LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
Miércoles, 11 de Septiembre de 2013
23ª semana del tiempo ordinario.
Nuestra Señora de Coromoto
(En Venezuela se celebra la solemnidad de la Virgen
de Coromoto con lecturas propias que se publican aparte)
Ustedes están muertos con Cristo; por lo tanto,
hagan morir en sus
miembros todo lo que es terrenal.
LECTURA DE LA CARTA
DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANOS DE COLOSAS 3, 1-11
Hermanos:
Ya
que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes del cielo donde
Cristo está sentado a la derecha de Dios. Tengan el pensamiento puesto en las
cosas celestiales y no en las de la tierra. Porque ustedes están muertos, y su
vida está desde ahora oculta con Cristo. Cuando se manifieste Cristo, que es la
esperanza de ustedes, entonces también ustedes aparecerán con Él, llenos de gloria.
Por
lo tanto, hagan morir en sus miembros todo lo que es terrenal: la lujuria, la
impureza, la pasión desordenada, los malos deseos y también la avaricia, que es
una forma de idolatría. Estas cosas provocan la ira de Dios sobre los
desobedientes.
Ustedes
mismos se comportaban así en otro tiempo, viviendo desordenadamente. Pero ahora
es necesario que acaben con la ira, el rencor, la maldad, las injurias y las
conversaciones groseras. Tampoco se engañen los unos a los otros.
Porque
ustedes se despojaron del hombre viejo y de sus obras y se revistieron del
hombre nuevo, aquél que avanza hacia el conocimiento perfecto, renovándose
constantemente según la imagen de su Creador. Por eso, ya no hay pagano ni
judío, circunciso ni incircunciso, bárbaro ni extranjero, esclavo ni hombre
libre, sino sólo Cristo, que es todo y está en todos.
Palabra
de Dios.
SALMO RESPONSORIAL 144, 2-3. 10-13b
R. ¡El Señor es bueno con todos!
Señor,
día tras día te bendeciré,
y
alabaré tu Nombre sin cesar.
¡Grande
es el Señor y muy digno de alabanza:
su
grandeza es insondable. R.
Que
todas tus obras te den gracias, Señor,
y
tus fieles te bendigan;
que
anuncien la gloria de tu reino
y
proclamen tu poder. R.
Así
manifestarán a los hombres tu fuerza
y
el glorioso esplendor de tu reino:
tu
reino es un reino eterno,
y
tu dominio permanece para siempre. R.
EVANGELIO
¡Felices ustedes, los pobres! ¡Ay de ustedes,
los ricos!
EVANGELIO DE NUESTRO
SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 6, 20-26
Jesús
fijando la mirada en sus discípulos, dijo:
¡Felices
ustedes, los pobres, porque el Reino de Dios les pertenece!
¡Felices
ustedes, los que ahora tienen hambre, porque serán saciados!
¡Felices
ustedes, los que ahora lloran, porque reirán!
¡Felices
ustedes, cuando los hombres los odien, los excluyan, los insulten y proscriban
el nombre de ustedes, considerándolos infames a causa del Hijo del hombre!
¡Alégrense
y llénense de gozo en ese día, porque la recompensa de ustedes será grande en
el cielo! ¡De la misma manera los padres de ellos trataban a los profetas!
Pero
¡ay de ustedes los ricos, porque ya tienen su consuelo!
¡Ay
de ustedes, los que ahora están satisfechos, porque tendrán hambre!
¡Ay
de ustedes, los que ahora ríen, porque conocerán la aflicción y las lágrimas!
¡Ay
de ustedes cuando todos los elogien! ¡De la misma manera los padres de ellos
trataban a los falsos profetas!
Palabra
del Señor.
Reflexión
Col. 3, 1-11. Quienes creemos en
Cristo nos hemos hecho uno en Él. Y puesto que participamos de su misma vida
divina, comportémonos a la altura del Hijo de Dios. No vivamos, por tanto,
dominados por ninguna clase de maldad. Que más bien resplandezcan en nosotros
los bienes de arriba, no los de la tierra.
No
seamos engaño, mentira para los demás; caminemos en la verdad y demos
testimonio de la misma con nuestras buenas obras.
Vivamos
nuestra unidad en Cristo; venidos de muchas razas y culturas, no queramos crear
divisiones entre nosotros, pues ya no vivimos bajo la guía del hombre viejo de
maldad y de pecado, sino bajo la guía del hombre nuevo, Cristo, del cual nos
hemos revestido, y que vino para reunir a los hijos que había dispersado el
pecado, y a formar, de todos, un solo pueblo que alabe al Padre Dios, y para
que convivamos con la calidez de hermanos, que brota del Amor que Dios ha
infundido en nuestros corazones.
Sal. 145 (144). Nuestro Dios y Padre
merece una alabanza continua, pues, siendo el Creador de todo, nos ha
manifestado su bondad, su clemencia y compasión. Por eso elevamos a Él nuestro
cántico, uniendo al mismo a todas las criaturas; nuestra mejor alabanza al
Señor la realizaremos explicando sus hazañas a los pueblos, la gloria y
majestad de su reinado.
Quien,
en verdad, ha tenido una experiencia personal del amor y de la misericordia de
Dios, no podrá sino convertirse en testigo del beneficio que ha recibido. Por
eso, quienes proclamamos el Evangelio del Señor, no podremos hacerlo con
lealtad mientras no lo hayamos convertido en parte de nuestra propia existencia
y experiencia.
Lc. 6, 20-26. Alaba mi alma la
grandeza del Señor, porque su misericordia alcanza de generación en generación
a los que le temen. Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón
altanero. Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes. A los
hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías.
El
Señor no rechaza a los ricos; Él rechaza a los soberbios de corazón y a quienes
han puesto su confianza en los bienes pasajeros. Y puesto que la persona humana
es fácil presa de las riquezas, que le hacen orgullosa y le llevan a rechazar a
Dios, ¡Qué difícil es que un rico se salve! es más fácil que un camello pase
por el ojo de una aguja, a que un rico entre en el Reino de los cielos.
Si
Jesús privilegia a los pobres, es porque ha venido a salvar todo lo que estaba
perdido, a levantar los corazones de los oprimidos, a anunciar el Evangelio a
los pobres, a manifestar que Dios ama a aquellos que los malvados desprecian.
Ojalá
y que las bienaventuranzas las vivamos a profundidad sabiendo que hay
situaciones penosas entre muchos de nosotros que han de ser resueltas de un
modo concreto. No podemos conformarnos pensando que somos hijos de Dios cuando,
estando en su presencia, lo alabamos, pero después no somos capaces de vivir
conforme a sus enseñanzas.
Ojalá
y que al final de nuestra vida no vayan a ser nuestros los ayes y la
condenación que hoy proclama el Señor para quienes sólo le dieron culto con los
labios, pero no vivieron con lealtad el compromiso de su fe.
En
esta Eucaristía nos encontramos disfrutando de los bienes de arriba. El Señor
se ha hecho cercano a nosotros para que podamos gozar de su vida, de su paz, de
su misericordia, de su bondad, de su amor.
Mediante
su Misterio Pascual, cuyo memorial estamos celebrando, nosotros, muertos al
pecado, escondemos nuestra vida con Cristo en Dios. Pero no la escondemos por
cobardía, como queriendo apartarnos inútilmente del mundo. Ponemos nuestra vida
en Dios como el campesino oculta la semilla sembrándola en su campo para que
germine y produzca fruto abundante. Así nosotros, en esta Eucaristía, ponemos nuestra
vida en Dios para que, fortalecidos por su Espíritu, podamos manifestarnos
gloriosamente junto con Cristo, despojados del hombre viejo, renovados en el
Señor y con abundancia de obras buenas
Quienes
hemos hecho nuestra la Vida de Dios por nuestra unión con Cristo, no podemos
generar más pobreza en el mundo, sino remediarla, en la medida que esté en
nuestras manos. No podemos generar más hambrientos en razón del pago
injustificado del trabajo de los obreros, muchas veces marginados y
desprotegidos de sus derechos más fundamentales. No podemos generar más dolor a
causa de ir cegando la vida de los inocentes con tal de conservar el propio
prestigio o el poder. No podemos perseguir a ninguna persona a causa de su fe
en Cristo, o por no creer en Él. El Señor nos ha enviado para convertirnos no
en simples habladores, sino en testigos de su amor, de su misericordia, de su
bondad, de su preocupación por los desprotegidos.
Sin
embargo, recordemos que, siendo testigos de Cristo, no podemos pensar que
hayamos cumplido con la Misión que Él nos ha confiado cuando se logre un mundo
más justo y más fraterno; es necesario que la salvación que Dios nos ofrece
llegue al corazón de las personas, compartiendo así no sólo nuestros bienes
materiales, sino especialmente nuestra fe en Cristo dándole, así, mayor
estabilidad a nuestro caminar como hermanos con visión de eternidad.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de saber dar un auténtico testimonio de nuestra
fe en Cristo con las obras que, acompañando nuestras palabras, manifiesten que
en verdad vivimos nuestro compromiso con Aquel que nos ha puesto al servicio de
todos, especialmente de los pobres, de los marginados y de los pecadores, para
ayudarlos tanto a vivir con mayor dignidad, como a vivir como hijos de Dios.
Amén.
Reflexiones de Homilia
católica.
Santoral: Nuestra Señora de Coromoto, San Pafnucio, San Adelfo, Santa Vinciana y San Juan Gabriel Perboyre.
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