LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Lunes 14 de Octubre de 2013.
28ª semana del Tiempo Ordinario. C
Feria o Memoria de San Calixto, Papa y
Mártir
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO
A LOS CRISTIANOS DE ROMA 1, 1-7
Yo,
Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y
elegido por él para proclamar su Evangelio. Ese Evangelio, que, anunciado de
antemano por los profetas, en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo,
Jesucristo, nuestro Señor, que nació, en cuanto a su condición de hombre, del
linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se
manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de
entre los muertos. Por medio de Jesucristo, Dios me concedió la gracia del
apostolado, a fin de llevar a los pueblos paganos a la aceptación de la fe para
gloria de su nombre. Entre ellos, se cuentan también ustedes, llamados a
pertenecer a Cristo Jesús.
A
todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a la
santidad, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo,
el Señor.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL 97, 1-4
R
Cantemos al Señor un canto nuevo.
Cantemos
al Señor un canto nuevo,
pues
ha hecho maravillas.
Su
diestra y su santo brazo
le
han dado la victoria /R
El
Señor ha dado a conocer su victoria
y ha
revelado a las naciones su justicia.
Una
vez más ha demostrado Dios su amor
y su
lealtad hacia Israel /R
La
tierra entera ha contemplado
la
victoria de nuestro Dios.
Que
todos los pueblos
y
naciones aclamen con júbilo al Señor /R
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
LUCAS 11,29-32
En
aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a
decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa. Pide una señal, pero
no se le dará otra señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal
para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente
de este tiempo.
Cuando
sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día
del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la
tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que
Salomón.
Cuando
sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día
del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de
Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Rom. 1, 1-7. En la Primera Alianza el Siervo de
YHWH, elegido por Dios, debería estar dispuesto a escuchar la Palabra del Señor
y a ponerla en práctica, y a proclamarla a todos, asumiendo todos los riesgos que
le vinieran por realizar dicho anuncio.
Por
la fe nosotros somos Siervos de Cristo Jesús. Quienes lo hemos aceptado como
Señor jamás debemos de perder nuestra relación personal con Él. Debemos, como
discípulos, estar a los pies del Maestro, pendientes de lo que Él nos pida y
dispuestos a cumplir en todo su voluntad.
Sin
embargo no sólo nos quiere obedientes en una vida de servicio a Él mediante el
culto; no sólo espera de nosotros una vida de hijos en el Hijo, santificados
por el Espíritu Santo. Revestidos de Cristo, y hechos partícipes de su mismo
Espíritu, Él nos ha elegido para ser Misioneros, de tal forma que la Salvación
que procede del Evangelio, llegue a todos los pueblos mediante la proclamación
que hagamos del Él, tanto con las palabras como, sobre todo, con nuestro
ejemplo.
Cumplamos,
con amor, la Misión que tenemos como Iglesia de Cristo, de proclamar la Buena
Nueva de salvación a todas las naciones.
Sal. 98 (97). Mediante el Misterio Pascual de
Cristo, Dios se ha levantado victorioso sobre la serpiente antigua, o Satanás.
Esa victoria debe ser nuestra victoria, de tal forma que, quienes creemos en
Cristo, en adelante ya no vivamos como esclavos del Pecado, sino que nos
manifestemos como hijos de Dios, santificados por Él.
El
Señor nos ha elegido y enviado para dar a conocer su victoria salvadora a todas
las naciones. Es responsabilidad de la Iglesia el trabajar denodadamente para
que esa Misión se cumpla constantemente; pues mientras alguien viva lejos del
Señor, no podemos descansar no sólo en anunciarle con los labios, sino en ser
un testimonio vivo ante él, del amor que Dios tiene a todos.
Lc. 11, 29-32. Jonás proclamó a los Ninivitas la
necesidad de la conversión para recibir el perdón de Dios. Él, a pesar de su
rebeldía, se convierte en un signo de Cristo, enviado a salvar a la humanidad.
Efectivamente, Jesús inicia su predicación del Reino diciendo: El plazo se ha
cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio.
Y Él nos dio numerosas pruebas de que es el Hijo de Dios, que se ha hecho el
Dios-con-nosotros.
Jonás,
enviado a un pueblo de gentiles, los invita a volver a Dios; y al ver Dios cómo
se arrepentían de su mala vida, tuvo compasión de ellos, pues Dios quiere que
todos los hombres, sin distinción, se salven y participen de su Gloria.
En
Jesús se llevan a cabo, de modo perfecto, estas expectativas, pues Él, cumplida
su misión aquí en la tierra, enviará a sus Apóstoles a todo el mundo para que
todos conozcan el Evangelio y hagan suya la Salvación que Dios ofrece a todos.
Dios
nos ha convocado en esta Eucaristía para confiarnos el anuncio del Evangelio
que nos salva. Él no se fija en nuestra vida pasada, pues nosotros, que nos
hemos de convertir no sólo en aquellos que proclamen el Evangelio con los
labios, sino que dan testimonio del mismo con una vida recta, hemos de ser los
primeros que en ser perdonados, santificados y llenos del Espíritu de Dios.
Por
eso, a esta Eucaristía venimos con el compromiso de entrar en comunión de Vida
con Cristo. Él nos convertirá en un Evangelio viviente de su amor para todas
las gentes. Al volver a nuestras actividades diarias hemos de ir como testigos
de la fe que profesamos en Cristo, viviendo con mayor honestidad en medio de
las realidades en que se desarrolle nuestra existencia.
La
Iglesia de Cristo no puede vivir una fe de élites. La fe no está encadenada a
alguna cultura, ni a un determinado estrato social, ni a grupos apostólicos
dentro de la misma Iglesia.
Dios,
que llama a toda la humanidad a la salvación, ha unido a sí a la Iglesia para
convertirla en un signo perenne de su amor entre nosotros. Es a la Iglesia a
quien compete continuar proclamando el Nombre de Dios a todos los pueblos. No
puede anquilosarse en una mirada apostólica narcisista, traicionando así la Misión
universal que el Señor le ha confiado. Por eso, quienes creemos en Cristo
debemos, como Él, esforzarnos por llamar a todos a la conversión y a la
aceptación en su vida de la Vida que procede de Dios, y de su Espíritu que
habitará en el corazón del creyente como en un templo.
Nuestro
anuncio del Evangelio no consistirá sólo en palabras, pues, aun cuando éstas
son necesarias, sin embargo debemos dar testimonio de que esa Palabra ha sido
eficaz en nosotros y nos ha salvado, nos ha liberado de nuestras esclavitudes
al mal y nos hace caminar como criaturas renovadas en Cristo, capaces de amar,
de ser misericordiosos, de ser constructores de la paz, y de ser solidarios con
los que sufren enfermedades y pobrezas, para ayudarles a vivir con mayor
dignidad. Entonces comprobarán que el Evangelio, en realidad, nos transforma, y
puede darnos un nuevo modo de caminar como personas perfectas en Cristo; y
podremos decidir, con mayor fundamento, nuestro seguimiento al Señor.
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de proclamar su Nombre con una vida intachable,
preocupándonos de que su amor llegue a todas las gentes. Amén.
Reflexión de Homilía
católica.
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