LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
LUNES
10 DE FEBRERO DE 2014.
V
SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. A
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Sal 15, 5-6)
El
Señor es la parte que me ha tocado en herencia; la parte que he recibido es la
más hermosa. El mismo Señor es mi recompensa.
ORACIÓN
COLECTA
Al
celebrar la fiesta de santa Escolástica, te pedimos, Señor, que, a imitación
suya, aprendamos a servirte con un amor infatigable y a disfrutar profundamente
tu amistad. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Llevaron
el arca de la alianza al santo de los santos y una nube llenó el templo.
DEL
PRIMER LIBRO DE LOS REYES: 8, 1-7. 9-13
En
aquellos días, el rey Salomón convocó en Jerusalén a todos los ancianos y jefes
de Israel, para subir allá el arca de la alianza del Señor desde Sión, la
ciudad de David. Todos los israelitas se congregaron en torno al rey Salomón
para la fiesta de los tabernáculos, que se celebra el séptimo mes del año.
Cuando llegaron los ancianos de Israel, unos sacerdotes cargaron el arca de la
alianza, y otros, junto con los levitas, llevaron la tienda de la reunión, con
todos los objetos sagrados que en ella había.
El
rey Salomón y toda la comunidad de Israel inmolaron frente al arca ovejas y
bueyes en tal número, que no se podían ni contar. Llevaron el arca de la
alianza del Señor hasta su lugar en el santuario, el lugar santísimo, y la
colocaron bajo las figuras de los querubines, de tal modo, que las alas de
éstos quedaron cubriendo el arca y las varas que servían para transportarla.
Lo
único que había en el arca eran las dos tablas de piedra, que Moisés colocó
ahí, cuando el Señor estableció la alianza con los israelitas, a su salida de
Egipto.
En
cuanto los sacerdotes salieron de aquel sitio sagrado, una nube llenó el
templo, y esto les impidió continuar oficiando, porque la gloria del Señor
había llenado su templo. Entonces Salomón exclamó: "El Señor dijo que
habitaría en una espesa nube. Por eso, Señor, la casa que te he construido con
magnificencia, será tu morada".
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSOIAL: Del salmo 131
R/.
Levántate, Señor, y ven a tu casa.
Que
se hallaba en Efrata nos dijeron; de Jaar en los campos la encontramos.
Entremos en la tienda del Señor y a sus pies, adorémoslo, postrados. R/.
Levántate,
Señor, ven a tu casa; ven con el arca, poderoso auxilio. Tus sacerdotes
vístanse de gala; tus fieles, jubilosos, lancen gritos. Por amor a David, tu
servidor, no apartes la mirada de tu ungido. R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Mt 4, 23) R/. Aleluya, aleluya.
Jesús
predicaba la buena nueva del Reino y curaba a la gente de toda enfermedad. R/.
Cuantos
tocaban a Jesús quedaban curados.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 6, 53-56
En
aquel tiempo, Jesús y sus discípulos terminaron la travesía del lago y tocaron
tierra en Genesaret.
Apenas
bajaron de la barca, la gente los reconoció y de toda aquella región acudían a
Él, a cualquier parte donde sabían que se encontraba, y le llevaban en camillas
a los enfermos. A dondequiera que llegaba, en los poblados, ciudades o
caseríos, la gente le ponía a sus enfermos en la calle y le rogaba que por lo
menos los dejara tocar la punta de su manto; y cuantos lo tocaban, quedaban
curados.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Dios
misericordioso, que transformaste a santa Escolástica, para hacer de ella una
mujer nueva a imagen de Cristo, renuévanos también a nosotros mediante este
sacrificio de reconciliación que vamos a ofrecerte. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Cfr. Mt 19, 27-29)
Yo
les aseguro, dice el Señor, que los que han dejado todo para seguirme,
recibirán cien veces más y alcanzarán la vida eterna.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
omnipotente, que por medio de este sacramento nos comunicas la fuerza de tu
Espíritu, haz que, a ejemplo de santa Escolástica, te amemos sobre todas las
cosas y vivamos siempre como verdaderos hijos tuyos. Por Jesucristo, nuestro
Señor.
REFLEXIÓN
1Re.
8, 1-7. 9-13. Dios no sólo habita en el Templo. Su morada especial somos
nosotros mismos. Él nos ha consagrado como suyos. Por eso su Gloria debe
resplandecer desde nuestro propio interior. Desde que el Verbo se hizo hombre y
puso su tienda de campaña en medio de las nuestras Dios vino a vivir entre
nosotros. Ya no es la nube, que lo representa, sino Él mismo en medio de los
suyos. Ojalá y lo recibamos, pues su Reino debe estar no de un modo externo, ni
siquiera de un modo cercano, sino dentro de nosotros mismos. A partir de su
presencia en nosotros, nosotros hemos sido convertidos en un signo de Él en
medio de nuestros hermanos. Quien viva sólo dándole culto a Dios, lo tendrá
como a un Dios lejano, al que acuda para que le solucione uno y mil problemas, y
a quien tratará de tener propicio por medio de oraciones, de promesas, de
donativos, etcétera. Pero nosotros no podemos quedarnos en la celebración de
ritos, tal vez muy suntuosos, sino que hemos de vivir en una estrecha relación
de hijos, pues eso somos, ya que su Vida está en nosotros gracias a que Dios
nos ha convocado para que seamos de su familia y linaje, y nosotros hemos dado
un sí amoroso a ese llamado de Dios. Ojalá y este compromiso no se haya quedado
en el olvido.
Sal.
132 (131). Que el Señor, nuestro Dios, venga Él mismo a morar en nosotros.
Ciertamente nosotros nos encontramos de un modo personal con el Señor en su
Templo. Ahí, junto con nuestros hermanos, alabamos y glorificamos al Señor en
comunión con toda la Iglesia. Mediante la recepción de la Eucaristía el Señor
se levanta y viene a nosotros, como a su propia casa. Dios nos ha amado de tal
forma que, por nosotros, entregó a su propio Hijo. Por eso, reconociéndonos
pecadores, acudamos al Padre Dios en Nombre de Jesús, su Hijo, para que seamos
perdonados y para que el Espíritu Santo sea quien nos guíe en adelante para que
toda nuestra vida se convierta en una continua alabanza del Nombre Divino, no
sólo por nuestros gritos de júbilo, sino, especialmente, por llevar una vida
intachable.
Mc.
6, 53-56. Jesús anuncia el Evangelio no sólo con sus palabras, sino también con
sus obras y con su misma persona. Él es el Evangelio viviente del Padre. Por
medio de Jesucristo hemos conocido el amor de Dios. El Señor siempre está a
nuestro lado. Él jamás de aleja de nosotros, sino que vela por nosotros como un
Padre lleno de amor y de ternura hacia sus hijos. Por eso podemos acercarnos a
Él con la confianza que nos viene de sabernos hijos amados de Dios. Pero no
sólo hemos de buscar a Jesús con la fe puesta en recibir cosas materiales, o la
curación de nuestros males; antes que nada hemos de buscar al Señor para
comprometernos en hacer nuestra su vida y en dejarnos formar, por Él, como
digna morada de su Espíritu Santo. Sólo así, después de encontrarnos con el
Señor, no nos marcharemos, tal vez gozosos porque nuestra súplica haya sido
escuchada; sino que nos iremos con el Señor en nuestra propia vida, de tal
forma que podamos dar a conocer a los demás su amor, su bondad, su misericordia
desde nuestra propia existencia unida plenamente a Él.
Nos
hemos reunido en torno al Señor en este Lugar Sagrado. Hemos venido para
renovar nuestra Alianza con el Señor, y a comprometernos a serle fieles. No
sólo venimos a celebrar ritos externos. Dios antes que nada quiere que volvamos
a ser sus hijos, santos y fieles como Él es Santo y Fiel. La Eucaristía,
Memorial de su Pascua, realiza en nosotros la Comunión de Vida entre Dios y
nosotros. Mediante la Pascua de Cristo nosotros hemos sido perdonados de
nuestros pecados, y hemos recibido vida nueva. ¿Hemos venido con la intención
de vivir con mayor generosidad nuestro compromiso con Dios y con el hombre? ¿O
sólo hemos venido buscando en Jesús a un taumaturgo, a alguien que quisiéramos
nos supliera en el compromiso que, como hijos de Dios, tenemos en el mundo?
El
Señor nos recibe en su Casa; nos alimenta con su Palabra y su Eucaristía; pero
nos envía para que vayamos y demos testimonio de nuestra fe, tal vez en
ambientes hostiles, donde se nos quieran poner candados para evitar que
expresemos nuestra fe con los labios, pero donde nuestro anuncio del Evangelio
se realizará con una vida intachable y mediante la realización de obras que
hablen de justicia, de paz, de amor fraterno, de misericordia. Los cristianos
no podemos claudicar de nuestra fe, ni podemos ser cobardes en el testimonio
que, de la misma fe, hemos de dar en todo momento y circunstancia de la vida.
Si queremos que la Gloria de Dios tome posesión del mundo es porque no hemos de
rehuir nuestro compromiso con el Evangelio; más aún, hemos de dejar que Dios
nos convierta a nosotros mismos en el Evangelio viviente del Padre, pues
nuestra unión a Cristo Cabeza, nos hace a nosotros, miembros de su Cuerpo,
responsables de continuar su obra salvadora en el mundo. Esta es, finalmente,
la Misión que tiene la Iglesia en el mundo.
Roguémosle
al Señor, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, que nos
conceda la gracia de abrir nuestro corazón a la presencia de Dios, de tal forma
que, al igual que Cristo, pasemos siempre haciendo el bien a todos. Amén.
Reflexión
de: Homilía católica .com
EL
DIOS CERCANO
1
R 8, 1-7. 9-13; Mc 6, 53-56
La
dedicación del templo de Jerusalén por parte de Salomón responde a una
necesidad genuina. El pueblo de Israel aprecia y reconoce la bondad de Dios y
anhela ser escuchado por Él. Los creyentes construyen templos para disponer de
espacios propicios para favorecer el encuentro con Dios; encuentro que de por
sí es difícil de concretar, porque supone una actitud contemplativa y una apertura
al Trascendente que no siempre tenemos. Salomón desea que Dios auxilie y
acompañe a su pueblo cada vez que lo invoque. Los enfermos y la gente de
Galilea en general, ansiaban encontrarse con Jesús. La experiencia de los
enfermos era patente: quien se acercaba con una fe confiada recibía la salud y
recomenzaba su vida con entusiasmo y alegría. La fe cristiana tiene una
responsabilidad social: debe generar una derrama de bienestar y mejora general
de la vida humana. (www misal. com . mx)
Santos:
Escolástica de Nursia, fundadora; Guillermo de Malavalle, ermitaño. Beato Luis
Stepinac, mártir. Memoria (Blanco)
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