jueves, 3 de octubre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA del Jueves 3 de Octubre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Jueves, 3 de Octubre de 2013
Semana  26ª durante el año


LECTURA DEL LIBRO DE NEHEMÍAS 8,1-4.5-6.8-12

En aquellos días, todo el pueblo, como si fuera un solo hombre, se reunió en la plaza que está ante la puerta del Agua y pidió a Esdras, el sacerdote y escriba, que trajera el libro de la ley de Moisés, que el Señor había prescrito a Israel. Esdras, el sacerdote, trajo el libro de la ley ante la asamblea, formada por los hombres, las mujeres y todos los que tenían uso de razón. Era el día primero del mes séptimo y Esdras leyó desde el amanecer hasta el mediodía en la plaza que está frente a la puerta del Agua, en presencia de los hombres, mujeres y todos los que tenían uso de razón. Todo el pueblo estaba atento a la lectura del libro de la ley.

Esdras estaba de pie sobre un estrado de madera, levantado para esta ocasión. Esdras abrió el libro a la vista del pueblo, pues estaba en un sitio más alto que todos, y cuando lo abrió, el pueblo entero se puso de pie. Esdras bendijo entonces al Señor, el gran Dios, y todo el pueblo, levantando las manos, respondió: “¡Amén!”, e inclinándose, se postraron rostro en tierra. Los levitas leían el libro de la ley de Dios con claridad y explicaban el sentido, de suerte que el pueblo comprendía la lectura.

Entonces Nehemías, el gobernador, Esdras, el sacerdote y escriba, y los levitas que instruían a la gente, dijeron a todo el pueblo: “Este es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén ustedes tristes ni lloren (porque todos lloraban al escuchar las palabras de la ley). Vayan a comer espléndidamente, tomen bebidas dulces y manden algo a los que nada tienen, pues hoy es un día consagrado al Señor, nuestro Dios. No estén tristes, porque celebrar al Señor es nuestra fuerza”.

Y los levitas consolaban al pueblo, diciéndole: “No lloren, porque este día es santo. No estén tristes”. Y el pueblo entero se fue a comer y a beber, mandó comida a los que no tenían nada e hizo grandes festejos, porque habían comprendido las cosas que les habían enseñado.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.




SALMO RESPONSORIAL 18, 8-11
R Tú tienes, Señor, palabras de vida eterna.

La ley del Señor es perfecta
del todo y reconforta el alma;
inmutables son las palabras del Señor
y hacen sabio al sencillo /R

En los mandamientos del Señor
hay rectitud y alegría para el corazón;
son luz los preceptos del Señor
para alumbrar el camino /R

La voluntad de Dios es santa
y para siempre estable;
los mandamientos del Señor
son verdaderos y enteramente justos /R

Más deseables que el oro
y las piedras preciosas las normas del Señor,
y más dulces que la miel
de un panal que gotea /R




EVANGELIO

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN LUCAS 10, 1-12

En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’. Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’. Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’. Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.



Reflexión

Neh. 8, 1-4a. 5-6. 8-12. El pueblo se ha reunido para recordar el camino por el desierto, cuando sus padres habitaron en tiendas de campaña y recibieron la Ley por medio de su santo siervo Moisés.
Ante la Lectura de las palabras que contienen la Ley de Dios, y ante la explicación de la misma, el Pueblo reconoce que no ha sido fiel al Señor, y se entristece y llora. Pero hay que celebrar al Señor que ha sido misericordioso con su Pueblo; que ha levantado su castigo contra él y, como signo de su perdón, le ha reinstalado en la tierra prometida. Por eso hay que alegrarse en el Señor y celebrarlo, pues celebrar al Señor es nuestra fuerza.
Pero no basta con alegrarse con el Señor. Si en verdad hemos vuelto a Él necesitamos, finalmente, volver la mirada hacia los que nada tienen y compartir con ellos nuestros alimentos y lo que tengamos.
Quien escucha la Palabra de Dios y la pone en práctica; quien no sólo ama a Dios sino también a su prójimo; quien en el amor al prójimo no se limita con respetarlo sino que procura su bien, ese ha comprendido las cosas que el Señor nos ha enseñado por medio no sólo de su Palabra, sino por medio de su mismo ejemplo, pues, hecho uno de nosotros, salió al encuentro del pecador para perdonarlo, y al encuentro del necesitado para socorrerlo.

Sal. 19 (18). Por medio de su Ley el Señor ha iluminado el camino del creyente. Por eso hemos de conocerla y meditarla para convertirnos en sabios y llegar a vivir con rectitud de corazón.
El Señor nos ha indicado que quien quebrante uno de estos mandamientos, el más mínimo, y enseñe eso a los demás, será el más despreciable en el Reino de los cielos.
Sabemos que la salvación nos ha llegado por medio de Jesucristo; mas no por eso debemos dejar de meditar su Palabra y ponerla en práctica, pues la Ley nos ayuda a manifestar, con obras, la salvación que Dios nos ha concedido, amando a Dios sobre todas las cosas y amando a nuestro prójimo como a nosotros mismos.

Lc. 10, 1-12. El Señor no sólo ha asociado a su Misión salvadora a los apóstoles, sino también a sus discípulos, a quienes envía como misioneros suyos para que, en comunión con los pastores de la Iglesia, colaboren en la difusión del Evangelio y en la construcción de su Reino en el mundo.
Ante el mundo que requiere de una luz que le ayude a descubrir el auténtico significado de la vida, todos los cristianos estamos llamados, en primer lugar, a convertirnos en auténticos discípulos de Cristo, no sólo llenándonos de conocimientos acerca de Él, sino haciendo nuestros su Vida y su Evangelio, de tal forma que, transformados en Él, podamos no sólo hablarle al mundo acerca de Cristo, sino hacerlo presente con todo su poder salvador en medio de todos, por medio de su Iglesia.
Y este trabajo no sólo se centra en el trabajo apostólico realizado por los apóstoles y sus sucesores, sino que compete a toda la Iglesia en comunión con sus Pastores, convirtiéndose así no sólo en una Iglesia Apostólica, sino también en una Iglesia Misionera, en la que nadie puede eludir su propia responsabilidad para hacer presente a Cristo en todos los ambientes y circunstancias en que se desarrolle la vida de cada uno.
Por eso, sabiendo que muchas veces no sólo hemos eludido dicha responsabilidad, sino que, tal vez por miedo a ser criticados u objeto de burlas, hemos preferido enclaustrar nuestra fe en los templos y vivir en el mundo como si no conociésemos a Dios, hemos de pedirle a Él con humildad que nos ayude a darles testimonio a todos acerca del amor y de la misericordia que Él ha tenido para con nosotros.
Conscientes de que no hemos recibido un espíritu de cobardía sino un Espíritu de valentía, vayamos a casa y a cualquier lugar y circunstancia en que se desarrolle nuestra vida para proclamar, no sólo con nuestras palabras, sino con nuestras obras y nuestra vida misma, la Buena Nueva del amor de Dios, para que al ver los demás nuestras buenas obras vuelvan a Él y glorifiquen su Santo Nombre.
El Señor nos reúne como amigos y discípulos suyos en este día. Él nos instruye mediante su Palabra salvadora. Él nos hace vivir el momento culminante de su amor por nosotros mediante la celebración del Memorial de su Misterio Pascual. Él nos llena de su amor y de su Gracia. Él derrama abundantemente sobre nosotros su Espíritu Santo, para que día a día vayamos siendo, de un modo cada vez más perfecto, conforme a su imagen, pues, por medio de su Iglesia, Él quiere continuar su obra salvadora en el mundo, enviándonos como portadores de su perdón y de su paz.
Y esta Eucaristía no sólo se convierte en el momento culminante de nuestro encuentro con Cristo, sino que también se convierte en el momento en que el Señor nos envía a ser testigos en el mundo de lo que aquí hemos vivido, pues lo que Él nos ha comunicado no es para que lo guardemos cobardemente en nuestro interior, sino para que se convierta en luz que ilumine al mundo entero.
Humildemente puestos a los pies de Jesús pidámosle que nos ayude a ser fieles a la Misión que nos está confiando, de tal forma que en verdad el mundo pueda llegar a conocer el gran amor que Dios nos tiene, y el llamado a la santidad y a la participación de su Gloria que Él ofrece a todos sin distinción.
Y nos dirigimos hacia nuestro mundo sin cobardías; seguros de nuestra fe, que viviremos dando testimonio del Señor con nuestras palabras, pero sobre todo con una vida recta, manifestada con nuestras buenas obras, siendo justos y evitando hacer el mal a alguna persona.
El Señor no nos envía como destructores, sino como un signo creíble de su amor salvador en el mundo. Por eso, como nos dice la Escritura, hemos de procurar ser un verdadero fermento de santidad en el mundo.
Es verdad que muchas veces pasaremos por momentos angustiantes; mas no por eso nos hemos de desesperar ni hemos de dar marcha atrás en nuestro compromiso de fe. No es sencillo sembrar la tierra para hacerla producir fruto; pero cuando es el tiempo de la cosecha uno se alegra por el fruto de nuestras manos y el sudor de nuestra frente. Ya Jesús, después de su Resurrección indicaba a dos de sus discípulos: Era necesario que el Hijo del Hombre padeciera todo esto para entrar así en su Gloria.
Seamos portadores de la paz de Cristo; y aunque muchos se resistan a creer en Él no dejemos de hacer presente al Señor en medio de ellos; ojalá y escuchen su voz y vuelvan a Él, que es clemente y rico en misericordia.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de vivir nuestra fe como un verdadero compromiso que nos lleve a dar testimonio de ella en medio de nuestros hermanos, para que podamos ayudarlos a caminar hacia su perfección en Cristo, encontrándolo y gozando de Él eternamente. Amén.

Reflexión: Homilia católica

Santoral: San Francisco de Borja, Santos Evaldo el Moreno y Evaldo el Rubio, San Remigio, Santa Blanca o Cándida y San Gerardo



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