lunes, 9 de marzo de 2009

¿Qué es la Gracia? La gracia es una palabra que denota belleza, bondad, encanto, reconocimiento. La gracia es la vida divina en nosotros, Dios la ofrece generosamente y todos tenemos el deber de acogerla, de aceptarla y aún más de pedirla. Al hacernos “hijos adoptivos” podemos llamar con verdad a Dios “Padre” y estamos llamados a ser perfectos como lo es el Padre Celestial, o sea, estamos llamados a la santidad personal, sea cual sea el estado o régimen de vida. La Gracia Santificante se llama así porque santifica realmente a todo aquel que tenga la dicha de poseerla. Esta santificación inicial admite muchos grados en su desarrollo y expansión; pero su mera posesión en su grado mínimo- como el que reciben, por ejemplo, los niños al ser bautizados- santifica esencialmente al que la recibe; de suerte que entre el niño recién bautizado y el santo más grande del cielo hay tan sólo una diferencia accidental- diferencia de grado-, pero no esencial en orden a la santidad propiamente dicha. La gracia es un don sobrenatural mediante el cual Dios nos hace partícipes de su vida trinitaria. Existe la gracia santificante y la gracia actual. La Gracia Actual es una intervención de Dios que mueve al alma hacia el bien sobrenatural. Se llama gracia actual porque no es una cualidad permanente sino una ayuda transitoria. Para el que está en pecado la gracia actual puede actuar en él y ayudarle a comprender el camino de retorno a Dios, el camino a la plena conversión. La Gracia Santificante es un don divino permanente y sobrenatural (esto es superior a las posibilidades de la naturaleza) que eleva y perfecciona nuestra alma haciendo que seamos hijos de Dios y herederos del cielo. La gracia es un don, un regalo divino que Dios confiere gratuitamente al alma que la recibe. Palabras de Santo Tomás de Aquino, doctor de la Iglesia: “El don de la gracia excede toda la potencia de la naturaleza creada, porque no es otra cosa que una participación de la naturaleza divina, que es superior a toda otra naturaleza. Es, por consiguiente, absolutamente imposible que una criatura produzca la gracia. El hierro no puede recibir las propiedades del fuero si no se mete en él y en la medida en que se una a él; por semejante manera, sólo Dios puede divinizar una criatura admitiéndola a la participación de su divina naturaleza”[1] La gracia santificante no es compatible con el pecado mortal, ya que éste destruye la vida sobrenatural del alma por eso se llama mortal. Estar en gracia de Dios es poseer la Gracia Santificante, es decir, tener el alma libre del pecado mortal. Vivir en Gracia de Dios, y en particular morir en gracia de Dios, es la única cosa verdaderamente importante para el hombre. La Gracia nos da una verdadera participación de la misma naturaleza divina. Esta participación es física y formal haciendo al alma deiforme; la agracia nos hace participantes de la naturaleza divina. (2Pe 1,4). [1] Cf. San Agustín, Sermón 62 n.2; 156 n.6.