martes, 14 de septiembre de 2010

LA EXALTACION DE LA SANTA CRUZ: 14 de Septiembre.

Con este signo vencerás

Este día nos recuerda el hallazgo de la Santa Cruz en el año 320, por parte de Santa Elena, madre de Constantino. Más tarde Cosroas, rey de Persia se llevó la cruz a su país. Heraclio la devolvió a Jerusalén.
Cuenta el historiador Eusebio de Cesarea que el general Constantino, hijo de Santa Elena, era pagano pero respetaba a los cristianos. Y que teniendo que presentar una terrible batalla contra el perseguidor Majencio, jefe de Roma, el año 311, la noche anterior a la batalla tuvo un sueño en el cual vio una cruz luminosa en los aires y oyó una voz que le decía: "Con este signo vencerás", y que al empezar la batalla mandó colocar la cruz en varias banderas de los batallones y que exclamó: "Confío en Cristo en quien cree mi madre Elena". Y la victoria fue total, y Constantino llegó a ser Emperador y decretó la libertad para los cristianos, que por tres siglos venían siendo muy perseguidos por los gobernantes paganos.


Escritores sumamente antiguos como Rufino, Zozemeno, San Cristótomo y San Ambrosio, cuentan que Santa Elena, la madre del emperador, pidió permiso a su hijo Constantino para ir a buscar en Jerusalén la cruz en la cual murió Nuestro Señor. Y que después de muchas y muy profundas excavaciones encontró tres cruces. Y como no sabían cómo distinguir la cruz de Jesús de las otras dos, llevaron una mujer agonizante. Al tocarla con la primera cruz, la enferma se agravó, al tocarla con la segunda, quedó igual de enferma de lo que estaba antes. Pero al tocarla con la tercera cruz, la enferma recuperó instantáneamente la salud. Y entonces Santa Elena, y el obispo de Jerusalén, Macario, y miles de devotos llevaron la cruz en piadosa procesión por las calles de Jerusalén. Y que por el camino se encontraron con una mujer viuda que llevaba a su hijo muerto a enterrar y que acercaron la Santa Cruz al muerto y éste resucitó.


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"Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único para que todo el que crea en Él no perezca sino que tenga vida eterna". (Jn 3, 16). Pero ¿cómo lo entregó? ¿No fue acaso en la cruz? La cruz es el recuerdo de tanto amor del Padre hacia nosotros y del amor mayor de Cristo, quien dio la vida por sus amigos (Jn 15, 13). El demonio odia la cruz, porque nos recuerda el amor infinito de Jesús. Lee: Gálatas 2, 20.




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Cristo, tiene muchos falsos seguidores que lo buscan sólo por sus milagros. Pero Él no se deja engañar, (Jn 6, 64); por eso advirtió: "El que no toma su cruz y me sigue no es digno de mí" (Mt 7, 13).




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«Que tome su cruz y me siga»




A lo largo de tu vida Cristo no te pide que lleves con él toda su pesada cruz, sino tan sólo una pequeña parte aceptando tus sufrimientos. No tienes nada que temer. Por el contrario, tente por muy dichosa de haber sido juzgada digna de tener parte en los sufrimientos del Hombre-Dios. Por parte del Señor, no se trata de un abandono ni de un castigo; por el contrario, es un testimonio de su amor, de un gran amor para contigo. Debes dar gracias al Señor y resignarte a beber el cáliz de Getsemaní. A veces el Señor te hace sentir el peso de la cruz, este peso te parece insoportable y, sin embargo, lo llevas porque el Señor, rico en amor y misericordia, te tiende la mano y te da la fuerza necesaria. El Señor, ante la falta de compasión de los hombres, tiene necesidad de personas que sufran con él. Es por esta razón por la que te lleva por los caminos dolorosos de los que me hablas en tu carta. Así pues, que el Señor sea siempre bendito, porque su amor trae suavidad en medio de la amargura; él cambia los sufrimientos pasajeros de esta vida en méritos para la eternidad.


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San Pablo resumía el Evangelio como la predicación de la cruz (1 Cor 1,17-18). Por eso el Santo Padre y los grandes misioneros han predicado el Evangelio con el crucifijo en la mano: "Así mientras los judíos piden milagros y los griegos buscan sabiduría, nosotros predicamos a un Cristo crucificado: escándalo para los judíos (porque para ellos era un símbolo maldito) necedad para los gentiles (porque para ellos era señal de fracaso), mas para los llamados un Cristo fuerza de Dios y sabiduría de Díos" (1Cor 23-24).




Hoy hay muchos católicos que, como los discípulos de Emaús, se van de la Iglesia porque creen que la cruz es derrota. A todos ellos Jesús les sale al encuentro y les dice: ¿No era necesario que el Cristo padeciera eso y entrara así en su gloria? Lee: Lucas 24, 25-26. La cruz es pues el camino a la gloria, el camino a la luz. El que rechaza la cruz no sigue a Jesús. Lee: Mateo 16, 24




Nuestra razón, dirá Juan Pablo II, nunca va a poder vaciar el misterio de amor que la cruz representa, pero la cruz sí nos puede dar la respuesta última que todos los seres humanos buscamos: «No es la sabiduría de las palabras, sino la Palabra de la Sabiduría lo que San Pablo pone como criterio de verdad, y a la vez, de salvación» (JP II, Fides et ratio, 23).




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San Pío de Pietrelcina (1887-1968), capuchino.




 
Reflexión de San Pío de Pietrelcina:


A lo largo de tu vida Cristo no te pide que lleves con él toda su pesada cruz, sino tan sólo una pequeña parte aceptando tus sufrimientos. No tienes nada que temer. Por el contrario, tente por muy dichosa de haber sido juzgada digna de tener parte en los sufrimientos del Hombre-Dios. Por parte del Señor, no se trata de un abandono ni de un castigo; por el contrario, es un testimonio de su amor, de un gran amor para contigo. Debes dar gracias al Señor y resignarte a beber el cáliz de Getsemaní. A veces el Señor te hace sentir el peso de la cruz, este peso te parece insoportable y, sin embargo, lo llevas porque el Señor, rico en amor y misericordia, te tiende la mano y te da la fuerza necesaria. El Señor, ante la falta de compasión de los hombres, tiene necesidad de personas que sufran con él. Es por esta razón por la que te lleva por los caminos dolorosos de los que me hablas en tu carta. Así pues, que el Señor sea siempre bendito, porque su amor trae suavidad en medio de la amargura; él cambia los sufrimientos pasajeros de esta vida en méritos para la eternidad.


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LA EXALTACION


Exaltar quiere decir –de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española– “elevar a una persona o cosa a una mayor dignidad o categoría”. Así, por ejemplo, se exalta a los héroes, o a quienes realizan grandes hazañas, etc. ¿Pero, por qué exaltar lo que en su tiempo fue un instrumento de escarnio, de tortura y de ejecución, reservado para castigar a los malhechores? ¿Por qué los católicos celebramos una fiesta para exaltar la Cruz, que para muchos es escándalo y para otros necedad? (ver 1Cor 1,23)






Es normal que en las naciones libres se recuerde y conmemore la batalla crucial que hizo posible su liberación e independencia. La celebración, además de recordar a los héroes que allí obtuvieron la victoria, se asocia naturalmente al lugar en el que la batalla tuvo lugar. Si bien es cierto que en su momento probablemente no era sino un terrible matadero, regado de muertos y heridos, la historia lo recordará como un lugar glorioso, en el que el sacrificio de cientos o miles trajo la libertad de todo un pueblo, de toda una nación. El lugar es exaltado, como son exaltados los héroes que en aquel campo de batalla dieron su vida o triunfaron finalmente.




El lugar en el que Cristo libró la batalla más importante de la humanidad es la Cruz. La Cruz fue el lugar de la redención de toda la humanidad. Allí Dios estaba reconciliando a la humanidad consigo, por la sangre de su Hijo (ver 2Cor 5,18-19; Col 1,19-22). Allí el Reconciliador del mundo nos obtuvo el perdón de nuestros pecados. Allí la descendencia de la Mujer, el Hijo de Santa María, aplastó definitivamente la cabeza de la antigua serpiente (ver Gén 3,15). Su triunfo es nuestro triunfo, su triunfo ha liberado a la humanidad entera del dominio de la muerte, su triunfo abre para todos la esperanza de la vida eterna. ¿No son estas razones suficientes para exaltar la Cruz, aquel leño abrupto convertido en Altar de la Reconciliación, aquel patíbulo maldito transformado en Árbol de la Vida? La Cruz de Cristo, para el cristiano, es símbolo de triunfo, es símbolo de esperanza, es expresión del máximo amor posible, el amor que Dios nos tiene a cada uno de nosotros, un amor tan grande que le llevó a entregar a su Único Hijo por nosotros en la Cruz, para nuestra salvación. Por todo ello, la Cruz fue para los creyentes, desde el principio del Cristianismo, un signo de salvación.




La Cruz es demasiado importante para desterrarla de nuestras vidas: nos recuerda quién es Cristo, nos recuerda lo que hizo por nosotros, nos recuerda el inmenso amor que Dios nos tiene, nos recuerda nuestra identidad de cristianos, nos invita a hacer de ella el camino a la gloria, nos invita a “subir a la cruz con Cristo”, a crucificar nuestras malas obras —al hombre viejo— para poder también resucitar con Cristo a una vida nueva, nos invita a abrazarnos a ella en los momentos más difíciles y oscuros de nuestra existencia, nos invita a abrirnos al don de la reconciliación obtenido por Cristo para nosotros, nos compromete a dar testimonio de Cristo con nuestras actitudes, obras y palabras, entre tantas otras cosas de semejante importancia.




No vemos en la Cruz un símbolo de muerte ni de castigo, como algunos creen, sino un símbolo de reconciliación, fuente inagotable de vida y de esperanza. Mirar la Cruz con veneración es mirar más allá de la Cruz, es mirar a Aquél que estuvo clavado en la Cruz por nosotros, es mirar a Cristo con ojos de fe y reconocerlo como el Hijo de Dios, el Salvador y Reconciliador del mundo. Esto se hace más necesario afirmarlo hoy en día, ya que en nuestras sociedades occidentales se ha puesto muy de moda un fenómeno seudo-religioso que proclama que no existe nadie que te salve, que sólo tú te salvarás a ti mismo por tus buenas obras, pagando de ese modo no sé qué “karma” o deudas adquiridas por pecados cometidos en vidas pasadas. Quienes con esas seductoras doctrinas confunden y arrastran a los cristianos niegan que Cristo sea el Hijo de Dios, o que creer en Él sea causa de salvación para el ser humano. Afirman que Cristo era un “gurú”, un gran maestro y hombre santo que enseñaba el camino, pero que de ninguna manera es Él mismo el camino, que de ninguna manera la salvación para el hombre viene por Él, que de ninguna manera es Él el Salvador del mundo, cuando lo que Cristo dijo es algo total y radicalmente opuesto: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí» (Jn 14,6).




Frente a semejantes doctrinas quienes veneramos la Cruz hacemos de ella la “señal de salvación” por excelencia, y afirmamos que por ella hemos sido salvados, ciertamente no por la materialidad de la Cruz que veneramos, sino porque en ella Cristo, “Salvador de todos” (Sab 16,6-7), nos ha redimido y rescatado.




Para el creyente la Cruz es tan importante que no temerá llevarla consigo como expresión de su identidad más profunda, como símbolo de su compromiso con Cristo, como un medio para dar testimonio del Señor a los demás, aunque en el mundo en el que vivimos sea cada vez más frecuente experimentar el rechazo e intolerancia por algo tan sencillo como llevar una cruz al pecho como símbolo de compromiso cristiano.


¿Llevo yo una cruz al pecho, o en la solapa del saco, o de algún otro modo visible, como distintivo de nuestra condición de creyentes? Muchos no lo hacen por vergüenza, por temor a llamar la atención o por temor de atraer las burlas de los demás, o quizá hasta por haber sido agredidos o presionados. El 2007 en una escuela secundaria en Inglaterra se amenazó a una alumna de 13 años de edad con la expulsión si insistía en lucir un pequeño crucifijo de plata que como símbolo de su fe llevaba en una cadena colgada de su cuello. Ella reaccionó con firmeza: “Estoy decidida a lucir el crucifijo sin importar las consecuencias, aunque sea suspendida o expulsada”. Un año antes la aerolínea British Airways prohibió a una de sus trabajadoras lucir una cadena con un crucifijo siendo sancionada cuando se negó a quitárselo. “No voy a ocultar mi creencia en Jesús… La cruz es muy importante y la verdad debe ser mostrada. Es importante usarla y expresar mi fe para que las personas sepan que Jesús las ama”. Esa fue su valiente respuesta. Casos como estos son cada vez más frecuentes. Ciertamente hay que estar muy convencidos y ser muy valientes en el mundo de hoy para llevar de modo visible una cruz, aunque sea pequeñita, como símbolo de nuestra fe en el Señor.




Así pues, con ocasión de la fiesta de la exaltación de la Santa Cruz acaso conviene preguntarme: ¿Expreso con una cruz mi pertenencia a Cristo, mi fe en Él como mi Salvador? ¿Tengo yo el símbolo de la cruz en la cabecera de mi cama, en mi cuarto, en mi casa? ¿O he desterrado yo la cruz de mi vista?




¡Qué importante es mantener la tradición de tener un crucifijo siempre a la vista, en casa, en mi cuarto, en la oficina, en mi escritorio, colgada en mi cuello, aunque no sea necesariamente de modo visible. La cruz nos habla mucho y ciertamente no puede convertirse en un adorno más, ¡y menos aún en una especie de amuleto! Su silente mensaje, profundo, intenso, no deja de interpelarnos, no deja de invitarnos a hacer de ella nuestro camino a la gloria, pues, como decía Santa Rosa de Lima, “fuera de la Cruz no hay camino por donde se pueda subir al Cielo.”




He allí la verdadera forma de exaltar la Cruz: no sólo mediante la celebración de una festiva Eucaristía, no sólo mediante la veneración de una cruz en sus múltiples y populares maneras, sino sobre todo en la propia vida, haciendo de la Cruz nuestro camino de conformación con Cristo, de acuerdo a lo que Él mismo nos ha dicho: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt 16,24).




LO QUE DICEN LOS PADRES DE LA IGLESIA




San Agustín: «Así como en otro tiempo quedaban curados del veneno y de la muerte todos los que veían la serpiente levantada en el desierto, así ahora el que se conforma con el modelo de la muerte de Jesucristo por medio de la fe y del Bautismo, se libra también del pecado por la justificación, y de la muerte por la Resurrección».




San Buenaventura: «Y tú, hombre redimido, considera quién, cuál y cuán grande es éste que está pendiente de la Cruz por ti. Su muerte resucita a los muertos. Para que del costado de Cristo dormido en la Cruz se formase la Iglesia y se cumpliese la Escritura que dice: Mirarán a quien traspasaron, uno de los soldados lo hirió con una lanza y le abrió el costado. Y fue permisión de la divina providencia, a fin de que, brotando de la herida sangre y agua, se derramase el precio de nuestra salud, el cual, manando de la fuente arcana del corazón, diese a los sacramentos de la Iglesia la virtud de conferir la vida de la gracia, y fuese para los que viven en Cristo como una copa llenada en la fuente viva, que brota para comunicar vida eterna».




San Andrés de Creta:   «Por la Cruz, cuya fiesta celebramos, fueron expulsadas las tinieblas y devuelta la luz. Celebramos hoy la fiesta de la Cruz y, junto con el Crucificado, nos elevamos hacia lo alto, para, dejando abajo la tierra y el pecado, gozar de los bienes celestiales; tal y tan grande es la posesión de la Cruz. Quien posee la Cruz posee un tesoro. Y, al decir un tesoro, quiero significar con esta expresión a aquel que es, de nombre y de hecho, el más excelente de todos los bienes, en el cual, por el cual y para el cual culmina nuestra salvación y se nos restituye a nuestro estado de justicia original.




»Porque, sin la Cruz, Cristo no hubiera sido crucificado. Sin la Cruz, aquel que es la vida no hubiera sido clavado en el leño. Si no hubiese sido clavado, las fuentes de la inmortalidad no hubiesen manado de su costado la sangre y el agua que purifican el mundo, no hubiese sido rasgado el documento en que constaba la deuda contraída por nuestros pecados, no hubiéramos sido declarados libres, no disfrutaríamos del árbol de la vida, el paraíso continuaría cerrado. Sin la Cruz, no hubiera sido derrotada la muerte, ni despojado el lugar de los muertos.


»Por esto, la Cruz es cosa grande y preciosa. Grande, porque ella es el origen de innumerables bienes, tanto más numerosos, cuanto que los milagros y sufrimientos de Cristo juegan un papel decisivo en su obra de salvación. Preciosa, porque la Cruz significa a la vez el sufrimiento y el trofeo del mismo Dios: el sufrimiento, porque en ella sufrió una muerte voluntaria; el trofeo, porque en ella quedó herido de muerte el demonio y, con él, fue vencida la muerte. En la Cruz fueron demolidas las puertas de la región de los muertos, y la Cruz se convirtió en salvación universal para todo el mundo.


»La Cruz es llamada también gloria y exaltación de Cristo. Ella es el cáliz rebosante, del que nos habla el salmo, y la culminación de todos los tormentos que padeció Cristo por nosotros. El mismo Cristo nos enseña que la Cruz es su gloria, cuando dice: Ahora es glorificado el Hijo del hombre, y Dios es glorificado en él, y pronto lo glorificará. Y también: Padre, glorifícame con la gloria que yo tenía cerca de ti, antes que el mundo existiese. Y asimismo dice: «Padre, glorifica tu nombre». Entonces vino una voz del cielo: «Lo he glorificado y volveré a glorificarlo», palabras que se referían a la gloria que había de conseguir en la Cruz.




»También nos enseña Cristo que la Cruz es su exaltación, cuando dice: Cuando yo sea elevado sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí. Está claro, pues, que la Cruz es la gloria y exaltación de Cristo.»


EN EL CATECISMO DE LA IGLESIA:


Cristo, el que “bajó del Cielo”


461: Volviendo a tomar la frase de S. Juan («El Verbo se encarnó: Jn 1, 14), la Iglesia llama «Encarnación» al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación. En un himno citado por S. Pablo, la Iglesia canta el misterio de la Encarnación:




Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la muerte y muerte de Cruz (Flp 2,5-8).

463: La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana: «Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido en carne, es de Dios» (1Jn 4,2). Ésa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos cuando canta «el gran misterio de la piedad»: «Él ha sido manifestado en la carne» (1Tim 3,16).


Cristo es verdadero Dios y verdadero hombre


464: El acontecimiento único y totalmente singular de la Encarnación del Hijo de Dios no significa que Jesucristo sea en parte Dios y en parte hombre, ni que sea el resultado de una mezcla confusa entre lo divino y lo humano. Él se hizo verdaderamente hombre sin dejar de ser verdaderamente Dios. Jesucristo es verdadero Dios y verdadero hombre. La Iglesia debió defender y aclarar esta verdad de fe durante los primeros siglos frente a unas herejías que la falseaban.


469: La Iglesia confiesa así que Jesús es inseparablemente verdadero Dios y verdadero hombre. Él es verdaderamente el Hijo de Dios que se ha hecho hombre, nuestro hermano, y eso sin dejar de ser Dios, nuestro Señor:




«Id quod fuit remansit et quod non fuit assumpsit» («Sin dejar de ser lo que era ha asumido lo no era»), canta la liturgia romana. Y la liturgia de S. Juan Crisóstomo proclama y canta: «¡Oh Hijo unigénito y Verbo de Dios! Tú que eres inmortal, te dignaste, para salvarnos, tomar carne de la Santa Madre de Dios y siempre Virgen María. Tú, Cristo Dios, sin sufrir cambio te hiciste hombre y, en la Cruz, con tu muerte venciste la muerte. Tú, Uno de la Santísima Trinidad, glorificado con el Padre y el Espíritu Santo, ¡sálvanos!».


En la Cruz, Jesús consuma su sacrificio


616: El «amor hasta el extremo» (Jn 13,1) es el que confiere su valor de redención y de reparación, de expiación y de satisfacción al sacrificio de Cristo. Nos ha conocido y amado a todos en la ofrenda de su vida. «El amor de Cristo nos apremia al pensar que, si uno murió por todos, todos por tanto murieron» (2 Cor 5,14). Ningún hombre aunque fuese el más santo estaba en condiciones de tomar sobre sí los pecados de todos los hombres y ofrecerse en sacrificio por todos. La existencia en Cristo de la persona divina del Hijo, que al mismo tiempo sobrepasa y abraza a todas las personas humanas, y que le constituye Cabeza de toda la humanidad, hace posible su sacrificio redentor por todos.




617: «Sua sanctissima passione in ligno crucis nobis justificationem meruit» («Por su sacratísima pasión en el madero de la Cruz nos mereció la justificación»), enseña el Concilio de Trento subrayando el carácter único del sacrificio de Cristo como «causa de salvación eterna» (Heb 5,9). Y la Iglesia venera la Cruz cantando: «O crux, ave, spes unica» («Salve, oh Cruz, única esperanza»).


Mirarán al que traspasaron




1432: El corazón del hombre es rudo y endurecido. Es preciso que Dios dé al hombre un corazón nuevo. La conversión es primeramente una obra de la gracia de Dios que hace volver a Él nuestros corazones: «Conviértenos, Señor, y nos convertiremos» (Lam 5,21). Dios es quien nos da la fuerza para comenzar de nuevo. Al descubrir la grandeza del amor de Dios, nuestro corazón se estremece ante el horror y el peso del pecado y comienza a temer ofender a Dios por el pecado y verse separado de Él. El corazón humano se convierte mirando al que nuestros pecados traspasaron.


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Meditaciones de San José María Escrivá:


1. " Hay en el ambiente una especie de miedo a la Cruz, a la Cruz del Señor. Y es que han empezado a llamar cruces a todas las cosas desagradables que suceden en la vida, y no saben llevarlas con sentido de hijos de Dios, con visión sobrenatural. Hasta quitan las cruces que plantaron nuestros abuelos en los caminos...!


        En la Pasión, la Cruz dejó de ser símbolo de castigo para convertirse en señal de victoria. La Cruz es el emblema del Redentor: in quo est salus, vita et resurrectio nostra: allí está nuestra salud, nuestra vida y nuestra resurrección. "



2.    En la oscura soledad de la Pasión, Nuestra Señora ofrece a su Hijo un bálsamo de ternura, de unión, de fidelidad; un sí a la voluntad divina.   De la mano de María, tú y yo queremos también consolar a Jesús, aceptando siempre y en todo la Voluntad de su Padre, de nuestro Padre.
       Sólo así gustaremos de la dulzura de la Cruz de Cristo, y la abrazaremos con la fuerza del amor, llevándola en triunfo por todos los caminos de la tierra.


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Para culminar éstos apuntes, aquí tenemos la meditación de su Santidad el Papa Benedicto XVI, sobre la noche del sábado santo:



"De este modo, el sábado santo puede mostrarnos un aspecto de la piedad cristiana que, al correr de los siglos, quizá haya ido perdiendo fuerza. Cuando oramos mirando al crucifijo, vemos en él la mayoría de las veces una referencia a la pasión histórica del Señor sobre el Gólgota. Pero el origen de la devoción a la cruz es distinto: los cristianos oraban vueltos hacia oriente, indicando su esperanza de que Cristo, sol verdadero, aparecería sobre la historia; es decir, expresando su fe en la vuelta del Señor. La cruz está estrechamente ligada, al principio, con esta orientación de la oración, representa la insignia que será entregada al rey cuando llegue; en el crucifijo alcanza su punto culminante la oración.

Así, pues, para la cristiandad primitiva la cruz era, ante todo, signo de esperanza, no tanto vuelta al pasado cuanto proyección hacia el Señor que viene. Con la evolución posterior se hizo bastante necesario volver la mirada, cada vez con más fuerza, hacia el hecho: ante todas las volatilizaciones de lo espiritual, ante el camino extraño de la encarnación de Dios, había que defender la prodigalidad impresionante de su amor, que por el bien de unas pobres criaturas se había hecho hombre, y qué hombre. Había que defender la santa locura del amor de Dios, que no pronunció una palabra poderosa, sino que eligió el camino de la debilidad, a fin de confundir nuestros sueños de grandeza y aniquilarlos desde dentro.

¿Pero no hemos olvidado quizás demasiado la relación entre cruz y esperanza, la unidad entre la orientación de la cruz y el oriente, entre el pasado y el futuro? El espíritu de esperanza que respiran las oraciones del sábado santo deberían penetrar de nuevo todo nuestro cristianismo. El cristianismo no es una pura religión del pasado, sino también del futuro; su fe es, al mismo tiempo, esperanza, porque Cristo no es solamente el muerto y resucitado, sino también el que ha de venir.
Señor, haz que este misterio de esperanza brille en nuestros corazones, haznos conocer la luz que brota de tu cruz, haz que como cristianos marchemos hacia el futuro, al encuentro del día en que aparezcas.




Oración

Señor Jesucristo, has hecho brillar tu luz en las tinieblas de la muerte, la fuerza protectora de tu amor habita en el abismo de la más profunda soledad; en medio de tu ocultamiento podemos cantar el aleluya de los redimidos.
Concédenos la humilde sencillez de la fe que no se desconcierta cuando tú nos llamas a la hora de las tinieblas y del abandono, cuando todo parece inconsistente. En esta época en que tus cosas parecen estar librando una batalla mortal, concédenos luz suficiente para no perderte; luz suficiente para poder iluminar a los otros que también lo necesitan.
Haz que el misterio de tu alegría pascual resplandezca en nuestros días como el alba, haz que seamos realmente hombres pascuales en medio del sábado santo de la historia.
Haz que a través de los días luminosos y oscuros de nuestro tiempo nos pongamos alegremente en camino hacia tu gloria futura.
Amén. "
 
 
 

Bibliografía: Catecismo de la Iglesia Católica, Aciprensa, Corazones.org, Multimedios.org, Wikipedia.

ACI Prensa :: Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

ACI Prensa :: Fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz

jueves, 8 de julio de 2010

El Escapulario del Carmen.


El escapulario del Carmen y otros escapularios


205. En la historia de la piedad mariana aparece la "devoción" a diversos escapularios, entre los que destaca el de la Virgen del Carmen. Su difusión es verdaderamente universal y sin duda se le aplican las palabras conciliares sobre las prácticas y ejercicios de piedad "recomendados a lo largo de los siglos por el Magisterio".

El escapulario del Carmen es una forma reducida del hábito religioso de la Orden de Hermanos de la bienaventurada Virgen del Monte Carmelo: se ha convertido en una devoción muy extendida e incluso más allá de la vinculación a la vida y espiritualidad de la familia carmelitana, el escapulario conserva una especie de sintonía con la misma.

El escapulario es un signo exterior de la relación especial, filial y confiada, que se establece entre la Virgen, Reina y Madre del Carmelo, y los devotos que se confían a ella con total entrega y recurren con toda confianza a su intercesión maternal; recuerda la primacía de la vida espiritual y la necesidad de la oración.

El escapulario se impone con un rito particular de la Iglesia, en el que se declara que "recuerda el propósito bautismal de revestirse de Cristo, con la ayuda de la Virgen Madre, solícita de nuestra conformación con el Verbo hecho hombre, para alabanza de la Trinidad, para que llevando el vestido nupcial, lleguemos a la patria del cielo".

La imposición del escapulario del Carmen, como la de otros escapularios, "se debe reconducir a la seriedad de sus orígenes: no debe ser un acto más o menos improvisado, sino el momento final de una cuidadosa preparación, en la que el fiel se hace consciente de la naturaleza y de los objetivos de la asociación a la que se adhiere y de los compromisos de vida que asume".

Fuente:
Congregación para el culto divino y la disciplina de los Sacramentos.
Directorio de la Piedad Popular y la Liturgia.
www.vatican.va.

viernes, 11 de junio de 2010

EL SENTIDO DE LA CONSAGRACION AL CORAZON DE MARIA

"15.Sentido de la consagración al Corazón de María -
¿No es lo que intuía obscuramente San Juan Damasceno? No solamente el gran predicador mariano no dejó nunca de hablar de la Madre del Verbo encarnado (“qué ofrecer a la Madre de la Palabra, si no nuestra palabra”), sino sacaba de su propia experiencia mística mariana una voluntad cada vez más mayor de consagración a la Inmaculada. ¿Qué hay más suave que la Madre de mi Dios? Ella cautivó mi espíritu, reina sobre mi lengua, día y noche tengo presente su imagen. Ella, la Madre de la Palabra, me da de qué hablar” El antiguo funcionario del califato convertido en monje a los cincuenta años de edad lo sabía por experiencia personal: “si evitamos con coraje nuestros vicios pasados, si amamos con todo nuestro ardor las virtudes, ella (María) multiplicará sus visitas cerca de sus propios servidores, seguidas de todo el conjunto de bienes; y traerá consigo a Cristo, su Hijo, Rey y Señor universal, que habitará en nuestros corazones”. Si queremos ayudar a probar la suavidad de María a todos los cristianos, presente día y noche en sus espíritus; si deseamos que cautive sus espíritus y reine sobre sus lenguas para que, por ella, reciban las visitas de Cristo, renovemos nuestra consagración al Corazón de María, corazón inmaculado de la Iglesia inmaculada, Corazón virginal, nupcial y maternal de la Iglesia virgen, esposa y madre, Corazón pre-redimido para ser el único corredentor de la Iglesia, esposa del Cordero “Pantocrator”, corazón triunfante de la Iglesia peregrinante, de la cual María es Madre, Reina y Servidora. Inspirémonos en el ejemplo de las palabras de San Juan Damasceno, autor de una de las primeras consagraciones a María: “Oh Soberana, Madre de Dios y Virgen, unimos nuestras almas a la esperanza de que eres, para nosotros, como un ancla absolutamente firme e irrompible; te consagramos nuestro espíritu, nuestra alma, nuestro cuerpo, cada uno en toda su persona; queremos honrarte con salmos, himnos, cánticos inspirados (cf Ef 5, 19; Col 3, 16) tanto como esté en nosotros; porque rendirte honores según tu dignidad sobrepasa nuestras fuerzas. Si es cierto según la palabra sagrada, que el honor rendido a otros servidores es una prueba de amor hacia el Maestro común, el honor que se rinde a ti ¿puede ser ignorado? ¿No hay que buscarlo con celo? ¿No es preferible inclusive al aliento vital, y no da éste la vida? De esta manera indicamos mejor nuestra unión a nuestra propio Maestro. ¿Qué digo? Basta, en realidad, a aquellos que guardan piadosamente tu memoria tener el don inestimable de tu recuerdo; se vuelve la plenitud de la dicha imperecedera. ¿De qué alegría, de qué bienes no estará lleno aquel que ha hecho de su espíritu “la secreta morada de tu santísimo recuerdo? En su homilía, en Fátima, el 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II analiza la noción de consagración al Corazón de María: “El Corazón de María fue abierto por el mismo amor hacia el hombre y al mundo con el que Cristo amó al hombre y al mundo, ofreciéndose por ellos en la Cruz, hasta ser traspasado por la lanza del soldado. Consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María significa el hecho de acercarnos, a través de la intercesión de la Madre, a la misma fuente de vida que brota sobre el Gólgota. Esta fuente fluye de forma ininterrumpida con la Redención y la gracia. Consagrar el mundo al Corazón Inmaculado de María significa un regreso a la Cruz de su Hijo. Más todavía: quiere decir consagrar este mundo al Corazón traspasado del Salvador, haciéndolo regresar a la fuente misma de la Redención. La Redención es siempre más grande que el pecado del mundo (...) El Corazón de María está consciente de esto más que cualquier otro, visible o invisible (...). Consagrarse a María significa dejarse ayudar por ella y ofrecernos, nosotros mismos y la humanidad, a Aquel que es Santo, infinitamente Santo; (...) la Madre de Cristo nos invita a unirnos a la Iglesia del Dios vivo en esta consagración del mundo, a esta ofrenda del mundo”. El punto de este texto es perfectamente claro: el Papa quiere alentar una consagración cristocéntrica al Corazón de María, nos invita a unir nuestra consagración a la Madre de Cristo, aquella mediante la cual ella misma se entrega al amor que el Corazón de su único Hijo ofrece a todo el género humano. Semejante orientación está en perfecta armonía, no solamente con la visión cristocéntrica de la devoción mariana que nos sugiere el segundo Concilio Vaticano, sino, además, con la preocupación de hacerse conocer y amar que manifiesta el Corazón de Jesús crucificado en sus últimas palabras, que se hace eco en el prefacio de la misa votiva de la “recomendación a la Virgen María”: “Sobre la Cruz, como su testamento, Cristo nuestro Señor estableció entre su madre y sus discípulos un nexo de amor muy estrecho: Les entrega por madre a su propia Madre y los discípulos la reciben como preciosa herencia de su Maestro” Semejante recomendación significa que, en nuestro regreso a Jesús, María es el camino hacia Aquél que es Verdad y Vida."

FUENTE: Aciprensa
"El Corazon de Maria es el corazón de la Iglesia.
Bertrand de Margerie, S.J.
Intento de Síntesis Teológica
Traducción de José Gálvez Krüger

sábado, 5 de junio de 2010

EUCARISTIA Y CONVERSION

Primer Congreso Eucarístico de Maracaibo.
Segunda Ponencia.
"EUCARISTIA Y CONVERSION"
Exmo. Card. Bernard Francis Law,
Arcipreste de la Basílica Santa María la Mayor, Roma.
Fecha: Viernes, 25 de julio de 1997.


Fragmentos de la ponencia:

" La Nueva Evangelización que el Santo Padre urge a la Iglesia comienza en los corazones individuales de los creyentes. No podemos evangelizar a otros si nosotros mismos no estamos abiertos a la evangelización.

Cuando estamos abiertos a la evangelización entonces estamos abiertos a la conversión, porque evangelización y conversión significan lo mismo en nuestras vidas. Y si estamos abiertos a la conversión, entonces comprenderemos que nuestra vocación es ser santos.

Amados míos hay algunas tensiones en el iglesia contemporánea. Las hay en mi país y lo mismo, quizás, en vuestra nación, alguna que otra vez. A veces aparecen tensiones entre el magisterio y aquellos que están comprometidos ejercitarlo en la Iglesia y los teólogos.

Puede haber diferencia en como llevar a cabo el compromiso de la Iglesia de servicio a los pobres y de crear aquí una sociedad más justa.

Pueden surgir tensiones en los que se refieren a cómo la Iglesia ha de hacerse presente más eficazmente a todos aquellos que están marginados en la sociedad debido a la pobreza, falta de educación, el status que la sociedad les asigna como mujeres.

Mientras buscamos ser una comunidad de fe en servicio a la comunidad más amplia en esta búsqueda por la paz y justicia, nosotros serviremos eficazmente cuando más interiormente la llamada a la santidad.
Cuanto más luchemos por la santidad de nuestras vidas y todos juntos con una comunión de fe, esperanza y caridad.

Al testimoniar el amor de Cristo dentro de nosotros entonces estamos dando testimonio del hecho que el es el único y que no hay otro por el que nos venga la salvación; de esta manera damos testimonio del hecho que Él y el Padre son uno.

El maestro está aquí, el maestro está aquí y nos llama en Eucaristía, sobre todo nos llama en Eucaristía.

La Eucaristía es la fuente y la cumbre de la vida de la Iglesia.

La Eucaristía no debe estar aislada de todo aquello que la Iglesia ha sido llamada sino que más bien todo lo que somos como creyentes individuales y como Iglesia ha de ser visto en relación con la Eucaristía.
Cuando pensamos en la Eucaristía las palabra de San Pablo deben grabarse en nuestros corazones: " Cada vez... que coméis este pan y bebéis de esta copa, proclamáis la muerte del Señor hasta que vuelva. " (1 Cor 11,26) el Señor Jesús nos llama en la Eucaristía, en su sacrificio redentor, en su última manifestación del amor y misericordia del Padre y el dice: "venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados y yo os aliviaré."

El nos renueva en su presencia. Está presente bajo la apariencia del pan y el vino. Está presente en nosotros. No es de extrañar que los Santos hayan crecido en cercanía a Dios cuando dejaron brotar fuera de sus corazones todo su amor al Señor presente en el sacramento bendito.

Hace unos meses el rector del seminario de la Archidiócesis de Boston me habló de un descubrimiento interesante que había hecho. Repasando el historial de todos los seminaristas de la diócesis encontró que un factor que aparecía con frecuencia era la relación con la parroquia en la que había períodos de adoración al Santísimo Sacramento. Es muy importante que leamos los signos de los tiempos. Uno de los signos de los tiempos en mi país, y quizás en el vuestro, es el redescubrimiento de la rica devoción de adorar al Señor en el Santísimo Sacramento.

Me dirijo a mis hermanos obispos y sacerdotes, me dirijo a todos ustedes mis amados en el Señor, y les urjo a que escuchen al Señor que les llama en el Santísimo Sacramento, que les llama desde el Sagrario.
Vengan, vengan y dediquen unos momentos de oración con él.

En el contexto y íntimo de la oración privada ante la Eucaristía, escuchen cómo les hice venir a mí todos los que están cansados agobiados que yo les aliviaré.

 El Señor nos llama en cada celebración de la Eucaristía. Nos invita en cada misa a que purifiquemos nuestras mentes y nuestros corazones en la confesión del pecado, abrir nuestros corazones para recibir su palabra, a ofrecernos en unión con el prefecto sacrificio que el hace de sí mismo el Padre, y finalmente el nos invita a comulgar con él y en él ser más plenamente unos en servidores a los otros y a todo el mundo en amor. Nuestra conversión encuentra su máxima expresión en la Eucaristía.

Volvernos a El es vivir su vida ofrecida en el pan y en el cáliz que su cuerpo y sangre, alma y divinidad. La llamada a la conversión no es simplemente la llamada a cambiar la vida personal de uno. Es una llamada de compromiso a traer a otros a la conversión.

La iglesia es esencialmente misionera y cada uno de nosotros ha de participar en la vocación misionera.

Hace 500 años hubo misioneros en una tierra lejana y viajaron a lo que Hoy es Venezuela. Nosotros somos herederos de su generosa respuesta a la llamada a aquélla. Hoy, tú y yo debemos escuchar aquella llamada y aplicar a los que están inmediatos a nuestro lado y a los que viven en todo el mundo. De modo especial somos responsables de aquellos católicos que no participan activamente de la vida de la Iglesia. Algunos de ellos han dejado la Iglesia porque no experimentaron dentro de nuestra comunión de fe la riqueza presente en ella. Por ejemplo, ¿cuántos hay que no llegan a comprende que la Biblia es el libro de la Iglesia? Para comprender en plenitud las sagradas escrituras es necesario acercarnos a la palabra de Dios en aquella fe plena de la Iglesia católica.

Hemos de leer la palabra de Dios a la luz de la fe de la Iglesia. Esta verdad es muy poco conocida en nuestros días. Es un escándalo que los católicos en tantos casos ignoren la palabra de Dios. La conversión de San Agustín se produjo cuando respondió las palabras: "toma el libro y lee, toma el libro y lee". Palabras que también debemos escuchar nosotros.

Escuchar al Señor que nos llama en la sagrada escritura. Debemos incorporar la palabra de Dios entendida en la Fe de la Iglesia dentro de la fibra más íntima de nuestra existencia. Martha susurró a su hermana María y no susurra nosotros "el maestro está aquí y te llama...” Tan pronto como María oyó estas palabras se levantó y se fue hacia Él, Que Dios nos conceda la gracia de hacer lo mismo. Que vamos a Él. "

EUCARISTIA SACRAMENTO DE COMUNION

Primer congreso eucarístico de Maracaibo
Tercera ponencia “Eucaristía Sacramento de Comunión”
 + Exmo. Card. Lucas Moreira Neves.
Arzobispo de Salvador de Bahía, Brasil.
Fecha: Viernes, 25 de julio de 1997.


Fragmentos de la ponencia:
"Esencia e importancia de la comunión. Bastaría una mirada a una concordancia bíblica o aun programa bíblico en la computadora para descubrir la esencia y la extrema importancia del concepto de comunión en la Sagrada Escritura, tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento, y en la revelación que Dios hace de sí mismo a la humanidad.
Hablemos, en primer lugar, del Antiguo Testamento. De la primera a la última página, la realidad de la comunión, bajo este vocablo o vocablos semejantes y expresiones a fines está presente, y es, sin duda, una de las más importantes claves de lectura de toda la Historia de la Salvación.
En este sentido, comunión y alianza son conceptos íntimamente relacionados entre sí y, a veces, desde una perspectiva, casi se identifican. La fuerza expresiva del concepto de comunión y, enriquecido por el de alianza aparece tanto más prevalente y determinante en el Antiguo Testamento. Cuando más se alternan, respecto a él, el Si y el No, es decir, la propuesta reiterada de Dios, y el rechazo hasta la negación del hombre (individuo, grupo o pueblo); la fidelidad de Dios y la infidelidad del hombre.
Algunos ejemplos ilustran esta observación de carácter hermenéutico, o sea, de interpretación de la escritura: - Dios crea al hombre en íntima y profunda comunión con Él, (basta el punto de haberlo hecho a " imagen y semejanza suya ", y de darle una vida que es presencia y acción de su " soplo " en el barro humano), centella de lo divino en la carne de Adán; pero el hombre hace todo por destrozar la comunión y para producir y acrecentar la fractura (este es el sentido más profundo del pecado).
- Dios crea al hombre y a la mujer, a éste a partir de aquél, al uno para la otra, en perfecta comunión, pero el hombre no tardea en presentar a Dios una familia dividida, en la cual mujer y hombre, alzan el dedo acusador el uno contra el otro y viceversa, en la cual un hermano, por los celos, quita la vida al hermano.
- Dios congrega a los hombres dotados de diferentes capacidades y talento para que, juntos, edifiquen el mundo, un mundo fraterno y acogedor, pero los hombres prefieren dedicarse a construir una torre inútilmente desafiadora ante Dios mismo y se muestran incapaces de hacerse entender al hablar los unos con los otros. Estos y numerosos otros ejemplos se reconocen a largo de toda la Escritura: en la boca de los profetas y poetas de Israel, en página de historia o de crónicas, sentencias y de proverbios, de alegorías o de tradiciones orales… De todos modos, es evidente que la Historia de la Salvación se escribe en filigrana, el ideal de una comunión: comunión de la persona en el seno de un pueblo, y comunión de este pueblo con Dios sobre esto conviene destacar dos cosas:
- La primera es una frase, en apariencia muy sencilla, casi accidental, pero que, en realidad se rebela esencial para la comprensión del Antiguo Testamento: "Ningún otro pueblo tiene a sus dioses tan cercano como el Señor Nuestro Dios, esta cerca de nosotros”.
En la fase quiere afirmar que Israel es, de verdad, un pueblo minúsculo, pobre, amenazado por los grandes y poderosas potencias que los circundan, (Egipto, Siria, Babilonia), y que frecuentemente no dominan y esclavizan, es un "pueblo peculiar " tan sólo por la cercanía de Yahvé.
- La segunda resalta este esta cercanía de Dios, esta comunión, se aduce, muchas veces en la Biblia, con términos nupciales: Yahvé es el novio o el esposo, Israel es la novia o la esposa; no es raro, desgraciadamente que está traicione al esposo, (según la dolorosa experiencia del profeta Óseas), se muestra adúltera y prostituida, infiel, tal prostitución es usada como imagen de la idolatría, o sea, de la ruptura de la alianza y de la comunión; en este contexto también la novia de los cánticos perdió al esposo, pero por lo menos lo anda buscando con ansias por todo el camino, hasta que lo encuentra. Así, en la perspectiva, ya en el Antiguo Testamento, la comunión, fruto de una alianza con Dios, aceptada y vivida, no es sólo una idea sino un ideal; no es una opción entre otras, sino designio y proyecto de Dios para su pueblo;( designio y proyecto que Él quiere ver realizado y sobre el cuál se muestra exigente y celoso).
Y hay que agregar: en la medida exacta en que el pueblo realiza la comunión con Dios, realice también su comunión como pueblo; y a la inversa, rota la comunión con Dios, se resquebraja también, más o menos gravemente y dramáticamente, la comunión interna del pueblo. Los libros de los grandes profetas de Israel están llenos de oráculos exhortaciones o denuncias, promesas o amenazas, lamentaciones o cantos de júbilo, sobre esas verdades que acabo de evocar. El tema de la doble comunión (que en realidad es una sola) con Dios y Dios o por la gracia de Dios es el tema central de la antigua alianza; en Él se unifica todos los otros temas; por ello se puede decir y que es el tema por excelencia, el más importante, el único gran tema del Antiguo Testamento y de toda la divina escritura. Comunión con Cristo y en Cristo. El mismo tema resurge en el Nuevo Testamento. Resurge con nuevas y originales dimensiones, con nuevas y apropiadas dimensiones, con nuevas y apropiadas resonancias, porque Nueva es también la Alianza en Jesucristo el Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre. Ya a partir de las primeras páginas del Nuevo Testamento, y a lo largo de todos sus libros, aparece y se desarrolla el concepto, expresado con dos palabras estrechamente conexas: unidad y comunión (Koinonía).
Sería imposible discurrir exhaustivamente sobre este tema en el marco de una ponencia como esta. Podemos, en un esfuerzo de síntesis, destacar algunos aspectos que, de algún modo, asuman e integren los otros. He aquí estos aspectos:
1) Los Evangelios (sería más exacto decir el evangelio cuadriforme) ponen en evidencia, de modos muy diversos, que Jesús de Nazaret, con mucha más profundidad de la que anunciaban los profetas, que es el Logos "en el principio estaba junto a Dios y era Dios"; y por consiguiente, alguien que vino de Dios, a Dios conduce y a Dios vuelve. Su Vida es una perfecta e indivisible comunión con el Padre: comunión en la oración y en la adoración, señalada por los evangelistas, sobre todo por Lucas. Nadie va al Padre si no es por mí. Él y el Padre son uno y quienes lo escuchan, escuchan al Padre. En ningún momento de su existencia el se separa o aleja del Padre. Su comunión con el Padre es tal que el puede afirmar “quienes me ven, ven al Padre " y " El Padre y Yo somos una sola cosa ".
2) Jesús de Nazaret mantiene una profunda comunión con su pueblo. Como solía decir el notable exegeta Maríe Joseph Lagrange, O.P: Jesús no se hizo hombre, se hizo un hombre; se situó en la historia, y, para empezar, se hizo parte de un pueblo. El vino a unirse a este pueblo, congregándolo en la unidad. Palabras muy fuertes del nuevo testamento afirman que la misión de Jesús, fue ante todo, la de hacer la comunión de su pueblo:
- Al inicio del evangelio de Lucas se dice que el vino a reunirse a los que estaban distantes.
- En el evangelio de Juan, comentando la palabra de Anás: " es necesario que uno muera por toda la gente”. El evangelista comenta que, por ser el Sumo Sacerdote aquel año, Anás estaba profetizando, pues en verdad dice Juan Jesús debía morir para traer a la unidad ( a la comunión) a los hijos de Israel que estaban dispersos.
- El mismo Jesús, en el evangelio de Juan, durante la última cena confía a los apóstoles su testamento de la unidad y desvela que Él quiere que estos sean uno como Él y el Padre lo son.
- San Pablo enseña, en varias ocasiones, que Cristo, por su Cruz reconcilió a los hombres con el Padre y restableció la comunión entre los que estaban cerca y los que estaban lejos.

Un exegeta protestante suizo me hizo a comprender como Jesús reunió a sus apóstoles, hombres muy diferentes entre sí- basta ver a Judas Iscariote y Simón el Celote- (=antirromano) y a Mateo, Pedro y Juan-, en su persona y en acto de devoción y amor a Él: El creo lo comunión entre los apóstoles con miras a la comunión entre los hombres.

- En Jesús y por Jesús sus discípulos se unen en comunión, aunque esto requiere siempre reconciliación. La iglesia misterio de comunión. De ahí sacamos una conclusión respecto a la iglesia; conclusión en dos niveles: 1) la iglesia es, en su misterio de esencial, una comunión. El concilio Vaticano II, ya en las primeras líneas de la Lumen Gentium, toma clara posición: mientras los tratados de eclesiología definen la iglesia como "societas perfecta" y insistían en demostrar que la iglesia se entiende a partir de una comparación con las sociedades "naturales" (grupos, ciudades, naciones) la LG innova al definir (o describir) a la misma Iglesia como comunión en la Fe y el amor, de todos aquellos que se adhieren a Jesús y lo siguen. De esta visión del Vaticano II nació a la obra maestra del Padre (después Cardenal) Jerome Hamer, O.P. "L Eglise est une comunion".
Esa definición cambia toda la noción teológica de la iglesia. Es una " revolución copernica" en la visión de la iglesia. - pero hay algo más en la Lumen Gentium: esta iglesia- comunión es, por definición " Sacramento ", o sea señal e instrumento eficaz de unidad (podemos decir en la comunión) en y para la humanidad o sociedad humana. La Eucaristía y comunión.
Ahora bien- y lleguemos a la conclusión de esta conversación-, en una iglesia que es toda ella, en la riqueza de sus componentes, sacramento de unidad, hay un Sacramento que es de tal modo principio de comunión que se llama " Sacramento de comunión”.
Aquí cabe destacar los dos aspectos fundamentales: 1) la Eucaristía tiene la comunión en lo íntimo de la iglesia. Para eso es importante, que, ante ella, no subsistan ya diferencias de sexo, de color, de cultura, de escoger u otra cualquiera.
Conocí hace muchos años a un " Jocista" (JOC) que me decía: "si en la iglesia yo veo que en la fila de la comunión ésta mi patrón, yo me retiro y me voy, porque no puedo comulgar donde comulga aquel que me oprime”. Me esforcé, pero no se si logre convencerlo de que, de cara a la Eucaristía, no soy yo quien juzgo a mi hermano. Lo que importaba es que el y yo nos dejemos juzgar por la Eucaristía " Sacramento de conversión”. Ante este Sacramento, nadie es más sabio, más rico o más poderoso: sólo todos iguales y, por eso, todos hermanos.

2) Alexis Carrel, medico de Lourdes, escribió una vez "La adoración no cambia las cosas, pero me cambia a mi; y yo, cambiando, a lo mejor puedo cambiar las cosas (el mundo). Quisiera aplicar esto a la eucaristía diciendo: La Eucaristía no crea comunión en el mundo y la humanidad (sobre todo en los que no la reciben), pero crea comunión en la iglesia, la cual se vuelve sacramento de comunión..."

EUCARISTÍA SACRAMENTO DE COMUNION

Primer congreso eucarístico de Maracaibo
Tercera ponencia “Eucaristía Sacramento de Comunión”
+ Exmo. Card. Lucas Moreira Neves. Arzobispo de Salvador de Bahía, Brasil.
Fecha: Viernes, 25 de julio de 1997.

Fragmentos de la ponencia:
(...) "La iglesia misterio de comunión. De ahí sacamos una conclusión respecto a la iglesia; conclusión en dos niveles: 1) la iglesia es, en su misterio de esencial, una comunión. El concilio Vaticano II, ya en las primeras líneas de la Lumen Gentium, toma clara posición: mientras los tratados de eclesiología definen la iglesia como "societas perfecta" y insistían en demostrar que la iglesia se entiende a partir de una comparación con las sociedades "naturales" (grupos, ciudades, naciones) la LG innova al definir (o describir) a la misma Iglesia como comunión en la Fe y el amor, de todos aquellos que se adhieren a Jesús y lo siguen. De esta visión del Vaticano II nació a la obra maestra del Padre (después Cardenal) Jerome Hamer, O.P. "L Eglise est une comunion". Esa definición cambia toda la noción teológica de la iglesia. Es una " revolución copernica" en la visión de la iglesia. - pero hay algo más en la Lumen Gentium: esta iglesia- comunión es, por definición " Sacramento ", o sea señal e instrumento eficaz de unidad (podemos decir en la comunión) en y para la humanidad o sociedad humana. La Eucaristía y comunión. Ahora bien- y lleguemos a la conclusión de esta conversación-, en una iglesia que es toda ella, en la riqueza de sus componentes, sacramento de unidad, hay un Sacramento que es de tal modo principio de comunión que se llama " Sacramento de comunión”. Aquí cabe destacar los dos aspectos fundamentales: 1) la Eucaristía tiene la comunión en lo íntimo de la iglesia. Para eso es importante, que, ante ella, no subsistan ya diferencias de sexo, de color, de cultura, de escoger u otra cualquiera. Conocí hace muchos años a un " Jocista" (JOC) que me decía: "si en la iglesia yo veo que en la fila de la comunión ésta mi patrón, yo me retiro y me voy, porque no puedo comulgar donde comulga aquel que me oprime”. Me esforcé, pero no se si logre convencerlo de que, de cara a la Eucaristía, no soy yo quien juzgo a mi hermano. Lo que importaba es que el y yo nos dejemos juzgar por la Eucaristía " Sacramento de conversión”. Ante este Sacramento, nadie es más sabio, más rico o más poderoso: sólo todos iguales y, por eso, todos hermanos. 2) Alexis Carrel, medico de Lourdes, escribió una vez "La adoración no cambia las cosas, pero me cambia a mi; y yo, cambiando, a lo mejor puedo cambiar las cosas (el mundo). Quisiera aplicar esto a la eucaristía diciendo: La Eucaristía no crea comunión en el mundo y la humanidad (sobre todo en los que no la reciben), pero crea comunión en la iglesia, la cual se vuelve sacramento de comunión; ojala a la iglesia- comunión tenga fuerza para introducir comunión en el mundo y en la humanidad.

LA EUCARISTIA, FUENTE Y CULMEN DE LA VIDA CRISTIANA

Fragmentos de la Ponencia del Cardenal Oscar Andrés Rodríguez Madariaga. V Arzobispo de Tegucigalpa y Presidente del CELAM. Fecha: jueves, 24 de julio de 1997. En el Primer Congreso Eucarístico de Maracaibo (Venezuela). La Eucaristía como fuente de la vida cristiana: “es fundamentalmente evangelizadora y a su vez se convierte en culmen de la libertad, siendo, por tanto, fuente de la liberación integral…” Monseñor Oscar Rodríguez Madariaga nos dice que como culmen de la vida cristiana personal, cada uno de nosotros tiene una experiencia única, personal e insustituible; que si se mide con plena conciencia y con el máximo fervor en su experiencia plenamente cristofánica y como tal es la más alta culmen para cada uno y que hay que resaltar que esa experiencia es accesible a todo cristiano, desde el niño que tiernamente recibe la primera comunión, hasta el moribundo que se prepara entrar con el viático a la eternidad. Esa experiencia es universal, nos dice Monseñor Rodríguez que a ella puede acceder desde el más linajudo de los nobles, hasta el más pobre de los pobres; desde un científico creyente hasta el más ignorante. Todos sin excepción podemos, si nos preparamos convenientemente, acceder a la comunión eucarística cuya experiencia es personal, insustituible, íntima, profunda, adecuada a cada personalidad y rica en resonancias. Nos dice: “Esta experiencia puede vivirse como culmen de dos formas que mutuamente se complementan: La comunión sacramental y la visita del Santísimo, las cuales pueden prolongarse, si se quiere, mediante la intercesión eucarística permanente de las jaculatorias, hoy en un cierto desuso.” Aspectos que dan sentido a la Eucaristía como culmen de la vida cristiana, explicados por Monseñor Rodríguez Madariaga: La comunión como conciencia de unión personal. Monseñor indica que se puede recibir la Eucaristía fuera de la misa sólo con una causa justa o plausible y el que la pide está pidiendo algo legítimo ya que la Eucaristía es el culmen de su vida cristiana personal. Podríamos comentar que ésta causa justa sería estar enfermo en cama, por ejemplo. La visita al Santísimo: Esta práctica tiene el obstáculo de que los templos tienen que estar cerrados a determinadas horas del día por el inconveniente del peligro de robo y sacrilegio al templo y por la inseguridad personal existente a nivel mundial. Los fieles han abandonado la práctica de la visita aunque pasen frente al templo y éste se encuentre abierto. Este abandono también puede ser consecuencia de que los fieles no conocen el manual de las indulgencias, en la catequesis no se insiste en el valor de la visita al Santísimo Sacramento y no se enseña a los fieles a hacerlas, precisamente porque pocas personas las realizan. Si los católicos no conocemos el valor y la importancia de las visitas a Jesús Eucaristía, cómo podemos enseñar a otros a hacerlas. No se puede dar lo que no se tiene. El que comulga con plena madurez, tomando conciencia de la unión personal con el Señor vive en sí su experiencia única e insustituible e íntima que nadie la puede establecer por él. Comparte Monseñor Rodríguez que la tragedia que tenemos es hacer la comunión algo trivial, es hacerla en forma mecanizada y superficial, sin un discernimiento interior y si tener la más mínima preparación para comulgar. La comunión es para todos nosotros pecadores, miembros del pueblo de Dios; pero eso no significa que vulgaricemos su recepción y la hagamos como un mero acto ritual, similar al de darnos la paz, por ejemplo. “La Eucaristía exige reverencia profunda, intensa, clara. En cambio, no exige acciones espectaculares, ni gestos complicados. La sencillez, el decoro y el respeto son suficientes. El silencio y el canto nos pueden ayudar y deben combinarse con la actitud interior y sobre todo la participación fervorosa” Con la participación plena y conciente, todo el rito eucarístico nos penetra y nos compenetra con el misterio de la comunión. “Excepcionalmente podemos y algunos casos debemos, aceptar el rito de la comunión fuera de la misa, no sólo dentro de una paraliturgia, sino como un acto privado de recepción del Señor, por quien está impedido o con circunstancias que le han impedido asistir al Eucaristía” “Quisiera, por lo tanto hacer una recomendación pastoral: la de revalorar la importancia de la visita al Santísimo como acto personal de Adoración con el Señor y como reconocimiento, en nuestra vida cristiana personal de que la Eucaristía es nuestro culmen. Tenemos que ser creativos e ingeniosos y encontrar fórmulas de construcción o remodelación que nos permita, con todas la seguridades posibles, poder acceder a la posibilidad de realizar la Visita, sobre todo en aquellos templos que durante el día, en nuestras grandes ciudades, tienen gran afluencia de fieles. Asimismo, tenemos que relanzar las antiguas prácticas de la Adoración Perpetua y la adoración nocturna, insistiendo en aspectos que no hemos logrado como la oración infantil y la adoración juvenil. Los grupos de oración y todos los movimientos apostólicos deben revisar su práctica e incluir, en lugar preferentes, esta dimensión de la visita al Santísimo. Si creemos que El está ahí y nos llama, no podemos actuar de otra manera.” Las jaculatorias eucarísticas: “No podemos despreciar la ayuda de estas pequeñas fórmulas, que interiormente, si es el caso, podemos repetir y repetir, avivando en nuestra intimidad la presencia de Cristo en la Eucaristía Es decir: “Bendito, alabado y adorado sea el Santísimo Sacramento del altar” y responder: “bendito y alabado” tiene una densidad y una profundidad mayor que eruditos sermones. Repetir, al momento de la oración post concecratoria de cada una de las dos especies sacramental, la fórmula bíblica del apóstol Santo Tomás: " Señor mío de Dios mío " como suele decirse en el interior del corazón y aún más, puede musitarse, sin que impida después hacer la aclamación litúrgica. La comunión espiritual goza también de indulgencia (Nº 15) y podría ayudar a muchos que canónicamente no pueden recibir el Señor en la Eucaristía. Pongo por ejemplo, a los divorciados, vueltos a casar con matrimonio civil, a conservar su devoción eucarística; enseñándoles a acercarse de ese modo al Señor, sin perder la dimensión eucarística como culmen de su propia vida cristiana. Quiero recordar algunas oraciones Eucarística que tienen también indulgencia y que podemos repetir en cualquier momento, así: " Adoro te devote " en su versión castellana (nº4) “ Alma de Cristo " (no 10) ; el acto de reparación que comienza: “Dulcísimo Jesús” (Nº 26). la oración que transcribe el mismo Concilio y que comienza " Oh sagrado banquete " (No 40) y el "Tantum Ergo" en su versión castellana (no 52). La Eucaristía, la gran experiencia eclesial: La Eucarística no es sólo el culmen de la vida cristiana personal; es y por muchísimas más razones, el culmen de la vida cristiana eclesial, porque toda la actividad de la iglesia gira el alrededor de un profundo reconocimiento de la resurrección de Cristo con sin la cual "vana sería nuestra fe " de acuerdo con San Pablo y ese reconocimiento se corporaliza o se concretiza en la presencia de Cristo en la Eucaristía. La Eucaristía como culmen sacramental. La Eucaristía como la gran celebración sacramental. Todo lo dicho tiene esta conclusión: la celebración sacramental por excelencia, es la celebración eucarística. En la Eucaristía ciertamente el misterio Salvador de Dios resplandece en nuestro Señor Jesucristo el " Sacramento " de la Trinidad y muy parcialmente de la convocación que nos hace el padre celestial. En la Eucaristía resplandece la dimensión encarnacional de la palabra que asume nuestra corporalidad y en la Eucaristía resplandece la dimensión redentora del sacrificio de la cruz. No hay acto más trinitario y más Cristológico; de ahí el valor de las múltiples y diversas doxologías que enriquece la celebración de la Eucaristía. En la Eucaristía resplandece el sentido de la iglesia como Sacramento de Cristo. Nada hay más eclesial que su celebración, de ahí la necesidad de no " privatizar " Las celebraciones eucarística por parte del celebrante; de ahí la necesidad de atacar practicar las normas jurídicas, aprovechando al máximo la riqueza de sus posibilidades, pero dándole adecuadamente y no cimentando, añadiendo, suprimiendo, cambiando el gusto personal. En la Eucaristía reblandece la sacramentalidad de la Iglesia, más que en ninguno de los otros sacramentos, sin que esto signifique detrimento del Bautismo, el cual se plenifica en la Eucaristía. En síntesis la Eucaristía es la gran celebración sacramental. La Eucaristía como centro de la iniciación Cristiana: El rito de la iniciación cristiana de adultos, el llamado RICA señala la centralidad de la Eucaristía en ese proceso y la legalidad pastoral del bautismo de niños nos lleva a valorar cada vez más la preparación conveniente para la primera comunión. Sin que eso signifique un aumento en la edad para recibirla. El niño tan despierto como el de nuestros días con el impacto de los medios de comunicación social, bien puede comprender el valor y sentido de la Eucaristía si esperara edades avanzadas. Las orientaciones de San Pío X siguen siendo válidas y no hay derecho a privar a los niños de su relación personal e íntima con Cristo. Lo que debe al ocuparnos es cómo transmitir a los niños una auténtica devoción al Santísimo Sacramento pero ese posible para los catequistas hábiles que sean ellos mismos devotos de la Eucaristía. La Eucaristía como el camino y el víatico: Hay que urgir el cumplimiento de las normas que impiden acercarnos a la eucaristía con limpieza de corazón y repudio al pecado. Se ha introducido en muchas partes una cierta laxitud que menosprecien el sacramento de la reconciliación. Esto no es válido y la orientación de la Iglesia es muy clara a la luz de los documentos sobre el tema. Falta, eso sí que los sacerdotes valoremos nuestro sacrificio de confesores y que analicemos a nuestros fieles hacia la recepción de la Eucaristía, sin escrúpulo, pero tampoco sin permisividad y complicidad con el pecado. La Eucaristía es para pecadores, es para el camino, es para orientarnos hacia la avidez eterna, de ahí que hay que fomentar una concesión mecánica, si debemos recordar la necesidad de la previa reconciliación cuando hay conciencia de gravedad en el pecado. Por otra parte, la eucaristía no es sólo el culmen de la reconciliación con la cual se recuerda en el llamado rito penitencial inicial, sino que está unida en el rito del viático, no sólo con el sacramento de la reconciliación, sino también con el sacramento de la unción de los enfermos, siendo el culmen de los dos Sacramentos. Por la parte, para la valoración de la unción de los enfermos, cuando se le pueda pastorlamente, conviene administrarse dentro de la Eucaristía y si esto no es posible, conviene que se una al menos con el rito de la comunión, siempre para señalar el sentido de culmen para toda vida cristiana la recepción del señor. La Eucaristía como el lugar de la celebración social: Todos lo sabemos que la administración del Sacramento del orden sagrado se deben realizar dentro de Eucaristía, porque a ella se dirige; asimismo lo conveniente es que la celebración del sacramento del matrimonio normalmente sea tan bien dentro de la Eucaristía, Los sacramentos del Bautismo y la Confirmación, aunque pueden celebrarse fuera de la eucaristía conviene, si es posible, que se refiera, sobre todo si son colectivos que se realicen dentro del Eucaristía. Más aún, ciertos sacramentales hace conveniente su celebración dentro del Eucaristía, así la exequias, la consagración de vírgenes, la profesión religiosa etc. lo mismo que la celebración de las bodas de plata o de oro de esposos o de religiosos. Todo esto son maneras de indicarnos la centralidad de la Eucaristía y su sentido de culmen en toda la vida Cristiana. La Eucaristía como fuente: Hacemos ahora la segunda y última parte de esta ponencia, que va a ser más breve, por cuanto es en cierta manera corolario. Si la Eucaristía es el culmine la vida cristiana, de ella forzosamente brota más vida cristiana. Necesariamente el culminen es Fontal. Sigo con el triple esquema que acabo de usar en la parte primera y decir algunas pequeñas cosas de la Eucaristía como fuente de la vida cristiana personal, de la vida cristiana eclesial, y de la vida cristiana sacramental. La Eucaristía fuente de la vida cristiana personal: El primero de esos aspectos es el de considerar la Eucaristía como la " gran " devoción del cristiano de dónde proceden todas las demás. La Eucaristía es la fuente de toda vida auténticamente devota. No hay posibilidad de vivir cristianamente a plenitud sin la Eucaristía y de ella brotan, por una parte el amor y el estudio de la sagrada Biblia; por otra la profundización vital del misterio de trinitario, Cristológico y eclesiológico. Ella es de donde dimana la dimensión soteriologica y es la prenda de carácter escatológico que nos ha dado como arras,. A través del ciclo triple dominical, junto con otro ciclo de los tiempos fuertes el ciclo doble ferial y las riquezas del santoral, la eucaristía inunda, por así decir, toda la experiencia de vida cristiana personal; y sumergen, a la que participan activa y permanentemente en ella, en todo lo que el cristianismo significa. Es, sin duda, la fuente, jamás exhausta. La fuente multiforme y riquísima de la vida cristiana. La experiencia Revalorable de la adoración eucarística: Al mismo tiempo, la fontanidad de la Eucaristía para posibilitar la libre, personal, diferente y adecuado unidad de cristiano con el Señor; y el, con el Padre y el Espíritu Santo, se realiza en el coloquio interior de oración y adoración delante del Santísimp y a partir de allí mediante la oración mental, la dedicación, la contemplación y el éxtasis. Nos hacen falta al suficientes místicos y esto deberían existir como lo más natural y normal de la vida Cristiana si esto no se da es porque se ha dejado de beber del mismo Señor, que nos dijo, que sin EL nada podíamos hacer. Por eso con urgencia necesitábamos revalorar la Adoración eucarística para que en esa intimidad brote el nuevo ardor de la nueva evangelización. La relación de esa sanación a partir de la Eucaristía. Nosotros sabemos, por dolorosa experiencia, que nuestra condición de pecadores, aunque radicalmente ha sido vencida en el bautismo, previve en su consecuencia y en la que todos necesitamos sanidad interior. Un gran aporte del movimiento de renovación carismática ha sido precisamente insistir en la necesidad de que todos tenemos la sanidad interior. Lo son los odios y venganzas toda las conscupicencias y todos los pecados causa estragos en nosotros y en la vida eclesial. Ciertamente no surge el cerrarnos; para la fuente de sanidad brota de la Eucaristía. La acción sanado hora del espíritu Santo es la misma acción pneumática, que hacer posible la epíclesis y permite al que recibe el Señor, avanzar en sus transformaciones en su cristificacion. El que comulga, poco a poco, va haciéndose subir el ideal Paulino de no ser uno mismo, sino Cristo que vive sana en nosotros. La " presencia " eucarística en el Sagrario. Si algo hace diferente un templo católico del de otras confesiones cristianas es la "presencia” del Señor en el Sagrario. Esa " presencia " irradia toda actividad a los cristianos que allí se congregan en asamblea. El problema pastoral gravísimo es el de la opacidad de nuestro Sagrario con en el sentido de olvidar y archivar como un mero dato la presencia eucarística del Señor. Sabemos que está ahí pero procedemos como si no estuviera. Tenemos en nuestra comunidad al mismo Señor y no nos preocupamos de ir a donde el y beber de él en nuestra vida interior. Somos de una en consecuencia y de una miopía que debería avergonzarnos. Muchos cristianos se conforman como con un simulacro de genuflexión con una venía a medida y hacemos nuestra la presencia de el y por eso mismo de ella no deriva y no vemos la consecuencia lógica. Somos muchas veces uno miserables pobretones a los pies de un tesoro que está a nuestra disposición. Si queremos que la Eucaristía sea fuente tenemos que revalorar en nuestra vida la experiencia de la presencia de Cristo en el Sagrario. No es que el Señor está sólo necesita de nuestra compañía con es al contrario, que nosotros estamos terriblemente solo y desamparados y lo necesitamos a el. La Eucaristía fuente de la vida eclesial. En este punto quiero resaltar otros cuatro aspectos complementarios: La Eucaristía como fuente de evangelización: El gran aporte del congreso eucarístico de Sevilla es éste, sobre todo por el punto que se refiera a los requisitos para dejarlo pasar la riqueza evangelizadora de la celebración eucarística. Ellos son dos, de acuerdo con el cardenal Martini: 1. Educar a nuestros fieles en los diferentes lenguajes de la celebración eucarística bíblico, eucológico, ritual, simbólico, gestual, y icónico etc): Educar en la participación para que se establezca una verdadera cooperación ministerial madura, amplia y pluralista. La evangelización brota del Eucaristía dentro de un triple proceso que comienza con las catequesis, entendida como evangelización para la Eucaristía; continua en la celebración, entendida como la realización dentro del Eucaristía y concluye en el compromiso, entendido como la agilización de pues de la Eucaristía. El contenido evangelizador brota de lo carestía es, en primer lugar la manifestación del misterio trinitario; para seguir inmediatamente la manifestación de la liberación pascua al; pasando por la dimensión sacrificios al redentora; todo lo cual consolida la unidad eclesial; exige, celebra idealiza la reconciliación; aumenta el convivio para perla justicia y de aliento a la admisión celestial, " fuente y fuerza para la misión ", de acuerdo con la encíclica "Redempotris Misio " de Juan Pablo II. La Eucaristía de dónde brota la unidad de la iglesia. La división de la Iglesia es el gran obstáculo. "No obstante esta limitación la iglesia se siente obligada a celebrar constantemente la Eucaristía, porque en ella encuentra el mismo tiempo su identidad y su verdad, su anuncio de unidad y de su denuncia profética de división, así como también su posibilidad de edificación en la comunión eclesial con ella. El Cuerpo eclesial y cuerpo carismático aparecen vinculados en el nuevo testamento. Eucaristía y comunión eclesial se exige y corresponden mutuamente. Esta unidad confesada y celebrara clama por una realización más plena y ecuménica. En la que la Eucaristía sea en verdad el lugar de comunión y edificación de todos en el mismo cuerpo de Cristo. La Eucaristía como fuente de liberación. El congreso eucarístico internacional que se realizó hace un mes en Wroclaw va a insistir en esta dimensión, partiendo de la dura experiencia vivida en la iglesia de Europa oriental durante el largo régimen comunista, sucesor en muchos de esos países de la dictadura nazi. La Eucaristía nos hace libres porque en Cristo ha querido conservarse en ella como nuestro redentor liberador. Cristo se nos ofrece libremente en el pan eucarístico y el anunciar la eucaristía signifique evangelizar la libertad. La adoración eucarística y valoración por la libertad. En la adoración eucarística se encuentran dos libertades, la infinita de Dios en Cristo que se ofrece asimismo y la finitud del hombre que se acerca. Delante del Santísimo se puede realizar este encuentro esencial con Cristo, " por encima de la apariencia y de la superficialidad en la que a veces vivimos". Para nosotros en América latina tiene una especial resonancia este aspecto, porque la auténtica teología de la liberación, querida y estimulada por el Santo padre en sus Cartas a los episcopados de Brasil y de Perú, y desarrollada de acuerdo con las dos instrucciones de la congregación de la Doctrina de la Fe, siempre entiende que es de la Eucaristía dónde brota la liberación integral. La importancia de la " Statio Orbis" (Los C.E.I) Concluyo esta parte, señalando que la Iglesia cada cuatro años profundiza la fontanidad de la eucaristía con los congresos eucarístico internacionales. Este es un proceso de continuo "Aggiornamento" y permite enriquecernos con el estudio de diversos aspectos de la eucaristía. Cada "Statio Orbis", permite reconocer el sentido de la Eucaristía y debe iluminar con el esplendor de la verdad eucarística a todas las naciones de la tierra y especialmente las de nuestra América latina. Nos permite a todos vivir el sentido de la verdadera catolicidad y poco a poco también la ecumenicidad. La Eucaristía fuente de la vida sacramental. Ahora para concluir, sólo quiero señalar, a manera de síntesis dos grandes aspiraciones, que no puede explicar, porque sería repetir. Ellas son: La Eucaristía como el " gran " Sacramento eclesial. No hay nada que pueda compararse con la carestía, en ella se concentra la dimensión sacramental, es decir salvadora de la iglesia. Así como Cristo es el sacramento del padre, la Iglesia es el Sacramento de Cristo, la eucaristía es el sacramento de la iglesia y en relación con ella todo lo sacramentos tienen su más profundo significado, por eso la eucaristía es el " gran " Sacramento, el Santísimo Sacramento. La Eucaristía como fuente de la mistagogia sacramental. Es el la Eucaristía en donde se pueden " gozar " profundamente el misterio. Tenemos que aprender mucho de los venerables mitos orientales unidos a Roma sobre la eucaristía como fuente de la mistagogia sacramental y el tiempo de pascua especialmente para profundizar en este aspecto. Conclusión. Voy a terminar con dos jaculatorias dirigidas al Santísimo Sacramento " mi dulce amor y Consuelo, quien te amara tanto de amor muriera " y " bendito, alabado y adorado sea el Santísimo Sacramento del altar".