miércoles, 12 de febrero de 2014

LECTURAS DE LA EUCARISTÍA DEL JUEVES 13 DE FEBRERO DE 2014


LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
JUEVES 13 DE  FEBRERO DE 2014
V SEMANA DEL TIEMPO ORDINARIO. A

ANTÍFONA DE ENTRADA (Sal 77, 23-25)
Abrió Dios las compuertas del cielo e hizo llover sobre ellos el maná para que comiesen; les dio un trigo celeste, y el hombre comió pan de ángeles.

ORACIÓN COLECTA
Dios nuestro, que llevaste a cabo la obra de la redención humana por el misterio pascual de tu Hijo, concédenos que, al anunciar llenos de fe por medio de los signos sacramentales, su muerte y resurrección, recibamos cada vez con mayor abundancia los frutos de la salvación. Por nuestro Señor Jesucristo....

LITURGIA DE LA PALABRA
Porque has sido infiel a mi alianza, te voy a arrebatar el reino. Pero, por consideración a David, le dejaré a tu hijo una tribu.

DEL PRIMER LIBRO DE LOS REYES: 11, 4-13

Cuando el rey Salomón envejeció, sus mujeres le desviaron el corazón hacia otros dioses; su corazón ya no perteneció por entero al Señor, como el de David, su padre. Salomón dio culto a Astarté, diosa de los fenicios, y a Molok, el abominable ídolo de los amonitas. Hizo lo que el Señor reprueba; no se mantuvo plenamente fiel al Señor, como David, su padre.
Sobre el monte que está frente a Jerusalén construyó un altar a Kemós, ídolo de Moab, y otro a Molok, ídolo de los amonitas. Y también mandó construir altares para que sus mujeres extranjeras pudieran quemar incienso y ofrecer sacrificios a sus dioses.
Esto irritó al Señor, porque Salomón había desviado su corazón del Señor, Dios de Israel, que se le había aparecido dos veces y le había prohibido precisamente dar culto a otros dioses. Pero Salomón no lo obedeció.
Entonces el Señor le dijo: "Porque te has portado así conmigo y has sido infiel a mi alianza y a los mandamientos que te di, te voy a arrebatar el reino y se lo voy a dar a un siervo tuyo. Sin embargo, por consideración a David, tu padre, no lo haré durante tu vida, sino en vida de tu hijo. Pero no le voy a quitar todo el reino. Por amor a mi siervo, David, y a Jerusalén, mi ciudad predilecta, le dejaré a tu hijo una tribu".

Palabra de Dios.
Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL: Del salmo 105
R/. Por tu pueblo, Señor, acuérdate de mí.

Dichosos los que cumplen la ley y obran siempre conforme a la justicia. Por el amor que tienes a tu pueblo, acuérdate de nosotros, Señor, y sálvanos. R/.

Nuestros padres se unieron con paganos y aprendieron sus prácticas; dieron culto a los ídolos y éstos fueron para ellos como una trampa. R/.

Entonces entregaron hijos e hijas en sacrificio a los demonios, y el Señor renegó de su pueblo y estalló su enojo. R/.

ACLAMACIÓN (St 1, 21)
R/. Aleluya, aleluya.

Acepten dócilmente la palabra que ha sido sembrada en ustedes y es capaz de salvarlos. R/.



Los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños.

DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MARCOS: 7, 24-30

En aquel tiempo, Jesús salió de Genesaret y se fue a la región donde se encuentra Tiro. Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido. Una mujer, que tenía una niña poseída por un espíritu impuro, se enteró enseguida, fue a buscarlo y se postró a sus pies.
Cuando aquella mujer, una siria de Fenicia y pagana, le rogaba a Jesús que le sacara el demonio a su hija, él le respondió: "Deja que coman primero los hijos. No está bien quitarles el pan a los hijos para echárselo a los perritos". La mujer le replicó: "Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños". Entonces Jesús le contestó: "Anda, vete; por eso que has dicho, el demonio ha salido ya de tu hija". Al llegar a su casa, la mujer encontró a su hija recostada en la cama, y ya el demonio había salido de ella.

Palabra del Señor.
Gloria a ti, Señor Jesús.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Señor, al celebrar el memorial de nuestra salvación, te pedimos humildemente nos concedas que este sacramento de amor sea siempre para nosotros un signo de unidad y un vínculo de amor. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ANTÍFONA DE LA COMUNIÓN (Jn 6, 51-52)
Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, dice el Señor. El que coma de este pan, vivirá eternamente; pues el pan que voy a dar, es mi carne, y lo doy para vida del mundo.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, que la participación en este banquete celestial nos santifique, de modo que, por la recepción del Cuerpo y Sangre de Cristo, se estreche entre nosotros la unión fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.

REFLEXIÓN
1Re. 11, 4-13. Desviar el corazón significó, en Salomón, dar culto a otros dioses.
Las alianzas con otros pueblos se concretizaron por infinidad de matrimonios del Rey con mujeres extranjeras, que exigiendo el tener lugares donde dar culto a sus dioses, obligaron a Salomón a construir los santuarios o altozanos donde poder continuar con sus cultos idolátricos. Y el corazón del Rey también se desvió hacia ese culto.
No podemos hacer alianzas con los poderosos, ni con los malvados bajo pena de quedar atrapados en sus males y desviaciones.
Muchos hay que, por no perder la amistad ni el apoyo de los poderosos de este mundo, buscan razones para justificarles sus maldades. Finalmente ya no están al servicio de Dios sino de los poderosos.
Si somos personas consagradas al Señor debemos ser un signo profético que ayude a que todos, dejando sus malos caminos, vivan con la dignidad que todos tenemos de hijos de Dios, siempre dispuestos para construir un mundo más justo y más fraterno, con la mirada siempre puesta en Aquel que nos ha amado para vivir, no conforme a los criterios de este mundo, sino conforme a los criterios de Cristo y de su Evangelio.
Por eso, con humildad y sencillez de espíritu, hemos de tomar nuestra cruz de cada día y seguir las huellas del Señor de la Iglesia.

Sal. 106 (105). Ante Dios ¿quién está libre de culpa? Tal vez no nos hemos postrado ante ídolos, sin embargo, olvidados de Dios, hemos entregado nuestro corazón a las cosas pasajeras, al poder o al desenfreno de las propias pasiones. Esto ha generado grandes desequilibrios en las relaciones humanas, de tal forma que, levantados unos contra otros, hemos generado guerras, persecuciones injustas, muerte de inocentes, falta de respeto a los derechos fundamentales del hombre, hambres y muerte, y desánimo por falta de oportunidades para poder llevar una vida digna.
No olvidemos que somos hijos de Dios y que nuestra vida debe tener como horizonte el amor, que no sólo nos lleve a amar a Dios por encima de todo, sino también a amar a nuestro prójimo como el Señor nos ha amado a nosotros, pues sólo amando a nuestro prójimo estaremos haciendo realidad el amor a Dios en nuestra propia vida.
Pidámosle al Señor que nos ayude para no quedar atrapados por aquello que nos debe poner al servicio de los demás (el poder), por aquello que nos debe llevar a tender la mano a los más desprotegidos (los bienes materiales), o por aquello que nos debe impulsar a trabajar por el bien de todos (nuestras pasiones).
Cuando en lugar de buscar a Dios para servirlo con gran amor en los demás nos buscamos a nosotros mismos, hacemos que, incluso, las cosas santas se conviertan en ocasión de maldad y de pecado, de destrucción y de muerte en nosotros.

Mc. 7, 24-30. Después de condenar el legalismo de los escribas y fariseos ahora Jesús se encuentra con la fe sencilla, pero ejemplar, de una mujer pagana sirofenicia.
Si comer con las manos impuras era una falta legal, cuanto más sería el sentar a la mesa de los hijos a quienes eran considerados como perros, y, por tanto, excluidos del Reino.
Pero son ellos, los rechazados y condenados, los enfermos, los endemoniados, los extraños, los que son buscados por Cristo y quienes no sólo reciben las migajas, sino la oportunidad de participar del Banquete que estaba reservado para los hijos.
Todo se basa en la fe que se ha depositado en Cristo. Sólo de Él y no de otra persona, ni de otra cosa, ni de otras fidelidades vendrá la salvación y la participación de la Vida que Dios ofrece a todos.
En esta Eucaristía también nosotros, que no pertenecemos al Pueblo de la Primera Alianza, hemos sido invitados a participar del Pan que da vida eterna.
Ojalá y no vengamos a sentarnos a la mesa del Señor movidos por la costumbre que embota e impide un compromiso a fondo con el Señor.
La fe en Cristo debe ayudarnos a vernos liberados de todo aquello que nos ata y esclaviza lejos del Señor y lejos de nuestro prójimo.
Nuestra misma oración debe ayudar a que otros, sean o no de nuestra familia, se vean liberados de su esclavitud al mal.
¿Nuestra oración tiene sentido de liberación, de paz, de capacidad de sentarnos a la mesa, junto a Cristo acompañados de quienes antes vivían lejos del Señor?
Por desgracia muchas veces hemos sido testigos de personas que han sido dominadas y esclavizadas por maldades, vicios, egoísmos, etc. Tal vez hemos pasado ante ellos hasta con cierta repugnancia. No nos gustaría que nos dieran siquiera la mano y su hedor nos hace alejarnos de ellos con cierta prisa. ¿Qué hacemos por ellos?
Debemos tener conciencia que también por ellos Cristo dio su vida amorosamente, y que los que creemos en Él no sólo hemos sido enviados a quienes ya llevan una vida recta y son del grupo con quien tratamos de vivir comodonamente nuestra fe. Hay que salir al encuentro de quienes necesitan a Cristo para hacerles llegar no sólo el mensaje de salvación, sino para bajar hasta ellos y tenderles la mano para que, libres de todo lo que los ata al pecado, puedan vivir sin esas miserias que han deteriorado su vida.
No podemos dejar de volver la mirada hacia quienes gozando de mejores o muy buenas oportunidades han cerrado su corazón al prójimo y, atrapados por el egoísmo, por fuera son sepulcros blanqueados y hermosos, pero por dentro están llenos de carroña y podredumbre, pues todos, también ellos, necesitan convertirse.
Todos hemos de trabajar por dejar una humanidad más justa, más recta y más llena de amor. Sólo así no veremos a los demás como perros, sino como carne de nuestra carne y hueso de nuestros huesos y disfrutaremos, como hijos de un mismo Padre, del mismo Pan que el Señor quiere compartir con todos sus hijos teniéndonos a todos alrededor de su mesa.

Roguémosle a Dios, nuestro Padre, que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de seguir las huellas de amor que su Hijo nos dejó para que podamos formar parte, en la eternidad, de su Familia Santa que lo alaba eternamente. Amén.


Reflexión de: Homilía católica.


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