sábado, 2 de agosto de 2014

DOMINGO 3 DE AGOSTO DE 2014. LECTURAS DE LA EUCARISTIA.


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 3 DE AGOSTO DE 2014
XVIII DOMINGO ORDINARIO

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 69, 2. 6)
Dios mío, ven en mi ayuda; Señor, date prisa en socorrerme. Tú eres mi auxilio y mi salvación; Señor, no tardes.

ORACIÓN COLECTA
Ayuda, Señor, a tus siervos, que imploran tu continua benevolencia, y ya que se glorían de tenerte como su creador y su guía, renueva en ellos tu obra creadora y consérvales los dones de tu redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Vengan a comer.

DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 55, 1-3

Esto dice el Señor: "Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no alimenta? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos. Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 144
R/. Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus creaturas. R/.

A ti, Señor, sus ojos vuelven todos y tú los alimentas a su tiempo. Abres, Señor, tus manos generosas y cuantos viven quedan satisfechos. R/.

Siempre es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo invoca. R/.

Nada podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús.



DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS: 8, 35. 37-39

Hermanos: ¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones? ¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada?
Ciertamente de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado; pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto ni lo bajo, ni creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado Dios en Cristo Jesús. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN (Mt 4, 4) R/. Aleluya, aleluya.
No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios. R/.



Comieron todos hasta saciarse.


DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 14, 13-21


En aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: "Estamos en despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los caseríos y compren algo de comer". Pero Jesús les replicó: "No hace falta que vayan. Denles ustedes de comer". Ellos le contestaron: "No tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados". Él les dijo: "Tráiganmelos".
Luego mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las mujeres y a los niños.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL
Jesús sentía compasión por la gente, curaba a los enfermos, ayudaba a los necesitados. Presentemos también nosotros a Dios nuestras necesidades, las de la Iglesia y las del mundo entero.

Después de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.

Por la Iglesia, por todos los cristianos. Que sepamos ofrecer al mundo la fe en Jesús, alimento que sacia el hambre más profunda de las personas. Oremos.
Por todos los que gozan de unos días de descanso, por todos los que están lejos de su tierra y de sus seres queridos. Oremos.
Por todas las actividades pastorales de verano para niños y jóvenes que se realizan en nuestra parroquia (comunidad). Que ayuden a transmitir y a vivir los valores del Evangelio. Oremos.
Por todos nosotros, reunidos para celebrar la Eucaristía. Que esta celebración alimente nuestra vida de fe y nos mueva a dar testimonio. Oremos.
Escucha, Padre, nuestras oraciones, y haz que podamos saciarnos de la vida que nos ofreces.
Por Jesucristo, nuestro Señor...

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica, Señor, por tu piedad, estos dones y al recibir en oblación este sacrificio espiritual, conviértenos para ti en una perenne ofrenda. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sb 16, 20)
Nos has enviado, Señor, pan del cielo, que encierra en sí toda delicia, y satisface todos los gustos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Acompaña, Señor, con tu permanente auxilio, a quienes renuevas con el don celestial, y a quienes no dejas de proteger, concédeles ser cada vez más dignos de la eterna redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.



PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO ANTES DEL REZO DEL ANGELUS
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes y los pescados (Mt 14,13-21). Jesús lo realizó a lo largo del Mar de Galilea, en un lugar aislado donde se había retirado con sus discípulos después de enterarse de la muerte de Juan el Bautista. Pero, muchas personas los siguieron y los alcanzaron; y Jesús, al verlos, sintió compasión y curó a los enfermos hasta la noche. Entonces los discípulos, preocupados por la hora tardía, le sugirieron despedir a la muchedumbre para que ella pudiese ir a las ciudades a comprarse lo necesario para comer. Pero Jesús, tranquilamente, les respondió: «Denles de comer ustedes mismos» (Mt 14,16); y haciéndose traer cinco panes y dos pescados, los bendijo, y comenzó a partirlos y darlos a los discípulos, quienes los distribuían a la gente. Todos comieron hasta saciarse e incluso, ¡sobró!
En este hecho podemos captar tres mensajes. El primero es la compasión. Frente a la multitud que lo busca y - por así decirlo – “no lo deja en paz”, Jesús no reacciona con irritación. No dice “esta gente me da fastidio”. No, no. Reacciona con un sentimiento de compasión, porque sabe que no lo buscan por curiosidad, sino por necesidad. Pero estemos atentos: compasión, lo que siente Jesús, no es simplemente sentir piedad. ¡Es más! Significa “padecer con”, es decir, compenetrarse en el sufrimiento del otro, al punto de tomarlo sobre sí. Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros. Y el signo de esta compasión son las muchas sanaciones que realizó. Jesús nos enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras exigencias, aunque legítimas, nunca serán tan urgentes como las de los pobres, que carecen de lo necesario para vivir. Nosotros hablamos seguido de los pobres, pero cuando hablamos de los pobres, ¿oímos que aquel hombre, aquella mujer, aquellos niños no tienen lo necesario para vivir? ¿Que no tienen para comer, no tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas? También los niños que no tienen la posibilidad de ir a la escuela… Y por eso, nuestras exigencias - aún legítimas - no serán jamás tan urgentes como aquellas de los pobres, que no tienen lo necesario para vivir.
El segundo mensaje es el compartir. El primero es la compasión, aquello que sentía Jesús, con el compartir. Es útil comparar la reacción de los discípulos frente a la gente cansada y hambrienta, con la de Jesús. Son diferentes. Los discípulos piensan que es mejor despedirse de ellos, para que puedan ir a buscarse la comida. En cambio, Jesús dice: denles de comer ustedes mismos. Dos reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas opuestas: los discípulos razonan de acuerdo con el mundo, por lo que cada uno debe pensar en sí mismo; reaccionan como si dijeran: “arréglenselas solos”. Jesús razona en cambio de acuerdo a la lógica de Dios, que es aquella del compartir. ¡Cuántas veces nosotros nos damos vuelta hacia otro lado con tal de no ver a los hermanos necesitados! Y esto, mirar hacia otro lado, es un modo educado de decir con guantes blancos: “arréglenselas solos”. Y esto no es de Jesús: esto es egoísmo. Si Él hubiera despedido a la gente, muchas personas se habrían quedado sin comer. En cambio, aquellos pocos panes y pescados, compartidos y bendecidos por Dios, fueron suficientes para todos. Y atención ¿eh?: no es una magia, ¡es un “signo”! Un signo que invita a tener fe en Dios, el Padre providente, que no nos hace faltar “el pan nuestro de cada día”, si nosotros sabemos compartirlo como hermanos.
Compasión, compartir. Y el tercer mensaje: el milagro de los panes preanuncia la Eucaristía. Esto se puede ver en el gesto de Jesús que “recita la bendición” (v. 19) antes de partir el pan y distribuirlo a la gente. Es el mismo gesto que hará Jesús en la Última Cena, cuando instaura el memorial perpetuo de su Sacrificio redentor. En la Eucaristía, Jesús no da un pan, sino el pan de vida eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros. Nosotros debemos ir a la Eucaristía con aquel sentimiento de Jesús, es decir, la compasión, y con aquel deseo de Jesús, compartir. Quien va a la Eucaristía sin tener compasión por los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con Jesús.
Compasión, compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos indica en este Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo, porque parte de Dios Padre y regresa a Él. Que la Virgen María, Madre de la Divina Providencia, nos acompañe en este Camino.

 Fuente: Radio Vaticana.



Homilía de Fr. Nelson Medina.
Temas de las lecturas: Venid y comed * Ninguna criatura podrá apartaros del amor de Dios, manifestado en Cristo * Comieron todos hasta quedar satisfechos

1. Abundancia, Regalo, Gracia

1.1 Las tres lecturas de hoy repican como campanas de pascua el tema del amor abundante de Dios. Nuestro Dios no es tacaño ni mezquino; es generoso, más allá de todo lo que podemos imaginar o afirmar. Y tal es su munificencia que a menudo da sin cobrar. La palabra clave del Nuevo Testamento y quizá de toda la Biblia lleva ese sello de lo gratis. Hablamos de la palabra gracia.

1.2 Esta idea del Dios dadivoso y magnánimo contrasta mucho con la idea del Dios de mente estrecha que muchos cristianos parecen tener en su cabeza. Según tal concepto, Dios estaría solamente a la caza de nuestros errores para llevar meticulosa cuenta de lo que hacemos mal o en qué fallamos. Es un Dios al acecho, amargado con la imperfección de su obra, indispuesto contra el hombre y predispuesto a condenarlo sumaria y definitivamente.

1.3 Frente a tal idea nos encontramos hoy con una invitación pasmosa: "los que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen leche y vino sin pagar." Este es un Dios que conoce dos cosas: que necesitamos y que no podemos dar nada a cambio de lo que necesitamos. Este es un Dios compasivo del cual quedó escrito en el evangelio: "vio Jesús a la muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos." Un Dios que multiplica panes, regala perdón, ofrece alimento a los hambrientos y enseña sabiduría sin cobrar.

2. Sí a las Necesidades, No a los Caprichos

2.1 ¿Por qué entonces estrechamos la idea de Dios? ¿Por qué la encogemos haciéndole como si pensara igual o peor que nosotros? Una razón es porque estos regalos de Dios tienen el propósito no sólo de calmar nuestras penurias sino de transformarnos a nosotros mismos. Y a veces pasa que queremos satisfacer el apetito pero a la vez seguir siendo las personas que hemos sido. Queremos no un Dios generoso sino un Dios a nuestro antojo. No un Dios para responder a nuestras necesidades sino a nuestros caprichos. Por supuesto, el Señor no se presta a ese juego.

2.2 Si creer significa aceptar no sólo lo que Dios nos da sino sobre todo aceptar al Dios que nos lo da, uno entiende que no es posible acoger la gracia de Dios sin llegar a ser creaturas nuevas, dispuestas a vivir no según la lógica antigua del egoísmo y la satisfacción sino a la manera nueva, con la lógica de la donación y la santidad, como nos mostró Cristo.

2.3 El amor que Dios nos ha dado tiene expresión en regalos concretos, como el pan multiplicado o el perdón ofrecido, pero es ante todo un amor que quiere QUEDARSE en nosotros, habitar en nosotros. Ese amor es el don mismo del Espíritu Santo, y de ese amor nada puede separarnos, como bien explica Pablo en la segunda lectura de hoy.
(Homilia org / Fr. Nelson Medina F. OP)
  


REFLEXIÓN

Mt. 14, 13-21: Primera  multiplicación de los panes.    Este evangelio nos presenta la primera multiplicación de los panes (cfr. Mt. 14,13- 21; 15,32-39; Mc. 6, 30-44; 8,1-10), con un duplicado, es decir, dos tradiciones,  de un único acontecimiento, una versión judía y otra de ambiente cristiano, pero de  origen pagano. Este milagro tiene un trasfondo bíblico, que no podemos olvidar que  acentúa lo realizado por Cristo por sobre lo realizado por Moisés y Eliseo: el primero  les dio maná en el desierto a su pueblo, el segundo multiplicó los panes de cebada  en Gilgal (cfr. Ex.16, 2-15; 2 Re. 4,42ss). Este prodigio es un signo de los tiempos  del Mesías que se cumple en Cristo, en el Sacramento de la Eucaristía, como  alimento del nuevo pueblo de Dios, es la Iglesia en peregrinaje, preanuncio del  banquete definitivo del Reino. Las palabras, un mandato en realidad: “Dadle  vosotros de comer”. Nos invita a asumir el reto. Quizá podemos multiplicar el pan,  no como Jesús, pero sí, procurando el alimento para los pobres, realizando el  milagro de amor y favorecer la fraternidad entre los hombres, compartir lo que hoy,  más de cinco panes y dos peces. Mucho más. El hambre de los hombres es mucho  más que de pan: existe hambre de amor, fidelidad matrimonial, justicia verdadera,  vivienda, libertad de religión, trabajo para los jóvenes, de cultura y paz, etc. Como  Jesús sabe de las necesidades profundas del hombre y que no basta para saciarlo el  pan nuestro de cada día, entregó su vida para ser ÉL mismo alimento de todo  viviente en la Eucaristía. Se convierte en el Pan de Vida que sacia toda hambre del  ser humano. Si saciados de este pan de vida eterna, entonces la tarea será el  compromiso de luchar contra la pobreza y el hambre. Cada  Eucaristía es una  multiplicación de los panes, un compartir la fe, el pan y el amor. Este portento sólo  lo puede provocar el amor de Dios, que abre sus manos en cada creyente, vivido en  el misterio de la Eucaristía. Este acontecimiento es también una imagen de la  Iglesia, Jesús está en el centro como dador de todos los bienes, sobre todo de su  palabra y del pan de la Eucaristía. Luego están los discípulos, que muy unidos a ÉL,  entregan sus dones al pueblo, y éste goza de la presencia de Jesús. Al dar la  bendición Jesús, alza la mirada al cielo, hace las obras que el Padre le ha  encomendado (cfr. Jn. 5,36), no es el mediador como Moisés, ÉL mismo es el dador  y fuente de la vida. Esta es la experiencia que la Iglesia tiene al celebrar la  Eucaristía. De esta forma vivirán solidariamente con Dios y el prójimo todos los  elegidos a las bodas eternas en el reino de Dios. En Dios está la plenitud de la  misericordia, sólo en él se sacia toda hambre que pueda sentir el hombre.          
La Santa Madre Teresa nos enseña que al recitar la oración del cristiano, pidamos el  Pan verdadero que da vida eterna. “Así que, hermanas, tenga quien quisiere  cuidado de pedir ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos recibir el  nuestro pan celestial de manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden  deleitar en mirarle por estar tan encubierto, se descubra a los del alma y se le dé a  conocer; que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta la vida.”  (Camino de Perfección 34,5).

(Homiletica org / Padre Julio Gonzalez Carretti)

REFLEXIÓN
UN CAMBIO TOTAL
Is 55, 1-3; Rm 8, 35. 37-39; Mt 14, 13-21
El profeta Isaías proclama una invitación aparentemente demasiado atractiva y sencilla: se trata de comer y beber sin pagar un centavo. Las preguntas retóricas exhiben el proceder erróneo de un pueblo que desperdicia sus escasos recursos en balde. El camino propuesto por Isaías es más sencillo. La vida del ser humano no depende de sus puras fuerzas, también cuenta con la bendición y el cariño de Dios; no tiene sentido afanarse excesivamente por los bienes materiales, si se cuenta con su protección. La ilustración de esta certidumbre queda de manifiesto en el relato de la multiplicación de los panes. El Señor Jesús se acogía a la bendición del Padre, a la solidaridad de sus discípulos y alimentaba a los necesitados. Como alguien afirma: "cuando se comparte nunca falta; cuando se acapara, nunca alcanza". La solidaridad y el intercambio de bienes son dos diques que debemos poner a las riquezas para que no se tornen peligrosas. (www (Misal com mx).


Santos
Asprenato de Nápoles, obispo; 
Lidia de Filipos, mártir; 
Pedro de Anagni, obispo. 
(Verde)


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