LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
MIERCOLES
26 DE MARZO DE 2014
III
SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 118, 133)
Haz,
Señor, que siga con firmeza tu palabra, para que no se apodere de mí ningún
pecado.
ORACIÓN
COLECTA
Te
pedimos, Señor, que purificados por las prácticas cuaresmales y alimentados con
tu palabra, podamos entregarnos enteramente a tu servicio y perseverar unidos
en la oración. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Guarden
mis mandamientos y pónganlos en práctica.
DEL LIBRO DEL
DEUTERONOMIO: 4, 1. 5-9
En
aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo: "Ahora, Israel, escucha
los mandatos y preceptos que te enseño, para que los pongas en práctica y
puedas así vivir y entrar a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de
tus padres, te va a dar.
Yo
les enseño mandatos y preceptos, como me ordena el Señor, mi Dios, para que se
ajusten a ellos en la tierra en que van a entrar y que van a tomar en posesión.
Guárdenlos y cúmplanlos, porque ellos son su sabiduría y su prudencia a los
ojos de los pueblos. Cuando tengan noticia de todos estos preceptos, se dirán:
'En verdad esta gran nación es un pueblo sabio y prudente'. Porque, ¿cuál otra
nación hay tan grande que tenga dioses tan cercanos como lo está nuestro Dios,
siempre que lo invocamos? ¿Cuál es la gran nación cuyos mandatos y preceptos
sean tan justos como toda esta ley que ahora les doy? Pero ten cuidado y
atiende bien: No vayas a olvidarte de estos hechos que tus ojos han visto, ni
dejes que se aparten de tu corazón en todos los días de tu vida; al contrario,
transmíteselos a tus hijos y a los hijos de tus hijos".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Del
salmo 147
R/.
Demos gloria a nuestro Dios.
Glorifica
al Señor, Jerusalén, a Dios ríndele honores, Israel. Él refuerza el cerrojo de
tus puertas y bendice a tus hijos en tu casa. R/.
Él
mantiene la paz en tus fronteras, con su trigo mejor sacia tu hambre. Él envía
a la tierra su mensaje y su palabra corre velozmente. R/.
Le
muestra a Jacob su pensamiento, sus normas y designios a Israel. No ha hecho
nada igual con ningún pueblo, ni le ha confiado a otro sus proyectos. R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Jn 6, 63. 68) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Tus
palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna. R/.
El
que cumpla y enseñe mis mandamientos, será grande en el Reino de los cielos.
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN MATEO: 5, 17-19
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "No crean que he venido a
abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud.
Yo les aseguro que antes se acabarán el cielo y la tierra, que deje de
cumplirse hasta la más pequeña letra o coma de la ley. Por lo tanto, el que
quebrante uno de estos preceptos menores y enseñe eso a los hombres, será el
menor en el Reino de los cielos; pero el que los cumpla y los enseñe, será
grande en el Reino de los cielos".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, las ofrendas y oraciones que te presentamos y protege de todo mal a
quienes celebramos tu Eucaristía. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 15, 11)
Me
has enseñado el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Santifícanos,
Señor, con el pan del cielo que acabamos de recibir para que, libres de
nuestras faltas, podamos alcanzar tus promesas eternas. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
CATEQUESIS DEL PAPA FRANCISCO SOBRE EL SACRAMENTO DEL ORDEN.
MIÉRCOLES 25/03/2014.
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Ya hemos tenido ocasión de señalar que los tres sacramentos del Bautismo,
de la Confirmación y de la Eucaristía forman juntos el misterio de la
"iniciación cristiana", un único gran evento de gracia que nos
regenera en Cristo. Esta es la vocación fundamental que nos aúna a todos en la
Iglesia, como discípulos del Señor Jesús. Hay dos Sacramentos que corresponden
a dos vocaciones específicas: el Orden y el Matrimonio. Constituyen dos grandes
vías a través de las cuales, el cristiano puede hacer de su vida un don de
amor, siguiendo el ejemplo y en nombre de Cristo. Y así colaborar en la
edificación de la Iglesia.
El Orden, de tres grados: episcopado, presbiterado y diaconado, es el
Sacramento que permite el ejercicio del ministerio, confiado por el Señor Jesús
a los Apóstoles, para apacentar su rebaño con el poder de su Espíritu, de
acuerdo a su corazón. Apacentar el rebaño de Jesús con la potencia no de la
fuerza humana o la propia potencia, sino del Espíritu y según su corazón; el
corazón de Jesús, que es un corazón de amor. El sacerdote, el obispo y el
diácono deben apacentar el rebaño del Señor con amor. Si no lo hacen con amor,
no sirve. Y, en este sentido, los ministros que son elegidos y consagrados para
este servicio prolongan en el tiempo la presencia de Jesús, si lo hacen con el
poder del Espíritu Santo, en el nombre de Dios y con amor.
1. Un primer aspecto. Los ordenados son colocados a la cabeza de la
comunidad.
¡Ah¡ están “a la cabeza”.
¡Sí! Sin embargo, para Jesús significa poner la propia autoridad al
servicio, como Él mismo lo ha demostrado y enseñado a sus discípulos con estas
palabras: "Saben que los gobernantes de las naciones dominan sobre ellas,
y sus líderes los oprimen. No será así entre ustedes. El que quiera hacerse
grande entre ustedes que se haga servidor de todos. Y el que quiera ser el
primero entre ustedes que se haga esclavo de todos. Como el Hijo del hombre no
vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por
muchos "(Mt 20:25-28 / / Mc 10,42-45). Un obispo que no está al servicio
de la comunidad, no hace bien, un sacerdote, un cura, que no está al servicio
de la comunidad, no hace bien. Está equivocado.
2. Otra característica que deriva siempre de esta unión sacramental con
Cristo es el amor apasionado por la Iglesia. Pensemos en el pasaje de la Carta
a los Efesios, en la que San Pablo dice que Cristo "amó a la Iglesia y se
entregó por ella para hacerla santa, purificándola con el lavado del agua
mediante la Palabra y para presentarsela a sí mismo a la Iglesia toda gloriosa,
sin mancha ni arruga. (5:25-27). En virtud del Orden, el ministro dedica todo
su ser a su comunidad y la ama con todo su corazón: es su familia. El obispo,
el sacerdote aman a la Iglesia en su comunidad, y la aman fuertemente, ¿cómo?
Como Cristo ama a la Iglesia. Lo mismo dirá San Pablo del Matrimonio: el esposo
ama a su esposa como Cristo ama a la Iglesia. Es un misterio grande de amor
este del Ministerio ordenado y aquel del Matrimonio. Los dos Sacramentos, que
son el camino por el cual las personas habitualmente van al Señor.
3. Un último aspecto. El apóstol Pablo le aconseja a su discípulo Timoteo
que no abandone, es más, que reavive el don que hay siempre en él, el don que
le ha sido conferido a través de la imposición de las manos. (cf. 1 Tim 4:14, 2
Tim 1 6 ). Cuando no se alimenta el ministerio -el ministerio del obispo, el
ministerio del sacerdote-, con la oración, con la escucha de la Palabra de Dios
y con la celebración diaria de la Eucaristía y también con un interés cuidadoso
y constante del Sacramento de la Penitencia, se pierde inevitablemente de vista
el verdadero significado del propio servicio y la alegría que nace de una
profunda comunión con el Señor Jesús.
El obispo que no reza, el obispo que no siente y escucha la Palabra de
Dios, que no celebra todos los días, que no va a confesarse regularmente, y lo
mismo el sacerdote que no hace estas cosas, al final pierden esta unión con
Jesús y ellos se hacen mediocres y esto no hace bien a la Iglesia. Por esto
debemos ayudar a los obispos, a los sacerdotes a rezar, a escuchar la Palabra
de Dios que es el alimento cotidiano, a celebrar cada día la Eucaristía y a ir
a confesarse habitualmente. Y esto es tan importante para la santificación de
los obispos y de los sacerdotes.
Yo quisiera terminar también con una cosa que me viene a la mente:
¿cómo se debe hacer para transformarse en sacerdote, dónde se venden las
entradas?
No, no se venden, ¿eh?
Ésta es una iniciativa que toma el Señor. El Señor llama, llama a cada uno
que él quiere que se haga sacerdote. Y, a lo mejor hay algunos jóvenes aquí que
han sentido esta llamada. Las ganas de hacerse sacerdotes, las ganas de servir
a los otros en las cosas de Dios, las ganas de estar toda la vida al servicio
para catequizar, bautizar, perdonar, celebrar la Eucaristía, sanar a los
enfermos, toda la vida así.
Si alguno de ustedes ha escuchado esto en el corazón, es Jesús que lo ha
puesto allí, ¿eh? Cuiden esta invitación y recen para que esto crezca y dé
frutos en toda la Iglesia. Gracias.
(Traducción de Eduardo Rubió y Cecilia Mutual – RV).
FUENTE: Radio Vaticano.
REFLEXION
Dt. 4, 1. 5-9. El escritor del
Deuteronomio, ante la inminencia de la invasión de Israel por sus enemigos y la
perspectiva del destierro, recuerda al pueblo el compromiso que tiene con el
Señor de ser fiel a su Alianza.
Moisés
habla a la comunidad indicando que, si quieren entrar a la tierra prometida,
cumplan los mandatos y preceptos que él mismo les ha enseñado para que los
pongan en práctica. Ningún otro pueblo tiene dioses tan cercanos como lo está
nuestro Dios. Pero ¿de qué sirve todo esto si al final no se le obedece?
No
hay que apartar el corazón de toda la experiencia de amor que Dios, con hechos,
ha manifestado hacia su pueblo. Más que olvidarlos hay que hacer de ellos un
memorial y transmitirlos a los hijos y a los hijos de los hijos.
Nosotros,
creyendo en Cristo Jesús, no podemos conformarnos con escuchar su palabra y
llamarle Señor, Señor, mientras nuestro corazón permaneciese lejos de Él. La fe
en Cristo nos ha de llevar a rectificar nuestros caminos y a amoldar nuestras
obras con su estilo de vida. Sólo entonces seremos dignos de hacer nuestra la
Pascua de Cristo: Su muerte, su Resurrección y su Glorificación a la diestra
del Padre.
La
Cuaresma nos prepara para vivir, no unos días, sino siempre, este
acontecimiento Pascual en nosotros.
Sal. 147 (146-147). Meditamos acerca de
la Providencia Divina sobre su Pueblo. Dios se ha convertido en su refugio
seguro, le alimenta su cuerpo, y también le alimenta su espíritu manifestándole
sus pensamientos, normas y designios.
Así
como nos alimentamos de los bienes de la tierra, que son un don de Dios, así
nos hemos de alimentar de la Palabra del Señor para que sean rectos nuestros
caminos, y nuestra vida le sea grata.
En
esta Cuaresma, además de orar, hemos de aprender a meditar a profundidad la
Palabra de Dios, no sólo para tenerla en la mente, sino para que nuestros
caminos vayan rectificándose y amoldándose a la voluntad de Dios, revelada a
nosotros en Aquel que es su Palabra Encarnada, y que se convierte para nosotros
en Camino, Verdad y Vida.
Mt. 5, 17-19. Jesús no vino a
abolir la Ley, sino a darle plenitud.
Muchas
veces quisiéramos manifestarnos como personas de fe por nuestra fidelidad a las
enseñanzas y mandatos de Dios y de su Iglesia; e incluso a las normas de grupos
o asociaciones de fieles con quienes estemos comprometidos. Vivir así da la
impresión de ser personas de élite, desligadas del resto infiel de la Iglesia.
Aun
cuando Jesús no vino a abolir la ley ni los profetas, sí vino a purificarlos de
toda envoltura puesta por el hombre mediante aplicaciones minuciosas, que en
lugar de propiciar el amor, restringen el caminar de la persona.
La
plenitud de la Ley y los profetas es el amor. Sin él todo pierde sentido. Quien
ama a Dios y al prójimo cumple la ley, no como carga pesada, sino como un
camino que nos acerca al Señor y a nuestros semejantes, y nos hace vivir en paz
con ellos.
La
Cuaresma nos ha de ayudar a volver la mirada hacia el amor, en la forma como
nos lo ha enseñado Jesucristo con sus palabras, con sus obras y con su vida
misma. Seguir ese mismo camino tras las huellas del Señor, nos hará no
legalistas, ni caminaremos al margen de la Ley, sino personas maduras que, en
el amor sólo tienen por Padre a Dios, a quien aman sobre todas las cosas; y que
no tienen otra preocupación que ser un signo del Dios-Amor para el prójimo,
amándolo no sólo como a uno mismo, sino con el mismo estilo de amor con que
Cristo nos ha amado a nosotros.
En
la Eucaristía celebramos la nueva alianza de Dios con nosotros. Así se
convierte en un verdadero signo del amor que Dios nos tiene. No venimos sólo a
escuchar su palabra para ponerla en práctica, venimos, además, a ser testigos
del amor que el Señor nos tiene hasta el extremo. Su entrega Pascual fue movida
únicamente por el amor. Para nosotros esa es también nuestra única norma.
La
Eucaristía nos hace entrar en comunión de vida y de misión con Cristo. Aquí nos
llenamos del amor de Dios, y se nos da como misión ser testigos de ese amor en
medio de nuestros hermanos. Quien, al salir de esta celebración siga viviendo
al margen de los demás, no ha entendido la Eucaristía, pues tal vez sólo venga
a ella por costumbre, o por pensar que así le es más grato a Dios, pero no por
un amor verdadero hacia Él.
Entrar
en comunión con Cristo es aceptar hacerlo presente en los diversos ambientes en
que se desarrolle nuestra vida. Su Espíritu ha de hacernos fecundos no sólo en
el culto, sino en el testimonio de vida hecho amor concreto en favor de
nuestros hermanos.
La
ley del amor más que un mandato es una forma de vida que nos hace convertirnos
en motivo de paz, de alegría, de solidaridad, de bondad, de misericordia para
nuestros hermanos.
Jesús
nos pide dar plenitud, vida, en nosotros, al amor tanto a Dios como a nuestro
prójimo. Nuestra cercanía y amor a Dios no sólo nos ha de llevar a darle culto,
sino a convertir nuestra vida, llena de buenas obras, en una continua alabanza
de su Nombre.
El
amor al prójimo no sólo nos ha de llevar a socorrerlo en sus necesidades sino
que también hemos de ser conscientes de su pecado, como nosotros somos
conscientes del nuestro, para ayudarlo a encontrar el camino que le conduzca
hacia el Señor.
Ante
nuestra realidad pecadora hemos de tomar en serio el llamado que Dios nos hace
a una sincera conversión y a anunciar a los demás, la necesidad de volver a
Dios, para el perdón de sus propios pecados.
Con
una Comunidad libre del peso de sus culpas, y con el compromiso de una vida que
se va renovando en Cristo, será posible construir relaciones más justas, más
sanas, e ir por caminos de paz. Así alcanzamos a ver que el mandato del Señor
no nos lleva a una vida desencarnada de la realidad, sino a un compromiso que
nos ayude a darle un nuevo rumbo a la vida personal y social.
Si
los millones de quienes decimos creer en Cristo tomáramos en serio nuestra fe y
viviésemos en la civilización del amor, nuestro mundo tendría un nuevo rostro.
Si por desgracia esto no ha sido posible, es porque nuestra fe es sólo un
espejismo, una sombra, una nube mañanera que, cuando sale el sol, desaparece.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de ser fortalecidos por Él para que no sólo escuchemos su
Palabra, sino para que la pongamos en práctica, fortalecidos por la presencia
del Espíritu Santo en nosotros. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica
REFLEXION:
AUN PUEBLO SABIO.
Dt
4,1. 5-9; Mt 5,17-19
Las
personas actuamos por convicciones o por intereses. Cuando las convicciones y
valores se interiorizan, se traducen en normas y mandatos que regulan la puesta
en práctica de dichos valores. Israel ordena su vida en sociedad dando un puesto
especial a la liberad, la solidaridad, la defensa de los débiles y la justicia.
Los mandatos que recogen los distintos códigos reglamentan al detalle muchos de
los aspectos de la vida cotidiana del pueblo. La obediencia a tales mandatos,
sería efectivamente la forma sabia y sensata de encaminarse a la dicha. En
consonancia con esa mentalidad, el Señor Jesús reafirma la carácter orientador
y permanente de la ley dada por Dios a Israel. El proyecto de Dios comunicado a
Israel, tiene elementos válidos y perdurables que Jesús actualizará para que
sirvan de guía a sus discípulos. (www misal . com . mx).
Santos
Cástulo de Roma, mártir; Braulio de Zaragoza, obispo.
Beato Pedro Marginet, monje. Feria (Morado)
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