LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
Viernes,
6 de Septiembre de 2013
22ª
semana del tiempo ordinario. C
Todo
fue creado por medio de Él y para Él.
LECTURA DE LA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANOS DE COLOSAS 1, 15-20
Cristo
Jesús es la Imagen del Dios invisible,
el
Primogénito de toda la creación,
porque
en Él fueron creadas todas las cosas,
tanto
en el cielo como en la tierra,
los
seres visibles y los invisibles,
Tronos,
Dominaciones, Principados y Potestades:
todo
fue creado por medio de Él y para Él.
Él
existe antes que todas las cosas
y
todo subsiste en Él.
Él
es también la Cabeza del Cuerpo,
es
decir, de la Iglesia.
Él
es el Principio,
el
Primero que resucitó de entre los muertos,
a
fin de que Él tuviera la primacía en todo,
porque
Dios quiso que en Él residiera toda la Plenitud.
Por
Él quiso reconciliar consigo
todo
lo que existe en la tierra y en el cielo,
restableciendo
la paz por la sangre de su cruz.
Palabra
de Dios
SALMO RESPONSORIAL 99, 1-5
R. ¡Lleguemos hasta el Señor cantando himnos
de gozo!
Aclame
al Señor toda la tierra,
sirvan
al Señor con alegría,
lleguen
hasta Él con cantos jubilosos. R.
Reconozcan
que el Señor es Dios:
Él
nos hizo y a Él pertenecemos;
somos
su pueblo y ovejas de su rebaño. R.
Entren
por sus puertas dando gracias,
entren
en sus atrios con himnos de alabanza,
alaben
al Señor y bendigan su Nombre. R.
¡Qué
bueno es el Señor!
Su
misericordia permanece para siempre,
y
su fidelidad por todas las generaciones. R.
EVANGELIO
Cuando
el esposo les sea quitado, entonces tendrán que ayunar
EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR
JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 5, 33-39
Los
escribas y los fariseos dijeron a Jesús: «Los discípulos de Juan ayunan
frecuentemente y hacen oración, lo mismo que los discípulos de los fariseos; en
cambio, los tuyos comen y beben».
Jesús
les contestó: «¿Ustedes pretenden hacer ayunar a los amigos del esposo mientras
él está con ellos? Llegará el momento en que el esposo les será quitado;
entonces tendrán que ayunar».
Les
hizo además esta comparación: «Nadie corta un pedazo de un vestido nuevo para
remendar uno viejo, porque se romperá el nuevo, y el pedazo sacado a éste no
quedará bien en el vestido viejo. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos,
porque hará reventar los odres; entonces el vino se derramará y los odres ya no
servirán más. El vino nuevo se pone en odres nuevos. Nadie, después de haber
gustado el vino viejo, quiere vino nuevo, porque dice: el añejo es mejor».
Palabra
del Señor.
Reflexión
Col. 1, 15-20.
Aquel que ha sido ungido desde la eternidad por participar de la plenitud de la
vida que posee el Padre Dios, de tal forma que, quien contempla al Hijo
contempla al Padre, se ha hecho uno de nosotros.
El
Hijo, en la eternidad misma, se convierte en la imagen del Dios invisible. En
Él fueron creadas todas las cosas; su presencia en cada una de sus criaturas,
que lo reflejan a su modo y grado de perfección, es lo que les da unidad y
consistencia a las mismas criaturas, no tanto porque, juntas formen a Dios,
sino porque también ellas, no como esencia, sino como creaturas, son una
imagen, un reflejo de Dios; por medio de las criaturas contemplamos a Dios como
en un espejo.
Cristo,
que existe antes de todo lo creado, es cabeza de la creación entera; pero lo es
de un modo especial de la Iglesia; ésta manifiesta el Rostro resplandeciente de
Cristo, su Señor. Por eso el Evangelio, que se le ha confiado para llevarlo a
todos, es la misión principal que tiene, pues por medio del fiel cumplimiento
de la encomienda recibida, hará que todo sea reconciliado con Dios y se una Él
para que, participando de la Pascua de Cristo, todo sea en Él renovado y
alcance la plenitud en la misma Vida que el Hijo posee recibida del Padre.
Sal. 100 (99).
Alabemos al Señor porque no sólo ha creado todas las cosas, sino porque creó
para sí un Pueblo para manifestarle todo su amor.
En
Cristo, Dios se ha formado un Pueblo Nuevo, pueblo que ha sido elevado a la
misma dignidad del Hijo de Dios, pues, unido a Él, en Él participa de su misma
vida como los miembros de un cuerpo participan de la misma vida y de la misma
dignidad que reside en la cabeza.
Quienes
en Cristo pertenecemos a su Pueblo Santo y somos hijos de Dios, elevemos
nuestras manos puras en su presencia para bendecir y alabar su Nombre, porque
su Misericordia y su Fidelidad son eternas para con nosotros.
Lc. 5, 33-39.
Nosotros estamos con el Señor, como amigos invitados al banquete de bodas. Él
nos dice: Ustedes serán mis amigos si cumplen mis mandamientos. No basta, por
tanto, estar en intimidad con Él a través de la oración, incluso prolongada.
Mientras no estemos dispuestos a escuchar su Palabra y a ponerla en práctica, el
Señor no podrá decir que somos sus amigos, y mucho menos de su familia como nos
lo dice en otra ocasión: El que cumple la voluntad de mi Padre que está en los
cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre.
Cuando
en verdad permitamos al Espíritu Santo renovar nuestra vida, entonces seremos
criaturas nuevas en Cristo; entonces la vida de fe en el Señor no será sólo un
parche en nosotros, ni algo nuevo que llega a un corazón que continúa cargando
con el hombre viejo, que se corrompe siguiendo la seducción de las
concupiscencias.
De
nosotros se espera una vida que manifieste la alegría de sabernos amados y
unidos a Cristo; sin embargo, el contemplar que hay muchos que viven separados
de Él, o que ni siquiera han oído hablar de Él, nos ha de llevar a sacrificarnos
a favor de ellos, poniendo todo nuestro empeño en hacer que el Señor llegue a
habitar en todos para que nuestra humanidad se renueve en el amor, en la
verdad, en la justicia, en la solidaridad, y en la comunión fraterna.
En
esta Eucaristía estamos reunidos en torno a Cristo como amigos suyos; más aún:
como de su misma familia. Él parte su pan para nosotros para que, entrando en
comunión de Vida con Él, seamos revestidos de su Ser de Hijo de Dios; Él nos
comunica su Palabra que llega a nosotros como a odres nuevos, para
santificarnos y ponernos al servicio de toda la humanidad.
La
Iglesia de Cristo, que celebra su Misterio Pascual, al mismo tiempo está
llamada a ser como el vino bueno y generoso que alegre el corazón de todos,
porque se esfuerce en sembrar el auténtico amor en todos los pueblos.
Sólo
cuando en verdad se ama es posible establecer relaciones auténticas, maduras,
que nos ayuden mutuamente a recobrar la paz, la alegría, la capacidad de ser
misericordiosos con todos y de no causar mal a alguien, sino, más bien ser para
todos un signo del amor que Dios nos ha manifestado en Jesús su Hijo, Señor de
la Iglesia.
La
presencia del Señor en nosotros nos ha de fortalecer para que, con actitudes
nuevas, manifestemos, por medio de nuestras obras, que en verdad el Señor
habita en nosotros.
No
podemos ser anunciadores de tristezas y de catástrofes. No nos ha de preocupar
mucho el llamar a la conversión para evitar el castigo, sino el invitar a
convertirse para unirse al Señor y gozar de su vida.
Hemos
de proclamar el mundo nuevo del Reino de Dios que irrumpe constantemente en
todos los corazones y les llena de paz, de alegría, de seguridad para vivir no
como enemigos, no como destructores de la vida, sino como hermanos en torno a
un mismo Dios y Padre.
Pero,
puesto que nadie da lo que no tiene, nosotros proclamamos el mundo nuevo del
Reino de Dios desde nuestra propia experiencia del mismo. No somos sólo
transmisores, sino testigos del Evangelio de Cristo.
Así,
nos presentamos ante el mundo como criaturas nuevas en Cristo que trabajan por
la paz, por la justicia social, por un auténtico amor fraterno que nos haga
abrir los ojos ante las necesidades de los más desprotegidos para tratar de
remediarlas; y que, ante el pecado que ha dominado a muchos corazones, ponemos
nuestro mejor empeño para ayudarlos, por todos los medios posibles, a retornar
a la comunión con Cristo y su Iglesia.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de saber poner nuestra vida en sus manos, con
gran confianza y amor, para que, haciendo en todo su voluntad, podamos vivir
con lealtad nuestra fe, permitiendo al Espíritu de Dios que habite realmente en
nosotros, para que sea Él quien nos convierta en un signo claro del Señor para
todas las personas. Amén.
Homilía
católica
Santoral:
Santa Eva de Dreux, San Magno, San Beltrán, San Eleuterio, Beato Contardo
Ferrini.
No hay comentarios:
Publicar un comentario