sábado, 29 de marzo de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA. DOMINGO 30 DE MARZO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO 30 DE MARZO DE 2014
IV DOMINGO DE CUARESMA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Cfr. Is 66, 10-11)
Alégrate, Jerusalén, y todos ustedes los que la aman, reúnanse. Regocíjense con ella todos los que participaban de su duelo y quedarán saciados con la abundancia de sus consuelos.

No se dice Gloria.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que has reconciliado contigo a la humanidad entera por medio de tu Hijo, concede al pueblo cristiano prepararse con fe viva y entrega generosa a celebrar las fiestas de la Pascua. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
David es ungido como rey de Israel.

DEL PRIMER LIBRO DE SAMUEL: 16, 1. 6-7. 10-13

En aquellos días, dijo el Señor a Samuel: "Ve a la casa de Jesé, en Belén, porque de entre sus hijos me he escogido un rey. Llena, pues, tu cuerno de aceite para ungirlo y vete".
Cuando llegó Samuel a Belén y vio a Eliab, el hijo mayor de Jesé, pensó: "Éste es, sin duda, el que voy a ungir como rey". Pero el Señor le dijo: "No te dejes impresionar por su aspecto ni por su gran estatura, pues yo lo he descartado, porque yo no juzgo como juzga el hombre. El hombre se fija en las apariencias, pero el Señor se fija en los corazones".
Así fueron pasando ante Samuel siete de los hijos de Jesé; pero Samuel dijo: "Ninguno de éstos es el elegido del Señor". Luego le preguntó a Jesé: "¿Son éstos todos tus hijos?" Él respondió: "Falta el más pequeño, que está cuidando el rebaño". Samuel le dijo: "Hazlo venir, porque no nos sentaremos a comer hasta que llegue". Y Jesé lo mandó llamar.
El muchacho era rubio, de ojos vivos y buena presencia. Entonces el Señor dijo a Samuel: "Levántate y úngelo, porque éste es". Tomó Samuel el cuerno con el aceite y lo ungió delante de sus hermanos. A partir de aquel día, el espíritu del Señor estuvo con David.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 22
R/. El Señor es mi pastor, nada me faltará.

El Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. R/.

Por ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu cayado me dan seguridad. R/.

Tú mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R/.

Tu bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en la casa del Señor por años sin término. R/.

Levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS EFESIOS: 5, 8-14

Hermanos: En otro tiempo ustedes fueron tinieblas, pero ahora, unidos al Señor, son luz. Vivan, por lo tanto, como hijos de la luz. Los frutos de la luz son la bondad, la santidad y la verdad. Busquen lo que es agradable al Señor y no tomen parte en las obras estériles de los que son tinieblas.
Al contrario, repruébenlas abiertamente; porque, si bien las cosas que ellos hacen en secreto da vergüenza aun mencionarlas, al ser reprobadas abiertamente, todo queda en claro, porque todo lo que es iluminado por la luz se convierte en luz.
Por eso se dice: Despierta, tú que duermes; levántate de entre los muertos y Cristo será tu luz.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN (Jn 8, 12) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Yo soy la luz del mundo, dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida. R/.



Fue, se lavó y volvió con vista

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 9, 1-41

En aquel tiempo, Jesús vio al pasar a un ciego de nacimiento, y sus discípulos le preguntaron: "Maestro, ¿quién pecó para que éste naciera ciego, él o sus padres?" Jesús respondió: "Ni él pecó, ni tampoco sus padres. Nació así para que en él se manifestaran las obras de Dios. Es necesario que yo haga las obras del que me envió, mientras es de día, porque luego llega la noche y ya nadie puede trabajar. Mientras esté en el mundo, yo soy la luz del mundo".
Dicho esto, escupió en el suelo, hizo lodo con la saliva, se lo puso en los ojos al ciego y le dijo: "Ve a lavarte en la piscina de Siloé" (que significa 'Enviado'). Él fue, se lavó y volvió con vista.
Entonces los vecinos y los que lo habían visto antes pidiendo limosna, preguntaban: "¿No es éste el que se sentaba a pedir limosna?" Unos decían: "Es el mismo". Otros: "No es él, sino que se le parece". Pero él decía: "Yo soy". Y le preguntaban: "Entonces, ¿cómo se te abrieron los ojos?" Él les respondió: "El hombre que se llama Jesús hizo lodo, me lo puso en los ojos y me dijo: 'Ve a Siloé y lávate'. Entonces fui, me lavé y comencé a ver". Le preguntaron: "¿En dónde está él?" Les contestó: "No lo sé".
Llevaron entonces ante los fariseos al que había sido ciego. Era sábado el día en que Jesús hizo lodo y le abrió los ojos. También los fariseos le preguntaron cómo había adquirido la vista. Él les contestó: "Me puso lodo en los ojos, me lavé y veo". Algunos de los fariseos comentaban: "Ese hombre no viene de Dios, porque no guarda el sábado". Otros replicaban: "¿Cómo puede un pecador hacer semejantes prodigios?" Y había división entre ellos. Entonces volvieron a preguntarle al ciego: "Y tú, ¿qué piensas del que te abrió los ojos?" Él les contestó: "Que es un profeta".
Pero los judíos no creyeron que aquel hombre, que había sido ciego, hubiera recobrado la vista. Llamaron, pues, a sus padres y les preguntaron: "¿Es éste su hijo, del que ustedes dicen que nació ciego? ¿Cómo es que ahora ve?" Sus padres contestaron: "Sabemos que éste es nuestro hijo y que nació ciego. Cómo es que ahora ve o quién le haya dado la vista, no lo sabemos. Pregúntenselo a él; ya tiene edad suficiente y responderá por sí mismo". Los padres del que había sido ciego dijeron esto por miedo a los judíos, porque éstos ya habían convenido en expulsar de la sinagoga a quien reconociera a Jesús como el Mesías. Por eso sus padres dijeron: 'Ya tiene edad; pregúntenle a él'.
Llamaron de nuevo al que había sido ciego y le dijeron: "Da gloria a Dios. Nosotros sabemos que ese hombre es pecador". Contestó él: "Si es pecador, yo no lo sé; sólo sé que yo era ciego y ahora veo". Le preguntaron otra vez: "¿Qué te hizo? ¿Cómo te abrió los ojos?" Les contestó: "Ya se lo dije a ustedes y no me han dado crédito. ¿Para qué quieren oírlo otra vez? ¿Acaso también ustedes quieren hacerse discípulos suyos?" Entonces ellos lo llenaron de insultos y le dijeron: "Discípulo de ése lo serás tú. Nosotros somos discípulos de Moisés. Nosotros sabemos que a Moisés le habló Dios. Pero ése, no sabemos de dónde viene".
Replicó aquel hombre: "Es curioso que ustedes no sepan de dónde viene y, sin embargo, me ha abierto los ojos. Sabemos que Dios no escucha a los pecadores, pero al que lo teme y hace su voluntad, a ése sí lo escucha. Jamás se había oído decir que alguien abriera los ojos a un ciego de nacimiento. Si éste no viniera de Dios, no tendría ningún poder". Le replicaron: "Tú eres puro pecado desde que naciste, ¿cómo pretendes darnos lecciones?" Y lo echaron fuera.
Supo Jesús que lo habían echado fuera, y cuando lo encontró, le dijo: "¿Crees tú en el Hijo del hombre?" Él contestó: "¿Y quién es, Señor, para que yo crea en él?" Jesús le dijo: "Ya lo has visto; el que está hablando contigo, ése es". Él dijo: "Creo, Señor". Y postrándose, lo adoró.
Entonces le dijo Jesús: "Yo he venido a este mundo para que se definan los campos: para que los ciegos vean, y los que ven queden ciegos". Al oír esto, algunos fariseos que estaban con Él le preguntaron: "¿Entonces, también nosotros estamos ciegos?" Jesús les contestó: "Si estuvieran ciegos, no tendrían pecado; pero como dicen que ven, siguen en su pecado".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Credo

PLEGARIA UNIVERSAL

A Jesús, que es la luz que brilla en la oscuridad, pidámosle por nosotros y por toda la humanidad.

Después de cada petición diremos (cantando): Señor, ten piedad (o bien: Kýrie, eléison).
Por la Iglesia. Que, como Jesús, sepa acercarse amorosamente a todos los que viven en situaciones de oscuridad y de dolor. Oremos.
Por los jóvenes y adultos que se preparan para recibir el Bautismo. Que el Señor los llene de su gracia y de su amor. Oremos.
Por los pueblos más pobres. Que los que dominan el poder del dinero hagan posible que los bienes de este mundo lleguen a todos. Oremos.
Por nosotros. Que el Señor abra nuestro corazón a su Palabra que nos llama a la conversión y crezcan entre nosotros las vocaciones sacerdotales y religiosas. Oremos.
Escúchanos, Señor. Tú eres la luz del mundo. Tú eres nuestra alegría. Envíanos tu Espíritu para que nos renueve, y nos haga siempre fieles a tu gracia. Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te presentamos, Señor, llenos de alegría, estas ofrendas para el sacrificio y pedimos tu ayuda para celebrarlo con fe sincera y ofrecerlo dignamente por la salvación del mundo. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO

En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque Cristo, Señor nuestro, se dignó hacerse hombre para conducir al género humano, peregrino en tinieblas, al esplendor de la fe; y a los que nacieron esclavos del pecado, los hizo renacer por el bautismo y los transformó en hijos adoptivos del Padre.
Por eso, Señor, todas tus creaturas en el cielo y en la tierra te adoran cantando un cántico nuevo, y también nosotros, con los ángeles, te aclamamos por siempre diciendo: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. Jn 9, 11)
El Señor me puso lodo sobre los ojos; yo fui a lavarme. Ahora veo y creo en Dios.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios nuestro, luz que alumbra a todo hombre que viene a este mundo, ilumina nuestros corazones con el resplandor de tu gracia, para que nuestros pensamientos te sean agradables y te amemos con toda sinceridad. Por Jesucristo, nuestro Señor.






REFLEXIÓN

“¿ACASO TAMBIÉN NOSOTROS ESTAMOS CIEGOS?”
1.- No basta tener ojos para ver. El ojo necesita luz para ver. Hay que recibir la luz para ver. Y esa es la lección que da Juan en este evangelio. El que quiera creer tiene que aceptar con agradecimiento la luz de Dios. Un mismo hecho excepcional, milagroso, sirve de luz para unos y de tinieblas para otros.
El ciego salta del hecho de que antes no veía y ahora sí, al admitir que quien lo hizo tiene que ser un hombre de Dios, un profeta porque Dios no escucha a los pecadores. Y se esa vaga fe en el que le ha curado salta a aquel “Creo, Señor”, en el último y definitivo encuentro con Jesús. Sus ojos al fin aceptaron en plenitud la luz de Dios que pasa de sus pupilas a lo más hondo del corazón.

2.- Ese mismo hecho se convierte en densa tiniebla para los que por sus conocimientos, sus lecturas y sus doctorados lo saben todo. Y que saber demasiado es tremendo. Esa sabiduría humana produce una costra, unas cataratas verdaderas sobre las pupilas que no dejan ver.
San Pablo tan convencido de la verdad que creía vino a Damasco a encarcelar a los cristianos. Y sólo cuando se le cayeron de los ojos aquellas como escamas que tenía, pudo saber de verdad. Acepta la luz de Jesús, al que perseguía, y empezó a creer
Y los fariseos, en el mismo hecho milagroso de la curación de un ciego, donde el ciego encontró la fe, no supieron encontrar más que nuevos motivos de mucho engreimiento en su mucho saber.
“Te doy gracias Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado estas cosas a los sencillos y humildes y se las ha ocultado a los sabio y entendidos de este mundo”… son palabras terribles del Señor.
Cuando uno oye por la televisión a uno de esos representantes del nacional-agnosticismo hablando con tanta seguridad, contra Dios y contra la religión, siente un escalofrío, porque no es que no cree, es que no puede creer. Dios le ha cerrado la puerta por su soberbia. El profesor dijo una vez que le gustaría tener fe en lo que en medio de su seguridad agnóstica dejaba un resquicio abierto a la luz.

3.- “¿Acaso también nosotros estamos ciegos?” es el grito de soberbia de los fariseos que debería convertirse en humilde reflexión para cada uno de nosotros. Hemos querido huir de la fe del carbonero y nos hemos lanzado a la fe ilustrada. Tanto curso, cursillo, conferencia teológica, sólo tendrá un buen efecto si no olvidamos que no el mucho saber harta y satisface al alma, sino el sentir internamente de las cosas de Dios.
Si nos olvidamos que la ciencia de Dios (que eso es la teología) sólo Dios la puede enseñar al corazón, lo único que vamos a conseguir es una indigestión teológica, como la que tenían los fariseos y de la indigestión se pasa a la ceguera con toda facilidad.
¿Acaso también nosotros estamos ciegos? ¿Aceptamos la luz del Señor con agradecimiento y humildad? ¿Ven nuestros ojos mejor la luz de Dios? ¿Transparentamos a Dios o tantas capas de pintura teológica nos han hecho opacos al Señor y somos más un obstáculo entre los hombres y Dios que un cristal transparente que deje ver a Dios? ¿Somos ciegos y cegamos, o dejamos pasar a otros la luz del Señor?

José María Maruri, SJ
www betania es


EL CIEGO DE NACIMIENTO
1. Ni este pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios. Los judíos pensaban que toda desgracia física era consecuencia de un pecado. Cuando el pueblo de Israel pecaba, Dios le retiraba su favor y los enemigos le vencían. La penitencia era una condición necesaria para volver a obtener el favor y la protección de Yahvé. Lo mismo ocurría con las personas individuales: cuando una persona tenía una enfermedad, o le sobrevenía una desgracia, era por haber pecado contra Dios. Así pensaban los judíos del tiempo de Jesús, pero Jesús no pensaba así, sino que interpretaba de una manera muy distinta las desgracias, las enfermedades, y todos los acontecimientos que acompañan a la vida de una persona. Todo lo que nos ocurre está permitido por Dios, para su mayor gloria. Así debió entenderlo también San Ignacio de Loyola, cuando recomendaba a sus frailes que todo lo hicieran “ad mayorem Dei gloriam”, a la mayor gloria de Dios. La enfermedad del ciego de nacimiento no era, pues, según nos enseña Jesús, consecuencia de algún pecado, sino para que en él se manifestara la obra de Dios. Me parece maravillosa y llena de buenas consecuencias esta enseñanza del Maestro. Dios nos ha regalado la vida para que, con nuestra vida, glorifiquemos a Dios, para que nuestra vida sea un reflejo de la gloria de Dios. Debemos intentar ser espejos donde se refleje la bondad y el amor de Dios. No sólo nuestras buenas obras, sino hasta nuestros defectos y nuestras enfermedades deben hacer visible la grandeza de Dios en nosotros. El que lucha con humildad para corregir sus defectos y el que no se deja abatir por sus debilidades físicas y espirituales, si lo hace con el alma llena de confianza en Dios, está dando gloria a Dios, está permitiendo que la obra de Dios se manifieste en él.

2. Este no viene de Dios, porque no guarda el sábado. El que no quiere ver, encuentra siempre razones para no ver. Los fariseos no querían ver a Jesús como Mesías y Maestro y, por eso, buscaban cualquier razón, o pretexto, para desacreditarle. ¡No hay peor ciego que el que no quiere ver! A los fariseos no les interesaba ver la verdad, porque la Verdad de Dios, su Mesías, dejaba al descubierto sus hipocresías y falsedades. Lo mismo nos pasa a cada uno de nosotros en la vida ordinaria: cuando no nos interesa que una cosa sea como es, buscamos mil razones para verla de otra manera. La verdad de la política, el deporte, y la misma religión, es vista por cada uno de nosotros según el color del cristal con que miramos. Por eso, es necesario siempre hacer un gran ejercicio de sinceridad para purificar nuestra mirada. Hasta nuestros intereses más egoístas y recónditos pueden servirnos de cristal para desfigurar la realidad. El ciego de nacimiento quería ver y no ocultó la verdad de lo que veía, a pesar de lo difícil que se lo estaban poniendo los fariseos. Hagamos nosotros lo mismo: purifiquemos nuestra mirada para ver la verdad tal como es, y no como a nuestros intereses les interesa que sea.

3. La mirada de Dios no es como la mirada del hombre, pues el hombre mira las apariencias, pero el Señor mira el corazón. ¡Las apariencias engañan!, decimos frecuentemente nosotros, y es verdad. Si uno es buen actor puede aparentar fácilmente que es lo que no es. Por eso es tan difícil juzgar y entender a los demás: porque todos somos un poco actores de nuestra propia vida, ante los demás. Pero ante Dios no es así: Dios mira a nuestro corazón y escudriña todas nuestras acciones. Esto debe ser un consuelo para nosotros, cuando obramos con un corazón puro. Los demás podrán juzgarnos por las apariencias, o por sus intereses, pero Dios siempre nos juzgará por la bondad o maldad de nuestro corazón. Pidámosle hoy al Señor, con humildad: dame, Señor, un corazón puro, que nunca me falte tu santo Espíritu.

Gabriel González del Estal
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CUANDO FALLA LA VISTA DEL CORAZÓN
El Señor nunca se dirige a un sitio para quedarse: llega, pasa y siempre con un fin.
Y, cuando Jesús pasa, genera sentimientos encontrados. En el que estaba ciego, pero divisaba con el corazón, encontró agradecimiento y en los que veían con los ojos, pero no miraban con el corazón, desató reproches, dudas y acusaciones.
Los cristianos, como seguidores de Jesús, no estamos llamados a pasar por el mundo buscando el conflicto pero, tampoco pensemos que vamos a proponer el vivir según el evangelio sin acarrear suspicacias o críticas. Cuando se levantan voces y medios contra nosotros puede ser, precisamente, porque hay una resistencia a dejar la oscuridad para vivir en la luz, a olvidar la mediocridad para abrazar la perfección o simplemente porque estamos en la línea y onda de Jesús. La denuncia, junto con el anuncio, conlleva incomprensión: el que ve con sus propios anteojos y vive inmerso en sus caprichos difícilmente puede aceptar ni la luz que le ofrecen ni, por lo tanto, al que la trae consigo.
En aquellos, que acosaron al ciego de nacimiento, residía el pecado de la ceguedad mayor de una persona: aún viendo, estaban totalmente cegados para reconocer la mano poderosa de Dios en Jesús.
El ciego de nacimiento, aún sin comprobar con los ojos, supo fiarse y contemplar la belleza de Jesús y su presencia en lo más hondo del corazón. Una vez más se cumple aquello del principito: "a veces lo más esencial es invisible a los ojos".
A nadie, más en los tiempos que corremos, nos gusta ser catalogados como unos bichos raros. Reconocer la presencia de Dios (en un mundo donde apenas se sienten sus huellas y escasamente se su voz) conlleva el que, en más de una ocasión, seamos tratados como ciegos. Como aquellos que vivimos inmersos en un mundo de ilusiones y de imposibles.
Yo, como el ciego, prefiero contemplar desde el hontanar del corazón a ese Dios que proyecta todos los días una gran película real y misteriosa de su luz frente a la tiniebla, de verdad frente a la mentira, de horizontes frente a lo puramente efímero.
La cuaresma, como elemento pedagógico, nos viene muy bien para operarnos de esas cataratas que eclipsan nuestros ojos y que nos impiden ver el paso del Señor en tantas situaciones que nos atañen.
Y, por el contrario, la cuaresma es una buena escalera para descender a lo más hondo de nosotros mismos y descubrir que Dios sigue tan vivo como siempre. Ahí, en el corazón, es donde, como el ciego, decimos: sólo sé que antes no veía y ahora veo. ¡Señor, creo!
¿Qué hacer para que muchos de nuestros hermanos pudieran llegar a esa confesión real e impactante? ¡Sólo sé que antes no veíamos nada y ahora vemos! ¿Qué métodos emplear (con láser pastoral y cirugía evangélica incluidos) para que el mundo que nos rodea, lejos de cerrarse en banda, viera lo mucho que gana abriéndose a Dios?
¡Jesús es el más grande oculista que jamás haya existido! El nos puede dar la prescripción adecuada para corregir nuestra visión. En él, todo es ciento por uno. Y está dispuesto a restaurar nuestra visión para permitirnos ver como él ve.
Que la Pascua, cada día más cercana, sea luz para esta postmodernidad que por sentirse absolutamente sabia no necesita instrucción divina, por creerse solidaria y justa rechaza la salvación o, creyendo ser honrada, olvida que la mayor honra es la que nos viene de Cristo.

Javier Leoz.  

UNA REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Los adultos no cometemos errores por ignorancia, sino por necedad. No es que desconozcamos cuál es nuestra responsabilidad como esposos, ciudadanos o dirigentes de alguna institución. Sabemos perfectamente cuando estamos actuando conforme a la doble moral, fingiendo cumplir con el espíritu de las normas, cuando ni siquiera nos ocupamos de cumplir los preceptos básicos de la misma. Las frecuentes agresiones que los ciudadanos sufrimos por ejemplo a manos de sindicatos que paralizan avenidas principales de las ciudades, lesionando sistemáticamente el derecho de otros ciudadanos, son una gravísima falta de lealtad a los compromisos que tales gobernantes asumieron. Por supuesto que saben el tamaño de su omisión; efectivamente, son ciegos que no quieren ver. Mirarse al espejo de la propia conciencia es necesario y doloroso. Jesús concluye diciendo que es necesario enfrentar ese proceso, hay que desvelar las mentiras, para salir del mundo desfigurado en que vivimos.

LAS APARIENCIAS Y EL TRASFONDO
1 Sm 16,1. 6-7. 10-13; Ef 5,8-14; Jn 9,1-41
Samuel marcha temerosamente a ungir al sucesor de Saúl. El Señor le indica que uno de los hijos de Jesé será el elegido. Al primer intento, el profeta se dejó llevar por las apariencias y terminó comprendiendo que ninguno de los primeros siete era el elegido. Finalmente el Señor le hizo saber que David, el hijo menor, sería el lugarteniente que conduciría a Israel en la búsqueda de la libertad. En el relato del ciego de nacimiento, los personajes principales van pasando de la ignorancia a la verdad, al principio ninguno conoce la identidad del autor del milagro, posteriormente uno a uno van reconociendo a Jesús como el autor de la curación. El epílogo del relato concluye de manera paradójica: Jesús dejará ciegos a los que creen ver y abrirá los ojos de los ciegos. (www misal com mx)


Santos

Leonardo Murialdo, fundador; Julio Álvarez Mendoza y compañeros, mártires. Beata Plácida Viel, abadesa (Morado)

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