LECTURAS
DE LA EUCARISTIA
LUNES
14 DE JULIO DE 2014
TIEMPO
ORDINARIO A. SEMANA 15
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Sal 89, 17)
Que
tu bondad, Señor, se derrame sobre nosotros, y guía las obras de nuestras
manos.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que por medio del trabajo humano quisiste someter las fuerzas de la
naturaleza, concede benigno que, dedicados con espíritu cristiano a nuestras
labores, cultivemos una caridad fraterna eficaz, y merezcamos colaborar al
perfeccionamiento de la creación. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que
vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos
de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Purifíquense y aparten de mi
vista sus malas acciones.
DEL LIBRO DEL PROFETA
ISAÍAS: 1, 10-17
Oigan
la palabra del Señor, príncipes de Sodoma; escucha la enseñanza de nuestro
Dios, pueblo de Gomorra: "¿Qué me importan a mí todos sus
sacrificios?", dice el Señor. Estoy harto de holocaustos de carneros y de
grasa de becerros; ya no quiero sangre de toros, corderos y cabritos.
¿Quién
les ha pedido que me ofrezcan todo eso cuando vienen al templo para visitarme?
Dejen ya de pisotear mis atrios y no me traigan dones vacíos ni incienso
abominable. Ya no aguanto sus novilunios y sábados ni sus asambleas.
Sus
solemnidades y fiestas las detesto; se me han vuelto una carga insoportable.
Cuando extienden sus manos para orar, cierro los ojos; aunque multipliquen sus
plegarias, no los escucharé. Sus manos están llenas de sangre. Lávense y
purifíquense; aparten de mí sus malas acciones. Dejen de hacer el mal, aprendan
a hacer el bien, busquen la justicia, auxilien al oprimido, defiendan los
derechos del huérfano y la causa de la viuda".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 49
R/.
Dios salva al que cumple su voluntad.
No
voy a reclamarte sacrificios, dice el Señor, pues siempre están ante mí tus
holocaustos. Pero ya no aceptaré becerros de tu casa ni cabritos de tus
rebaños. R/.
¿Por
qué citas mis preceptos y hablas a toda hora de mi pacto, tú, que detestas la
obediencia y echas en saco roto mis mandatos? R/.
Tú
haces esto, ¿y yo tengo que callarme? ¿Crees acaso que yo soy como tú? Quien
las gracias me da, ése me honra y yo salvaré al que cumple mi voluntad. R/.
ACLAMACIÓN
(Mt 5, 10)
R/.
Aleluya, aleluya.
Dichosos
los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los
cielos, dice el Señor. R/.
No
he venido a traer la paz, sino la guerra
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 10, 34-11, 1
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: "No piensen que he venido a
traer la paz a la tierra; no he venido a traer la paz, sino la guerra. He
venido a enfrentar al hijo con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con
su suegra; y los enemigos de cada uno serán los de su propia familia.
El
que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a
su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y
me sigue, no es digno de mí.
El
que salve su vida, la perderá y el que la pierda por mí, la salvará.
Quien
los recibe a ustedes, me recibe a mí; y quien me recibe a mí, recibe al que me
ha enviado.
El
que recibe a un profeta por ser profeta, recibirá recompensa de profeta; el que
recibe a un justo por ser justo, recibirá recompensa de justo.
Quien
diere, aunque no sea más que un vaso de agua fría a uno de estos pequeños, por
ser discípulo mío, yo les aseguro que no perderá su recompensa".
Cuando
acabó de dar instrucciones a sus doce discípulos, Jesús partió de ahí para
enseñar y predicar en otras ciudades.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, los dones de tu Iglesia suplicante y concede que, por medio del trabajo
humano que ahora te ofrecemos, merezcamos quedar asociados a la obra redentora
de Cristo. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Col 3, 17)
Todo
lo que digan y todo lo que hagan, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dándole
gracias a Dios Padre, por medio de Cristo.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú
que nos has alimentado con el pan eterno, concédenos también, Señor, lo
necesario para la vida temporal. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXION
Mt. 10, 34-11,1: No
he venido a sembrar paz, sino espadas.
Este evangelio nos presenta tres partes: Jesús señal de contradicción
(vv.34-36), renuncia para seguir a Jesús
(vv.37-39), y la conclusión del discurso apostólico (vv. 40-42). Las palabras de Jesús son como
espadas, que exigen tomar postura,
hacer una elección. Miqueas había anunciado la perdición de su pueblo,
la corrupción invadía a las
instituciones, los lazos familiares se había roto hasta convertirse el prójimo en un enemigo. EL pueblo
experimentó la acción del tribunal de
Dios al conocer en su propia vida las consecuencias de su apostasía de
Yahvé. Jesús tiene presentes las
palabras del profeta (Miq. 7,1-7). El juicio de Dios, vislumbrado por el profeta ha llegado a su
punto culminante con la venida de Jesús
e inicio del reino de Dios. Viene como separación, como espada. Jesús
viene como espada, que no sólo separa a los hombres entre los que creen
o no, sino que es la decisión ante la cual Dios pone al hombre. La paz que menciona
Jesús, no es la de Dios y los hombres, sino la que existe entre los
hombres, una paz corrompida que deja
todo como estaba, como si Jesús no hubiera venido, la de Dios y Satán, la
que no puede darse. Esta palabra más tajante que espada de
doble filo, lo penetra todo (cfr.
Hb. 4, 12), incluso el tejido familiar,
para descubrir a los que están a favor o
en contra de Dios; la opción,
conlleva la separación, o enemistad de los seres más queridos. En un segundo momento se nos habla
del amor a Jesús. El amor a Jesucristo es exclusivo, por lo que los
parientes, incluidos padres y
hermanos, quedan en segundo
plano. Es precisamente en esa libertad, que el
discípulo, aprende a amar a Dios y a su prójimo, o lo que es lo
mismo, amar al prójimo en Dios y por amor a Dios. Los parientes son su
primer prójimo. La decisión por Cristo, precede a la vivencia de este amor.
Quien no hace esta opción, no es
digno de Cristo, porque significa
que no hay entrega de la vida, imitación de Cristo y es
el fracaso como discípulo. En cambio, quien entrega su vida y corazón,
lo recupera con la fuerza del divino amor. La Cruz
aparece en el horizonte del discípulo,
como signo de seguimiento, señal de su
amor, como el dar la vida, por quien se
ama. Siendo esta última, la mayor prueba
de amor por el prójimo. Al seguimiento
diario, precede el asimilar su modo de
pensar y de vivir. La Cruz nos acompaña
en nuestra vida sacramental, desde que
nacemos hasta que volvemos a la casa
del Padre. Abrazar la Cruz significa
asumir la vida de cada día con sus luces
y sombras, alegrías y penas,
descanso y esfuerzo con Cristo, es decir, no olvidar nuestro destino, el mismo que el suyo, su
misterio pascual de muerte y
resurrección. La cruz, es signo de vida y no de muerte, de victoria y no
de derrota. La mística de la cruz, y la
renuncia es actividad fecunda del amor, que destruye los criterios y modo de pensar del hombre viejo,
creando un hombre nuevo, imagen de
Jesucristo, que en el bautismo recibió la fe y por ello creen firmemente
en ÉL. “El que encuentre su vida, la
perderá; y el que pierda su vida por mí, la encontrará.”
(v. 39). Finalmente, todo lo que hagamos por
el Reino de Dios tendrá su recompensa,
así sea dar un vaso de agua. Si bien Teresa de Jesús está pensando en
sus comunidades religiosas, hoy pensamos
en con ella en la Iglesia, la familia, la sociedad, finalmente en cada uno en forma personal. Necesitamos de la paz que
nace del encuentro frecuente con
Jesucristo, Príncipe de la paz (Is. 9, 5). “Paz, paz, hermanas mías dijo
el Señor, y amonestó a sus Apóstoles
tantas veces. Pues creedme, que si no la tenemos y procuramos en nuestra casa, que no la
hallaremos en los extraños” (2 Moradas
1,9).
(Homiletica
org / Padre Julio González Carreti, OCD)
Santos
Camilo de Lelis, fundador; Francisco Solano, presbítero.
Beato Juan de Jesús Vilaregut y compañeros, mártires.
Feria (Verde)
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