sábado, 19 de octubre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
DEL DOMINGO 20 DE OCTUBRE DE 2013
DOMINGO XXIX DURANTE EL AÑO




LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO 17,8-13

Cuando el pueblo de Israel caminaba a través del desierto, llegaron los amalecitas y lo atacaron en Refidim. Moisés dijo entonces a Josué: “Elige algunos hombres y sal a combatir a los amalecitas. Mañana, yo me colocaré en lo alto del monte con la vara de Dios en mi mano”.

Josué cumplió las órdenes de Moisés y salió a pelear contra los amalecitas. Moisés, Aarón y Jur subieron a la cumbre del monte, y sucedió que, cuando Moisés tenía las manos en alto, dominaba Israel, pero cuando las bajaba, Amalec dominaba.

Como Moisés se cansó, Aarón y Jur lo hicieron sentar sobre una piedra, y colocándose a su lado, le sostenían los brazos. Así, Moisés pudo mantener en alto las manos hasta la puesta del sol. Josué derrotó a los amalecitas y acabó con ellos.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL   120, 1-8
R El auxilio me viene del Señor.

La mirada dirijo hacia la altura
de donde ha de venirme todo auxilio.
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra /R

No dejará que des un paso en falso,
pues es tu guardián y nunca duerme.
No, jamás se dormirá
o descuidará el guardián de Israel /R

El Señor te protege y te da sombra,
está siempre a tu lado.
No te hará daño el sol
durante el día ni la luna, de noche /R

Te guardará el Señor
en los peligros y cuidará tu vida;
protegerá tus ires y venires,
ahora y para siempre /R




LECTURA DE LA SEGUNDA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A TIMOTEO 3,14–4,2

Querido hermano: permanece firme en lo que has aprendido y se te ha confiado, pues bien sabes de quiénes lo aprendiste y desde tu infancia estás familiarizado con la Sagrada Escritura, la cual puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación.

Toda la Sagrada Escritura está inspirada por Dios y es útil para enseñar, para reprender, para corregir y para educar en la virtud, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto y esté enteramente preparado para toda obra buena.

En presencia de Dios y de Cristo Jesús, que ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos, te pido encarecidamente, por su advenimiento y por su Reino, que anuncies la palabra; insiste a tiempo y a destiempo; convence, reprende y exhorta con toda paciencia y sabiduría.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


EVANGELIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 18,1-8.

En aquel tiempo, para enseñar a sus discípulos la necesidad de orar siempre y sin desfallecer, Jesús les propuso esta parábola:

“En cierta ciudad había un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Vivía en aquella misma ciudad una viuda que acudía a él con frecuencia para decirle: ‘Hazme justicia contra mi adversario’.

Por mucho tiempo, el juez no le hizo caso, pero después se dijo: ‘Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, sin embargo, por la insistencia de esta viuda, voy a hacerle justicia para que no me siga molestando’”.

Dicho esto, Jesús comentó: “Si así pensaba el juez injusto, ¿creen ustedes acaso que Dios no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, y que los hará esperar? Yo les digo que les hará justicia sin tardar. Pero, cuando venga el Hijo del hombre, ¿creen ustedes que encontrará fe sobre la tierra?”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

Reflexión del Papa Francisco
(Domingo 20/10/2013)

Queridos hermanos y hermanos, ¡buenos días!

En el Evangelio de hoy Jesús relata una parábola sobre la necesidad de rezar siempre, sin cansarse. La protagonista es una viuda que, a fuerza de suplicar a un juez deshonesto, logra que él le haga justicia. Y Jesús concluye: si la viuda logró convencer a aquel juez, ¿piensan que Dios no nos escuche, si le rezamos con insistencia? La expresión de Jesús es muy fuerte: “¿No hará justicia a sus elegidos, que están clamando a él día y noche?” (Lc 18,17).

“! Clamar día y noche” a Dios! Nos sorprende esta imagen de la oración. Pero preguntémonos: ¿por qué Dios quiere esto? ¿Acaso Él no conoce ya nuestras necesidades? ¿Qué sentido tiene insistir con Dios?

Y esta es una buena pregunta, que nos hace profundizar un aspecto muy importante de la fe: Dios nos invita a orar con insistencia, no porque no sabe de qué cosa tenemos necesidad, o porque no nos escucha. Al contrario, Él escucha siempre y conoce todo de nosotros, con amor. En nuestro camino cotidiano, especialmente en las dificultades, en la lucha contra el mal, fuera y dentro de nosotros, el Señor no está lejos, está a nuestro lado; nosotros luchamos junto a Él, y nuestra arma es precisamente la oración, que nos hace sentir su presencia junto a nosotros, su misericordia, también su ayuda. Pero la lucha contra el mal es dura y larga, requiere paciencia y  resistencia – como Moisés, que debía tener los brazos alzados para hacer vencer a su pueblo (Cfr. Ex 17, 8-13). Y así hay una lucha que llevar adelante cada día; pro Dios es nuestro aliado, la fe en El es nuestra fuerza, y la oración es la expresión de esta fe. Por eso Jesús nos asegura la victoria, pero al final se pregunta: “Cuando el Hijo del hombre venga,  ¿encontrará la fe sobre la tierra?” (Lc 18,8). Si se apaga la fe, se apaga la oración, y nosotros caminamos en la oscuridad, nos perdemos en el camino.


Aprendamos por tanto, de la viuda del Evangelio a rezar siempre, sin cansarnos.  ¡Era buena esta viuda, sabía luchar por sus hijos y pienso en tantas mujeres que luchan por su propia familia, que rezan, que no se cansan jamás!  Un recuerdo hoy, de todos nosotros, a estas mujeres que con su actitud nos da un verdadero testimonio de fe, de coraje, de modelos de oración.  ¡Un recuerdo a ellas! Rezar siempre, ¡pero no para convencer al Señor a fuerza de palabras! ¡Él sabe mejor que nosotros de qué cosa tenemos necesidad ¡ Más bien la oración perseverante es expresión de la fe en un Dios que nos llama a combatir con Él, cada día, cada momento, para vencer el mal con el bien.

(Palabras del Papa Francisco antes del rezo del Ángelus)




REFLEXIÓN
(De Homilía católica)

NECESITAMOS LA AYUDA DE DIOS

1.- Ponemos nuestra confianza en el Señor. Si el domingo pasado Jesús nos recordaba que tenemos que dar gracias en nuestra oración por los dones que Dios nos regala, hoy nos recuerda que también es bueno pedir. La verdad es que no hace falta que nos recuerde que pidamos, pues es lo que hacemos habitualmente, más difícil nos resulta dar gracias. Sin embargo, también es bueno pedir, por eso Jesús cuenta la parábola del juez inicuo para explicar cómo tenemos que orar siempre sin desanimarnos. Al pedir reconocemos nuestra limitación y ponemos nuestra confianza en Dios. La fe sostiene nuestra esperanza y el convencimiento de que Dios está a favor vuestro, está de nuestra parte. Como dice San Agustín, "la fe es la fuente de la oración, no puede fluir el río cuando se seca el manantial del agua". Es decir, quien pide es porque cree y confía que Dios “hace justicia a sus elegidos”. Pero, al mismo tiempo, la oración alimenta nuestra fe, por eso le pedimos a Dios que "ayude nuestra incredulidad". Proclamemos confiadamente con el Salmo: “El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra”.
2.- Comprometernos con lo que pedimos. Ocurre que frecuentemente no sabemos pedir y nos decepcionamos si Dios no nos concede lo que pedimos. No puede ser que Dios conceda a todos acertar el número de la lotería y es imposible que conceda a la vez la victoria a dos aficionados de dos equipos distintos que se enfrentan entre sí. Dios no es un talismán, o un mago que nos soluciona los problemas. Cuando pedimos algo nos implicamos en eso que pedimos y nos comprometemos con lo que suplicamos. Por ejemplo, si pedimos por la paz nos estamos comprometiendo nosotros mismos en ser pacíficos y constructores de paz. Lo otro es pedir a Dios que nos saque las castañas del fuego sin mover nosotros un solo dedo. Jesús nos anima a perseverar en la oración con insistencia, pues entonces estamos demostrando nuestra total confianza en Dios. Pero no pidamos imposibles, no podemos obligar a Dios a alterar el ritmo de la naturaleza. Pidamos mejor que sepamos aceptar nuestras limitaciones y sobre todo sabiduría para asumir lo que no podemos cambiar. Cuando llega el dolor o la enfermedad tan importante es pedir la curación como aceptación y confianza serena ante la enfermedad.
3. - Oración comunitaria. No cabe duda de que la oración en común tiene más sentido y me atrevería a decir que más fuerza. En el momento de las preces de la Eucaristía alguien lee o presenta la petición y todos nos unimos a él/ella diciendo "¡Te rogamos óyenos!". Hemos de pedir no sólo por nosotros o por los nuestros, sino también por todos los que lo necesitan. No olvidemos que somos el cuerpo de Cristo y cuando un miembro sufre, todo el cuerpo sufre. A veces las peticiones que hacemos en la Eucaristía resultan demasiado formalistas o rutinarias. Deberíamos dejar campo a la espontaneidad y dar oportunidad para que el que quiera exprese su necesidad para unirnos en su oración. Es verdad que Dios conoce lo que necesitamos antes de que se lo pidamos, también un padre sabe lo que necesita su hijo, pero le gusta que se lo diga, pues es señal de confianza en él. Dios te dice cada día: "si me pides, soy don para ti; si me necesitas, te digo: estoy aquí, dentro de ti".

En la era del teléfono móvil te voy a mostrar ocho reglas para hablar con Dios:
*1.- Marca el prefijo correcto, no a lo loco.
*2.- Una conversación telefónica con Dios no es un monólogo. No hables sin parar, escucha al que te habla desde el otro lado.
*3.- Si la conversación se interrumpe, comprueba si has sido tú el causante del "corte".
*4.- No adoptes la costumbre de llamar sólo en casos de urgencia. Eso no es trato de amigos.
*5.- No seas tacaño. No llames sólo a horas de "tarifa reducida"; es decir, cuando toca o en fines de semana. Una llamada breve en cualquier momento del día sería ideal.
*6.- Las llamadas son gratuitas y no pagan impuestos.
*7.- No olvides decirle a Dios que te deje en el contestador todos los mensajes que quiera o cuando quiera.
*8.- Toma nota de las indicaciones que Él te diga para que no las eches en olvido

José María Martín OSA
www betania es



LA PARÁBOLA DE LA VIUDA Y EL JUEZ INJUSTO

1.- Fijaos en lo que dice el juez injusto: pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que le gritan día y noche? Las parábolas dicen siempre mucho más de lo que dicen: se refieren directamente a un caso concreto, pero el autor de la parábola se la dirige a todos los que le escuchan. Así, la viuda de la parábola representa a todas las personas indefensas que piden justicia a quien creen que puede dársela. Ante Dios, todos nosotros somos la viuda de la parábola, porque estamos continuamente necesitados de la gracia y del perdón de Dios. A su vez, Dios, como juez justo y misericordioso, siempre está dispuesto a escuchar y a hacer justicia a los que le pedimos ayuda insistentemente. La parábola no dice que Dios, juez justo, vaya a conceder siempre los favores y mercedes que le pedimos insistentemente; dice que nos escuchará y hará justicia. Es cierto que algunas veces hemos podido pedir a Dios insistentemente algunos favores concretos y Dios no nos los ha concedido, pero eso no quiere decir que no nos haya escuchado y que no haya actuado justamente con nosotros. La fe y confianza en la oración de petición no puede hacer de Dios un despensero universal, puesto a nuestro servicio. Es seguro, según nuestra fe, que Dios siempre nos va a escuchar y a conceder las cosas buenas que le pidamos insistentemente. Pero tenemos que creer que los juicios de Dios son muchas veces inalcanzables e inescrutables para nosotros. No siempre lo que nosotros creemos bueno es realmente bueno para nosotros. Pidamos siempre a Dios que nos dé su Espíritu para que seamos siempre capaces de aceptar su voluntad. Después de todo, la verdadera oración es un verdadero encuentro con Dios; cuando oramos pongámonos en las manos de Dios, porque si tenemos el Espíritu de Dios siempre actuaremos como Dios quiere.
2.- Mientras Moisés tenía en alto la mano, vencía Israel; mientras la tenía baja, vencía Amalec. El mensaje de este relato del libro del Éxodo también nos habla del poder de la oración, pero nosotros, los cristianos del siglo XXI, no tenemos el mismo concepto de fe y confianza en Dios que tenían los judíos en los tiempos en que fue escrito este libro de la Biblia. Los judíos pensaban que si se portaban bien Dios les iba a ayudar a vencer a los enemigos y a derrotarlos a filo de espada. Tenemos derecho a pensar que la oración de Moisés era una oración eficaz ante Dios, pero no en el sentido en el que se nos habla en este relato. La fe en el Dios de Israel que tenían los judíos piadosos de aquel tiempo no es la misma fe que tenemos nosotros, hoy, gracias a Dios. Nuestra fe, gracias a Dios, es hoy una fe más purificada, libre de muchas supersticiones y creencias que acompañaban a la fe en aquellos tiempos. Hoy no podemos creer que Dios ayude a nadie a matar a otras personas. El Dios de Jesucristo, el Dios cristiano, es un Dios justo, un Dios de paz, misericordia y perdón.
3.- La fe puede darte la sabiduría que, por la fe en Cristo Jesús, conduce a la salvación. San Pablo le dice a Timoteo que predique la fe que él le enseñó, porque esa es la fe que conduce a la salvación. Ya en los tiempos en los que se escribe este texto existían entre aquellas comunidades cristianas interpretaciones muy distintas sobre la fe. En esta carta se insiste en que la única fe verdadera es la que Pablo enseñó y predicó a Timoteo y esta fe en Cristo Jesús es la que conduce a la salvación. También nosotros creemos que la fe que predicó san Pablo nos conduce a la salvación, porque es una fe “inspirada por Dios, útil para enseñar, para reprender, para corregir, para educar en la virtud”. Seamos, pues, también nosotros fieles a esta fe paulina en Cristo Jesús, porque esta fe en Cristo Jesús nos conducirá a la salvación.

Gabriel González del Estal
www betania es



DE TÚ, A TÚ

Siempre que escuchamos este evangelio de San Lucas nos debiera de sacudir en lo más hondo de las entrañas esa pregunta, que al final de la parábola del juez injusto, te hace, me hace y nos hace Jesús: “Cuando venga el Hijo del hombre ¿encontrará Fe sobre la tierra?
1.-Hacemos gala de que Dios es grande y bueno. Que no hay límites en su corazón. Que, como buen Padre que es, nos concede a tiempo y a destiempo, aquello que necesitamos para vivir o seguir como hijos en el camino de la fe.
Pero ¿sabemos si la oración es grande en nosotros? ¿Si el motor de nuestra actividad humana y eclesial está sustentado en una relación de “tú a tú” con Dios o si, por el contrario, ese compromiso del día a día, ha caído en un puro activismo dejando caer el peso y toda su fuerza en nuestras habilidades, carismas, carácter, temperamento y aptitudes?
2.- La crisis que estamos padeciendo en nuestra iglesia y en nuestras parroquias, en nuestra vida de cristianos y en nuestros seminarios semivacíos, en nuestra felicidad y en nuestra forma de vivir se debe en gran parte a que nuestra oración es escasa, mediocre y débil. O, dicho de otra manera, que nuestra fe es débil, superficial y –como dice un viejo canto– “a nuestra manera”.
Muchos cristianos no saben marcar ni cómo conectar con ese número de la oración. Otros, hace tiempo que lo dieron de baja en su agenda telefónica. A otros, nadie se ha preocupado de hacerles sentir y ver el valor de una relación íntima y personal con Dios para que llegasen a conocer aquella experiencia que Santa Teresa de Jesús nos retrataba; “oración no es otra cosa sino tratar de amistad con quien sabemos que nos ama”
3.- El evangelio de hoy nos urge más que nunca, a ser como esa insistente mujer que ante el juez injusto exponía una y otra vez sus necesidades con el convencimiento de que tarde o temprano se saldría con la suya. ¿De qué manera?: desde la confianza, constancia, esperanza y creyendo que Dios, siempre justo, permanece al otro lado disfrutando y escuchando nuestra plegaria. Y, por supuesto, sin perder ni la profundidad de lo que celebramos ni la creatividad para transmitirlo.
4.- Fe + Caridad= Misión. Ese es el lema del Domund que hoy estamos celebrando. Gracias a Dios, los misioneros –por miles entregados a su misión en diferentes continentes- siguen haciendo presente lo que nosotros, con más comodidad, vivimos en nuestras parroquias, comunidades, pueblos y ciudades.
Hoy, ante el Señor, no puede faltar nuestra oración –insistente y confiada– para que, una de las caras más bonitas de la Iglesia Católica (los misioneros) siga contando con los medios suficientes, espirituales y materiales, en su labor evangelizadora. Las dos cosas llevan entre sus manos: fe (por el bautismo) y la caridad (fruto de su intimidad con Cristo) allá donde la Iglesia les envía.
Si Dios nos ha dado tanto ¡qué menos que en este día compartamos algo! Si Dios nos ha bendecido con una economía estable; ¡qué menos que pongamos, poco o mucho, como ayuda a nuestros misioneros! Hoy, porque queremos ser misioneros desde aquí y ahora, aportamos nuestra fe y nuestra caridad.
En el día del Domund, seguimos creyendo, apoyando y orgullosos de tantos hombres y mujeres que, creyendo en lo que predican, hacen y promueven, llevan el anuncio del Evangelio a tantos lugares de la tierra.
Que nuestra oración, junto con nuestro donativo, sea muestra de que seguimos siendo dichosos por creer.

Javier Leoz
www betania es




SANTORAL

Santa Irene, Santa Bertilia, Beata Adelina y Beato Contardo Ferrini



No hay comentarios:

Publicar un comentario