martes, 11 de marzo de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA MIERCOLES 12 DE MARZO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
MIERCOLES 12 DE MARZO DE 2014
I SEMANA DE CUARESMA

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 24, 6. 3. 22)
Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas y no permitas que nos derrote el enemigo. Sálvanos, Dios de Israel, de todas nuestras angustias.

ORACIÓN COLECTA
Mira, Señor, con bondad a tu pueblo, que con fervor desea entregarse más a ti y concédele que la práctica de las buenas obras renueve su alma, ya que con sus privaciones se esfuerza por dominar su cuerpo. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Los habitantes de Nínive se arrepintieron de su mala conducta.

DEL LIBRO DEL PROFETA JONÁS: 3, 1-10

En aquellos días, el Señor volvió a hablar a Jonás y le dijo: "Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar".
Se levantó Jonás y se fue a Nínive, como le había mandado el Señor. Nínive era una ciudad enorme: hacían falta tres días para recorrerla. Jonás caminó por la ciudad durante un día, pregonando: "Dentro de cuarenta días Nínive será destruida".
Los ninivitas creyeron en Dios, ordenaron un ayuno y se vistieron de sayal, grandes y pequeños. Llegó la noticia al rey de Nínive, que se levantó del trono, se quitó el manto, se vistió de sayal, se sentó sobre ceniza y en nombre suyo y de sus ministros, mandó proclamar en Nínive el siguiente decreto: "Que hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; que todos se vistan de sayal e invoquen con fervor a Dios y que cada uno se arrepienta de su mala vida y deje de cometer injusticias. Quizá Dios se arrepienta y nos perdone, aplaque el incendio de su ira y así no moriremos".
Cuando Dios vio sus obras y cómo se convertían de su mala vida, cambió de parecer y no les mandó el castigo que había determinado imponerles.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 50
R/. A un corazón contrito, Señor, no lo desprecias.

Por tu inmensa compasión y misericordia, Señor, apiádate de mí y olvida mis ofensas. Lávame bien de todos mis delitos y purifícame de mis pecados. R/.

Crea en mí, Señor, un corazón puro, un espíritu nuevo para cumplir tus mandamientos. No me arrojes, Señor, lejos de ti, ni retires de mí tu santo espíritu. R/.

Tú, Señor, no te complaces en los sacrificios y si te ofreciera un holocausto, no te agradaría. Un corazón contrito te presento, y a un corazón contrito, tú nunca lo desprecias. R/.

ACLAMACIÓN (JI 2, 12-13)
R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Todavía es tiempo, dice el Señor, conviértanse a mí de todo corazón, porque soy compasivo y misericordioso. R/.



A la gente de este tiempo no se le dará otra señal que la del profeta Jonás.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS: 11, 29-32

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: "La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero no se le dará más señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.
Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.
Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Te presentamos, Señor, este pan y este vino que tú mismo nos has dado para que te los ofreciéramos, a fin de que, al convertirlos tú en el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo, nos obtengan la salvación eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

Prefacio I-V de Cuaresma.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Sal 5, 12)
Que se alegren, Señor, cuantos en ti confían, que se regocijen eternamente porque tú estás con ellos.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Tú, Señor, que no cesas de invitarnos a tu mesa, concédenos que la recepción de este sacramento sea para nosotros fuente de vida eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor

REFLEXION

Jon. 3, 1-10. Nínive, ciudad considerada impura por estar cargada de maldades, es en la antigüedad el símbolo del pecado. Y, puesto que para Dios nada hay imposible, quiere ponernos a esa ciudad impenitente como el símbolo de lo que Él puede hacer para manifestarnos su misericordia y su perdón.
Los ninivitas, y junto con ellos, los que crean en Dios, lo aceptarán en su propia vida, en su corazón, como se acepta en casa a un amigo. Ante Él se ha de reconocer el propio pecado y se ha de tomar la firme decisión de rectificar los propios caminos.
El final de la lectura de este día nos habla de la eficacia del ayuno, del sacrificio y de la oración. Dios no quiere que el pecador perezca, sino que se convierta y viva.
Ante las desgracias personales, familiares o sociales, ¿nos quedamos espantados y pasmados? ¿nos llenamos de terror ante la amenaza de guerra? ¿sólo pedimos a los diversos actores de la vida social que recapaciten sobre las consecuencias de sus actos que se pueden convertir en un crimen de la humanidad?
La fuerza de la oración y no la fuerza de la guerra, nos lo recordaba el Papa Juan Pablo II, debe estar en el corazón de toda la humanidad.
Tiempo de oración; sí, pero también tiempo de conversión. No sólo podemos acercarnos al Señor para orarle; si nuestro corazón sigue lejos de Él, si no hay un compromiso con el Dios de la paz y de la misericordia, nuestras oraciones ante Él serían inútiles.
A partir de un encuentro personal con el Señor en la intimidad de la oración debe cambiar el rumbo de la vida personal y de nuestras decisiones. ¿Acaso nos arrodillaremos ante el Señor para que nos defienda y nada nos pase mientras matamos, destruimos a nuestro prójimo? Finalmente el Señor podrá pedirnos cuentas de lo que le hicimos a Él en aquellos que convivieron con nosotros.
El rey, del que nos habla esta lectura, ordenó, además de la oración y el ayuno, que todos se arrepintieran de su mala vida y dejaran de cometer injusticias. ¿Cuál es nuestro compromiso con Dios y con nuestros hermanos?

Sal 51 (50). Reconocemos que ante Dios, que nos ha llamado a juicio y nos pide, no tanto ofrendas y sacrificios, sino fidelidad a la alianza que hemos pactado con Él, no podemos ocultar nuestras miserias.
Ser bautizados, creer en Cristo no puede, finalmente encerrar nuestra fe en prácticas piadosas pero huecas de amor sincero hacia los demás.
Esta Cuaresma nos ha de llevar a saber reconocer nuestra fragilidad y nuestras fallas al compromiso emanado de haber entrado en comunión de vida con el Dios-Amor-Misericordia. Si no queremos vivir hipócritamente nuestra fe; si queremos vivir nuestro compromiso con el Señor hasta sus últimas consecuencias, hemos de saber escuchar su Palabra y vivirla en plenitud.
Hemos de acercarnos a Aquel que es el único que puede lavarnos de nuestros delitos, de nuestros crímenes, de nuestras incongruencias en el verdadero amor y en el auténtico servicio a la vida. Así, purificados de nuestros pecados y estrenando un corazón puro y un espíritu nuevo seremos conducidos, no por nuestros caprichos egoístas, sino por el Espíritu de Dios, que quiere que vivamos unidos como hermanos, sin odios ni divisiones.
Que el mejor de nuestros sacrificios ante Dios sea presentarle un corazón contrito y dispuesto a luchar por el bien de todos.

Lc. 11, 29-32. Gente perversa, nos dice el Señor. Buscarlo sólo para que cumpla nuestros antojos es manipulación y no compromiso de fe. Estar contentos con Él cuando lo tenemos todo y, por el contrario, sentirnos decepcionados de Él cuando la vida se nos complica, es signo de egoísmo y de búsqueda del Señor de un modo interesado.
Al darnos el Señor el signo de su gloriosa resurrección y de su glorificación a la diestra del Padre Dios, nos ha manifestado el verdadero sentido de la vida de la persona humana y del curso de la historia.
Buscarlo y encontrarnos con Él es encontrar la verdadera sabiduría; la que nos hace justos, rectos, honestos, solidarios y fraternos con todas las personas. En cambio buscarlo para escuchar su palabra y continuar en nuestros caminos tortuosos por la maldad es ser torpe como los animales que sólo viven, engordan y disfrutan lo que tienen a mano, pero no son capaces de amar.
Encontrarnos con Cristo es encontrar la luz que nos hace caminar sin tropiezos, sin ilusiones falsas, sin odios ni destrucciones. Ante el Señor se requiere una verdadera conversión que desemboque en el compromiso de convertirnos en signos de su amor, de su paz, de su alegría, de su cercanía, de su perdón, de su misericordia.
No podemos decir que la salvación ha llegado a quien, diciéndose persona de fe por profesar alguna religión que le una con Dios, viva sin un verdadero compromiso de amor hacia sus hermanos.
La Eucaristía que nos reúne en este día debe ser el principio de un compromiso con Aquel con quien entramos en comunión.
Muertos, junto con Cristo, al pecado, hemos de resucitar a una vida nueva. Nosotros somos el mejor signo del amor de Dios para nuestros hermanos; somos su mejor carta de recomendación, escrita, no con tinta, sino con la sangre del Cordero Inmaculado.
Este memorial de Cristo no sólo se celebra en la Eucaristía; este memorial se prolonga en la vida de la Iglesia. Quien contempla a la Comunidad de creyentes contempla al mismo Cristo que continúa su obra de salvación en el mundo y su historia.
Enfrentar la vida con sus retos significa, para las personas de fe en Cristo, una verdadera lucha, a brazo partido y aceptando todas sus consecuencias, por lograr que el Reino de Dios se haga realidad entre nosotros.
Cuando logremos la paz entre nosotros; cuando vivamos de un modo más fraterno; cuando seamos solidarios con el dolor de nuestros hermanos que viven en desgracia, no sólo para consolarlos sino para ayudarlos a tener una vida más digna, entonces, y sólo entonces, podremos llamar a Dios Padre nuestro.
¿Podremos decirle Padre a Dios cuando destruimos, pisoteamos y hacemos más pesada la vida de nuestro prójimo? ¿Acaso podrá Él decirnos: Tú eres mi hijo amado, en quien tengo mis complacencias.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de que día a día el Espíritu Santo vaya formando en nosotros la imagen de su propio Hijo, para que, revestidos de Cristo, seamos capaces de hacer, con la fuerza del mismo Espíritu, que el rostro resplandeciente del Señor brille en su Iglesia, y todos seamos capaces de darle un nuevo rumbo a nuestra historia. Amén.

Homiliacatolica

DE JONÁS A JESÚS
Jon 3, 1-10; Lc 11, 29-32
Los adversarios que cuestionaban el proceder de Jesús, demandaban que realizara señales que acreditaran su autoridad. Él se rehúsa a realizar más señales que las ya cumplidas. Sin embargo, les advierte que toda su vida y no un hecho aislado es la verdadera señal. Efectivamente supera a Salomón porque no pone su corazón en las vanidades que sedujeron al hijo del rey David (fama, riqueza, lujos), sino en el cumplimiento de la voluntad de Dios y en el servicio a los hermanos. Es más que Jonás porque no recurrió a los discursos amenazadores, sino a las palabras de gracia. Con esta respuesta el Señor Jesús reafirma su propuesta evangelizadora: no ha venido a deslumbrar con señales aparatosas, ni a convencer con prodigios extraordinarios. Jesús nos atrae a través de gestos sencillos: su entrega sin condiciones, sus actitudes y opciones en clave de congruencia y autenticidad son su mejor señal.



Santos
Pablo Aureliano de Lyon, obispo; Luis Orione, fundador. Beata Justina Francucci Bezzoli, religiosa. Feria

(Morado)

No hay comentarios:

Publicar un comentario