LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
SÁBADO,
8 DE FEBRERO DE 2014.
IV
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. A
MISA
DE SANTA MARÍA EN SÁBADO
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sedulio)
Te
aclamamos, santa Madre de Dios, porque has dado a luz al Rey que gobierna cielo
y tierra por los siglos de los siglos.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
santo, Padre de Jesucristo, nuestro Salvador, que en Santa María, Virgen y
Madre, nos has dado la imagen de la Iglesia, envía tu Espíritu en ayuda de
nuestra debilidad; para que, perseverando en la fe, crezcamos en el amor y
caminemos juntos hasta la meta de la bienaventurada esperanza. Por nuestro
Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu
Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Te
pido que me concedas sabiduría de corazón para gobernar a tu pueblo.
DEL
PRIMER LIBRO DE LOS REYES: 3, 4-13
En
aquellos días, el rey Salomón fue al santuario de Gabaón a ofrecer sacrificios
y ofreció mil holocaustos sobre el altar. Una noche, estando él dormido en
aquel lugar, se le apareció el Señor y le dijo: "Salomón, pídeme lo que
quieras y yo te lo daré". Salomón le respondió: "Señor, tú trataste
con misericordia a tu siervo David, mi padre, porque se portó contigo con
lealtad, con justicia y rectitud de corazón. Más aún, también ahora lo sigues
tratando con misericordia, porque has hecho que un hijo suyo lo suceda en el
trono. Sí, tú quisiste, Señor y Dios mío, que yo, tu siervo, sucediera en el
trono a mi padre, David. Pero yo no soy más que un muchacho y no sé cómo
actuar. Soy tu siervo y me encuentro perdido en medio de este pueblo tuyo, tan
numeroso, que es imposible contarlo. Por eso te pido que me concedas sabiduría
de corazón para que sepa gobernar a tu pueblo y discernir entre el bien y el
mal. Pues sin ella, ¿quién será capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan
grande?"
Al
Señor le agradó que Salomón le hubiera pedido sabiduría y le dijo: "Por
haberme pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus
enemigos, sino sabiduría para gobernar, yo te concedo lo que me has pedido.
Te
doy un corazón sabio y prudente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después
de ti. Te voy a conceder, además, lo que no me has pedido: tanta gloria y
riqueza, que no habrá rey que se pueda comparar contigo".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL. Del salmo 118
R/.
Enséñanos, Señor, a cumplir tus preceptos.
Sólo
cumpliendo tus mandatos puede un joven vivir honestamente. Con todo el corazón
te voy buscando, no me dejes desviar de tus preceptos. R/.
En
mi pecho guardé tus mandamientos, para nunca pecar en contra tuya. Señor,
bendito seas; enséñame tus leyes. R/.
Con
mis labios he ido enumerando todos los mandamientos de tu boca. Más me gozo
cumpliendo tus preceptos que teniendo riquezas. R/.
ACLAMACIÓN
(Jn 10, 27)
R/.
Aleluya, aleluya.
Mis
ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen. R/.
Andaban
como ovejas sin pastor.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 6, 30-34
En
aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo
lo que habían hecho y enseñado. Entonces Él les dijo: "Vengan conmigo a un
lugar solitario, para que descansen un poco". Porque eran tantos los que
iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer. Jesús y sus apóstoles
se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los
vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por
tierra a aquel sitio y se les adelantaron. Cuando Jesús desembarcó, vio una
numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque
andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Padre
lleno de bondad, que nos socorra el inmenso amor de tu Hijo unigénito para que,
quien al nacer de la Virgen María, no menoscabó la integridad de la Madre, sino
que la consagró, nos libre de nuestras culpas y haga acepta a ti nuestra
oblación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
de Santa María Virgen
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Lc 11, 27)
Dichosa
la Virgen María, que llevó en su seno al Hijo del eterno Padre.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
al recibir el sacramento celestial en esta conmemoración de la santísima Virgen
María, te pedimos que nos concedas celebrar dignamente, a imitación suya, el
misterio de nuestra redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXIÓN
1Re.
3, 4-13. Como fruto de la oración sincera ante Dios, y del culto que Salomón le
tributa, el Señor se le aparece en sueños y dice que le pida lo que quiera,
pues se lo va a conceder. Y Salomón pide la Sabiduría para poder estar atento a
juzgar al pueblo y para discernir entre el bien y el mal. Así, Salomón prefiere
la sabiduría por encima de la vida que se prolonga, de las riquezas y de la
muerte de sus enemigos. Junto con la sabiduría llegarán a Salomón las riquezas
y la victoria sobre sus enemigos.
Nosotros
hemos de examinar sobre el objeto de nuestra oración ante Dios: ¿Qué buscamos,
qué pedimos, qué deseamos como lo más importante en nuestra vida? Ojalá y
pidamos la Sabiduría necesaria para ser rectos, para ayudar a los demás y para
saber compartir con ellos los bienes que Dios nos concede.
Junto
con la Sabiduría llegará a nosotros todo lo demás; pero no busquemos la
sabiduría con una intención torcida, pensando que si la pedimos al Señor Él nos
llenará las manos de bienes materiales, pues quien llegue ante el Señor con una
intención torcida no piense recibir de Él lo que equivocadamente ha tramado en
su corazón.
Sal.
119 (118). Dios nos dio su santa Ley para que nos sirviera como un ayo que nos
llevara hasta Cristo, fuente de salvación y de vida eterna.
Por
eso hemos de pedir al Señor que nos enseñe a cumplir sus preceptos. No nos
quedemos pensando que por cumplir la Ley tenemos ya con nosotros la salvación,
sino que quien cumpla la Ley del Señor debe saber que se encuentra en camino
hacia Cristo, por eso en este Salmo se nos recuerda: Con todo el corazón te voy
buscando, no me dejes desviar de tus preceptos. Quien viva, así, en camino
hacia Cristo será una persona recta, justa y sabia.
Pero
no nos quedemos en el camino, sino que lleguemos hasta Cristo; Él ha venido ya
como plenitud de la Ley y de los profetas, como cumplimiento y término de las
promesas divinas. Unamos a Él nuestra vida y, guiados por el Espíritu Santo,
seamos fieles no sólo a sus enseñanzas, sino al amor que nos ha manifestado y
que ha infundido en nuestros corazones.
Mc.
6, 30-34. Jesús no sólo envió a sus apóstoles a enseñar, sino a hacer obras que
manifestaran la presencia del Reino de Dios a través de ellos. Por eso dice
Marcos que, a su regreso, contaron a Jesús lo que habían hecho y enseñado.
Esa
es la Misión del verdadero discípulo y apóstol de Jesús: Hacer y Enseñar. De
nada sirve hacer muchas cosas a favor del Reino si no se da una verdadera
evangelización y catequesis que acompañen a las obras; sólo así se estará dando
razón de la fe, realizando obras que indiquen que se está en el camino que nos
conduce hacia la plena unión con Dios.
Por
el contrario de nada servirían grandes enseñanzas, técnicamente bien preparadas,
si antes la Palabra de Dios no ha dado fruto de conversión y de buenas obras en
el portador de la misma.
Muchos
buscan a Jesús para encontrar el remedio a sus males y la orientación final de
su vida. Jesús nos da ejemplo de no rechazar a quien le busque por medio
nuestro aun cuando sea en las hora más impertinentes, inoportunas o de mayor
cansancio para el enviado. No sea que estando como ovejas sin pastor y habiendo
sido rechazados en los momentos en que más necesitaban de nuestro apoyo acudan
a falsos profetas y orientadores falaces que serían los únicos dispuestos a
escucharlos y que, finalmente, robarían las ovejas del rebaño confiado a
quienes Cristo ha puesto como Pastores de su Pueblo.
Es
bueno meditar en aquella frase de Juan Pablo II: "Veamos si, por culpa
nuestra, no sólo hemos perdido una oveja, sino una buena parte del rebaño a
nosotros confiado."
No
sólo hay que hablar del amor sino ponerlo en práctica estando a la escucha y en
la disponibilidad del servicio al prójimo como buenos administradores del
Pueblo de Dios.
En
esta Eucaristía el Señor se convierte en alimento bueno y substancioso para
nosotros. En medio de nuestras tareas diarias, en medio de nuestras alegrías y
nuestras penas, en medio de nuestros trabajos a veces extenuantes, encontramos
un momento de paz en el Señor.
Sin
embargo ¿Pensamos que cuando nos hemos encontrado con Cristo hemos encontrado
la paz? No, pues es cuando más inquietos debemos encontrarnos al abrir los ojos
y mirar con la mirada de Cristo el sufrimiento y las miserias de nuestros
hermanos y sentirnos impulsados por el Espíritu del Señor a no dar reposo a
nuestra vida hasta lograr que todos sean uno en Cristo, y disfruten, ya desde
ahora, de las mismas oportunidades para su vida.
Ese
es el camino de aquel que se ha hecho uno con Cristo y que no deja de trabajar
para que el Reino de Dios esté en el corazón de todos, a pesar de que a veces
tenga uno que sacrificarlo todo por Cristo, incluso renunciando a uno mismo, a
los propios gustos, al propio descanso.
Ser
Eucaristía significa no sólo ser pastor sino convertirse uno mismo en alimento
para los demás, alimento que les haga vivir, recobrar la paz, la alegría y la
luz que los guíe por el camino del bien. En esos momentos no podemos sino sólo
decir a Dios: Hágase tu voluntad, como tú quieres, sólo te pido que me
fortalezcas y no me niegues tu Espíritu.
Es
propio de nuestra naturaleza frágil el cansancio y el hambre. Tenemos derecho a
alimentarnos y a descansar para recobrar las fuerzas. Sin embargo no podemos
cerrar los ojos ante el hambre de millones de hermanos nuestros que viven
deseando alimentarse, por lo menos, de la migajas que caen de la mesa de los
ricos.
A
veces cerramos los ojos ante noticias de maldad y de injusticias que suceden en
lugares muy lejanos a nosotros, y tal vez no queremos reconocer que muchas
veces nosotros mismos hemos sido injustos en los salarios, que hemos comprado
al pobre por un par de sandalias, que hemos cobrado intereses excesivos para
impedirle al pobre salir de su miseria y, ante una deuda impagable embargar a
favor nuestro los pocos bienes que posee y dejarlo como un miserable en la
calle.
Y
esto no sólo se da entre particulares, sino que también es algo que se da a
nivel de naciones, impidiendo el progreso de pueblos menos protegidos.
Después
se darán golpes de pecho quienes han generado esas injusticias y mandarán
aviones con ayuda para los miserables, que ellos mismos han generado.
¿Por
qué no esforzarse para que cada uno pueda luchar por su vida poniendo a su
alcance los medios necesarios para su debido desarrollo? Es el hambre y lo
incierto del futuro de la propia vida lo que genera la violencia con el afán de
sobrevivir. Las revueltas son una voz de alerta para volver la mirada ante los
reclamos de quienes se sienten aplastados y necesitan ser tratados con un poco
de mayor amor.
La
respuesta no es la violencia sino el amor que genere vida y ayude a que cada
uno pueda realizarse como persona, y no viva como si fuera un animal o un
gusano a punto de ser aplastado por los demás.
¿Acaso
podemos descansar mientras muchos viven de un modo inhumano? Mientras no
vivamos en su plenitud el amor hasta el extremo de dar nuestra vida para que
nuestro hermano tenga vida no podremos llamar Padre a Dios.
No
vamos a enfrentarnos en luchas fratricidas, no podemos quitar a los ricos lo
suyo para repartirlo entre los pobres; hemos de hacer que el amor de Dios
llegue al corazón de quienes todo lo poseen para que vuelvan la mirada hacia
sus hermanos hambrientos y faltos de todo y: "Den la mitad de lo que tienen
para los pobres y si a alguien han defraudado le devuelvan tres veces
más," como dice la Escritura.
Muchos
son explotados inhumanamente y se les obliga a trabajar horas extras para una
mayor producción; el hambre de los pobres y el ansia de superarse un poco más
les lleva a trabajar en jornadas fatigosas, mientras que quienes todo lo tienen
pasan horas, días y meses de descanso a la deriva de sus pasiones desordenadas,
disfrutando el fruto del sudor de la frente de los necesitados, a quienes se
les dio un salario de hambre.
Hoy
Jesús nos invita a ser más congruentes con nuestra fe y a ser justos en el pago
de los salarios, y a no sólo saber, sino permitir que los trabajadores gocen
del derecho de disfrutar de su familia y de tener oportunidad, por justicia
social, de disfrutar de una vivienda, alimentación y vida más digna como fruto
de sus esfuerzos a favor del progreso de una nación o de una empresa.
El
Señor, en esta Eucaristía, no pide un esfuerzo renovado para atender
misericordiosamente las necesidades de nuestro prójimo; ¿Cerraremos los oídos,
los ojos y el corazón?
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de vivir nuestra fidelidad a Cristo, su Hijo,
hasta que, al final estemos con Él, reconocidos por Él como el Pastor reconoce
a sus ovejas y las pone a su derecha, porque le amaron y asistieron cuando le
vieron hambriento, sediento, desnudo, enfermo y angustiado en la persona de los
más pequeños de sus hermanos.
Entonces
seremos eternamente, junto con Cristo, los hijos amados del Padre. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica.
Santos:
Jerónimo Emiliani, fundador; Josefina Bakhita, religiosa; Coínta o Quinta de
Alejandría, mártir.
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