LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
18 DE MARZO DE 2014
MARTES
DE LA II SEMANA DE CUARESMA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 12, 4-5)
Da
luz a mis ojos, Señor, para que no caiga en el sueño de la muerte; para que no
diga el enemigo: He triunfado sobre él.
ORACIÓN
COLECTA
Señor,
vela con amor constante sobre tu Iglesia y ya que sin ti no puede sostenerse lo
que se cimienta en la debilidad humana, protégela en los peligros y guíala a la
salvación eterna. Por nuestro Señor Jesucristo....
LITURGIA
DE LA PALABRA
Aprendan
a hacer el bien; busquen la justicia.
DEL
LIBRO DEL PROFETA ISAÍAS: 1, 10. 16-20
Oigan
la palabra del Señor, príncipes de Sodoma; escucha la enseñanza de nuestro
Dios, pueblo de Gomorra: "Lávense y purifíquense; aparten de mi vista sus
malas acciones. Dejen de hacer el mal, aprendan a hacer el bien, busquen la
justicia, auxilien al oprimido, defiendan los derechos del huérfano y la causa
de la viuda.
Vengan,
pues, y discutamos, dice el Señor. Aunque sus pecados sean rojos como la
sangre, quedarán blancos como la nieve. Aunque sean encendidos como la púrpura,
vendrán a ser como blanca lana. Si son ustedes dóciles y obedecen, comerán los
frutos de la tierra. Pero si se obstinan en la rebeldía, la espada los
devorará".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 49
R/.
Muéstranos, Señor, el camino de la salvación.
No
voy a reclamarte sacrificios, dice el Señor, pues siempre están ante mí tus
holocaustos. Pero ya no aceptaré becerros de tu casa, ni cabritos de tus
rebaños. R/.
¿Por
qué citas mis preceptos y hablas a toda hora de mi pacto, tú que detestas la
obediencia y echas en saco roto mis mandatos? R/.
Tú
haces esto, ¿y yo tengo que callarme? ¿Crees acaso que yo soy como tú? No, yo
te reprenderé y te echaré en cara tus pecados. Quien las gracias me da, ése me
honra y yo salvaré al que cumple mi voluntad. R/.
ACLAMACIÓN
(Ez 18, 31) R/. Honor y gloria a ti, Señor Jesús.
Purifíquense
de todas sus iniquidades; renueven su corazón y su espíritu, dice el Señor. R/.
Los
fariseos dicen una cosa y hacen otra.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 23, 1-12
En
aquel tiempo, Jesús dijo a las multitudes y a sus discípulos: "En la
cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos. Hagan, pues, todo lo
que les digan, pero no imiten sus obras, porque dicen una cosa y hacen otra.
Hacen fardos muy pesados y difíciles de llevar y los echan sobre las espaldas
de los hombres, pero ellos ni con el dedo los quieren mover. Todo lo hacen para
que los vea la gente. Ensanchan las filacterias y las franjas del manto; les
agrada ocupar los primeros lugares en los banquetes y los asientos de honor en
las sinagogas; les gusta que los saluden en las plazas y que la gente los llame
'maestros'.
Ustedes,
en cambio, no dejen que los llamen 'maestros', porque no tienen más que un
Maestro y todos ustedes son hermanos. A ningún hombre sobre la tierra lo llamen
'padre', porque el Padre de ustedes es sólo el Padre celestial. No se dejen
llamar 'guías', porque el guía de ustedes es solamente Cristo. Que el mayor de
entre ustedes sea su servidor, porque el que se enaltece será humillado y el
que se humilla será enaltecido". Palabra del Señor. Gloria a ti, Señor
Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que
este sacrificio que vamos a ofrecerte Señor, nos santifique, nos cure de
nuestro egoísmo y nos haga partícipes de los bienes eternos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Cuaresma.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 9, 2-3)
Proclamaré,
Señor, todas tus maravillas; me alegraré en ti y entonaré salmos a tu nombre,
Dios Altísimo.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
que esta comunión nos ayude a vivir más cristianamente y nos obtenga el auxilio
continuo de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXIÓN
Is.
1, 10. 16-20. Mito o realidad; pero son todo un signo de maldad esas ciudades
depravadas, castigadas, consumidas por el fuego y sepultadas en un mar de sal.
Dios,
por medio del profeta Isaías, llega hasta el extremo de la manifestación de su
bondad y de su misericordia, ofreciendo su perdón a quienes, siendo como los
habitantes de esas ciudades inicuas, se arrepientan, dejen de obrar el mal y
aprendan a hacer el bien.
El
Señor nos dice: Aunque su vida, a causa de sus culpas, haya quedado manchada
como sangre, si se arrepienten, yo la dejaré blanca como la nieve. Lo único que
nos pide es docilidad a su palabra y obediencia a sus enseñanzas y mandatos.
Cristo,
durante su ministerio, nos dio numerosos ejemplos del perdón que Dios ofrece a
todos, aun cuando sus faltas hayan sido muchas. Basta que amemos mucho para que
seamos perdonados mucho. El amor nos reconcilia con Dios y con el prójimo ¿Qué
más queremos?
Vemos
a Jesús expulsando una legión de demonios de una persona, lo vemos perdonando
al ladrón en la cruz, lo vemos llamando a la conversión a Zaqueo, a Mateo, a
María de Magdala, de la que expulsa siete demonios. También a nosotros nos
puede decir: Vete en paz, y no vuelvas a pecar.
La
Cuaresma nos ha de llevar no sólo a confesarnos por costumbre o por obediencia
a la Iglesia, sino a arrepentirnos de nuestros malos caminos, para iniciar una
vida nueva bajo la guía del Espíritu de Dios. Sólo así la Pascua de Cristo
habrá tenido sentido para nosotros, pues nos habremos renovado en Cristo.
Sal.
50 (49). Dios nos cita a juicio por infieles. Nuestro sacrificio es un
sacrificio vacío de sentido cuando acudimos al Señor y después continuamos en
nuestro pecado.
No
es costumbre, debe ser vida, encuentro con el Señor, compromiso con Él lo que
vivimos y celebramos en cada Eucaristía.
Dios
no cierra los ojos ante nuestras maldades; Él conoce hasta el fondo nuestra
vida. Si en verdad queremos honrarlo, no podemos hacerlo únicamente con los
labios mientras nuestro corazón quede lejos de Él. Él ciertamente es
misericordioso, siempre dispuesto a perdonarnos, pero ¿Estamos dispuestos a
recibir su perdón y a iniciar una vida nueva?
Mt.
23, 1-12. Nuestra vida de fe no puede convertirse en una hipocresía. Se es
hombre de fe en el templo y fuera de él. Se vive el amor, la fraternidad, la
paz en el templo y fuera de él. El que en verdad ha llegado a la grandeza del
mismo Dios, o por lo menos se acerca cada día a una identificación mayor con
Él, se convierte en el servidor de todos; en signo del Señor que no vino a ser
servido, sino a servir y a dar su vida por nosotros.
A
Él no lo vimos como maniquí en escaparate; no se paseó ilusamente ante
nosotros; no vivió con aires de grandeza, ni reclamó para sí los mejores
lugares.
Al
paso del tiempo nos hemos creado una imagen de Él como rey terreno y hemos
cargado sus imágenes de piedras y metales preciosos; lo hemos sentado en un
trono de gloria y hemos quedado deslumbrados por la imagen de un Dios hecho
según nuestros criterios. Sin embargo, Él sólo vino a servir, a vivir con
humildad y pobreza, libre de toda esclavitud a lo terreno y a caminar entre
caminos polvosos para proclamar la buena nueva a los pobres, socorrer a los
necesitados, liberar a los cautivos del pecado y proclamar el año de gracia del
Señor. Ese es el Dios en quien creemos. ¿En verdad es nuestro Dios, nuestro
Padre, nuestro Maestro, nuestro Guía? La respuesta no la podemos dar sino con
nuestra propia vida.
En
la Eucaristía el Señor nos hace ver que nos ha tomado en serio. No ha jugado
con nosotros; sus palabras se han hecho vida en Él mismo. Por eso Él es el
Evangelio viviente del Padre. Nos ha hecho saber cuánto nos ama Dios. Y esto lo
ha proclamado con sus palabras, con sus obras y con su vida misma.
La
celebración del memorial de su misterio pascual en que nos encontramos es la
prueba más grande de su amor por nosotros, de la cual somos testigos. Dentro de
nosotros sabemos de nuestras fragilidades y miserias. Tal vez algunas demasiado
graves. Dios no juzga nuestra maldad, sólo espera nuestro amor para que todo lo
que haya sido pecado desaparezca de nosotros. Por eso vivamos intensamente este
encuentro con el Señor.
No
podemos estar ante el Dios del amor misericordioso sólo por costumbre, sino con
un gran amor hacia Aquel que sabemos nos ama.
Al
final volveremos a nuestra casa, a nuestro trabajo, a la vida diaria en los
diversos ambientes del mundo. Vayamos con un corazón nuevo. Sepamos amar como
Dios nos ha amado en Cristo.
A
partir de nuestro encuentro con el Señor busquemos la justicia, auxiliemos al
oprimido, defendamos los derechos del huérfano y la causa de la viuda.
Vivamos
con humildad haciéndonos siervos de todos, sin buscar nuestra gloria, sino sólo
la gloria de Dios y el servicio callado, amoroso a nuestro prójimo.
Que
esto sea lo que contemple nuestro Padre del Cielo, para que al final sólo Él
sea la parte que nos corresponda en herencia.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de que como ella, la Humilde Sierva, también
nosotros aprendamos a dejarnos conducir por el Espíritu de Dios, no para hacer
nuestros caprichos, sino la voluntad de Dios, que se resume en el precepto del
amor y en la aceptación en nuestra vida, del Enviado del Padre, viviendo de tal
forma en comunión con Él, que quien nos contemple, contemple al mismo Cristo
con toda su entrega, su servicio y su amor. Amén.
Reflexión
de Homilía católica.
REFLEXIÓN:
LA RELIGIOSIDAD MENTIROSA
Is
1,10.16-20; Mt 23, 1-12
Las
dos lecturas coinciden en el tono; son denuncias proféticas en las que tanto
Isaías como el Señor Jesús exhiben la relación mentirosa del creyente con sus
hermanos y con Dios. Como reza el refrán latino: la corrupción de lo mejor (la
fe), resulta detestable (manipulación de la conciencia ajena). Desde la
perspectiva de Isaías, quien invoca el nombre del Señor y pasa por encima de
las exigencias mínimas de justicia, violentado los derechos de los débiles, no
sirve al Dios verdadero, sino a un ídolo. En el Evangelio de san Mateo el Señor
Jesús exhibe la perversión de los dirigentes religiosos que han aprovechado sus
cargos para reclamar honores y privilegios. La comunidad eclesial ha de ser una
asamblea fraterna, donde las relaciones sencillas en clave de equidad y respeto
mutuo, han de prevalecer. Al confesar a Jesús como único Señor y Maestro
excluye cualquier forma de culto a la personalidad de los dirigentes. (DE www
misal . com . mx)
Santos
Cirilo de Jerusalén, Doctor de la Iglesia; Salvador de Horta, presbítero. Beata
Celestina de Madre de Dios, fundadora. Feria (Morado)
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