sábado, 9 de agosto de 2014

DOMINGO 10 DE AGOSTO DE 2014. LECTURAS DE LA EUCARISTÍA


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 10 DE AGOSTO DE 2014
XIX DOMINGO ORDINARIO. A

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Sal 73, 20. 19. 22. 23)
Acuérdate, Señor, de tu alianza, no olvides por más tiempo la suerte de tus pobres. Levántate, Señor, a defender tu causa, no olvides las voces de los que te buscan.

ORACIÓN COLECTA
Dios todopoderoso y eterno, a quien, enseñados por el Espíritu Santo, invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.

LITURGIA DE LA PALABRA

Quédate en el monte, porque el Señor va a pasar.

DEL PRIMER LIBRO DE LOS REYES: 19, 9. 11-13

Al llegar al monte de Dios, el Horeb, el profeta Elías entró en una cueva y permaneció allí. El Señor le dijo: "Sal de la cueva y quédate en el monte para ver al Señor, porque el Señor va a pasar".
Así lo hizo Elías, y al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado, que partía las montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el viento. Se produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 84
R/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.

Escucharé las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo. Está ya cerca nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra. R/.

La misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron; la fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo. R/.

Cuando el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas. R/.


Hasta quisiera verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos.

DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS: 9, 1-5

Hermanos: Les hablo con toda verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me atestigua, con la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza y un dolor incesante tortura mi corazón.
Hasta aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos, los de mi raza y de mi sangre, los israelitas, a quienes pertenecen la adopción filial, la gloria, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Ellos son descendientes de los patriarcas; y de su raza, según la carne, nació Cristo, el cual está por encima de todo y es Dios bendito por los siglos de los siglos. Amén.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN (Sal 129, 5) R/. Aleluya, aleluya.
Confío en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra. R/.




Mándame ir a ti caminando sobre el agua.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 14, 22-33

En aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla, mientras Él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entre tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían: "¡Es un fantasma!" Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo enseguida: "Tranquilícense y no teman. Soy yo".
Entonces le dijo Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el agua". Jesús le contestó: "Ven". Pedro bajó de la barca y comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame, Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"
En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se postraron ante Jesús, diciendo: "Verdaderamente tú eres el Hijo de Dios".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Se dice Credo.

PLEGARIA UNIVERSAL

Con la confianza que nos da nuestra fe, presentemos al Padre nuestras plegarias.
Después de cada petición diremos:
Te rogamos, óyenos.
Para que Dios nuestro Padre proteja con amor a su Iglesia, y haga crecer en la fe y la esperanza. Oremos.
Para que no falten entre nosotros las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa. Oremos.
Para que los niños y niñas de nuestra parroquia (comunidad) aprendan a conocer y amar a Jesucristo de todo corazón. Oremos.
Para que el Espíritu de Dios sostenga y fortalezca los esfuerzos de los hombres y mujeres de buena voluntad que trabajan por un mundo más justo. Oremos.
Para que las personas mayores reciban unas pensiones que les permitan vivir dignamente. Oremos.
Para que todos nosotros aprendamos a ser más generosos con los pobres. Oremos.
Te pedimos, Padre, que escuches nuestra oración y nos concedas tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe benignamente, Señor, los dones de tu Iglesia, y, al concederle en tu misericordia que te los pueda ofrecer, haces al mismo tiempo que se conviertan en sacramento de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 147, 12. 14)
Alaba, Jerusalén, al Señor, porque te alimenta con lo mejor de su trigo

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
La comunión de tus sacramentos que hemos recibido, Señor, nos salven y nos confirmen en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.


PALABRAS DEL PAPA ANTES DEL REZO DEL ANGELUS
DOMINGO 10 DE AGOSTO DE 2014

VATICANO, 10 Ago. 14 / 10:45 am (ACI/EWTN Noticias).- Al presidir el rezo del Ángelus hoy en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio de hoy, que presenta a Jesús caminando sobre las aguas del lago, acercándose a la barca de sus discípulos asustados por una tormenta.

“Esta es una imagen clara de la Iglesia: una barca que debe afrontar la tormenta y a veces parece que va a ser hundida. Lo que la salva no es la calidad o el valor de sus hombres, sino la fe, que le permite caminar incluso en la oscuridad, en medio de las dificultades”.

Citado por Radio Vaticano, el Santo Padre señaló que “el Evangelio de hoy nos presenta el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago. Después de la multiplicación de los panes y de los peces, Él invita a los discípulos a subirse en una barca y a esperarlo en la otra orilla, mientras Él despide a la gente y luego se retira a rezar en la montaña hasta la noche”.

“Mientras tanto en el lago se desata una fuerte tormenta, y es ahí, en medio de la tormenta que Jesús llega a la barca de los discípulos, caminando sobre las aguas del lago”.

Al ver a Jesús, recordó el Papa, “los discípulos se asustan, piensan que es un fantasma, pero Él los tranquiliza: ‘¡Animo, soy yo, no tengan miedo!’. Pedro, con su típico impulso, le pide casi una prueba: ‘Señor, si eres tú, ordéname de ir hacia ti caminado sobre las aguas’; y Jesús le dice: ‘¡Ven!’”.

“Pedro baja de la barca y se pone a caminar sobre las aguas; pero el fuerte viento lo embiste y comienza a hundirse. Entonces grita: ‘¡Señor, sálvame!’, y Jesús le tiende la mano y lo saca”.

Francisco señaló que “esta narración es una bella imagen de la fe del apóstol Pedro. En la voz de Jesús que le dice: ‘¡Ven!’, él reconoce el eco del primer encuentro sobre la orilla de ese mismo lago, y luego, una vez más, deja la barca y va hacia el maestro. ¡Y camina sobre las aguas! La respuesta confiada y rápida a la llamada del Señor hace realizar siempre cosas extraordinarias”.

“Pero Jesús mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra fe, fe en Él, fe en su palabra, fe en su voz. En cambio, Pedro comienza a hundirse en el momento que deja de mirar a Jesús y se deja envolver por las adversidades que lo rodean. Pero el Señor esta siempre ahí, y cuando Pedro lo llama, Jesús lo salva del peligro”.

Francisco indicó que “en el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, es descrita nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y todavía victoriosa, la fe del cristiano camina al encuentro del Señor resucitado, en medio de las tormentas y los peligros del mundo”.

El Papa destacó que “también es muy importante la escena final ‘Apenas subieron en la barca, el viento cesó. Aquellos que estaban en la barca se prostraron delante de Él, diciendo: ¡de verdad tú eres el Hijo de Dios!’. En la barca están todos los discípulos, acomunados por la experiencia de la debilidad, de la duda, del miedo, ‘de la poca fe’. Pero cuando sobre aquella barca sube Jesús, el clima cambia en seguida: todos se sienten unidos en la fe en Él”.

“Todos los pequeños y atemorizados se hacen grandes en el momento en el cual se arrojan de rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas veces también a nosotros nos sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos salir adelante, ¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal vez escondido, pero siempre presente y listo para socorrernos”.

Francisco subrayó que “la fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre al lado, que nos tiene de la mano para alejarnos del peligro. Todos nosotros estamos sobre esta barca, y aquí nos sentimos seguros no obstante nuestros límites y nuestras debilidades”.


“Estamos seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús, ¡adorar a Jesús!, el único Señor de nuestra vida. A esto nos llama siempre nuestra Madre, la Virgen”, concluyó.

FUENTE: ACIPRENSA



La barca zarandeada por las olas (Mateo 14, 22-33)
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Los hechos del Evangelio no han sido escritos sólo para ser contados, sino también para ser revividos. A quien les escucha se le invita cada vez a entrar dentro de la página del Evangelio, a convertirse de espectador en actor, a ser parte en causa. La Iglesia primitiva nos da el ejemplo. La manera en que se cuenta el episodio de la tempestad calmada muestra que la comunidad cristiana lo aplicó a su propia situación. En aquella tarde, cuando había despedido a la multitud, Jesús había subido solo al monte para rezar; ahora, en el momento en el que Mateo escribe su Evangelio, Jesús se ha despedido de sus discípulos y ha ascendido al cielo, donde vive rezando e "intercediendo" por los suyos. En aquella tarde echó mar adentro la barca; ahora ha echado a la Iglesia en el gran mar del mundo. Entonces se había levantado un fuerte viento contrario; ahora la Iglesia vive sus primeras experiencias de persecución.

En esta nueva situación, ¿qué les decía a los cristianos el recuerdo de aquella noche? Que Jesús no estaba lejos ni ausente, que siempre se podía contar con él. Que también ahora daba órdenes a sus discípulos para que se le acercaran "caminando sobre las aguas", es decir, avanzando entre las corrientes de este mundo, apoyándose sólo en la fe.

Es la misma invitación que hoy nos presenta: aplicar lo sucedido a nuestra vida personal. Cuántas veces nuestra vida se parece a esa barca "zarandeada por las olas a causa del viento contrario". La barca zarandeada puede ser el propio matrimonio, los negocios, la salud... El viento contrario puede ser la hostilidad y la incomprensión de las personas, los reveses continuos de la vida, la dificultad para encontrar casa o trabajo. Quizá al inicio hemos afrontado con valentía las dificultades, decididos a no perder la fe, a confiar en Dios. Durante un tiempo nosotros también hemos caminado sobre las aguas, es decir, confiando únicamente en la ayuda de Dios. Pero después, al ver que nuestra prueba era cada vez más larga y dura, hemos pensado que no podíamos más, que nos hundíamos. Hemos perdido la valentía.

Este es el momento de acoger y experimentar como si se nos hubieran dirigido personalmente a nosotros las palabras que Jesús dirigió en esta circunstancia a los apóstoles: "¡Ánimo!, que soy yo; no temáis". Es famosa la frase con la que el sacerdote Abundio, en Los novios (I promessi sposi), justifica su miedo y cobardía: "Quien no tiene valentía no se la puede dar". Tenemos que desterrar precisamente esta convicción. ¡Quien no tiene valentía se la puede dar! ¿Cómo? Con la fe en Dios, con la oración, basándose en la promesa de Cristo.

Alguno dirá que esta valentía, basada en la fe en Dios y en la oración, es un pretexto, una huida de las propias posibilidades y responsabilidades. Una manera de descargar en Dios los propios deberes. Es la tesis de fondo de la obra de teatro de Bertolt Brecht, ambientada en Alemania en tiempos de la guerra de los Treinta Años, que tiene como protagonista a una mujer del pueblo llamada, por su capacidad de decisión y valor, "Madre Coraje". En plena noche, las tropas imperiales, tras haber matado a los guardias, avanzan contra la ciudad protestante de Halle para quemarla. En los alrededores de la ciudad, una familia de campesinos, que acoge a la Madre Coraje con la hija muda, Kattrin, sabe que lo único que puede hacer para salvar a la ciudad de la ruina es rezar. Pero Kattrin, en lugar de ponerse a rezar, sube al techo de la casa, y se pone a tocar desesperadamente el tambor hasta que ve que los habitantes se han despertado y están de pie. Es asesinada por los soldados, pero la ciudad se salva.

Con esta crítica, que es la clásica crítica del marxismo, se ataca a quien pretende quedarse con los brazos cruzados, en espera de que Dios lo haga todo. Pero esto no tiene nada que ver con la verdadera fe y la verdadera oración, que es lo contrario de la resignación pasiva. Jesús dejó que los apóstoles remaran contra el viento durante toda la noche y que utilizaran todos su recursos antes de intervenir personalmente.

[Traducción del original italiano realizada por Jesús Colina]

FUENTE:Misión Mas




Homilía

Temas de las lecturas: Ponte de pie en el monte ante el Señor * Quisiera ser un  proscrito por el bien de mis hermanos * Mándame ir hacia ti andando sobre el agua 
1. Encontrarse con Dios 
1.1 Las lecturas de hoy nos dejan ver que la presencia de Dios es distinta de cómo  uno podría imaginarla. 
1.2 A veces uno piensa que Dios, como es fuerte, sólo se dejará ver en las  acontecimientos grandes e impresionantes; a veces uno piensa que Dios, como es  bueno, no nos dejará pasar por momentos de inseguridad. 
1.3 Y sin embargo, Dios, siendo fuerte y siendo bueno, se hace presente en  nuestras vidas de modos que no comprendemos. 

2. Una Brisa Suave 
2.1 En la primera lectura tenemos a Elías, el profeta rechazado por su pueblo, el  hombre solitario, no por elección sino porque su fe lo ha llevado a ser visto como  un extranjero y como una amenaza para los propios israelitas, que por el contrario  han elegido servir a los ídolos. 
2.2 En su soledad Elías se aferra a Dios y peregrina hasta el monte Horeb, el monte  santo, el lugar donde Dios primero llamó a Moisés y donde también se celebró la  alianza. Escondido en las grietas de la montaña sacra, Elías está en realidad cobijado y guarnecido por el poder del abrazo de Dios. Y allí el mismo Dios quiere  manifestarse a él, como señal de una alianza que no muere y como prueba de la  inquebrantable fidelidad del Altísimo. 
2.3 No es el fuego ni el terremoto lo que trae a Dios, en este caso; es una brisa  suave. En la batalla contra sus enemigos Dios muestra su grandeza pero con sus  amigos lo que deja ver es su cercanía. Aquella brisa que refresca, que serena, que  acaricia, es una señal del amor y de la palabra del Amigo.

3. Una Brisa Impetuosa
3.1 En el evangelio, en cambio, se da el caso de una brisa impetuosa. Pedro camina  sobre las olas pero el vigor del viento contrario le hace dudar. El hilo de fe que lo  une a Jesús se rompe por un momento, Pedro falla en su confianza y el hombre  empieza a hundirse entre las olas. 
3.2 Destaquemos dos cosas, aprendiendo de la experiencia de otro. Primero, que  Pedro se hunde cuando mira más a las dificultades que a Jesús. Una vez que ha  apartado su mirada del Señor, es tan vulnerable e indefenso como cualquiera  puesto en medio del mar. 
3.3 Pero en segundo lugar, aprendamos de Pedro a acudir al mismo Señor al que le  hemos fallado. Su fe ha trastabillado pero la humildad le permite exclamar: "¡Señor, sálvame!" La humildad, principio de arrepentimiento, de algún modo sana  lo que la falta de fe había perdido.

(Homiletica org / Fr. Nelson Medina F., O.P)



UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
La escena que nos refiere el evangelio de san Mateo puede servirnos como trasfondo para situar nuestra experiencia como creyentes. Los discípulos estaban batallando con el viento, que era tan fuerte que parecía volcaría la barca; cuando amanecía Jesús los alcanzó, no lo reconocieron a la primera y se espantaron creyendo ver visiones. En cierto sentido los cristianos estamos siendo azotados por el viento de las ideologías contrarias al Evangelio; éstas se nos presentan tan seductoras y atractivas que nos hacen vacilar. Vamos dando pasos en dirección al Evangelio y en otras ocasiones en dirección contraria. Esa pérdida de rumbo parece hundirnos. Estamos en la misma situación que Pedro, necesitados de aumentar nuestra fe. Jesús camina a nuestro lado, no es un fantasma, ni un falso consuelo. Él está vivo y acompaña a los suyos, de la misma manera que acompaña con su Espíritu a todos los hombres que lo buscan de buena voluntad.



EL CELO DEL SEÑOR
1 R 19,9.11-23; Rm 9,1-5; Mt 14,22-33

El profeta Elías vivía en una época en que Israel experimentaba una fuerte ola de sincretismo. Las prácticas agrícolas de los campesinos cananeos habían hecho una fuerte impresión en los inexpertos campesinos israelitas y las habían copiado, apostándole todo a los ritos de la fertilidad que invocaban a Baal como dueño del rayo y la lluvia. Para Elías eso implicaba una desconfianza en el señorío de Dios sobre la naturaleza. El rey Ajab y Jezabel promovían decididamente ese culto. El profeta resistía contra la opinión dominante. Se sentía abandonado en esa lucha por Dios, por eso buscó su presencia para superar su desconsuelo. El apóstol san Pedro advirtió el signo extraordinario de Jesús caminando sobre las aguas, se abalanzó hacia Él, demandando pruebas y sucumbió ante las primeras ráfagas de viento. La mano del Señor lo rescató, la lección estaba clara: su fe era aún incipiente, tendría que vivir un proceso de maduración interior muy profunda. (www misal com mx)



Santos
Lorenzo de Roma, mártir; Diosdado de Roma, laico.
Beato Agustín Ota y compañeros, mártires.

(Verde)

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