LECTURAS
DE LA EUCARISTIA
DOMINGO
6 DE JULIO DE 2014
TIEMPO
ORDINARIO A. SEMANA 14
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Sal 47, 10-11)
Meditamos,
Señor, los dones de tu amor, en medio de tu templo. Tu alabanza llega hasta los
confines de la tierra como tu fama. Tu diestra está llena de justicia.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que por medio de la humillación de tu Hijo reconstruiste el mundo
derrumbado, concede a tus fieles una santa alegría para que, a quienes
rescataste de la esclavitud del pecado, nos hagas disfrutar del gozo que no
tiene fin. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Mira a tu rey que viene
humilde hacia ti.
DEL LIBRO DEL PROFETA
ZACARÍAS: 9, 9-10
Esto
dice el Señor: "Alégrate sobremanera, hija de Sión; da gritos de júbilo,
hija de Jerusalén; mira a tu rey que viene a ti, justo y victorioso, humilde y
montado en un burrito.
Él
hará desaparecer de la tierra de Efraín los carros de guerra, y de Jerusalén,
los caballos de combate. Romperá el arco del guerrero y anunciará la paz a las
naciones. Su poder se extenderá de mar a mar y desde el gran río hasta los
últimos rincones de la tierra".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 144
R/.
Acuérdate, Señor, de tu misericordia.
Dios
y rey mío, yo te alabaré, bendeciré tu nombre siempre y para siempre. Un día
tras otro bendeciré tu nombre, y no cesará mi boca de alabarte. R/.
El
Señor es compasivo y misericordioso, lento para enojarse y generoso para
perdonar. Bueno es el Señor para con todos y su amor se extiende a todas sus
creaturas. R/.
El
Señor es siempre fiel a sus palabras, y lleno de bondad en sus acciones. Da su
apoyo el Señor al que tropieza y al agobiado alivia. R/.
Que
te alaben, Señor, todas tus obras, y que todos tus fieles te bendigan. Que
proclamen la gloria de tu reino y den a conocer tus maravillas. R/.
Si con la ayuda del Espíritu
dan muerte a los bajos deseos del cuerpo, vivirán.
DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS: 8, 9. 11-13
Hermanos:
Ustedes no viven conforme al desorden egoísta del hombre, sino conforme al
Espíritu, puesto que el Espíritu de Dios habita verdaderamente en ustedes.
Quien no tiene el Espíritu de Cristo, no es de Cristo. Si el Espíritu del
Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, habita en ustedes, entonces
el Padre, que resucitó a Jesús de entre los muertos, también les dará vida a
sus cuerpos mortales, por obra de su Espíritu, que habita en ustedes.
Por
lo tanto, hermanos, no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para
hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese
modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del
Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Mt 11, 25)
R/.
Aleluya, aleluya.
Yo
te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has revelado los
misterios del Reino a la gente sencilla. R/.
Soy
manso y humilde de corazón.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 11, 25-30
En
aquel tiempo, Jesús exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la
tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y entendidos, y las has
revelado a la gente sencilla! Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien.
El
Padre ha puesto todas las cosas en mis manos. Nadie conoce al Hijo sino el
Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo
quiera revelar.
Vengan
a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga y yo les daré
alivio. Tomen mi yugo sobre ustedes y aprendan de mí, que soy manso y humilde
de corazón, y encontrarán descanso, porque mi yugo es suave y mi carga,
ligera".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Se
dice Credo.
PLEGARIA
UNIVERSAL
Unidos
a Jesucristo, presentemos al Padre nuestras plegarias.
Después
de cada petición diremos: Escúchanos, Padre.
Por
la Iglesia en el mundo y en nuestro país. Que demos un buen testimonio de la fe
y la esperanza que nos mueven. Oremos.
Por
los misioneros y misioneras. Que la fortaleza y la gracia de Dios los acompañe
en su misión de anunciar el Evangelio. Oremos.
Por
los migrantes que dejan su tierra buscando una vida mejor. Que puedan encontrar
un trabajo digno, y sean acogidos como toda persona merece. Oremos.
Por
nuestros familiares y amigos difuntos. Que Dios los reciba para siempre en la
plenitud de su Reino. Oremos.
Por
los procesos electorales que hoy se llevan a cabo. Que se desarrollen en paz y
se respete la voluntad popular. Oremos.
Por
nosotros y por nuestra parroquia (comunidad). Que nos amemos y nos ayudemos
mutuamente, cada día más. Oremos.
Escucha,
Señor, nuestra oración, y guía nuestros corazones hacia ti. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
La
oblación que te ofrecemos, Señor, nos purifique, y nos haga participar, de día
en día, de la vida del reino glorioso. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 33, 9)
Prueben
y vean qué bueno es el Señor; dichoso quien se acoge a Él.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
que nos has colmado con tantas gracias, concédenos alcanzar los dones de la
salvación y que nunca dejemos de alabarte. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PALABRAS DEL PAPA FRANCISCO
ANTES DEL ANGELUS
Domingo
6/7/2014
Queridos
hermanos y hermanas, buenos días:
En
el Evangelio de este domingo encontramos la invitación de Jesús, dice así:
"Vengan a mí todos los que están afligidos y agobiados, y yo los
aliviaré" (Mt. 11:28). Cuando Jesús dice esto, tiene ante sus ojos las
personas que encuentra todos los días por los caminos de Galilea: mucha gente
simple, pobres, enfermos, pecadores, marginados... esta gente siempre le siguió
para escuchar su palabra -¡una palabra que daba esperanza! ¡Las palabras de
Jesús dan siempre esperanza! y también para tocar aunque solo fuese el borde de
su manto. Jesús mismo buscaba a estas multitudes extenuadas y dispersas como
ovejas sin pastor (cf. Mt 9:35-36): así dice Él, y las buscaba para anunciarles
el Reino de Dios y para sanar a muchos de ellos en el cuerpo y en el espíritu.
Ahora los llama a todos a su lado: "Vengan a mí", y les promete
alivio y refrigerio.
Esta
invitación de Jesús se extiende hasta nuestros días, para llegar a muchos
hermanos y hermanas oprimidos por precarias condiciones de vida, por
situaciones existenciales difíciles y, a veces privados de auténticos puntos de
referencia. En los países más pobres, pero también en las periferias de los
países más ricos, se encuentran muchas personas desamparadas y dispersas bajo
el peso insoportable del abandono y de la indiferencia. La indiferencia:
¡cuánto daño hace a los necesitados la indiferencia humana! Y aún peor la de
los cristianos. En los márgenes de la sociedad hay muchos hombres y mujeres
probados por la indigencia, pero también por las insatisfacciones de la vida y las
frustraciones. Muchos se ven obligados a emigrar de su patria, arriesgando su
propia vida. Muchos más, cada día, soportan el peso de un sistema económico que
explota al hombre, le impone un "yugo" insoportable, que los pocos
privilegiados no quieren llevar. A cada uno de estos hijos del Padre que está
en los cielos, Jesús repite: "Vengan a mí, todos ustedes". Pero
también lo dice a los que poseen todo. Pero cuyo corazón está vacío. Está
vacío. Corazón vacío y sin Dios. También a ellos, Jesús dirige esta invitación:
"Vengan a mí". La invitación de Jesús es para todos. Pero de manera
especial para los que sufren más.
Jesús
promete reconfortar a todos, pero también nos hace una invitación, que es como
un mandamiento: "Carguen sobre ustedes mi yugo y aprendan de mí, porque
soy paciente y humilde de corazón" (Mt 11,29). El "yugo" del
Señor ¿en qué consiste? Consiste en cargar el peso de los otros con amor
fraternal. Una vez recibido el alivio y consuelo de Cristo, estamos llamados
también nosotros a ser alivio y consuelo para los hermanos, con actitud mansa y
humilde, a imitación del Maestro. La mansedumbre y la humildad de corazón no
sólo nos ayuda a soportar el peso de los otros, sino a no pesar sobre ellos con
nuestros propios puntos de vista personales, nuestros juicios, nuestras
críticas o nuestra indiferencia.
Invoquemos
a la Santísima Virgen María, que acoge bajo su manto a todas las personas
desamparadas y dispersas, para que a través de una fe iluminada, testimoniada
en la vida, podamos ser alivio para los que necesitan ayuda, ternura y
esperanza.
FUENTE:
Radio vaticana.
REFLEXIÓN
JESÚS LIBERA NUESTROS
AGOBIOS Y CANSANCIOS
1.-
Un Dios manso, clemente y misericordioso. El texto de la primera lectura de
este domingo pertenece al segundo Zacarías, profeta anónimo de finales del
siglo IV antes de Cristo. Presenta un Mesías tierno y bondadoso, que entra en
Jerusalén mansamente, “cabalgando en un asno”. El profeta canta y anima a
Jerusalén para que se alegre con él en este suceso de salvación. A diferencia
de los conquistadores, que cabalgan en briosos caballos, el Mesías hace su
entrada sobre un humilde asno, que es la cabalgadura tradicional de los
campesinos y de los habitantes pacíficos. Y es que su reinado no se mantiene
con la violencia, sino con el amor y la justicia. Por eso destruirá los carros
de combate, y los caballos, y romperá los arcos, llevará a cabo un desarme. Su
dominio pacífico se extenderá de mar a mar, es decir, del Golfo Pérsico al
Mediterráneo y desde el Eúfrates al fin de la tierra. Estas fronteras son el
símbolo de un reino verdaderamente universal, para todos. El Salmo proclama
también que el Señor es clemente y misericordioso, es bueno con todos. Jesús
aplica esta profecía de Zacarías a su persona en el evangelio de hoy.
2.-
Una vida renovada, que supera el egoísmo y las “obras de la carne”. La nueva
vida que hemos recibido es una vida "en el espíritu", es decir, según
el hombre renovado por la acción del Espíritu de Dios que habita en nosotros.
Es necesario que hagamos sitio en nuestra vida para el Espíritu de Dios. Si nos
dejamos llevar por el Espíritu, seremos efectivamente hijos de Dios. San Pablo
amonesta a los fieles, en los que supone que "habita el Espíritu de
Dios", para que no vivan "según la carne". No se trata de dos
clases de hombres, los buenos y los malos, sino de la división que padece el
hombre en sí mismo. El cristiano, conducido por el Espíritu, ha de dar muerte a
las obras del egoísmo, de la "carne", para resucitar con Cristo a una
vida nueva según Dios.
3.-
El evangelio muestra la ternura con que Jesús acoge a los pequeños. El quería
que los pobres encontrasen en él paz y descanso. Los pobres son los únicos que
entienden y aceptan la sabiduría del Reino. Mucha gente no entendía esta
preferencia de Jesús por los pobres y excluidos. Los sabios, los doctores de
aquella época, habían creado una serie de leyes que ellos imponían al pueblo en
nombre de Dios. Pensaban que Dios exigía del pueblo estas observancias. Pero la
ley del amor, traída por Jesús, decía lo contrario. Lo que importa, no es lo
que hacemos para Dios, sino lo que Dios, en su gran amor, ¡hace por nosotros!
Hoy también Jesús está enseñando muchas cosas a los pobres y a los pequeños.
Los sabios e inteligentes harían bien en ser alumnos de los pequeños y
humildes.
4.-
Venid a mí los que estáis fatigados y sobrecargados. Es un buen consejo para
nosotros, que quizá nos encontramos cansados y sin fuerzas a estas alturas del
año. Ponemos la vista en las vacaciones…. Aunque nos venga bien el descanso
físico, no es éste el auténtico remedio. Jesús invita a todos los que están
cansados a que vayan a El y les promete descanso. Es la gente de aquella época,
que vive cansada bajo los impuestos y las observancias exigidas por las leyes.
Muchas veces la frase “cargad con mi yugo” fue manipulada para pedir al pueblo
sumisión, mansedumbre y pasividad. Lo que Jesús quiere decir es el contrario.
Pide a la gente que se fijen en El, que es "manso y humilde de
corazón". Jesús no se comporta como los escribas que se vanaglorian de su
ciencia, sino como el pueblo, que vive humillado y explotado. Jesús, el nuevo
maestro, sabe por experiencia lo que pasa en el corazón de la gente y del
pueblo que sufre. Si tú también estás cansado, deprimido o agobiado, pon tus
ojos en Jesús. El es tu descanso. La primera ocupación de la vida es elegir lo
que se ha de amar. El amor hace que sea ligero lo que los preceptos tienen de
duro, escribía San Agustín.
José
María Martín OSA
TODOS NUESTROS CANSANCIOS SE
HARÁN LLEVADEROS
1.-
A pesar de que Jesús se presente como manso y humilde de corazón este párrafo
del evangelio es una enérgica repulsa contra los escribas y los fariseos, los
sabios y los entendidos, los intérpretes de la Escritura, los que habían hecho
de la religión una carga insoportable, como dice San Pedro, con los más de 700
preceptos. Ese yugo y esa carga, que los escribas y fariseos imponían al pueblo
y ellos no tocaban ni con el dedo Jesús fue un revolucionario religioso a los
ojos de las jerarquías de su tiempo: --un hombre ni siquiera plenamente judío
porque era galileo. --salido de un pueblo desconocido de las montañas, Nazaret.
--sin instrucción religiosa, no fue discípulo de ningún rabí. --y que se
permitía criticar a la religión institucionalizada. --que llama a las
jerarquías hipócritas. --y que acaba contraponiendo su yugo, sus preceptos a
los preceptos rabínicos: “mi yugo es suave y mi carga ligera”. No es extraño
que fuera perseguido y odiado por los jefes religiosos de su tiempo y que al
fin dieran con él en la cruz.
2.-
Los hombres somos tan pequeños, y al mismo tiempo nos las damos de tan sabios y
entendidos… que no entendemos a Dios. La Primera Lectura nos habla de un Mesías
montado humildemente en un asno, dominando el mundo con la justicia y la
modestia. Y ya los judíos se habían hecho un Mesías Señor de los Ejércitos que
vendría a hacer a Israel un pueblo libre y fuerte. Y desde luego todos nosotros
hubiéramos hecho nacer a Jesús en Roma, hijo del Emperador, general en jefe de
las legiones romanas, para predicar la doctrina de Dios desde arriba. Y es que
también somos nosotros los “sabios y entendidos” del mundo. Cuántas veces han
sido, a lo largo de los siglos, los tambores los que han anunciado el evangelio
a los paganos y a los infieles. Y Jesús nos dice bien claro, que a la sencillez
de un Dios montando en un asnillo, (como entró Jesús en Jerusalén) tiene que
corresponder a la misma sencillez de corazón de sus discípulos… Y Él se
manifiesta y les revela a su Padre a los que son sencillos como Él. Nosotros
confundimos conocimientos con fe y es un error craso. No el que tiene más
conocimientos tiene mas fe. Fe es una experiencia de Dios y esa la da Dios. San
Ignacio dice en sus Ejercicios “no el mucho saber hasta y satisface el alma,
sino sentir internamente de las cosas de Dios. Y esa experiencia de Dios es la
revelación que Jesús promete dar a los sencillos de corazón. La petulancia, la
autosuficiencia, el racionalismo son los enemigos de la experiencia de Dios.
3.-
Si llegamos a tener esa experiencia interna del Señor todos nuestros cansancios
se nos harán llevaderos. De cansancios sí entendemos. Cuantas veces desearíamos
hacernos una bola en algún sitio escondido donde acunar nuestros cansancios,
donde nos dejasen en paz. Y sin embargo Jesús nos da otra solución paradójica y
que, además de cansados y agobiados encima tomemos su yugo y le sigamos. Por
muy ligero que sea al fin es yugo y pesa. Es su yugo, que se lleva entre dos,
por eso es suave y ligero, porque lo lleva Él con nosotros. A nosotros no se
nos ocurre más que Dios nos quite de encima lo que nos pesa y Dios
ordinariamente no nos quita el peso sino que nos lo hace llevadero y nos da
fuerzas para llevarlo. Iba uno caminando por la playa llevando el peso de sus
cansancios, y volvió la mirada atrás y no vio más que un par de huellas de
pisadas, y encarándose con el Señor le dijo: --Señor me prometiste caminar
conmigo cuando estoy cansado, pero me has abandonado, no se ven en la arena más
pisadas que las mías. Y el Señor le respondió: --No hijo, esas pisadas son las
mías, que te llevo en brazos.
José
María Maruri, SJ
¿INDIGNADOS O CANSADOS?
1. Retomamos, después de la solemnidad de
Pedro y Pablo, los domingos del Tiempo Ordinario (en su número catorce) y lo
hacemos escuchando un evangelio que nos invita a la esperanza y al sosiego:
“Venid a mí los cansados y agobiados y yo os aliviaré”. ¿De qué está el mundo
cansado? Unas veces de la falta de respuestas a las exigencias de la felicidad
del hombre y, otras, de insatisfacción ante tantos sucedáneos que –lejos llevarnos
a bienestar auténtico–- nos convierten en simple marionetas en manos de los
poderosos. ¿De quién o de qué está el hombre indignado? Unas veces de las
promesas que no se cumplen y, otras, de aquellas que se llevan a cabo pero no
en beneficio de todos. De aquellos derechos que, por simples leyes, convierten
a unos en verdugos y a otros en víctimas en manos de los otros. ¿Por qué está
la sociedad y el hombre decepcionados? Entre otras cosas porque ya no sabe por
dónde ir, ni dónde encontrar el verdadero descanso: el ritmo tan acelerado que
llevamos en el día a día, se convierte en un yugo insoportable y solitario,
insolidario y materialista que nos hace sentir que algo no funciona bien; que
no vivimos dignamente, que la vida que llevamos…no es vida.
2.
¿Dónde está la respuesta a nuestras aspiraciones? Ni más ni menos en el retorno
al Señor. Hay un viejo proverbio que dice “tus penas en el hombro de un amigo
quedan divididas por dos”. «Cualquier otra carga, decía san Agustín, te oprime
y abruma, mas la carga de Cristo te alivia el peso. Cualquier otra carga tiene
peso, pero la de Cristo tiene alas. Si a un pájaro le quitas las alas parece
que le alivias el peso, pero cuanto más le quites este peso, tanto más le atas
a la tierra. Ves en el suelo al que quisiste aliviar de un peso; restitúyele el
peso de sus alas y verás cómo vuela» (Sermón 126). Nunca, como hoy, dispone la
humanidad de muchísimos medios de comunicación (oral, visual y escrita) y nunca
como hoy el ser humano tiene necesidad de contar sus penas y sus miserias a
alguien. ¿Qué ocurre entonces? Que la gente, entre ellos muchos de nosotros, no
queremos más problemas que los nuestros. Nuestras propias dificultades y yugos
personales nos abruman, nos agobian y nos llevan a decir aquello de “bastante
tengo con lo mío”. Jesús, por el contrario, aligera nuestras cargas. Nos da
fuerza para seguir adelante y nos hace descubrir, en la debilidad o en la
humildad, el secreto para ser fuertes. En un sencillo pollino entró en la
Jerusalén de la tierra para, días después, triunfar victorioso sobre la muerte.
Hagamos confidente, de nuestros fracasos y de nuestras preocupaciones, a Jesús.
No lo arrinconemos. Tenemos su pecho para reclinar nuestra cabeza. Poseemos su
Palabra para orientar nuestro vivir. Nos ha dejado la Eucaristía para ser
invencibles y como aperitivo de lo que se nos dará en la Vida Eterna. Contamos
con el auxilio de su Espíritu que, en el agotamiento físico y espiritual,
siempre será un consuelo. Que la Virgen María, en este tiempo ordinario que
retomamos, nos haga disfrutar del oasis de paz y de energía espiritual y humana
que es Jesucristo. Para el cristiano no existen los momentos críticos sino la
mano de Dios que sale a su encuentro cuando le confía sus angustias, temores y
luchas.
Javier
Leoz
REFLEXIÓN:
UN REY HUMILDE
Za
9, 9-10; Rm 8,9.11-13; Mt 11, 25-30
La
palabra del profeta es un marco precioso para interpretar las palabras del
Evangelio. Zacarías anuncia la llegada de un gobernante alternativo, un
verdadero príncipe de la paz que no destinará recursos a guerras defensivas, ni
atacará a los vecinos. Será un "hombre fuerte" que orientará sus
esfuerzos a la consolidación de la paz duradera entre las naciones. A primera
vista podría parecer una utopía más, cómo las muchas que han diseñado las
diferentes culturas. El Evangelio le añade una dosis de realismo. A esa meta no
se llegará por la sola determinación de "un dictador" benévolo. Será
la libre decisión de cada israelita que decida abrazar voluntariamente el yugo
ligero del reinado de Dios, la que consolidará esos cielos nuevos y esa tierra
nueva. Los cristianos se suman voluntariamente al proyecto de fraternidad que
Jesús ofrece. (www misal com mx)
Santos
María Goretti, mártir; Alberto de Génova o de Liguria,
monje. Beata Ignacia March, fundadora. (Verde)
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