LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
JUEVES
27 DE FEBRERO DE 2014
VII
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. A.
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 109, 4)
El
Señor lo ha jurado y el Señor no se retracta. Tú eres sacerdote para siempre,
como lo es Melquisedec.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que para gloria tuya y salvación nuestra constituiste a Cristo sumo y
eterno sacerdote, concede al pueblo redimido con su sangre obtener, por la
participación en este memorial, los frutos de la muerte y resurrección de tu
Hijo, que vive y reina contigo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
El
salario que han defraudado está clamando contra ustedes.
DE
LA CARTA DEL APÓSTOL SANTIAGO: 5, 1-6
Lloren
y laméntense, ustedes, los ricos, por las desgracias que les esperan. Sus
riquezas se han corrompido; la polilla se ha comido sus vestidos; enmohecidos
están su oro y su plata, y ese moho será una prueba contra ustedes y consumirá
sus carnes, como el fuego. Con esto ustedes han atesorado un castigo para los
últimos días.
El
salario que ustedes han defraudado a los trabajadores que segaron sus campos
está clamando contra ustedes; los gritos de ellos han llegado hasta el oído del
Señor de los ejércitos. Han vivido ustedes en este mundo entregados al lujo y
al placer, engordando como reses para el día de la matanza. Han condenado a los
inocentes y los han matado, porque no podían defenderse. Palabra de Dios.
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 48
R/.
Dichosos los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos.
Como
bestias sumisas, pastoreadas por la muerte en el reino de los muertos, así
terminarán los que confían en sí mismos y viven satisfechos. R/.
Se
desvanece al punto su figura y morarán por siempre en el abismo. En cambio,
Dios me salvará la vida, me llevará consigo. R/.
No
te inquietes cuando alguien se enriquece y aumentan las riquezas su poder. Nada
podrá llevarse, cuando muera, ni podrá su poder bajar con él. R/.
Aunque
feliz se sienta mientras viva y por pasarla bien todos lo alaben, ahí donde
jamás verá la luz descenderá a reunirse con sus padres. R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. 1 Ts 2, 13)
R/.
Aleluya, aleluya.
Reciban
la palabra de Dios, no como palabra humana, sino como palabra divina, tal como
es en realidad. R/.
Más
te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al lugar de castigo.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 9, 41-50
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Todo aquel que les dé a beber
un vaso de agua por el hecho de que son de Cristo, les aseguro que no se
quedará sin recompensa.
Al
que sea ocasión de pecado para esta gente sencilla que cree en mí, más le
valdría que le pusieran al cuello una de esas enormes piedras de molino y lo
arrojaran al mar. Si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela; pues más te
vale entrar manco en la vida eterna, que ir con tus dos manos al lugar de
castigo, al fuego que no se apaga. Y si tu pie te es ocasión de pecado,
córtatelo; pues más te vale entrar cojo en la vida eterna, que con tus dos pies
ser arrojado al lugar de castigo. Y si tu ojo te es ocasión de pecado,
sácatelo; pues más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios, que ser arrojado
con tus dos ojos al lugar de castigo, donde el gusano no muere y el fuego no se
apaga.
Todos
serán salados con fuego. La sal es cosa buena; pero si pierde su sabor, ¿con
qué se lo volverán a dar? Tengan sal en ustedes y tengan paz los unos con los
otros".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Concédenos,
Señor, participar dignamente en esta Eucaristía, porque cada vez que celebramos
el memorial del sacrificio de tu Hijo, se lleva a cabo la obra de nuestra
redención. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (1 Co 11, 24-25)
Éste
es mi Cuerpo, que se da por ustedes. Este cáliz es la nueva alianza establecida
por mi Sangre; cuantas veces lo beban, háganlo en memoria mía, dice el Señor.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor,
tú que nos has concedido el gozo de participar en esta Eucaristía, memorial de
la muerte y resurrección de tu Hijo, haz que, unidos siempre a Él, vivamos como
verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXIÓN
Sant.
5, 1-6. No es bueno que nos pasemos la vida acumulando bienes, pues si el Señor
nos los concede es con la intención de que volvamos la mirada hacia los
necesitados, y tratemos de convertirnos para ellos en un signo del amor
providente de Dios.
Es
cierto que a muchos sólo al principio hay que ayudarlos para que se remedien
sus pobrezas fundamentales y urgentes, y que después hay que ayudarlos con un
trabajo digno y bien remunerado para que puedan enfrentar la vida, por sí
mismos, en ese aspecto.
Sin
embargo nos encontraremos con algunas personas cuya situación les impedirá
continuar siendo productivos, y que más que verse como una carga de la sociedad
deben verse como el signo de Cristo pobre, que se acerca a nosotros para que le
manifestemos nuestro amor sirviéndolo en ellos.
No
dejemos que nuestros vestidos se nos apolillen, ni que nuestro dinero se
enmohezca, sino que tratemos de compartir lo nuestro con los demás de tal forma
que podamos realmente convertirnos en un signo de Cristo, de su amor y de su
generosidad para cuantos nos necesitan.
Y
recordemos que no sólo nos hemos de preocupar por el bienestar temporal de
nuestro prójimo, sino que hemos de trabajar por su salvación, pues la Iglesia
ha sido enviada como signo del amor salvador de Dios para la humanidad entera.
Sal
49 (48). Antiguamente se nos decía: Piensa en tus postrimerías, y jamás
pecarás.
Es
verdad: al final todo el poder humano se acabará, y los bienes temporales no
acompañarán al difunto en la otra vida, ni siquiera a su tumba.
Nada,
nada nos llevaremos de lo de este mundo. Sólo nuestras obras nos acompañarán y
darán testimonio de que si somos, o no, hijos de Dios.
Es
verdad que la salvación es un don gratuito de Dios para nosotros. Sin embargo a
nosotros corresponde aceptarlo en nuestra propia vida y dejarlo producir
abundantes frutos de salvación, pues nuestra fe en Cristo nos une a Él, no para
que vivamos en la esterilidad, sino en la fecundidad que nos lleve a que esa fe
manifieste obras nacidas de aquella abundancia que haya colmado nuestros
corazones.
Ya
san Pablo nos dirá que vamos completando en nosotros lo que falta a la
Redención de Cristo. Y lo que falta es que la hagamos nuestra, pues el banquete
ya está servido para que nos saciemos de Él.
Hecha
nuestra la vida de Cristo e identificados con Él deberemos trabajar para que la
salvación de Dios llegue hasta el último rincón de la tierra, hasta que algún
día la humanidad entera llegue a su plenitud en Cristo Jesús.
Mc.
9, 41-50. No es fácil ser apóstol al estilo de Jesús, el Enviado del Padre.
Quien siga el camino del Señor deberá tener la apertura necesaria para
preocuparse de todos, y saber valorar los carismas y virtudes de todas las
personas. Debe aprender a trabajar en comunión con todos los fieles en Cristo,
sean de la condición que sean.
Aquel
que vea en al apóstol al enviado de Jesús y le dé aunque sea un vaso de agua
fresca, no se quedará sin recompensa. Sin embargo, el Evangelio de este día,
carga sobre los hombros del apóstol la grave responsabilidad del buen ejemplo.
No es portador de fábulas y de vana palabrería, es portador de Cristo. Por eso
debe cumplir fielmente su misión para conducir a todos a la fe en Cristo y
fortalecerlos de tal forma que no decaigan en ella.
Al
examinar su propia vida interior debe reconocer sus propias fragilidades y
miserias, saber aquello que ha de purificar para no convertirse en un
parlanchín, sino en un testigo de Cristo siendo un signo claro de Él. Tal vez
haya incluso cosas equivocadas que lo hayan esclavizado y que le cueste deshacerse
de ellas; si no lo hace podrá hablar tal vez muy bien de Cristo y del camino
que conduce a Él, sin embargo sus obras, su comportamiento se convertirá en un
escándalo que podría, incluso, separar de Cristo a quienes ya creen en Él, pero
cuya fe no tiene aún la firmeza necesaria para sostenerse.
Por
eso el Señor nos pide no escandalizar a los débiles; y para ello nos invita a
decidirnos a cortar de raíz aquellas cosas, costumbres o personas que nos están
estorbando en el camino del bien y que se han pegado a nosotros y cuya
separación nos dolería tanto como quitarnos un pie, una mano o un ojo. Pues más
vale entrar sin eso en el Reino de los cielos que con todo eso perdernos para
siempre.
Así
como en el Templo de Jerusalén antes de poner en el fuego la víctima era salada
para quitarle toda impureza, así quien es de Dios debe ser purificado por el
sufrimiento, que reporta la purificación a profundidad de todo aquello que
amamos malamente y estorba nuestro camino en el bien.
El
Apóstol de Cristo, como la sal de sacrificio, debe ir a todos los corazones
para ayudarlos a arrepentirse y a convertirse de sus malos caminos para que,
así, libres de toda maldad, se conviertan en un sacrificio agradable y de
continua alabanza al Padre Dios.
Esta
Eucaristía nos hace vivir la Comunión con Cristo. Él da su vida por nosotros,
para la purificación de nuestros pecados y para que tengamos, en Él, nueva
vida, la vida que Él recibe del Padre.
Así,
en Cristo y por su sangra derramada por nosotros, la Iglesia, que somos
nosotros, nos convertimos en la esposa inmaculada, santa y resplandeciente del
Cordero Inmaculado.
Entrar
en Comunión con Cristo no es sólo recibirlo sacramentalmente mientras desciende
a nuestro estómago. Es, antes que nada, aceptarlo sacramentalmente, como la buena
semilla que desciende al terreno de nuestro corazón para que dé fruto abundante
de buenas obras en nosotros y desde nosotros.
Ojalá
y no llenemos de estiércol el Templo de Dios en nosotros. Mientras acudamos a
la presencia de Dios y continuemos cargados de esclavitudes, de maldades y
miserias, no podremos decir, con toda verdad, que somos discípulos, menos aún,
apóstoles de Cristo.
Aquellos
que nos vean aparentemente pegados a Cristo por el culto, pero con una vida
desordenada, en lugar de acercarse al Señor se alejarán de Él y se burlarán de
la Iglesia por su falta de compromiso y por su incongruencia en la fe que dice
proclamar.
No
es sencillo proclamar el Nombre del Señor, como el único camino que nos salva,
en una sociedad que ha puesto su confianza en el poder y en el dinero.
No
es fácil llamar al camino de la verdadera felicidad en Cristo a quienes viven
en ambientes donde los placeres pasajeros han ofuscado sus mentes y destruido
sus voluntades.
No
es fácil proclamar el Evangelio de Cristo a quienes ha corrompido el poder mal
encauzado. No es fácil llevar el amor de Dios a quienes, con un egoísmo
exacerbado y narcisista, sólo buscan sus propios intereses y, para
conservarlos, son capaces, incluso, de matar a los demás.
No
es fácil hablar de amor fraterno a quienes dan razones incongruentes, pero para
ellos válidas, para justificarse en sus acciones de desprecio y abandono de quienes
sufren, o de aquellos que creen culpables o consideran un estorbo en su vida,
en su nación y en sus intereses.
Los
que creemos en Cristo no podemos claudicar en la proclamación veraz,
comprometida hasta sus últimas consecuencias, del Evangelio de Cristo.
Casarse
con los poderosos de este mundo significará para la Iglesia dejar de ser sal
que purifique, y no servir sino para ser arrojada fuera y ser pisoteada y
manipulada por los falsos intereses de quienes no tienen una visión de amor
sino de egoísmo. Entonces la Iglesia será ocasión de escándalo y de burla para
quienes pensaban encontrar en ella el mismo Camino y el mismo Amor de Cristo.
¡Cuántas
cosas deben ser cortadas, aún a costa de dolor, de quienes creemos en Cristo
para ser fieles al Señor! ¿Lo haremos con una voluntad decidida? ¡Dios quiera
que así sea!
Roguémosle
a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen
María, nuestra Madre, la gracia de no tener miedo a la cruz, al testimonio en
verdad comprometido, pues sólo así seguiremos siendo la Iglesia de Cristo que
lleva la salvación y no vanas palabras, huecas de compromiso, a quienes nos
rodean.
Ojalá
incluso sin una mano, sin un pié (es decir, sin poderes terrenos), sin un ojo
(es decir, sin ambiciones insaciables y egoístas), podamos finalmente, juntos,
participar de la vida eterna. Amén.
Homilía
católica
REFLEXIÓN:
RIQUEZAS EXCESIVAS
St
5,1-6; Mc 9,41-50
La
crítica severa que formula la Carta de Santiago contra el enriquecimiento injusto
es una forma de explicar las implicaciones éticas de la fe cristiana. La fe
tiene una dimensión política y económica que conviene apreciar. El cristianismo
no es una religión de tipo místico, antes bien, es un religión profética (apela
al carácter educativo de la palabra de Dios) y ética (regula y orienta el
comportamiento humano) que fundamenta unas relaciones sociales armoniosas y
justas. El que confiese a Dios y traspase los derechos y la dignidad de los
débiles, está causando escándalo, es decir, está siendo ocasión que los
pequeños en la fe, experimenten confusión. No se puede invocar a Dios y por
otra parte, pasar por encima de la dignidad de las personas.
Santos:
Gabriel de la Virgen de los Dolores, religioso; Gregorio de Narek, monje. Beata
María Caridad Brader, fundadora. Feria (Verde)
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