LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Jueves 17 de Octubre de 2013.
28ª semana del Tiempo Ordinario. C
San Ignacio de Antioquía, Obispo y
Mártir
LECTURA DE LA CARTA DEL APÓSTOL SAN
PABLO A LOS ROMANOS 3,21-30
Hermanos:
La actividad salvadora de Dios, atestiguada por la ley y los profetas, se ha
manifestado ahora independientemente de la ley. Por medio de la fe en
Jesucristo, la actividad salvadora de Dios llega, sin distinción alguna, a
todos los que creen en él.
En
efecto, como todos pecaron, todos están privados de la presencia salvadora de
Dios; pero todos son justificados gratuitamente por su gracia, en virtud de la
redención llevada a cabo por medio de Cristo Jesús, al cual Dios expuso públicamente
como la víctima que nos consigue el perdón por la ofrenda de su sangre, por
medio de la fe.
Así
nos enseña Dios lo que es su actividad salvadora: perdona los pecados cometidos
anteriormente, que soportó con tanta paciencia, y nos da a conocer, en el
tiempo actual, que él es el justo que salva a todos los que creen en Cristo
Jesús.
¿En
dónde quedó, pues, tu derecho a gloriarte? Ha sido eliminado. ¿Por cumplir la
ley? De ninguna manera, sino por aceptar la fe. Porque sostenemos que el hombre
es justificado por la fe y no por hacer lo que prescribe la ley de Moisés.
¿Acaso Dios es Dios sólo de los judíos? ¿No lo es también de los no judíos?
Evidentemente que sí, puesto que no hay más que un solo Dios, que justifica por
medio de la fe tanto a los judíos como a los no judíos.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL 129, 1-4b. 5-6b
R
Perdónanos, Señor, y viviremos.
Desde
el abismo de mis pecados clamo a ti;
Señor,
escucha mi clamor;
que
estén atentos
tus
oídos a mi voz suplicante /R
Si
conservaras el recuerdo de las culpas,
¿quién
habría, Señor, que se salvara?
Pero
de ti procede el perdón,
por
eso con amor te veneramos /R
Confío
en el Señor,
mi
alma espera y confía en su palabra;
mi
alma aguarda al Señor,
mucho
más que a la aurora el centinela /R.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN
LUCAS 11,47-54
En
aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos y doctores de la ley: “¡Ay de ustedes,
que les construyen sepulcros a los profetas que los padres de ustedes
asesinaron! Con eso dan a entender que están de acuerdo con lo que sus padres
hicieron, pues ellos los mataron y ustedes les construyen el sepulcro.
Por
eso dijo la sabiduría de Dios: Yo les mandaré profetas y apóstoles, y los
matarán y los perseguirán, para que así se le pida cuentas a esta generación de
la sangre de todos los profetas que ha sido derramada desde la creación del
mundo, desde la sangre de Abel hasta la de Zacarías, que fue asesinado entre el
atrio y el altar. Sí, se lo repito: a esta generación se le pedirán cuentas.
¡Ay de ustedes, doctores de la ley, porque han guardado la llave de la puerta
del saber! Ustedes no han entrado, y a los que iban a entrar les han cerrado el
paso”.
Luego
que Jesús salió de allí, los escribas y fariseos comenzaron a acosarlo
terriblemente con muchas preguntas y a ponerle trampas para ver si podían
acusarlo con alguna de sus propias palabras.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
Reflexión
Rom. 3, 21-30. Aun cuando todos habíamos sido
encerrados en el Pecado, y a causa de nuestras maldades éramos incapaces para
que la Gloria de Dios tomase posesión de nosotros, el Señor quiso manifestarnos
a todos su fuerza salvadora convirtiéndose Él mismo en nuestro Salvador.
Efectivamente Cristo Jesús se ha convertido en fuente de salvación para toda la
humanidad, pues mediante su sangre, derramada por nosotros, se ha convertido
para todos en instrumento de perdón. Así, mediante la fe en Cristo se ha
abierto el camino que nos conduce a la unión con Dios; y a ese camino no sólo
tienen acceso los circuncisos, sino todos, incluso los paganos. Basta proclamar
con la boca que Jesús es el Señor y creer en el corazón que Dios lo ha
resucitado de entre los muertos para salvarse. Y eso no está limitado a los
judíos, sino abierto a toda persona de buena voluntad que, respondiendo al
llamado de Dios, crea en Cristo Jesús y se deje justificar por Él. Por eso no
queramos limitar la salvación anunciándola a unos cuantos; no queramos salvar
sólo a quienes consideremos buenos, sino que, como verdaderos apóstoles del
Señor, esforcémonos continuamente en trabajar para que todos, especialmente los
pecadores y los que viven como si Dios no existiera, reciban la Luz, la Gracia,
la Vida, el Perdón y la Salvación que Dios nos ha ofrecido a todos en Cristo
Jesús.
Sal. 130 (129). Si el Señor conservara el recuerdo de
nuestras culpas ¿quién resistiría ante Él? Pero el Señor está lleno de amor y
de misericordia para con nosotros. Él jamás dará marcha atrás en el amor que
nos tiene. Y sin importar qué lejos se hayan ido sus hijos, Él sale a buscarlos
para ofrecerles su perdón, su vida y su paz. Y esta búsqueda del pecador se ha
concretizado en la Encarnación del Hijo de Dios, por cuya sangre hemos sido
perdonados y reconciliados con Dios. Y este ministerio de reconciliación ha
sido confiado a la Iglesia, Esposa de Cristo. Por medio de la Iglesia Dios
sigue saliendo a buscar a las ovejas descarriadas para ayudarlas a volver a
encontrar el Camino de Salvación. Por eso, bendigamos al Señor y respetémoslo
siendo fieles en la escucha de su Palabra y en la puesta en práctica de la
misma.
Lc. 11, 47-54. ¡Ay de ustedes, doctores de la ley,
porque han guardado la llave de la puerta del saber! Ustedes no han entrado, y
a los que iban a entrar les han cerrado el paso. La visita de Jesús a la casa
del fariseo parece no caminar como lo esperaba el anfitrión y otros invitados,
tal vez queriendo entramparlo para tener motivos de acusarlo y condenarlo; tal
vez para pedirle cuentas de su forma de hablar y actuar. Pero Jesús se ha
levantado en contra de ellos, no porque quiera condenarlos, pues también ellos
son objeto de la salvación que Dios ofrece a todos, sino para poner en claro
que la salvación no se logra manifestando un continuo sentimiento de culpa,
construyendo y adornando sepulcros a los profetas asesinados por sus padres,
sino escuchando a esos profetas, cuyas palabras se han cumplido en Cristo. No
basta comprender la Palabra de Dios y pensar que, puesto que es una sabiduría
tan alta, mejor hay que hacer como el que enciende una vela y la tapa con una
vasija de barro; hay que, más bien, abrir toda esa riqueza para que sea
disfrutada por todos, siendo uno mismo el primero en conformar la propia vida a
lo que Dios nos ha revelado; no vaya a ser que ni uno se salve, ni deje que los
demás se salven. Dios nos ha confiado la riqueza de su amor, de su vida, de su
perdón, de su salvación, no para que la ocultemos, sino para que la demos a
conocer a todas las naciones, ayudándoles a vivir aquello mismo que ya nosotros
estamos viviendo y disfrutando.
Nos
reunimos en torno a Cristo en la celebración de su Misterio Pascual, no sólo
para asumir nuestra propia responsabilidad en la Muerte de Cristo, sino para
asumir la responsabilidad que tenemos en la construcción del Reino de Dios
entre nosotros. Aquel que simplemente se conforma con acudir a la celebración y
deja enterrada, sin capacidad de producir fruto, la Semilla de la Palabra que
el Señor ha sembrado en el corazón de los creyentes, se hace responsable, no
sólo de la muerte de Cristo, sino del mal que continúa dominando muchos
ambientes de nuestro mundo. Cristo nos pide que no vivamos como plañideras, ni
encadenados a un pasado ennegrecido por el mal y por el pecado. Cristo nos pide
lanzarnos hacia delante, con la mirada fija en Aquel que nos ha precedido con
su cruz y con su muerte, pero que ahora, resucitado de entre los muertos, vive
eternamente. Por eso, esforcémonos por darle un nuevo sentido a nuestra vida
personal y a nuestra vida social, de tal forma que viviendo como hermanos,
desaparezca todo aquello que nos divide. Si realmente conocemos la Escritura no
permitamos que la Palabra de Dios se nos quede sólo en la inteligencia;
permitamos, más bien, que nos dé nueva vida para que podamos, con la Luz de
Cristo, iluminar nuestro mundo con signos de verdad, de justicia, de amor y de
paz.
No
basta con construir templos, casas de asistencia social, fundar clubes de ayuda
solidaria. Es necesario vivir el Evangelio. La Iglesia de Cristo no puede
quedarse sólo en la promoción social como una filantropía; es necesario hacer
que la salvación sea parte de nuestra propia vida para que podamos llevarla
también a los demás. La fe que sólo se expresa en exterioridades, mientras la
vida privada, interior, continúa siendo un desastre, es una falsedad ante Dios
y ante nosotros mismos. La fe no viene a tranquilizar la conciencia del hombre
pecador que no quiere abandonar sus malos caminos, viene a moverle para que
cambie sus criterios internos, y para pueda vivir como un signo del amor de
Dios en medio de los demás. No podemos vivir persiguiendo, asesinando,
enviciando a los demás, y pensar que estamos en paz con el Señor porque
aportamos cantidades económicas a favor de su Iglesia, o nos hacemos amigos de
los jerarcas de la misma, o construimos edificios para asistir a los
necesitados. Mientras, a pesar de lo que demos, no hayamos dejado de hacer el
mal; mientras continuemos siendo los responsables de poner en riesgo la
salvación, la integridad, la estabilidad de las demás personas, no podremos
llamar Padre a Dios, sino que más bien Dios mismo nos pedirá cuenta de la sangre
inocente derramada, de las conciencias que hayamos destruido, de la pobreza que
hayamos generado, y de las vidas que hayamos perjudicado.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la fortaleza necesaria para que nos convirtamos en constructores de su
Reino en medio de la construcción de la ciudad terrena, hasta lograr los bienes
definitivos a los que todos hemos sido llamados. Amén.
Reflexión
de Homilía católica.
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