LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
SABADO
22 DE FEBRERO DE 2014
VI
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. A.
LA
CÁTEDRA DE SAN PEDRO
FIESTA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Lc 22, 32)
Dijo
el Señor a Simón Pedro: Yo he rogado por ti para que tu fe no desfallezca; y
tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Que
nada pueda perturbar, Señor, la fe que profesamos y que tú quisiste cimentar
sobre la roca firme de san Pedro. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Me
dirijo a ustedes como pastor y testigo de los sufrimientos de Cristo.
DE
LA PRIMERA CARTA DEL APÓSTOL SAN PEDRO: 5, 1-4
Hermanos:
Me dirijo ahora a los pastores de las comunidades de ustedes, yo, que también
soy pastor como ellos y además he sido testigo de los sufrimientos de Cristo y
participante de la gloria que se va a manifestar.
Apacienten
el rebaño que Dios les ha confiado y cuiden de él no como obligados por la
fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino
con entrega generosa; no como si ustedes fueran los dueños de las comunidades
que se les han confiado, sino dando buen ejemplo. Y cuando aparezca el Pastor
supremo, recibirán el premio inmortal de la gloria.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 22
R/.
El Señor es mi pastor, nada me faltará.
El
Señor es mi pastor, nada me falta; en verdes praderas me hace reposar y hacia
fuentes tranquilas me conduce para reparar mis fuerzas. R/.
Por
ser un Dios fiel a sus promesas, me guía por el sendero recto; así, aunque
camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú estás conmigo. Tu vara y tu
cayado me dan seguridad. R/.
Tú
mismo me preparas la mesa, a despecho de mis adversarios; me unges la cabeza
con perfume y llenas mi copa hasta los bordes. R/.
Tu
bondad y tu misericordia me acompañarán todos los días de mi vida; y viviré en
la casa del Señor por años sin término. R/.
ACLAMACIÓN
(Mt 16, 18) R/. Aleluya, aleluya.
Tú
eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y los poderes del infierno
no prevalecerán sobre ella, dice el Señor. R/.
Tú
eres Pedro y yo te daré las llaves del Reino de los cielos.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO: 16, 13-19
En
aquel tiempo, cuando llegó Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta
pregunta a sus discípulos: "¿Quién dice la gente que es el Hijo del
hombre?" Ellos le respondieron: "Unos dicen que eres Juan el
Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías o alguno de los profetas".
Luego
les preguntó: "Y ustedes ¿quién dicen que soy yo?" Simón Pedro tomó
la palabra y le dijo: "Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo".
Jesús
le dijo entonces: "¡Dichoso tú, Simón, hijo de Juan, porque esto no te lo
ha revelado ningún hombre, sino mi Padre que está en los cielos! Y yo te digo a
ti que tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Los poderes del
infierno no prevalecerán sobre ella. Yo te daré las llaves del Reino de los
cielos; todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo y todo lo que
desates en la tierra, quedará desatado en el cielo".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Recibe,
Señor, con bondad los dones que tu Iglesia te presenta, y concédele fidelidad a
la fe del apóstol san Pedro y docilidad a su magisterio para que pueda llegar a
la patria eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Prefacio
I de los Apóstoles.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Mt 16, 16. 18)
Dijo
Pedro a Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: Tú
eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Concédenos,
Señor, que el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo que hemos recibido hoy al celebrar
la cátedra de san Pedro, sean para nosotros sacramento de unidad y de paz. Por
Jesucristo, nuestro Señor.
HOMILIA DEL PAPA FRANCISCO EN SU PRIMER CONSISTORIO
PÚBLICO
22 de Febrero de 2014.
Palabras
del Papa Francisco:
«Y
Jesús iba delante de ellos...» (Mc 10, 32)
También
en este momento Jesús camina delante de nosotros. Él siempre está delante de
nosotros. Él nos precede y nos abre el camino... Y ésta es nuestra confianza y
nuestra alegría: ser discípulos suyos, estar con él, caminar detrás de él,
seguirlo...
Cuando
con los cardenales hemos concelebrado juntos la primera Misa en la Capilla
Sixtina, «caminar» ha sido la primera palabra que el Señor nos ha propuesto:
caminar, y después construir y confesar.
Hoy
vuelve esta palabra, pero como un acto, como una acción de Jesús que continúa:
«Jesús caminaba...». Nos llama la atención esto en los evangelios: Jesús camina
mucho e instruye a los suyos a lo largo del camino. Esto es importante. Jesús
no ha venido a enseñar una filosofía, una ideología..., sino un «camino», una
senda para recorrerla con él, y la senda se aprende haciéndola, caminando. Sí,
queridos hermanos, esta es nuestra alegría: caminar con Jesús.
Y
esto no es fácil, no es cómodo, porque la senda que Jesús elije es el camino de
la cruz. Mientras van de camino, él habla a sus discípulos de lo que le
sucederá en Jerusalén: anuncia su pasión, muerte y resurrección. Y ellos se
quedan «sorprendidos» y «asustados». Sorprendidos, ciertamente, porque para
ellos subir a Jerusalén significaba participar en el triunfo del Mesías, en su
victoria, como se ve luego en la petición de Santiago y Juan; y asustados por
lo que Jesús habría tenido que sufrir, y que también ellos corrían el riesgo de
padecer.
A
diferencia de los discípulos de entonces, nosotros sabemos que Jesús ha
vencido, y no deberíamos tener miedo de la cruz, aún más, en la Cruz tenemos
nuestra esperanza. No obstante, también nosotros somos humanos, pecadores, y
estamos expuestos a la tentación de pensar según el modo de los hombres y no de
Dios.
Y
cuando se piensa de modo mundano, ¿cuál es la consecuencia? Dice el Evangelio:
«Los otros diez se indignaron contra Santiago y Juan» (v. 41). Ellos se
indignaron. Si prevalece la mentalidad del mundo, surgen las rivalidades, las
envidias, los bandos...
Así
pues, esta palabra que hoy nos dirige el Señor es muy saludable. Nos purifica
interiormente, ilumina nuestra conciencia y nos ayuda a ponernos en plena
sintonía con Jesús, y a hacerlo juntos, en el momento en que el Colegio de
Cardenales se incrementa con el ingreso de nuevos miembros.
«Llamándolos
Jesús a sí...» (Mc 10, 42). He aquí el otro gesto del Señor. Durante el camino,
se da cuenta de que necesita hablar a los Doce, se detiene y los llama a sí.
Hermanos, dejemos que el Señor Jesús nos llame a sí. Dejémonos con-vocar por
él. Y escuchémosle con la alegría de acoger juntos su palabra, de dejarnos
enseñar por ella y por el Espíritu Santo, para ser cada vez más un solo corazón
y una sola alma alrededor de él.
Y
mientras estamos así, convocados, «llamados a sí» por nuestro único Maestro,
también yo les digo lo que la Iglesia necesita: tiene necesidad de ustedes, de
su colaboración y, por encima de todo, de su comunión, conmigo y entre ustedes.
La Iglesia necesita su valor para anunciar el Evangelio en toda ocasión,
oportuna e inoportunamente, y para dar testimonio de la verdad. La Iglesia
necesita sus oraciones, - ¡no lo olvidemos! - para el buen camino del rebaño de
Cristo, la oración que, con el anuncio de la Palabra, es el primer deber del
Obispo. La Iglesia necesita su compasión sobre todo en estos momentos de dolor
y sufrimiento en tantos países del mundo. Expresemos juntos nuestra cercanía
espiritual a las comunidades eclesiales y a todos los cristianos que sufren
discriminación y persecución. ¡Debemos luchar contra toda discriminación! La
Iglesia necesita que recemos por ellos, para que sean fuertes en la fe y sepan reaccionar
con el bien ante el mal. Y esta oración nuestra se extiende a todos los hombres
y mujeres que padecen injusticia a causa de sus convicciones religiosas.
La
Iglesia también necesita de nosotros para que seamos hombres de paz y
construyamos la paz con nuestras obras, nuestros deseos, nuestras oraciones:
¡hacer la paz! ¡Artesanos de la paz! por ello imploramos la paz y la
reconciliación para los pueblos que en estos tiempos sufren la prueba de la
violencia, de la exclusión y de la guerra.
Gracias,
queridos hermanos. ¡Gracias! Caminemos juntos tras el Señor, y en medio del
Pueblo fiel - del santo Pueblo fiel de Dios - dejémonos convocar cada vez más
por él a la Santa Madre Iglesia. ¡Gracias!
Los
nuevos cardenales son:
-
Arzobispo Pietro Parolin, Secretario de Estado.
-Arzobispo
Lorenzo Baldisseri, Secretario General del Sínodo de los Obispos
-
Arzobispo Gerhard Ludwig Müller, emérito de Regensburg (Alemania) Prefecto de
la Congregación para la Doctrina de la Fe.
–
Arzobispo Beniamino Stella, Prefecto de la Congregación para el Clero.
–
Arzobispo Vincent Nichols, de Westminster (Gran Bretaña).
–
Arzobispo Leopoldo José Brenes Solórzano, de Managua (Nicaragua).
–
Arzobispo Gérald Cyprien Lacroix, de Québec (Canadá).
–
Arzobispo Jean-Pierre Kutwa, de Abidjan (Costa de Marfil).
–
Arzobispo Orani João Tempesta, O. Cist., de Río de Janeiro (Brasil).
–
Arzobispo Gualtiero Bassetti, de Perugia-Città della Pieve (Italia).
–
Arzobispo Mario Aurelio Poli, de Buenos Aires (Argentina).
–
Arzobispo Andrew Yeom Soo jung, de Seúl (Corea).
–
Arzobispo Ricardo Ezzati Andrello, S.D.B., de Santiago del Chile (Chile).
–
Arzobispo Philippe Nakellentuba Ouédraogo, de Ouagadougou (Burkina Faso).
–
Arzobispo Orlando B. Quevedo, O.M.I., de Cotabato (Filipinas)
–
Arzobispo Chibly Langlois, de Les Cayes (Haití).
Los
tres Arzobispos eméritos son:
–
Arzobispo Loris Francesco Capovilla, Ex Prelado del Santuario de Loreto
(Italia) y ex secretario personal del beato Juan XXIII.
–
Arzobispo Fernando Sebastián Aguilar, C.M.F., emérito de Pamplona (España)
–
Arzobispo Kelvin Edward Felix, emérito de Castries (Santa Lucía).
FUENTE:
RADIO VATICANO
REFLEXIÓN:
MODELOS DEL REBAÑO
1
P 5, 1-4; Mt 16, 13-19
Pedro
entendió la trascendencia del llamado y el compromiso que asumió ante el Señor
Jesús. En su nombre, tendría que animar a sus hermanos a vivir en la óptica del
Reino y en el seguimiento de Cristo. No se trataba de dictar decretos de forma
discrecional, sino de ejercer la responsabilidad de preservar la comunión de fe
entre los discípulos, haciendo un discernimiento crítico y sensato de la
voluntad de Dios, en las circunstancias cambiantes de la vida. Por ahí va el
mandato de "atar y desatar". En el testimonio generoso que rinde en
la Carta que lleva su nombre lo reafirma: fue testigo de la muerte y gloriosa
revelación de Jesucristo, y por eso mismo, aprendió a servir de buena manera,
como modelo y prototipo para sus hermanos. (www misal . com. mx)
REFLEXIÓN:
1Pe.
5, 1-4. El Apóstol Pedro se presenta a sí mismo. Él nos habla no como quien ha
escuchado el testimonio de alguien sobre Jesús, sino como testigo cualificado
del mismo. Él ha sido testigo de la Pascua de Cristo: sus sufrimientos, su
muerte, su resurrección y su ascensión a los cielo. Además él tuvo la
experiencia en el monte Tabor acerca de lo que es la Gloria que se va a manifestar
al final de la vida de cada uno de nosotros y al final del tiempo; él estuvo en
ella y sabe lo que espera a quienes, con Cristo, caminan participando en su
Pascua.
Por
eso no debemos desanimarnos ante las dificultades y sufrimientos, e incluso
ante la muerte que conlleve nuestro caminar en y con Cristo. Dichosos Ustedes,
nos dice Cristo, cuando los insulten, persigan y maldigan por mi Nombre.
Alégrense y salten de contento, porque sus nombres están inscritos en el Reino
de los Cielos.
A
quienes se les ha encomendado la misión de ser Pastores del Pueblo de Dios, se
les recuerda que no es para aprovecharse de la lana de sus ovejas, ni para
alimentarse de su carne, sino para apacentarles, es decir para fortalecer su
vida mediante una verdadera atención. Por eso debe uno estar siempre dispuesto
a atenderles de buena gana, como Dios quiere y, además, dando buen ejemplo.
¡Cómo
han de meditar los pastores de la Iglesia sobre este requerimiento del Señor!
De lo contrario, sin escuchar esta Palabra, o sin ponerla en práctica, al final
no se recibirá el premio inmortal de la gloria.
En
el Salmo 23 (22) el Señor se nos presenta como el Buen Pastor que alimenta a
sus ovejas.
Dios,
por medio de la Redención que nos ha dado su Hijo a través de su Pascua, nos
conduce hacia la nueva vida que nos comunica en las aguas tranquilas del
Bautismo; nos prepara la Mesa Eucarística con la que alimenta y fortalece
nuestra vida para que trabajemos constantemente por su Reino; nos unge con el
Óleo Santo para confirmarnos en la fe o para ordenar a sus Ministros como
Cabeza, Pastor, Esposo y Siervos de su pueblo. Así contemplamos cómo el Señor
no nos ha abandonado ni se ha olvidado de nosotros, sino que su bondad y
misericordia nos acompañan todos los días de nuestra vida.
Escuchar
la voz del Pastor de las ovejas y serle fieles nos hará que vivamos en la Casa
del Señor por años sin término.
Mt.
16, 13-19. ¿Quién es Jesús en nuestra vida? ¿Qué significa para cada uno de
nosotros? ¿Cuál es nuestro compromiso personal con Él? Dependiendo de la
respuesta que demos estaremos dando testimonio de Él. Entonces lo estaremos
identificando de un modo vital y no sólo de oídas. Ojalá y en verdad Él ocupe
no sólo la parte central de nuestra vida, sino todo nuestro ser.
Sin
embargo esa visión de fe no depende de lo que escuches en esta homilía, sino de
lo que tú, de modo personal estés experimentando acerca del Hijo de Dios hecho
hombre y que nos amó hasta dar la vida por todos.
Él
es el Buen Pastor que conoce a sus ovejas y llama a cada una por su nombre.
Nadie se pierde en el grupo, en la masa; todos significamos algo, de un modo
personal, para Él en su mente y en su corazón. Escuchar su voz para saber cuál
es la Misión que a cada uno ha confiado dentro de su Reino significa que
deseamos colaborar de modo efectivo para que éste llegue a todos los rincones
de la tierra, y para que el poder del mal no siga apoderándose de los hijos de
Dios.
La
misión de la Iglesia será, por tanto, llevar la misericordia divina y hacer
cercano a todos el perdón de Dios, no sólo para que se sientan descargados del
mal, sino para que se decidan a iniciar un nuevo camino que haga que el rostro
de Cristo resplandezca con mayor claridad en su Iglesia.
En
esta Eucaristía retomemos el compromiso de saber reconocer nuestras propias
miserias y pedir perdón. Retomemos el compromiso de dejarnos convertir por el
Señor de pecadores en justos. Aprendamos a decir de modo efectivo: Señor, haz
tu obra en mí, y desde mí haz que tu salvación llegue a todos.
Procuremos
No estar como espectadores del Sacrificio Pascual del Señor. Participemos en Él
de tal forma que salgamos transformados en criaturas nuevas que se esfuercen a
brazo partido en hacer que llegue a todos nosotros el Reino de Dios.
No
cerremos los ojos ante la miseria de los demás. No neguemos nuestras propias
maldades. No pensemos que todo está perdido. Que no decaiga nuestra fe ni
nuestra esperanza. Que el amor sea lo que guíe nuestros pasos; y el amor viene
de Dios.
Cristo
está constantemente edificando su Iglesia en nosotros. Y la Iglesia es la
comunidad de hermanos. Esa fraternidad que nos une en torno a un sólo Padre por
nuestra unión con Cristo, y por la participación de un mismo Espíritu, es lo
que el Señor está construyendo continuamente entre nosotros. Por eso nos pide vivir
la unidad para que el mundo crea.
No
seamos portadores de divisiones, de guerras, de destrucciones. Sólo quien
construye la comunidad, sólo quien no margina a nadie ni desprecia a su
hermano, sólo quien no le impide entrar a formar parte de esta comunidad de
hermanos, aun cuando sea de la condición que sea, puede decir que pertenece a
Cristo. Quien vaya en sentido contrario no es de Dios y las fuerzas del
infierno han prevalecido sobre él.
Dios
nos guarde de llamarnos hijos de Dios e hijos de su Iglesia mientras destruimos
a la Comunidad, o mientras acabamos con la fraternidad entre nosotros.
Roguémosle
al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra
Madre, la gracia de permitirle a Él que haga su obra salvadora en nosotros para
que en verdad seamos portadores del amor de Dios y, unidos como un sólo cuerpo,
alabemos y glorifiquemos a Dios desde ahora y para siempre. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica
Santos:
San Maximiano de Ravena, obispo. Beata Isabel de Francia, religiosa.
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