viernes, 21 de febrero de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA. VIERNES 21 DE FEBRERO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
VIERNES 21 DE FEBRERO DE 2014
VI SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. A.

ANTÍFONA DE ENTRADA (Ap 5, 9-1o)
Sin distinción de raza, lengua, pueblo o nación, nos compraste, Señor, con tu Sangre e hiciste de nosotros un Reino para Dios.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que has redimido a todos los hombres con la preciosa Sangre de tu Hijo, protege en nosotros la obra de tu misericordia, para que, celebrando siempre el misterio de nuestra salvación merezcamos alcanzar sus frutos eternos. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
La fe sin obras está muerta.


DE LA CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO: 2, 14-24. 26

Hermanos míos: ¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no la demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe?
Supongamos que algún hermano o hermana carece de ropa y del alimento necesario para el día, y que uno de ustedes le dice: "Que te vaya bien; abrígate y come", pero no le da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué le sirve que le digan eso? Así pasa con la fe; si no se traduce en obras, está completamente muerta.
Quizás alguien podría decir: "Tú tienes fe y yo tengo obras. A ver cómo, sin obras, me demuestras tu fe; yo, en cambio, con mis obras te demostraré mi fe".
Tú crees, por ejemplo, que hay un solo Dios y haces bien; pero los demonios también creen eso y, sin embargo, tiemblan. ¿Quieres saber, hombre ignorante, por qué la fe sin obras es estéril? ¿Acaso nuestro padre Abraham no fue justificado por sus obras, cuando ofreció a su hijo Isaac sobre el altar? Fíjate cómo su fe colaboraba con sus obras y por las obras se perfeccionaba su fe. Así se cumplió lo que dice aquel pasaje de la Escritura: Abraham tuvo fe en Dios y eso le valió la justificación, y por eso se le llamó "amigo de Dios".
Ya ven cómo la persona es justificada por las obras, no por la fe sola. Pues así como un cuerpo que no respira es un cadáver, la fe sin obras está muerta.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.


SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 111
R/. Dichosos los que temen al Señor.

Dichosos los que temen al Señor y aman de corazón sus mandamientos; poderosos serán sus descendientes. Dios bendice a los hijos de los buenos. R/.

Fortuna y bienestar habrá en su casa, siempre obrarán conforme a la justicia. Quien es justo, clemente y compasivo, como una luz en las tinieblas brilla. R/.

Quienes, compadecidos, prestan y llevan su negocio honradamente, jamás se desviarán; vivirá su recuerdo para siempre. R/.

ACLAMACIÓN (Jn 15, 15)
R/. Aleluya, aleluya.

A ustedes los llamo amigos, dice el Señor, porque les he dado a conocer todo lo que le he oído a mi Padre. R/.




El que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.


DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 8, 34-9, 1

En aquel tiempo, Jesús llamó a la multitud y a sus discípulos, y les dijo: "El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí y por el Evangelio, la salvará.
¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero, si pierde su vida? ¿Y qué podrá dar uno a cambio para recobrarla? Si alguien se avergüenza de mí y de mis palabras ante esta gente, idólatra y pecadora, también el Hijo del hombre se avergonzará de él, cuando venga con la gloria de su Padre, entre los santos ángeles".
Y añadió: "Yo les aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin haber visto primero que el Reino de Dios ha llegado ya con todo su poder".

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.


ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Al presentarte nuestras ofrendas, te suplicamos, Señor, que por medio de estos misterios, nos acerquemos a Jesús, y renovemos la acción salvadora de su Sangre. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Cfr. 1 Co 10, 16)
El cáliz de nuestra acción de gracias, nos une a todos en la Sangre de Cristo; y el pan que partimos, nos une a todos en el Cuerpo del Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios todopoderoso, habiendo sido confortados con el alimento y bebida celestiales, te pedimos que defiendas del temor del enemigo a quienes has redimido con la preciosa Sangre de tu Hijo, que vive y reina por los siglos de los siglos

Reflexión:
Sant. 2, 14-24. 26. Así como el amor al prójimo no se puede quedar en desearle que tenga comida y ropa, sino que hay que tender la mano hacia él para socorrerlo, así quien diga que tiene fe pero sus obras sean contrarias a aquello que cree será un hipócrita, un mentiroso.
Creer significa haber puesto nuestra vida total y confiadamente en manos de Dios para que Él realice su obra de salvación en nosotros, y no sólo pronunciar palabras de fe, pues esas hasta los mismos demonios pueden decirlas y de nada les aprovechan.
Por eso la vida del creyente debe transparentar, cada día de un modo mejor, la perfección del amor, de la misericordia y de la bondad de Dios.
Aquel que, arrodillándose ante el Señor, lleve después una vida de maldad, estará confundiendo su fe con el cumplimiento de unos ritos que para nada afectan su vida en orden a ir por el camino del bien.
Dios es nuestro Padre, nos ama, se ha inclinado ante nuestra miseria y pecado, y nos ha levantado, a costa de la Sangre de su propio Hijo, para que vayamos firmemente afianzados hacia su encuentro eterno.
Si en verdad creemos en Dios; si Dios está en nosotros y nosotros en Él, no nos quedemos con una fe tal vez muy bien ilustrada en la mente, ni con un asentimiento amoroso que nos haga aceptar esas verdades como aquello que realmente creemos; demos el paso hacia nuestra unión con Dios para que Él nos transforme y nos ayude a convertirnos en un auténtico fermento de santidad en el mundo, y esto no sólo porque a nadie demos motivo de escándalo, sino porque desde nuestra vida hagamos que se convierta en realidad la cercanía de Dios que desde nosotros continúa amado, perdonando y socorriendo a todos sus hijos.

Sal. 112 (111). Amar al Señor no es sólo decírselo; es saber escuchar su Palabra y ponerla en práctica.
Esto nos ha de llevar a que si el Señor nos pide que lo amemos a Él sobre todas las cosas, cumpliremos con este mandato, conscientes de que si no tenemos un punto de referencia en nuestra vida podríamos dispersarnos hasta llegar a una completa destrucción, como les sucedería a los diversos puntos que conforman un círculo si les quitáramos el punto central que los hace equidistantes.
Pero nuestro amor al Señor no puede quedarse sólo en una mirada hacia Él; habiendo depositado en Él nuestra fe desde Él contemplamos a nuestro prójimo como Dios lo contempla, y lo amamos como Dios lo ama.
Esto nos ha de llevar a ser comprensivos con todos, y a buscar, por todos los medios, el bien de todos.
Si en verdad dejamos que Dios nos forme conforme a la imagen de su propio Hijo, entonces no sólo recibiremos la bendición de Dios, sino que seremos motivo de bendición para cuantos nos traten.

Mc. 8, 34 - 9, 1. Más que oprimir hay que tomar la cruz de cada día para seguir las huellas de Cristo, para vivir al estilo de Él. Y cuando Jesús toma su cruz es porque nos va a dar nueva vida a costa de su propia vida y de su entrega por nosotros.
Por eso no debemos negarlo ni avergonzarnos de Él. Y esto último sucede, por desgracia, cuando tal vez no con nuestras palabras, sino con nuestras obras, nos convertimos en falsos testigos de Él, porque le alabamos con los labios mientras nuestras obras y nuestro corazón permanecen lejos de Él.
No son los bienes pasajeros los que nos dan la verdadera felicidad. De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero si pierde su vida. Y la vida se pierde cuando se pierde el amor.
¿De qué le sirve a uno tener todos los lujos si cuando llega a su casa no tiene quién le ame, no de un modo pasajero ni por intereses económicos, sino a la altura de dar su vida por uno?
Cuántos ídolos nos hemos construido; cuántos espejismos de amor; cuántas cisternas rotas; cuántas bolsas rotas que dejan escapar y nos hacen perder lo más preciado de nuestra vida: el amor.
La Eucaristía, el mejor de los tesoros de la Iglesia, nos enriquece en el amor de Dios. Él se entrega en sacrificio por y para nosotros. Él se convierte en el alimento que fortalece nuestras manos cansadas y nuestras rodillas vacilantes. Por Cristo, con Él y en Él no sólo somos la gloria del Padre sino el compromiso misionero que nos convierte en testigos del amor de Dios.
Por eso no sólo nos reunimos para escuchar su Palabra y participar del Memorial de su amor hasta el extremo por nosotros, sino que hemos venido para entrar en comunión de vida con Él, de tal forma que no nos quedemos como esclavos de lo pasajero, sino que lo tengamos a Él como la mayor de nuestras riquezas, y como el origen y la fuente de la vida, Vida eterna en nosotros.
Fortalecidos por el Señor como Él podemos tomar nuestra cruz de cada día, nuestras responsabilidades en la vida ordinaria y comenzar a dar a Dios el culto que le es debido: el del amor y no el del egoísmo; el del servicio al prójimo y no el de la opresión; el de la caridad fraterna y no el de la explotación de los pobres a quienes muchos compran por un par de sandalias, o los matan de hambre, pues ni siquiera les comparten las migajas de su mesa.
Hoy el Señor nos invita a convertirnos en testigos de su amor; a tener los ojos abiertos no tanto para buscar nuestros propios intereses, cuanto para buscar el bien de nuestro prójimo, especialmente de los más desprotegidos, así como para trabajar a favor de la salvación de los pecadores, hasta que junto podamos llegar a participar de los bienes eternos.
Roguemos al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra, la gracia de esforzarnos en lograr que el Reino de Dios llegue a nosotros con todo su poder, no del poder que oprime, sino del poder del amor, que salva. Amén.

Reflexión de: Homilía católica

REFLEXION: LA FE SE EXPRESA CON OBRAS
St 2,14-24; Mc 8,34-9,1
Quien está persuadido de una certeza la convierte en actitud o convicción. Quien cree en el Dios compasivo y generoso, necesariamente traduce dicha creencia en práctica cotidiana de la compasión y la gratuidad. Si esto no ocurre estamos ante una personalidad esquizofrénica o fracturada. La opción fundamental que da sentido a la vida del cristiano es el seguimiento de Cristo; esa opción se concreta y expresa en una serie de disposiciones permanentes o actitudes asumidas en relación a los semejantes y el mundo: solidaridad, respeto, honestidad, etc. Cuando se vive de esa manera se encuentra el sentido de la vida, se vive con armonía y se encamina a la plenitud de la vida. Sacrificar la vida por estos valores, significa ganar la vida plena a los ojos de Dios. (de www misal. con , mx )




Santos: Pedro Damián, Doctor de la Iglesia; Eustacio de Antioquia, obispo; Severiano de Palestina, mártir. Feria (Verde)


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