sábado, 23 de agosto de 2014

DOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2014,LECTURAS DE LA EUCARISTÍA


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 24 DE AGOSTO DE 2014
TIEMPO ORDINARIO  A. SEMANA 21


                                                            
ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Sal 85, 1 -3)
Inclina tu oído, Señor, y escúchame. Salva a tu siervo, que confía en ti. Ten piedad de mí, Dios mío, pues sin cesar te invoco.

ORACIÓN COLECTA
Señor Dios, que unes en un mismo sentir los corazones de tus fieles, impulsa a tu pueblo a amar lo que mandas y a desear lo que prometes, para que, en medio de la inestabilidad del mundo, estén firmemente anclados nuestros corazones donde se halla la verdadera felicidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro.

DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 22, 19-23

Esto dice el Señor a Sebná, mayordomo de palacio: "Te echaré de tu puesto y te destituiré de tu cargo. Aquel mismo día llamaré a mi siervo, a Eleacín, el hijo de Elcías; le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda y le traspasaré tus poderes.
Será un padre para los habitantes de Jerusalén y para la casa de Judá. Pondré la llave del palacio de David sobre su hombro. Lo que él abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá. Lo fijaré como un clavo en muro firme y será un trono de gloria para la casa de su padre".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 137
R/. Señor, tu amor perdura eternamente.

De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo. R/.

Señor, te damos gracias por tu lealtad y por tu amor: siempre que te invocamos, nos oíste y nos llenaste de valor. R/.

Se complace el Señor en los humildes y rechaza al engreído. Señor, tu amor perdura eternamente; obra tuya soy, no me abandones. R/.


Todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por Él y todo está orientado hacia Él.

DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS: 11, 33-36

¡Qué inmensa y rica es la sabiduría y la ciencia de Dios! ¡Qué impenetrables son sus designios e incomprensibles sus caminos! ¿Quién ha conocido jamás el pensamiento del Señor o ha llegado a ser su consejero? ¿Quién ha podido darle algo primero, para que Dios se lo tenga que pagar? En efecto, todo proviene de Dios, todo ha sido hecho por Él y todo está orientado hacia él. A Él la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN (Mt 16, 18)
R/. Aleluya, aleluya.
Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella, dice el Señor. R/.



Tú eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 16, 13-20

En aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?". Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas".
Luego les preguntó: "Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?". Simón Pedro tomó la palabra y le dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús le dijo entonces: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo ha revelado ningún hombre, sino mi Padre, que está en los cielos! Y yo te digo a ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los cielos; todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo".
Y les ordenó a sus discípulos que no dijeran a nadie que Él era el Mesías.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Presentemos con confianza nuestras plegarias al Padre.
Después de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.
Por el Papa Francisco, sucesor de Pedro. Que Dios lo ilumine y lo sostenga en su servicio apostólico. Oremos.
Por todos aquellos que en cualquier ámbito de la sociedad ostentan responsabilidades como gobernantes o dirigentes. Que lo hagan siempre con espíritu de servicio en bien de los demás. Oremos.
Por los jóvenes cristianos. Que den siempre un buen testimonio de Jesús, el Hijo de Dios vivo. Oremos.
Por todos nosotros, por nuestros familiares y amigos, por nuestros vecinos y conocidos. Que en este tiempo encontremos momentos de paz, de meditación, de oración, para profundizar en nuestra fe y también en las relaciones gratuitas con los demás. Oremos.
Escucha, Padre bondadoso, las oraciones de tus hijos, y concédenos lo que te hemos pedido confiadamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que con un mismo y único sacrificio adquiriste para ti un pueblo de adopción, concede, propicio, a tu Iglesia, los dones de la unidad y de la paz. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Sal 103, 13-15)
La tierra está llena, Señor, de dones tuyos: el pan que sale de la tierra y el vino que alegra el corazón del hombre.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Señor, que la obra salvadora de tu misericordia fructifique plenamente en nosotros, y haz que, con la ayuda continua de tu gracia, de tal manera tendamos a la perfección, que podamos siempre agradarte en todo. Por Jesucristo, nuestro Señor.




PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO ANTES DEL ANGELUS
Domingo 24 de Agosto de 2014
Queridos hermanos y hermanas ¡buenos días!

El Evangelio de este domingo (Mt 16, 13-20) es el célebre pasaje, central en el relato de Mateo, en el que Simón, en nombre de los Doce, profesa su fe en Jesús como «el Cristo, el Hijo de Dios vivo»; y Jesús llama «bienaventurado» a Simón por su fe, reconociendo en ella un don, un don especial del Padre, y le dice: «Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

Detengámonos un momento precisamente en este punto, sobre el hecho de que Jesús atribuye a Simón este nuevo nombre: “Pedro”, que en la lengua de Jesús suena “Cefas”, una palabra que significa “piedra”. En la Biblia este nombre, este término, “piedra”, está referido a Dios. Jesús lo atribuye a Simón, no por sus cualidades o sus méritos humanos, sino por su fe genuina y firme, que le viene de lo alto.

Jesús siente en su corazón una gran alegría, porque reconoce en Simón la mano del Padre, la acción del Espíritu Santo. Reconoce que Dios Padre ha dado a Simón una fe “fiable”, sobre la cual Él, Jesús, podrá edificar su Iglesia, es decir su comunidad. Es decir, todos nosotros. Todos nosotros.

Jesús tiene el propósito de dar vida a “su” Iglesia, un pueblo fundado ya no en su descendencia, sino en la fe, es decir, en la relación con Él mismo, una relación de amor y de confianza. Nuestra relación con Jesús edifica la Iglesia. Y, por tanto, para iniciar su Iglesia, Jesús tiene necesidad de encontrar en los discípulos una fe sólida, una fe “de confianza”. Esto es lo que Él debe verificar en este punto del camino. Y por eso formula la pregunta.

El Señor tiene en su mente la imagen del construir, la imagen de la comunidad como edificio. He aquí porqué, cuando siente la profesión de fe genuina de Simón, lo llama “piedra”, y manifiesta la intención de construir su Iglesia sobre esta fe.

Hermanos y hermanas, lo que sucedió de modo único en San Pedro, sucede también en cada cristiano que madura una fe sincera en Jesús, el Cristo, el Hijo del Dios vivo.

El Evangelio de hoy también interpela a cada uno de nosotros. ¿Cómo va tu fe? Cada uno responda en su corazón, eh. ¿Cómo va tu fe? ¿Cómo es? ¿Qué encuentra el Señor en nuestros corazones? ¿Un corazón firme como la piedra o un corazón arenoso, es decir, dudoso, difidente, incrédulo? Nos hará bien en la jornada de hoy pensar en esto.

Si el Señor encuentra en nuestro corazón una fe, no digo perfecta, pero sincera, genuina, entonces Él ve también en nosotros piedras vivas con las cuales construir su comunidad. De esta comunidad, la piedra fundamental es Cristo, piedra angular y única. Por su parte, Pedro es piedra, en cuanto fundamento visible de la unidad de la Iglesia; pero cada bautizado está llamado a ofrecer a Jesús su propia fe, pobre, pero sincera, para que Él pueda seguir construyendo su Iglesia hoy, en todas partes del mundo.

También en nuestros días «mucha gente» piensa que Jesús es un gran profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia… Y también hoy Jesús pregunta a sus discípulos, es decir a nosotros, a todos nosotros: «¿Pero ustedes, quién dicen que soy yo?». ¿Un profeta, un maestro de sabiduría, un modelo de justicia? ¿Qué responderemos nosotros?

Pensemos en esto. Pero sobre todo, oremos a Dios Padre, para que nos dé la respuesta y por intercesión de la Virgen María; pidámosle que nos dé la gracia de responder, con corazón sincero: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».

Ésta es una confesión de fe. Éste es precisamente el Credo. Pero podemos repetirlo tres veces todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Todos juntos: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo».


FUENTE: RADIO VATICANA.



HOMILIA
P. RANIERO CANTALAMESSA

Existe, en la cultura y en la sociedad de hoy, un hecho que nos puede introducir a la comprensión del Evangelio de este domingo, y es el sondeo de las opiniones. Se practica un poco por todas partes, pero sobre todo en el ámbito político y comercial. También Jesús un día quiso hacer un sondeo de opinión, pero con fines, como veremos, muy diversos: no políticos sino educativos. Llegado a la región de Cesarea de Filipo, es decir, la región más al norte de Israel, en una pausa de tranquilidad, en la que estaba solo con los apóstoles, Jesús les dirigió a quemarropa la pregunta: "¿Quién dice la gente que es el hijo del Hombre?"

Parece como si los apóstoles no esperaran otra cosa para poder finalmente dar rienda suelta a todas las voces que circulaban a propósito de él. Responden: "Algunos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas". Pero a Jesús no le interesaba medir el nivel de su popularidad o su índice de simpatía entre la gente. Su propósito era bien diverso. A renglón seguido les pregunta: "¿Vosotros quién decís que soy yo?"

Esta segunda pregunta, inesperada, les descoloca completamente. Se entrecruzan silencio y miradas. Si en la primera pregunta se lee que los apóstoles respondieron todos juntos, en coro, esta vez el verbo es singular; sólo "respondió" uno, Simón Pedro: "¡Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo!"

Entre las dos respuestas hay un salto abismal, una "conversión". Si antes, para responder, bastaba con mirar alrededor y haber escuchado las opiniones de la gente, ahora deben mirarse dentro, escuchar una voz bien distinta, que no viene de la carne ni de la sangre, sino del Padre que está en los cielos. Pedro ha sido objeto de una iluminación "de lo alto".

Se trata del primer auténtico reconocimiento, según los evangelios, de la verdadera identidad de Jesús de Nazaret. ¡El primer acto público de fe en Cristo de la historia! Pensemos en el surco dejado por un barco: se va ensanchando hasta perderse en el horizonte, pero comienza con una punta, que es la misma punta del barco. Así sucede con la fe en Jesucristo. Es un surco que ha ido ensanchándose en la historia, hasta llegar a los "últimos confines de la tierra". Pero empieza con una punta. Y esta punta es el acto de fe de Pedro: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo". Jesús usa otra imagen, vertical no horizontal: roca, piedra. "Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia".

Jesús cambia el nombre a Simón, como se hace en la Biblia cuando uno recibe una misión importante: lo llama "Kefas", Roca. La verdadera roca, la "piedra angular" es, y sigue siendo, él mismo, Jesús. Pero, una vez resucitado y ascendido al cielo, esta "piedra angular", aunque presente y operante, es invisible. Es necesario un signo que la represente, que haga visible y eficaz en la historia este "fundamento firme" que es Cristo. Y éste será precisamente Pedro, y, después del él, el que haga las veces de él, el Papa, sucesor de Pedro, como cabeza del Colegio de los apóstoles.

Pero volvamos a la idea del sondeo. El sondeo de Jesús, como hemos visto, se desarrolla en dos tiempos, comporta dos preguntas fundamentales: primero, "Quién dice la gente que soy yo?"; segundo, "¿Quién decís vosotros que soy yo? Jesús no parece dar mucha importancia a lo que la gente piensa de él; le interesa saber qué piensan sus discípulos. Les coge con ese "¿y vosotros quién decís que soy yo?". No permite que se atrincheren tras las opiniones de otros, quiere que digan su propia opinión.

La situación se repite, casi idéntica, en el día de hoy. También hoy "la gente", la opinión pública, tiene sus ideas sobre Jesús. Jesús está de moda. Miremos lo que sucede en el mundo de la literatura y del espectáculo. No pasa un año sin que salga una novela o una película con la propia visión, torcida y desacralizada, de Cristo. El caso del Código Da Vinci de Dan Brown ha sido el más clamoroso y está teniendo muchos imitadores.

Luego están los que se quedan a medio camino. Como la gente de su tiempo, cree que Jesús es "uno de los profetas". Una persona fascinante, se le coloca al lado de Sócrates, Gandhi, Tolstoi. Estoy seguro de que Jesús no desprecia estas respuestas, porque se dice de él que "no apaga el pábilo vacilante y no quiebra la caña cascada", es decir, sabe apreciar todo esfuerzo honesto por parte del hombre. Pero hay una respuesta que no cuadra, ni siquiera a la lógica humana. Gandhi o Tolstoi nunca han dicho "yo soy el camino, la verdad y la vida", o también "el que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí".

Con Jesús no se puede quedar uno a medio camino: o es lo que dice ser, o es el el mayor loco exaltado de la historia. No hay medias tintas. Existen edificios y estructuras metálicas (creo que una es la torre Eiffel de París) hechas de tal manera que si se toca un cierto punto, o se traslada cierto elemento, se derrumba todo. Así es el edificio de la fe cristiana, y ese punto neurálgico es la divinidad de Jesucristo.


Pero dejemos las respuestas de la gente y vayamos a los no creyentes. No basta con creer en la divinidad de Cristo, es necesario también testimoniarla. Quien lo conoce y no da testimonio de esta fe, sino que la esconde, es más responsable ante Dios que el que no tiene esa fe. En una escena del drama "El padre humillado" de Claudel, una muchacha judía, hermosísima pero ciega, aludiendo al doble significado de la luz, pregunta a su amigo cristiano: "Vosotros que veis, ¿qué uso habéis hecho de la luz?". Es una pregunta dirigida a todos nosotros que nos confesamos creyentes.




HOMILIA
Fr. Nelson Medina F., O.P

Temas de las lecturas: Colgaré de su hombro la llave del palacio de David *  Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos. * Él es el  origen, guía y meta del universo * Tú eres Pedro, y te daré las llaves del reino de  los cielos   

1. Las Llaves   
1.1 Las lecturas de hoy, particularmente la primera y el evangelio, miran a las  llaves, esos pequeños pero indispensables instrumentos que abren o cierran el  paso. En tiempos bíblicos eran siempre de metal; hoy podríamos llamar llaves a las  contraseñas que nos permiten acceder a un correo electrónico, o las tarjetas de  crédito que usamos en los cajeros automáticos (ATM) o incluso a la forma y color  característicos del propio iris, pero la idea es la misma.   
1.2 Hay una idea que se repite en nuestras lecturas de este domingo: "lo que él  abra, nadie lo cerrará; lo que él cierre, nadie lo abrirá" dice el profeta Isaías  refiriéndose al nuevo mayordomo del palacio real; Jesús por su parte le dice a  Pedro: "todo lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que  desates en la tierra quedará desatado en el cielo." Estas palabras del Señor, séanos  permitido destacarlo, no fueron dichas a ninguna otra persona en ninguna otra  circunstancia.    

2. El (Controvertido) Ministerio de Pedro
 2.1 Por eso la Iglesia Católica habla de un "ministerio petrino," es decir, un encargo  particular que Pedro ha recibido de Cristo y que en últimas constituye la esencia del  ministerio que realiza el Papa, como sucesor de Pedro. Como se puede suponer,  numerosas controversias han surgido entre los estudiosos de la Biblia sobre cómo  se debe interpretar lo que el Señor dijo a Pedro.    2.2 Los comentarios bíblicos clásicos de confesión protestante interpretan este  pasaje de manera diversa. Para Robertson, el servicio de las llaves es el anuncio del  Reino de Dios, pues a través de la predicación la gente entra al Reino, es decir, con  ella Pedro "abre;" cuando la misma predicación muestra las exigencias de seguir el  camino de Cristo algunos prefieren quedarse afuera, y en ese sentido Pedro  "cierra." Según este modo de interpretar todo predicador hace lo que hace Pedro.   
2.3 Para Matthew Henry, otro protestante, las palabras de Pedro son expresión de  la fe de todos los creyentes, de modo que lo que dice Cristo finalmente debe  entenderse de la Iglesia entera, y no centrarse únicamente en una persona (y sus  sucesores). En el mismo sentido va Albert Barnes, que añade con énfasis: "La única  preeminencia de Pedro [sobre los demás apóstoles] fue el honor de abrir primero  que ellos las puertas del Evangelio para el mundo."   
2.4 Para John Gill, protestante, las llaves indican la capacidad de explicar y  anunciar la verdad del Evangelio. Las palabras de Cristo no dan autoridad "jurídica"  sino únicamente proveen una capacidad para enseñar. De otro modo piensa el  también protestante John Darby, que ve un poder para gobernar en la expresión  que Jesús usa, aunque aclara que ese poder no reemplaza al del único Rey de  Reyes, Cristo mismo. Sin embargo, Darby no relaciona este poder con el modo  católico de entender el servicio del Papa.    

3. El Poder de las Llaves   
3.1 No cabe duda de que son interesantes y defendibles muchas posturas de estos  cristianos. Por lo pronto, nos ayudan a estar en guardia con respecto a todo lo que  implica la palabra "poder" y su lugar en la Iglesia.   
3.2 Pero hay varias cosas que podemos anotar. Ante todo, ¿no es interesante que  todas ellas vengan de los siglos posteriores a la Reforma Protestante? ¿No llama la  atención que antes del siglo XVI nadie pensara que esa frase "se limitaba" a  predicar y a enseñar? ¿No cabe suponer que ese modo de interpretar nació  precisamente con un propósito, a saber, erosionar la postura católica y favorecer el  estilo de ministerio protestante?  
 3.3 Por ejemplo, san Agustín escribe: "La Iglesia ha recibido las llaves del Reino de  los cielos, a fin de que se realice en ella la remisión de los pecados por la sangre de  Cristo y la acción del Espíritu Santo. En esta Iglesia es donde revive el alma, que  estaba muerta por los pecados, a fin de vivir con Cristo, cuya gracia nos ha  salvado" (San Agustín, serm. 214, 11). San Juan Crisóstomo llega a más cuando  afirma: "Los sacerdotes han recibido un poder que Dios no ha dado ni a los ángeles,  ni a los arcángeles... Dios sanciona allá arriba todo lo que los sacerdotes hagan  aquí abajo" (San Juan Crisóstomo, sac. 3, 5).   
3.4 Parece indudable entonces que debemos admirar y agradecer lo que Dios ha  concedido a Pedro, y con la confirmación de Pedro, lo que ha concedido a sus  sacerdotes. Concluyamos con la enseñanza de Juan Pablo II en su homilía del 29 de  junio de 1998: " El Apóstol es el depositario de las llaves de un tesoro inestimable: el tesoro de la redención. Tesoro que trasciende ampliamente la dimensión  temporal. Es el tesoro de la vida divina, de la vida eterna. Después de la  resurrección, fue confiado definitivamente a Pedro y a los Apóstoles: "Recibid el  Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados, a quienes  se los retengáis, les quedan retenidos" (Jn 20, 22-23).
Quien posee las llaves tiene  la facultad y la responsabilidad de cerrar y abrir. Jesús habilita a Pedro y a los  Apóstoles para que dispensen la gracia de la remisión de los pecados y abran  definitivamente las puertas del reino de los cielos. Después de su muerte y  resurrección, ellos comprenden bien la tarea que se les ha confiado y, con esa  conciencia, se dirigen al mundo impulsados por el amor a su Maestro."
(Homiletica org / Fr. Nelson Medina F., O.P)



REFLEXIÓN
a.- Is. 22,19-23: Colgaré de hombro la llave del palacio de David.   
En esta primera lectura encontramos un oráculo personal que el profeta dirige a  Sobná un secretario extranjero que llegó a un puesto muy alto en el palacio de  Ezequías. Yahvé, sin embargo, quiere a Eliaquías a quien reviste de todas las  insignias de mayordomo de palacio, túnica y cinturón (v.22), las llaves de palacio,  símbolo de su poder como primer ministro, merecerá el título de padre de parte del  pueblo; abrirá y cerrará, nadie le podrá quitar su poder. Sobre sus hombros la llave  simbólica de la casa de David. Se le compara a este hombre con un clavo que tensa  y sujeta las cuerdas de las tiendas, así será su seguridad en el poder. Todos  acudirán a él, para encontrar solución a sus problemas. Pero será el mismo profeta,  quien anunciará luego su caída, cuando el servicio de Elequías se convirtió en  nepotismo. La misma palabra que lo elevó a tal dignidad, ahora lo conmina al  anonimato; Dios es celoso, exige correspondencia. La misma mano poderosa de  Yahvé que exalta al pobre, hunde al soberbio cuando lo obrado por Dios, lo  confunde el hombre como fruto de su acción. Hecha una lectura desde la fe, este  pasaje se convierte en profecía.   


b.- Rm. 11, 33-36: Himno a la sabiduría y misericordia de Dios.   
Termina el apóstol su reflexión sobre la desobediencia de Israel a la persona de  Jesús de Nazaret y al evangelio. Tiene la esperanza que al algún día los judíos  alcancen la misericordia de Dios por no aceptar la economía salutis, la salvación  universal, querida por Dios, pero de la que se han excluido. La riqueza es uno de  los temas preferidos del apóstol: Dios nos enriqueció con la revelación de su Hijo.  Su evangelio es riqueza que hay que anunciar a los gentiles (cfr. Rm.2,4; 1Cor.1,5;  Ef. 3,8; Flp.4,19; Col.1,27; 3,16). Lo mismo se puede decir de la sabiduría de Dios,  es un abismo, una locura, personificada en Jesucristo. En ÉL están escondidos los  tesoros de la sabiduría y de la ciencia, porque lo que se refiere a Dios lo  encontramos en Cristo (cfr. 1Cor.1,25; Col.2,3).  La sabiduría de Dios encerró a  todos los hombres en el pecado para tener misericordia de judíos y gentiles.  Concluye Pablo, este tema,  alabando la misma sabiduría, misericordia y  generosidad de Dios. Inescrutables son los caminos de Dios, y por ellos, conducirá  a Israel a la salvación prometida. Toda esta reflexión es motivo de admiración y de  alabanza para el cristiano. Dios en sus designios no pide consejo, de ahí que nadie  conozca sus pensamientos, sus caminos son inescrutables. El plan salvífico está por encima de va más allá de toda sabiduría humana.  Tampoco Dios ha recibido ayuda  de nadie para llevar adelante su obra salvífica, por lo mismo nadie, puede exigirle  una recompensa. De ahí que sea insondable su generosidad que salva, por pura  bondad y nos quiere a cada uno como Padre. La salvación que conocemos está más  allá de todo cuanto el hombre pueda esperar; por sobre todo conocimiento y querer  de hombre; misterio de gracia y amor. La historia de la salvación se caracteriza por  tener siempre Dios la iniciativa, como Señor, obtiene cuanto es su voluntad. El  universo, creación de sus manos, se sigue moviendo, por el designio de su voluntad  y armonía perfecta. Se hace digno de toda alabanza y honor, gloria por siempre.   Concluye el texto con una doxología, que es teología, porque orada: “Todo es de él,  por él y para él” (v.35; Col.1, 16-17).       



c.- Mt. 16, 13-20: Tú eres Pedro y te daré las llaves del Reino de los Cielos.   
Este evangelio debió ser muy importante, porque lo narran los Sinópticos,  nos  presentan la escena localizada en el camino (cfr. Mc. 8, 27-30), cuando se dirige  Jesús con los suyos a la región y aldeas de Cesárea de Filipo, y “estando una vez en  oración”, “a solas con sus discípulos” destaca Lucas (cfr. Lc. 9,18-21; 3,21; 6,12).  A Jesús le interesa saber qué piensa la gente acerca de ÉL, y lo primero es  preguntarle a sus más cercanos por ello. Eran los apóstoles los que recibían las  impresiones de las muchedumbres, de las gentes sencillas: para unos Jesús era  Juan Bautista resucitado (cfr. Lc. 9,7); para otros era Elías (cfr. Lc. 9,8),  manteniendo la opinión popular que el profeta estaba vivo que debía venir a  reconocer y ungir al Mesías, finalmente para otros era Jeremías (cfr.2 M 1,12) o  alguno de los grandes profetas. Era el poder taumatúrgico de Cristo, el que los  hacía creer en la resurrección de los muertos (cfr. Mt 14:2; Mc 6:14). Extraña que  nadie dijese, por boca de los apóstoles, que Jesús fuera reconocido por las gentes  como el Mesías prometido aunque algunos ya lo habían intuido (cfr. Mt. 9,27; 12,  23; 15, 22; Jn. 6, 14-15). Ahora, la pregunta del Maestro, va dirigida directamente  a los apóstoles. ¿Qué piensan ellos acerca de Jesús? (v.20) Llevan con ÉL, cerca de  dos años, cuál es la impresión, lo que han comprendido, de su persona, palabras y  milagros. La respuesta la da sólo Pedro en nombre de todos, con lo que Mateo  quiere destacar la precisión de la respuesta, lo que le da un carácter solemne a ese  momento trascendente. La respuesta la recogen los tres sinópticos con ligeras  variantes: “Tú eres el Cristo” (Mc. 8, 30); “El Cristo” de Dios” (Lc. 9,18); “Tú eres  el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mt. 16,16). Las dos primeras fórmulas confiesan  la medianidad de Jesús con la que coincide Mateo, pero la segunda parte de su  formulación, destacar la divinidad de Cristo. A la confesión del apóstol, sigue la  felicitación a Pedro por la revelación recibida de parte de Dios, no de algún hombre  (cfr. Gál. 1,16-17). Tan trascendente era la revelación, que la hizo el Padre  celestial, misterio desconocido por Pedro, es decir, una revelación que no podía  alcanzar a conocer por la carne ni la sangre, o sea como ser humano. Al llamarlo
 con su nombre Simón y darle uno nuevo, Pedro, es signo que le dará también una  misión: ser piedra visible sobre la que  ÉL levantará la Iglesia (cfr. 1Cor. 1,12;  2,22; 9,5; 15,5; Gal. 1,18; 2,9; 11,14), y Jesucristo, la piedra angular sobre la que  se levanta todo el edificio (cfr. Ef. 2,20). Le promete que las puertas del infierno,  no podrán contra ella, es decir, las puertas del Hades o de la muerte no vencerán a  la Iglesia (cfr. Is. 38, 10; cfr. Sal. 16,13). Más tarde este lugar de la muerte se  convirtió en lugar de condenados y demonios, reino del mal hostil a la Iglesia (cfr.  Col. 1,13; Ef. 6,12), pero, que asegura la victoria definitiva de la comunidad  eclesial, sobre el mal. El infierno no podrá vencer a la Iglesia, porque está edificada  sobre la piedra angular, la roca firme, que es Jesucristo. La otra promesa, se refiera  a que Pedro, será asistido a la hora de “atar y desatar” (v. 19), es decir, declarar  lícita o ilícita una cosa, con la confirmación de cuanto decida en los cielos. Todo  cuando decida, permita o prohíba, será ratificado por el cielo, garantizado por  Cristo. Finalmente, Jesús les manda que no digan a nadie que ÉL es el Cristo, para  evitar la efervescencia que había en el ambiente, y que ya habían intentado  proclamarlo rey, Mesías en el templo de Jerusalén (cfr. Jn. 6,15). La hora de Jesús  estaba cerca, había que esperar su definitiva glorificación.  Santa Teresa de Jesús, vive la experiencia de ese Dios en el fondo de su alma: “Estaba una vez recogida con esta compañía que traigo siempre en el alma y  parecióme estar Dios de manera en ella, que me acordé de cuando San Pedro dijo: «Tú eres Cristo, hijo de Dios vivo»; porque así estaba Dios vivo en mi alma. Esto no  es como otras visiones, porque lleve fuerza con la fe; de manera que no se puede  dudar que está la Trinidad por presencia y por potencia y esencia en nuestras  almas. Es cosa de grandísimo provecho entender esta verdad. Y como estaba  espantada de ver tanta majestad en cosa tan baja como mi alma, entendí: «No es  baja, hija, pues está hecha a mi imagen»”  (Relaciones 41).  


REFLEXIÓN
LA LLAVE PARA ABRIR Y CERRAR
Is 22, 19-23, Rm 11, 33-36; Mt 16, 13-20
Las dos narraciones recurren a una misma imagen para referirse al ministerio de autoridad ejercida en representación de Dios. Un mayordomo es destituido y otro es establecido en el palacio real de Judá. La responsabilidad de gobernar no es un beneficio ni tampoco una especie de premio de lotería por tiempo limitado, es una responsabilidad que genera rendición de cuentas. Pedro tendrá que pastorear a la comunidad de los discípulos, estableciendo un discernimiento colegiado en medio de sus hermanos para desentrañar la voluntad de Dios. La llave que ha recibido es la autoridad para representar a Jesús en la búsqueda de las señales del querer divino, en las diferentes circunstancias. Ese servicio de acompañamiento tendrá que ser cumplido desde la autoridad discreta, a la manera del mismo Señor Jesús, que no vino a ser servido sino a servir. (www misal com mx).


Santos
Bartolomé, apóstol y mártir; Micaela del Santísimo Sacramento, fundadora. Beato Bartolomé de Bélgica, monje.

(Verde)


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