LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DEL DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE 2013
DOMINGO XXIX DURANTE EL AÑO
LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO 17,8-13
Cuando
el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitas y
lo atacaron en Refidim. Moisés dijo entonces a Josué: “Elige algunos hombres y
sal a combatir a los amalecitas. Mañana, yo me colocaré en lo alto del monte
con la vara de Dios en mi mano”.
Josué
cumplió las órdenes de Moisés y salió a pelear contra los amalecitas. Moisés,
Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y sucedió que, cuando Moisés tenía
las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba.
Como
Moisés se cansó, Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y colocándose
a su lado, le sostenían los brazos. Así, Moisés pudo mantener en alto las manos
hasta la puesta del sol. Josué derrotó a los amalecitas y acabó con ellos.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL 120, 1-8
R El auxilio me viene del Señor.
La
mirada dirijo hacia la altura
de
donde ha de venirme todo auxilio.
El
auxilio me viene del Señor,
que
hizo el cielo y la tierra /R
No
dejará que des un paso en falso,
pues
es tu guardián y nunca duerme.
No,
jamás se dormirá
o
descuidará el guardián de Israel /R
El
Señor te protege y te da sombra,
está
siempre a tu lado.
No
te hará daño el sol
durante
el día ni la luna, de noche /R
Te
guardará el Señor
en
los peligros y cuidará tu vida;
protegerá
tus ires y venires,
ahora
y para siempre /R
LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 3,14–4,2
Querido
hermano: permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, pues bien
sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás familiarizado con la
Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo
Jesús, conduce a la salvación.
Toda
la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para
reprender, para corregir y para educar en la virtud, a fin de que el hombre de
Dios sea perfecto y esté enteramente preparado para toda obra buena.
En
presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los vivos y a
los muertos, te pido encarecidamente, por su advenimiento y por su Reino, que
anuncies la palabra; insiste a tiempo y a destiempo; convence, reprende y
exhorta con toda paciencia y sabiduría.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
LUCAS 18,1-8.
En
aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin
desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:
“En
cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres.
Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para
decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.
Por
mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a
Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda,
voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’”.
Dicho
esto, Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que
Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los
hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga
el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe sobre la tierra?”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión del Papa Francisco
(Domingo 20/10/2013)
Queridos hermanos y hermanos, ¡buenos días!
En el Evangelio de hoy Jesús relata una parábola
sobre la necesidad de rezar siempre, sin cansarse. La protagonista es una viuda
que, a fuerza de suplicar a un juez deshonesto, logra que él le haga justicia.
Y Jesús concluye: si la viuda logró convencer a aquel juez, ¿piensan que Dios
no nos escuche, si le rezamos con insistencia? La expresión de Jesús es muy
fuerte: “¿No hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche?”
(Lc 18,17).
“! Clamar día y noche” a Dios! Nos sorprende esta
imagen de la oración. Pero preguntémonos: ¿por qué Dios quiere esto? ¿Acaso Él
no conoce ya nuestras necesidades? ¿Qué sentido tiene insistir con Dios?
Y esta es una buena pregunta, que nos hace
profundizar un aspecto muy importante de la fe: Dios nos invita a orar con
insistencia, no porque no sabe de qué cosa tenemos necesidad, o porque no nos
escucha. Al contrario, Él escucha siempre y conoce todo de nosotros, con amor.
En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha
contra el mal, fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a
nuestro lado; nosotros luchamos junto a Él, y nuestra arma es precisamente la oración,
que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también su
ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y resistencia – como Moisés, que debía tener
los brazos alzados para hacer vencer a su pueblo (Cfr. Ex 17, 8-13). Y así hay
una lucha que llevar adelante cada día; pro Dios es nuestro aliado, la fe en El
es nuestra fuerza, y la oración es la expresión de esta fe. Por eso Jesús nos
asegura la victoria, pero al final se pregunta: “Cuando el Hijo del hombre
venga, ¿encontrará la fe sobre la
tierra?” (Lc 18,8). Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros
caminamos en la oscuridad, nos perdemos en el camino.
Aprendamos por tanto, de la viuda del Evangelio a
rezar siempre, sin cansarnos. ¡Era buena
esta viuda, sabía luchar por sus hijos y pienso en tantas mujeres que luchan
por su propia familia, que rezan, que no se cansan jamás! Un recuerdo hoy, de todos nosotros, a estas
mujeres que con su actitud nos da un verdadero testimonio de fe, de coraje, de
modelos de oración. ¡Un recuerdo a
ellas! Rezar siempre, ¡pero no para convencer al Señor a fuerza de palabras! ¡Él
sabe mejor que nosotros de qué cosa tenemos necesidad ¡ Más bien la oración perseverante
es expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada día,
cada momento, para vencer el mal con el bien.
(Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus)
REFLEXIÓN
(De Homilía católica)
NECESITAMOS LA AYUDA DE DIOS
1.-
Ponemos nuestra confianza en el Señor. Si el domingo pasado Jesús nos recordaba
que tenemos que dar gracias en nuestra oración por los dones que Dios nos
regala, hoy nos recuerda que también es bueno pedir. La verdad es que no hace
falta que nos recuerde que pidamos, pues es lo que hacemos habitualmente, más
difícil nos resulta dar gracias. Sin embargo, también es bueno pedir, por eso
Jesús cuenta la parábola del juez inicuo para explicar cómo tenemos que orar
siempre sin desanimarnos. Al pedir reconocemos nuestra limitación y ponemos
nuestra confianza en Dios. La fe sostiene nuestra esperanza y el convencimiento
de que Dios está a favor vuestro, está de nuestra parte. Como dice San Agustín,
"la fe es la fuente de la oración, no puede fluir el río cuando se seca el
manantial del agua". Es decir, quien pide es porque cree y confía que Dios
“hace justicia a sus elegidos”. Pero, al mismo tiempo, la oración alimenta
nuestra fe, por eso le pedimos a Dios que "ayude nuestra
incredulidad". Proclamemos confiadamente con el Salmo: “El auxilio me viene
del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.
2.-
Comprometernos con lo que pedimos. Ocurre que frecuentemente no sabemos pedir y
nos decepcionamos si Dios no nos concede lo que pedimos. No puede ser que Dios
conceda a todos acertar el número de la lotería y es imposible que conceda a la
vez la victoria a dos aficionados de dos equipos distintos que se enfrentan
entre sí. Dios no es un talismán, o un mago que nos soluciona los problemas.
Cuando pedimos algo nos implicamos en eso que pedimos y nos comprometemos con lo
que suplicamos. Por ejemplo, si pedimos por la paz nos estamos comprometiendo
nosotros mismos en ser pacíficos y constructores de paz. Lo otro es pedir a
Dios que nos saque las castañas del fuego sin mover nosotros un solo dedo.
Jesús nos anima a perseverar en la oración con insistencia, pues entonces
estamos demostrando nuestra total confianza en Dios. Pero no pidamos
imposibles, no podemos obligar a Dios a alterar el ritmo de la naturaleza.
Pidamos mejor que sepamos aceptar nuestras limitaciones y sobre todo sabiduría
para asumir lo que no podemos cambiar. Cuando llega el dolor o la enfermedad
tan importante es pedir la curación como aceptación y confianza serena ante la
enfermedad.
3. -
Oración comunitaria. No cabe duda de que la oración en común tiene más sentido
y me atrevería a decir que más fuerza. En el momento de las preces de la
Eucaristía alguien lee o presenta la petición y todos nos unimos a él/ella
diciendo "¡Te rogamos óyenos!". Hemos de pedir no sólo por nosotros o
por los nuestros, sino también por todos los que lo necesitan. No olvidemos que
somos el cuerpo de Cristo y cuando un miembro sufre, todo el cuerpo sufre. A
veces las peticiones que hacemos en la Eucaristía resultan demasiado
formalistas o rutinarias. Deberíamos dejar campo a la espontaneidad y dar
oportunidad para que el que quiera exprese su necesidad para unirnos en su
oración. Es verdad que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo
pidamos, también un padre sabe lo que necesita su hijo, pero le gusta que se lo
diga, pues es señal de confianza en él. Dios te dice cada día: "si me
pides, soy don para ti; si me necesitas, te digo: estoy aquí, dentro de
ti".
En
la era del teléfono móvil te voy a mostrar ocho reglas para hablar con Dios:
*1.-
Marca el prefijo correcto, no a lo loco.
*2.-
Una conversación telefónica con Dios no es un monólogo. No hables sin parar,
escucha al que te habla desde el otro lado.
*3.-
Si la conversación se interrumpe, comprueba si has sido tú el causante del
"corte".
*4.-
No adoptes la costumbre de llamar sólo en casos de urgencia. Eso no es trato de
amigos.
*5.-
No seas tacaño. No llames sólo a horas de "tarifa reducida"; es
decir, cuando toca o en fines de semana. Una llamada breve en cualquier momento
del día sería ideal.
*6.-
Las llamadas son gratuitas y no pagan impuestos.
*7.-
No olvides decirle a Dios que te deje en el contestador todos los mensajes que
quiera o cuando quiera.
*8.-
Toma nota de las indicaciones que Él te diga para que no las eches en olvido
José
María Martín OSA
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LA PARÁBOLA DE LA VIUDA Y EL JUEZ
INJUSTO
1.-
Fijaos en lo que dice el juez injusto: pues Dios, ¿no hará justicia a sus
elegidos que le gritan día y noche? Las parábolas dicen siempre mucho más de lo
que dicen: se refieren directamente a un caso concreto, pero el autor de la
parábola se la dirige a todos los que le escuchan. Así, la viuda de la parábola
representa a todas las personas indefensas que piden justicia a quien creen que
puede dársela. Ante Dios, todos nosotros somos la viuda de la parábola, porque
estamos continuamente necesitados de la gracia y del perdón de Dios. A su vez,
Dios, como juez justo y misericordioso, siempre está dispuesto a escuchar y a
hacer justicia a los que le pedimos ayuda insistentemente. La parábola no dice
que Dios, juez justo, vaya a conceder siempre los favores y mercedes que le
pedimos insistentemente; dice que nos escuchará y hará justicia. Es cierto que
algunas veces hemos podido pedir a Dios insistentemente algunos favores
concretos y Dios no nos los ha concedido, pero eso no quiere decir que no nos
haya escuchado y que no haya actuado justamente con nosotros. La fe y confianza
en la oración de petición no puede hacer de Dios un despensero universal,
puesto a nuestro servicio. Es seguro, según nuestra fe, que Dios siempre nos va
a escuchar y a conceder las cosas buenas que le pidamos insistentemente. Pero
tenemos que creer que los juicios de Dios son muchas veces inalcanzables e
inescrutables para nosotros. No siempre lo que nosotros creemos bueno es
realmente bueno para nosotros. Pidamos siempre a Dios que nos dé su Espíritu
para que seamos siempre capaces de aceptar su voluntad. Después de todo, la
verdadera oración es un verdadero encuentro con Dios; cuando oramos pongámonos
en las manos de Dios, porque si tenemos el Espíritu de Dios siempre actuaremos
como Dios quiere.
2.-
Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja,
vencía Amalec. El mensaje de este relato del libro del Éxodo también nos habla
del poder de la oración, pero nosotros, los cristianos del siglo XXI, no
tenemos el mismo concepto de fe y confianza en Dios que tenían los judíos en
los tiempos en que fue escrito este libro de la Biblia. Los judíos pensaban que
si se portaban bien Dios les iba a ayudar a vencer a los enemigos y a
derrotarlos a filo de espada. Tenemos derecho a pensar que la oración de Moisés
era una oración eficaz ante Dios, pero no en el sentido en el que se nos habla
en este relato. La fe en el Dios de Israel que tenían los judíos piadosos de
aquel tiempo no es la misma fe que tenemos nosotros, hoy, gracias a Dios.
Nuestra fe, gracias a Dios, es hoy una fe más purificada, libre de muchas
supersticiones y creencias que acompañaban a la fe en aquellos tiempos. Hoy no
podemos creer que Dios ayude a nadie a matar a otras personas. El Dios de
Jesucristo, el Dios cristiano, es un Dios justo, un Dios de paz, misericordia y
perdón.
3.-
La fe puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la
salvación. San Pablo le dice a Timoteo que predique la fe que él le enseñó,
porque esa es la fe que conduce a la salvación. Ya en los tiempos en los que se
escribe este texto existían entre aquellas comunidades cristianas
interpretaciones muy distintas sobre la fe. En esta carta se insiste en que la
única fe verdadera es la que Pablo enseñó y predicó a Timoteo y esta fe en
Cristo Jesús es la que conduce a la salvación. También nosotros creemos que la
fe que predicó san Pablo nos conduce a la salvación, porque es una fe
“inspirada por Dios, útil para enseñar, para reprender, para corregir, para
educar en la virtud”. Seamos, pues, también nosotros fieles a esta fe paulina
en Cristo Jesús, porque esta fe en Cristo Jesús nos conducirá a la salvación.
Gabriel
González del Estal
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DE TÚ, A TÚ
Siempre
que escuchamos este evangelio de San Lucas nos debiera de sacudir en lo más
hondo de las entrañas esa pregunta, que al final de la parábola del juez
injusto, te hace, me hace y nos hace Jesús: “Cuando venga el Hijo del hombre
¿encontrará Fe sobre la tierra?
1.-Hacemos
gala de que Dios es grande y bueno. Que no hay límites en su corazón. Que, como
buen Padre que es, nos concede a tiempo y a destiempo, aquello que necesitamos
para vivir o seguir como hijos en el camino de la fe.
Pero
¿sabemos si la oración es grande en nosotros? ¿Si el motor de nuestra actividad
humana y eclesial está sustentado en una relación de “tú a tú” con Dios o si,
por el contrario, ese compromiso del día a día, ha caído en un puro activismo
dejando caer el peso y toda su fuerza en nuestras habilidades, carismas,
carácter, temperamento y aptitudes?
2.-
La crisis que estamos padeciendo en nuestra iglesia y en nuestras parroquias,
en nuestra vida de cristianos y en nuestros seminarios semivacíos, en nuestra
felicidad y en nuestra forma de vivir se debe en gran parte a que nuestra
oración es escasa, mediocre y débil. O, dicho de otra manera, que nuestra fe es
débil, superficial y –como dice un viejo canto– “a nuestra manera”.
Muchos
cristianos no saben marcar ni cómo conectar con ese número de la oración.
Otros, hace tiempo que lo dieron de baja en su agenda telefónica. A otros,
nadie se ha preocupado de hacerles sentir y ver el valor de una relación íntima
y personal con Dios para que llegasen a conocer aquella experiencia que Santa
Teresa de Jesús nos retrataba; “oración no es otra cosa sino tratar de amistad
con quien sabemos que nos ama”
3.-
El evangelio de hoy nos urge más que nunca, a ser como esa insistente mujer que
ante el juez injusto exponía una y otra vez sus necesidades con el convencimiento
de que tarde o temprano se saldría con la suya. ¿De qué manera?: desde la
confianza, constancia, esperanza y creyendo que Dios, siempre justo, permanece
al otro lado disfrutando y escuchando nuestra plegaria. Y, por supuesto, sin
perder ni la profundidad de lo que celebramos ni la creatividad para
transmitirlo.
4.-
Fe + Caridad= Misión. Ese es el lema del Domund que hoy estamos celebrando.
Gracias a Dios, los misioneros –por miles entregados a su misión en diferentes
continentes- siguen haciendo presente lo que nosotros, con más comodidad,
vivimos en nuestras parroquias, comunidades, pueblos y ciudades.
Hoy,
ante el Señor, no puede faltar nuestra oración –insistente y confiada– para
que, una de las caras más bonitas de la Iglesia Católica (los misioneros) siga
contando con los medios suficientes, espirituales y materiales, en su labor
evangelizadora. Las dos cosas llevan entre sus manos: fe (por el bautismo) y la
caridad (fruto de su intimidad con Cristo) allá donde la Iglesia les envía.
Si
Dios nos ha dado tanto ¡qué menos que en este día compartamos algo! Si Dios nos
ha bendecido con una economía estable; ¡qué menos que pongamos, poco o mucho,
como ayuda a nuestros misioneros! Hoy, porque queremos ser misioneros desde
aquí y ahora, aportamos nuestra fe y nuestra caridad.
En
el día del Domund, seguimos creyendo, apoyando y orgullosos de tantos hombres y
mujeres que, creyendo en lo que predican, hacen y promueven, llevan el anuncio
del Evangelio a tantos lugares de la tierra.
Que
nuestra oración, junto con nuestro donativo, sea muestra de que seguimos siendo
dichosos por creer.
Javier
Leoz
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SANTORAL
Santa
Irene, Santa Bertilia, Beata Adelina y Beato Contardo Ferrini
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