LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
MARTES
25 DE FEBRERO DE 2014
VII
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. A.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 37, 22-23)
Señor,
no me abandones, no te me alejes, Dios mío. Ven de prisa a socorrerme, Señor,
mi salvador.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
omnipotente y misericordioso, de cuya mano proviene el don de servirte y de
alabarte, ayúdanos a vencer en esta vida cuanto pueda separarnos de ti.
Por
nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Si
ustedes piden y no reciben, es porque piden mal.
DE
LA CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO: 4, 1-10
Hermanos
míos: ¿De dónde vienen las luchas y los conflictos entre ustedes? ¿No es,
acaso, de las malas pasiones, que siempre están en guerra dentro de ustedes?
Ustedes codician lo que no pueden tener y acaban asesinando. Ambicionan algo
que no pueden alcanzar, y entonces combaten y hacen la guerra. Y si no lo
alcanzan, es porque no se lo piden a Dios. O si se lo piden y no lo reciben, es
porque piden mal, para derrocharlo en placeres.
Gente
infiel, ¿no saben que la amistad con el mundo es enemistad con Dios? Por lo
tanto, quien decide ser amigo del mundo se hace enemigo de Dios. No piensen que
la Escritura dice en vano: Dios ama celosamente a nuestro espíritu y nos da su
gracia con generosidad. Por eso dice también la Escritura: Dios aborrece a los
soberbios y concede su gracia a los humildes.
Por
consiguiente, sométanse a Dios; resistan al diablo y se alejará de ustedes.
Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes. Que los pecadores se purifiquen
las manos y se decidan por Dios los indecisos. Comiencen ya a lamentar y a
llorar su miseria. Que su risa se convierta en llanto y su alegría en tristeza.
Humíllense ante el Señor y Él los enaltecerá.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 54
R/.
Descarga en el Señor lo que te agobia.
En
la angustia me dije: "Si tuviera, como la paloma, alas, yo me iría volando
por el desierto, para poder vivir libre de intrigas. R/.
A
salvo me pondría del viento huracanado, de las voces que dan mis enemigos y de
sus opresiones". R/.
Sólo
veo en la ciudad violencias y discordias, que de día y de noche por sus
murallas rondan. R/.
Descarga
en el Señor lo que te agobia y Él te aliviará. La derrota del justo para
siempre jamás permitirá. R/.
ACLAMACIÓN
(Ga 6, 14) R/. Aleluya, aleluya.
No
permita Dios que yo me gloríe en algo que no sea la cruz de nuestro Señor
Jesucristo, por el cual el mundo está crucificado para mí y yo para el mundo.
R/.
El
Hijo del hombre va a ser entregado.
Si alguno quiere ser el primero que sea el
servidor de todos.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 9, 30-37
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos atravesaban Galilea, pero Él no quería que
nadie lo supiera, porque iba enseñando a sus discípulos. Les decía: "El
Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le darán muerte, y
tres días después de muerto, resucitará". Pero ellos no entendían aquellas
palabras y tenían miedo de pedir explicaciones. Llegaron a Cafarnaúm, y una vez
en casa, les preguntó: "¿De qué discutían por el camino?" Pero ellos
se quedaron callados, porque en el camino habían discutido sobre quién de ellos
era el más importante. Entonces Jesús se sentó, llamó a los Doce y les dijo:
"Si alguno quiere ser el primero, que sea el último de todos y el servidor
de todos".
Después,
tomando a un niño, lo puso en medio de ellos, lo abrazó y les dijo: "El
que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me
reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Que
este sacrificio que vamos a ofrecerte en comunión con toda tu Iglesia, te sea agradable,
Señor, y nos obtenga la plenitud de tu misericordia. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Jn 6, 58)
En
la misma forma en que yo vivo por el Padre, que me ha enviado y que es la vida,
el que me come, vivirá por mí, dice el Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Continúa,
Señor, en nosotros tu obra de salvación por medio de esta Eucaristía para que,
cada vez más unidos a Cristo en esta vida, merezcamos vivir con Él eternamente.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
nuestro, que quisiste dejarnos en el beato Sebastián de Aparicio un ejemplo de
entrega a los demás en las ocupaciones diarias, concédenos por su intercesión
amarte y servirte en nuestro prójimo en todas las actividades de nuestra vida.
Por nuestro Señor Jesucristo...
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Acepta,
Señor, los dones que te ofrecemos en la festividad del beato Sebastián de Aparicio
y haz que este sacrificio se eleve a ti como alabanza perfecta, y nos obtenga
la plenitud de tu amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Te
rogamos, Señor y Dios nuestro, que la Eucaristía que hemos celebrado en memoria
del beato Sebastián de Aparicio, sea para nosotros fuente de salvación y vida
eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
HOMILÍA
DEL PAPA FRANCISCO
EN
MEDIO DE TANTOS CONFLICTOS ARMADOS QUE EXISTEN HOY EN EL MUNDO, PARECE QUE EL
ESPÍRITU DE LA GUERRA SE HA APODERADO DE NOSOTROS.
VATICANO,
25 Feb. 14 / 12:26 pm (ACI/EWTN Noticias).- En medio de tantos conflictos
armados que existen hoy en el mundo, parece que el espíritu de la guerra se ha
apoderado de nosotros, enfrentamientos que también se viven en las casas porque
los padres no son capaces de buscar la paz y prefieren la guerra. Así lo dijo
esta mañana el Papa Francisco, en su homilía de la Misa que presidió en la Casa
Santa Marta.
¿De
dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? El Santo
Padre se inspiró en la Epístola del Apóstol Santiago, en la Primera Lectura,
para hacer una enérgica condena de todas las guerras. Y comentando las peleas
entre los discípulos de Jesús para ver quién fuese el más grande entre ellos,
puso en evidencia que cuando “los corazones se alejan nace la guerra”. “Cada
día, en los periódicos, encontramos guerras en tal lugar dos, cinco muertos”.
“Y
los muertos parecen hacer parte de una contabilidad cotidiana. ¡Estamos
acostumbrados a leer estas cosas! Si tuviésemos la paciencia de citar todas las
guerras que en este momento hay en el mundo, seguramente llenaríamos muchas
páginas. Parece que el espíritu de la guerra se ha apoderado de nosotros. Se
hacen actos para conmemorar el centenario de aquella Gran Guerra, tantos
millones de muertos… ¡Y todos escandalizados! Pero ¡hoy es lo mismo! En vez de
una gran guerra, pequeñas guerras en todas partes, pueblos divididos… por
conservar los propios intereses se asesinan, se matan entre ellos”.
“¿De
dónde vienen las guerras y las querellas que hay entre ustedes?”, cuestionó el
Santo Padre según señala la nota de Radio Vaticano. “Las guerras, el odio, la
enemistad no se compran en el mercado: están aquí, en el corazón”. Y recordó
que cuando de niños, en el catecismo, “nos contaban la historia de Caín y Abel,
todos estábamos escandalizados”, no se podía creer que uno mate el hermano.
Pero, hoy, “tantos millones se matan entre hermanos, entre ellos. Estamos
acostumbrados”.
La
Primera Guerra Mundial, dijo el Papa, “nos escandaliza, pero no la gran guerra
un poco por todas partes”, un poco “escondida, ¡no escandaliza! Y tantos mueren
por un pedazo de tierra, por una ambición, por un odio, por un celo racial”.
“La pasión – agregó – nos lleva a la guerra, al espíritu del mundo”:
“También
normalmente ante un conflicto, nos encontramos ante una situación curiosa:
salir adelante para resolverlo, peleando. Con el lenguaje de la guerra. ¡No
viene antes el lenguaje de la paz! ¿Y las consecuencias? Piensen en los niños
hambrientos en los campos de refugiados… Piensen solamente en eso: ¡es el fruto
de la guerra! Y si quieren piensen en los grandes salones, en las fiestas que
hacen aquellos que son los patrones de la industria de las armas, que fabrican
las armas, las armas que terminan allí. El niño enfermo, hambriento, en un campo
de refugiados y las grandes fiestas, la vida bella que tienen aquellos que
fabrican las armas”.
“¿Qué
ocurre en nuestro corazón?”, repitió. El Apóstol Santiago, agregó el Papa
Francisco, nos da un consejo sencillo: “Acérquense a Dios y Él se acercará a ustedes”.
Por lo tanto, advirtió sobre “este espíritu de guerra, que nos aleja de Dios,
que no está lejos de nosotros” está “también en nuestra casa”.
“Cuantas
familias destruidas porque el papá, la mamá no son capaces de encontrar el
camino de la paz y prefieren la guerra, hacer causa… ¡La guerra destruye! ¿De
dónde provienen las luchas y las querellas que hay entre ustedes? ¿No es
precisamente de las pasiones que combaten en sus mismos miembros’? En el
corazón".
"Hoy
les propongo rezar por la paz, por aquella paz que parece haberse convertido
sólo en una palabra, nada más. Para que esta palabra tenga la capacidad de
actuar, sigamos el consejo del Apóstol Santiago: ‘¡Reconozcan su miseria!”.
Aquella
miseria, continuó, de donde provienen las guerras: “Las guerras en las
familias, las guerras en los barrios, las guerras en todas partes”. “¿Quién de
nosotros ha llorado – se preguntó – cuando lee el periódico, cuando en la
televisión ve aquellas imágenes? Tantos muertos”.
“Que
la alegría de ustedes – dijo retomando al Apóstol Santiago – se transforme en
llanto, y el gozo, en tristeza…”. Esto, agregó Francisco, “es lo que hoy, 25 de
febrero, debe hacer un cristiano ante tantas guerras, en todas partes”:
“Llorar, hacer luto, humillarse”. “Que el Señor – concluyó – nos haga entender
esto y nos salve del acostumbrarnos a las noticias de guerra”
Fuente:
www aciprensa . com
REFLEXIÓN:
Sant.
4, 1-10. ¡Cuántas divisiones entre los pueblos, y cuántas guerras se han
generado propiciadas por la codicia y la ambición por lo pasajero.
Se
es capaz de mentir, de levantar falsos contra los demás con tal de justificar
las propias acciones provocadas por las malas pasiones que siempre están en
guerra dentro de uno mismo.
Los
que creemos en Cristo no podemos continuar siendo esclavos del mal, del pecado
y de la muerte, que han sido vencidos por medio de la Pascua del Señor.
Aquel
que se diga hijo de Dios pero continúe sometido al diablo no podrá convertirse
en un signo creíble del Señor, pues a pesar de proclamar su Nombre ante las
naciones, sus obras estarán siendo ocasión de burla, de descrédito y de ofensa
al Señor.
Acerquémonos
a Dios para que Él se acerque a nosotros; resistamos al malo, no con nuestras
armas, ni con nuestras solas fuerzas, sino auxiliados por el Señor que ha
prometido venir y hacer su morada en los corazones rectos y sinceros. Pongamos
en Él nuestra confianza y Dios saldrá en defensa nuestra para librarnos de
nuestro enemigo y de la mano de todos los que nos odian, y para afianzar
nuestro pasos en el camino del bien, y podamos, así vivir fraternalmente unidos
y podamos ser capaces, por la presencia de su Espíritu en nosotros, de pasar
haciendo el bien a todos, a imagen de como lo hizo Jesucristo en favor nuestro.
Sal.
55 (54). Jesús ha rogado a su Padre por nosotros; no le ha pedido que nos saque
del mundo, sino que nos preserve del mal. Al final de nuestra vida el Señor nos
llevará como en alas de águila hacia las moradas eternas.
Pero
mientras llega ese día no podemos vivir como cobardes, encerrándonos lejos del
mundo, no por cumplir una vocación venida de lo Alto, sino por cobardía ante el
compromiso que todos tenemos de vivir en medio del mundo como la levadura que
va haciendo fermentar la masa para que se convierta en un pan sabroso y
nutritivo, y deje de ser una masa amorfa, a merced de cualquier doctrina.
Aquel
que posee el Espíritu de Dios y se ha dejado dominar por Él se convierte en un
signo profético del amor, de la salvación y de la entrega de Dios para salvar a
todos aquellos que habían sido dominados por el pecado, y que estaban
destinados a la muerte.
Si
realmente somos personas de fe no pasemos de largo ante el pecado y la miseria
de la humanidad; no huyamos del mundo, no seamos cobardes al tener que enfrentar
las estructuras de pecado para sanearlas con la Gracia de Dios y con la Fuerza
de su Espíritu Santo en nosotros.
Vayamos
a cumplir nuestra misión como Luz con todos los riesgos que ha de afrontar, con
amor, aquel que ha sido elegido por el Señor para esta misión, y que unido a
sus hermanos forma la Iglesia y familia de Dios.
Mc.
9, 30-37. Dios no abandonó a la muerte a su siervo Jesús. Sus enemigos gritaban
junto a la Cruz: Puso su confianza en Dios, pues que Él lo salve. Y
efectivamente así fue. Él padeció y murió en la cruz. Pero su camino no
desembocó en su muerte sino en su resurrección y en su glorificación a la
diestra del Padre.
Aquel
que quiera ser su discípulo ha de seguir sus huellas no tanto teniendo en mente
el sufrimiento y la muerte, sino la glorificación que nos espera junto con
Cristo en la casa del Padre.
Tal
vez a veces nos dé miedo preguntar sobre ese camino; y esto porque podría ser
que más nos interesara el ser los más importantes, conforme a los criterios
humanos, que identificarnos con el Señor, que no vino a ser servido sino a
servir y a dar su vida por nosotros, abajándose hasta identificarse con el
siervo inútil que lava los pies de los invitados al banquete.
Así
debemos acoger en nuestro corazón a los que son como los niños por su edad, por
su pobreza, por sus limitaciones, por sus desánimos, por sus taras sicológicas,
sabiendo que no por los justos, sino por los pecadores y desgraciados Cristo
murió en la Cruz para hacerlos también a ellos hijos de Dios. Recibirlos en nuestro
corazón en nombre de Jesús y hacerlo y darlo todo por ellos, significa que
hemos recibido la misma misión de Cristo para que su amor siga llegando a todos
los que han quedado atrapados en algún mal o dominados por la maldad; sólo
entonces podremos decir que realmente estamos colaborando para que, a costa de
todos los riesgos que implique nuestra entrega por ellos, puedan llegar a
identificarse con Cristo Jesús, el Señor, y alcancen, junto con nosotros, la
posesión de los bienes eternos.
En
esta Eucaristía nos reunimos en torno al Siervo de Dios, que cargó sobre si la
miseria del hombre para redimirlo y hacerlo hijo de Dios. Él, habiendo
presentado en los días de su vida mortal oraciones y súplicas con grandes
gritos y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte, fue escuchado en atención
a su actitud reverente, y se convirtió en causa de salvación eterna para todos
los que lo obedecen.
Hemos
venido para escuchar al Señor que nos pide convertirnos en siervos de los
demás, especialmente de los más frágiles. ¿Estamos dispuestos a obedecerlo aun
cuando tengamos que pasar por el cáliz amargo de la cruz y de la muerte? o, por
el contrario, ¿Seguiremos instalados en una fe vacía de compromiso con el
Señor?
Identificarnos
con Cristo no es sólo acudir a la Celebración Eucarística, no es sólo hacernos
amigos de los curas y de las monjas, no es sólo dar una cantidad a favor de los
necesitados. El mundo y la Iglesia nos necesitan a nosotros como signos de amor
y de salvación. Lo material es frío, no tiene sentimientos aun cuando los
manifiesta. Sin embargo es la persona, es su cercanía lo único que da paz,
alegría, y ánimo para levantarse y seguir caminando. Y esto cuesta renuncias,
sacrificios, desvelos; pues la vida del que sufre será nuestra propia vida y su
cruz nuestra propia cruz. Entonces el Sacrificio de Cristo, cuyo memorial
estamos celebrando, se prolongará en y desde nosotros en la vida ordinaria para
recibir con el corazón misericordioso de Cristo en nosotros a los niños y a los
que son como ellos por lo frágil de su vida.
Qué
alegría encontrar a muchos que viven preocupados por los pobres, por los
necesitados, por los que sufren una serie de enfermedades o carencias en muchos
niveles de su vida. Llevar a Cristo en nuestra vida no es sólo motivo de
santidad interna, ni de luz encendida y puesta bajo una olla. Hay que dejar que
la luz del Señor ilumine, alegre y dé firmeza al caminar de toda la humanidad.
Y esto se logrará sólo cuando en verdad en nombre de Cristo, y con Él en
nosotros, nos convirtamos en el lenguaje de amor y de misericordia de Dios para
todos.
Procuremos
ser los primeros en identificarnos con el Señor. Seamos los primeros en ir tras
sus huellas. Seamos los primeros testigos del Evangelio que se nos ha confiado,
y que hemos de anunciar no sólo con nuestras palabras, sino con nuestras obras
y con nuestra vida misma.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Sierva del Señor, la Santísima
Virgen María, nuestra Madre, la gracia de convertirnos en auténticas personas
de fe que estén al servicio del Evangelio en favor de los demás, de tal forma
que, a pesar de las persecuciones, de las renuncias, de los sufrimientos que
sean consecuencia de anunciar a Cristo, sepamos que los caminos de Dios no son
nada sencillos. Sin embargo en todo saldremos más que victoriosos, y nada podrá
separarnos del amor de Dios, manifestado a nosotros en Cristo Jesús, Señor
nuestro. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica
REFLEXIÓN:
LA VERDADERA GRANDEZA
St
4,1-10; Mc 9,30-37
El
deseo de autoafirmación es tan intenso que terminamos siendo prisioneros de la
vanagloria y la presunción. Necesitados como estamos de autoestima y de un
autoconcepto favorable sobre nosotros mismos, anhelamos el reconocimiento
público de nuestra supuesta valía moral o intelectual. La verdadera grandeza
cristiana tiene un carácter paradójico y sorprendente: Jesús define la
habilidad para servir como criterio decisivo de la propia grandeza humana.
Efectivamente el servir a los demás, nos proporciona dicha, nos permite
descubrir el sentido de nuestra existencia y solidarizarnos eficazmente con los
necesitados. En ese sentido la Carta de Santiago ubica los deseos agresivos y
desbordados como la causa de las disputas y conflictos entre las personas. No
es inadecuado desear metas elevadas, lo importante es alcanzarlas con los
recursos legítimos que tenemos a nuestra disposición.
(De
www misal . com . mx)
Santos:
Beato Sebastián de Aparicio, religioso. Santo Toribio Romo González y
compañeros, mártires; Cesáreo de Nacianzo, laico. Feria (Verde)
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