HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO EL DOMINGO 29 DE
SEPTIEMBRE 2013:
VATICANO, 29 Sep. 13 / 11:15 am (ACI/EWTN
Noticias).- Al presidir esta mañana en la Plaza de San Pedro, ante decenas de
miles de fieles y peregrinos, la Misa con ocasión de la Jornada de los Catequistas,
el Papa Francisco les exhortó a ser “hombres y mujeres que custodian y
alimentan la memoria de Dios en la propia vida, y la saben despertar en el
corazón de los demás”.
Con ocasión de la jornada, catequistas de diversas
partes del mundo peregrinaron a la Tumba de Pedro, en el marco del Año de la
Fe.
El Santo Padre advirtió sobre el riesgo actual de
los cristianos “de apoltronarse, de la comodidad, de la mundanidad en la vida y
en el corazón, de concentrarnos en nuestro bienestar”.
“Es la misma experiencia del rico del Evangelio,
vestido con ropas lujosas y banqueteando cada día en abundancia; esto era
importante para él. ¿Y el pobre que estaba a su puerta y no tenía para comer?
No era asunto suyo, no tenía que ver con él”.
El Papa señaló que “si las cosas, el dinero, lo
mundano se convierten en el centro de la vida, nos aferran, se apoderan de
nosotros, perdemos nuestra propia identidad como hombres: miren bien, el rico
del Evangelio no tiene nombre, es simplemente ‘un rico’. Las cosas, lo que
posee, son su rostro, no tiene otro”.
“¿Por qué sucede esto? ¿Cómo es posible que los
hombres, tal vez también nosotros, caigamos en el peligro de encerrarnos, de
poner nuestra seguridad en las cosas, que al final nos roban el rostro, nuestro
rostro humano? Esto sucede cuando perdemos la memoria de Dios”.
“‘Ay de los que se fían de Sión’, decía el profeta.
Si falta la memoria de Dios, todo queda comprimido en el yo, en mi bienestar”.
Francisco indicó que si falta la memoria de Dios,
“la vida, el mundo, los demás, pierden consistencia, ya no cuentan nada, todo
se reduce a una sola dimensión: el tener”.
El Santo Padre advirtió que “si perdemos la memoria
de Dios, también nosotros perdemos la consistencia, también nosotros nos
vaciamos, perdemos nuestro rostro como el rico del Evangelio. Quien corre en
pos de la nada, él mismo se convierte en nada, dice otro gran profeta,
Jeremías. Estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, no a imagen y semejanza
de las cosas, de los ídolos”.
“Entonces, mirándoles a ustedes, me pregunto:
¿Quién es el catequista? Es el que custodia y alimenta la memoria de Dios; la
custodia en sí mismo y sabe despertarla en los demás”.
El Papa señaló “qué bello es esto: hacer memoria de
Dios, como la Virgen María que, ante la obra maravillosa de Dios en su vida, no
piensa en el honor, el prestigio, la riqueza, no se cierra en sí misma”.
“Por el contrario, tras recibir el anuncio del
Ángel y haber concebido al Hijo de Dios, ¿qué es lo que hace? Se pone en
camino, va donde su anciana pariente Isabel, también ella encinta, para
ayudarla; y al encontrarse con ella, su primer gesto es hacer memoria del obrar
de Dios, de la fidelidad de Dios en su vida, en la historia de su pueblo, en
nuestra historia: ‘Proclama mi alma la grandeza del Señor... porque ha mirado
la humillación de su esclava... su misericordia llega a sus fieles de
generación en generación’”.
Francisco subrayó que “María tiene memoria de
Dios”.
“En este cántico de María está también la memoria
de su historia personal, la historia de Dios con ella, su propia experiencia de
fe. Y así es para cada uno de nosotros, para todo cristiano: la fe contiene
precisamente la memoria de la historia de Dios con nosotros, la memoria del
encuentro con Dios, que es el primero en moverse, que crea y salva, que nos
transforma”.
El Papa remarcó que “la fe es memoria de su Palabra
que inflama el corazón, de sus obras de salvación con las que nos da la vida,
nos purifica, nos cura, nos alimenta”.
“El catequista es precisamente un cristiano que
pone esta memoria al servicio del anuncio; no para exhibirse, no para hablar de
sí mismo, sino para hablar de Dios, de su amor y su fidelidad. Hablar y
transmitir todo aquello que Dios ha revelado. La doctrina en su totalidad. Sin
quitar ni agregar”.
El catequista, subrayó el Papa, “es un cristiano
que lleva consigo la memoria de Dios, se deja guiar por la memoria de Dios en
toda su vida, y la sabe despertar en el corazón de los otros. Esto requiere
esfuerzo. Compromete toda la vida”.
“El mismo Catecismo, ¿qué es sino memoria de Dios,
memoria de su actuar en la historia, de su haberse hecho cercano a nosotros en
Cristo, presente en su Palabra, en los sacramentos, en su Iglesia, en su
amor?”.
“Queridos catequistas, les pregunto: ¿Somos
nosotros memoria de Dios? ¿Somos verdaderamente como centinelas que despiertan
en los demás la memoria de Dios, que inflama el corazón?”.
El Santo Padre les preguntó también “¿qué camino se
ha de seguir para no ser ‘superficiales’, como los que ponen su confianza en sí
mismos y en las cosas, sino hombres y mujeres de la memoria de Dios? En la
segunda Lectura, san Pablo, dirigiéndose de nuevo a Timoteo, da algunas
indicaciones que pueden marcar también el camino del catequista, nuestro
camino: Tender a la justicia, a la piedad, a la fe, a la caridad, a la
paciencia, a la mansedumbre”.
“El catequista es un hombre de la memoria de Dios
si tiene una relación constante y vital con él y con el prójimo; si es hombre
de fe, que se fía verdaderamente de Dios y pone en él su seguridad; si es
hombre de caridad, de amor, que ve a todos como hermanos; si es hombre de
‘hypomoné’, de paciencia y de perseverancia, que sabe hacer frente a las
dificultades, las pruebas y los fracasos, con serenidad y esperanza en el
Señor; si es hombre amable, capaz de comprensión y misericordia”.
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