LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
DOMINGO
23 DE MARZO DE 2014.
III
DOMINGO DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Ez 36, 23-26)
Cuando
manifieste en ustedes mi santidad, los reuniré de todos los países; derramaré
sobre ustedes agua pura y quedarán purificados de todas sus inmundicias y les
infundiré un espíritu nuevo, dice el Señor.
No
se dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
misericordioso, fuente de toda bondad, que nos has propuesto como remedio del
pecado el ayuno, la oración y las obras de misericordia, mira con piedad a
quienes reconocemos nuestras miserias y estamos agobiados por nuestras culpas,
y reconfórtanos con tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Tenemos
sed: danos agua para beber.
DEL LIBRO DEL ÉXODO:
17, 3-7
En
aquellos días, el pueblo, torturado por la sed, fue a protestar contra Moisés,
diciéndole: "¿Nos has hecho salir de Egipto para hacernos morir de sed a
nosotros, a nuestros hijos y a nuestro ganado?"
Moisés
clamó al Señor y le dijo: "¿Qué puedo hacer con este pueblo? Sólo falta
que me apedreen". Respondió el Señor a Moisés: "Preséntate al pueblo,
llevando contigo a algunos de los ancianos de Israel, toma en tu mano el cayado
con que golpeaste el Nilo y vete. Yo estaré ante ti, sobre la peña, en Horeb.
Golpea la peña y saldrá de ella agua para que beba el pueblo".
Así
lo hizo Moisés a la vista de los ancianos de Israel y puso por nombre a aquel
lugar Masá y Meribá, por la rebelión de los hijos de Israel y porque habían
tentado al Señor, diciendo: "¿Está o no está el Señor en medio de
nosotros?"
Palabra de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 94
R/.
Señor, que no seamos sordos a tu voz.
Vengan,
lancemos vivas al Señor, aclamemos al Dios que nos salva. Acerquémonos a Él,
llenos de júbilo, y démosle gracias. R/.
Vengan,
y puestos de rodillas, adoremos y bendigamos al Señor, que nos hizo, pues Él es
nuestro Dios y nosotros, su pueblo; Él es nuestro pastor y nosotros, sus
ovejas. R/.
Hagámosle
caso al Señor, que nos dice: "No endurezcan su corazón, como el día de la
rebelión en el desierto, cuando sus padres dudaron de mí, aunque habían visto
mis obras". R/.
Dios
ha infundido su amor en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo.
DE LA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS: 5, 1-2. 5-8
Hermanos:
Ya que hemos sido justificados por la fe, mantengámonos en paz con Dios, por
mediación de nuestro Señor Jesucristo. Por Él hemos obtenido, con la fe, la
entrada al mundo de la gracia, en el cual nos encontramos; por Él, podemos
gloriarnos de tener la esperanza de participar en la gloria de Dios.
La
esperanza no defrauda, porque Dios ha infundido su amor en nuestros corazones
por medio del Espíritu Santo, que Él mismo nos ha dado. En efecto, cuando
todavía no teníamos fuerzas para salir del pecado, Cristo murió por los
pecadores en el tiempo señalado.
Difícilmente
habrá alguien que quiera morir por un justo, aunque puede haber alguno que esté
dispuesto a morir por una persona sumamente buena. Y la prueba de que Dios nos
ama está en que Cristo murió por nosotros, cuando aún éramos pecadores.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Jn 4, 42. 15)
R/.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Señor,
tú eres el Salvador del mundo. Dame de tu agua viva para que no vuelva a tener
sed. R/.
Un
manantial capaz de dar la vida eterna.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN JUAN: 4, 5-42
En
aquel tiempo, llegó Jesús a un pueblo de Samaria, llamado Sicar, cerca del
campo que dio Jacob a su hijo José. Ahí estaba el pozo de Jacob. Jesús, que
venía cansado del camino, se sentó sin más en el brocal del pozo. Era cerca del
mediodía. Entonces llegó una mujer de Samaria a sacar agua y Jesús le dijo:
"Dame de beber". (Sus discípulos habían ido al pueblo a comprar
comida). La samaritana le contestó: "¿Cómo es que tú, siendo judío, me
pides de beber a mí, que soy samaritana?" (Porque los judíos no tratan a
los samaritanos). Jesús le dijo: "Si conocieras el don de Dios y quién es
el que te pide de beber, tú le pedirías a él, y él te daría agua viva".
La
mujer le respondió: "Señor, ni siquiera tienes con qué sacar agua y el
pozo es profundo, ¿cómo vas a darme agua viva? ¿Acaso eres tú más que nuestro
padre Jacob, que nos dio este pozo, del que bebieron él, sus hijos y sus
ganados?" Jesús le contestó: "El que bebe de esta agua vuelve a tener
sed. Pero el que beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua
que yo le daré se convertirá dentro de él en un manantial capaz de dar la vida
eterna".
La
mujer le dijo: "Señor, dame de esa agua para que no vuelva a tener sed ni
tenga que venir hasta aquí a sacarla". Él le dijo: "Ve a llamar a tu
marido y vuelve". La mujer le contestó: "No tengo marido". Jesús
le dijo: "Tienes razón en decir: 'No tengo marido'. Has tenido cinco, y el
de ahora no es tu marido. En eso has dicho la verdad".
La
mujer le dijo: "Señor, ya veo que eres profeta. Nuestros padres dieron
culto en este monte y ustedes dicen que el sitio donde se debe dar culto está
en Jerusalén". Jesús le dijo: "Créeme, mujer, que se acerca la hora
en que ni en este monte ni en Jerusalén adorarán al Padre. Ustedes adoran lo
que no conocen; nosotros adoramos lo que conocemos. Porque la salvación viene
de los judíos. Pero se acerca la hora, y ya está aquí, en que los que quieran
dar culto verdadero adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque así es
como el Padre quiere que se le dé culto. Dios es espíritu, y los que lo adoran
deben hacerlo en espíritu y en verdad". La mujer le dijo: "Ya sé que
va a venir el Mesías (es decir, Cristo). Cuando venga, Él nos dará razón de
todo". Jesús le dijo: "Soy yo, el que habla contigo".
En
esto llegaron los discípulos y se sorprendieron de que estuviera conversando
con una mujer; sin embargo, ninguno le dijo: ‘¿Qué le preguntas o de qué hablas
con ella?' Entonces la mujer dejó su cántaro, se fue al pueblo y comenzó a
decir a la gente: "Vengan a ver a un hombre que me ha dicho todo lo que he
hecho. ¿No será éste el Mesías?" Salieron del pueblo y se pusieron en camino
hacia donde Él estaba.
Mientras
tanto, sus discípulos le insistían: "Maestro, come". Él les dijo:
"Yo tengo por comida un alimento que ustedes no conocen". Los
discípulos comentaban entre sí: "¿Le habrá traído alguien de comer?"
Jesús les dijo: "Mi alimento es hacer la voluntad del que me envió y
llevar a término su obra. ¿Acaso no dicen ustedes que todavía faltan cuatro
meses para la siega? Pues bien, yo les digo: Levanten los ojos y contemplen los
campos, que ya están dorados para la siega. Ya el segador recibe su jornal y
almacena frutos para la vida eterna. De este modo se alegran por igual el
sembrador y el segador. Aquí se cumple el dicho: 'Uno es el que siembra y otro
el que cosecha'. Yo los envié a cosechar lo que no habían trabajado. Otros
trabajaron y ustedes recogieron su fruto".
Muchos
samaritanos de aquel poblado creyeron en Jesús por el testimonio de la mujer:
'Me dijo todo lo que he hecho'. Cuando los samaritanos llegaron a donde Él
estaba, le rogaban que se quedara con ellos, y se quedó allí dos días. Muchos
más creyeron en Él al oír su palabra. Y decían a la mujer: "Ya no creemos
por lo que tú nos has contado, pues nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que
Él es, de veras, el Salvador del mundo".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Credo
PLEGARIA
UNIVERSAL
A
Jesús, que es la fuente de agua viva, pidámosle por nosotros y por toda la
humanidad.
Después
de cada petición diremos (cantando): Señor, ten piedad (o bien: Kýrie,
eléison).
Por
todos los que formamos la Iglesia. Que vivamos con fe y sinceridad este tiempo
de conversión. Oremos.
Por
los que viven alejados de la fe y de la comunidad cristiana. Que encuentren en
Jesús la fuente de agua que sacie su sed de valores auténticos. Oremos.
Por
todos aquellos que en el próximo Tiempo de Pascua recibirán el Bautismo, la Confirmación
o la primera Comunión. Que vivan cada día con mayor profundidad su adhesión a
Jesucristo. Oremos.
Por
los inmigrantes. Que puedan encontrar la vida digna que todo ser humano merece.
Oremos.
Por
nosotros. Que nos preparemos de verdad para poder celebrar con mucha alegría la
Pascua del Señor. Oremos.
Escúchanos,
Señor, y derrama sobre nosotros el agua de la vida. Tú, que vives y reinas por
los siglos...
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que
esta Eucaristía, Señor, nos obtenga a quienes imploramos tu perdón, la gracia
de saber perdonar a nuestros hermanos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque
Cristo nuestro Señor, cuando pidió de beber a la samaritana, ya había infundido
en ella la gracia de la fe, y si quiso estar sediento de la fe de aquella
mujer, fue para encender en ella el fuego del amor divino.
Por
eso, Señor, te damos gracias y proclamamos tu grandeza cantando con los
ángeles: Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 4, 13-14)
El
que beba del agua que yo le daré, dice el Señor, nunca más tendrá sed; el agua
que yo le daré se convertirá dentro de él en una fuente que salta hasta la vida
eterna.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú
que nos has alimentado, ya desde esta vida, con el pan del cielo, prenda de
nuestra salvación, concédenos, Señor, manifestar en todos nuestros actos el
misterio de tu Eucaristía. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PAPA
FRANCISCO. DOMINGO 23/03/2014
IMPORTANCIA
DE REDESCUBRIR EL SENTIDO DE LA VIDA CRISTIANA
Cada
encuentro con Jesús nos llena de alegría y nos cambia la vida
Recordando
el Evangelio de hoy, el Santo Padre indicó que “nos presenta el encuentro de
Jesús con la mujer samaritana, sucedido en Sicar, junto a un antiguo pozo donde
la mujer iba cada día, para sacar agua. Aquel día se encontró a Jesús, sentado,
‘fatigado por el viaje’. El inmediatamente le dice, ‘dame de beber’”.
“De
este modo supera las barreras de hostilidad, que existían entre judíos y
samaritanos y rompe los esquemas del prejuicio en frente a las mujeres. El
simple pedido de Jesús es el inicio de un dialogo sincero, mediante el cual Él,
con gran delicadeza, entra en el mundo interior de una persona a la cual, según
los esquemas sociales, no tendría ni si quiera que haberle dirigido la
palabra”.
“Pero
Jesús lo hace, ¿eh? Jesús no tiene miedo. Jesús cuando ve una persona va
adelante porque ama, nos ama a todos, no pasa de largo jamás ante una persona
por prejuicios. Jesús pone a la samaritana frente a su realidad, no juzgándola
sino haciéndola sentir considerada, reconocida, y suscitando así en ella el
deseo de ir más allá de la rutina cotidiana”.
El
Papa subrayó que la sed de Jesús “era una sed no tanto de agua, sino de
encontrar un alma sedienta. Jesús tenía necesidad de encontrar a la samaritana
para abrirle el corazón: le pide de beber para poner en evidencia la sed que
había en ella misma”.
“La
mujer queda tocada por este encuentro: dirige a Jesús aquellas preguntas
profundas que todos tenemos dentro, pero que muchas veces ignoramos”.
Francisco
aseguró que “¡también nosotros tenemos tantas preguntas para hacer, pero no
encontramos el coraje de dirigirlas a Jesús! La Cuaresma es el tiempo oportuno
para mirarse dentro, para hacer surgir nuestros deseos espirituales más
verdaderos y pedir la ayuda del Señor en la oración. El ejemplo de la
samaritana nos invita a expresarnos así: ‘Jesús dame de esa agua así no tendré más
sed’”.
El
Papa remarcó que “la misericordia es más grande que el prejuicio, esto tenemos
que aprenderlo bien, ¿eh? La misericordia es más grande que el prejuicio y
Jesús es tan misericordioso, tanto. El resultado de aquel encuentro junto al
pozo fue que la mujer fue transformada: ‘dejó su cántaro’ y corre a la ciudad a
contar su experiencia extraordinaria. He encontrado un hombre que me ha dicho
todas la cosas que yo he hecho, quizás es el Mesías”.
“¡Estaba
entusiasmada! Había ido a buscar agua del pozo, y ha encontrado otra agua, el
agua viva de la misericordia que salta hasta la vida eterna. ¡Ha encontrado el
agua que buscaba desde siempre!, corre al pueblo, aquel pueblo que la juzgaba y
la rechazaba, y anuncia que ha encontrado al Mesías: uno que le ha cambiado la
vida”.
“Porque
cada encuentro con Jesús, nos cambia la vida, siempre un paso más adelante, un
paso más cerca de Dios. Y así cada encuentro con Jesús nos cambia la vida.
Siempre, ¿eh? ¡Siempre es así!”.
En
este Evangelio, indicó Francisco, “encontramos también nosotros el estímulo
para ‘dejar nuestro cántaro’, símbolo de todo lo que aparentemente es
importante, pero que pierde valor frente al ‘amor de Dios’. Todos tenemos uno,
todos tenemos uno o más de uno, ¿eh? Yo les pregunto a ustedes, también a mí:
¿cuál es tu cántaro interior, aquel que te pesa, aquel que te aleja de Dios?
Dejémoslo un poco aparte y con el corazón sintamos la voz de Jesús que nos
ofrece otra agua, otra agua que nos acerca al Señor”.
“Estamos
llamados a redescubrir la importancia y el sentido de nuestra vida cristiana,
iniciada en el bautismo y como la samaritana, ha dar testimonio a nuestros
hermanos de la alegría del encuentro con Jesús; testimoniar la alegría del
encuentro”.
“Cada
encuentro con Jesús nos cambia la vida. También cada encuentro con Jesús nos
llena de alegría, aquella alegría interior que nos viene. Y así el Señor hace
estas cosas maravillosas. El Señor sabe actuar en nuestro corazón cuando
nosotros somos valientes y dejamos aparte nuestro cántaro”, concluyó.
FUENTE:
ACIPRENSA. COM
REFLEXION
Y
YO QUIERO SER EL CÁNTARO, SEÑOR…
1.-
Y el Señor se sentó cansado en el brocal del pozo, como si hubiera sentado
cansado en el bordillo de la fuente de la Puerta del Sol, junto a un barbudo
vagabundo, y tal vez una pobre mujer de las que se pasean por la calle Montera…
o por Carretas.
**Cansado,
abrumado por toda esa multitud que pasa deprisa o vende chucherías o compra
lotería.
**Abrumado
porque esa multitud anónima para nosotros tiene cara, tiene rasgos muy
conocidos, tiene su propia historia para Él, abrumado por el cariño hacia cada
uno.
**Cansado
porque quisiera tener una conversación individual con cada uno y cada una, como
con la samaritana, samaritanas muchas de esas que se sientan junto a Jesús en
la fuente de la Puerta del Sol
¿Cansado
porque no llega a todo? ¿Porque es demasiado trabajo para uno solo? No. Cansado
porque la mayoría de ellos y ellas llevan tapados los oídos, por la necesidad
de ganarse el pan día a día, por no tener más expansión que tomar el sol en
plena plaza, al lado de la fuente, destrozados por la droga o el alcohol y
viviendo sin rumbo en la vida.
Y
sin embargo el Señor sabe que mientras queda un poco de lucidez en aquellas
cabezas que se agitan hay esperanza de que se den cuenta de su presencia allí
sentado en la fuente.
--Él
sabe que esos ellos y ellas que alardean, tal vez, de no creer en sus soledades
acuden a un Dios… por si acaso.
--Él
sabe que en esa multitud anónima para nosotros, pero con cara para Él hay
rincones de cariño y bondad hacia los demás, que son otras tantas lucecitas de
esperanza, son muestras de la presencia del Dios del amor.
2.-
¿Con cuántas samaritanas y samaritanos de nuestros días quisiera el Señor tener
una larga conversación? Ellos y ellas que han visto roto su primer matrimonio
más o menos culpablemente por su parte. Hombres y mujeres a los que Él tendría
que decir: “bien dices que no tienes marido o mujer… porque con quien ahora
vives no lo es”.
--Samaritanas
y samaritanos aprehendidos en las redes de la vida, a los que Jesús no les
negaría el agua que salta hasta la vida eterna, como no se la negó a la del
Evangelio.
--Samaritanas
y samaritanos que no han podido continuar un camino imposible de espinas y han
rehecho sus vidas, doliéndoles el alma porque les dicen que su cantarillo ya no
recoge el agua viva.
Y
Jesús les diría, les pediría por favor, que sea como sea no rompan el cántaro
contra el suelo, sino que sigan viniendo al pozo cada día, que allí estará
siempre Él… abrumando y esperando. Todos somos samaritanos o samaritanas ante
el Señor, pase lo que pase, vengamos al pozo con el cántaro entero por si algún
día el Señor nos lo llena.
3.-
En la escena hay cuatro personajes: Jesús, la samaritana, los apóstoles y el
cántaro. Y yo quiero ser el cántaro, Señor, un cántaro de arcilla humana con
corazón, de arcilla enrojecida por la vergüenza de lo que de mi se podría decir
y si no se dice. Cántaro que traen a Ti vacío de buenas obras, traído y llevado
cada día por la inseguridad de mis propósitos, pero sobre todo quiero que mi
dueña se olvide de mí, dejándome a tus pies junto al brocal del pozo.
José
María Maruri, SJ
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LA
SED DE LA SAMARITANA
1.-
Señor, dame de esa agua: así no tendré más sed. San Juan, tratando de darnos a
entender el valor del agua bautismal y, consecuentemente, el valor del agua de
la vida que es Cristo, nos ha escrito esta bellísima página del encuentro de
Jesús con una mujer samaritana. Jesús ya estaba allí, junto al manantial de
Jacob, cuando llegó la mujer de Samaría. Jesús la estaba esperando. El relato
de San Juan lo conocemos perfectamente, lo que yo quiero recalcar ahora es la
prontitud y avidez de la samaritana en darse cuenta de que en aquel hombre que
tenía delante había un algo especial que no había encontrado en los hombres
anteriores con los que ella había tratado. Ella no había sido afortunada en sus
relaciones con los hombres y no tenía motivos para fiarse de ellos. Pero este
era especial, su corazón le dijo inmediatamente que de este sí podía fiarse;
este era un profeta de verdad. Y le entró una sed inmensa de saciarse del agua
que este profeta le ofrecía. Hasta ahora, la pobre samaritana había querido
saciar su sed de amor y de confianza en otros hombres. Pero, una y otra vez,
estos la habían defraudado; en lugar de saciar su sed, su sed había aumentado
hasta sentirse ella seca y exhausta. Ante la presencia de Jesús de Nazaret,
esta mujer sintió que toda el agua que ella había bebido hasta entonces había
sido un agua que nunca podría apagar su sed. El agua que este profeta judío le
ofrecía ahora era un agua distinta, era el agua de la vida. Y con toda su alma,
le pidió al profeta que le diera de esa agua, un agua que se convirtiera en
ella en un surtidor que saltara hasta la vida eterna. Será bueno que, en este
domingo, cada uno de nosotros examinemos los manantiales de agua en los que
pretendemos cada día saciar nuestra sed: ¿salud corporal?, ¿dinero?, ¿éxito?...
¿Tenemos verdadera sed del agua de la vida, que cada día nos ofrece Cristo?
2.-
Los que quieran dar culto verdadero adorarán al padre en espíritu y en verdad,
porque el Padre desea que le den culto así. La samaritana era creyente y creía
en el mismo Dios que los judíos: en Yahvé. Pero los samaritanos adoraban a
Yahvé en el templo que habían construido sobre el monte Garizín, mientras que
los judíos adoraban a Yahvé en el templo de Jerusalén. La samaritana quiere que
el profeta le diga dónde se debe adorar a Dios y la respuesta de Jesús es
iluminadora: da igual adorar a Dios en un monte o en otro, lo importante es
adorarle en espíritu y en verdad. A eso ha venido él al mundo, a enseñarnos el
verdadero camino para adorar al Padre. Él es el camino, él es la verdad, él es
el Espíritu en el que debemos adorar al Padre. Todos los que adoren al Padre en
espíritu y en verdad adoran al verdadero Dios La samaritana quedó totalmente
convencida de que este hombre era realmente el profeta de Dios, el Mesías, el
Cristo. Y fue rápidamente a decírselo a sus paisanos, los samaritanos. La fe de
la samaritana fue una fe contagiosa, evangelizadora. ¿Es así nuestra fe?
3.-
La esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros
corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado. Los que tienen el amor de
Dios en su corazón, los que viven siendo realmente templos del Espíritu, no
pierden nunca la esperanza en Dios, a pesar de las muchas pruebas y
dificultades que les ponga la vida. San Pablo lo sabía por propia experiencia:
le habían atacado por todas las partes, pero nunca habían derribado su
esperanza interior, porque vivía animado interiormente por el Espíritu de
Cristo, porque su esperanza estaba en Cristo y Cristo le había dado pruebas
suficientes de que le amaba. San Pablo, como la samaritana, había sido
deslumbrado por la verdad de Cristo y, desde aquél mismo momento, se había
convertido en apóstol del Resucitado ante todos los pueblos. Si nuestra fe y
nuestra esperanza están fundadas en el amor y en el Espíritu de Cristo, nunca
nos defraudarán.
Gabriel
González del Estal
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SIN
AGUA NO HAY VIDA
Metidos
de lleno en este ejercicio cuaresmal, nos vamos acercando hasta la Pascua del
Señor. En estos próximos tres domingos, incluido el de hoy, vamos a escuchar
tres sugerentes catequesis bautismales: la Samaritana, la curación del ciego de
nacimiento y la resurrección de Lázaro.
Con
el Señor todo se renueva y todo recobra un nuevo espíritu. O, dicho de otra
manera, donde está Jesús hay vida. Cuando el hombre se empeña en calmar la
sequedad del paladar con la simpleza de la oportuna frescura del agua, tarde o
temprano, vuelve a tener sed. Lo que ocurre es que, muchos de nuestros
contemporáneos, prefieren el agua embotellada y segura, a ese otro agua que se
extrae del gran pozo de salvación de Jesús. Vamos tan cargados de nuestras
propias miserias que, lo último que se nos ocurre, es pararnos a pensar sobre
ellas. Vamos tan llenos de todo que, como la Samaritana, necesitamos mostrar
sin tapujos ni vergüenzas que la vida no es tan feliz como nosotros quisiéramos
tenerla.
Hay
una bonita leyenda que narra cómo una vez dos peregrinos iban buscando, en el
horizonte, a Dios y que sintieron sed. Recorridos unos kilómetros se detuvieron
ante un pequeño arroyo de aguas turbulentas y contaminadas. Uno de los
peregrinos, impaciente y ansioso, sin pensarlo dos veces se lanzó sobre el río
y bebió. El otro, con más precaución, se apartó del surco del río y excavó con
sus propias manos un pequeño agujero donde, con un poco de esfuerzo y sudor,
dio con unas aguas cristalinas, frescas y puras que le ayudaron a finalizar su
aventura.
Jesús,
como a la Samaritana, nos invita a no quedarnos en la superficie de las cosas.
El agua, como alimento, es imprescindible para la salud y para el organismo.
Pero, la mente y el corazón, sin ese vaso del agua de eternidad que nos ofrece
Jesús ¿podrán resistir a tanta contradicción que nos sacude en una realidad
donde todo se mide, menos la profundidad de las personas?
Ortega
y Gasset llegó a decir: "Una buena parte de los hombres no tienen más vida
interior que la de sus palabras, y sus sentimientos se reducen a una expresión
oral". Como la samaritana necesitamos llenar nuestra existencia con una
nueva fuerza llamada Jesús. Hoy, en este maratón cuaresmal, la eucaristía y la
oración, el sacramento de la penitencia, la contemplación o el ayuno, pueden
ser unos milagrosos pozos donde Jesús se sienta para ofrecernos el agua de la
paz y del amor, de la tranquilidad y de la fe, de la esperanza y de la
conversión.
Para
recoger el agua, que nos ofrece el Señor, es necesario primero vaciar el
cántaro de esas aguas corrompidas fruto de vidas pasadas de las que, a veces,
tanta cuenta nos lleva el mundo y los que nos rodean pero que quedaron en el
olvido para Dios.
Cuaresma.
Es bajar hasta el fondo del pozo (no del fango) donde Dios nos da sed de
eternidad.
Javier
Leoz
UNA
REFLEXIÓN PARA NUESTRO TIEMPO
Los
procesos de cambio interior suelen ser dolorosos. La inercia y la resistencia
al cambio nos detienen en ocasiones y permanecemos largos periodos paralizados
en nuestras mentiras y equivocaciones. La mujer samaritana puede servirnos de
espejo y referente, para identificar nuestras heridas y apreciar dónde se
encuentra el manantial de donde brota la vida plena. La mujer llegó con los
resentimientos que todos solemos cargar (rencillas entre judíos y samaritanos,
relaciones fallidas con otras parejas, la mujer había tenido cinco maridos),
pero afortunadamente se fue abriendo al encuentro con Jesús y terminó aceptando
la verdad sobre su vida y reconociéndose necesitada de la salvación que Jesús
le ofrecía. La aceptación de nuestra realidad por dolorosa que sea, es el
principio de nuestra recuperación.
REFLEXIÓN: EL AGUA VIVA
Ex
17,3-7; Rm 5,1-2. 5-8; Jn 4, 5-42
Los
episodios del Éxodo y del Evangelio de san Juan se asemejan por la centralidad
del agua. Efectivamente, el agua es indispensable para la vida. Los israelitas
que marchaban por el desierto necesitaban con urgencia de un oasis que apagara
su sed, al no encontrarlo, se desesperaron y pusieron en duda la compañía del
Señor junto a su pueblo. El conocido relato de la Samaritana juega con una
serie de malentendidos, típicos del cuarto Evangelio, entre los cuales
sobresale el relativo al agua. La mujer se queda en el sentido superficial de
las palabras y el Maestro apuntaba a las realidades más profundas de la
existencia cristiana: la vida en el Espíritu. Al término del diálogo se
esclarece todo y la que había comenzado rechazando al judío recién llegado a
Samaria, termina confesándolo como el Salvador del mundo.
Santos
Toribio de
Mogrovejo, obispo; José Oriol Boguna, presbítero; Rafka (Rebeca) Ar-Rayés,
religiosa. (Morado)
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