jueves, 6 de marzo de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA. 7 DE MARZO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA.
7 DE MARZO DE 2014
VIERNES DESPUÉS DE CENIZA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 29, 11)
El Señor me escuchó, tuvo piedad de mí y ha venido en mi ayuda.

ORACIÓN COLECTA
Concédenos, Señor, tu gracia durante estos días de penitencia cuaresmal, para que a nuestras prácticas externas corresponda una verdadera renovación del espíritu. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Éste es el ayuno que yo quiero.

DEL LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 58, 1-9

Esto dice el Señor: "Clama a voz en cuello y que nadie te detenga. Alza la voz como trompeta. Denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados. Me buscan día a día y quieren conocer mi voluntad, como si fuera un pueblo que se comportara rectamente y respetara los juicios de Dios. Me piden sentencias justas y anhelan tener cerca a Dios. Me dicen todos los días: `¿Para qué ayunamos, si tú no nos ves? ¿Para qué nos mortificamos, si no te das por enterado?' Es que el día en que ustedes ayunan encuentran la forma de hacer negocio y oprimen a sus trabajadores. Es que ayunan, sí, para luego reñir y disputar, para dar puñetazos sin piedad.
Ese no es un ayuno que haga oír en el cielo la voz de ustedes. ¿Acaso es éste el ayuno que me agrada? ¿Es ésta la mortificación que yo acepto del hombre: encorvar la cabeza como un junco y acostarse sobre saco y ceniza? ¿A esto llaman ayuno y día agradable al Señor?
El ayuno que yo quiero de ti es éste, dice el Señor: Que rompas las cadenas injustas y levantes los yugos opresores; que liberes a los oprimidos y rompas todos los yugos; que compartas tu pan con el hambriento y abras tu casa al pobre sin techo; que vistas al desnudo y no des la espalda a tu propio hermano. Entonces surgirá tu luz como la aurora y cicatrizarán de prisa tus heridas; te abrirá camino la justicia y la gloria del Señor cerrará tu marcha.
Entonces clamarás al Señor y Él te responderá; lo llamarás, y Él te dirá: 'Aquí estoy' ".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 50
R/. A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias.

Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. R/.

Puesto que reconozco mis culpas, tengo siempre presentes mis pecados. Contra ti solo pequé, Señor, haciendo lo que a tus ojos era malo. R/.

Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. Am 5, 14) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Busquen el bien y no el mal, para que vivan, y el Señor estará con ustedes. R/.


Cuando les quiten al esposo, entonces ayunarán.


DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 9, 14-15

En aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron: "¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?" Jesús les respondió: "¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, que el sacrificio que te ofrecemos en este tiempo de preparación para la Pascua nos haga agradables a tus ojos y más generosos en la práctica de la penitencia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 24, 4)
Señor, enséñame tus caminos, dime cuáles son tus senderos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que nuestra participación en este sacramento nos libre, Señor, de todas nuestras culpas y nos obtenga de tu misericordia la conversión de nuestro espíritu. Por Jesucristo, nuestro Señor.

HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO 
VIERNES 07 DE MARZO 2014
LA VIDA DE FE ESTÁ ESTRECHAMENTE LIGADA 
A UNA VIDA DE CARIDAD HACIA LOS POBRES

VATICANO, 07 Mar. 14 / 07:12 am (ACI).- “¿Me avergüenzo de la carne de mi hermano, de mi hermana?”. Fue una de las preguntas en la homilía del Papa Francisco, durante la Misa de la mañana de este viernes en la Casa de Santa Marta, que resaltó además que la vida de fe está estrechamente ligada a una vida de caridad hacia los pobres, sin la cual aquello que se profesa es sólo hipocresía.

Según señala Radio Vaticano, el Santo Padre dijo que el ayuno, de acuerdo a la visión de Dios, consiste en “soltar las cadenas injustas”, “dejar en libertad a los oprimidos”, pero también “compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo”, “cubrir al que veas desnudo”.

“¡Aquél es el ayuno que quiere el Señor! Ayuno que se preocupa por la vida del hermano, que no se avergüenza -lo dice el mismo Isaías- de la carne del hermano. Nuestra perfección, nuestra santidad va delante con nuestro pueblo, en el cual hemos sido elegidos e insertados. Nuestro acto de santidad más grande está precisamente en la carne del hermano y en la carne de Jesucristo”.

“El acto de santidad de hoy, nuestro, aquí, en el altar, no es un ayuno hipócrita: ¡es no avergonzarse de la carne de Cristo que hoy viene aquí! Es el misterio del Cuerpo y de la Sangre de Cristo. Es ir a compartir el pan con el hambriento, a curar a los enfermos, los ancianos, aquellos que no pueden darnos nada a cambio: ¡no avergonzarse de la carne, es eso!”.

El Santo Padre explicó que el cristianismo no es una regla sin alma, un prontuario de observancias formales para gente que pone la cara buena de la hipocresía para esconder un corazón vacío de caridad. El cristianismo es la “carne” misma de Cristo que se inclina sobre el que sufre sin avergonzarse.

Para explicar esta contraposición, el Papa retomó el diálogo del Evangelio de hoy entre Jesús y los doctores de la ley, que critican a los discípulos por el hecho de no respetar el ayuno, a diferencia de ellos y de los fariseos que en cambio lo practican mucho. El hecho, objetó el Pontífice, es que los doctores de la ley habían transformado la observancia de los Mandamientos en una “formalidad”, cambiando la “vida religiosa” en “una ética” y olvidando su raíz, o sea “una historia de salvación, de elección, de alianza”:

“Recibir del Señor el amor de un Padre, recibir del Señor la identidad de un pueblo y luego transformarla en una ética es rechazar aquel don de amor. Esta gente hipócrita son personas buenas, hacen todo aquello que se debe hacer. ¡Parecen buenas! Son éticos, pero éticos sin bondad, porque ¡han perdido el sentido de pertenencia a un pueblo! El Señor da la salvación al interior de un pueblo, en la pertenencia a un pueblo”.

El ayuno que propone Dios, dijo asimismo el Papa, es “el ayuno de la bondad”. Es el ayuno del que es capaz el Buen Samaritano, que se inclina sobre el hombre herido, y no es aquel del sacerdote, que mira al mismo desventurado pero sigue adelante, quizás por miedo de contaminarse. Y entonces “ésta es hoy la propuesta de la Iglesia: ¿me avergüenzo de la carne de mi hermano, de mi hermana?”:

“Cuando doy limosna, ¿dejo caer la moneda sin tocar la mano? Y si por casualidad la toco, ¿la retiro de inmediato? Cuando doy limosna, ¿miro a los ojos de mi hermano, de mi hermana? Cuando sé que una persona está enferma, ¿voy a encontrarla? ¿La saludo con ternura?”

Para concluir, el Papa Francisco dijo que “hay una señal que tal vez nos ayudará, es una pregunta: ¿sé acariciar a los enfermos, los ancianos, los niños o he perdido el sentido de la caricia? ¡Aquellos hipócritas no sabían acariciar! Se habían olvidado… No avergonzarse de la carne de nuestro hermano: ¡es nuestra carne! Seremos juzgados por el modo en el que nos comportamos con este hermano, con esta hermana”


Fuente: aciprensa . com

REFLEXIÓN
Is. 58, 1-9. Quien busca al Señor para escuchar su voz no puede después actuar en contra de la voluntad divina. ¿Para qué buscar algo con ahínco si después, al encontrarse se esconde?
Dios está a la puerta y llama; Él espera de nosotros una respuesta sincera y no un simple juego religioso. Este tiempo de cuaresma lo identificamos como tiempo de oración y de ayuno. ¿El Señor escuchará nuestra oración? ¿El Señor verá nuestro ayuno y le será grato? Ciertamente la oración no es sólo un recitar inconscientemente oraciones aprendidas de memoria desde nuestra infancia. Orar, dice Teresa de Jesús, es hablar de amor con quien sabemos nos ama. Y hablar de amor es todo un compromiso de vida; más aún, es empeñar la propia vida en favor de la persona amada; es hacer nuestros sus caminos y sus ilusiones. Por tanto, quien en verdad ora no puede seguir con una vida de ofensas hacia el Señor, no puede desobedecer sus mandatos, pues en ese caso estaría indicando que su oración se realiza sólo por costumbre, por tradición, pero no como un encuentro personal con el Señor para vivir, con Él, un verdadero compromiso de alianza amorosa.
Y, para que nuestro ayuno sea contemplado y aceptado de un modo grato por el Señor, debe tener consecuencias sociales. No es guardar, es compartir; no sólo es ayunar de alimento, hay que ayunar de odios para compartir el amor fraterno; hay que ayunar de egoísmos para dejar de oprimir a los demás y poder, así, romper los yugos esclavizantes; hay que ayunar de la confianza en las riquezas para socorrer a los necesitados; hay que ayunar de la desconfianza y de la indiferencia para alojar a los sin techo.
Si el tiempo de Cuaresma no nos hace más fraternos, si no nos hace más comprometidos y congruentes con la fe que profesamos, no tendrá sentido de entrega amorosa, de muerte a nuestras miserias ni de resurrección a una nueva vida; finalmente no será preparación, no sólo para celebrar la Pascua de Cristo, sino también para celebrar nuestra propia pascua.

Sal. 51 (50). Continuamos meditando sobre el Salmo 51 (50). Le pedimos al Señor que tenga misericordia de nosotros por su inmensa compasión. Él ha levantado juicio contra nosotros en la primera lectura. ¿Quién podrá mantenerse en pie? Sólo aquel a quien el Señor le lave de sus delitos y lo purifique de sus pecados.
Que nuestra mejor ofrenda sea el arrepentimiento de nuestros pecados, reconocidos y confesados humildemente ante el Señor. Entonces el Señor nos devolverá la vida y marcharemos por sus sendas con obras de santidad y de justicia.
Aprovechemos este tiempo de cuaresma para reiniciar nuestro camino a impulsos del Espíritu de Dios en nosotros y dejar nuestros egoísmos y nuestros caminos equivocados.

Mt. 9, 14-15. En el Evangelio de este día el Señor nos hace saber que Él ha venido a hacer una nueva Alianza con nosotros y no un añadido más a la Alianza primera. Quien viva con el Señor debe participar del vino nuevo del banquete de bodas celebrado entre Jesús y su Comunidad, su Pueblo nuevo. Cuando uno vive en plenitud esa alianza con Él no hay motivo de tristeza, simbolizado en el ayuno, sino motivo de alegría simbolizado en el amor que se convierte en servicio, por quedar uno identificado con Cristo.
Sólo el pecado debe entristecernos y hacernos entrar en un camino de ayuno y de búsqueda del Señor para pedir su perdón.
Hay muchos pecados sociales, de los cuales, no por vivir personalmente en amistad con Cristo, podemos eludirnos. También ellos nos afectan a nosotros como cuando un miembro de nuestro cuerpo sufre y los demás sufren con él.
El tiempo de la cuaresma nos ha de llevar a compartir lo que tenemos con los que menos tienen. Más aún, hemos de estar dispuestos a sacrificarlo todo con tal de que nuestro prójimo viva con mayor dignidad.
Muchos no sólo han perdido la fe, sino también la esperanza a causa de habérseles marginado en la vida o de haberles conducido por caminos de vicio y destrucción. No podemos cerrar nuestros ojos ante su miseria. Ellos han perdido a Cristo, o por lo menos su presencia se ha empañado en su vida. ¿Seremos capaces de ignorar esas miserias? ¿Banquetearemos en nuestros bienes y seguridades mientras hay muchos a quienes se les niegan incluso las migajas que caen de las mesas de los que todo tienen?
La Eucaristía que nos reúne en este día no hace ser testigos del Pan de vida que se da a todos sin reservas. Es Cristo que se entrega por todos. Y su entrega no es con tacañerías, sino con la totalidad que procede del amor. Él nos dice: como el Padre me ama a mí, así los amo yo a ustedes. Y el amor del Padre hacia su Hijo lo llevó a entregarse sin reservas a Él, de tal forma que quien contempla al Padre contempla al Hijo. Así nos quiere también a nosotros.
Todo es don venido de Dios. Todo debe, en la misma medida, llegar a quienes nos rodean. Sólo así podremos decir que nuestra Eucaristía tiene sentido de amor fraterno, al estilo del amor del mismo Cristo que nos amó y se entregó por nosotros.
¿Quién puede negar la pobreza de millones de hermanos nuestros?
Contemplamos el rostro de Cristo sufriente en los que tienen hambre o sed; en los forasteros, en los desnudos, en los enfermos y en los encarcelados; pero también lo contemplamos en las nuevas formas de pobreza: la desesperación del sin sentido, la insidia de la droga, el abandono en la edad avanzada o en la enfermedad, la marginación o la discriminación social.
Cuando el Señor nos pide asistirlo en aquellos con quienes, de un modo preferencial, Él se ha identificado, nos está llamando, a quienes somos su Iglesia, a que le probemos nuestro amor no con vana palabrería ni con discursos bien elaborados, sino con el humilde servicio que libera, que salva, que ayuda para que surja el hombre renovado por el amor. Esta es la Pascua que, como una nueva primavera, el Señor espera de su Espora, la Iglesia, con la que ha sellado la alianza nueva y eterna.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de ser fieles a su amor. Que no nos quedemos pasivos escuchando su voz, sino que buscando al Señor día y noche sepamos, en verdad hacer su voluntad como María, la humilde esclava del Señor. Amén.

Reflexión de: Homilía católica


REFLEXIÓN: LA CLARIVIDENCIA DE ISAÍAS
Is 58, 1-9; Mt 9, 14-15
El profeta Isaías tenía una mirada clarividente y lúcida al momento de analizar las experiencias religiosas de sus contemporáneos. Para él estaba más que claro que era insuficiente realizar gestos externos de arrepentimiento sin la consecuente reorientación de las relaciones humanas. Quien exprese por medio del ayuno y el luto su voluntad de agradar al Señor, tiene que sumarse a las opciones de Dios, que es amigo y defensor de los débiles. Los contemporáneos del Señor Jesús le reclaman por su desinterés ante el ayuno. El Maestro defiende su actitud con argumentos: las prácticas religiosas encuentran sentido en un determinado contexto, fuera del mismo, se vuelven obsoletas. El Señor advierte que el tiempo de gracia está llegando y por tanto, conviene acoger esa oferta con prontitud. Dios acoge sin condiciones a todos los que acojan su llamado. Es el momento de Dios, luego vendrá el momento del creyente. (WWW misal . com . mx)




Santos
Perpetua y Felicitas o Felicidad de Roma, mártires; Adrián de Cesarea y compañeros, mártires; Pablo "el Sencillo" de la Tebaida, anacoreta. Feria (Morado)

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