LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
10 DE AGOSTO DE 2014
XIX
DOMINGO ORDINARIO. A
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Sal 73, 20. 19. 22. 23)
Acuérdate,
Señor, de tu alianza, no olvides por más tiempo la suerte de tus pobres. Levántate,
Señor, a defender tu causa, no olvides las voces de los que te buscan.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, a quien, enseñados por el Espíritu Santo, invocamos con
el nombre de Padre, intensifica en nuestros corazones el espíritu de hijos
adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos
tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Quédate en el monte, porque
el Señor va a pasar.
DEL PRIMER LIBRO DE LOS
REYES: 19, 9. 11-13
Al
llegar al monte de Dios, el Horeb, el profeta Elías entró en una cueva y
permaneció allí. El Señor le dijo: "Sal de la cueva y quédate en el monte
para ver al Señor, porque el Señor va a pasar".
Así
lo hizo Elías, y al acercarse el Señor, vino primero un viento huracanado, que
partía las montañas y resquebrajaba las rocas; pero el Señor no estaba en el
viento. Se produjo después un terremoto; pero el Señor no estaba en el
terremoto. Luego vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después
del fuego se escuchó el murmullo de una brisa suave. Al oírlo, Elías se cubrió
el rostro con el manto y salió a la entrada de la cueva.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 84
R/.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Escucharé
las palabras del Señor, palabras de paz para su pueblo santo. Está ya cerca
nuestra salvación y la gloria del Señor habitará en la tierra. R/.
La
misericordia y la verdad se encontraron, la justicia y la paz se besaron; la
fidelidad brotó en la tierra y la justicia vino del cielo. R/.
Cuando
el Señor nos muestre su bondad, nuestra tierra producirá su fruto. La justicia
le abrirá camino al Señor e irá siguiendo sus pisadas. R/.
Hasta quisiera verme
separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos.
DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS: 9, 1-5
Hermanos:
Les hablo con toda verdad en Cristo; no miento. Mi conciencia me atestigua, con
la luz del Espíritu Santo, que tengo una infinita tristeza y un dolor incesante
tortura mi corazón.
Hasta
aceptaría verme separado de Cristo, si esto fuera para bien de mis hermanos,
los de mi raza y de mi sangre, los israelitas, a quienes pertenecen la adopción
filial, la gloria, la alianza, la ley, el culto y las promesas. Ellos son
descendientes de los patriarcas; y de su raza, según la carne, nació Cristo, el
cual está por encima de todo y es Dios bendito por los siglos de los siglos.
Amén.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Sal 129, 5) R/. Aleluya, aleluya.
Confío
en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra. R/.
Mándame
ir a ti caminando sobre el agua.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 14, 22-33
En
aquel tiempo, inmediatamente después de la multiplicación de los panes, Jesús
hizo que sus discípulos subieran a la barca y se dirigieran a la otra orilla,
mientras Él despedía a la gente. Después de despedirla, subió al monte a solas
para orar. Llegada la noche, estaba él solo allí.
Entre
tanto, la barca iba ya muy lejos de la costa y las olas la sacudían, porque el
viento era contrario. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el
agua. Los discípulos, al verlo andar sobre el agua, se espantaron y decían:
"¡Es un fantasma!" Y daban gritos de terror. Pero Jesús les dijo
enseguida: "Tranquilícense y no teman. Soy yo".
Entonces
le dijo Pedro: "Señor, si eres tú, mándame ir a ti caminando sobre el
agua". Jesús le contestó: "Ven". Pedro bajó de la barca y
comenzó a caminar sobre el agua hacia Jesús; pero al sentir la fuerza del
viento, le entró miedo, comenzó a hundirse y gritó: "¡Sálvame,
Señor!" Inmediatamente Jesús le tendió la mano, lo sostuvo y le dijo:
"Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?"
En
cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en la barca se
postraron ante Jesús, diciendo: "Verdaderamente tú eres el Hijo de
Dios".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Se
dice Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Con
la confianza que nos da nuestra fe, presentemos al Padre nuestras plegarias.
Después
de cada petición diremos:
Te
rogamos, óyenos.
Para
que Dios nuestro Padre proteja con amor a su Iglesia, y haga crecer en la fe y
la esperanza. Oremos.
Para
que no falten entre nosotros las vocaciones a la vida sacerdotal y religiosa.
Oremos.
Para
que los niños y niñas de nuestra parroquia (comunidad) aprendan a conocer y
amar a Jesucristo de todo corazón. Oremos.
Para
que el Espíritu de Dios sostenga y fortalezca los esfuerzos de los hombres y
mujeres de buena voluntad que trabajan por un mundo más justo. Oremos.
Para
que las personas mayores reciban unas pensiones que les permitan vivir
dignamente. Oremos.
Para
que todos nosotros aprendamos a ser más generosos con los pobres. Oremos.
Te
pedimos, Padre, que escuches nuestra oración y nos concedas tu misericordia.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe
benignamente, Señor, los dones de tu Iglesia, y, al concederle en tu
misericordia que te los pueda ofrecer, haces al mismo tiempo que se conviertan
en sacramento de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 147, 12. 14)
Alaba,
Jerusalén, al Señor, porque te alimenta con lo mejor de su trigo
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
La
comunión de tus sacramentos que hemos recibido, Señor, nos salven y nos
confirmen en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PALABRAS
DEL PAPA ANTES DEL REZO DEL ANGELUS
DOMINGO
10 DE AGOSTO DE 2014
VATICANO,
10 Ago. 14 / 10:45 am (ACI/EWTN Noticias).- Al presidir el rezo del Ángelus hoy
en la Plaza de San Pedro, el Papa Francisco reflexionó sobre el Evangelio de
hoy, que presenta a Jesús caminando sobre las aguas del lago, acercándose a la
barca de sus discípulos asustados por una tormenta.
“Esta
es una imagen clara de la Iglesia: una barca que debe afrontar la tormenta y a
veces parece que va a ser hundida. Lo que la salva no es la calidad o el valor
de sus hombres, sino la fe, que le permite caminar incluso en la oscuridad, en
medio de las dificultades”.
Citado
por Radio Vaticano, el Santo Padre señaló que “el Evangelio de hoy nos presenta
el episodio de Jesús que camina sobre las aguas del lago. Después de la
multiplicación de los panes y de los peces, Él invita a los discípulos a subirse
en una barca y a esperarlo en la otra orilla, mientras Él despide a la gente y
luego se retira a rezar en la montaña hasta la noche”.
“Mientras
tanto en el lago se desata una fuerte tormenta, y es ahí, en medio de la
tormenta que Jesús llega a la barca de los discípulos, caminando sobre las
aguas del lago”.
Al
ver a Jesús, recordó el Papa, “los discípulos se asustan, piensan que es un
fantasma, pero Él los tranquiliza: ‘¡Animo, soy yo, no tengan miedo!’. Pedro,
con su típico impulso, le pide casi una prueba: ‘Señor, si eres tú, ordéname de
ir hacia ti caminado sobre las aguas’; y Jesús le dice: ‘¡Ven!’”.
“Pedro
baja de la barca y se pone a caminar sobre las aguas; pero el fuerte viento lo
embiste y comienza a hundirse. Entonces grita: ‘¡Señor, sálvame!’, y Jesús le
tiende la mano y lo saca”.
Francisco
señaló que “esta narración es una bella imagen de la fe del apóstol Pedro. En
la voz de Jesús que le dice: ‘¡Ven!’, él reconoce el eco del primer encuentro
sobre la orilla de ese mismo lago, y luego, una vez más, deja la barca y va
hacia el maestro. ¡Y camina sobre las aguas! La respuesta confiada y rápida a
la llamada del Señor hace realizar siempre cosas extraordinarias”.
“Pero
Jesús mismo nos decía que nosotros somos capaces de hacer milagros con nuestra
fe, fe en Él, fe en su palabra, fe en su voz. En cambio, Pedro comienza a
hundirse en el momento que deja de mirar a Jesús y se deja envolver por las
adversidades que lo rodean. Pero el Señor esta siempre ahí, y cuando Pedro lo
llama, Jesús lo salva del peligro”.
Francisco
indicó que “en el personaje de Pedro, con sus impulsos y sus debilidades, es
descrita nuestra fe: siempre frágil y pobre, inquieta y todavía victoriosa, la
fe del cristiano camina al encuentro del Señor resucitado, en medio de las
tormentas y los peligros del mundo”.
El
Papa destacó que “también es muy importante la escena final ‘Apenas subieron en
la barca, el viento cesó. Aquellos que estaban en la barca se prostraron
delante de Él, diciendo: ¡de verdad tú eres el Hijo de Dios!’. En la barca
están todos los discípulos, acomunados por la experiencia de la debilidad, de
la duda, del miedo, ‘de la poca fe’. Pero cuando sobre aquella barca sube
Jesús, el clima cambia en seguida: todos se sienten unidos en la fe en Él”.
“Todos
los pequeños y atemorizados se hacen grandes en el momento en el cual se
arrojan de rodillas y reconocen en su maestro que es el Hijo de Dios. Cuantas
veces también a nosotros nos sucede lo mismo, sin Jesús, lejos de Jesús nos
sentimos temerosos, inadecuados a tal punto de pensar que no podemos salir adelante,
¡falta la fe!. Pero Jesús está siempre con nosotros, tal vez escondido, pero
siempre presente y listo para socorrernos”.
Francisco
subrayó que “la fe nos da la seguridad de la presencia de Jesús siempre al
lado, que nos tiene de la mano para alejarnos del peligro. Todos nosotros
estamos sobre esta barca, y aquí nos sentimos seguros no obstante nuestros
límites y nuestras debilidades”.
“Estamos
seguros sobre todo cuando sabemos ponernos de rodillas y adorar a Jesús,
¡adorar a Jesús!, el único Señor de nuestra vida. A esto nos llama siempre
nuestra Madre, la Virgen”, concluyó.
FUENTE: ACIPRENSA
La barca zarandeada por las
olas (Mateo 14, 22-33)
P. Raniero Cantalamessa,
ofmcap
Los
hechos del Evangelio no han sido escritos sólo para ser contados, sino también
para ser revividos. A quien les escucha se le invita cada vez a entrar dentro
de la página del Evangelio, a convertirse de espectador en actor, a ser parte
en causa. La Iglesia primitiva nos da el ejemplo. La manera en que se cuenta el
episodio de la tempestad calmada muestra que la comunidad cristiana lo aplicó a
su propia situación. En aquella tarde, cuando había despedido a la multitud,
Jesús había subido solo al monte para rezar; ahora, en el momento en el que
Mateo escribe su Evangelio, Jesús se ha despedido de sus discípulos y ha
ascendido al cielo, donde vive rezando e "intercediendo" por los
suyos. En aquella tarde echó mar adentro la barca; ahora ha echado a la Iglesia
en el gran mar del mundo. Entonces se había levantado un fuerte viento
contrario; ahora la Iglesia vive sus primeras experiencias de persecución.
En
esta nueva situación, ¿qué les decía a los cristianos el recuerdo de aquella
noche? Que Jesús no estaba lejos ni ausente, que siempre se podía contar con
él. Que también ahora daba órdenes a sus discípulos para que se le acercaran
"caminando sobre las aguas", es decir, avanzando entre las corrientes
de este mundo, apoyándose sólo en la fe.
Es
la misma invitación que hoy nos presenta: aplicar lo sucedido a nuestra vida
personal. Cuántas veces nuestra vida se parece a esa barca "zarandeada por
las olas a causa del viento contrario". La barca zarandeada puede ser el
propio matrimonio, los negocios, la salud... El viento contrario puede ser la
hostilidad y la incomprensión de las personas, los reveses continuos de la
vida, la dificultad para encontrar casa o trabajo. Quizá al inicio hemos
afrontado con valentía las dificultades, decididos a no perder la fe, a confiar
en Dios. Durante un tiempo nosotros también hemos caminado sobre las aguas, es
decir, confiando únicamente en la ayuda de Dios. Pero después, al ver que
nuestra prueba era cada vez más larga y dura, hemos pensado que no podíamos
más, que nos hundíamos. Hemos perdido la valentía.
Este
es el momento de acoger y experimentar como si se nos hubieran dirigido
personalmente a nosotros las palabras que Jesús dirigió en esta circunstancia a
los apóstoles: "¡Ánimo!, que soy yo; no temáis". Es famosa la frase con
la que el sacerdote Abundio, en Los novios (I promessi sposi), justifica su
miedo y cobardía: "Quien no tiene valentía no se la puede dar".
Tenemos que desterrar precisamente esta convicción. ¡Quien no tiene valentía se
la puede dar! ¿Cómo? Con la fe en Dios, con la oración, basándose en la promesa
de Cristo.
Alguno
dirá que esta valentía, basada en la fe en Dios y en la oración, es un
pretexto, una huida de las propias posibilidades y responsabilidades. Una
manera de descargar en Dios los propios deberes. Es la tesis de fondo de la
obra de teatro de Bertolt Brecht, ambientada en Alemania en tiempos de la
guerra de los Treinta Años, que tiene como protagonista a una mujer del pueblo
llamada, por su capacidad de decisión y valor, "Madre Coraje". En
plena noche, las tropas imperiales, tras haber matado a los guardias, avanzan
contra la ciudad protestante de Halle para quemarla. En los alrededores de la
ciudad, una familia de campesinos, que acoge a la Madre Coraje con la hija
muda, Kattrin, sabe que lo único que puede hacer para salvar a la ciudad de la
ruina es rezar. Pero Kattrin, en lugar de ponerse a rezar, sube al techo de la
casa, y se pone a tocar desesperadamente el tambor hasta que ve que los
habitantes se han despertado y están de pie. Es asesinada por los soldados,
pero la ciudad se salva.
Con
esta crítica, que es la clásica crítica del marxismo, se ataca a quien pretende
quedarse con los brazos cruzados, en espera de que Dios lo haga todo. Pero esto
no tiene nada que ver con la verdadera fe y la verdadera oración, que es lo
contrario de la resignación pasiva. Jesús dejó que los apóstoles remaran contra
el viento durante toda la noche y que utilizaran todos su recursos antes de
intervenir personalmente.
[Traducción
del original italiano realizada por Jesús Colina]
FUENTE:Misión
Mas
Homilía
Temas
de las lecturas: Ponte de pie en el monte ante el Señor * Quisiera ser un proscrito por el bien de mis hermanos *
Mándame ir hacia ti andando sobre el agua
1. Encontrarse con Dios
1.1
Las lecturas de hoy nos dejan ver que la presencia de Dios es distinta de
cómo uno podría imaginarla.
1.2
A veces uno piensa que Dios, como es fuerte, sólo se dejará ver en las acontecimientos grandes e impresionantes; a
veces uno piensa que Dios, como es
bueno, no nos dejará pasar por momentos de inseguridad.
1.3
Y sin embargo, Dios, siendo fuerte y siendo bueno, se hace presente en nuestras vidas de modos que no
comprendemos.
2. Una Brisa Suave
2.1
En la primera lectura tenemos a Elías, el profeta rechazado por su pueblo,
el hombre solitario, no por elección
sino porque su fe lo ha llevado a ser visto como un extranjero y como una amenaza para los
propios israelitas, que por el contrario
han elegido servir a los ídolos.
2.2
En su soledad Elías se aferra a Dios y peregrina hasta el monte Horeb, el
monte santo, el lugar donde Dios primero
llamó a Moisés y donde también se celebró la
alianza. Escondido en las grietas de la montaña sacra, Elías está en
realidad cobijado y guarnecido por el poder del abrazo de Dios. Y allí el mismo
Dios quiere manifestarse a él, como
señal de una alianza que no muere y como prueba de la inquebrantable fidelidad del Altísimo.
2.3
No es el fuego ni el terremoto lo que trae a Dios, en este caso; es una
brisa suave. En la batalla contra sus
enemigos Dios muestra su grandeza pero con sus
amigos lo que deja ver es su cercanía. Aquella brisa que refresca, que
serena, que acaricia, es una señal del
amor y de la palabra del Amigo.
3. Una Brisa Impetuosa
3.1
En el evangelio, en cambio, se da el caso de una brisa impetuosa. Pedro
camina sobre las olas pero el vigor del
viento contrario le hace dudar. El hilo de fe que lo une a Jesús se rompe por un momento, Pedro
falla en su confianza y el hombre
empieza a hundirse entre las olas.
3.2
Destaquemos dos cosas, aprendiendo de la experiencia de otro. Primero, que Pedro se hunde cuando mira más a las
dificultades que a Jesús. Una vez que ha
apartado su mirada del Señor, es tan vulnerable e indefenso como
cualquiera puesto en medio del mar.
3.3
Pero en segundo lugar, aprendamos de Pedro a acudir al mismo Señor al que
le hemos fallado. Su fe ha trastabillado
pero la humildad le permite exclamar: "¡Señor, sálvame!" La humildad,
principio de arrepentimiento, de algún modo sana lo que la falta de fe había perdido.
(Homiletica
org / Fr. Nelson Medina F., O.P)
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO
TIEMPO
La
escena que nos refiere el evangelio de san Mateo puede servirnos como trasfondo
para situar nuestra experiencia como creyentes. Los discípulos estaban
batallando con el viento, que era tan fuerte que parecía volcaría la barca;
cuando amanecía Jesús los alcanzó, no lo reconocieron a la primera y se
espantaron creyendo ver visiones. En cierto sentido los cristianos estamos
siendo azotados por el viento de las ideologías contrarias al Evangelio; éstas
se nos presentan tan seductoras y atractivas que nos hacen vacilar. Vamos dando
pasos en dirección al Evangelio y en otras ocasiones en dirección contraria.
Esa pérdida de rumbo parece hundirnos. Estamos en la misma situación que Pedro,
necesitados de aumentar nuestra fe. Jesús camina a nuestro lado, no es un
fantasma, ni un falso consuelo. Él está vivo y acompaña a los suyos, de la
misma manera que acompaña con su Espíritu a todos los hombres que lo buscan de
buena voluntad.
EL CELO DEL SEÑOR
1
R 19,9.11-23; Rm 9,1-5; Mt 14,22-33
El
profeta Elías vivía en una época en que Israel experimentaba una fuerte ola de
sincretismo. Las prácticas agrícolas de los campesinos cananeos habían hecho
una fuerte impresión en los inexpertos campesinos israelitas y las habían
copiado, apostándole todo a los ritos de la fertilidad que invocaban a Baal
como dueño del rayo y la lluvia. Para Elías eso implicaba una desconfianza en
el señorío de Dios sobre la naturaleza. El rey Ajab y Jezabel promovían
decididamente ese culto. El profeta resistía contra la opinión dominante. Se
sentía abandonado en esa lucha por Dios, por eso buscó su presencia para
superar su desconsuelo. El apóstol san Pedro advirtió el signo extraordinario
de Jesús caminando sobre las aguas, se abalanzó hacia Él, demandando pruebas y
sucumbió ante las primeras ráfagas de viento. La mano del Señor lo rescató, la
lección estaba clara: su fe era aún incipiente, tendría que vivir un proceso de
maduración interior muy profunda. (www misal com mx)
Santos
Lorenzo de Roma, mártir; Diosdado de Roma, laico.
Beato Agustín Ota y compañeros, mártires.
(Verde)
No hay comentarios:
Publicar un comentario