LECTURAS
DE LA EUCARISTÍA
LUNES
03 DE FEBRERO DE 2014
IV
Semana del tiempo ordinario. A.
Misa
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Rm 5, 5)
El
amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por su Espíritu, que
habita en nosotros.
ORACIÓN
COLECTA
Señor
Dios, que has iluminado los corazones de tus hijos con la luz del Espíritu
Santo, concédenos que, guiados por este mismo Espíritu, saboreemos el bien y
gocemos siempre de sus consuelos. Por nuestro Señor Jesucristo...
LITURGIA
DE LA PALABRA
Huyamos
de Absalón. Dejen que Semeí me maldiga, porque se lo ha ordenado el Señor.
DEL
SEGUNDO LIBRO DE SAMUEL: 15, 13-14. 30; 16, 5-13
En
aquellos días, llegó un hombre a avisar a David: "Todos los israelitas se
han puesto de parte de Absalón". Entonces David les dijo a sus servidores
que estaban con él en Jerusalén: "Huyamos pronto, porque si llega Absalón
no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, pues si se nos adelanta y nos
alcanza, nos matará y pasará a cuchillo a todos los habitantes de la
ciudad".
Al
subir por el monte de los Olivos, David iba llorando, con la cabeza cubierta y
los pies descalzos. Todos sus acompañantes iban también con la cabeza cubierta
y llorando.
Cuando
llegaron a Bajurim, un hombre de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de
Guerá, les salió al encuentro y se puso a seguirlos. Los iba maldiciendo y
arrojaba piedras a David y a todos sus hombres. El pueblo y los soldados se
agruparon en torno a David. Semeí le gritaba: "Fuera de aquí, asesino
malvado. El Señor te está castigando por toda la sangre de la casa de Saúl,
cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el trono a tu hijo Absalón y tú
has caído en desgracia, porque eres un asesino".
Abisay,
hijo de Sarvia, le dijo entonces a David: "¿Por qué se ha de poner a
maldecir a mi señor ese perro muerto? Déjame ir a donde está y le corto la
cabeza". Pero el rey le contestó: "¿Qué le vamos a hacer? Déjalo;
pues si el Señor le ha mandado que me maldiga, ¿quién se atreverá a pedirle
cuentas?" Enseguida, David dijo a Abisay y a todos sus servidores:
"Si mi propio hijo quiere matarme, ¿con cuánta mayor razón este hombre de
la familia de Saúl? Déjenlo que me maldiga, pues se lo ha ordenado el Señor.
Tal vez el Señor se apiade de mi aflicción y las maldiciones de hoy me las
convierta en bendiciones". Y David y sus hombres prosiguieron su camino.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 3
R/.
Levántate, Señor, y sálvame, Dios mío.
Mira,
Señor, cuántos contrarios tengo, y cuántos contra mí se han levantado; cuántos
dicen de mí: "Ni Dios podrá salvarlo". R/.
Mas
tú, Señor, eres mi escudo, mi gloria y mi victoria; desde tu monte santo me
respondes cuando mi voz te invoca. R/.
En
paz me acuesto, duermo y me despierto, porque el Señor es mi defensa. No temeré
a la enorme muchedumbre que me cerca y me acecha. R/.
ACLAMACIÓN
(Lc 7, 16)
R/.
Aleluya, aleluya.
Un
gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo. R/.
Espíritu
inmundo, sal de este hombre.
DEL
SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 5, 1-20
En
aquel tiempo, después de atravesar el lago de Genesaret, Jesús y sus discípulos
llegaron a la otra orilla, a la región de los gerasenos. Apenas desembarcó
Jesús, vino corriendo desde el cementerio un hombre poseído por un espíritu
inmundo, que vivía en los sepulcros. Ya ni con cadenas podían sujetarlo; a
veces habían intentado sujetarlo con argollas y cadenas, pero él rompía las
cadenas y destrozaba las argollas; nadie tenía fuerzas para dominarlo. Se
pasaba días y noches en los sepulcros o en el monte, gritando y golpeándose con
piedras.
Cuando
aquel hombre vio de lejos a Jesús, se echó a correr, vino a postrarse ante él y
gritó a voz en cuello: "¿Qué quieres tú conmigo, Jesús, Hijo de Dios
altísimo? Te ruego por Dios que no me atormentes". Dijo esto porque Jesús
le había mandado al espíritu inmundo que saliera de aquel hombre. Entonces le
preguntó Jesús: "¿Cómo te llamas?" Le respondió: "Me llamo
Legión, porque somos muchos". Y le rogaba con insistencia que no los
expulsara de aquella comarca.
Había
allí una gran piara de cerdos, que andaban comiendo en la falda del monte. Los
espíritus le rogaban a Jesús: "Déjanos salir de aquí para meternos en esos
cerdos". Y Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y
se metieron en los cerdos; y todos los cerdos, unos dos mil, se precipitaron
por el acantilado hacia el lago y se ahogaron. Los que cuidaban los cerdos
salieron huyendo y contaron lo sucedido, en el pueblo y en el campo. La gente
fue a ver lo que había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al antes
endemoniado, ahora en su sano juicio, sentado y vestido. Entonces tuvieron
miedo. Y los que habían visto todo, les contaron lo que le había ocurrido al
endemoniado y lo de los cerdos. Ellos comenzaron a rogarle a Jesús que se
marchara de su comarca. Mientras Jesús se embarcaba, el endemoniado le
suplicaba que lo admitiera en su compañía, pero Él no se lo permitió y le dijo:
"Vete a tu casa a vivir con tu familia y cuéntales lo misericordioso que
ha sido el Señor contigo". Y aquel hombre se alejó de ahí y se puso a
proclamar por la región de Decápolis lo que Jesús había hecho por él. Y todos
los que lo oían se admiraban.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica,
Señor, nuestras ofrendas y con la luz del Espíritu Santo purifica nuestros
corazones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre
y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, por Cristo,
Señor nuestro.
Porque
Él después de subir al cielo, donde está sentado a tu derecha, derramó sobre
tus hijos de adopción el Espíritu Santo que había prometido.
Por
eso, Señor, con todos los ángeles, te aclamamos ahora y por siempre, diciendo:
Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Sal 67, 29)
Despliega,
Señor, tu poder; el poder que por nosotros desplegaste desde tu templo, en lo
alto de Jerusalén.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Que
tu Espíritu Santo, Señor, descienda sobre nosotros, purifique nuestros
corazones y los fecunde, penetrándolos con su divino rocío. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
***
Santos:
Blas de Sebaste, mártir; Óscar o Anscario de Hamburgo, obispo; Claudina
Thévenet, fundadora. Feria (Verde)
REFLEXION:
2
Samuel 15, 13-14. 30; 16, 5-13: La historia de David se ensombrece. En el reino
del Norte le siguen considerando un «usurpador» en contra de la familia de
Saúl. Su propio hijo Absalón -quizá por haberse visto postergado por Salomón,
el hijo de Betsabé-, se rebela contra su padre y se hace coronar rey,
siguiéndole gran parte del pueblo.
La
escena es dramática. David descalzo, la cabeza cubierta, subiendo entre
lágrimas por la cuesta de los Olivos, huyendo de su hijo para evitar más
derramamiento de sangre. Soportando humildemente las maldiciones de Semeí, uno
de los seguidores de la dinastía de Saúl, que aprovecha la ocasión para
desahogarse y soltar en cara a David todos los agravios que lleva archivados
contra él.
Estos
libros históricos interpretan siempre las desgracias y fracasos como
consecuencia del pecado. Los fallos se pagan pronto o tarde. Ahora David se
siente rodeado de enemigos -como expresa el salmo- pero él a su vez había sido
protagonista activo de intrigas y violencias en años anteriores. E! libro no
ahorra, al hablar de grandes hombres como David, el relato de sus debilidades.
La
patética figura de David nos recuerda, precisamente en el Huerto de los Olivos,
la de Jesús en los momentos dramáticos de su crisis ante la muerte. También él
con lágrimas, abatimiento y sudor de sangre, tuvo que soportar el abandono o
incluso la traición o la negación de los suyos. Esta vez con absoluta
injusticia, porque en él sí que no había habido engaño ni malicia.
Podemos
vernos interpelados también nosotros. ¿Sabemos reconocer nuestras debilidades y
culpas, aceptando humildemente las críticas que nos puedan venir, aunque nos
duelan? Nuestras pequeñas o grandes ambiciones, ¿no nos han llevado alguna vez
a injusticias y hasta violencias, pasando por encima de los derechos de los
demás? No habremos matado a nadie, pero sí tal vez hemos despreciado a otros, o
utilizado medios inconfesables para
conseguir algo. Y puede ser que alguna vez tengamos que pagar las
consecuencias.
Sería
bueno que hiciéramos con frecuencia una valiente autocrítica de nuestras
actuaciones. Cuando hacemos examen de conciencia y sobre todo cuando celebramos
el sacramento de la Reconciliación. Entonces no nos extrañaríamos que otros
también se hayan dado cuenta de nuestros fallos y nos lo hagan notar. La
grandeza de una persona, como aquí la de David, se ve sobre todo en el modo de
reaccionar ante las adversidades y la contradicción. Lo que nunca hemos de
perder es la confianza en Dios y la ilusión por el futuro. También a través de
los fracasos humanos, y del pecado, sigue escribiendo Dios su historia de
salvación y nos va ayudando a madurar.
Marcos
5,1-20: Es pintoresco y sorprendente el episodio que hoy nos cuenta Marcos, con
el endemoniado de Gerasa. Se acumulan los detalles que simbolizan el poder del
mal: en tierra extranjera, un enfermo poseído por el demonio, que habita entre
tumbas, y el destino de la legión de demonios a los cerdos, los animales
inmundos por excelencia para los judíos.
Seguramente
quiere subrayar que Jesús es el dominador del mal o del maligno. En su primer
encuentro con paganos -abandona la tierra propia y se aventura al extranjero en
una actitud misionera- Jesús libera al hombre de sus males corporales y
anímicos. Parece menos importante el curioso final de la piara de cerdos y la
consiguiente petición de los campesinos de que abandone sus tierras este
profeta que hace cosas tan extrañas.
Probablemente
el pueblo atribuyó a Jesús, o mejor a los demonios expulsados por Jesús, la pérdida
de la piara de cerdos que tal vez habría sucedido por otras causas en
coincidencia con la visita de Jesús. El evangelio recogería esta versión
popular.
La
Iglesia ha sido encargada de continuar este poder liberador, la lucha y la
victoria contra todo mal. Para eso anuncia la Buena Nueva y celebra los
sacramentos, que nos comunican la vida de Cristo y nos reconcilian con Dios. A
veces esto lo tiene que hacer en terreno extraño: con valentía misionera,
adentrándose entre los paganos, como Jesús, o dirigiéndose a los neopaganos del
mundo de hoy. También con los marginados, a los que Jesús no tenía ningún
reparo en acercarse y tratar, para transmitirles su esperanza y su salvación.
Después del encuentro con Jesús, el energúmeno de Gerasa quedó «sentado, vestido
y en su juicio».
Todos
necesitamos ser liberados de la legión de malas tendencias que experimentamos:
orgullo, sensualidad, ambición, envidia, egoísmo, violencia, intolerancia,
avaricia, miedo.
Jesús
quiere liberarnos de todo mal que nos aflige, si le dejamos. ¿De veras queremos
ser salvados? ¿decimos con seriedad la petición: «líbranos del mal»? ¿o tal vez
preferimos no entrar en profundidades y le pedimos a Jesús que pase de largo en
nuestra vida?
En
Gerasa los demonios le obedecieron, como le obedecían las fuerzas de la
naturaleza. Pero los habitantes del país, por intereses económicos, le pidieron
que se marchara. El único que puede resistirse a Cristo es siempre la persona
humana, con su libertad. ¿Nos resistimos nosotros, o nos dejamos liberar de
nuestros demonios?
J.
Aldazabal
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