LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
MIERCOLES
12 DE MARZO DE 2014
I
SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 24, 6. 3. 22)
Recuerda,
Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas y no permitas que nos
derrote el enemigo. Sálvanos, Dios de Israel, de todas nuestras angustias.
ORACIÓN
COLECTA
Mira,
Señor, con bondad a tu pueblo, que con fervor desea entregarse más a ti y
concédele que la práctica de las buenas obras renueve su alma, ya que con sus
privaciones se esfuerza por dominar su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Los
habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta.
DEL
LIBRO DEL PROFETA JONÁS: 3, 1-10
En
aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: "Levántate y
vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a
indicar".
Se
levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una
ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la
ciudad durante un día, pregonando: "Dentro de cuarenta días Nínive será
destruida".
Los
ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes
y pequeños. Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se
quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de
sus ministros, mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto: "Que
hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban;
que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios y que cada uno se
arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se
arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no
moriremos".
Cuando
Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no
les mandó el castigo que había determinado imponerles.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 50
R/.
A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias.
Por
tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis
ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. R/.
Crea
en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos.
No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu. R/.
Tú,
Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no
te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú
nunca lo desprecias. R/.
ACLAMACIÓN
(JI 2, 12-13)
R/.
Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía
es tiempo, dice el Señor, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy
compasivo y misericordioso. R/.
A
la gente de este tiempo no se le dará otra señal que la del profeta Jonás.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: 11, 29-32
En
aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles:
"La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se
le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los
habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este
tiempo.
Cuando
sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día
del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la
tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que
Salomón.
Cuando
sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día
del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de
Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Te
presentamos, Señor, este pan y este vino que tú mismo nos has dado para que te
los ofreciéramos, a fin de que, al convertirlos tú en el Cuerpo y la Sangre de
tu Hijo, nos obtengan la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 5, 12)
Que
se alegren, Señor, cuantos en ti confían, que se regocijen eternamente porque
tú estás con ellos.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú,
Señor, que no cesas de invitarnos a tu mesa, concédenos que la recepción de
este sacramento sea para nosotros fuente de vida eterna. Por Jesucristo,
nuestro Señor
REFLEXION
Jon.
3, 1-10. Nínive, ciudad considerada impura por estar cargada de maldades, es en
la antigüedad el símbolo del pecado. Y, puesto que para Dios nada hay
imposible, quiere ponernos a esa ciudad impenitente como el símbolo de lo que
Él puede hacer para manifestarnos su misericordia y su perdón.
Los
ninivitas, y junto con ellos, los que crean en Dios, lo aceptarán en su propia
vida, en su corazón, como se acepta en casa a un amigo. Ante Él se ha de
reconocer el propio pecado y se ha de tomar la firme decisión de rectificar los
propios caminos.
El
final de la lectura de este día nos habla de la eficacia del ayuno, del
sacrificio y de la oración. Dios no quiere que el pecador perezca, sino que se
convierta y viva.
Ante
las desgracias personales, familiares o sociales, ¿nos quedamos espantados y
pasmados? ¿nos llenamos de terror ante la amenaza de guerra? ¿sólo pedimos a
los diversos actores de la vida social que recapaciten sobre las consecuencias
de sus actos que se pueden convertir en un crimen de la humanidad?
La
fuerza de la oración y no la fuerza de la guerra, nos lo recordaba el Papa Juan
Pablo II, debe estar en el corazón de toda la humanidad.
Tiempo
de oración; sí, pero también tiempo de conversión. No sólo podemos acercarnos
al Señor para orarle; si nuestro corazón sigue lejos de Él, si no hay un
compromiso con el Dios de la paz y de la misericordia, nuestras oraciones ante
Él serían inútiles.
A
partir de un encuentro personal con el Señor en la intimidad de la oración debe
cambiar el rumbo de la vida personal y de nuestras decisiones. ¿Acaso nos
arrodillaremos ante el Señor para que nos defienda y nada nos pase mientras
matamos, destruimos a nuestro prójimo? Finalmente el Señor podrá pedirnos
cuentas de lo que le hicimos a Él en aquellos que convivieron con nosotros.
El
rey, del que nos habla esta lectura, ordenó, además de la oración y el ayuno,
que todos se arrepintieran de su mala vida y dejaran de cometer injusticias.
¿Cuál es nuestro compromiso con Dios y con nuestros hermanos?
Sal
51 (50). Reconocemos que ante Dios, que nos ha llamado a juicio y nos pide, no
tanto ofrendas y sacrificios, sino fidelidad a la alianza que hemos pactado con
Él, no podemos ocultar nuestras miserias.
Ser
bautizados, creer en Cristo no puede, finalmente encerrar nuestra fe en
prácticas piadosas pero huecas de amor sincero hacia los demás.
Esta
Cuaresma nos ha de llevar a saber reconocer nuestra fragilidad y nuestras
fallas al compromiso emanado de haber entrado en comunión de vida con el
Dios-Amor-Misericordia. Si no queremos vivir hipócritamente nuestra fe; si
queremos vivir nuestro compromiso con el Señor hasta sus últimas consecuencias,
hemos de saber escuchar su Palabra y vivirla en plenitud.
Hemos
de acercarnos a Aquel que es el único que puede lavarnos de nuestros delitos,
de nuestros crímenes, de nuestras incongruencias en el verdadero amor y en el
auténtico servicio a la vida. Así, purificados de nuestros pecados y estrenando
un corazón puro y un espíritu nuevo seremos conducidos, no por nuestros
caprichos egoístas, sino por el Espíritu de Dios, que quiere que vivamos unidos
como hermanos, sin odios ni divisiones.
Que
el mejor de nuestros sacrificios ante Dios sea presentarle un corazón contrito
y dispuesto a luchar por el bien de todos.
Lc.
11, 29-32. Gente perversa, nos dice el Señor. Buscarlo sólo para que cumpla
nuestros antojos es manipulación y no compromiso de fe. Estar contentos con Él
cuando lo tenemos todo y, por el contrario, sentirnos decepcionados de Él
cuando la vida se nos complica, es signo de egoísmo y de búsqueda del Señor de
un modo interesado.
Al
darnos el Señor el signo de su gloriosa resurrección y de su glorificación a la
diestra del Padre Dios, nos ha manifestado el verdadero sentido de la vida de
la persona humana y del curso de la historia.
Buscarlo
y encontrarnos con Él es encontrar la verdadera sabiduría; la que nos hace
justos, rectos, honestos, solidarios y fraternos con todas las personas. En
cambio buscarlo para escuchar su palabra y continuar en nuestros caminos
tortuosos por la maldad es ser torpe como los animales que sólo viven, engordan
y disfrutan lo que tienen a mano, pero no son capaces de amar.
Encontrarnos
con Cristo es encontrar la luz que nos hace caminar sin tropiezos, sin
ilusiones falsas, sin odios ni destrucciones. Ante el Señor se requiere una
verdadera conversión que desemboque en el compromiso de convertirnos en signos
de su amor, de su paz, de su alegría, de su cercanía, de su perdón, de su
misericordia.
No
podemos decir que la salvación ha llegado a quien, diciéndose persona de fe por
profesar alguna religión que le una con Dios, viva sin un verdadero compromiso
de amor hacia sus hermanos.
La
Eucaristía que nos reúne en este día debe ser el principio de un compromiso con
Aquel con quien entramos en comunión.
Muertos,
junto con Cristo, al pecado, hemos de resucitar a una vida nueva. Nosotros
somos el mejor signo del amor de Dios para nuestros hermanos; somos su mejor
carta de recomendación, escrita, no con tinta, sino con la sangre del Cordero
Inmaculado.
Este
memorial de Cristo no sólo se celebra en la Eucaristía; este memorial se
prolonga en la vida de la Iglesia. Quien contempla a la Comunidad de creyentes
contempla al mismo Cristo que continúa su obra de salvación en el mundo y su
historia.
Enfrentar
la vida con sus retos significa, para las personas de fe en Cristo, una
verdadera lucha, a brazo partido y aceptando todas sus consecuencias, por
lograr que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros.
Cuando
logremos la paz entre nosotros; cuando vivamos de un modo más fraterno; cuando
seamos solidarios con el dolor de nuestros hermanos que viven en desgracia, no
sólo para consolarlos sino para ayudarlos a tener una vida más digna, entonces,
y sólo entonces, podremos llamar a Dios Padre nuestro.
¿Podremos
decirle Padre a Dios cuando destruimos, pisoteamos y hacemos más pesada la vida
de nuestro prójimo? ¿Acaso podrá Él decirnos: Tú eres mi hijo amado, en quien tengo
mis complacencias.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de que día a día el Espíritu Santo vaya
formando en nosotros la imagen de su propio Hijo, para que, revestidos de
Cristo, seamos capaces de hacer, con la fuerza del mismo Espíritu, que el
rostro resplandeciente del Señor brille en su Iglesia, y todos seamos capaces
de darle un nuevo rumbo a nuestra historia. Amén.
Homiliacatolica
DE
JONÁS A JESÚS
Jon
3, 1-10; Lc 11, 29-32
Los
adversarios que cuestionaban el proceder de Jesús, demandaban que realizara
señales que acreditaran su autoridad. Él se rehúsa a realizar más señales que
las ya cumplidas. Sin embargo, les advierte que toda su vida y no un hecho
aislado es la verdadera señal. Efectivamente supera a Salomón porque no pone su
corazón en las vanidades que sedujeron al hijo del rey David (fama, riqueza,
lujos), sino en el cumplimiento de la voluntad de Dios y en el servicio a los
hermanos. Es más que Jonás porque no recurrió a los discursos amenazadores,
sino a las palabras de gracia. Con esta respuesta el Señor Jesús reafirma su
propuesta evangelizadora: no ha venido a deslumbrar con señales aparatosas, ni
a convencer con prodigios extraordinarios. Jesús nos atrae a través de gestos
sencillos: su entrega sin condiciones, sus actitudes y opciones en clave de
congruencia y autenticidad son su mejor señal.
Santos
Pablo Aureliano de Lyon, obispo; Luis Orione, fundador.
Beata Justina Francucci Bezzoli, religiosa. Feria
(Morado)
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