LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Martes 15 de Octubre de 2013.
28ª semana del Tiempo Ordinario. C
Santa Teresa de Jesús, Virgen y
Doctora, Mártir
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS 1,16-25
Hermanos:
No me avergüenzo de predicar el Evangelio, que es una fuerza de Dios para
salvar a todos los que creen, a los judíos primeramente y también a los no
judíos. Pues en el Evangelio se nos revela que Dios trabaja con su actividad
salvadora en nosotros por medio de la fe, de principio a fin, como dice la
Escritura: El justo vivirá por medio de la fe.
En
efecto, Dios manifiesta desde el cielo su reprobación contra los hombres impíos
e injustos, que por la injusticia mantienen cautiva a la verdad. Porque las
cosas de Dios que se pueden conocer, las tienen a la vista; Dios mismo se las
ha manifestado. Pues las perfecciones invisibles de Dios, como su poder eterno
y su divinidad, resultan visibles desde la creación del mundo para quien
reflexiona sobre sus obras, de modo que no tienen disculpa. Han conocido a
Dios, pero no lo han glorificado como a Dios ni le han dado gracias, antes
bien, se han ofuscado con razonamientos inútiles, y su insensata inteligencia
se ha llenado de oscuridad. Pretendían ser sabios, pero se volvieron
insensatos, pues cambiaron la gloria de Dios inmortal por imágenes de hombres
mortales, de aves, cuadrúpedos y reptiles.
Por
eso Dios los entregó a los deseos impuros de su corazón, y llegaron a tal
inmoralidad, que deshonraron sus cuerpos unos con otros, porque cambiaron al
Dios verdadero por dioses falsos y dieron culto y adoraron a la creatura en vez
de al creador, el cual merece alabanza por siempre. Amén.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL 18, 2-5ab
R
Los cielos proclaman la gloria de Dios.
Los
cielos proclaman la gloria de Dios y
el
firmamento anuncia la obra de sus manos.
Un
día comunica su mensaje al otro día y
una
noche se lo trasmite a la otra noche /R
Sin
que pronuncien una palabra,
sin
que resuene su voz,
a
toda la tierra llega su sonido y
su
mensaje hasta el fin del mundo /R
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
LUCAS 11,37-41
En
aquel tiempo, un fariseo invitó a Jesús a comer. Jesús fue a la casa del
fariseo y se sentó a la mesa. El fariseo se extrañó de que Jesús no hubiera
cumplido con la ceremonia de lavarse las manos antes de comer.
Pero
el Señor le dijo: “Ustedes, los fariseos, limpian el exterior del vaso y del
plato; en cambio, el interior de ustedes está lleno de robos y maldad.
¡Insensatos! ¿Acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior? Den
más bien limosna de lo que tienen y todo lo de ustedes quedará limpio”.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Rom. 1, 16-25. El Evangelio en tiempos de Pablo no
podía confundirse con los Libros Sagrados que llevan ese nombre en la Sagrada
Escritura, pues cuando se escribió esta carta aún no se había elaborado el
Canon del Nuevo Testamento en la Iglesia.
El
Evangelio es Cristo con toda la Buena Noticia del amor salvador de Dios que
representa para nosotros; y Él nos ha confiado el anuncio de este Mensaje de
Salvación. No nos avergoncemos de Él, pues es fuerza salvadora de Dios para que
se salve todo el que crea en Él, ya que no hay otro camino, otro nombre en el
cual podamos salvarnos.
Cuando
uno rechaza a Cristo fácilmente se creará sus propios dioses, conforme a sus
actitudes pecaminosas; así se llegará incluso a querer justificar como buenas
las acciones desordenadas y torpes, inventándose dioses a quienes se les
consagran dichos actos, tratando así de eludir la responsabilidad de los
pecados personales.
Dios
nos habla de muchas maneras; Él siempre nos ha manifestado que está junto a
nosotros para que, unidos a Él, lo tomemos a Él como punto de referencia de
nuestros pensamientos, palabras y obras, de tal forma que caminemos día a día
en una fe en continuo crecimiento hasta lograr la perfección en Cristo. Por eso
dejemos que el Señor nos salve liberándonos de nuestras esclavitudes al mal;
reconozcámoslo como nuestro Dios y Padre, y vivamos guiados, no por nuestros
caprichos, sino por su Palabra y su Espíritu que nos convierten en su Evangelio
viviente ante nuestro prójimo.
Sal. 19 (18). Dios ha dejado su huella en toda la
creación. Basta abrir nuestros ojos para pensar: Si así de bellas son las cosas
¡Cuánto más lo será quien las hizo! San Francisco de Asís, consciente de esto,
se dirigía a las plantas y a las flores y les decía: callad, callad; ya sé que Él
existe.
Ojalá
y que quienes habiendo sido elevados a la dignidad de hijos de Dios por nuestra
unión a Cristo mediante la fe en Él, vayamos siendo cada día una imagen más
perfecta de Él en el mundo. Entonces todos conocerán el amor que Dios les
manifiesta desde la Iglesia, esposa de Cristo. Entonces se podrá aplicar a la
Iglesia aquella frase de la Escritura: Qué hermoso es ver por los montes las
huellas de aquel que anuncia la Paz.
Lc. 11, 37-41. Para ser realmente personas de fe en
Cristo no basta manifestarla mediante ritos puntual y exactamente cumplidos.
Ciertamente hay normas litúrgicas en la Iglesia. Pero ellas no son para
nosotros motivo de justificación. Si pensamos tener la salvación por nuestras
celebraciones externamente bien hechas, pero sin vivir en una estrecha relación
personal de amor con el Señor, se nos podrían aplicar aquellas palabras con que
Dios recriminaba a los hipócritas: Este pueblo me honra con los labios,
mientras su corazón está lejos de Mí.
Dios
no puede ser considerado sólo como dueño de exterioridades, sino dueño de todo
nuestro ser; por eso hemos de vivir conservando el corazón puro, renovado por
Él en nosotros. Esto no sólo nos llevará a darle culto, sino a amarlo sirviendo
a nuestro prójimo, socorriéndolo en sus necesidades, entonces realmente
quedaremos limpios, pues viviremos con el corazón sólo centrado en Dios y libre
de las esclavitudes a lo pasajero.
En
esta Eucaristía estamos en la presencia del Señor como el hijo se encuentra con
su Padre. Venimos a orar, recordando lo que dice santa Teresa de Jesús: Orar es
hablar de amor con Aquel que sabemos que nos ama. Estamos conscientes de que el
Señor nos escucha, pero también estamos conscientes de que nosotros lo
escuchamos; y así como esperamos que el Señor dé respuesta favorable a nuestras
peticiones, también nosotros queremos dar respuesta a lo que nos ha enseñado o
pedido en su Palabra.
Así
vivimos en una verdadera amistad con el Señor y nos dejamos guiar por su
Espíritu Santo. Así percibimos que nuestra presencia en la Eucaristía no es el
cumplimiento externo de algún rito, sino el compromiso de dejarnos convertir en
un signo del Señor para iluminar el camino de nuestro prójimo, para que también
él pueda encontrarse con el Señor y, lleno de su Espíritu, pueda trabajar haciendo
el bien a sus hermanos.
Quienes
participamos de esta Eucaristía no podemos vivir con hipocresía nuestra fe en
la vida ordinaria.
No
podemos venir al lugar sagrado a poner una cara de bondad y de piedad, para
después volver a nuestra casa y tratar mal a los nuestros, o ir a nuestro
trabajo y comportarnos de un modo deshonesto. El mundo está requiriendo de
personas que vivan comprometidas con la lucha sincera por la paz, con el
esfuerzo de convivir como hermanos, con la preocupación por resolver realmente
el problema de la pobreza y del hambre.
La
vida de fe no puede quedarse únicamente en oraciones, sino que ha de trascender
a la vida ordinaria por darle un nuevo rumbo a nuestro mundo y su historia.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la Gracia de saber vivir con lealtad nuestra fe, sabiendo que hemos sido
llamados como discípulos para que, escuchando al Señor, vivamos guiados por Él
y por su Espíritu, como constructores de un mundo que día a día se vaya
renovando en Cristo, para Gloria del Padre y bien de todos nosotros. Amén.
Reflexión:
Homilía católica.
Santoral
Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia
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