LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
3 DE AGOSTO DE 2014
XVIII
DOMINGO ORDINARIO
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 69, 2. 6)
Dios
mío, ven en mi ayuda; Señor, date prisa en socorrerme. Tú eres mi auxilio y mi
salvación; Señor, no tardes.
ORACIÓN
COLECTA
Ayuda,
Señor, a tus siervos, que imploran tu continua benevolencia, y ya que se
glorían de tenerte como su creador y su guía, renueva en ellos tu obra creadora
y consérvales los dones de tu redención. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Vengan a comer.
DEL LIBRO DEL PROFETA
ISAÍAS: 55, 1-3
Esto
dice el Señor: "Todos ustedes, los que tienen sed, vengan por agua; y los
que no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen vino y leche sin
pagar. ¿Por qué gastar el dinero en lo que no es pan y el salario, en lo que no
alimenta? Escúchenme atentos y comerán bien, saborearán platillos sustanciosos.
Préstenme atención, vengan a mí, escúchenme y vivirán. Sellaré con ustedes una
alianza perpetua, cumpliré las promesas que hice a David".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 144
R/.
Abres, Señor, tu mano y nos sacias de favores.
El
Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para
perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus
creaturas. R/.
A
ti, Señor, sus ojos vuelven todos y tú los alimentas a su tiempo. Abres, Señor,
tus manos generosas y cuantos viven quedan satisfechos. R/.
Siempre
es justo el Señor en sus designios y están llenas de amor todas sus obras. No
está lejos de aquellos que lo buscan; muy cerca está el Señor, de quien lo
invoca. R/.
Nada podrá apartarnos del
amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús.
DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS: 8, 35. 37-39
Hermanos:
¿Qué cosa podrá apartarnos del amor con que nos ama Cristo? ¿Las tribulaciones?
¿Las angustias? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La
espada?
Ciertamente
de todo esto salimos más que victoriosos, gracias a aquel que nos ha amado;
pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los
demonios, ni el presente ni el futuro, ni los poderes de este mundo, ni lo alto
ni lo bajo, ni creatura alguna podrá apartarnos del amor que nos ha manifestado
Dios en Cristo Jesús. Palabra de Dios. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Mt 4, 4) R/. Aleluya, aleluya.
No
sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de
Dios. R/.
Comieron
todos hasta saciarse.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 14, 13-21
En
aquel tiempo, al enterarse Jesús de la muerte de Juan el Bautista, subió a una
barca y se dirigió a un lugar apartado y solitario. Al saberlo la gente, lo
siguió por tierra desde los pueblos. Cuando Jesús desembarcó, vio aquella
muchedumbre, se compadeció de ella y curó a los enfermos.
Como
ya se hacía tarde, se acercaron sus discípulos a decirle: "Estamos en
despoblado y empieza a oscurecer. Despide a la gente para que vayan a los
caseríos y compren algo de comer". Pero Jesús les replicó: "No hace
falta que vayan. Denles ustedes de comer". Ellos le contestaron: "No
tenemos aquí más que cinco panes y dos pescados". Él les dijo:
"Tráiganmelos".
Luego
mandó que la gente se sentara sobre el pasto. Tomó los cinco panes y los dos
pescados, y mirando al cielo, pronunció una bendición, partió los panes y se
los dio a los discípulos para que los distribuyeran a la gente. Todos comieron
hasta saciarse, y con los pedazos que habían sobrado, se llenaron doce
canastos. Los que comieron eran unos cinco mil hombres, sin contar a las
mujeres y a los niños.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Se
dice Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Jesús
sentía compasión por la gente, curaba a los enfermos, ayudaba a los
necesitados. Presentemos también nosotros a Dios nuestras necesidades, las de
la Iglesia y las del mundo entero.
Después
de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.
Por
la Iglesia, por todos los cristianos. Que sepamos ofrecer al mundo la fe en
Jesús, alimento que sacia el hambre más profunda de las personas. Oremos.
Por
todos los que gozan de unos días de descanso, por todos los que están lejos de
su tierra y de sus seres queridos. Oremos.
Por
todas las actividades pastorales de verano para niños y jóvenes que se realizan
en nuestra parroquia (comunidad). Que ayuden a transmitir y a vivir los valores
del Evangelio. Oremos.
Por
todos nosotros, reunidos para celebrar la Eucaristía. Que esta celebración
alimente nuestra vida de fe y nos mueva a dar testimonio. Oremos.
Escucha,
Padre, nuestras oraciones, y haz que podamos saciarnos de la vida que nos
ofreces.
Por
Jesucristo, nuestro Señor...
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica,
Señor, por tu piedad, estos dones y al recibir en oblación este sacrificio
espiritual, conviértenos para ti en una perenne ofrenda. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Prefacio
para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sb 16, 20)
Nos
has enviado, Señor, pan del cielo, que encierra en sí toda delicia, y satisface
todos los gustos.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Acompaña,
Señor, con tu permanente auxilio, a quienes renuevas con el don celestial, y a
quienes no dejas de proteger, concédeles ser cada vez más dignos de la eterna
redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
ANTES DEL REZO DEL ANGELUS
Queridos
hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Este
domingo, el Evangelio nos presenta el milagro de la multiplicación de los panes
y los pescados (Mt 14,13-21). Jesús lo realizó a lo largo del Mar de Galilea,
en un lugar aislado donde se había retirado con sus discípulos después de
enterarse de la muerte de Juan el Bautista. Pero, muchas personas los siguieron
y los alcanzaron; y Jesús, al verlos, sintió compasión y curó a los enfermos
hasta la noche. Entonces los discípulos, preocupados por la hora tardía, le
sugirieron despedir a la muchedumbre para que ella pudiese ir a las ciudades a
comprarse lo necesario para comer. Pero Jesús, tranquilamente, les respondió:
«Denles de comer ustedes mismos» (Mt 14,16); y haciéndose traer cinco panes y
dos pescados, los bendijo, y comenzó a partirlos y darlos a los discípulos,
quienes los distribuían a la gente. Todos comieron hasta saciarse e incluso,
¡sobró!
En
este hecho podemos captar tres mensajes. El primero es la compasión. Frente a
la multitud que lo busca y - por así decirlo – “no lo deja en paz”, Jesús no
reacciona con irritación. No dice “esta gente me da fastidio”. No, no.
Reacciona con un sentimiento de compasión, porque sabe que no lo buscan por
curiosidad, sino por necesidad. Pero estemos atentos: compasión, lo que siente
Jesús, no es simplemente sentir piedad. ¡Es más! Significa “padecer con”, es
decir, compenetrarse en el sufrimiento del otro, al punto de tomarlo sobre sí.
Así es Jesús, sufre junto a nosotros, sufre con nosotros, sufre por nosotros. Y
el signo de esta compasión son las muchas sanaciones que realizó. Jesús nos
enseña a anteponer las necesidades de los pobres a las nuestras. Nuestras
exigencias, aunque legítimas, nunca serán tan urgentes como las de los pobres,
que carecen de lo necesario para vivir. Nosotros hablamos seguido de los pobres,
pero cuando hablamos de los pobres, ¿oímos que aquel hombre, aquella mujer,
aquellos niños no tienen lo necesario para vivir? ¿Que no tienen para comer, no
tienen para vestirse, no tienen la posibilidad de medicinas? También los niños
que no tienen la posibilidad de ir a la escuela… Y por eso, nuestras exigencias
- aún legítimas - no serán jamás tan urgentes como aquellas de los pobres, que
no tienen lo necesario para vivir.
El
segundo mensaje es el compartir. El primero es la compasión, aquello que sentía
Jesús, con el compartir. Es útil comparar la reacción de los discípulos frente
a la gente cansada y hambrienta, con la de Jesús. Son diferentes. Los
discípulos piensan que es mejor despedirse de ellos, para que puedan ir a
buscarse la comida. En cambio, Jesús dice: denles de comer ustedes mismos. Dos
reacciones diferentes, que reflejan dos lógicas opuestas: los discípulos
razonan de acuerdo con el mundo, por lo que cada uno debe pensar en sí mismo;
reaccionan como si dijeran: “arréglenselas solos”. Jesús razona en cambio de
acuerdo a la lógica de Dios, que es aquella del compartir. ¡Cuántas veces
nosotros nos damos vuelta hacia otro lado con tal de no ver a los hermanos
necesitados! Y esto, mirar hacia otro lado, es un modo educado de decir con
guantes blancos: “arréglenselas solos”. Y esto no es de Jesús: esto es egoísmo.
Si Él hubiera despedido a la gente, muchas personas se habrían quedado sin
comer. En cambio, aquellos pocos panes y pescados, compartidos y bendecidos por
Dios, fueron suficientes para todos. Y atención ¿eh?: no es una magia, ¡es un
“signo”! Un signo que invita a tener fe en Dios, el Padre providente, que no
nos hace faltar “el pan nuestro de cada día”, si nosotros sabemos compartirlo
como hermanos.
Compasión,
compartir. Y el tercer mensaje: el milagro de los panes preanuncia la
Eucaristía. Esto se puede ver en el gesto de Jesús que “recita la bendición”
(v. 19) antes de partir el pan y distribuirlo a la gente. Es el mismo gesto que
hará Jesús en la Última Cena, cuando instaura el memorial perpetuo de su
Sacrificio redentor. En la Eucaristía, Jesús no da un pan, sino el pan de vida
eterna, se dona a Sí mismo, ofreciéndose al Padre por amor a nosotros. Nosotros
debemos ir a la Eucaristía con aquel sentimiento de Jesús, es decir, la
compasión, y con aquel deseo de Jesús, compartir. Quien va a la Eucaristía sin
tener compasión por los necesitados y sin compartir, no se encuentra bien con
Jesús.
Compasión,
compartir, Eucaristía. Este es el camino que Jesús nos indica en este
Evangelio. Un camino que nos lleva a afrontar con fraternidad las necesidades
de este mundo, pero que nos conduce más allá de este mundo, porque parte de
Dios Padre y regresa a Él. Que la Virgen María, Madre de la Divina Providencia,
nos acompañe en este Camino.
Fuente: Radio Vaticana.
Homilía de Fr. Nelson Medina.
Temas
de las lecturas: Venid y comed * Ninguna criatura podrá apartaros del amor de
Dios, manifestado en Cristo * Comieron todos hasta quedar satisfechos
1. Abundancia, Regalo,
Gracia
1.1
Las tres lecturas de hoy repican como campanas de pascua el tema del amor
abundante de Dios. Nuestro Dios no es tacaño ni mezquino; es generoso, más allá
de todo lo que podemos imaginar o afirmar. Y tal es su munificencia que a
menudo da sin cobrar. La palabra clave del Nuevo Testamento y quizá de toda la
Biblia lleva ese sello de lo gratis. Hablamos de la palabra gracia.
1.2
Esta idea del Dios dadivoso y magnánimo contrasta mucho con la idea del Dios de
mente estrecha que muchos cristianos parecen tener en su cabeza. Según tal
concepto, Dios estaría solamente a la caza de nuestros errores para llevar
meticulosa cuenta de lo que hacemos mal o en qué fallamos. Es un Dios al
acecho, amargado con la imperfección de su obra, indispuesto contra el hombre y
predispuesto a condenarlo sumaria y definitivamente.
1.3
Frente a tal idea nos encontramos hoy con una invitación pasmosa: "los que
no tienen dinero, vengan, tomen trigo y coman; tomen leche y vino sin
pagar." Este es un Dios que conoce dos cosas: que necesitamos y que no
podemos dar nada a cambio de lo que necesitamos. Este es un Dios compasivo del
cual quedó escrito en el evangelio: "vio Jesús a la muchedumbre, se
compadeció de ella y curó a los enfermos." Un Dios que multiplica panes,
regala perdón, ofrece alimento a los hambrientos y enseña sabiduría sin cobrar.
2. Sí a las Necesidades, No
a los Caprichos
2.1
¿Por qué entonces estrechamos la idea de Dios? ¿Por qué la encogemos haciéndole
como si pensara igual o peor que nosotros? Una razón es porque estos regalos de
Dios tienen el propósito no sólo de calmar nuestras penurias sino de
transformarnos a nosotros mismos. Y a veces pasa que queremos satisfacer el
apetito pero a la vez seguir siendo las personas que hemos sido. Queremos no un
Dios generoso sino un Dios a nuestro antojo. No un Dios para responder a
nuestras necesidades sino a nuestros caprichos. Por supuesto, el Señor no se
presta a ese juego.
2.2
Si creer significa aceptar no sólo lo que Dios nos da sino sobre todo aceptar
al Dios que nos lo da, uno entiende que no es posible acoger la gracia de Dios
sin llegar a ser creaturas nuevas, dispuestas a vivir no según la lógica
antigua del egoísmo y la satisfacción sino a la manera nueva, con la lógica de
la donación y la santidad, como nos mostró Cristo.
2.3
El amor que Dios nos ha dado tiene expresión en regalos concretos, como el pan
multiplicado o el perdón ofrecido, pero es ante todo un amor que quiere
QUEDARSE en nosotros, habitar en nosotros. Ese amor es el don mismo del
Espíritu Santo, y de ese amor nada puede separarnos, como bien explica Pablo en
la segunda lectura de hoy.
(Homilia
org / Fr. Nelson Medina F. OP)
REFLEXIÓN
Mt. 14, 13-21: Primera multiplicación de los panes. Este evangelio nos presenta la primera
multiplicación de los panes (cfr. Mt. 14,13- 21; 15,32-39; Mc. 6, 30-44;
8,1-10), con un duplicado, es decir, dos tradiciones, de un único acontecimiento, una versión judía
y otra de ambiente cristiano, pero de
origen pagano. Este milagro tiene un trasfondo bíblico, que no podemos
olvidar que acentúa lo realizado por
Cristo por sobre lo realizado por Moisés y Eliseo: el primero les dio maná en el desierto a su pueblo, el
segundo multiplicó los panes de cebada
en Gilgal (cfr. Ex.16, 2-15; 2 Re. 4,42ss). Este prodigio es un signo de
los tiempos del Mesías que se cumple en
Cristo, en el Sacramento de la Eucaristía, como
alimento del nuevo pueblo de Dios, es la Iglesia en peregrinaje, preanuncio
del banquete definitivo del Reino. Las
palabras, un mandato en realidad: “Dadle
vosotros de comer”. Nos invita a asumir el reto. Quizá podemos
multiplicar el pan, no como Jesús, pero
sí, procurando el alimento para los pobres, realizando el milagro de amor y favorecer la fraternidad
entre los hombres, compartir lo que hoy,
más de cinco panes y dos peces. Mucho más. El hambre de los hombres es
mucho más que de pan: existe hambre de
amor, fidelidad matrimonial, justicia verdadera, vivienda, libertad de religión, trabajo para
los jóvenes, de cultura y paz, etc. Como
Jesús sabe de las necesidades profundas del hombre y que no basta para
saciarlo el pan nuestro de cada día,
entregó su vida para ser ÉL mismo alimento de todo viviente en la Eucaristía. Se convierte en el
Pan de Vida que sacia toda hambre del
ser humano. Si saciados de este pan de vida eterna, entonces la tarea
será el compromiso de luchar contra la
pobreza y el hambre. Cada Eucaristía es
una multiplicación de los panes, un
compartir la fe, el pan y el amor. Este portento sólo lo puede provocar el amor de Dios, que abre
sus manos en cada creyente, vivido en el
misterio de la Eucaristía. Este acontecimiento es también una imagen de la Iglesia, Jesús está en el centro como dador
de todos los bienes, sobre todo de su
palabra y del pan de la Eucaristía. Luego están los discípulos, que muy
unidos a ÉL, entregan sus dones al
pueblo, y éste goza de la presencia de Jesús. Al dar la bendición Jesús, alza la mirada al cielo,
hace las obras que el Padre le ha
encomendado (cfr. Jn. 5,36), no es el mediador como Moisés, ÉL mismo es
el dador y fuente de la vida. Esta es la
experiencia que la Iglesia tiene al celebrar la
Eucaristía. De esta forma vivirán solidariamente con Dios y el prójimo
todos los elegidos a las bodas eternas
en el reino de Dios. En Dios está la plenitud de la misericordia, sólo en él se sacia toda hambre
que pueda sentir el hombre.
La
Santa Madre Teresa nos enseña que al recitar la oración del cristiano, pidamos
el Pan verdadero que da vida eterna.
“Así que, hermanas, tenga quien quisiere
cuidado de pedir ese pan; nosotras pidamos al Padre Eterno merezcamos
recibir el nuestro pan celestial de
manera que, ya que los ojos del cuerpo no se pueden deleitar en mirarle por estar tan encubierto,
se descubra a los del alma y se le dé a
conocer; que es otro mantenimiento de contentos y regalos y que sustenta
la vida.” (Camino de Perfección 34,5).
(Homiletica
org / Padre Julio Gonzalez Carretti)
REFLEXIÓN
UN
CAMBIO TOTAL
Is
55, 1-3; Rm 8, 35. 37-39; Mt 14, 13-21
El
profeta Isaías proclama una invitación aparentemente demasiado atractiva y
sencilla: se trata de comer y beber sin pagar un centavo. Las preguntas
retóricas exhiben el proceder erróneo de un pueblo que desperdicia sus escasos
recursos en balde. El camino propuesto por Isaías es más sencillo. La vida del
ser humano no depende de sus puras fuerzas, también cuenta con la bendición y
el cariño de Dios; no tiene sentido afanarse excesivamente por los bienes
materiales, si se cuenta con su protección. La ilustración de esta certidumbre
queda de manifiesto en el relato de la multiplicación de los panes. El Señor
Jesús se acogía a la bendición del Padre, a la solidaridad de sus discípulos y
alimentaba a los necesitados. Como alguien afirma: "cuando se comparte
nunca falta; cuando se acapara, nunca alcanza". La solidaridad y el
intercambio de bienes son dos diques que debemos poner a las riquezas para que
no se tornen peligrosas. (www (Misal com mx).
Santos
Asprenato de Nápoles, obispo;
Lidia de Filipos, mártir;
Pedro
de Anagni, obispo.
(Verde)
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