martes, 1 de octubre de 2013

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA del Miércoles 2 de Octubre de 2013


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Miércoles, 2 de Octubre de 2013
Semana  26ª durante el año
Santos Ángeles Custodios, Memoria



LECTURA DEL LIBRO DEL ÉXODO 22,20-23

Esto dice el Señor: “Voy a enviar a un ángel que vaya delante de ti, para que te cuide en el camino y te lleve al lugar que te he preparado. Respétalo y obedécelo. No te rebeles, porque lleva mi nombre, y no perdonará tu rebeldía. Si lo obedeces fielmente y haces lo que yo te diga, tus enemigos serán mis enemigos, y tus adversarios, mis adversarios. Mi ángel irá delante de ti”.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.




Salmo responsorial.
Salmo  90
R Dios les ha ordenado a sus ángeles que nos cuiden.

Tú, que vives al amparo del Altísimo
y descansas a la sombra del todopoderoso, dile al Señor:
“Tú eres mi refugio
y fortaleza; tú eres mi Dios y en ti confío” /R

Él te librará de la red
del cazador y de la peste funesta.
Te cubrirá con sus alas
y te refugiarás bajo sus plumas /R

No te sucederá desgracia alguna,
ninguna calamidad caerá sobre tu casa,
pues el Señor ha dado a sus ángeles la orden
de protegerte a dondequiera que vayas /R


 EVANGELIO


LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 18,1-5.10

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es el más grande en el Reino de los cielos?” Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí. Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo”.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


Reflexión

Mt. 18, 1-5. 10. Celebrando en este día la fiesta de los santos Ángeles custodios, meditemos en esta parte del Evangelio que nos presenta la Liturgia correspondiente. Dios, como Padre Providente, siempre vela por nosotros y se ha hecho cercanía a nosotros por medio de Jesús, su Hijo hecho Hombre.
Él siempre manifestó su amor para con los pobres y los enfermos, para con los pequeños y los pecadores; Él nunca permaneció indiferente ante el sufrimiento humano. Su amor preferencial para aquellos que son considerados como los niños, desprotegidos de todo y necesitados de todo, nos recuerda cuál debe ser también el camino preferencial en el amor de la Iglesia. Muchas veces nos encontraremos con quienes necesitan quien vele por ellos y por sus intereses.
Dios nos ha enviado a ellos para que les manifestemos de un modo real, efectivo, el amor misericordioso que Él nos ha tenido a nosotros y que quiere nosotros hagamos llegar a todos por medio de su Iglesia.
En esta Eucaristía el Señor nos ha hecho conocer su voluntad.
Él nos precede con la manifestación más grande de su amor por nosotros: su Misterio Pascual, mediante el cual nos dice, no sólo con palabras, sino con obras, que nadie tiene amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos. Y nos invita a que también nosotros seamos sus amigos poniendo en práctica sus mandamientos.
Tratemos de no quedarnos únicamente escuchando la Palabra de Dios, sino que, meditándola y comprendiéndola, la vivamos y demos testimonio de ella con la vida misma, de tal forma que no vayamos a encender una lámpara para después ocultarla dentro de una vasija de barro. Aquel que en verdad celebra al Señor debe abrir los ojos ante los hambrientos y necesitados para compartir con ellos lo que Dios ha puesto en sus manos. Pues sólo en la alegría que se comparte remediando las necesidades de los pobres, podremos, en verdad, confesarnos discípulos de Aquel que salió a nuestro encuentro para anunciarnos la Buena Nueva del amor del Padre mediante sus palabras, sus obras, sus actitudes y su vida misma. Si en verdad entramos en comunión de vida con Él en esta Eucaristía, no podemos dejar de ser un signo creíble de su amor misericordioso para nuestros hermanos.
Los que vivimos unidos a Cristo preocupémonos de cuidar de nuestros hermanos necesitados como Dios ha velado por nosotros.
No podemos, por tanto, buscar seguridad, sino dar seguridad; no podemos esperar recibir, sino dar, pues hay más alegría en dar que en recibir; no podemos tender la mano como pobres cuando esta actitud no es consecuencia de un seguimiento radical, serio, verdadero del Señor, y de una constante proclamación de su Evangelio, sino sólo consecuencia de nuestras flojeras y comodidades que nos encierran, incluso, en nuestra propia casa y nos hacen ser unos dependientes inútiles, que más que tener un compromiso con Cristo han hecho del seguimiento del Señor un modo de vivir cómodo y fácil. Por eso debemos ser bien cuidadosos al socorrer a los necesitados para no provocar simplemente el dejarnos estafar por personas moralmente deshonestas.
Ya nos dice la Didajé, que es un escrito del principio de nuestra era cristiana: A todo el que te pida, dale y no se lo reclames, pues el Padre quiere que a todos se dé de sus propios bienes. Bienaventurado el que, conforme al mandamiento, diere, pues es inocente. Pero ¡ay del que recibe! Pues si recibe por estar necesitado, será inocente; mas el que recibe sin sufrir necesidad, tendrá que dar cuenta por qué recibió y para qué. Será puesto en prisión, se le examinará sobre lo que hizo y no saldrá de allí hasta haber pagado el último cuadrante.
Mas también acerca de esto fue dicho: Que tu limosna sude en tus manos, hasta que sepas a quién das. Amemos y socorramos pues, en verdad, a quienes, siendo real y no de un modo ficticio como niños, necesitan de nuestra protección, de nuestra ayuda y de nuestro amparo.

Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de saber amar, ciertamente a todos, buscando el bien de todos, conduciendo a todos hacia un encuentro personal con el Señor; sin olvidar que hemos de tener una amor preferencial, no exclusivo, por aquellos que viven en desgracia, o que han sido dominados por el pecado, para ayudarlos a recobrar su dignidad humana y su dignidad de hijos de Dios. Amén.

Reflexión de Homilía católica.




Santoral:Los Santos Ángeles Custodios y San Leodegario


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