jueves, 6 de febrero de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DEL VIERNES 7 DE FEBRERO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
VIERNES 7  DE FEBRERO DE 2014
IV Semana del tiempo ordinario. A

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 32, 11. 19)
Los proyectos de su corazón subsisten de edad en edad, para librar de la muerte la vida de sus fieles, y reanimarlos en tiempo de hambre.

ORACIÓN COLECTA
Haz, Señor, que nos revistamos con las virtudes del corazón de tu Hijo, y nos encendamos con el amor que lo inflama, para que, asemejándonos a Él, merezcamos participar de la eterna redención. Por nuestro Señor Jesucristo...

LITURGIA DE LA PALABRA
David amaba con toda el alma a su creador y le entonaba canciones de alabanza.

DEL LIBRO DEL SIRÁCIDE (ECLESIÁSTICO): 47, 2-13

Como se aparta la grasa para los sacrificios, así fue escogido David entre los hijos de Israel. Él jugaba con leones, como si fueran cabritos y con osos, como si fueran corderos. Joven aún, mató al gigante y lavó la deshonra de su pueblo: hizo girar su honda y de una pedrada derribó la soberbia de Goliat. Porque invocó al Dios altísimo, Él le dio fuerza a su brazo para aniquilar a aquel poderoso guerrero y restaurar el honor de su pueblo. Por eso celebraban con canciones su victoria sobre diez mil enemigos, y lo bendecían en nombre del Señor.
Ya cuando era rey, peleó con todos sus enemigos y los derrotó. Aniquiló a los filisteos y quebrantó su poder para siempre. Por todos sus éxitos daba gracias al Dios altísimo y lo glorificaba. Amaba con toda el alma a su creador y le entonaba canciones de alabanza. Instituyó salmistas para el servicio del altar, que con sus voces hicieron armoniosos los cantos. Celebró con esplendor las fiestas y organizó el ciclo de las solemnidades. El santuario resonaba desde el alba con alabanzas al nombre del Señor. El Señor le perdonó sus pecados y consolidó su poder para siempre. Le prometió una dinastía perpetua y le dio un trono glorioso en Israel. Por sus méritos le sucedió un hijo sabio, que vivió en paz: Salomón fue rey en tiempos tranquilos, porque Dios pacificó sus fronteras; le construyó un templo al Señor y le dedicó un santuario eterno.

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 17
R/. Bendito sea Dios, mi salvador.

Perfecto es el camino del Señor y firmes sus promesas. Quien al Señor se acoge, en Él halla defensa. R/.

Bendito seas, Señor, que me proteges; que tú, mi salvador, seas bendecido. Te alabaré, Señor, ante los pueblos y elevaré mi voz, agradecido. R/.

Tú concediste al rey grandes victorias y con David, tu ungido, y con su estirpe siempre has mostrado, Señor, misericordia. R/.

ACLAMACIÓN (Cfr. Lc 8, 15)
R/. Aleluya, aleluya.

Dichosos los que cumplen la palabra del Señor con un corazón bueno y sincero, y perseveran hasta dar fruto. R/.



Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 6, 14-29

En aquel tiempo, como la fama de Jesús se había extendido tanto, llegó a oídos del rey Herodes el rumor de que Juan el Bautista había resucitado y sus poderes actuaban en Jesús. Otros decían que era Elías; y otros, que era un profeta, comparable a los antiguos. Pero Herodes insistía: "Es Juan, a quien yo le corté la cabeza, y que ha resucitado".
Herodes había mandado apresar a Juan y lo había metido y encadenado en la cárcel. Herodes se había casado con Herodías, esposa de su hermano Filipo, y Juan le decía: "No te está permitido tener por mujer a la esposa de tu hermano". Por eso Herodes lo mandó encarcelar.
Herodías sentía por ello gran rencor contra Juan y quería quitarle la vida; pero no sabía cómo, porque Herodes miraba con respeto a Juan, pues sabía que era un hombre recto y santo, y lo tenía custodiado. Cuando lo oía hablar, quedaba desconcertado, pero le gustaba escucharlo. La ocasión llegó cuando Herodes dio un banquete a su corte, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea, con motivo de su cumpleaños. La hija de Herodías bailó durante la fiesta y su baile les gustó mucho a Herodes y a sus invitados. El rey le dijo entonces a la joven: "Pídeme lo que quieras y yo te lo daré". Y le juró varias veces: "Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino".
Ella fue a preguntarle a su madre: "¿Qué le pido?" Su madre le contestó: "La cabeza de Juan el Bautista". Volvió ella inmediatamente junto al rey y le dijo: "Quiero que me des ahora mismo, en una charola, la cabeza de Juan el Bautista". El rey se puso muy triste, pero debido a su juramento y a los convidados, no quiso desairar a la joven, y enseguida mandó a un verdugo que trajera la cabeza de Juan. El verdugo fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una charola, se la entregó a la joven y ella se la entregó a su madre.
Al enterarse de esto, los discípulos de Juan fueron a recoger el cadáver y lo sepultaron.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Dios nuestro, Padre misericordioso, que por el inmenso amor con que nos has amado, nos diste con inefable bondad a tu Hijo único, concédenos que, identificados con Él en una perfecta unidad, te ofrezcamos una digna oblación. Por Jesucristo, nuestro Señor.

PREFACIO
En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno por Cristo, Señor nuestro.
El cual, con inmenso amor, se entregó por nosotros en la cruz e hizo salir sangre y agua de su costado herido, de donde habrían de brotar los sacramentos de la Iglesia, para que todos, atraídos hacia el corazón abierto del Salvador, pudieran beber siempre, con gozo, de la fuente de la salvación. Por eso, con los ángeles y con todos los santos te alabamos, diciendo sin cesar: Santo, Santo, Santo...

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 19, 34)
Uno de los soldados le abrió el costado con su lanza, y al punto salió sangre y agua.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Habiendo participado de tu sacramento de amor, te pedimos, Señor, la gracia de parecernos a Cristo aquí en la tierra, para merecer compartir su gloria allá en el cielo, con Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.


REFLEXIÓN
Eclo. 47, 2-13. David invocó al Señor Altísimo, y Él le dio vigor a su diestra para aniquilar a un potente guerrero y reafirmar el poder de su pueblo. Por eso sólo a Dios sea dado todo honor y toda gloria. Él ha hecho suyo lo que a los ojos del mundo era poca cosa y lo elevó para sentarlo entre los grandes de su Pueblo.
Dios lo único que espera de nosotros es que nos dejemos amar por Él; que nos pongamos en sus manos como el barro tierno está en las manos del alfarero; que pase lo que pase, confiados en Él, sepamos que Él llevará a cabo en nosotros su obra de salvación.
Al final, aun cuando hayamos tenido que pasar por el crisol de la prueba, a pesar de que hayamos sido despreciados, perseguidos, calumniados y asesinados por anunciar y dar testimonio del Evangelio, entenderemos que Dios tenía la razón; entonces, junto con Cristo Resucitado, podremos decir llenos de alegría: era necesario que el Hijo del Hombre padeciera todo esto para entrar así en su gloria.
David, a pesar de haber andado detrás de las ovejas, a pesar de su grandes pecados, puesto que supo arrepentirse, pedir perdón y humillarse ante Dios, fue amado por el Señor que lo separó para sí como grasa separada para Él en el sacrificio de comunión.
Viendo este testimonio aprendamos a volver a Dios, rico en misericordia, y a poner en Él toda nuestra vida y nuestra confianza.

Sal. 18 (17). Cristo Jesús es nuestro Salvador. Los que creemos y confiamos en Él hacemos nuestra su Victoria sobre el pecado y la muerte.
Dios siempre estará a nuestro lado para protegernos y para cumplir en nosotros sus promesas de salvación. Por eso acojámonos a Él con gran humildad, pues Dios es grande en misericordia y siempre está dispuesto, no sólo a perdonarnos, sino a manifestársenos como un Padre lleno de amor y de ternura por nosotros.
Vivamos fieles al amor a Dios. Dejémonos amar por Él. Si Dios nos ha elegido para que seamos suyos en Alianza eterna, dejemos que el Señor, por su Muerte y Resurrección, nos libre de todo mal y nos haga dignos en vivir en su presencia para que podamos, plenamente, gozar de Él eternamente.

Mc. 6, 14-29. En el Evangelio de esta día parece encontrarse aquella respuesta a la pregunta que Jesús haría a sus discípulos, como nos narra el Evangelio de Mateo 16, 13: ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? Mientras los discípulos han partido de dos en dos para cumplir con la misión que Jesús les ha confiado, san Marcos nos dice que la fama de Jesús se había extendido por todas partes. Los apóstoles no se han predicado a sí mismos, han cumplido la misión de anunciar a Cristo y de preparar a todos con un sincero arrepentimiento para que a cada uno llegue el Reino de Dios.
Cada uno se hace lenguas acerca de Jesús: Tal vez sea Elías que ha vuelto para hacer que el corazón de los padres retorne a los hijos y se prepare la llegada del Mesías; tal vez sea algún profeta que ha llegado con el poder de aquellos que sólo habían quedado en las historias contadas por los mayores y recordados en el culto.
¿Quién es Jesús para ti? La respuesta a esta pregunta no puede darse repitiendo frases muy bien armadas por los teólogos, catequistas o eruditos de la Iglesia. En la respuesta a esa pregunta está en juego la vida y el compromiso que se tenga o no, desde una experiencia personal de fe en Jesús.
A Herodes le ahogaban los sentimientos de haber dado muerte a Juan el Bautista. Piensa que Jesús es el Bautista que ha retornado a la vida y que por eso actuaban en Él esos poderes.
Marcos nos narra la muerte violenta de Juan el Bautista para hacernos entender cuál será la suerte del Mesías, y cuál la de quienes vivan a profundidad su compromiso de fe en Él.
En esta Eucaristía: ¿Para qué hemos venido? ¿Qué significa realmente Jesús en nuestra vida? No podemos dar una respuesta sólo con los labios. Entrar en comunión con Cristo significa entrar en una alianza con Él de tal forma que en adelante seamos realmente un signo vivo de Él para nuestros hermanos.
Que a pesar de la persecución y de la muerte jamás demos marcha atrás en nuestro compromiso de fe, y en la manifestación de la misma mediante nuestras buenas obras.
No nos limitemos al culto que hoy le damos a Dios en esta Eucaristía; más bien que de aquí parta un nuevo compromiso a favor de la vida y no de los asesinatos, de los desprecios, de la fe quedada en el aire.
En nuestra vida nos encontramos con muchos hermanos nuestros que sufren a causa de los desprecios y de ilusiones truncadas por el egoísmo de los poderosos o de personas deshonestas o injustas. Los que creemos en Cristo no podemos hacerles más pesada la vida.
El amor fraterno no es un frase romántica en la vida del Cristiano, sino una realidad que ha de vivirse con todo el compromiso de quien sabe que es portador del Evangelio no sólo con los labios sino con la vida misma. Y ser portador del Evangelio nos convierte en portadores de Cristo siendo un signo del Señor que, a través nuestro, continúa amando hasta el extremo o, como dice Teresa de Calcuta: amando hasta que nos duela.
Así los peregrinos encontrarán refugio entre nosotros y los presos no sólo serán visitados sino ayudados para recuperar la libertad interior que los ha atado al mal.
Vivamos nuestro compromiso de fe en la vida diaria dando un trato cordial y respetuoso a todos; seamos ejemplo de bondad para cuantos nos traten para construir un mundo más justo y más en paz.
Que especialmente en la vida familiar seamos ejemplo de honestidad y de fidelidad, aun en los momentos en que vivamos lejos de la mirada de los seres queridos.
El amor une a las personas no sólo en el aspecto físico sino en todo lo que es la persona; y esta unión merece el mismo respeto de amor, de fidelidad y de entrega que el mismo Cristo ha tenido para con su Iglesia.
En la Iglesia roguemos por los Pastores por quienes nos llega la Vida y la Palabra de Dios para que sean fieles a Dios, a la Iglesia y a la misión recibida; no sea que salvando a otros se condenen por falta de congruencia entre lo que anuncian y lo que hacen.
Roguémosle al Señor que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de dar testimonio de nuestra fe viviendo confiados en Él.
Que nuestra fidelidad fructifique en buenas obras que sean ejemplo y fermento de santidad en el mundo.
Que ya desde ahora vivamos el culto grato al Señor unidos a Aquel a quien eternamente se le rinde todo honor y toda gloria en los cielos, y en el cual esperamos participar por gracia del mismo Dios. Amén.

Reflexión de: Homilía católica


Santos: Ricardo de Toscana, rey; Juan de Triora, mártir. Beata Rosalía Rendu, religiosa. Feria (Verde)



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