lunes, 9 de septiembre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Lunes, 9 de Setiembre de 2013
23ª Semana del tiempo ordinario C

Yo fui constituido ministro de la Iglesia. encargado de llevar a su plenitud el misterio que estuvo oculto desde la eternidad.



LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANOS DE COLOSAS 1, 24—2, 3

Hermanos:
Me alegro de poder sufrir por ustedes, y completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, para bien de su Cuerpo, que es la Iglesia. En efecto, yo fui constituido ministro de la Iglesia, porque de acuerdo con el plan divino, he sido encargado de llevar a su plenitud entre ustedes la Palabra de Dios, el misterio que estuvo oculto desde toda la eternidad y que ahora Dios quiso manifestar a sus santos. A ellos les ha revelado cuánta riqueza y gloria contiene para los paganos este misterio, que es Cristo entre ustedes, la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a Cristo, exhortando a todos los hombres e instruyéndolos en la verdadera sabiduría, a fin de que todos alcancen su madurez en Cristo. Por esta razón, me fatigo y lucho con la fuerza de Cristo que obra en mí poderosamente.
Sí, quiero que sepan qué dura es la lucha que sostengo por ustedes, por los de Laodicea y por tantos otros que no me conocen personalmente.
Mi deseo es que se sientan animados y que, unidos estrechamente en el amor, adquieran la plenitud de la inteligencia en toda su riqueza. Así conocerán el misterio de Dios, que es Cristo, en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL  61, 6-7. 9


R.    ¡Mi salvación y mi gloria están en el Señor!

Sólo en Dios descansa mi alma,
de Él me viene la esperanza.
Solo Él es mI Roca salvadora,
Él es mi baluarte: nunca vacilaré. R.

Confíen en Dios constantemente,
ustedes, que son su pueblo,
desahoguen en Él su corazón,
porque Dios es nuestro refugio. R.



EVANGELIO

Observaban a Jesús atentamente para ver si sanaba en sábado

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 6, 6-11

Un sábado, Jesús entró en la sinagoga y comenzó a enseñar. Había allí un hombre que tenía la mano derecha paralizada. Los escribas y los fariseos observaban atentamente a Jesús para ver si sanaba en sábado, porque querían encontrar algo de qué acusarlo. Peto Jesús, conociendo sus intenciones, dijo al hombre que tenía la mano paralizada: «Levántate y quédate de pie delante de todos». Él se levantó y permaneció de pie.
Luego les dijo: «Yo les pregunto: ¿Está permitido en sábado, hacer el bien o el mal, salvar una vida o perderla?» y dirigiendo una mirada a todos, dijo al hombre: «Extiende tu mano». Él la extendió y su mano quedó sana.
Pero ellos se enfurecieron, y deliberaban entre sí para ver qué podían hacer contra Jesús.

Palabra del Señor.



Reflexión

Col. 1, 24-2,3. No tenemos, ni en el cielo, ni en la tierra, ni en los abismos, otro nombre en el cual podamos salvarnos, sino sólo en el Nombre de Cristo Jesús, al cual Dios constituyó en salvación para todos los pueblos.
Aquel que ha conocido a Cristo y ha unido su vida a Él se ha hecho uno con Él, como la cabeza es una con los demás miembros del cuerpo, que en este caso es la Iglesia, cuya Cabeza es Cristo.
En el Señor no sólo hemos conocido, sino que hemos experimentado el gran amor que Dios nos tiene. Eso es lo que falta a la pasión de Cristo en cada uno de nosotros, que la hagamos nuestra y que, en Cristo, lleguemos a ser hijos de Dios, participando del Espíritu Santo que el Padre Dios quiere infundir en todos y cada uno de nosotros. Por eso los que vivimos ya unidos a Cristo, por la participación de su Vida y de su Espíritu Santo, no podemos sentirnos seguros hasta lograr que más y más personas participen de la misma Vida con la que nosotros ya hemos sido beneficiados. Esto nos convierte en misioneros, enviados al mundo para que a todos llegue el perdón y la salvación, conforme al amor que Dios no niega a aquellos que llamó a la vida en este mundo, pero con la finalidad de que algún día todos lleguemos a participar de su Vida y de su Gloria eternamente. Por eso no descansemos en trabajar, incluso en los últimos momentos de nuestra vida, tratando de ganar a todos para Cristo.

Sal. 62 (61). Si Dios está con nosotros, ¿quién podrá en contra nuestra? Dios es nuestro refugio y poderoso Salvador. En Él confiamos desde hoy y para siempre. Sin embargo el vivir en Dios y el que Él viva en nosotros no puede mantenernos inmóviles en la lucha que continuamente hemos de librar en contra de la maldad, para ayudar verse libres de ella a quienes han sido dominados por ella.
No podemos cerrar los ojos ante las diversas esclavitudes de las que han sido víctimas muchos hermanos nuestros. El Señor nos llama para que, sabiendo que Él está con nosotros, seamos fuertes, firmes y valientes en el testimonio que hemos de dar de nuestra fe. Y nuestro testimonio no sólo se dará mediante una vida de amor y de gracia encerrada en nuestro interior, tal vez cobardemente, sino que lo daremos mediante una continua preocupación por hacer que esa salvación, que el Señor nos ha concedido, llegue y transforme el corazón de quienes viven en las tinieblas del error y del pecado.
Por eso vivamos con lealtad en la Vida que el Señor nos ha comunicado para que, siendo nuestra, nos esforcemos en hacerla llegar a más y más personas.

Lc. 6, 6-11. Jamás podemos descansar en la realización del bien y del constante trabajo en salvar a nuestros hermanos, ganándolos para Cristo para que en Él encontremos todos la salvación. Si nosotros ponemos trampas a nuestro prójimo para destruirlo, para aprovecharnos de él, para dejarlo medio muerto en el camino de la vida, a pesar que le demos culto puntual a Dios tendremos que reconocer que no estamos haciendo el bien sino el mal.
Jesús quiere que su Iglesia se convierta en motivo de perdón y de salvación para todos los pueblos. Por eso hemos de estar atentos a la realización del bien para todos aquellos a quienes hemos sido enviados para salvarlos y no para condenarlos.
Ciertamente no podemos cerrar nuestros ojos ante todo aquello que ha dañado la mente y el corazón de nuestro prójimo, y que lo ha paralizado de tal forma que le impide realizar el bien.
Ante las miserias, pecados y vicios que han proliferado en muchos ambientes sociales, hemos de ser un signo creíble del amor de Dios que quiere salvar a todos, y que ha confiado esa misma misión a su Iglesia, hasta que su Hijo vuelva glorioso para llevarnos con Él a las moradas eternas.
Tratemos de vivir y trabajar conforme al mandato que hemos recibido del Señor.
El Señor nos ha pedido, en este día, que estemos en su presencia, llenos de esperanza. Efectivamente Él quiere convertirnos en personas libres de todo aquello que nos ha esclavizado. En el Hoy de Dios no caben días de descanso, pues el Dios de Ayer, de Hoy y de Siempre no descansa en su labor salvadora a favor nuestro.
El Señor jamás ha dejado de amarnos. Y su amor hacia nosotros lo ha puesto en camino para que nos encontremos con Él de tal forma que podamos ser beneficiados con su perdón, con su Vida y con su Espíritu, y podamos llegar a ser dignos hijos de Dios.
Hoy el Señor nos reúne no sólo para manifestarnos cuánto nos ama ofreciéndonos su perdón, sino también uniéndonos a Él, de tal forma que seamos uno con Él, libres de nuestras maldades y de nuestras esclavitudes. Por eso aprovechemos esta oportunidad y este tiempo de gracia que el Señor nos concede.
¿Tenemos conciencia de nuestra misión evangelizadora? Sabemos que Cristo es el Evangelio viviente del Padre, y que nuestra fe en Él no puede convertirse en un simple remiendo pegado, en medio de todas nuestras preocupaciones por lo pasajero, en medio de nuestras injusticias, maldades y vicios.
Aquel que realmente cree en Cristo. en Él llega a ser hijo de Dios, pues una persona realmente evangelizada queda revestida de Cristo, y, junto con Él, se convierte en el Evangelio viviente del Padre para todos los pueblos.
Día a día hemos de trabajar para que esto se haga realidad entre nosotros. Por eso nosotros hemos de ser los primeros en no quedarnos como paralizados, inutilizados tanto en el anuncio del Evangelio como en la realización del bien.
En medio de un mundo que ha sido atrofiado en sus valores fundamentales a causa de propagandas utilitaristas, inclinadas sólo a lo pasajero, la Iglesia no sólo ha de dar razón de su fe y de su esperanza, sino que ha de esforzarse constantemente en hacer llegar el amor, la verdad, la justicia, la vida y la paz a todas las personas, sin limitaciones de tiempo, de raza, o de cualquier otro criterio que hubiese creado divisiones entre nosotros.
Dios nos ha enviado a buscar y a salvar todo lo que se había perdido. Cumplamos con amor, con lealtad y con valentía la misión que se nos ha confiado.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir abiertos a su acción salvadora en nosotros, y a dejarnos conducir por su Espíritu Santo para que realmente seamos un signo del Evangelio de salvación para todos los pueblos. Amén.  (Homilia catolica )





Santoral:  San Pedro Claver, San Audemaro, San Auberto, Beato Santiago Laval, Beata Serafina, Beato Alano de la Roca y Beata Inés Takeya.




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