si estamos unidos, la fe se hace fuerte.

¡Qué hermoso es apoyarse mutuamente en la aventura maravillosa de la fe! Digo esto porque la tendencia a cerrarse en lo privado también ha influido en la esfera religiosa, tanto es así que muchas veces es difícil buscar ayuda espiritual en aquellos que comparten nuestra experiencia cristiana.

¿Quién de nosotros -¡todos, todos!- quién de nosotros no ha experimentado inseguridades, desorientaciones e incluso dudas en el camino de la fe? Todos, todos hemos experimentado esto: yo también. Todos. Es parte del camino de la fe, es parte de nuestra vida. Todo esto no debe sorprendernos, porque somos seres humanos, marcados por la fragilidad y las limitaciones.

Todos somos frágiles, todos tenemos limitaciones: no se asusten. ¡Todos las tenemos! Sin embargo, en estos momentos difíciles hay que confiar en la ayuda de Dios, a través de la oración filial, y al mismo tiempo, es importante encontrar el coraje y la humildad para estar abiertos a los demás, para pedir ayuda, para que nos den una mano: "dame una mano, tengo este problema". ¡Cuántas veces lo hemos hecho! Y luego, hemos conseguido superar el problema y encontrar a Dios, otra vez. En esta comunión -comunión quiere decir ‘común unión’, todos unidos, unión común- en esta comunión somos una gran familia, todos nosotros, donde todos los miembros se ayudan y se apoyan mutuamente.

3.- Y ahora vengamos a otro aspecto: la comunión de los santos va más allá de la vida terrena, va más allá de la muerte y dura para siempre. Esta unión entre nosotros va más allá y continúa en la otra vida. Es una unión espiritual que nace del Bautismo, no se trunca con la muerte, sino que, gracias a que Cristo ha resucitado, está destinada a encontrar su plenitud en la vida eterna.

Hay un vínculo profundo e indisoluble entre los que todavía son peregrinos en este mundo, entre nosotros, y los que han cruzado el umbral de la muerte a la eternidad. Todos los bautizados en la tierra, las almas del Purgatorio y todos los beatos que están ya en el Paraíso forman una única gran Familia. Esta comunión entre tierra y cielo se realiza sobre todo en la oración de intercesión.

Queridos amigos, tenemos esta belleza, la memoria de la fe: es una realidad nuestra, de todos, que nos hace hermanos, que nos acompañamos en el camino de la vida, y nos vamos a encontrar de nuevo, allí arriba, en el Cielo. Vayamos por este camino con confianza, con alegría.


Un cristiano debe ser alegre, con la alegría de tener a tantos hermanos bautizados que caminan con nosotros, y también con la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que hacen este viaje para ir al Cielo, y también con la ayuda de nuestros hermanos y hermanas que están en el Cielo y rezan a Jesús por nosotros. ¡Adelante por este camino, y con alegría!

TEXTO COMPLETO: Catequesis del Papa sobre la Comunión en la Iglesia

miércoles, 30 de octubre de 2013

MI VOCACIÓN ES EL AMOR


MI VOCACIÓN ES EL AMOR

No esperes sentir amor para realizar actos
concretos de amor, ¡aunque no sientas,
quieras amar!

Santa Teresa del niño Jesús nos muestra
que la santidad es posible, que está al alcance
de todos y que es posible para todas las edades,
para todas las situaciones de vida.

La vida de Santa Teresa es un continuo llamado
de Dios para todos nosotros: "¡sed santos!"
En la Iglesia, ella encontró el camino más corto,
más simple y el más correcto, como ella misma
dijo: "en la Iglesia encontré mi vocación: el amor".

Hoy, te invito a hacer gestos concretos de amor.
Ni es necesario buscar, el propio Dios nos coloca
personas que conviven con nosotros continuamente.
El pedido de Dios es que amemos estas personas
concretas con gestos concretos.

No tengas miedo de hacer gestos concretos de amor.
El amor se expresa con gestos. Inclusive, es más fácil.
Tú conoces a las personas, sabes sus necesidades,
sus gustos... ¿por qué, entonces, no amarlas
expresando eso con gestos concretos?

Hay dos caminos: a veces tenemos amor
en el corazón, basta convertirlos en gestos
concretos; y otras veces, no sentimos amor
y porque queremos amar, hacemos un acto
de voluntad, que acaba produciendo amor
en nuestro corazón.

¡Experimenta! No esperes sentir amor para realizar
actos concretos de amor, aunque no sientas,
quieras amar, ama, decídete por el amor y haz
todos los gestos que puedas para las personas
con quienes convives.

No dudes, no importa quién eres tú, cuál sea
tu estado de vida, tu profesión.
Tú podrás decir: encontré mi vocación: es el amor.

Que Dios bendiga esta linda aventura
Tu hermano,


P. Jonas Abib

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA del Miércoles 30 de Octubre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Miércoles 30 de Octubre de 2013.
30ª semana del Tiempo Ordinario. C



LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS 8,26-30

Hermanos: El Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, porque nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene; pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Y Dios, que conoce profundamente los corazones, sabe lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega conforme a la voluntad de Dios, por los que le pertenecen.

Ya sabemos que todo contribuye para bien de los que aman a Dios, de aquellos que han sido llamados por él según su designio salvador.

En efecto, a quienes conoce de antemano, los predestina para que reproduzcan en sí mismos la imagen de su propio Hijo, a fin de que él sea el primogénito entre muchos hermanos. A quienes predestina, los llama; a quienes llama, los justifica; y a quienes justifica, los glorifica.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL  12, 4-6
R.  Confío, Señor, en tu bondad.

Atiende y respóndeme, Señor,
Dios mío. Sigue dando luz a mis ojos
y líbrame del sueño de la muerte, para que no digan mis adversarios
que me han vencido ni se alegren de mi derrota /R

Pues yo confío en tu lealtad,
mi corazón se alegra con tu salvación
y cantaré al Señor
por el bien que me ha hecho /R



Evangelio
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 13,22-30

En aquel tiempo, Jesús iba enseñando por ciudades y pueblos, mientras se encaminaba a Jerusalén. Alguien le preguntó: “Señor, ¿es verdad que son pocos los que se salvan?” Jesús le respondió: “Esfuércense por entrar por la puerta, que es angosta, pues yo les aseguro que muchos tratarán de entrar y no podrán. Cuando el dueño de la casa se levante de la mesa y cierre la puerta, ustedes se quedarán afuera y se pondrán a tocar la puerta, diciendo: ‘Señor, ábrenos’. Pero él les responderá: ‘No sé quiénes son ustedes’.

Entonces le dirán con insistencia: ‘Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas’. Pero él replicará: ‘Yo les aseguro que no sé quiénes son ustedes. Apártense de mí, todos ustedes los que hacen el mal’. Entonces llorarán ustedes y se desesperarán, cuando vean a Abraham, a Isaac, a Jacob y a todos los profetas en el Reino de Dios, y ustedes se vean echados fuera. Vendrán muchos del oriente y del poniente, del norte y del sur, y participarán en el banquete del Reino de Dios.

Pues los que ahora son los últimos, serán los primeros; y los que ahora son los primeros, serán los últimos”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús


Reflexión

Rom. 8, 26-30. Jesús es el Hijo amado en quien el Padre se complace. Él es el Hijo obediente que, por medio de su entrega y de su muerte, de su sufrimiento, llegó a la perfección siendo glorificado a la diestra de su Padre Dios. Él cumplió con amor su Misión Salvadora a favor nuestro. Por eso ahora tiene un Nombre que está por encima de todo nombre.
Y el Padre Dios nos ha llamado para que participemos de la misma Gloria de su Hijo. Nuestra vocación final mira hacia nuestra glorificación junto con Cristo. Pero mientras llega ese momento, caminamos hacia ella en medio de tentaciones y persecuciones. Sólo el Espíritu Santo, que habita en nosotros, podrá pedir, desde nosotros, lo que mejor nos convenga para no detenernos, para no dar marcha atrás, o para no abandonar ese camino de perfección que hemos iniciado en Cristo Jesús.
Por eso, reconociendo nuestra debilidad y fragilidad humanas, estemos siempre dispuestos a dejarnos fortalecer y guiar por el Espíritu Santo, que Dios ha infundido en nosotros.

Sal. 13 (12). Yo confío en tu lealtad, mi corazón se alegra con tu salvación. Dios jamás se ha olvidado de nosotros. Por muy difícil que se nos presente la vida, Dios siempre estará a nuestro lado como nuestra fortaleza y como nuestro defensor. Él es nuestro Padre y nos ama siempre. Él no permitirá que la muerte se adueñe de modo definitivo de nosotros, sino que nos hará partícipes de la victoria de su Hijo sobre el pecado y la muerte; y junto con Cristo, nos sentará en su Gloria.
Por eso hemos de tener confianza en el amor de Dios hacia nosotros. Entonces nos alegraremos por su salvación y le cantaremos himnos de alabanza.
Aun cuando a veces nos dieran ganas de levantarnos en contra de Dios a causa de las complicaciones de la vida, confiemos en Él y pongamos nuestro empeño para caminar conforme a la luz del Señor, esforzándonos, junto con la Gracia de Dios, para que nuestra vida alcance los bienes prometidos, sabiendo que el camino de perfección no puede estar libre de generosidad y de momentos de dolor, que acepta aquel que camina tras las huellas de Cristo.

Lc. 13, 22-30. ¿Son pocos los que se salvan? Para poder entrar hay que seguir el camino hacia Jerusalén tras las huellas de Jesús. E ir hacia Jerusalén no es ir hacia la muerte, sino hacia la glorificación, que ciertamente pasará por la muerte, por la renuncia, por la entrega a favor del prójimo.
Pero no podremos caminar mientras estemos cargados de egoísmos y de maldades, mientras pensemos agradar a Dios sólo por sentarnos a su Mesa Eucarística, pero sin la decisión firme de iniciar un nuevo camino guiados por el Espíritu de Dios.
No basta con escuchar la Palabra de Dios; hay que hacerla nuestra viviéndola para que nos santifique.
Muchos fueron llamados antes que nosotros y fueron, incluso, los depositarios de las promesas divinas; sin embargo, cuando llegó la plenitud de los tiempos y Dios envió a su propio Hijo como el Mesías anunciado y esperado, lo rechazaron.
Nosotros, que íbamos por los cruces de los caminos, fuimos invitados a participar de la salvación que, en Cristo, Dios ofrece al mundo; y hemos depositado nuestra fe en Él para tener la puerta abierta que nos lleva a unirnos con Dios.
Pero ¿Vivimos nuestro compromiso de fe con sinceridad? o ¿Sólo nos conformamos con rezar, con dar culto al Señor mientras continuamos encadenados al pecado y a la manifestación de signos de muerte?
El Señor quiere que no sólo le demos culto, que no sólo escuchemos su Palabra, sino que seamos obradores de bondad; que como Él pasemos haciendo el bien a todos.
A pesar de que el Señor conoce nuestra fragilidad, Él nos reúne como a su Pueblo santo para celebrar el Memorial del Misterio de su amor. En este Banquete Eucarístico, el Señor nos comunica su Vida y su Espíritu con mayor amplitud, pues Él, antes que nada, nos quiere santos, como Él es Santo.
Por eso su Palabra no sólo debe ser escuchada, sino meditada profundamente de tal forma que se haga vida en nosotros.
Su Eucaristía no sólo debe ser recibida sino que nos ha de fortalecer de tal forma que día a día seamos transformados, revestidos de Cristo. Este es el primer paso que hemos de dar: permitir que Dios haga su obra de salvación en nosotros.
Pero no podemos quedarnos en una santificación vivida de un modo personalista. El Señor nos quiere apóstoles suyos, portadores no sólo de su Evangelio con nuestras palabras, sino portadores de su salvación desde una vida que se haga entrega en favor de los demás.
La presencia del Espíritu Santo en nosotros no sólo nos hace llamar Padre a Dios; no sólo intercede por nosotros pidiendo lo que más nos conviene para nuestra salvación; también nos fortalece para que hagamos el bien, para que abramos los ojos ante las necesidades de nuestro prójimo y nos esforcemos en darles una solución adecuada.
Pero no podemos centrarnos únicamente en lograr la paz, la convivencia fraterna, la preocupación de unos por otros. Debemos ser portadores de Cristo, de tal forma que no sólo llenemos las manos de los pobres y necesitados con bienes materiales, sino que llenemos el corazón de todos con el Amor y el Espíritu que proceden de Dios. Entonces realmente estaremos no sólo viviendo en una solidaridad de hermanos, sino viviendo como hijos de Dios por estar unidos a su único Hijo amado.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir con lealtad nuestra fe, de tal forma que haciendo el bien a todos manifestemos que la salvación ya ha llegado a nosotros, y nos encaminamos hacia su posesión definitiva en la eternidad. Amén.

Reflexión de Homilía católica


Santoral

Santa Dorotea Swartz, San Alonso Rodríguez y Beata Bienvenida, San Marcelo.



Esperanza no es “optimismo” sino ardiente expectativa hacia la revelación de Cristo, afirma el Papa


VATICANO, 29 de Octubre de 2013. (ACI/ EWTN Noticias).

Al presidir hoy la habitual Misa en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco reflexionó sobre la esperanza y aseguró que esta no es “optimismo” ni “ver las cosas con buen ánimo”, sino la “ardiente expectativa hacia la revelación del Hijo de Dios”.

El Santo Padre señaló que “no es fácil entender la esperanza”, pues en ocasiones “pensamos que ser personas de esperanza signifique ser personas optimistas”, pero esto no es así.

“La esperanza –indicó– no decepciona, es segura”.

Francisco remarcó que “la esperanza no es el optimismo, no es aquella capacidad de ver las cosas con buen ánimo y seguir adelante. No, eso es optimismo, no es esperanza”.

“Ni la esperanza es una actitud positiva frente a las cosas. Esa gente brillante, positiva... Esto es bueno, ¡eh! pero no es la esperanza”.

El Santo Padre dijo que “no es fácil entender bien lo que es la esperanza. Se dice que es la más humilde de las tres virtudes, porque está oculta en la vida. La fe se ve, se siente, se sabe lo que es. La caridad se hace, se sabe lo que es. Pero, ¿qué es la esperanza? ¿Qué es esa actitud de la esperanza?”.

“Para acercarnos un poco, podemos decir primero que la esperanza es un riesgo, es una virtud arriesgada, es una virtud, como dice San Pablo ‘de una ardiente expectativa hacia la revelación del Hijo de Dios’. No es una ilusión”.

Tener esperanza, indicó entonces el Papa, es “estar en tensión hacia esta revelación, hacia esta alegría que llenará nuestra boca de sonrisas”.

Los primeros cristianos, recordó, representaban a la esperanza “como un ancla: la esperanza era un ancla, anclada en la orilla” del más allá.

“Se me ocurre la pregunta, ¿dónde estamos anclamos nosotros, cada uno de nosotros? Estamos anclados allá en la orilla de aquel océano tan alejado o estamos anclados en una laguna artificial que hemos hecho nosotros, con nuestras normas, nuestros comportamientos, nuestros horarios, nuestros clericalismos, nuestras actitudes eclesiásticas… no eclesiales, ¿eh? ¿Estamos anclamos allí? Todos confortables y seguros, ¿eh? Aquella no es esperanza. ¿Dónde está anclado mi corazón, allí en esta laguna artificial, con un comportamiento impecable de verdad?”.

El Papa indicó que “estamos a la espera esto es un parto. Y la esperanza se encuentra en esta dinámica”, de “dar vida”.

“Una cosa es vivir en la esperanza, porque en la esperanza estamos salvados y otra cosa es vivir como buenos cristianos, nada más. Vivir a la espera de la revelación, o vivir bien con los mandamientos; estar anclados en la orilla del más allá, o aparcados en la laguna artificial”.

El Santo Padre señaló que al reflexionar sobre esto “pienso en María, una muchacha joven, cuando, después de haber oído que era mamá ha cambiado su actitud y va, ayuda y canta ese cántico de alabanza”.

“Cuando una mujer se queda embarazada es mujer, pero no es solo mujer: es madre. Y la esperanza tiene algo de esto. Nos cambia la actitud: somos nosotros, pero no somos nosotros; somos nosotros, buscando allí, anclados allí”.

Al concluir, el Papa Francisco se dirigió a un grupo de sacerdotes mexicanos presentes en la Misa, con ocasión del 25 aniversario de su ordenación sacerdotal, y les exhortó a que “sean años de esperanza, para vivir como sacerdotes de esperanza”.


Fuente: ACI Prensa. 

Esperanza no es “optimismo” sino ardiente expectativa hacia la revelación de Cristo, afirma el Papa

martes, 29 de octubre de 2013

INTENCIONES DEL PAPA PARA EL MES DE NOVIEMBRE


INTENCIONES DEL PAPA PARA EL MES DE NOVIEMBRE

La Intención General del Apostolado de la oración es "para que los sacerdotes que experimentan dificultades sean confortados en su sufrimiento, sostenidos en sus dudas y confirmados en su fidelidad".

La Intención Misionera es "para que como fruto de la Misión Continental, las Iglesias en América Latina envíen misioneros a otras Iglesias".

Publicado por  ACI Prensa
Sacerdotes en dificultades y misioneros latinoamericanos en intenciones del Papa para noviembre

lunes, 28 de octubre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA del Martes 29 de Octubre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Martes 29 de Octubre de 2013
30ª semana del Tiempo Ordinario. C
San Narciso de Jerusalén
Feria


Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los romanos 8,18-25

Hermanos: Considero que los sufrimientos de esta vida no se pueden comparar con la gloria que un día se manifestará en nosotros; porque toda la creación espera, con seguridad e impaciencia, la revelación de esa gloria de los hijos de Dios.

La creación está ahora sometida al desorden, no por su querer, sino por voluntad de aquel que la sometió, pero dándole al mismo tiempo esta esperanza: que también ella misma va a ser liberada de la esclavitud de la corrupción, para compartir la gloriosa libertad de los hijos de Dios.

Sabemos, en efecto, que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto; y no sólo ella, sino también nosotros, los que poseemos las primicias del Espíritu, gemimos interiormente, anhelando que se realice plenamente nuestra condición de hijos de Dios, la redención de nuestro cuerpo.

Porque ya es nuestra la salvación, pero su plenitud es todavía objeto de esperanza. Esperar lo que ya se posee no es tener esperanza, porque, ¿cómo se puede esperar lo que ya se posee? En cambio, si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL 125,1-6

R Grandes cosas has hecho por nosotros, Señor.

Cuando el Señor nos hizo volver del cautiverio,
creíamos soñar;
entonces no cesaba de reír nuestra boca,
ni se cansaba entonces la lengua de cantar /R

Aun los mismos paganos con asombro decían:
“¡Grandes cosas ha hecho por ellos el Señor!”
Y estábamos alegres,
pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor /R

Como cambian los ríos la suerte del desierto,
cambia también ahora nuestra suerte,
Señor, y entre gritos de júbilo cosecharán
aquellos que siembran con dolor /R

Al ir, iban llorando,
cargando la semilla;
al regresar, cantando vendrán
con sus gavillas /R 


Evangelio

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 13,18-21

En aquel tiempo, Jesús dijo: “¿A qué se parece el Reino de Dios? ¿Con qué podré compararlo? Se parece a la semilla de mostaza que un hombre sembró en su huerta; creció y se convirtió en un arbusto grande y los pájaros anidaron en sus ramas”.

Y dijo de nuevo: “¿Con qué podré comparar al reino de Dios? Con la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina y que hace fermentar toda la masa”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Rom. 8, 18-25. Por pura gracia hemos sido llamados por Dios a ser sus hijos adoptivos, unidos a Cristo Jesús mediante la fe y el bautismo. Sin embargo no perdemos nuestra condición de viadores por este mundo. Si somos sinceros en nuestra fe en Cristo caminemos por este mundo con la esperanza puesta en los bienes definitivos. Y nuestro caminar por este mundo ha de manifestar nuestra cercanía a Dios a través de nuestras obras, las cuales, nacidas de un corazón en el que habite Dios, indiquen que es Él quien realmente se encuentre en el centro de nuestra vida.
Somos conscientes de que constantemente estamos sometidos a una diversidad de pruebas y tentaciones, y que muchas veces tal vez nuestras obras hayan manifestado que nos alejamos del Señor, y que nuestros caminos se desviaron de Él. Sin embargo el Señor siempre está dispuesto a perdonarnos. Nosotros, por nuestra parte, siempre hemos de estar dispuestos a retomar el camino del bien, fortalecidos con el Espíritu Santo para escuchar con amor la Palabra de Dios y ponerla en práctica.
Por eso pidámosle al Señor que nos conceda su gracia y que derrame en mayor abundancia su Espíritu Santo en nosotros.

Sal. 126 (125). ¿Un sueño? En realidad Dios se ha hecho uno de nosotros; y con nosotros se ha puesto en camino de retorno hacia la casa del Padre. Los que vamos tras sus huellas no sólo lo seguimos físicamente, pues eso de nada nos aprovecharía, sino que nuestro peregrinar hacia la casa del Padre nos hace vivir conforme a las enseñanzas y ejemplo del Señor de la Iglesia.
El Señor, a pesar de nuestras fragilidades, y a pesar de que muchas veces hemos ido por caminos equivocados, ha hecho grandes cosas por nosotros, pues Él todo lo puede. Él, como fuente de agua viva, ha cambiado la suerte de nuestra vida como los ríos cambian la suerte de los desiertos.
Pero no podemos sólo beneficiarnos de la vida, de la gracia y del Espíritu de Dios de un modo particular y egoísta.
El Señor quiere que su Iglesia se convierta en un signo de su amor fecundo en medio del mundo y de su historia. A nosotros corresponde trabajar, a impulsos del Espíritu Santo, tratando de lograr que desaparezcan de entre nosotros todos los frutos de maldad nacidos del pecado, y que comience a florecer un mundo nuevo, que llegue a la fecundidad de la abundancia de frutos de buenas obras.
Entonces, cuando gocemos de la paz, de la alegría, del amor fraterno, de la justicia, de la misericordia y de muchos otros bienes que proceden de Dios, podremos alegrarnos en torno a nuestro único Dios y Padre, ante quien estaremos no como extraños, sino como hijos unidos por el amor de Dios y por un mismo Espíritu.

Lc. 13, 18-21. El Reino es Dios, que se nos ha manifestado en Cristo. El que se une a Él se hace parte del Reino. Y el inicio del Reino de Dios en nosotros no sólo fue como una pequeña semilla en sus orígenes, sino que lo sigue siendo en su inicio en cada uno de nosotros. Ojalá y encuentre en nosotros un terreno fértil, de tal forma que el mundo entero pueda encontrar en la Iglesia no sólo refugio, sino la salvación, la paz, la alegría y la seguridad que nos vienen de Dios, y que nos hacen permanecer firmes en la realización del bien en favor de todos.
Efectivamente, teniendo a Cristo con nosotros y en nosotros, podremos ser fermento de santidad en el mundo. Entonces desde la Iglesia, unida íntima y firmemente a su Señor por el amor, será posible construir un mundo renovado en Cristo; entonces podrá ser posible que el Reino de Dios se abra paso ya desde ahora entre nosotros.

Pero puesto que la Fuerza Salvadora sólo procede de Dios no hemos de perder nuestra unión plena con Él mediante la oración y la fe que nos hagan vivir vigilantes ante el Señor que nos entrega su Palabra para que, viviéndola, encarnándola en nosotros, sea la que nos santifique.
Que el Señor nos conceda crecer interiormente de tal forma que podamos, con la gracia del mismo Dios, alcanzar nuestra plena madurez en Cristo Jesús.
El Señor nos reúne en esta Eucaristía para celebrar el Memorial de su Alianza nueva y eterna con la humanidad, por medio de la Iglesia. Efectivamente entre Cristo y la Iglesia se realiza una Alianza más íntima y real que la alianza matrimonial entre un hombre y una mujer.
Efectivamente como el Padre está en el Hijo y el Hijo en el Padre, así el Hijo está en nosotros y nosotros en Él. Cristo Jesús es Cabeza de la Iglesia; Él nos ha amado de tal forma que se entregó a sí mismo para que estemos en su presencia con la belleza y el resplandor del mismo Dios. Y aun cuando vivimos en una continua conversión, vamos manifestando día a día, con mayor claridad, el Rostro Glorioso del Señor de la Iglesia.

Sólo de Dios depende, en su amor y misericordia para con nosotros, el que algún día lleguemos a la perfección de la Gloria a la que Él nos ha llamado. Por eso nuestra Eucaristía es un compromiso de vivir unidos a Él, pero al mismo tiempo es el compromiso de trabajar por el Reino de Dios, en medio de los diversos ambientes en que se desarrolle nuestra vida.
Seamos un Signo del amor hasta el extremo de Cristo para la humanidad entera.
Amemos como Cristo nos ha amado; perdonemos como Él nos ha perdonado; preocupémonos de hacer el bien a todos como Él lo ha hecho para con nosotros.
No podemos conformarnos con reunir multitudes, llenando grandes espacios para anunciarles a Cristo. Es necesario descender hasta la vida y la atención personal, pues la fe es cuestión personal, aun cuando se viva en comunidad.

No podemos estar tranquilos por la cantidad, sino por la calidad con que se viva la fe, pues no son los discursos en público, ni las oraciones masivas lo que compromete a las gentes en un compromiso personal con el Señor, ya que al paso del tiempo todo queda sólo en el recuerdo y en una vida bofa, sin consistencia en la fe que se pensaba tener, y que por desgracia sólo se había convertido en un espejismo engañoso.
Hay máscaras muy hermosas, lástima que no tengan cerebro. No podemos aparentar una vida de fe, mientras en nuestro interior vivimos lejos de Él y faltos de compromiso con nuestro prójimo. Y el Señor nos quiere como levadura capaz de fermentar toda la masa; nos quiere como semilla que encierra toda la potencialidad de la vida. Pero hay que involucrarse en la masa para hacerla alimento sabroso y sustancioso por la presencia en ella de la verdad, de la justicia, de la santidad, del amor, de la misericordia.

Hay que caer en tierra, no caminar embelesados entre las nubes; hay que tocar el dolor, el sufrimiento, las angustias, las pobrezas de nuestro prójimo y caminar con él para devolverle su dignidad humana y de hijo de Dios. Si no lo hacemos tal vez prediquemos disfrazados de Cristo, pero no encarnados en Él de tal forma que, desde la Iglesia, el mundo llegue a experimentar la cercanía amorosa del Señor que hoy sigue siendo el Salvador de la humanidad entera.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de llegar a Convertirnos en un verdadero signo de salvación para todos aquellos a quienes hemos sido enviados a Nombre de Cristo Jesús, Hijo de Dios y Hermano nuestro para hacerles llegar el amor, el perdón y la salvación que Él nos ha confiado. Amén.

Reflexión de Homilía católica. 



Santoral
 San Narciso, San Marcelo el Centurión, Santa Ermelinda y Beato Miguel Rúa




ORACIÓN A LA SAGRADA FAMILIA Y BENDICIÓN DEL PAPA FRANCISCO, POR LAS FAMILIAS

El Domingo 27 de octubre 2013

"Jesús, María y José, a ustedes, Santa Familia de Nazaret, hoy les dirigimos la mirada con admiración y confianza; en ustedes contemplamos la belleza de la comunión en el verdadero amor; a ustedes le encomendamos todas nuestras familias, para que se renueven en ellas las maravillas de la gracia.
Santa Familia de Nazaret, escuela atrayente del santo Evangelio: enséñanos a imitar tus virtudes con una sabia disciplina espiritual, dónanos la mirada límpida en la que se reconoce la obra de la Providencia en las realidades cotidianas de la vida
Santa Familia de Nazaret, custodios fieles del misterio de la salvación: hagan renacer en nosotros la estima por el silencio, vuelve a nuestras familias cenáculos de oración y transfórmalas en pequeñas Iglesias domésticas, renueva el deseo de la santidad, apoya la noble fatiga del trabajo, de la educación, de la escucha, de la comprensión recíproca y del perdón.
Santa Familia de Nazaret, devuelve a nuestra sociedad la consciencia del carácter sagrado e inviolable de la familia, bien inestimable e insustituible.
Cada familia sea habitación acogedora de bondad y de paz para los niños y para los ancianos, para quien está enfermo y solo, para quien es pobre y necesitado.
Jesús, María y José les rezamos con confianza, y nos ponemos con alegría bajo vuestra protección. Amén."

ORACIÓN PREVIA A LA BENDICIÓN.
Oh, Dios creador y salvador de todo el pueblo; Tú que has querido que la familia fundada sobre el pacto nupcial sea signo sacramental del Cristo esposo y de la iglesia su esposa; derrama la abundancia de tus bendiciones sobre las familias reunidas en tu nombre y haz que cada uno de sus miembros, unidos en el vínculo del amor, sean fervorosos en el espíritu, asiduos en la oración, atentos a la ayuda mutua, solícitos ante las necesidades de los hermanos y testimonien su fe con sus palabras y obras. Amén
Y la bendición de Dios omnipotente, Padre + Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre ustedes y permanezca siempre. Amen.



sábado, 26 de octubre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DEL DOMINGO 27 DE OCTUBRE DE 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DEL DOMINGO 27 DE OCTUBRE DE 2013
DOMINGO XXX DURANTE EL AÑO


Lectura del libro del Eclesiástico 35, 12-14. 16-18

El Señor es juez
      y no hace distinción de personas:
no se muestra parcial contra el pobre
      y escucha la súplica del oprimido;
no desoye la plegaria del huérfano,
      ni a la viuda, cuando expone su queja.

El que rinde el culto que agrada al Señor, es aceptado,
      y su plegaria llega hasta las nubes.
La súplica del humilde atraviesa las nubes
      y mientras no llega a su destino, él no se consuela:
no desiste hasta que el Altísimo interviene,
      para juzgar a los justos y hacerles justicia.

Palabra de Dios.          

SALMO RESPONSORIAL   ¡ 33, 2-3. 17-19. 23

R.    El pobre invocó al Señor,  y Él lo escuchó.

Bendeciré al Señor en todo tiempo,
su alabanza estará siempre en mis labios.
Mi alma se gloria en el Señor:
que lo oigan los humildes y se alegren.  R.

El Señor rechaza a los que hacen el mal
para borrar su recuerdo de la tierra.
Cuando los justos claman, el Señor los escucha
y los libra de todas sus angustias.  R.

El Señor está cerca del que sufre
y salva a los que están abatidos.
El Señor rescata a sus servidores,
y los que se refugian en Él no serán castigados.  R.




Lectura de la segunda carta del Apóstol san Pablo a Timoteo 4, 6-8. 16-18

Querido hijo:
Ya estoy a punto de ser derramado como una libación, y el momento de mi partida se aproxima: he peleado hasta el fin el buen combate, concluí mi carrera, conservé la fe. Y ya está preparada para mí la corona de justicia, que el Señor, como justo Juez, me dará en ese Día, y no solamente a mí, sino a todos los que hayan aguardado con amor su manifestación.
Cuando hice mi primera defensa, nadie me acompañó, sino que todos me abandonaron. ¡Ojalá que no les sea tenido en cuenta!
Pero el Señor estuvo a mi lado, dándome fuerzas, para que el mensaje fuera proclamado por mi intermedio y llegara a oídos de todos los paganos. Así fui librado de la boca del león.
El Señor me librará de todo mal y me preservará hasta que entre en su Reino celestial. ¡A Él sea la gloria por los siglos de los siglos! Amén.

Palabra de Dios.


EVANGELIO

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 18, 9-14

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola:
Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: «Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas».
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: «¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!»
Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado.

Palabra del Señor.

                   
Reflexión

LOS “SANTOS FARISEOS”

1. - ¿Sabéis lo malo de este fariseo? Pues que todo lo hacía bien y lo sabía, porque no está mintiendo cuando dice que no es ni ladrón, ni injusto ni adultero. Es la verdad. Como es verdad que ayuna y paga el diezmo de todo, cuando no estaba obligado a tanto.
Se sabía santo y se sentía santamente orgulloso, si a orgullo se le pueden anteponer “santamente”. Por eso su actitud ante Dios, el Santo de los Santos es de Tú a Tú. Lo que debería haber sido una oración de alabanza Dios por su bondad y grandeza se convierte en una oración de alabanza a sí mismo.
La oración de este “santo varón” acaba siendo una oración atea o si queréis idolatra, porque la alabanza debida a Dios se la da al hombre, a sí mismo. Este hombre está tan lleno de sus buenas obras, que en su corazón, embutido de buenas obras, ya no hay sitio para Dios y naturalmente mucho menos para otros hombres que no pertenecen a su “raza”
2. - ¿Y sabéis lo bueno del publicano? Que era malo y sabía que lo era. Era recaudador de impuestos. Lo cual les daba ocasión para ser usureros, prestamistas de mala calaña, que además se escudaban en el poder del invasor romano.
Y este publicano sabía todas las trampas que había hecho, todo el dinero que había extorsionado, la mucha gente a la que había hecho sudar lágrimas de sangre. Lo sabía y se avergonzaba. No se atrevía a levantar los ojos a Dios. Su mano no señalaba con el dedo a nadie. Se dirigía a su propio pecho, que golpeaba con dolor. Su corazón estaba tan vacío de buenas obras, que allí pudo entrar Dios sin dificultad.
3. - Seguramente que no pocos de vosotros habréis caído en la cuenta que san Pablo, precisamente en la lectura de hoy unas con bastante habilidad el botafumeiro (*) hacia sí mismo: “he combatido un buen combate, he corrido hasta la meta, he guardado la fe”. La diferencia de este Pablo con el fariseo es que Pablo al fin lo atribuye a Dios que le ayudó y le dio fuerzas. Personalmente, os confieso que cuando Pablo habla de sí mismo no me gusta nada.
4. - ¿Cómo hemos entendido nosotros esta parábola? No muy bien. Todavía vosotros y yo dividimos a los católicos en practicantes y no practicantes y estos son los malos y aquellos los buenos.
Entre los grupos eclesiales los hay que invitan a unirse a ellos “porque poseen la verdad”, lo que implica la ignorancia religiosa de los demás. Los hay que se muestran inseparables amigos mientras tratan de conseguir un nuevo miembro. Y cuando al fin no lo consiguen no tiene empacho en negarle su amistad, dándolo por perdido para la eternidad. En nombre de la santidad de nuestra doctrina cuantas barbaridades se han cometido a lo largo de la historia.
La pertenencia a una Iglesia Santa no debe convertirnos a los que pertenecemos a Ella en “santos fariseos” mejores que los demás hombres. Más bien los miembros de esa Iglesia Santa deben ser los publicanos que conocen sus pecados y su debilidad y no tienen ni tiempo ni manos para señalar con desprecio a los demás.
No nos olvidemos de que en realidad ante Dios todos somos insolventes, y que no hay en realidad santos, sino amados de Dios.
(*) Botafumeiro es el incensario gigante de la Catedral de Santiago de Compostela, en Galicia, España, que es donde reposan los restos del Apóstol Santiago. Usar el botafumeiro es hacer muchos elogios de uno mismo o de otros.

José María Maruri, SJ
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¿NOS CREEMOS SUPERIORES?

1.- El pecado de soberbia. El fariseo se creía santo, por eso se sentía "separado" de otro, el publicano. El afán de piedad y de santidad llevó a muchos a separarse de los demás, eran los "parushim" –en hebreo significa separado–. Cifraban la santidad en el cumplimiento de la ley tal como prescribía el Levítico. Ponían todo su empeño en la recitación diaria de oraciones, ayunos y la práctica de la caridad. Se sentían satisfechos por lo que eran y por lo que les diferenciaba de los demás. Estaban convencidos de que así obtenían el favor de Dios. Sin embargo, aquél que se creía cerca de Dios, en realidad estaba lejos. ¿Por qué? Porque le faltaba lo más esencial: el amor. Así lo reconoció después Pablo, que fue fariseo antes de su encuentro con Cristo: "si no tengo amor, no soy nada". Aunque alguien repartiera en limosna todo lo que tiene y hasta se dejara quemar vivo, si le falta el amor, no vale de nada. El fariseo dice "Te doy gracias". San Agustín se pregunta dónde está su pecado y obtiene la respuesta: "en su soberbia, en que despreciaba a los demás"
2.- Dios no estaba lejos del publicano. Era un recaudador de impuestos odiado por todos. Se quedó atrás, no se atrevía a entrar. Pero No da gracias, sino que pide perdón. No se atrevía a levantar los ojos a Dios, porque se miraba a sí mismo y reconocía su miseria, pero confía en la misericordia de Dios. Una vez más Dios está en la miseria del hombre, para levantarle de la misma. El publicano tenía lo que le faltaba al fariseo: amor. No puede curarse quien no es capaz de descubrir sus heridas. El publicano se examinaba a sí mismo y descubría su enfermedad. Quiere curarse, por eso acude al único médico que puede vendarle y curarle tras aplicarle el medicamento: su gracia sanadora.
3.- "El que se exalta será humillado y el que se humilla será enaltecido". No se trata aquí de caer en el maniqueísmo: hombre malo, hombre bueno. El fariseo era pecador y no lo reconocía, el publicano también era pecador, pero lo reconocía y quería cambiar. El fariseo se siente ya contento con lo que hace, se siente salvado con cumplir, pero esto no es suficiente. En el Salmo proclamamos que Dios está cerca de los atribulados. En realidad está cerca de todos, pero sólo puede entrar en aquellos que le invocan, porque El escucha siempre al afligido. Este es justificado y el fariseo no. Pablo en la carta a los Romanos emplea el mismo término "justificación" -en hebreo dikaiow". Justificar es declarar justo a alguien y sólo Dios puede hacerlo, no uno mismo. No es un mérito que se pueda exigir, sino un don gratuito de Dios. La conclusión de la parábola es bien clara: "el que se exalta será humillado y el que se humilla será enaltecido".
4.- Examinemos nuestro comportamiento como cristianos. ¿No somos muchas veces como el fariseo creyéndonos en la exclusiva de la salvación porque "cumplimos" nuestros deberes religiosos? Incluso puede que despreciamos a los demás o les tachamos de herejes o depravados. ¿Quiénes somos nosotros para juzgar? El Papa Francisco ha dicho en más de una ocasión que él no puede condenar a nadie porque solo Dios es quien juzga las intenciones y las circunstancias concretas de cada persona. Sólo Dios puede justificar. Además la fe cristiana no consiste sólo en un cumplimiento de devociones, sino en encontrarnos con Jesucristo resucitado y dejar que su amor vivificante transforme nuestra vida. Entonces nos daremos cuenta de que hay amor en nuestra vida.

José María Martín OSA
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¿A QUIÉN AGRADAR?
¿Recordáis el Evangelio del domingo anterior? Nos sugería aquella idea de que hay que rezar, con confianza y constantemente.
1.- Hoy, de nuevo, Jesús pone delante de la pantalla de nuestra vida el trato personal que hemos de tener con Dios. Nos marca una hoja de ruta para alcanzar la perfección en la oración. ¡Qué bueno sería que nos analizásemos un poco! ¿Cómo está nuestra relación con el Señor? ¿Ya existe? ¿Es distante o cercana? ¿Altanera o humilde? ¿Egoísta o gratuita? ¿Cuántos watsApp, e-mail enviamos (con nuestra oración) al que nos ha dado la vida?
Con qué claridad, el Señor, nos dice lo que piensa. No es bueno el sentirnos seguros de nosotros mismos. Entre otras cosas porque, ello, nos lleva al distanciamiento de Dios y, junto con ello, a los juicios injustos sobre los demás. La autocomplacencia no es buena.
Cuando los domingos nos reunimos en la Eucaristía, cuando participamos en diversos actos litúrgicos, pastorales, caritativos o de índole pastoral, no lo hemos de hacer desde un “ajuste de cuentas con Dios”; “mira lo qué hago” “recuerda que yo sí y otros no”. Quien piense que, la eucaristía, es un favor que nosotros le hacemos a Dios…anda tremendamente equivocado. ¿Serviría de algo poseer dos inmensos pulmones sin oxígeno para respirar?
2.- El espejo de la cenicienta “dime espejito quién es más guapo que yo” lo hemos de desterrar a la hora de hacer una radiografía del estado en que se encuentra nuestra alma o nuestro corazón, nuestra fe o nuestra amistad con Dios. Es más; en vez ponernos un espejo para mirarnos por delante, sería bueno que fueran –otros– los que nos lo pusieran por detrás. Es decir; para que viésemos el peso o la fragilidad que soportan nuestras espaldas y que nos impiden ser buenos hijos de Dios.
3.- .En la sociedad en la que nos desenvolvemos se lleva mucho el mundo de la imagen. Es más, nos preocupa muchísimo el concepto que los demás puedan tener de nosotros. La oración, entre otras cosas, nos sitúa en el centro de nuestra existencia: en Dios. Con El, todo. Sin Él, nada. Al fin y al cabo, por lo que hemos de luchar es por agradar a Dios y no por engordar o satisfacer nuestro ego.
La sinceridad de nuestra oración, para darle gusto a Dios, no la hemos de medir por la cantidad de palabras, las rimas o la poesía que empleamos en ella o los mismos cantos que nos pueden ayudar a sintonizar más con Dios. La verdad de nuestra piedad se demuestra en la calidad que ponemos en lo que decimos; en la atención que ponemos cuando rezamos; en la humildad o transparencia a la hora de expresarlo.
¿Qué imagen tendrá Dios de nosotros? Una cosa está clara: de Dios no nos escapamos nadie. Ya podemos acudir al templo metidos en un abrigo, o blindados en mil palabrerías, si lo hacemos desde la vanidad, desde la idea de “bastante hago con venir aquí”, Dios nos deja desnudos. Sabe, desde el primer momento, con qué actitud nos ponemos frente a Él. Con la parábola viuda y el juez injusto, el Señor nos invitaba a rezar insistentemente. Hoy con esta bella parábola, Jesús, nos indica el espíritu con el que hemos de hacerlo: la humildad.
4.- Dejemos fuera las categorías por las que nos regimos y con las que nos desenvolvemos en el mundo; aquí no podemos engañar a nadie. Qué grande es recordar aquello de: “Señor dame una alforja; para que en su parte delantera vea mis propios defectos y, en la parte de atrás, deje los fallos de los demás; Señor; dame una alforja; para que en la parte de adelante meta las virtudes de los demás y, en la de atrás, sepa llevar con afán de superación las mías”.
En algunos momentos solemnes solemos utilizar el incensario para dar gloria y alabanza al Señor. Pues eso…el incienso y el incensario para Dios. Tiempo llegará, cuando Él quiera, en que determine el valor de todo lo que decimos hacer y decir en su nombre.

Javier Leoz
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Santoral
San Frumencio, San Demetrio Bassarabov, Santo Dominguito dal Val, Beata Antonieta