LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
Martes
18 de Febrero de 2014
VI
Semana del tiempo ordinario. A.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 87, 3)
Que
llegue hasta ti mi súplica, Señor y encuentren acogida mis plegarias.
ORACIÓN
COLECTA
Ayúdanos,
Señor, a dejar en tus manos paternales todas nuestras preocupaciones, a fin de
que podamos entregarnos con mayor libertad a tu servicio. Por nuestro Señor
Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Dios
no le pone tentaciones a nadie.
DE
LA CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO: 1, 12-18
Hermanos:
Dichoso el hombre que sufre la tentación, porque después de superarla, recibirá
en premio la corona de la vida, que Dios ha prometido a los que lo aman.
Que
nadie diga, cuando sufre una tentación, que es Dios el que lo tienta, porque
Dios no puede ser tentado por el mal, ni pone Él mismo a nadie en tentación.
Más bien, cuando alguno es tentado, es su propia concupiscencia la que lo
arrastra y lo seduce. La concupiscencia concibe y da a luz al pecado; y el
pecado, cuando madura, engendra la muerte.
No
se equivoquen, queridos hermanos: Todo beneficio y todo don perfecto viene de
lo alto, del creador de la luz, en quien no hay ni cambios ni sombras. Por su
propia voluntad nos engendró mediante la palabra de la verdad, para que
fuéramos, en cierto modo, primicias de sus creaturas.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 93
R/.
Señor, dichoso aquel a quien tú educas.
Señor,
dichoso aquel a quien tú educas y enseñas a cumplir tus mandamientos; cuando
lleguen las horas de desgracia, no perderá el sosiego. R/.
Jamás
rechazará Dios a su pueblo ni dejará a los suyos sin amparo. Hará justicia al
justo y dará un porvenir al hombre honrado. R/.
Cuando
me hallaba al borde del sepulcro, tu amor, Señor, me conservó la vida; cuando
se multiplican mis problemas, en tus consuelos hallo mi delicia. R/.
ACLAMACIÓN
(Jn 14, 23)
R/.
Aleluya, aleluya.
El
que me ama, cumplirá mi palabra, dice el Señor; y mi Padre lo amará y vendremos
a él. R/.
Cuídense
de la levadura de los fariseos y de la de Herodes.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 8, 14-21
En
aquel tiempo, cuando los discípulos iban con Jesús en la barca, se dieron
cuenta de que se les había olvidado llevar pan; sólo tenían uno. Jesús les hizo
esta advertencia: "Fíjense bien y cuídense de la levadura de los fariseos
y de la de Herodes". Entonces ellos comentaban entre sí: "Es que no
tenemos panes".
Dándose
cuenta de ello, Jesús les dijo: "¿Por qué están comentando que no trajeron
panes? ¿Todavía no entienden ni acaban de comprender? ¿Tan embotada está su
mente? ¿Para qué tienen ustedes ojos, si no ven, y oídos, si no oyen? ¿No
recuerdan cuántos canastos de sobras recogieron, cuando repartí cinco panes entre
cinco mil hombres?". Ellos le contestaron: "Doce". Y añadió:
"¿Y cuántos canastos de sobras recogieron cuando repartí siete panes entre
cuatro mil?". Le respondieron: "Siete". Entonces Él dijo:
"¿Y todavía no acaban de comprender?".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Mira,
Señor, con bondad los dones que te presentamos, a fin de que el sacramento de
la muerte y resurrección de tu Hijo, nos alcance de ti la vida verdadera. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Lc 24, 35)
Los
discípulos reconocieron al Señor Jesús cuando partió el pan.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te
damos gracias, Señor, por habernos alimentado con el Cuerpo y la Sangre de tu
Hijo y te rogamos que la fuerza del Espíritu Santo, que nos has comunicado en
este sacramento, permanezca en nosotros y transforme toda nuestra vida. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
HOMILÍA
DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LA TENTACIÓN
Martes
18 de Febrero de 2014 en la Casa Santa Marta.
Resistir
a la seducción de las tentaciones es posible solamente “cuando se escucha la
Palabra de Jesús”. Lo afirmó el Papa Francisco en la homilía de la Misa
presidida esta mañana en la Casa de Santa Marta. No obstante nuestras
debilidades, repitió el Papa, Cristo nos da siempre “confianza” y nos abre un
horizonte más amplio de nuestros límites.
La
tentación se manifiesta como una atracción inocua y termina por transformarse
en una jaula, de la que a menudo más que buscar evitarla se intenta minimizar
su esclavitud, sordos a la Palabra de Dios. En su homilía, el Papa reafirmó una
verdad y una secuencia descritas por Santiago en un pasaje de su Epístola,
propuesta por la liturgia. La verdad es que jamás es Dios quien tienta al
hombre, sino sus pasiones. La secuencia es aquella producida por las mismas
pasiones las cuales, dice el Apóstol, “conciben y generan el pecado. Y el
pecado, una vez cometido, produce la muerte”:
“La
tentación, ¿de dónde viene? ¿Cómo actúa dentro de nosotros? El apóstol nos dice
que no viene de Dios, sino de nuestras pasiones, de nuestras debilidades
interiores, de las heridas que ha dejado en nosotros el pecado original: las
tentaciones vienen de allí, de estas pasiones. Es curioso, la tentación tiene
tres características: crece, contagia y se justifica. Crece: comienza como si
nada, y crece… El mismo Jesús decía esto, cuando habló de la parábola del grano
y de la cizaña: el grano crecía, pero también la cizaña sembrada por el
enemigo. Y la tentación crece: crece, crece… Y si uno no la detiene, ocupa
todo”.
Además,
continuó el Pontífice, la tentación “busca otro para hacerse compañía,
contagia” y “en este crecer y contagiar, la tentación nos encierra en un
ambiente de donde no se puede salir con facilidad”. Es la experiencia de los
Apóstoles narrada en el Evangelio del día, que ve a los Doce culparse unos a otros
bajo los ojos del Maestro por no haber traído pan a bordo de la barca. Jesús,
observó el Santo Padre, quizás sonriendo por aquel altercado, los invita a
estar “atentos de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes.”
Pero los Apóstoles que por un poco insisten, sin escucharlo, “tan cerrados en
el problema de quién tuviese la culpa por no haber traído pan - comentó
Francisco - no tenían lugar, no tenían tiempo, no tenían luz para la Palabra de
Dios”:
“Y
así, cuando estamos tentados, no escuchamos la Palabra de Dios: no escuchamos.
No entendemos. Y Jesús ha debido recordar la multiplicación de los panes para
hacerlos salir de aquel ambiente, porque la tentación nos encierra, nos quita
toda capacidad de previsión, nos cierra todo horizonte, y así nos lleva al
pecado. Cuando estamos tentados, solo la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús
nos salva. Escuchar aquella Palabra que nos abre el horizonte… Él siempre está
dispuesto a enseñarnos cómo salir de la tentación. Y Jesús es grande porque no
solo nos hace salir de la tentación, sino que nos da más confianza”.
Esta
confianza, afirmó el Obispo de Roma, es “una fuerza grande, cuando somos
tentados: el Señor nos espera”, “se fía de nosotros tentados, pecadores”, “abre
siempre horizontes”. Por el contario, repitió Francisco, el diablo con “la
tentación, encierra, cierra, cierra” y hace “crecer” un ambiente parecido a la
barca de los Apóstoles. No dejarse “encarcelar” por este tipo de ambiente,
concluyó, es posible sólo “cuando se escucha la Palabra de Jesús”:
“Pidamos
al Señor que siempre, como hizo con los discípulos, con su paciencia, cuando
somos tentados nos diga: ‘Detente, estate tranquilo. Acuérdate que hice contigo
en aquel momento, en aquel tiempo: acuérdate. Alza los ojos, mira el horizonte,
no cerrar, no te cierres, va adelante’. Y esta Palabra nos salvará de caer en
el pecado en el momento de la tentación”. (RC-RV)
Fuente:
Radio Vaticano.
REFLEXIÓN
EL
DESEO QUE LLEVA AL PECADO
St
1, 12-18; Mc 8,14-21
La
exhortación que dirige el apóstol Santiago a sus lectores no pretende condenar
todos los deseos, como si fuesen absolutamente pecaminosos. En realidad, está
haciendo un diagnóstico del mal y señala que los deseos, sobre todo cuando son
desmedidos y egoístas, nos seducen y encandilan, y de esa manera incurrimos en
situaciones de pecado que provocan sufrimiento y muerte para los demás. La
recomendación no es aniquilar el deseo, sino mantenerlo bajo control, para
salvaguardar nuestra libertad de optar. Los discípulos de Jesús se sintieron
angustiados, como suele pasarnos: cuando carecían de bienes suficientes para
alimentarse, apareció la desconfianza. Jesús los hizo mirar la situación en su
verdadera dimensión y los invitó a sobreponerse a su desesperanza.
REFLEXION
Sant.
1, 12-18. Dios quiere que nosotros seamos los mejores frutos que ha engendrado
el Evangelio. Así, unidos a Cristo, somos primicias de sus criaturas. Pero, así
como el oro se acrisola en el fuego, así el hombre de fe se acrisola en la
prueba, en la tentación que ha de ser vencida. Ciertamente somos frágiles e
inclinados al mal; sin embargo no podemos escudarnos en esa debilidad para
justificar nuestras malas acciones; pues Dios nos ha dado su Espíritu para que
en todo salgamos más que victoriosos. Si muchas veces la tentación engendra el
pecado y el pecado la muerte en nosotros es porque no sabemos orar y pedirle a
Dios que nos conceda la sabiduría necesaria para serle siempre fieles. La
vigilancia y la prudencia deben ser parte activa de nuestra vida, de tal forma
que no nos dejemos ni sorprender, ni vencer, ni dominar por el pecado.
Recordando que todo beneficio y todo don perfecto viene de lo alto, no dejemos
de pedirle constantemente al Señor que no nos deje caer en la tentación, y que
nos libre del malo.
Sal.
94 (93). Dios es quien nos educa y enseña a cumplir sus mandamientos. Si nos
dejamos instruir por Él y le somos fieles, entonces vendrá a nosotros y hará en
nosotros su morada. Y entonces, teniendo a Dios, jamás vacilaremos, pues Él
saldrá en defensa nuestra, ya que Él no rechaza a los suyos ni los deja
desamparados. A Jesús Dios lo libró de sus enemigos, no porque acabara con
ellos haciendo que murieran, sino porque a Él lo resucitó y lo libró así de la
muerte, que era el último enemigo a vencer. Desde entonces sabemos que no
debemos temer a los que matan el cuerpo, sino más bien a quien puede arrojar al
fuego eterno tanto al cuerpo como al alma. Esto, ciertamente, sería la peor de
las desgracias. Por eso nuestro corazón se llena de esperanza, y en medio de
las grandes pruebas no vacila, pues desde Cristo no es la muerte, sino la vida,
la que tiene la última palabra en nosotros.
Mc.
8, 14-21. Si el Señor repartió cinco panes y dos pescados entre cinco mil
hombres y se recogieron doce canastos de sobras; y siete panes entre cuatro mil
y se recogieron siete canastos de sobras ¿acaso no podía repartir un pan entre
doce haciendo que, incluso sobrara bastante? Si el Señor invita a sus
discípulos a cuidarse de la levadura de los fariseos y de la de Herodes en el
fondo les está pidiendo más lealtad a la fe que han depositado en Él. Ir en la
barca con Jesús no es tanto un viaje de placer, es el compromiso de remar
incansablemente para que todos lleguen a la otra orilla a encontrarse con
nuestro Dios y Padre. Pero no podemos ir con una religiosidad de pacotilla; no
podemos dar culto a Dios de un modo meramente externo, más para exhibirnos que
para unirnos con el Señor; no podemos buscar a Jesús sólo por curiosidad, con
tal inmadurez que por cualquier motivo nos faltara el carácter suficiente para
defender la vida y los intereses de los demás. El Señor nos quiere firmes en la
fe, comprometidos con la esperanza de un mundo cada día más justo y fraterno
porque brille en él el rostro de Dios; pero también nos quiere como un signo
claro de su amor que se hace entrega generosa, más aún: total, en favor de los
demás. No permitamos que las cosas pasajeras emboten nuestra vida, de tal forma
que nos dejen con la mirada puesta en la tierra y con el corazón vacío del
amor, que debe guiar al hombre de fe tanto en sus obras como en sus palabras.
Dios
sólo engendra el bien en nosotros. Su Palabra es sembrada en nosotros, como la
mejor de las semillas, para que germine, crezca y produzca frutos abundantes de
buenas obras. Dios jamás ha sembrado en nosotros una semilla de maldad ni de
pecado. Todo beneficio, todo don perfecto y toda la abundancia de salvación
llega a nosotros gracias al Misterio Pascual de Cristo, cuyo memorial estamos
celebrando. Vivamos atentos, vigilantes, para que el pecado no anide en
nosotros, pues el pecado tiene como consecuencia la muerte; y nosotros no
estamos llamados a la muerte, sino a la vida, y Vida eterna. Esta Vida comienza
a hacerse realidad en nosotros ya desde ahora, especialmente al participar de
la Eucaristía. Ojalá y no tengamos los ojos cerrados, ni el corazón endurecido
tanto para comprender como para aceptar el amor, el perdón y la salvación que
Dios nos ofrece en Cristo Jesús.
Si
en verdad la Palabra de Dios ha sido pronunciada eficazmente en nosotros,
nosotros debemos transparentarla en nuestra vida desde unas obras llenas de
bondad, de rectitud, de justicia y de amor fraterno. Quien se contenta con
escuchar la Palabra de Dios, y después vive como si Dios no se hubiera dirigido
a esa persona para llamarla a la conversión, con esa actitud está demostrando
que, aun cuando dé culto a Dios vive como si no conociera al mismo Dios. Por
eso debemos procurar que nuestras buenas obras sean un signo del amor de Dios
en medio de nuestros hermanos. No dejemos que la levadura del pecado eche a perder
nuestra vida. Si queremos darle un nuevo rumbo a nuestra vida personal y a
nuestra historia dejemos que el Espíritu Santo habite en nosotros, nos
transforme y nos haga ser fermento de santidad en el mundo. Cuando lleguemos a
serlo sabremos también escuchar la voz de Dios que nos reclama un poco más de
amor, de generosidad, de justicia social por la voz de aquellos que se
encuentran faltos de todo eso, y necesitan de una mano que se tienda hacia
ellos. Entonces, no sólo con palabras, sino con la vida misma, estaremos
colaborando para que desaparezca el mal de entre nosotros y vaya surgiendo, con
toda su fuerza, el Reino de Dios entre nosotros.
Roguémosle
al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos
conceda la gracia de no ser ocasión de pecado para nadie, sino más bien de ser
portadores de Cristo y de su salvación para todos. Amén.
Reflexión
de Homilía católica.
Santos:
Eladio de Toledo, obispo; Gertrudis Comensoli, fundadora. Beato Juan de Fiésole
(Fra Angélico), presbítero. Feria (Verde)
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