LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
17 DE AGOSTO DE 2014.
TIEMPO
ORDINARIO A . SEMANA 20
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 83, 10-11)
Dios,
protector nuestro, mira el rostro de tu Ungido. Un solo día en tu casa es más
valioso, que mil días en cualquier otra parte.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde en
nuestros corazones el anhelo de amarte, para que, amándote en todo y sobre
todo, consigamos tus promesas, que superan todo deseo. Por nuestro Señor
Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y
es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Conduciré a los extranjeros
a mi monte santo.
DEL LIBRO DEL PROFETA
ISAÍAS: 56, 1. 6-7
Esto
dice el Señor: "Velen por los derechos de los demás, practiquen la
justicia, porque mi salvación está a punto de llegar y mi justicia a punto de
manifestarse. A los extranjeros que se han adherido al Señor para servirlo,
amarlo y darle culto, a los que guardan el sábado sin profanarlo y se mantienen
fieles a mi alianza, los conduciré a mi monte santo y los llenaré de alegría en
mi casa de oración. Sus holocaustos y sacrificios serán gratos en mi altar,
porque mi templo será casa de oración para todos los pueblos".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 66
R/.
Que te alaben, Señor, todos los pueblos.
Ten
piedad de nosotros y bendícenos; vuelve, Señor, tus ojos a nosotros. Que
conozca la tierra tu bondad y los pueblos tu obra salvadora. R/.
Las
naciones con júbilo te canten, porque juzgas al mundo con justicia; con equidad
tú juzgas a los pueblos y riges en la tierra a las naciones. R/.
Que
te alaben, Señor, todos los pueblos, que los pueblos te aclamen todos juntos.
Que nos bendiga Dios y que le rinda honor el mundo entero. R/.
Dios no se arrepiente de sus
dones ni de su elección.
DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS: 11, 13-15. 29-32
Hermanos:
Tengo algo que decirles a ustedes, los que no son judíos, y trato de desempeñar
lo mejor posible este ministerio. Pero esto lo hago también para ver si provoco
los celos de los de mi raza y logro salvar a algunos de ellos. Pues, si su
rechazo ha sido reconciliación para el mundo, ¿qué no será su reintegración,
sino resurrección de entre los muertos? Porque Dios no se arrepiente de sus
dones ni de su elección.
Así
como ustedes antes eran rebeldes contra Dios y ahora han alcanzado su
misericordia con ocasión de la rebeldía de los judíos, en la misma forma, los
judíos, que ahora son los rebeldes y que fueron la ocasión de que ustedes
alcanzaran la misericordia de Dios, también ellos la alcanzarán. En efecto,
Dios ha permitido que todos cayéramos en la rebeldía, para manifestarnos a
todos su misericordia.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Mt 4, 23)
R/.
Aleluya, aleluya.
Jesús
predicaba la buena nueva del Reino y curaba a la gente de toda enfermedad. R/.
Mujer, ¡qué grande es tu fe!
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN
SAN MATEO: 15, 21-28
En
aquel tiempo, Jesús se retiró a la comarca de Tiro y Sidón. Entonces una mujer
cananea le salió al encuentro y se puso a gritar: "Señor, hijo de David,
ten compasión de mí. Mi hija está terriblemente atormentada por un
demonio". Jesús no le contestó una sola palabra; pero los discípulos se
acercaron y le rogaban: "Atiéndela, porque viene gritando detrás de
nosotros". Él les contestó: "Yo no he sido enviado sino a las ovejas
descarriadas de la casa de Israel".
Ella
se acercó entonces a Jesús y, postrada ante Él, le dijo: "¡Señor,
ayúdame!". Él le respondió: "No está bien quitarles el pan a los
hijos para echárselo a los perritos". Pero ella replicó: "Es cierto,
Señor; pero también los perritos se comen las migajas que caen de la mesa de
sus amos". Entonces Jesús le respondió: "Mujer, ¡qué grande es tu fe!
Que se cumpla lo que deseas". Y en aquel mismo instante quedó curada su
hija.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Se
dice Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
La
mujer cananea del Evangelio pedía con insistencia a Jesús que la ayudara.
Oremos también nosotros, repitiendo su petición.
Después
de cada petición diremos: Ten compasión de nosotros, Señor.
Por
la Iglesia. Que sepa dedicar sus mejores energías a los pobres, a los débiles,
a los abandonados. Oremos.
Por
los gobernantes de las naciones. Que sean dignos instrumentos de Dios en el
ejercicio del poder. Oremos.
Por
el pueblo judío, el pueblo de la antigua alianza. Que viva con autenticidad su
fe y encuentre caminos de diálogo y de convivencia con los otros pueblos y
religiones. Oremos.
Por
los padres y madres que sufren por las enfermedades y tantos otros problemas de
sus hijos. Que experimenten el amor y la compasión de Dios que ofrece siempre
consuelo y esperanza. Oremos.
Por
todos aquellos que mañana inician un nuevo ciclo escolar. Que sea oportunidad
de crecimiento humano y espiritual. Oremos. Por todos nosotros. Que esta
celebración de la Eucaristía alimente nuestra vida de fe y nos mueva a dar
testimonio. Oremos.
Ten
compasión, Señor, de nosotros, y atiende las oraciones que con fe y confianza
te hemos presentado. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, nuestros dones, con los que se realiza tan glorioso intercambio, para
que, al ofrecerte lo que tú nos diste, merezcamos recibirte a ti mismo. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 129, 7)
Con
el Señor viene la misericordia, y la abundancia de su redención.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Unidos
a Cristo por este sacramento, suplicamos humildemente, Señor, tu misericordia,
para que, hechos semejantes a Él aquí en la tierra, merezcamos gozar de su
compañía en el cielo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
HOMILIA
DEL PAPA EN LA MISA DE LA VI JORNADA DE LA JUVENTUD EN ASIA
17/08/2014
Queridos
amigos:
«La
gloria de los mártires brilla sobre ti». Estas palabras, que forman parte del
lema de la VI Jornada de la Juventud Asiática, nos dan consuelo y fortaleza.
Jóvenes de Asia, ustedes son los herederos de un gran testimonio, de una
preciosa confesión de fe en Cristo. Él es la luz del mundo, la luz de nuestras
vidas. Los mártires de Corea, y tantos otros incontables mártires de toda Asia,
entregaron su cuerpo a sus perseguidores; a nosotros, en cambio, nos han
entregado un testimonio perenne de que la luz de la verdad de Cristo disipa las
tinieblas y el amor de Cristo triunfa glorioso. Con la certeza de su victoria
sobre la muerte y de nuestra participación en ella, podemos asumir el reto de
ser sus discípulos hoy, en nuestras circunstancias y en nuestro tiempo.
Esas
palabras son una consolación. La otra parte del lema de la Jornada –«Juventud
de Asia, despierta»– nos habla de una tarea, de una responsabilidad. Meditemos
brevemente cada una de estas palabras.
En
primer lugar, “Asia”. Ustedes se han reunido aquí en Corea llegados de todas
las partes de Asia. Cada uno tiene un lugar y un contexto singular en el que
está llamado a reflejar el amor de Dios. El continente asiático, rico en
tradiciones filosóficas y religiosas, constituye un gran horizonte para su
testimonio de Cristo, «camino, verdad y vida» (Jn 14,6). Como jóvenes que no
sólo viven en Asia, sino que son hijos e hijas de este gran continente, tienen
el derecho y el deber de participar plenamente en la vida de su sociedad. No
tengan miedo de llevar la sabiduría de la fe a todos los ámbitos de la vida
social.
Además,
como jóvenes asiáticos, ustedes ven y aman desde dentro todo lo bello, noble y
verdadero que hay en sus culturas y tradiciones. Y, como cristianos, saben que
el Evangelio tiene la capacidad de purificar, elevar y perfeccionar ese
patrimonio. Mediante la presencia del Espíritu Santo que se les comunicó en el
bautismo y con el que fueron sellados en la confirmación, en unión con sus
Pastores, pueden percibir los muchos valores positivos de las diversas culturas
asiáticas. Y son además capaces de discernir lo que es incompatible con la fe
católica, lo que es contrario a la vida de la gracia en la que han sido
injertados por el bautismo, y qué aspectos de la cultura contemporánea son
pecaminosos, corruptos y conducen a la muerte.
Volviendo
al lema de la Jornada, pensemos ahora en la palabra “juventud”. Ustedes y sus
amigos están llenos del optimismo, de la energía y de la buena voluntad que
caracteriza esta etapa de su vida. Dejen que Cristo transforme su natural
optimismo en esperanza cristiana, su energía en virtud moral, su buena voluntad
en auténtico amor, que sabe sacrificarse. Éste es el camino que están llamados
a emprender. Éste es el camino para vencer todo lo que amenaza la esperanza, la
virtud y el amor en su vida y en su cultura. Así su juventud será un don para
Jesús y para el mundo.
Como
jóvenes cristianos, ya sean trabajadores o estudiantes, hayan elegido una
carrera o hayan respondido a la llamada al matrimonio, a la vida religiosa o al
sacerdocio, no sólo forman parte del futuro de la Iglesia: son también una
parte necesaria y apreciada del presente de la Iglesia. ¡Son el presente de la
Iglesia! Permanezcan unidos unos a otros, cada vez más cerca de Dios, y junto a
sus obispos y sacerdotes dediquen estos años a edificar una Iglesia más santa,
más misionera y humilde, más santa, más misionera, y humilde, una Iglesia que
ama y adora a Dios, que intenta servir a los pobres, a los que están solos, a
los enfermos y a los marginados.
En
su vida cristiana tendrán muchas veces la tentación, como los discípulos en la
lectura del Evangelio de hoy, de apartar al extranjero, al necesitado, al pobre
y a quien tiene el corazón destrozado. Estas personas siguen gritando como la
mujer del Evangelio: «Señor, socórreme». La petición de la mujer cananea es el
grito de toda persona que busca amor, acogida y amistad con Cristo. Es el grito
de tantas personas en nuestras ciudades anónimas, de muchos de nuestros
contemporáneos y de todos los mártires que aún hoy sufren persecución y muerte
en el nombre de Jesús: «Señor, socórreme». No respondamos como aquellos que
rechazan a las personas que piden, como si atender a los necesitados estuviese
reñido con estar cerca del Señor. No, tenemos que ser como Cristo, que responde
siempre a quien le pide ayuda con amor, misericordia y compasión.
Finalmente,
la tercera parte del lema de esta Jornada: «Despierta», «Despierta», esta
palabra habla de una responsabilidad que el Señor les confía. Es la obligación
de estar vigilantes para no dejar que las seducciones, las tentaciones y los
pecados propios o los de los otros emboten nuestra sensibilidad para la belleza
de la santidad, para la alegría del Evangelio. El Salmo responsorial de hoy nos
invita repetidamente a “cantar de alegría”. Nadie que esté dormido puede
cantar, bailar, alegrarse. No es bueno cuando veo a gente joven que duerme.
¡No! ¡Levántense, id, id! ¡Seguid adelante! Queridos jóvenes, «nos bendice el
Señor nuestro Dios» (Sal 67); de él hemos «obtenido misericordia» (Rm 11,30).
Con la certeza del amor de Dios, vayan al mundo, de modo que «con ocasión de la
misericordia obtenida por ustedes» (v. 31), sus amigos, sus compañeros de
trabajo, sus vecinos, sus conciudadanos y todas las personas de este gran
continente «alcancen misericordia» (v. 31). Esta misericordia es la que nos
salva.
Queridos
jóvenes de Asia, confío que, unidos a Cristo y a la Iglesia, sigan este camino
que sin duda les llenará de alegría. Y antes de acercarnos a la mesa de la
Eucaristía, dirijámonos a María nuestra Madre, que dio al mundo a Jesús. Sí,
María, Madre nuestra, queremos recibir a Jesús; con tu ternura maternal,
ayúdanos a llevarlo a los otros, a servirle con fidelidad y a glorificarlo en
todo tiempo y lugar, en este país y en toda Asia. Amén.
¡Juventud
de Asia, levántate!
El Papa Francisco presidió este lunes en la
Catedral de Myeong-dong la Misa por la paz y la reconciliación, donde aseguró
que la ansiada unidad en la península coreana es “posible y fructífero mediante
la fuerza infinita” de la Cruz de Cristo y en la que invitó a contribuir con el
perdón y la conversión de los corazones.
A
continuación la homilía completa
Queridos
hermanos y hermanas:
Mi
estancia en Corea llega a su fin y no puedo dejar de dar gracias a Dios por las
abundantes bendiciones que ha concedido a este querido país y, de manera
especial, a la Iglesia en Corea. Entre estas bendiciones, cuento también la
experiencia vivida junto a ustedes estos últimos días, con la participación de
tantos jóvenes peregrinos, provenientes de toda Asia. Su amor por Jesús y su
entusiasmo por la propagación del Reino son un modelo a seguir para todos.
Mi
visita culmina con esta celebración de la Misa, en la que imploramos a Dios la
gracia de la paz y de la reconciliación. Esta oración tiene una resonancia
especial en la península coreana. La Misa de hoy es sobre todo y principalmente
una oración por la reconciliación en esta familia coreana. En el Evangelio,
Jesús nos habla de la fuerza de nuestra oración cuando dos o tres nos reunimos
en su nombre para pedir algo (cf. Mt
18,19-20). ¡Cuánto más si es todo un pueblo el que alza su sincera súplica
al cielo!
La
primera lectura presenta la promesa divina de restaurar la unidad y la
prosperidad de su pueblo, disperso por la desgracia y la división. Para
nosotros, como para el pueblo de Israel, esta promesa nos llena de esperanza:
apunta a un futuro que Dios está preparando ya para nosotros. Por otra parte,
esta promesa va inseparablemente unida a un mandamiento: el mandamiento de
volver a Dios y obedecer de todo corazón a su ley (cf. Dt 30,2-3). El don divino de la reconciliación, de la unidad y de
la paz está íntimamente relacionado con la gracia de la conversión, una
transformación del corazón que puede cambiar el curso de nuestra vida y de
nuestra historia, como personas y como pueblo.
Naturalmente,
en esta Misa escuchamos esta promesa en el contexto de la experiencia histórica
del pueblo coreano, una experiencia de división y de conflicto, que dura más de
sesenta años. Pero la urgente invitación de Dios a la conversión pide también a
los seguidores de Cristo en Corea que revisen cómo es su contribución a la construcción
de una sociedad justa y humana. Pide a todos ustedes que se pregunten hasta qué
punto, individual y comunitariamente, dan testimonio de un compromiso
evangélico en favor de los más desfavorecidos, los marginados, cuantos carecen
de trabajo o no participan de la prosperidad de la mayoría. Les pide, como
cristianos y como coreanos, rechazar con firmeza una mentalidad fundada en la
sospecha, en la confrontación y la rivalidad, y promover, en cambio, una
cultura modelada por las enseñanzas del Evangelio y los más nobles valores
tradicionales del pueblo coreano.
En
el Evangelio de hoy, Pedro pregunta al Señor: «Si mi hermano me ofende,
¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?». Y el Señor le
responde: «No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete» (Mt
18,21-22). Estas palabras son centrales en el mensaje de reconciliación y de
paz de Jesús. Obedientes a su mandamiento, pedimos cada día a nuestro Padre del
cielo que nos perdone nuestros pecados «como también nosotros perdonamos a
quienes nos ofenden». Si no estuviésemos dispuestos a hacerlo, ¿cómo podríamos
rezar sinceramente por la paz y la reconciliación?
Jesús
nos pide que creamos que el perdón es la puerta que conduce a la
reconciliación. Diciéndonos que perdonemos a nuestros hermanos sin reservas,
nos pide algo totalmente radical, pero también nos da la gracia para hacerlo.
Lo que desde un punto de vista humano parece imposible, irrealizable y, quizás,
hasta inaceptable, Jesús lo hace posible y fructífero mediante la fuerza
infinita de su cruz. La cruz de Cristo revela el poder de Dios que supera toda
división, sana cualquier herida y restablece los lazos originarios del amor
fraterno.
Éste
es el mensaje que les dejo como conclusión de mi visita a Corea. Tengan
confianza en la fuerza de la cruz de Cristo. Reciban su gracia reconciliadora
en sus corazones y compártanla con los demás. Les pido que den un testimonio
convincente del mensaje reconciliador de Cristo en sus casas, en sus
comunidades y en todos los ámbitos de la vida nacional. Espero que, en espíritu
de amistad y colaboración con otros cristianos, con los seguidores de otras
religiones y con todos los hombres y mujeres de buena voluntad, que se
preocupan por el futuro de la sociedad coreana, sean levadura del Reino de Dios
en esta tierra. De este modo, nuestras oraciones por la paz y la reconciliación
llegarán a Dios desde más puros corazones y, por un don de su gracia,
alcanzarán aquel precioso bien que todos deseamos.
Recemos
para que surjan nuevas oportunidades de diálogo, de encuentro, para que se
superen las diferencias, para que, con generosidad constante, se preste
asistencia humanitaria a cuantos pasan necesidad, y para que se extienda cada
vez más la convicción de que todos los coreanos son hermanos y hermanas,
miembros de una única familia, de un solo pueblo.
FUENTE: noticias ACIPRENSA
HOMILÍA
Fr Nelson Medina OP
Fr Nelson Medina OP
Temas
de las lecturas:
A
los extranjeros los traeré a mi monte santo * Oh Dios, que te alaben los pueblos, que todos los
pueblos te alaben. * Los dones y la
llamada de Dios son irrevocables para Israel * Mujer, qué grande es tu
fe
1. Los de fuera
1.1
Las lecturas de hoy nos invitan a reflexionar en una realidad que se repite
en muchas partes: los de dentro y los de
fuera.
1.2
Los de dentro son los que sienten que tienen unos derechos; los de fuera
son los que se sienten o son excluidos
de ellos. La imagen podría ser la de un club: para entrar, para ser de los de dentro, se
necesita haber cumplido unos requerimientos,
por ejemplo el pago de una cuota o la pertenencia a un partido político
o una determinada casta.
1.3
El tema interesa mucho porque en la Biblia vemos a menudo que Dios toma partido por los de fuera, es decir, por los
excluidos, por los marginados. ¿Qué
quiere decir, cabalmente, "marginado"? El que ha sido empujado
más allá del margen. Ha sido expulsado y ya no es, o nunca se consideró que
fuera de "los de dentro."
1.4
En Egipto los desposeídos y marginados eran los hebreos y podemos decir
que Dios "opta" por ellos. Por
contraste, quien podía sentirse absolutamente "adentro" y absolutamente dueño de todos los derechos,
era el faraón, pero Dios vino a
demostrarle que su engreimiento no valía nada y su presunción era humo y
vacío.
2. Excluidos de la Vida
2.1
La primera lectura nos presenta un modo de exclusión. Se trata de los extranjeros. En la mentalidad del Antiguo
Testamento lo que prima es la idea de
que hay un solo pueblo que es el pueblo elegido.
2.2
El sentido que Dios quería dar a esa elección era este: ser elegido es servir
de instrumento y guía de la salvación de
los demás pueblos. Sin embargo, un modo
cómodo de interpretar las cosas, un modo egoísta pero tentador, era decir
que los demás pueblos ya habían sido
"descartados."
2.3
El texto del profeta Isaías se opone a esa interpretación miope y mundana de
la elección divina. Isaías viene a
afirmar que hay promesas de vida y de felicidad para los extranjeros, es decir, para los de fuera.
Con eso también está relativizando lo
que podía servir de orgullo fatuo a los israelitas.
3. Cuando los de afuera se
adueñan de la casa
3.1
La segunda lectura da un paso más en esta misma línea. Resulta que Dios es compasivo y abre la puerta de su misericordia
a los pueblos no judíos, es decir, a los
que la Biblia llama "gentiles." Los que estaban "lejos"
ahora están "cerca" enseña san
Pablo, por ejemplo, en el capítulo primero de su carta a los Efesios. Pero ¡cuidado! Estar cerca es empezar a estar
"adentro" y existe siempre el peligro
de sentirse ya tan adentro que uno empiece a despreciar a los que ahora
vinieron a quedar afuera.
3.2
Pablo sale al paso de esta situación en la segunda lectura de este
domingo, mostrando que si es verdad que
el orgullo de aquellos judíos no condujo a nada, no podemos interpretar de ahí que ya ellos han
quedado "afuera" para siempre. Al
contrario, temerosos de repetir nosotros mismos el ciclo y anhelantes de
la gracia y la salvación para todos,
tomamos en consideración las palabras de este apóstol: "Así como ustedes antes eran rebeldes
contra Dios y ahora han alcanzado su
misericordia con ocasión de la rebeldía de los judíos, en la misma
forma, los judíos, que ahora son los
rebeldes y que fueron la ocasión de que ustedes alcanzaran la misericordia de Dios, también ellos la
alcanzarán. En efecto, Dios ha permitido que
todos cayéramos en la rebeldía, para manifestarnos a todos su
misericordia."
4. Un obstáculo: ¿Por qué Jesús trata así a
aquella extranjera?
4.1
El evangelio de hoy, en cambio, nos presenta un pasaje bastante difícil
sobre todo porque la actitud de Jesús
resulta francamente desconcertante: ¿por qué hace esperar tanto a esta pobre mujer que clamaba
la curación de su hijita? Y si luego va
a curarla, ¿por qué con ese lenguaje tan duro, diríamos tan
humillante?
4.2
Para dar un poco de perspectiva a lo sucedido, conviene recordar que Jesús tenía muy claro que su misión, por lo menos
en el terreno de lo inmediato, iba
dirigida a los miembros del pueblo elegido. Él no se ve a sí mismo como
una especie de curandero o de hombre con
poderes extraordinarios. A menudo prefirió
destacar el papel de la fe de quienes recibían sus milagros, como
quitando la atención de sí mismo y
desplazándola hacia el acto de fe que el enfermo hacía cuando se curaba.
4.3
El enfoque de Jesús no es tanto que Él hace cosas sino que Él es la ocasión
de que Dios haga cosas en quienes
vuelven hacia Dios. Esto es así porque Jesús
básicamente está anunciando que Dios reina, está anunciando el Reinado
de Dios como más potente que toda la
iniquidad humana y también como más fuerte que
todo lo que aflige u oprime a los hombres. 4.4 En síntesis, Jesús quiere que el
protagonista sea el poder de Dios que se hace
próximo y activo en nosotros cuando realmente creemos. Es evidente que
una curación "fácil" y un
encuentro casi accidental con una especie curandero itinerante no son el lugar para realmente reconocer que
es Dios el que reina.
4.5
Esto explica, por lo menos en parte, lo que al principio nos parecía chocante:
Jesús no quiere que sus milagros sean anécdotas, sino mensajes que anuncian
la llegada del Reino. En el fondo, la
demora en conceder esa sanación y el modo de
hablarle a esta mujer son una especie de catequesis que quiere mostrar
por qué caminos le llega la salvación.
Al decirle que está recibiendo migajas de la mesa del pueblo elegido le está mostrando que sólo hay
un Dios, que ese Dios se ha revelado al
pueblo de la alianza, y que de Él y sólo de Él viene todo bien.
(Fuente:
Homiletica org / Fr Nelson Medina OP)
REFLEXIÓN
a.- Is. 56, 6-7: A los
extranjeros los traeré a mi monte. Esta lectura es el prólogo del Tercer
Isaías, una invitación a las naciones para que
se acerquen al Señor. Por medio de su profeta, Dios exige al pueblo que
guarde el derecho y practique la
justicia, es decir, mantener en la sociedad el orden. La opción por la justicia exige relaciones
armónicas en el seno de la comunidad, donde
se engendra la paz. La comunidad engendra la paz cuando acoge la bendición
de Yahvé, es decir, practica la Ley, y
como consecuencia, nace el orden deseado por
Yahvé. Es entonces, cuando el pueblo vive la salvación de Yahvé en medio
de su pueblo. Se especifica que la
vivencia de la justicia y el derecho, significan el abandono de la maldad, y la observancia del
sábado; rechazo de la idolatría y apego
a los mandamientos. La observancia del sábado pasa de un día de descanso, recuerdo del descanso de Dios después de la
creación (cfr. Ex. 20,8-11) reposo del
hombre y de los animales (cfr. Ex. 23,12), pasa a ser memorial de la liberación de Egipto (cfr. Dt. 5,12-15), signo visible de
la alianza de Dios con su pueblo (Ex.
31,16-17). Su observancia era todo un reconocimiento del señorío de
Yahvé sobre el cosmos y la historia,
deseo de mantener la vigencia de la alianza. El testimonio del pueblo atraerá a todas las naciones hacia
Jerusalén, comunidad redimida (Is. 55,
4-5), de ahí a que se reitere la invitación y la acogida que Yahvé brindará a
los extranjeros. Si bien la legislación
preveía la no participación de los eunucos y
algunos pueblos, este pasaje de Isaías no se circunscribe a un momento
histórico, su visión es más bien
escatológica, al final todas las naciones se reunirán en Jerusalén - Sión, para adorar a Yahvé (cfr.
66,18-23), puesto que las naciones han
descubierto, por el testimonio de Israel redimido (cfr. 55, 13), que es
el Santo de Israel. La invitación llega también a los
extranjeros, si se adhieren al Señor,
deberán guardar el sábado, mantener la alianza (cfr. Is. 56, 4). Este
acatamiento los asemeja a los miembros
del pueblo, porque tienen un espacio en el templo de Jerusalén y en la ciudad, se concretizan los
anuncios de la llegada de las naciones
(cfr. Is. 2,1; 14,1; 54,2). Pero también, porque al adherirse al pueblo
de Israel, adquieren la obligación de
ser testimonio de la acción redentora de Yahvé. La alianza de los eunucos, más que biológicos,
son los extranjeros que no observaban la
ley, y por ello, se les consideraba incapaces de dar vida; ahora la alianza
que hacen con Yahvé es tan fuerte que no
se romperá, que para ellos será más
importante que engendrar hijos (cfr. Is. 56,5). Se les denomina siervos,
son agregados a la comunidad israelita
redimida pues también ellos amarán el nombre
de Yahvé, guardarán el sábado y mantendrán la alianza. El Señor los
conduce a su
templo, casa de oración, donde ofrecerán
holocaustos y sacrificios (cfr.1Re. 8, 41- 43). La casa de oración, quiere
destacar, la santidad del templo, espacio singular para en encuentro íntimo entre Dios y el
hombre.
b.- Rm. 11,13-15. 29-32: Los
dones de Dios son irrevocables para Israel. El apóstol Pablo sigue desarrollando el
tema de la incredulidad judía y como Israel,
en su gran mayoría ha quedado fuera de la Iglesia. Para el apóstol eso
es parte de los planes de Dios, la caída
de Israel, es ocasión y tiempo para la conversión de los gentiles y cuando eso suceda, también Israel
se convertirá (vv. 12-15). Deja de
manifiesto que la conversión de unos y otros, es siempre pura
misericordia de Dios. Lo que no tiene
dudas el apóstol, es que esa conversión llegará claramente, lo insinúa en los (vv.12. 15. 26. 31), porque se
trata de la voluntad de Dios manifestada
desde antiguo (1Cor. 15, 25; Ef. 3,3). Pareciera que el mismo Jesucristo haya aludido a ello (cfr. Mt. 23,
39) y también se hace alusión a Isaías
que habla de la purificación de Israel con la venida del Mesías (cfr. Is.
59, 20; 27, 9). Al apóstol lo anima que
ya parte de la antigua profecía se ha cumplido con la conversión del resto de Israel y la de los
gentiles, lo que traerá en el futuro la
conversión en masa del pueblo judío, consecuencia de la fidelidad de
Dios a sus promesas hechas a los padres
y por eso amados, no obstante la incredulidad
actual. Se revela así, una doble postura de Dios hacia ellos, puesto que
son amados de Dios, por pertenecer al
pueblo de Dios, pero al mismo, tiempo enemigos
respecto al evangelio. En todo caso, el apóstol anima a cristianos
gentiles y judíos, a reconocer el valor
de su misericordia a la hora de hablar de conversión al evangelio predicado por Jesucristo, el
Señor.
c.- Mt.15, 23-28: ¡Mujer qué
grande es tu fe! Este evangelio nos presenta la sanación de
una mujer siro-fenicia o cananea (cfr. Mc.
7, 24-30), con lo que quiere afirmar que no era judía, sino pagana. En el
AT, Tiro y Sidón, como Canaan, era
tierra de paganos. El texto está constituido por una petición no atendida por Jesús, la respuesta
circunscribe su misión a sólo las ovejas
de Israel y finalmente, Jesús hace la distinción entre los hijos y
perros, es decir, los paganos. Así
denominaban los judíos a los extranjeros. En el fondo, Mateo, quiere establecer la actitud de Jesús respecto a los
paganos y cómo pueden llegar a la fe. El
ministerio terreno de Jesús, se limitó al pueblo judío, con este pasaje
bíblico, nos habla de una excepción, que
hizo, por la gran de esta mujer extranjera. Pero si profundizamos el texto, nos damos cuenta que
si bien los paganos no poseían los privilegios
de los judíos a la hora de creer, si tienen fe, los privilegios que creían poseer en exclusiva los judíos, son también
un derecho de ellos. Bastaba creer, para
pertenecer al pueblo de Dios; era lo que había sucedido con el centurión romano (cfr. Mt. 8, 5-10). Sólo es necesario tener fe para pertenecer al
pueblo de Dios, criterio que la Iglesia desde sus
inicios. La cananea llama a Jesús con un título
mesiánico: “En esto, una mujer cananea, que había salido de aquel
territorio, gritaba diciendo: «¡Ten
piedad de mí, Señor, hijo de David! Mi hija está malamente endemoniada.ᄏ
(v.22). La invocación: “Ten piedad de mí” encuentra eco profundo en la piedad hebrea expresada en los Salmos y
que luego pasó a la vida de oración de
la comunidad cristiana. Es una oración de petición, fruto de una fe y
confianza ilimitada en que Dios, este caso Jesús, el Mesías,
puede hacer lo que se pide. Una fe,
distintivo del cristiano, que recibe lo que pide, porque lo que se desea
obtener es voluntad de Dios. Jesús
rechaza abiertamente la petición: “Respondió él: ᆱNo
he sido enviado más que a las ovejas
perdidas de la casa de Israel.» (v. 24). Pero la mujer no se detiene e insiste: “Le dijo: ᆱ¡Señor,
socórreme!ᄏ El respondió: ᆱNo está bien tomar el pan de los hijos y
echárselo a los perritos.» «Sí, Señor, repuso
ella, pero también los perritos comen de las migajas que caen de la mesa
de sus amos.» Entonces Jesús le
respondió: «Mujer, grande es tu fe; que te suceda como deseas.ᄏ Y
desde aquel momento quedó curada su hija.” (vv. 26-28). Aquí se puso en práctica aquello de: “Pedid y se os dará,
buscad y hallaréis, llamad se os abrirá”,
(Mt. 7,7), es decir, una verdadera lucha con Dios, en una oración
perseverante, como la de la cananea. Hay
otra actitud que debemos rescatar de la oración de esta mujer, es su pobreza de espíritu, y por ello
recibió, halló y se le abrieron las
puertas de la salud para ella y su hija. De esta forma, Dios hizo el
milagro esperado porque lo suyo es
coronar la fe del hombre que confía en su poder. Este evangelio nos lleva a considerar la importancia de la
fe y la oración, la primera como
exigencia para acercarse a Dios, la segunda, como medio de diálogo y
unión. La cananea es modelo de todo
ello, es decir, una fe relevante en ella, que reconoce a Jesús como Mesías, que es dinámica, sale a su
encuentro, orientada a su prójimo, su
hija en este caso. Su oración es modelo de confianza y humildad, su mejor carta de presentación su esencial pobreza de
espíritu abierta a la voluntad y justicia de
Dios, sabiendo que no tenía derecho a nada por ser extranjera. Fe y
oración se alimentan mutuamente con el
ejercicio diario de creer y orar en forma personal y comunitaria; lo constituyente siempre será la
fe, la oración es respuesta en clave de
amor y diálogo, música callada, soledad sonora, respuesta a la salvación que
el Padre nos ofrece por medio de su Hijo
y que su Espíritu vivificante nos enseña a
dialogar con Dios en nuestro interior. La Santa Madre pide al Padre que nunca
falte entre nosotros la presencia del Hijo
en la Eucaristía. “Pedid vosotras, hijas, con este Señor al Padre que os
deje hoy a vuestro Esposo, que no os
veáis en este mundo sin El; que baste para templar tan gran contento que quede tan disfrazado en
estos accidentes de pan y vino, que es
harto tormento para quien no tiene otra cosa que amar ni otro consuelo;
mas suplicadle que no os falte y que os
dé aparejo para recibirle dignamente.” (CV 34,
3).
(Fuente:
Homiletica org / Padre Julio Gonzalez Carretti OCD)
Santos
Eusebio I, Papa; Jacinto de Cracovia, presbítero.
Beato Ángel Agustín Mazinghi, presbítero.
(Verde)
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