LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
MARTES
11 DE MARZO DE 2014
I
SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 89, 1-2)
Señor,
tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde siempre y por
siempre tú eres Dios.
ORACIÓN
COLECTA
Mira,
Señor, con misericordia a tu pueblo que en estos días de Cuaresma usa con
moderación de los bienes del cuerpo y aviva en su espíritu el deseo de
poseerte. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Mi
palabra hará mi voluntad.
DEL
LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 55, 10-11
Esto
dice el Señor: "Como bajan del cielo la lluvia y la nieve y no vuelven
allá, sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, a
fin de que dé semilla para sembrar y pan para comer, así será la palabra que
sale de mi boca: no volverá a mí sin resultado, sino que hará mi voluntad y
cumplirá su misión".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 33
R/.
El Señor libra al justo de todas sus angustias.
Proclamemos
la grandeza del Señor y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor,
me hizo caso y me libró de todos mis temores. R/.
Confía
en el Señor y saltarás de gusto, jamás te sentirás decepcionado, porque el
Señor escucha el clamor de los pobres y los libra de todas sus angustias. R/.
Los
ojos del Señor cuidan al justo y a su clamor están atentos sus oídos. Contra el
malvado, en cambio, está el Señor, para borrar de la tierra su recuerdo. R/.
Escucha
el Señor al hombre justo y lo libra de todas sus congojas. El Señor no está
lejos de sus fieles y levanta a las almas abatidas. R/.
ACLAMACIÓN
(Mt 4, 4)
R/.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
No
sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de
Dios. R/.
Ustedes
oren así.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 6, 7-15
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Cuando ustedes hagan oración
no hablen mucho, como los paganos, que se imaginan que a fuerza de mucho
hablar, serán escuchados. No los imiten, porque el Padre sabe lo que les hace
falta, antes de que se lo pidan. Ustedes, pues, oren así:
Padre
nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre, venga tu Reino,
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos
hoy nuestro pan de cada día, perdona nuestras ofensas, como también nosotros
perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en tentación y líbranos del
mal. Si ustedes perdonan las faltas a los hombres, también a ustedes los
perdonará el Padre celestial. Pero si ustedes no perdonan a los hombres,
tampoco el Padre les perdonará a ustedes sus faltas".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor y creador todopoderoso, los dones que hemos recibido de tu generosidad y
convierte el pan y el vino que nos has dado para nuestra vida cotidiana en
sacramento de salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 4, 2)
Tú,
Dios, defensor mío, que me escuchaste cuando te invoqué y me consolaste en la
tribulación, ten piedad de mí y escucha mi plegaria.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
esta Eucaristía nos ayude, Señor, a moderar las pasiones y los deseos terrenos
y a buscar tu justicia y tu Reino. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXIÓN
Is.
55, 10-11. El Padre Dios quiere que todos nos salvemos, que lleguemos a la
posesión de su Vida eterna, que permanezcamos con Él para siempre. Él a nadie
ha creado para la condenación. Todos estamos llamados a participar de su Vida,
pues el llamado a la santidad es universal. Y para que esto llegue a ser
realidad nos envió a su propio Hijo, el cual se convirtió para nosotros en
perdón y en vida eterna. Creer en Cristo Jesús no es sólo confesarlo como Señor
y Dios nuestro con los labios, sino vivir de tal manera unidos a Él que ya
desde esta vida manifestemos con las obras que la salvación ha llegado a
nosotros y nos ha transformado de pecadores en justos. El Hijo de Dios, hecho
uno de nosotros, se ha convertido también en el Buen Pastor que nos conduce
hacia el Padre, para que, llegados a Casa, estemos con Él para siempre. Esta es
la Misión que el Hijo recibió del Padre. Para eso Él ha entregado su vida por
nosotros. Y su Iglesia, al continuar su obra salvadora en el mundo, está
llamada a salir al encuentro del hombre pecador para salvarlo, incluso
entregando la propia vida, con tal de ganar a todos para Cristo. Ojalá y no
volvamos al Padre con las manos vacías por haber frustrado el Plan de Dios a
causa de nuestros miedos o cobardías.
Sal.
34 (33). Acudamos confiadamente al Señor, pues Él es rico en misericordia y en
perdón. Él ama a los justos; y no destruirá a los pecadores si estos se
arrepienten y lo buscan para salvarse. Jamás debemos desconfiar del amor y de
la misericordia de Dios. Él nos ama y a nadie creó para la condenación. Más
aún: Él envió a su propio Hijo para salvar a los pecadores, pues quiere que
todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Tratemos
pues, fortalecidos con la Gracia de Dios y la presencia de su Espíritu Santo en
nosotros, de hacer nuestra su Vida divina. Y no la encerremos cobardemente en
nuestro interior. Dejemos que el Don venido de lo alto como la lluvia, que ha
caído sobre nosotros, produzca abundantes frutos de buenas obras, de tal forma
que viéndolas los demás, den gloria a nuestro Padre, que está en los cielos.
Que Dios tenga piedad de nosotros y nos bendiga, y nos levante de nuestras
miserias, nos perdone y nos ayude a vivir siempre como hijos suyos.
Mt.
6, 7-15. ¡Padre! ¡Padre nuestro!, Padre nuestro por nuestra unión a Cristo, su
Hijo único. Unión que nos lleva a santificarlo, pues Él nos ha santificado.
Santificar el Nombre de Dios entre las naciones por nuestras buenas obras
nacidas del amor, que Él ha infundido en nosotros. Trabajar por su Reino a
brazo partido queriendo alcanzar un mundo más justo, más fraterno y más en paz.
Puestos a los pies del Señor para escucharlo, para contemplar la manera en que
nos amó hasta el extremo, para que sigamos sus huellas, pues ésta es la forma
en que haremos su voluntad. Entonces, hechos uno con Él no pasaremos de largo
ante la pobreza, ante el dolor, ante la desnudez, ante el hambre, ante la sed,
ante la enfermedad y ante la injusticia que padecen muchos hermanos nuestros,
pues estaremos dispuestos a compartir con ellos no sólo nuestro pan y los
bienes materiales que Dios puso en nuestras manos, sino nuestra vida misma.
Entonces sabremos aceptar nuestra fragilidad y la fragilidad de todos nuestros
hermanos; y estaremos dispuestos a perdonarnos mutuamente, pues somos un signo
del amor, de la misericordia y del perdón de Dios, y no signo de condenación.
Que Dios nos conceda serle siempre fieles y no dejarnos dominar por las
tentaciones ni vencidos por el mal. Si somos hijos de Dios confiemos en Él y
dejemos que su Espíritu nos conduzca por el camino del bien.
El
Señor nos reúne en la celebración de esta Eucaristía como un Padre que tiene en
torno suyo a sus hijos. Dios nos quiere libres de toda división. Nos quiere
santos, como Él es Santo. Tal vez vengamos con infinidad de peticiones y con la
esperanza de ser escuchados por el Señor. ¿Venimos también dispuestos a
escucharlo y a hacer su Voluntad? ¿Venimos con el corazón en paz con Dios y en
paz con el prójimo? Por eso, antes que nada nos hemos de humillar ante el Señor
Dios nuestro, siempre rico en misericordia para con todos. Reconozcamos
nuestras culpas y pidámosle perdón a Dios con un corazón sincero, dispuestos a
retornar a Dios y a dejarnos guiar por su Espíritu. Vengamos libres de todo
odio y división. Vengamos como hermanos que viven en paz y que trabajan por la
paz. Y no sólo vivamos esa unidad querida por Cristo con los miembros de su
Iglesia, que nos hemos reunido en esta ocasión, sino con todas las personas,
especialmente con aquellas con las que entramos continuamente en contacto en la
vida diaria. Amemos a todos como Cristo nos ha amado a nosotros.
¡Padre!
¿Estamos decididos a continuar siendo sus hijos, a pesar de las grandes pruebas
por las que hayamos pasado? ¿No habremos caído en la tentación, y vencidos por
el malo, nos alejamos del Señor con el corazón triste y con un mal sabor de
boca? Dios nos ha hablado de una y mil formas. Y últimamente nos ha hablado por
medio de su propio Hijo; nos habló a través de la traición de que fue víctima,
a través de su dolor, de su muerte y de su resurrección. Nos habló a través de
su fidelidad; fidelidad amorosa, obediente hasta la muerte y muerte de cruz,
que ahora le tiene glorificado a la diestra del Padre. La Palabra de Dios se ha
pronunciado sobre nosotros, tal vez de un modo demasiado cargado de dolor.
¿Hemos crecido en el amor? ¿Hemos madurado en la fe? ¿Se ha aclarado más
nuestra esperanza? ¡Padre, perdona nuestras ofensas! ¡No nos dejes caer en
tentación, y líbranos del Malo!
Roguémosle
al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos
conceda la gracia de abrir nuestro corazón a la escucha fiel de su Palabra,
para meditarla amorosamente y para que, entendiéndola y fortalecidos con la
gracia del Espíritu Santo, podamos ponerla en práctica produciendo abundantes
frutos de salvación para el bien de todos. Amén.
Reflexión
de Homilía católica.
REFLEXIÓN
LA
PALABRA Y LOS PALABREROS
Is
55, 10-11; Mt 6, 7-15
El
Señor Jesús desautoriza la palabrería. El cristiano no tiene que multiplicar
sus ruegos y súplicas. No es la cantidad de argumentos o alabanzas lo que
podemos entregar a Dios como prueba de nuestra confianza. El Padre nos conoce,
es nuestro creador y sabe de nuestras carencias y limitaciones y se goza en
ayudarnos. Los que oran pronunciando oraciones interminables no confían en la
bondad de Dios. Por su parte, el profeta Isaías también se ocupa de la palabra,
pero no de la palabra humana, sino de la palabra de Dios. Efectivamente la voz
de Dios se distingue por su vitalidad y su eficacia. Es semejante a la lluvia,
que hace germinar y reverdecer la tierra. No es una palabra vana, como lo son
las semillas envejecidas. La palabra de Dios, está cargada del dinamismo de
Dios y dispone de la energía suficiente para cambiar el corazón bien dispuesto.
(www misal . com . mx)
Santos
Pionio de Esmirna,
mártir; Eulogio de Córdoba, mártir.
Beato Juan Bautista Righi de Fabriano, presbítero.
Feria (Morado)
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