MARTES
22 DE JULIO DE 2014
TIEMPO
ORDINARIO A. SEMANA 16
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Jn 20, 17)
Dijo
Jesús a María Magdalena: Ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y su Padre,
a mi Dios y su Dios.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que quisiste que santa María Magdalena fuera la primera en recibir de
tu Unigénito el encargo de anunciar el gozo pascual, concédenos por su
intercesión que, siguiendo su ejemplo, anunciemos a Cristo resucitado y
merezcamos contemplarlo reinando en el cielo. Él, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Arrojará a lo hondo del mar
nuestros delitos.
DEL LIBRO DEL PROFETA
MIQUEAS: 7, 14-15. 18-20
Señor,
Dios nuestro, pastorea a tu pueblo con tu cayado, al rebaño de tu heredad, que
vive solitario entre malezas y matorrales silvestres. Pastarán en Basán y en
Galaad, como en los días de antaño, como cuando salimos de Egipto y nos
mostrabas tus prodigios.
¿Qué
Dios hay como tú, que quitas la iniquidad y pasas por alto la rebeldía de los
sobrevivientes de Israel? No mantendrás por siempre tu cólera, pues te
complaces en ser misericordioso.
Volverás
a compadecerte de nosotros, aplastarás con tus pies nuestras iniquidades,
arrojarás a lo hondo del mar nuestros delitos. Serás fiel con Jacob y compasivo
con Abraham, como juraste a nuestros padres en tiempos remotos, Señor, Dios
nuestro.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 84
R/.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Señor,
has sido bueno con tu tierra, pues cambiaste la suerte de Jacob, perdonaste las
culpas de tu pueblo y sepultaste todos sus pecados; reprimiste tu cólera y
frenaste el incendio de tu ira. R/.
También
ahora cambia nuestra suerte, Dios, salvador nuestro, y deja ya tu rencor contra
nosotros. ¿O es que vas a estar siempre enojado y a prolongar tu ira de
generación en generación? R/.
¿No
vas a devolvernos la vida para que tu pueblo se alegre contigo? Muéstranos,
Señor, tu misericordia y danos tu salvación. R/.
ACLAMACIÓN
R/. Aleluya, aleluya.
¿Qué
has visto de camino, María, en la mañana? A mi Señor glorioso, la tumba
abandonada. R/.
Mujer,
¿por qué estás llorando? ¿A quién buscas?
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 20, 1-2. 11-18
El
primer día después del sábado, estando todavía oscuro, fue María Magdalena al
sepulcro y vio removida la piedra que lo cerraba. Echó a correr, llegó a la
casa donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les
dijo: "Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo habrán
puesto".
María
se había quedado llorando junto al sepulcro de Jesús. Sin dejar de llorar, se
asomó al sepulcro y vio dos ángeles vestidos de blanco, sentados en el lugar
donde había estado el cuerpo de Jesús, uno en la cabecera y el otro junto a los
pies. Los ángeles le preguntaron: "¿Por qué estás llorando, mujer?"
Ella les contestó: "Porque se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo
habrán puesto".
Dicho
esto, miró hacia atrás y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús.
Entonces Él le dijo: "Mujer, ¿por qué estás llorando? ¿A quién
buscas?" Ella, creyendo que era el jardinero, le respondió: "Señor,
si tú te lo llevaste, dime dónde lo has puesto". Jesús le dijo:
"¡María!" Ella se volvió y exclamó: "¡Rabbuní!", que en
hebreo significa `maestro'. Jesús le dijo: "No me retengas, porque todavía
no he subido al Padre. Ve a decir a mis hermanos: 'Subo a mi Padre y su Padre,
a mi Dios y su Dios' ".
María
Magdalena se fue a ver a los discípulos y les anunció: "¡He visto al
Señor!", y les contó lo que Jesús le había dicho.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, los dones que te presentamos en la conmemoración de santa María
Magdalena, con el mismo agrado con el que tu Unigénito aceptó su homenaje de
amor. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (2 Co 5, 14. 15)
El
amor de Cristo nos apremia a que no vivamos para nosotros mismos, sino sólo
para Él, que por nosotros murió y resucitó.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
que la santa recepción de tu sacramento, infunda en nosotros aquel amor
perseverante con el que santa María Magdalena estuvo siempre unida a Cristo, su
maestro. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Miq. 7, 14-15. 18-20. Por
medio del Hijo de Dios, Cristo Jesús, Señor nuestro, Dios se ha convertido en
el Buen Pastor, que no sólo nos lleva a buenos pastos, sino que nos conduce a
la posesión de los bienes definitivos. A pesar de que somos pecadores, Dios se
ha manifestado para con nosotros como el Dios misericordioso y fiel, de tal
forma que jamás se ha olvidado de nosotros. Mediante su muerte en la cruz
nuestros pecados no sólo han sido arrojados lejos de Él, sino que han sido
perdonados y nuestra deuda cancelada ante Él para que en adelante vivamos como
hijos suyos. Creer en Dios como el Dios del Amor, del perdón y de la
misericordia no nos puede llevar a vivir desligados del compromiso que tenemos
de darle un nuevo rumbo a nuestra vida. La salvación y el perdón que Dios nos
ofrece nos hace vivir comprometidos en la realización del bien a favor de
todos, y a ser misericordiosos con todos como Dios lo ha sido para con
nosotros. La Iglesia, a la par que anuncia el Evangelio ha de encarnarlo en sí
misma, de tal forma que se convierta en un signo vivo de la presencia
salvadora, amorosa y misericordiosa de Dios en el mundo y su historia.
Sal. 85 (84). El
Señor nos ha manifestado su amor y su misericordia saliendo al encuentro del
hombre pecador por medio de su Hijo, encarnado en María Virgen. Dios no quiere
la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. Pero esa conversión, que
nos une nuevamente a Dios, al hacernos participar de la misma vida divina, nos
compromete a convertirnos en un signo de vida para nuestro prójimo. Dios se
convierte en nuestra alegría y en nuestra paz, que, lograda al precio de la
Sangre de Cristo, no debemos perder a causa de nuestras imprudencias y pecados.
Pero los dones de Dios no son sólo para que nosotros los disfrutemos al margen
de los demás. No sólo hemos de llevar a ellos el perdón, la alegría y la paz
que proceden de Dios, sino que nosotros mismos nos hemos de convertir en un
signo del perdón, de la alegría y de la paz de Dios para nuestro prójimo. Sólo
así podremos decir que en verdad somos hijos de Dios y que permanecemos unidos
a Él. Jn. 20, 1-2. 11-18. Jesús, resucitado, se aparece en primer lugar a María
Magdalena, de la que había expulsado siete demonios. A Jesús no le interesa el
pasado de las personas, solamente que, habiendo creído en Él y habiendo
recibido el perdón de sus pecados, en adelante acepten su Vida y se dejen guiar
por el Espíritu Santo. María Magdalena no sólo es la primera que ve al Señor
resucitado, sino que es la primera apóstol de la resurrección, pues el Señor la
envía a comunicar este mensaje a los apóstoles. Este mensaje grandioso no es
sólo el del acontecimiento de la resurrección, sino el de hacer conciencia de
que quienes creen en Jesús ya no son siervos, ni sólo amigos, sino hermanos de
Jesús; por lo cual nuestro Dios es también nuestro Padre. La experiencia
personal de salvación experimentada por María Magdalena la hace portadora de
una Buena Noticia vivida por ella misma. Dios nos llama a todos para hacernos
partícipes, en Cristo, de su propia Vida. Sin importarle nuestro pasado Dios
quiere salvarnos, y conducirnos al gozo de la Vida eterna a su diestra, junto
con Jesús, su Hijo. Mientras llega ese momento, sin perder nuestra unión con el
Señor, llevemos a todos su mensaje de amor, de verdad, de vida y de misericordia
que Él nos ofrece a todos. En esta Eucaristía el Señor nos hace la oferta de su
propia Vida y Espíritu. Tal vez nuestra existencia no ha sido lo
suficientemente recta en la presencia de Dios. No por eso el Señor nos ha
cerrado las puertas de su amor. La prueba de que nos ama consiste tanto en
hacerse uno con nosotros para comunicarnos su Vida y su mensaje de salvación,
que llevaremos a nuestros hermanos, como también el hacernos entrar en comunión
de vida entre nosotros mismos, de tal forma que así como el Padre y Él son uno,
así lo seamos Él y nosotros. El Señor conoce a profundidad nuestra vida. Pero
nos quiere comunicar su Espíritu para vayamos como testigos suyos a darle un
nuevo rumbo a nuestro mundo y su historia. Vivamos unidos al Señor y seamos
fieles portadores de su Evangelio de salvación a toda la humanidad. En la
Eucaristía hacemos nuestra la vida que Dios nos ofrece en Cristo Jesús; además,
hacemos nuestra su misión. A nosotros corresponde trabajar por construir
relaciones más fraternas, de tal forma que desaparezcan las persecuciones
injustas y las manifestaciones de poderío egoísta. Somos hermanos y no podemos
decirle a Dios: ¿Acaso soy guardián de mi hermano? Ser testigos de la
resurrección de Cristo significa que nosotros, con nuestra vida, nuestras obras
y palabras, somos un signo del Señor resucitado en medio de nuestros hermanos.
Quien en lugar de anunciar con sus obras la vida, anuncia la muerte o la
destrucción de su hermano, no puede llamarse, en verdad, hijo de Dios unido a
Cristo Jesús. No hagamos de nuestra fe un motivo de dolor, ni de sufrimiento,
ni de tristeza, ni de muerte para nuestros hermanos; sino que, por el contrario
seamos motivos de paz, de alegría, de gozo, de vida para aquellos que entren en
contacto con nosotros. Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por
intercesión de la Virgen María, nuestra Madre, la gracia de amarnos y ayudarnos
como hermanos. Que con nuestras actitudes de amor fraterno contribuyamos para
que, juntos, nos encaminemos hacia la posesión de los bienes definitivos. Amén.
(Homilía
católica)
REFLEXIÓN
El
evangelio nos presenta la aparición de Jesús a María Magdalena. Una vez que
los discípulos marcharon a casa
(Jn.2010), ella, está afuera llorando porque se han llevado al Señor y no sabe dónde le han
puesto (v.11). La ausencia de Jesús
provoca su tristeza, se cumplen así las palabras de Jesús, pero esa
tristeza se convertirá en alegría (cfr.
Jn. 16, 20). Ella permanece en la oscuridad, en la incredulidad e incomprensión de lo ocurrido;
su llanto evoca la muerte de Lázaro
(cfr. Jn.11,31.33;11,35). Dos ángeles, custodian el sepulcro, como un espacio sagrado, y como señal de la Resurrección de
Jesús, con lo que se quiere señalar,
clarísimo testimonio que Dios ha entrado en la historia. La pregunta de
los ángeles, prepara el encuentro con el
Señor Jesús, María mira hacia atrás y ve a Jesús, sin reconocerle y lo confunde
con el hortelano, media el tiempo en que pasa del plano humano al divino o sobrenatural
(cfr.Jn.1,41;18,4). Paradojalmente a quien busca la Magdalena, le pregunta, a quien busca; su
falta de fe se incrementa cuando
confunde a Jesús con el hortelano. Ella insiste en que si se lo entrega,
ella se llevará el cuerpo (v.15). Pasa
de la incredulidad a la visión de fe, se cumplen las palabras de Buen Pastor cuando María, escucha
su nombre, entonces reconoce a Jesús
Resucitado (cfr. Jn.20, 1-2.11-12; 10,3.14). Lo reconoce y le llama como la
gente durante su ministerio: Rabbuní, Maestro (v.17). Es un primer acto
de fe en Jesús, al Maestro que conoció
durante su ministerio, querer tocarle,
es querer atrapar el pasado (cfr.
Jn.3,-21; 4,16-26). La relación que tuvo con ÉL ya no será como antes. A través de la cruz, Jesús ha
llegado a la perfección, que Dios le había
encomendado alcanzar (Jn.4,34; 5,36; 17,4; 19,30). También los discípulos deberán experimentarlos frutos de la
glorificación de Jesús, está a punto de
cumplirse su promesa de volver al Padre, pero su relación con el Jesús
histórico ha terminado (cfr.
Jn.14,12.28; 16,10.28). Desde el momento en que Jesús sube al Padre, los discípulos son constituidos en
hermanos de Jesús; el Dios y Padre de
Jesús, será también, Dios y Padre de los hermanos de Jesús (v.17). María hace exactamente lo que le manda Jesús, va los
discípulos movimiento que tiene otro
significado: ella ha pasado de la incredulidad, la oscuridad, a la fe
que le hace reconocer a su Rabbí. Ahora
se convierte en mensajera que anuncia las palabras de los ángeles y lo que le ha dicho Jesús, es el
paso de una fe inicial al a fe perfecta en
el Señor Resucitado en medio de sus hermanos. Santa Teresa de Jesús hablando a los que
comienzan el camino de oración en su
primer grado, les exhorta a la consideración de la Pasión y
Resurrección. “Lo que he pretendido dar
a entender en este capítulo pasado aunque me he divertido mucho en otras cosas por parecerme muy necesarias
es decir hasta lo que podemos nosotros
adquirir, y cómo en esta primera devoción podemos nosotros ayudarnos algo. Porque en pensar y escudriñar lo que el
Señor pasó por nosotros, muévenos a
compasión, y es sabrosa esta pena y las lágrimas que proceden de aquí. Y
de pensar la gloria que esperamos y el
amor que el Señor nos tuvo y su resurrección,
muévenos a gozo que ni es del todo espiritual ni sensual, sino gozo
virtuoso y la pena muy meritoria” (Vida
12,1).
(Homiletica
org / P. Julio González Carretti. OCD)
REFLEXIÓN:
HE VISTO AL SEÑOR
Mi
7,14-15. 78-20; Jn 20,1-2. 11-18
Mucha
entereza necesita un creyente para confesar con la frente en alto lo que
Magdalena anuncia a los discípulos: "He visto al Señor". Ella había
recorrido los caminos accidentados de la Baja Galilea, fascinada por haber encontrado
al profeta que la rescató de su dolorosa ansiedad. Vivió libremente su
condición de discípula y animó a sus amigas a emprender juntas el seguimiento
de Jesús. Todo aquel ímpetu fue arrancado de tajo con la brutal ejecución del
Maestro. Magdalena atravesaba su peor situación límite. Ella no se convencería
fácilmente de que Dios hubiera dejado sin consuelo a Jesús. Efectivamente como
sentencia el profeta Miqueas, el Padre se compadeció del crucificado y lo
devolvió a la Vida plena. Jesús resucitado no es un fantasma, tiene una
identidad inconfundible, simbolizada en la peculiar habla que María reconoció
al sentirse cariñosamente nombrada por Él. (www misal com mx).
Santos
María Magdalena,
penitente; Felipe Evans, mártir. Beato Agustín Fangi, presbítero.
Memoria (Blanco)
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