LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 2 DE MARZO DE 2014
VIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 17, 19-20)
El Señor es mi protector; Él me libró de las manos
de mis enemigos y me salvó, porque me ama.
ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Señor, que el curso de los
acontecimientos del mundo se desenvuelva, según tu voluntad, en la justicia y
en la paz, y que tu Iglesia pueda servirte con tranquilidad y alegría. Por
nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA DE LA PALABRA
Yo nunca me olvidaré de ti.
DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 49, 14-15
"Sión había dicho: 'El Señor me ha abandonado,
el Señor me tiene en el olvido'. ¿Puede acaso una madre olvidarse de su
criatura hasta dejar de enternecerse por el hijo de sus entrañas? Aunque
hubiera una madre que se olvidara, yo nunca me olvidaré de ti", dice el
Señor todopoderoso.
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL:
Del salmo 61
R/. Sólo en Dios he puesto mi confianza.
Sólo en Dios he puesto mi confianza, porque de Él
vendrá el bien que espero. Él es mi refugio y mi defensa, ya nada me
inquietará. R/.
Sólo Dios es mi esperanza, mi confianza es el
Señor: es mi baluarte y firmeza, es mi Dios y salvador. R/.
De Dios viene mi salvación y mi gloria; Él es mi
roca firme y mi refugio. Confía siempre en Él, pueblo mío, y desahoga tu
corazón en su presencia. R/
El Señor pondrá al descubierto las intenciones del
corazón.
DE LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS
CORINTIOS: 4, 1-5
Hermanos: Procuren que todos nos consideren como
servidores de Cristo y administradores de los misterios de Dios. Ahora bien, lo
que se busca en un administrador es que sea fiel. Por eso, lo que menos me
preocupa es que me juzguen ustedes o un tribunal humano; pues ni siquiera yo me
juzgo a mí mismo. Es cierto que mi conciencia no me reprocha nada, pero no por
eso he sido declarado inocente. El Señor es quien habrá de juzgarme. Por lo
tanto, no juzguen antes de tiempo; esperen a que venga el Señor. Entonces Él
sacará a la luz lo que está oculto en las tinieblas, pondrá al descubierto las
intenciones del corazón y dará a cada uno la alabanza que merezca.
ACLAMACIÓN (Hb 4, 12) R/. Aleluya, aleluya.
La palabra de Dios es viva y eficaz y descubre los
pensamientos e intenciones del corazón. R/.
No se preocupen por el día de mañana.
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 6, 24-34
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos:
"Nadie puede servir a dos amos, porque odiará a uno y amará al otro, o
bien obedecerá al primero y no le hará caso al segundo. En resumen, no pueden
ustedes servir a Dios y al dinero. Por eso les digo que no se preocupen por su
vida, pensando qué comerán o con qué se vestirán. ¿Acaso no vale más la vida
que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Miren las aves del cielo, que
ni siembran, ni cosechan, ni guardan en graneros y, sin embargo, el Padre
celestial las alimenta. ¿Acaso no valen ustedes más que ellas? ¿Quién de
ustedes, a fuerza de preocuparse, puede prolongar su vida siquiera un momento?
¿Y por qué se preocupan del vestido? Miren cómo
crecen los lirios del campo, que no trabajan ni hilan. Pues bien, yo les
aseguro que ni Salomón, en el esplendor de su gloria, se vestía como uno de
ellos. Y si Dios viste así a la hierba del campo, que hoy florece y mañana es
echada al horno, ¿no hará mucho más por ustedes, hombres de poca fe?
No se inquieten, pues, pensando: ¿Qué comeremos o
qué beberemos o con qué nos vestiremos? Los que no conocen a Dios se desviven
por todas estas cosas; pero el Padre celestial ya sabe que ustedes tienen
necesidad de ellas. Por consiguiente, busquen primero el Reino de Dios y su
justicia, y todas estas cosas se les darán por añadidura. No se preocupen por
el día de mañana, porque el día de mañana traerá ya sus propias preocupaciones.
A cada día le bastan sus propios problemas".
Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.
CREDO…
PLEGARIA UNIVERSAL
Presentemos al Padre nuestra oración, seguros de
que la acogerá con benevolencia.
Después de cada petición diremos: Te lo pedimos,
Señor.
Para que gobierne a su Iglesia. Oremos.
Para que asista al Papa, a los obispos, a los
presbíteros y a los diáconos en su servicio. Oremos.
Para que conceda paz y concordia a todos los
pueblos de la tierra. Oremos.
Para que reciba a los difuntos en su Reino. Oremos.
Para que nos dé alegría para servirlo en paz y
confianza. Oremos.
Dios Padre, tú que amas a todos, concédenos lo que
te hemos pedido con humildad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Que este pan y este vino que tú mismo nos das para
ofrecértelos nos ayuden, Señor, convertidos en el Cuerpo y Sangre de tu Hijo, a
conseguir el premio de la felicidad eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio para los domingos del Tiempo Ordinario.
ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Mt 28, 20)
Yo estaré con ustedes todos los días, hasta el fin
del mundo, dice el Señor.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te pedimos, Padre misericordioso, que por este
sacramento con que ahora nos fortaleces, nos hagas algún día participar de la
vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXIONES
CONFIAR EN DIOS Y “EN LOS QUE LE RODEAN”
1.- El tema central de las tres lecturas de este
domingo es, sin duda, la confianza en Dios. La frase que mejor puede resumir
esta idea es la que está escrita en la primera lectura, del profeta Isaías:
“¿es que puede una madre olvidarse de su criatura… pues, aunque ella se olvide,
yo no me olvidaré”? Cuando he leído las lecturas de este domingo me he acordado
de una anécdota que nos cuenta Hans Küng en su último libro. Dice Hans Küng que
cuando en 1965, recién terminado el Concilio, fue él, joven perito conciliar, a
hablar con Pablo VI, este le dijo: “Debe confiar usted en mí”. A lo que el
joven teólogo respondió: “Yo sí confío en usted, Santidad, pero no confío en
todos los que le rodean”. Aplicando esto a Dios, con perdón, también los
apóstoles podrían haberle dicho al Maestro: nosotros confiamos en ti, Señor,
pero no en todos los que te rodean. Sí, todos debemos confiar en Dios y en su
providencia, pero sin olvidar que Dios actúa por medio de causas segundas,
entre las que se cuentan, en primer lugar, las personas humanas. Es evidente
que Dios, nuestro Padre del cielo, no nos va a olvidar nunca, sabe todo lo que
necesitamos y quiere dárnoslo. Pero nos lo da, generalmente, a través de
personas humanas y, si estas se niegan a secundar la voluntad de Dios, la
misericordia de Dios no puede llegar hasta nosotros. ¿Cómo va a querer Dios que
mueran de hambre miles de niños en el mundo? Esos niños no se mueren por falta
de confianza en Dios, sino porque no han podido confiar en los que Dios quería
que les ayudaran. Todos nosotros podemos ser, a través de nuestra acción y de
nuestra oración, intermediarios de Dios; todos nosotros podemos hacer, en
alguna ocasión, que la acción misericordiosa de Dios llegue hasta alguna
persona necesitada. Las personas necesitadas –y todos somos personas
necesitadas- necesitamos no sólo confiar en Dios, sino poder confiar en todas aquellas
personas a través de las cuales Dios quiere llegar hasta nosotros.
2.- No podéis servir a Dios y al dinero. No podemos
permitir que el dinero sea nuestro amo; debemos amar el dinero, pero como
amamos a alguien que nos sirve, nunca como a alguien a quien nosotros servimos,
como a nuestro amo. La causa de la crisis económica que padecemos ha consistido
en amar al dinero más que a Dios, en tratar de construir un reino del dinero,
antes que un reino de Dios. La causa de la crisis económica tiene su raíz más
profunda en la ambición desmedida del corazón humano, en poner el corazón en el
dinero, en lugar de poner el corazón en el reino de Dios y su justicia.
Necesitamos el dinero, como necesitamos la comida para comer y la bebida para
beber, pero no necesitamos el dinero para que nos domine y esclavice, como no
necesitamos la comida para empacharnos, ni la bebida para emborracharnos. El
que pone su corazón en el dinero vive para el dinero y es esclavo del dinero;
no le queda en su corazón espacio para servir a Dios. El que pone su corazón en
el dinero, además de esclavizarse él, tiende a esclavizar a las personas que
dependen de él. Al que pone su corazón en el dinero le importa más el dinero
que las personas. Por eso llamaba Santa Teresa al dinero la “mierda del
diablo”, porque por amor al dinero somos capaces de traicionar a los demás y
vender nuestra alma al diablo. Dios es mucho mejor amo que el dinero; sirvamos
a Dios, antes que al dinero.
3.- Mi juez es el Señor. San Pablo tenía tal
confianza en Dios, que no le importaba lo que dijeran de él los demás, ni
siquiera lo que se decía él a sí mismo; lo único que le importaba es lo que
Dios le dijera a él. Por eso, nos dice, no seamos nosotros apresurados jueces
de los demás, dejemos que sea el Señor el juez de todos. Dios mira al corazón y
el corazón humano es, muchas veces, un misterio inescrutable para los demás, y
hasta para uno mismo. Confiemos en Dios, que él será un juez justo y nos dará a
cada uno lo que merecemos.
Gabriel González del Estal
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INVITACIÓN A LA CONFIANZA EN DIOS, NO EN EL DINERO
1.- No podemos “servir a Dios y al dinero”. Jesús
anuncia el peligro y riesgo de las riquezas. Aquí la palabra de Jesús no se
anda con rodeos. La idolatría del dinero es mala porque aparta de Dios y aparta
del hermano. La preocupación por la riqueza casi inevitablemente ahoga la
palabra de Dios. La crítica de Jesús al abuso de la riqueza se basa en el poder
totalizador y absorbente de ésta. La riqueza quiere ser señora absoluta de
aquél a quien posee. Nadie puede tener dos amos al mismo tiempo porque
terminará por cumplir con uno solo o no cumplir con ninguno, de la misma forma
y con más razón es incompatible el servicio a Dios con el servicio a las
riquezas. Sólo queda, por tanto, elegir entre uno y otro: o el Reino de Dios y
su justicia, o el reino del dinero y sus injusticias. Jesús, como fino
conocedor de la intimidad del hombre, sabe que su corazón está llamado a amar y
entregarse; y siempre amará algo o a alguien, siempre buscará en el encuentro
con las cosas o las personas esa corriente de dar y recibir, de vaciarse y de
ser llenado.
2.- Lo que Jesús propone es una inversión de orden:
Buscad "primero" el Reino de Dios. Sólo se busca lo que se valora
como necesario. Jesús propone, en definitiva, una inversión en el orden de los
valores, un ordenamiento distinto, una justicia distinta. El ordenamiento de la
vida basado en el dinero genera en la persona un estado angustioso de agobio
que termina por aniquilarla. ¿Y no vale más la persona que todos los dineros
juntos? Contempla los pájaros: no hay en ellos el más leve asomo de angustia. Propone
Jesús la confianza absoluta en Dios. Nos lo recuerda también Isaías: igual que
una buena madre nunca se olvida de su criatura, de la misma manera Dios nunca
se olvida de nosotros. Sólo en Dios descansa nuestra alma, proclamamos en el
Salmo 61. La propuesta de Jesús es una apuesta por la libertad y la alegría de
todos y cada uno de nosotros. Las palabras de Jesús nacen de su descubrimiento
de una persona, de su descubrimiento del Padre. Esta experiencia de fe genera
serenidad y evita el sufrimiento de la inseguridad por el futuro: "El
mañana traerá su propio agobio. A cada día le bastan sus disgustos". El
evangelio de hoy nos invita a la confianza en Dios y a evitar el agobio de los
bienes materiales.
3.- La injusticia social se opone a la construcción
del Reino. Jesús no critica la riqueza en si misma, sino la valoración de la
riqueza como bien supremo y motor de las actividades del hombre. Mientras en
siglos posteriores el cristianismo atacará más frontalmente el instinto sexual
y el ansia de libertad, Jesús reclama la atención sobre el poder destructivo
del afán de posesión, el verdadero anti-evangelio del Reino. Una sociedad
fundamentada sobre el ideal de poseer más y más lleva necesariamente a la
destrucción de todo ideal de comunidad auténticamente humana. El amor a las
riquezas es un pecado netamente social y, por eso mismo, mucho más destructor
que otro tipo de pecados, porque genera un pecado institucional, un sistema
social injusto en el que la persona humana termina por ser considerada como un simple
valor de intercambio comercial. La fe en Cristo postula un orden social en el
cual la posesión de bienes y riquezas se someta a los postulados del Reino de
Dios y su justicia.
José María Martín OSA
www betania es
MIRANDO AL CIELO...PERO SIN PASARSE
Con este octavo domingo, del tiempo ordinario,
daremos paso –el próximo miércoles de ceniza- a unas semanas que nos prepararán
a la Santa Pascua. Un periodo, la cuaresma, que nos vendrá bien –siempre viene
bien- para alejarnos de los agobios, para hacernos fuertes ante los problemas y
sobre todo para ir con Jesús hacia esos días en los que celebraremos los
Misterios más grandes de nuestra fe. ¿Estamos dispuestos?
1. Nos encontramos en un momento histórico
traspasado por muchos y variados contrastes. Y, además, con contrastes en todos
los sentidos: vida y muerte, pobreza y riqueza, alegría y tristeza, salud y
enfermedad, bienestar y precariedad. Y por qué no decirlo: mientras que en
algunas personas se ha cebado la crisis espiritual (tal vez por una fe poco
cimentada o formada) asistimos a un fenómeno nuevo: el interés por lo
religioso. Aunque sea leve…pero la fe, y hasta la misma Iglesia, no deja
indiferentes a muchas personas. La coyuntura de la crisis económica ha
incentivado las entrañas de muchas personas a una apertura o preguntas por lo
divino. La sociedad, que nos ha empujado a vivir por encima de nuestras
posibilidades, ha dado mil razones a otras personas a mostrarse reticente, y
hasta pesimista, sobre el futuro que nos aguarda.
¿Un mundo sin Dios? ¿Una sociedad sin valores
eternos? Un mundo sin Dios no será un mundo de recorrido corto.
2. Ser cristianos no es vivir con caras tristes y
menos, recuperando la lectura evangélica de este día, agobiados por lo que nos
atenaza. Tampoco, por supuesto, asentarnos en un necio optimismo sino en un
sensato realismo: sabemos cómo estamos y sabemos hacia dónde no queremos ir.
Por ello mismo ante un pensamiento único, ante los dictados que nos impone un
mundo que presume de tolerancia pero que margina al que no dice lo que él dice
o lo que él piensa, los cristianos, tendremos que recuperar esa faceta de ser
diferentes, de nadar contracorriente e incluso, por qué no, de resultar
incómodos en aquellas situaciones donde se vende gato por liebre.
El hecho de que creamos firmemente de que Dios
dirige todos los hilos de nuestra existencia no nos exime de denunciar e
incomodarnos cuando, el diosecillo de turno, quiere quedarse con toda madeja
para manejar a su antojo el presente y el futuro de nuestra vida social,
económica, cultural o religiosa. Que somos importantes, mucho más, que las
flores y los pájaros es cierto. Pero también es cierto que, las aves, ante el
peligro saben lanzarse al alto universo y las flores no dejan de desplegar su
aroma característico. Siente bien o siente mal.
Error, de órdago a lo grande, sería leer el
evangelio de este día y dejar que sea Dios quien siembre, riegue y coseche.
Peligroso para el futuro de nuestra fe sería
igualmente confiar tanto en la fuerza de lo alto que, ello, nos llevase a plegarnos
de brazos.
¿Confianza en Dios? ¡A ciegas! ¿Absentismo
apostólico? ¡Ni por asomo! En el camino intermedio está la solución: confiar en
Dios significa colocar en sus manos nuestros afanes, nuestras vidas, ideas,
proyectos e ilusiones. Eso sí….no como
espectadores y sí como asalariados de algo que merece la pena: el Reino de
Dios.
Javier Leoz
UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Los niños pequeños se saben seguros en compañía de
sus padres, por eso cuando la unidad de la familia se rompe, preguntan con
insistencia por el regreso del padre ausente. Viven y construyen su vida desde
la certidumbre de la protección y el amor de sus padres. De esa analogía se
sirve el Señor Jesús en el Evangelio de san Mateo para explicarnos la espinosa
cuestión de nuestra relación con los bienes materiales: ameritan nuestro
esfuerzo y son necesarios para mantenernos y remediar nuestra necesidad. Aunque
en ciertas circunstancias parezca que la crisis económica, el desempleo o el
salario tan reducido que recibimos nos acarreará problemas, no conviene
sentirnos abandonados por Dios. Él, como padre amoroso, nos asiste y nos
sostiene para que con el trabajo, el ahorro y el apoyo de los que nos aman,
salgamos adelante
REFLEXIÓN: LA
CONFIANZA DE LOS PEQUEÑOS
Is 49, 14-15; 1 Co 4, 1-5; Mt 6, 24-34
La sección del Sermón de la Montaña que nos
transmite el Evangelio de san Mateo nos plantea un dilema profundo: ¿Dónde
radica, en último término nuestra confianza, en el amor benevolente de Dios o
en la cuantía de nuestras posesiones? Quien haya experimentado la presencia
amorosa de Dios en las situaciones cotidianas o graves de su vida, estará
cierto de que es un Padre bueno y providente. Desde esa certidumbre afrontará
la vida con una actitud esperanzada y tranquila. Esa actitud era la que hacía
falta que asumieran los israelitas desterrados; ellos sentían que los años
pasaban y no cambiaba su condición de emigrantes sometidos en Babilonia. Su
queja es insistente, por eso mismo el profeta Isaías les ratifica la certeza
fundamental: el amor de Dios es definitivo, como en esta vida solo puede serio
el amor de una madre. (Reflexión de www misal com. mx )
Santos
Inés de Bohemia o de Praga, abadesa; Juan
Marón, patriarca. Beato Carlos "el Bueno" de Dinamarca, Mártir.
(Verde)
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