LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
30 DE MARZO DE 2014
IV
DOMINGO DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Is 66, 10-11)
Alégrate,
Jerusalén, y todos ustedes los que la aman, reúnanse. Regocíjense con ella
todos los que participaban de su duelo y quedarán saciados con la abundancia de
sus consuelos.
No
se dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que has reconciliado contigo a la humanidad entera por medio de tu
Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y entrega generosa a
celebrar las fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
David
es ungido como rey de Israel.
DEL PRIMER LIBRO DE
SAMUEL: 16, 1. 6-7. 10-13
En
aquellos días, dijo el Señor a Samuel: "Ve a la casa de Jesé, en Belén,
porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de
aceite para ungirlo y vete".
Cuando
llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: "Éste
es, sin duda, el que voy a ungir como rey". Pero el Señor le dijo:
"No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo
lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en
las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones".
Así
fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo:
"Ninguno de éstos es el elegido del Señor". Luego le preguntó a Jesé:
"¿Son éstos todos tus hijos?" Él respondió: "Falta el más
pequeño, que está cuidando el rebaño". Samuel le dijo: "Hazlo venir,
porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue". Y Jesé lo mandó
llamar.
El
muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a
Samuel: "Levántate y úngelo, porque éste es". Tomó Samuel el cuerno
con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. A partir de aquel día, el
espíritu del Señor estuvo con David.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 22
R/.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El
Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia
fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. R/.
Por
ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque
camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu
cayado me dan seguridad. R/.
Tú
mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza
con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R/.
Tu
bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en
la casa del Señor por años sin término. R/.
Levántate
de entre los muertos y Cristo será tu luz.
DE LA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS: 5, 8-14
Hermanos:
En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz.
Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad,
la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte
en las obras estériles de los que son tinieblas.
Al
contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen
en secreto da vergüenza aun mencionarlas, al ser reprobadas abiertamente, todo
queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz.
Por
eso se dice: Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo
será tu luz.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Jn 8, 12) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo
soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.
R/.
Fue, se lavó y volvió
con vista
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 9, 1-41
En
aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le
preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus
padres?" Jesús respondió: "Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació
así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga
las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y
ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del
mundo".
Dicho
esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al
ciego y le dijo: "Ve a lavarte en la piscina de Siloé" (que significa
'Enviado'). Él fue, se lavó y volvió con vista.
Entonces
los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban:
"¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?" Unos decían:
"Es el mismo". Otros: "No es él, sino que se le parece".
Pero él decía: "Yo soy". Y le preguntaban: "Entonces, ¿cómo se
te abrieron los ojos?" Él les respondió: "El hombre que se llama
Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: 'Ve a Siloé y lávate'. Entonces
fui, me lavé y comencé a ver". Le preguntaron: "¿En dónde está
él?" Les contestó: "No lo sé".
Llevaron
entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que
Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo
había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso lodo en los ojos, me
lavé y veo". Algunos de los fariseos comentaban: "Ese hombre no viene
de Dios, porque no guarda el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo puede
un pecador hacer semejantes prodigios?" Y había división entre ellos.
Entonces volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué piensas del que te
abrió los ojos?" Él les contestó: "Que es un profeta".
Pero
los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera
recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: "¿Es
éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora
ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que
nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos.
Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo".
Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque
éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a
Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: 'Ya tiene edad; pregúntenle a
él'.
Llamaron
de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: "Da gloria a Dios. Nosotros
sabemos que ese hombre es pecador". Contestó él: "Si es pecador, yo
no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo". Le preguntaron otra vez:
"¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Ya se lo
dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez?
¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?" Entonces ellos
lo llenaron de insultos y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú.
Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló
Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene".
Replicó
aquel hombre: "Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin
embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores,
pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había
oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no
viniera de Dios, no tendría ningún poder". Le replicaron: "Tú eres
puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?" Y lo
echaron fuera.
Supo
Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: "¿Crees
tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que
yo crea en él?" Jesús le dijo: "Ya lo has visto; el que está hablando
contigo, ése es". Él dijo: "Creo, Señor". Y postrándose, lo
adoró.
Entonces
le dijo Jesús: "Yo he venido a este mundo para que se definan los campos:
para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos". Al oír esto,
algunos fariseos que estaban con Él le preguntaron: "¿Entonces, también
nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvieran ciegos,
no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Credo
PLEGARIA
UNIVERSAL
A
Jesús, que es la luz que brilla en la oscuridad, pidámosle por nosotros y por
toda la humanidad.
Después
de cada petición diremos (cantando): Señor, ten piedad (o bien: Kýrie,
eléison).
Por
la Iglesia. Que, como Jesús, sepa acercarse amorosamente a todos los que viven
en situaciones de oscuridad y de dolor. Oremos.
Por
los jóvenes y adultos que se preparan para recibir el Bautismo. Que el Señor
los llene de su gracia y de su amor. Oremos.
Por
los pueblos más pobres. Que los que dominan el poder del dinero hagan posible
que los bienes de este mundo lleguen a todos. Oremos.
Por
nosotros. Que el Señor abra nuestro corazón a su Palabra que nos llama a la
conversión y crezcan entre nosotros las vocaciones sacerdotales y religiosas.
Oremos.
Escúchanos,
Señor. Tú eres la luz del mundo. Tú eres nuestra alegría. Envíanos tu Espíritu
para que nos renueve, y nos haga siempre fieles a tu gracia. Tú, que vives y
reinas por los siglos de los siglos.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Te
presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas para el sacrificio y
pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y ofrecerlo dignamente por la
salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque
Cristo, Señor nuestro, se dignó hacerse hombre para conducir al género humano,
peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos
del pecado, los hizo renacer por el bautismo y los transformó en hijos
adoptivos del Padre.
Por
eso, Señor, todas tus creaturas en el cielo y en la tierra te adoran cantando
un cántico nuevo, y también nosotros, con los ángeles, te aclamamos por siempre
diciendo: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 9, 11)
El
Señor me puso lodo sobre los ojos; yo fui a lavarme. Ahora veo y creo en Dios.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
nuestro, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros
corazones con el resplandor de tu gracia, para que nuestros pensamientos te
sean agradables y te amemos con toda sinceridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXIÓN
“¿ACASO TAMBIÉN
NOSOTROS ESTAMOS CIEGOS?”
1.-
No basta tener ojos para ver. El ojo necesita luz para ver. Hay que recibir la
luz para ver. Y esa es la lección que da Juan en este evangelio. El que quiera
creer tiene que aceptar con agradecimiento la luz de Dios. Un mismo hecho
excepcional, milagroso, sirve de luz para unos y de tinieblas para otros.
El
ciego salta del hecho de que antes no veía y ahora sí, al admitir que quien lo
hizo tiene que ser un hombre de Dios, un profeta porque Dios no escucha a los
pecadores. Y se esa vaga fe en el que le ha curado salta a aquel “Creo, Señor”,
en el último y definitivo encuentro con Jesús. Sus ojos al fin aceptaron en
plenitud la luz de Dios que pasa de sus pupilas a lo más hondo del corazón.
2.-
Ese mismo hecho se convierte en densa tiniebla para los que por sus
conocimientos, sus lecturas y sus doctorados lo saben todo. Y que saber
demasiado es tremendo. Esa sabiduría humana produce una costra, unas cataratas
verdaderas sobre las pupilas que no dejan ver.
San
Pablo tan convencido de la verdad que creía vino a Damasco a encarcelar a los
cristianos. Y sólo cuando se le cayeron de los ojos aquellas como escamas que
tenía, pudo saber de verdad. Acepta la luz de Jesús, al que perseguía, y empezó
a creer
Y
los fariseos, en el mismo hecho milagroso de la curación de un ciego, donde el
ciego encontró la fe, no supieron encontrar más que nuevos motivos de mucho
engreimiento en su mucho saber.
“Te
doy gracias Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado estas cosas a
los sencillos y humildes y se las ha ocultado a los sabio y entendidos de este
mundo”… son palabras terribles del Señor.
Cuando
uno oye por la televisión a uno de esos representantes del
nacional-agnosticismo hablando con tanta seguridad, contra Dios y contra la
religión, siente un escalofrío, porque no es que no cree, es que no puede
creer. Dios le ha cerrado la puerta por su soberbia. El profesor dijo una vez
que le gustaría tener fe en lo que en medio de su seguridad agnóstica dejaba un
resquicio abierto a la luz.
3.-
“¿Acaso también nosotros estamos ciegos?” es el grito de soberbia de los
fariseos que debería convertirse en humilde reflexión para cada uno de
nosotros. Hemos querido huir de la fe del carbonero y nos hemos lanzado a la fe
ilustrada. Tanto curso, cursillo, conferencia teológica, sólo tendrá un buen
efecto si no olvidamos que no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el
sentir internamente de las cosas de Dios.
Si
nos olvidamos que la ciencia de Dios (que eso es la teología) sólo Dios la
puede enseñar al corazón, lo único que vamos a conseguir es una indigestión
teológica, como la que tenían los fariseos y de la indigestión se pasa a la
ceguera con toda facilidad.
¿Acaso
también nosotros estamos ciegos? ¿Aceptamos la luz del Señor con agradecimiento
y humildad? ¿Ven nuestros ojos mejor la luz de Dios? ¿Transparentamos a Dios o
tantas capas de pintura teológica nos han hecho opacos al Señor y somos más un
obstáculo entre los hombres y Dios que un cristal transparente que deje ver a
Dios? ¿Somos ciegos y cegamos, o dejamos pasar a otros la luz del Señor?
José
María Maruri, SJ
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EL CIEGO DE
NACIMIENTO
1.
Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de
Dios. Los judíos pensaban que toda desgracia física era consecuencia de un
pecado. Cuando el pueblo de Israel pecaba, Dios le retiraba su favor y los
enemigos le vencían. La penitencia era una condición necesaria para volver a obtener
el favor y la protección de Yahvé. Lo mismo ocurría con las personas
individuales: cuando una persona tenía una enfermedad, o le sobrevenía una
desgracia, era por haber pecado contra Dios. Así pensaban los judíos del tiempo
de Jesús, pero Jesús no pensaba así, sino que interpretaba de una manera muy
distinta las desgracias, las enfermedades, y todos los acontecimientos que
acompañan a la vida de una persona. Todo lo que nos ocurre está permitido por
Dios, para su mayor gloria. Así debió entenderlo también San Ignacio de Loyola,
cuando recomendaba a sus frailes que todo lo hicieran “ad mayorem Dei gloriam”,
a la mayor gloria de Dios. La enfermedad del ciego de nacimiento no era, pues,
según nos enseña Jesús, consecuencia de algún pecado, sino para que en él se
manifestara la obra de Dios. Me parece maravillosa y llena de buenas
consecuencias esta enseñanza del Maestro. Dios nos ha regalado la vida para
que, con nuestra vida, glorifiquemos a Dios, para que nuestra vida sea un
reflejo de la gloria de Dios. Debemos intentar ser espejos donde se refleje la
bondad y el amor de Dios. No sólo nuestras buenas obras, sino hasta nuestros
defectos y nuestras enfermedades deben hacer visible la grandeza de Dios en
nosotros. El que lucha con humildad para corregir sus defectos y el que no se
deja abatir por sus debilidades físicas y espirituales, si lo hace con el alma
llena de confianza en Dios, está dando gloria a Dios, está permitiendo que la
obra de Dios se manifieste en él.
2.
Este no viene de Dios, porque no guarda el sábado. El que no quiere ver,
encuentra siempre razones para no ver. Los fariseos no querían ver a Jesús como
Mesías y Maestro y, por eso, buscaban cualquier razón, o pretexto, para
desacreditarle. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver! A los fariseos no
les interesaba ver la verdad, porque la Verdad de Dios, su Mesías, dejaba al
descubierto sus hipocresías y falsedades. Lo mismo nos pasa a cada uno de
nosotros en la vida ordinaria: cuando no nos interesa que una cosa sea como es,
buscamos mil razones para verla de otra manera. La verdad de la política, el
deporte, y la misma religión, es vista por cada uno de nosotros según el color
del cristal con que miramos. Por eso, es necesario siempre hacer un gran
ejercicio de sinceridad para purificar nuestra mirada. Hasta nuestros intereses
más egoístas y recónditos pueden servirnos de cristal para desfigurar la
realidad. El ciego de nacimiento quería ver y no ocultó la verdad de lo que
veía, a pesar de lo difícil que se lo estaban poniendo los fariseos. Hagamos
nosotros lo mismo: purifiquemos nuestra mirada para ver la verdad tal como es,
y no como a nuestros intereses les interesa que sea.
3.
La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las
apariencias, pero el Señor mira el corazón. ¡Las apariencias engañan!, decimos
frecuentemente nosotros, y es verdad. Si uno es buen actor puede aparentar
fácilmente que es lo que no es. Por eso es tan difícil juzgar y entender a los
demás: porque todos somos un poco actores de nuestra propia vida, ante los
demás. Pero ante Dios no es así: Dios mira a nuestro corazón y escudriña todas
nuestras acciones. Esto debe ser un consuelo para nosotros, cuando obramos con
un corazón puro. Los demás podrán juzgarnos por las apariencias, o por sus intereses,
pero Dios siempre nos juzgará por la bondad o maldad de nuestro corazón.
Pidámosle hoy al Señor, con humildad: dame, Señor, un corazón puro, que nunca
me falte tu santo Espíritu.
Gabriel
González del Estal
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CUANDO FALLA LA VISTA
DEL CORAZÓN
El
Señor nunca se dirige a un sitio para quedarse: llega, pasa y siempre con un
fin.
Y,
cuando Jesús pasa, genera sentimientos encontrados. En el que estaba ciego,
pero divisaba con el corazón, encontró agradecimiento y en los que veían con
los ojos, pero no miraban con el corazón, desató reproches, dudas y
acusaciones.
Los
cristianos, como seguidores de Jesús, no estamos llamados a pasar por el mundo
buscando el conflicto pero, tampoco pensemos que vamos a proponer el vivir
según el evangelio sin acarrear suspicacias o críticas. Cuando se levantan
voces y medios contra nosotros puede ser, precisamente, porque hay una
resistencia a dejar la oscuridad para vivir en la luz, a olvidar la mediocridad
para abrazar la perfección o simplemente porque estamos en la línea y onda de
Jesús. La denuncia, junto con el anuncio, conlleva incomprensión: el que ve con
sus propios anteojos y vive inmerso en sus caprichos difícilmente puede aceptar
ni la luz que le ofrecen ni, por lo tanto, al que la trae consigo.
En
aquellos, que acosaron al ciego de nacimiento, residía el pecado de la ceguedad
mayor de una persona: aún viendo, estaban totalmente cegados para reconocer la
mano poderosa de Dios en Jesús.
El
ciego de nacimiento, aún sin comprobar con los ojos, supo fiarse y contemplar
la belleza de Jesús y su presencia en lo más hondo del corazón. Una vez más se
cumple aquello del principito: "a veces lo más esencial es invisible a los
ojos".
A
nadie, más en los tiempos que corremos, nos gusta ser catalogados como unos bichos
raros. Reconocer la presencia de Dios (en un mundo donde apenas se sienten sus
huellas y escasamente se su voz) conlleva el que, en más de una ocasión, seamos
tratados como ciegos. Como aquellos que vivimos inmersos en un mundo de
ilusiones y de imposibles.
Yo,
como el ciego, prefiero contemplar desde el hontanar del corazón a ese Dios que
proyecta todos los días una gran película real y misteriosa de su luz frente a
la tiniebla, de verdad frente a la mentira, de horizontes frente a lo puramente
efímero.
La
cuaresma, como elemento pedagógico, nos viene muy bien para operarnos de esas
cataratas que eclipsan nuestros ojos y que nos impiden ver el paso del Señor en
tantas situaciones que nos atañen.
Y,
por el contrario, la cuaresma es una buena escalera para descender a lo más
hondo de nosotros mismos y descubrir que Dios sigue tan vivo como siempre. Ahí,
en el corazón, es donde, como el ciego, decimos: sólo sé que antes no veía y
ahora veo. ¡Señor, creo!
¿Qué
hacer para que muchos de nuestros hermanos pudieran llegar a esa confesión real
e impactante? ¡Sólo sé que antes no veíamos nada y ahora vemos! ¿Qué métodos
emplear (con láser pastoral y cirugía evangélica incluidos) para que el mundo
que nos rodea, lejos de cerrarse en banda, viera lo mucho que gana abriéndose a
Dios?
¡Jesús
es el más grande oculista que jamás haya existido! El nos puede dar la
prescripción adecuada para corregir nuestra visión. En él, todo es ciento por
uno. Y está dispuesto a restaurar nuestra visión para permitirnos ver como él
ve.
Que
la Pascua, cada día más cercana, sea luz para esta postmodernidad que por
sentirse absolutamente sabia no necesita instrucción divina, por creerse
solidaria y justa rechaza la salvación o, creyendo ser honrada, olvida que la
mayor honra es la que nos viene de Cristo.
Javier
Leoz.
UNA
REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Los
adultos no cometemos errores por ignorancia, sino por necedad. No es que
desconozcamos cuál es nuestra responsabilidad como esposos, ciudadanos o
dirigentes de alguna institución. Sabemos perfectamente cuando estamos actuando
conforme a la doble moral, fingiendo cumplir con el espíritu de las normas,
cuando ni siquiera nos ocupamos de cumplir los preceptos básicos de la misma.
Las frecuentes agresiones que los ciudadanos sufrimos por ejemplo a manos de
sindicatos que paralizan avenidas principales de las ciudades, lesionando
sistemáticamente el derecho de otros ciudadanos, son una gravísima falta de
lealtad a los compromisos que tales gobernantes asumieron. Por supuesto que
saben el tamaño de su omisión; efectivamente, son ciegos que no quieren ver.
Mirarse al espejo de la propia conciencia es necesario y doloroso. Jesús
concluye diciendo que es necesario enfrentar ese proceso, hay que desvelar las
mentiras, para salir del mundo desfigurado en que vivimos.
LAS
APARIENCIAS Y EL TRASFONDO
1
Sm 16,1. 6-7. 10-13; Ef 5,8-14; Jn 9,1-41
Samuel
marcha temerosamente a ungir al sucesor de Saúl. El Señor le indica que uno de
los hijos de Jesé será el elegido. Al primer intento, el profeta se dejó llevar
por las apariencias y terminó comprendiendo que ninguno de los primeros siete
era el elegido. Finalmente el Señor le hizo saber que David, el hijo menor,
sería el lugarteniente que conduciría a Israel en la búsqueda de la libertad.
En el relato del ciego de nacimiento, los personajes principales van pasando de
la ignorancia a la verdad, al principio ninguno conoce la identidad del autor
del milagro, posteriormente uno a uno van reconociendo a Jesús como el autor de
la curación. El epílogo del relato concluye de manera paradójica: Jesús dejará
ciegos a los que creen ver y abrirá los ojos de los ciegos. (www misal com mx)
Santos
Leonardo Murialdo, fundador; Julio Álvarez Mendoza y
compañeros, mártires. Beata Plácida Viel, abadesa (Morado)
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