sábado, 26 de octubre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA del Sábado 26 de Octubre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Sábado 26 de Octubre de 2013.
29ª semana del Tiempo Ordinario. C


LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN PABLO A LOS CRISTIANOS DE ROMA 8, 1-11

Hermanos:
Ya no hay condenación para aquéllos que viven unidos a Cristo Jesús. Porque la ley del Espíritu, que da la Vida, te libró, en Cristo Jesús, de la ley del pecado y de la muerte. Lo que no podía hacer la Ley, reducida a la impotencia por la carne, Dios lo hizo, enviando a su propio Hijo, en una carne semejante a la del pecado, y como víctima por el pecado. Así Él condenó el pecado en la carne, para que la justicia de la Ley se cumpliera en nosotros, que ya no vivimos conforme a la carne sino al espíritu.
En efecto, los que viven según la carne desean lo que es carnal; en cambio, los que viven según el espíritu desean lo que es espiritual. Ahora bien, los deseos de la carne conducen a la muerte, pero los deseos del espíritu conducen a la vida y a la paz, porque los deseos de la carne se oponen a Dios, ya que no se someten a su Ley, ni pueden hacerla. Por eso, los que viven de acuerdo con la carne no pueden agradar a Dios.
Pero ustedes no están animados por la carne sino por el espíritu, dado que el Espíritu de Dios habita en ustedes. El que no tiene el Espíritu de Cristo no puede ser de Cristo. Pero si Cristo vive en ustedes, aunque el cuerpo esté sometido a la muerte a causa del pecado, el espíritu vive a causa de la justicia.
Y si el Espíritu de Aquél que resucitó a Jesús habita en ustedes, el que resucitó a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales, por medio del mismo Espíritu que habita en ustedes.

Palabra de Dios.


SALMO RESPONSORIAL   23, 1-6

R.    ¡Benditos los que buscan tu rostro, Señor!

Del Señor es la tierra y todo lo que hay en ella,
el mundo y todos sus habitantes,
porque Él la fundó sobre los mares,
Él la afirmó sobre las corrientes del océano. R.

¿Quién podrá subir a la Montaña del Señor
y permanecer en su recinto sagrado?
El que tiene las manos limpias y puro el corazón;
el que no rinde culto a los ídolos. R.

Él recibirá la bendición del Señor,
la recompensa de Dios, su Salvador.
Así son los que buscan al Señor,
los que buscan tu rostro, Dios de Jacob. R.




EVANGELIO

EVANGELIO DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO SEGÚN SAN LUCAS 13, 1-9

En cierta ocasión se presentaron unas personas que comentaron a Jesús el caso de aquellos galileos, cuya sangre Pilato mezcló con la de las víctimas de sus sacrificios. Él respondió:
«¿Creen ustedes que esos galileos sufrieron todo esto porque eran más pecadores que los demás? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera. ¿O creen que las dieciocho personas que murieron cuando se desplomó la torre de Siloé eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Les aseguro que no, y si ustedes no se convierten, todos acabarán de la misma manera».

Les dijo también esta parábola: «Un hombre tenía una higuera plantada en su viña. Fue a buscar frutos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: "Hace tres años que vengo a buscar frutos en esta higuera y no los encuentro. Entonces córtala, ¿para qué malgastar la tierra?" Pero él respondió: "Señor, déjala todavía este año; yo removeré la tierra alrededor de ella y la abonaré. Puede ser que así dé frutos en adelante. Si no, la cortarás"».

Palabra del Señor.


Reflexión

Rom. 8, 1-11. Demos amplitud de acción al Espíritu Santo en nosotros. Él se nos ha comunicado el día en que fuimos bautizados para incorporarnos a Cristo. No basta el Bautismo para decir que ya somos perfectos ante Dios. Mientras rechacemos a Cristo, mientras no depositemos en Él nuestra fe, de nada nos aprovecharía el estar bautizados.
Unidos a Cristo, participamos de su mismo Espíritu, que guía nuestros pasos por el camino del bien, hasta que alcancemos la perfección de la Vida eterna. Si ya hemos sido liberados por Cristo de nuestra esclavitud al pecado; si se nos ha comunicado su Vida y su Espíritu, no permitamos que vuelva a nosotros el desorden y el egoísmo.
Actuemos conforme a las aspiraciones del Espíritu que nos conduce a la vida y a la paz.
Cristo dio su vida para que, liberados del pecado, vivamos para siempre, junto a Él en la Gloria del Padre. Si hacemos nuestra su Victoria sobre el pecado y la muerte, y sobre nuestras inclinaciones pecaminosas, entonces, aun cuando nuestro cuerpo tenga que padecer la muerte, el Señor le dará nuevamente vida por obra de su Espíritu, que habita en nosotros.
Manifestemos signos de vida y no de muerte. El Señor quiere a su Iglesia guiada por el Espíritu Santo y no guiada por la maldad; dejemos que el Señor haga su obra de salvación en nosotros y, por medio nuestro, haga brillar su luz para todos los pueblos.

Sal. 24 (23). El Presentarnos ante el Señor en su templo con un corazón limpio y manos puras nos obtendrá la bendición de Dios, y Dios, nuestro Salvador, nos hará justicia.
Cuando estamos en la presencia del Señor en su templo, estamos viviendo por anticipado nuestro ingreso a la Vida Eterna, ahí donde nos gozaremos eternamente en Dios.
Así como nada manchado entra al cielo, así hemos de purificar nuestras conciencias para presentarnos ante Dios, en su templo, limpios de toda esclavitud al pecado.
Más aún, el Señor no quiere sólo que nos presentemos ante Él en el lugar sagrado; Él quiere hacer su templo en nuestros corazones. Por eso vivamos en una continua conversión para que día a día seamos una morada cada vez más digna para Él.

Lc. 13, 1-9. Recemos con humildad el Yo confieso ante Dios. Reconozcámonos pecadores diciendo con el Salmista: Reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado; contra ti, contra ti solo pequé; hice lo que tú detestas.
Dios, por medio de su Hijo nos ofrece el perdón de nuestros pecados y la liberación de la muerte eterna, ¿aceptamos el don de Dios?
Quien rechaza a Cristo, rechaza a Quien lo envió. Y puesto que no tenemos otro nombre en el cual podamos salvarnos, quien se aleja del Señor se está poniendo en riesgo de perecer aplastado por la torre de sus iniquidades.

No basta creerse justo por acudir a la celebración en que ofrecemos al Padre Dios el Sacrificio del Memorial del Señor; aún estando junto al Altar, si no nos hemos convertido realmente al Señor, pereceremos víctimas de nuestras hipocresías.
Dios quiere que nuestro corazón vuelva a Él para que sea renovado en la Sangre de Cristo. Dios quiere que nos manifestemos como hijos suyos con obras de bondad, de misericordia y de justicia; obras que broten de nuestra permanencia en Él por medio de una fe sincera. Dios se manifiesta con mucha paciencia hacia nosotros; ojalá escuchemos hoy su voz y no continuemos endureciendo ante Él nuestro corazón; no sea que después sea demasiado tarde.
Hoy nos hemos acercado al Monte Santo, que es Cristo, no sólo para ofrecer al Padre Dios el Memorial de su Muerte y Resurrección, sino para ofrecernos, junto con Él como un sacrificio de suave aroma a Dios.

Nos reconocemos pecadores; pero al mismo tiempo tenemos la disposición de vivir una constante conversión de nuestros pecados, caminando sin desfallecer hacia la casa paterna, para encontrarnos con el Padre Misericordioso, que siempre está dispuesto a perdonarnos y a revestirnos de su propio Hijo, Cristo Jesús.
La celebración de esta Eucaristía, efectivamente nos une a Cristo para que de Él recibamos la Vida nueva que hemos de manifestar en nuestro comportamiento diario. Vivamos, pues, conforme al Espíritu de Cristo que hemos recibido.

Quienes hemos entrado en comunión de Vida con Jesús, no podemos vivir ociosos. Hemos sido llamados a participar de la Vida Divina para dar frutos de buenas obras.
Quien vive en la esterilidad, sin trabajar por el amor fraterno, ni por la paz, ni por la justicia; quien no se preocupa por colaborar para dar solución al hambre y a la pobreza de millones de seres humanos, por más que diga que es cristiano, estaría manifestando con su mala vida, con sus desprecios a los demás, con su cerrazón impidiendo a la Palabra de Dios dar fruto desde su vida, que no está cerca, sino lejos de ser una verdadera persona que hubiese depositado su fe en Cristo.

Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir nuestra fe no sólo llamándolo Señor, Señor, sino haciendo en todo su Voluntad en nosotros. Amén.


Santoral

Santa Paulina Jaricot, San Evaristo Papa y mártir.

Feria


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