LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
VIERNES
14 DE MARZO DE 2014
I
SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 24, 17-18)
Sálvame,
Señor, de todas mis angustias. Mira mis trabajos y mis penas, y perdona todos
mis pecados.
ORACIÓN
COLECTA
Concede,
Señor, a tus hijos prepararse interiormente a la celebración de la Pascua, para
que la mortificación corporal, propia de este tiempo, dé en cada uno de
nosotros frutos espirituales. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
¿Acaso
quiero yo la muerte del pecador y no más bien que enmiende su conducta y viva?
DEL
LIBRO DEL PROFETA EZEQUIEL: 18, 21-28
Esto
dice el Señor: "Si el pecador se arrepiente de los pecados cometidos,
guarda mis preceptos y practica la rectitud y la justicia, ciertamente vivirá y
no morirá; no me acordaré de los delitos que cometió; vivirá a causa de la
justicia que practicó. ¿Acaso quiero yo la muerte del pecador, dice el Señor, y
no más bien que enmiende su conducta y viva?
Si
el justo se aparta de su justicia y comete maldad, no se recordará la justicia
que hizo. Por la iniquidad que perpetró, por el pecado que cometió, morirá. Y
si dice: `No es justo el proceder del Señor', escucha, casa de Israel: ¿Conque
es injusto mi proceder? ¿No es más bien el proceder de ustedes el injusto?
Cuando
el justo se aparta de su justicia, comete la maldad y muere; muere por la
maldad que cometió. Cuando el pecador se arrepiente del mal que hizo y practica
la rectitud y la justicia, él mismo salva su vida. Si recapacita y se aparta de
los delitos cometidos, ciertamente vivirá y no morirá".
Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 129
R/.
Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde
el abismo de mis pecados clamo a ti; Señor, escucha mi clamor; que estén
atentos tus oídos a mi voz suplicante. R/.
Si
conservaras el recuerdo de las culpas, ¿quién habría, Señor, que se salvara?
Pero de ti procede el perdón, por eso con amor te veneramos. R/.
Confío
en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra; mi alma aguarda al Señor,
mucho más que a la aurora el centinela. R/.
Como
aguarda a la aurora el centinela, aguarde Israel al Señor, porque del Señor
viene la misericordia y la abundancia de la redención, y Él redimirá a su
pueblo de todas sus iniquidades. R/.
ACLAMACIÓN
(Ez 18, 31)
R/.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Purifíquense
de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor. R/.
Ve
primero a reconciliarte con tu hermano.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 5, 20-26
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Les aseguro que si su justicia
no es mayor que la de los escribas y fariseos, ciertamente no entrarán ustedes
en el Reino de los cielos.
Han
oído que se dijo a los antiguos: No matarás y el que mate será llevado ante el
tribunal. Pero yo les digo: Todo el que se enoje con su hermano, será llevado
también ante el tribunal; el que insulte a su hermano, será llevado ante el
tribunal supremo, y el que lo desprecie, será llevado al fuego del lugar de
castigo.
Por
lo tanto, si cuando vas a poner tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí
mismo de que tu hermano tiene alguna queja contra ti, deja tu ofrenda junto al
altar y ve primero a reconciliarte con tu hermano, y vuelve luego a presentar
tu ofrenda.
Arréglate
pronto con tu adversario, mientras vas con él por el camino; no sea que te
entregue al juez, el juez al policía y te metan a la cárcel. Te aseguro que no
saldrás de allí hasta que hayas pagado el último centavo". Palabra del
Señor. Gloria a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, estas ofrendas por medio de las cuales has querido misericordiosamente
devolvernos tu amistad y darnos la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
Prefacio
I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Ez 33, 11)
Tan
cierto como que vivo, dice el Señor, no quiero la muerte del pecador, sino que
se convierta y viva.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
la recepción de tu sacramento nos renueve, Señor, y, purificados de toda
maldad, nos haga participar de los bienes de la redención. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
REFLEXION
Ez. 18, 21-28. El profeta Ezequiel
nos quiere hacer entender al Dios misericordioso, que no quiere la muerte del
pecador, sino que enmiende su conducta y viva.
No
basta arrodillarse para pedir perdón para después volver a la vida de maldad.
El Señor mismo nos previene para no tomar una actitud en ese sentido cuando, en
el libro de los Proverbios nos dice: Como el perro vuelve a su vómito, el necio
insiste en su estupidez.
El
camino de conversión, fortalecido por este tiempo especial de gracia en la
Iglesia, debe llevarnos hacia una vida continuamente renovada.
No
basta, efectivamente, con invocar a Dios como Señor; hay que confesarlo con el
testimonio de una vida que ha estrenado un corazón nuevo y un espíritu nuevo.
Dios,
Padre comprensivo para nosotros, siempre está dispuesto a perdonarnos. Quien se
acerca a Él y camina guiado por su Espíritu, no será defraudado en el amor y en
la misericordia divina, pues aunque los pecados hayan sido rojos como
escarlata, la persona quedará purificada, blanca con una blancura que nadie
puede lograr sobre la tierra.
Quien
abandona los caminos de Dios no encontrará otro nombre en el cual pueda
salvarse. Dios no lo condenará, sino que la misma persona caminará hacia su
propia perdición. Por eso el Señor nos invita a rectificar nuestros caminos y a
enderezar nuestros senderos para que Él pueda vivir en nosotros y, teniéndolo a
Él, tengamos la salvación eterna.
Sal. 130 (129). Recordamos a Dios
como Aquel de quien procede el perdón. A Él se dirigen nuestras súplicas desde
el abismo de nuestros pecados y sus consecuencias. Sabemos que Dios es
comprensivo y misericordioso. Nosotros somos frágiles; pero, al pedir perdón le
suplicamos a Dios que nos ayude a confiar en Él, en su poder salvador, ya que
de Él no sólo nos viene la misericordia sino también la abundancia de la
redención.
En
Cristo hemos recibido la manifestación más grande del amor, del perdón, de la
misericordia, de la salvación que Dios puede darnos.
Procuremos,
en esta Cuaresma, estar vigilantes, como el centinela que impaciente espera la
aurora, para no dejar que el Señor pase de largo ante nosotros, sino que su
vida, su palabra llegue y permanezca en nosotros hasta producir frutos
abundantes de buenas obras.
Mt. 5, 20-26. En el Evangelio el
Señor nos recuerda el quinto mandamiento de la Ley de Dios: No matarás y el que
mate será llevado ante el tribunal.
Muchos
tal vez puedan sentirse en paz por no haber terminado con la vida de alguien.
Muchos otros, en cambio, tendrán que recapacitar por haber terminado con la
vida de miles de personas a causa de sus intereses egoístas. Tal vez algunos
otros hayan contribuido a la Eutanasia para deshacerse de personas
consideradas, no sólo inútiles, sino una carga para la vida social. Alguien más
se habrá visto involucrado en la provocación del aborto, por razones tal vez
comprensibles, pero que no justifican la destrucción del don de la vida. Tal
vez alguien más haya arruinado la vida de otras personas para evitar perder
escaños en la vida, o porque las envidias, o el afán desmedido de poder, le
llevaron a acabar con la buena fama de quienes consideraba un obstáculo en la
vida. Otros pudieron arrinconar a los ancianos en lugares donde han perdido el
calor de hogar y sólo esperan angustiados el fin de su vida, sin amor y sin
ilusiones. No faltará quien se haya convertido en un fraude para su cónyuge y
le haya arruinado su vida a causa de compromisos no cumplidos, por haberse
aceptado con inmadurez emocional, o sólo con fines pasajeros. Alguien podría
haber acabado con la inocencia de los pequeños, y de los que se parecen a
ellos, y eludir sus consecuencias y las responsabilidades nacidas de los
propios actos.
Conocemos
gente que vaga sin sentido, sin afecto, con el sufrimiento a cuestas. ¿No los habremos
matado nosotros mismos? ¿No son nuestros enojos que nos impiden perdonar, no
son nuestros insultos que nos hacen pisotear a los demás, no son nuestros
desprecios los que han causado mucho dolor y sufrimiento?
Estamos
en la presencia de Dios para celebrar esta Eucaristía. ¿Venimos como
delincuentes o como hijos de Dios? ¿Venimos como hermanos o como enemigos? El
Señor siempre está dispuesto a perdonar, pero nos pide renovar nuestra vida.
Si
venimos a la presencia del Señor para retirarnos como si nada hubiese pasado;
si no nos convertimos al Señor después de habernos encontrado con Él, estaremos
perdiendo el tiempo.
Es
por eso que el Señor nos dice: Si no vienes en paz, si vienes con las manos
cargadas de crímenes y sin arrepentimiento, mejor deja tu ofrenda y vete a
poner en paz con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda; sólo entonces
tu voz se hará oír en el cielo. Ponte en paz con tus adversarios, sea que te
hayan ofendido o que tú los hayas ofendido. No sea que al final de tu camino te
encuentres con la desagradable sorpresa de que, por no haber perdonado y no
haber amado, te metan a la cárcel para no salir de ahí hasta haberlo pagado
todo, o para estar en cadena perpetua.
Quienes
creemos en Cristo y acudimos a la celebración de su misterio pascual hecho
memorial en la Eucaristía, tenemos el compromiso de impulsar la vida, no de
acabar con ella.
Los
diversos ambientes y condiciones del mundo en que nos movemos han de ser
saneados, de tal forma que si algunas de sus costumbres incitan al pecado,
todas ellas sean rescatadas para que sean conforme a las normas de la justicia,
y favorezcan en vez de impedir la práctica de las virtudes. Obrando así,
impregnaremos de valores morales toda la cultura y las realizaciones humanas.
Este
trabajo por el Reino de Dios es el que se nos ha confiado a quienes creemos en
Cristo; hemos de trabajar por la verdadera justicia que viene de Dios.
Ser
justos, comprensivos; saber ayudar a nuestro prójimo en sus necesidades; vivir
el amor hacia él con el mismo compromiso y estilo con que hemos sido amados por
Cristo, hará posible que no sólo nuestro culto, tal vez muy puntual, sea grato
al Señor, sino toda nuestra vida.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de manifestarnos como signos creíbles de Él por nuestro amor,
nuestro cariño, nuestro respeto hacia los pobres, los ancianos, los débiles.
Esto será el fruto que venga de haber apostado, no por la muerte, sino por la
vida, aun cuando tengamos que pasar por el sufrimiento, el dolor y la muerte,
no como algo que nos atrape, sino como la puerta que se nos abra para la
posesión definitiva de Dios. Amén
Reflexión:
Homilía católica
CONVERSIÓN
O RECONCILIACIÓN
Ez
18, 21-28; Mt 5, 20-26
El
profeta Ezequiel y el Señor Jesús apuntan hacia un rumbo parecido: no a la
confrontación y el empecinamiento, sí a la reconciliación y el cambio de
mentalidad. Los israelitas que padecieron la destrucción en el año 586 a. C.
problematizaron ese suceso y cuestionaron la creencia en la retribución divina,
que castigaba con muerte a los malvados y acarreaba bendición para los fieles a
la ley. Obviamente era un principio de no fácil aplicación en la práctica,
porque ¿Qué plazo concedería Dios al malvado irredento antes de hacerlo morir?
En la exhortación del Sermón de la Montaña, el Señor Jesús nos alienta a
superar los conflictos y desavenencias con los hermanos, por dos razones: la
rivalidad nos inhabilita para participar en las celebraciones eucarísticas
donde celebramos la fraternidad y además, es una estrategia insuficiente porque
resulta más perjudicial que la reconciliación o justicia alternativa.
(Reflexión de www misal . com . mx)
Santos
Matilde de
Alemania, reina; Alejandro de Macedonia, mártir.
Beato Jacobo Cusmano, fundador.
Feria (Morado)
No hay comentarios:
Publicar un comentario