lunes, 17 de febrero de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA Lunes 17 de febrero de 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
Lunes 17 de febrero de 2014
VI Semana del tiempo ordinario. A.


ANTÍFONA DE ENTRADA (1 Jn 3, 17)
Si alguno, teniendo con qué vivir, ve a su hermano pasar necesidad, y sin embargo, no lo ayuda, ¿cómo habitará el amor de Dios en él?

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que diste un origen idéntico a todos los pueblos y quisiste formar con ellos una sola familia, llena los corazones con el fuego de tu amor y suscita en todos los hombres el deseo de un progreso justo y fraternal, a fin de que, con los bienes que has destinado para todos, se realice cada uno como persona humana y, suprimida toda discriminación, reinen en el mundo la igualdad y la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
Las pruebas de su fe les darán fortaleza, para que su vida sea íntegra e irreprochable.

DE LA CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO: 1, 1-11

Santiago, siervo de Dios y de Jesucristo, el Señor, saluda a las doce tribus, dispersas por el mundo.
Hermanos míos: Cuando se vean asediados por toda clase de pruebas y tentaciones, ténganse por dichosos, sabiendo que las pruebas a que se ve sometida su fe les darán fortaleza, y esta fortaleza los llevará a la perfección en las buenas obras y a una vida íntegra e irreprochable.
Si a alguno de ustedes le falta sabiduría, que se la pida a Dios y Él se la dará; porque Dios da a todos con generosidad y sin regatear. Pero tiene que pedírsela con fe y sin dudar; pues el que duda se parece a las olas del mar, que van y vienen, agitadas por el viento. Quien es inconstante e indeciso en su vida, no recibirá nada del Señor.
Que el hermano de condición humilde esté orgulloso de su alta dignidad, y el rico, de su humilde condición, pues se acabará como las flores del campo. Porque sale el sol y con su calor quema las hierbas; se caen las flores y se acaba su belleza. Así se marchitará el rico, en medio de todas sus empresas.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 118
R/. Danos tu misericordia, Señor, y tendremos vida.

Antes de la aflicción fui un descarriado, pero ahora obedezco tus palabras. Tú que eres bueno y haces beneficios, instrúyeme en tus leyes. R/.

Sufrir fue provechoso para mí, pues aprendí, Señor, tus mandamientos. Para mí valen más tus enseñanzas que miles de monedas de oro y plata. R/.

Yo bien sé que son justos tus decretos y que tienes razón cuando me afliges. Señor, que tu amor me consuele, conforme a las promesas que me has hecho. R/.

ACLAMACIÓN (Jn 14, 6)
R/. Aleluya, aleluya.

Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie va al Padre si no es por mí, dice el Señor. R/.


¿Por qué esta gente busca una señal?

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 8, 11-13

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús los fariseos y se pusieron a discutir con Él, y para ponerlo a prueba, le pedían una señal del cielo. Jesús suspiró profundamente y dijo: "¿Por qué esta gente busca una señal? Les aseguro que a esta gente no se le dará ninguna señal". Entonces los dejó, se embarcó de nuevo y se fue a la otra orilla.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta, Señor, los dones y plegarias de tu Iglesia y haz que todos los hombres se llenen del espíritu de hijos de Dios, a fin de que, superadas por amor todas las desigualdades, lleguen los pueblos a formar en tu paz una sola familia. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Lc 11, 9)
Pidan y se les dará, busquen y hallarán, llamen y se les abrirá, dice el Señor.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que de nuestra participación en este sacramento de unidad, mediante el cual renuevas constantemente a la familia humana, obtengamos, Señor, un amor auténtico y eficaz que nos impulse a promover el progreso de los pueblos y a realizar, en la caridad, las exigencias de la justicia. Por Jesucristo, nuestro Señor.




“EL CRISTIANO DEBE SER PACIENTE COMO ES PACIENTE DIOS CON CADA UNO DE SUS HIJOS”. Homilía del Papa Francisco. Lunes 17/02/2014
VATICANO, 17 Feb. 14 / 11:14 am (ACI/EWTN Noticias).- En su homilía de la Misa que celebró este lunes en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco explicó que el cristiano debe ser paciente como es paciente Dios con cada uno de sus hijos, porque “la persona que no tiene paciencia es una persona que no crece” y se queda en los caprichos de niño.

“La paciencia no es resignación, es otra cosa”: el Papa comentó la carta de Santiago donde está escrito: “alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas”. “Parece una invitación a volverse faquir” –observó el Santo Padre según señala Radio Vaticano– pero no es así. La paciencia, soportar las pruebas, ‘las cosas que nosotros no queremos’, hace madurar nuestra vida”.

“Quien no tiene paciencia quiere todo de inmediato, todo de prisa. Quien no conoce esta sabiduría de la paciencia –subrayó el Santo Padre– es una persona caprichosa, como los niños que son caprichosos” y ninguna cosa les está bien.

“La persona que no tiene paciencia –explicó– es una persona que no crece, que se queda en los caprichos del niño, que no sabe tomar la vida como viene: o esto o nada. Ésta es una de las tentaciones: volverse caprichosos”. “Otra tentación de aquellos que no tienen paciencia – afirmó el Pontífice - es la omnipotencia” de querer de inmediato una cosa, como sucedió a los fariseos que piden a Jesús un signo del cielo: “querían un espectáculo, un milagro”.

“Confunden el modo de actuar de Dios con el modo de actuar de un brujo. Y Dios no actúa como un brujo, Dios tiene su modo de ir adelante. La paciencia de Dios. También Él tiene paciencia. Cada vez que nos dirigimos al sacramento de la reconciliación, ¡cantamos un himno a la paciencia de Dios! Con cuánta paciencia el Señor nos lleva sobre su espalda, ¡con cuánta paciencia!"

"La vida cristiana debe desenvolverse sobre esta música de la paciencia, porque es precisamente la música de nuestros padres, del pueblo de Dios, de aquellos que han creído en la Palabra de Dios, que han seguido el mandamiento que el Señor había dado a nuestro padre Abraham: ‘Camina delante de mí y se irreprensible’”.

El pueblo de Dios – constató el Santo Padre citando la Carta a los Hebreos – “ha sufrido tanto, han sido perseguidos, asesinados”, pero tuvo “la alegría de saludar desde lejos las promesas” de Dios. “Ésta es la paciencia” que “nosotros debemos tener en las pruebas: la paciencia de una persona adulta, la paciencia de Dios” que nos lleva sobre la espalda. Y ésta – prosiguió - es “la paciencia de nuestro pueblo”.

“¡Cuán paciente es nuestro pueblo! ¡Aún hoy! Cuando vamos a las parroquias y encontramos a aquellas personas que sufren, que tienen problemas, que tienen un hijo minusválido o tienen una enfermedad, pero llevan adelante la vida con paciencia. No piden signos, como aquellos del Evangelio, que pretendían una señal. Decían: ‘¡Danos un signo!’. No, no piden, pero saben leer los signos de los tiempos: saben que cuando el higo florece, llega la primavera; saben distinguir aquello. En cambio, estos impacientes del Evangelio de hoy, que querían una señal, no sabían leer los signos de los tiempos, y por eso no reconocieron a Jesús”.

El Papa Francisco alabó luego a la “gente de nuestro pueblo, gente que sufre, que sufre tantas, tantas cosas, pero que no pierde la sonrisa de la fe, que tiene la alegría de la fe”.

“Y esta gente, nuestro pueblo, en nuestras parroquias, en nuestras instituciones –tanta gente– es aquella que lleva adelante a la Iglesia, con su santidad, de todos los días, de cada día. ‘Hermanos, alégrense profundamente cuando se vean sometidos a cualquier clase de pruebas, sabiendo que la fe, al ser probada, produce la paciencia. Y la paciencia debe ir acompañada de obras perfectas, a fin de que ustedes lleguen a la perfección y a la madurez, sin que les falte nada’”.

Que el Señor, concluyó el Santo Padre, “nos dé a todos nosotros la paciencia, la paciencia alegre, la paciencia del trabajo, de la paz, nos de la paciencia de Dios, ésa que Él tiene, y nos de la paciencia de nuestro pueblo fiel, que es tan ejemplar”.


Fuente: www aciprensa . com

Reflexión

Sant. 1, 1-11. Dios nos conceda su Sabiduría para no apegarnos a las cosas pasajeras, ni pedir, en la oración, cosas perecederas, pues las cosas de este mundo hoy son y mañana desaparecen como las flores del campo que, al calor del sol se caen y se acaba su belleza. Depositar en ellas nuestro corazón es construir nuestra vida sobre un banco de arena y no sobre roca firme. Si lo pasajero nos ha deslumbrado y vagamos sin un rumbo bien definido hacia nuestra perfección en Cristo, pidamos a Dios que nos conceda la Sabiduría necesaria para saber ser fieles a su Palabra, que nos santifica y poder, así, rectificar nuestros caminos. Pero si pedimos esa Sabiduría que procede de Dios es porque realmente estamos decididos a darle un nuevo rumbo a nuestra vida. Quien titubea en su oración está manifestando la máxima inmadurez respecto a decidirse a caminar en el bien. Efectivamente la oración no puede reducirse sólo a la adoración y alabanza de Dios, y a la petición del perdón de nuestros pecados; si no pedimos a Dios su fortaleza para que nuestra vida se convierta en un signo de su amor; y si no nos decidimos a emprender ese camino es muy probable que hayamos desperdiciado nuestro tiempo ante el Señor. No tengamos miedo a tener que padecer en la conquista del bien. Más bien veamos los momentos difíciles, y las tentaciones, como la oportunidad que Dios nos concede para afianzarnos cada vez más en su amor y en el amor que le debemos a nuestro prójimo.

Sal. 119 (118). Muchas veces es necesario pasar por el crisol de la prueba para reconocer el amor que Dios nos tiene. Dios siempre vela por nosotros como un Padre lleno de amor y de ternura. Él jamás da ni dará marcha atrás en el amor que nos tiene, pues lo que Dios da lo da de una vez y para siempre. Si nosotros hemos vivido como ovejas descarriadas y sólo mediante la prueba nos acordamos del Señor, hemos de ver que incluso esos momentos difíciles Dios los permite para que reflexionemos y volvamos a Él, como el hijo pródigo decide volver cuando se encuentra en una gran penuria, después de haberlo poseído todo. En los momentos de prueba no nos desesperemos, ni le reclamemos a Dios; escuchemos más bien sus palabras que nos dirige diciéndonos que si lo ha permitido es porque está celoso de nosotros, que lo abandonamos para irnos tras los ídolos, que nosotros mismos nos inventamos. Pero Dios no nos abandonará a nuestra suerte; Él escucha nuestra voz y sale a nuestro encuentro para perdonarnos. Ojalá y en adelante caminemos en su presencia como hijos fieles a su amor y no como hijos rebeldes.

Mc. 8, 11-13. En momentos críticos uno quiere recurrir a recursos extraordinarios para no sucumbir ante las pruebas. Entonces se puede echar mano de la sicología de las masas, se pueden inventar supuestas revelaciones, se puede intentar hacer curaciones o utilizar algunos otros medios que impacten a las multitudes y las hagan venir hacia nosotros. Pero tarde que temprano todo el teatro que se haya armado quedará descubierto y vendrá la ruina total. Jesús nos pide que no demos señales para convencer a los demás de adherirse a nuestras ideas, incluso religiosas, pues los milagros son un regalo que Dios nos hace y no se pueden convertir en una manipulación de los demás. Él quiere que nosotros mismos seamos esa señal; pues nuestras buenas obras deben apuntar hacia Cristo. Hacia Él nos dirigimos; y lo hacemos en serio, con todo el compromiso de quien proclama la Palabra de Dios y da testimonio de que ella ha sido eficaz en el que la anuncia. Cuando buscamos o damos otro tipo de señales estamos dando a entender que vivimos con mucha inmadurez nuestra fe y que necesitamos muletas o sillas de ruedas para movernos. Si, incluso, Dios nos permitiera hacer milagros, no podemos hacerlos para causar admiración hacia nosotros mismos sino para fortalecer, con toda sencillez, la fe de los demás; pues no somos nosotros, sino Dios quien ha de hacer su obra de salvación por medio nuestro, liberándonos de toda esclavitud al mal.
La prueba más grande de que Dios nos ama consiste en que, siendo nosotros pecadores, nos envió a su propio Hijo, el cual entregó su vida para liberarnos de la muerte y de la esclavitud al pecado. Esto es lo que celebramos en esta Eucaristía. Dios nos ama. Dios es Dios-con-nosotros. Dios no sólo se ha hecho cercano a nosotros, sino que ha hecho su morada en nosotros mismos. Sabemos que, a pesar de que el Señor habita en nosotros y va con nosotros, sin embargo jamás desaparecerán las pruebas por las que tengamos que pasar. Nuestra vida constantemente está sometida a una serie de tentaciones que, al ser vencidas con la Fuerza que nos viene de lo Alto, el Espíritu Santo, nos harán madurar en la perfección que nos asemeje, de un modo cada vez mejor y más claro, a nuestro Dios y Padre. La Alianza y Comunión de Vida que volvemos a hacer nuestras en esta Eucaristía, lleva a cabo esta obra del amor de Dios y de su salvación en nosotros.
Es fácil abrir el corazón a todo aquello que se conforma a nuestros propios intereses. Si encontramos personas que apoyen nuestra forma de pensar y actuar, aun cuando sean desordenadas, decimos que son gente buena, que nos comprende y que merece todo nuestro respeto. Sin embargo, cuando realmente confrontamos nuestra vida, nuestras obras y actitudes con el Evangelio de Cristo, nos damos cuenta de que debemos corregir muchas cosas. Y si alguien nos hace un fuerte llamado para que, abandonando nuestros caminos de maldad, nos volvamos hacia Dios nos revelamos y le pedimos que respete nuestra libertad (¿no será mas bien nuestro libertinaje?). Ojalá y el Señor no se aleje de nosotros dejándonos a merced de nuestros vanos pensamientos y de nuestras pasiones desordenadas. Abramos nuestro corazón a la Sabiduría de Dios para que podamos actuar guiados por los criterios del bien, del amor, de la verdad, de la justicia. No nos quedemos en una fe aparente movida por cualquier viento.
Pidámosle al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos dé la firmeza suficiente en la fe que hemos depositado en Él. Que fieles al Señor y a sus enseñanzas nosotros mismos, con una vida recta, seamos la mejor prueba de que el amor de Dios puede transformar al hombre y hacer que todos lleguemos a la unidad querida por Cristo y que debe tener sus raíces firmemente hundidas en el amor fraterno. Amén.

Reflexión de: Homilía católica.



Santos: Los Siete Santos Fundadores de la Orden de los Siervos de María; Mesrobio o Mesrob "el Católico" de Armenia, monje. Beato Lucas Belludi, presbítero. Feria (Verde)



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