LECTURAS DE LA EUCARISTÍA
VIERNES 23 DE MAYO DE 2014
V VIERNES DE
PASCUA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Ap 5, 12)
Digno
es el Cordero que fue sacrificado, de recibir el poder, la riqueza, la
sabiduría, la fuerza y el honor. Aleluya.
ORACIÓN
COLECTA
Concédenos,
Señor, conformar dignamente nuestra vida a los sacramentos pascuales, para que,
al celebrarlos llenos de alegría, nos protejan y nos salven con su fuerza
perdurable. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en
la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
El
Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las
estrictamente necesarias.
DEL
LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES: 15, 22-31
En
aquellos días, los apóstoles y los presbíteros, de acuerdo con toda la
comunidad cristiana, juzgaron oportuno elegir a algunos de entre ellos y
enviarlos a Antioquía con Pablo y Bernabé. Los elegidos fueron Judas (llamado
Barsabás) y Silas, varones prominentes en la comunidad. A ellos les entregaron
una carta que decía:
"Nosotros,
los apóstoles y los presbíteros, hermanos suyos, saludamos a los hermanos de
Antioquía, Siria y Cilicia, convertidos del paganismo. Enterados de que algunos
de entre nosotros, sin mandato nuestro, los han alarmado e inquietado a ustedes
con sus palabras, hemos decidido de común acuerdo elegir a dos varones y
enviárselos, en compañía de nuestros amados hermanos Bernabé y Pablo, que han
consagrado su vida a la causa de nuestro Señor Jesucristo. Les enviamos, pues,
a Judas y a Silas, quienes les transmitirán, de viva voz, lo siguiente:
`El
Espíritu Santo y nosotros hemos decidido no imponerles más cargas que las
estrictamente necesarias. A saber: que se abstengan de la fornicación y de
comer lo inmolado a los ídolos, la sangre y los animales estrangulados. Si se
apartan de esas cosas, harán bien'. Los saludamos".
Los
enviados se despidieron y cuando llegaron a Antioquía, reunieron a la comunidad
cristiana y les entregaron la carta. Al leer aquellas palabras alentadoras,
todos se llenaron de júbilo.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO
RESPONSORIAL: Del salmo 56
R/.
Alabemos y cantemos al Señor. Aleluya.
Dispuesto
está mi corazón, Dios mío, para cantar tus alabanzas. Despiértate, alma mía,
despiértense mi cítara y mi arpa, antes de que despunte el alba. R/.
Tocaré
para ti ante las naciones, te alabaré, Señor, entre los pueblos, pues tu
lealtad hasta las nubes llega y tu amor es más grande que los cielos.
Levántate, Señor, en las alturas y llena con tu gloria el mundo entero. R/.
ACLAMACIÓN
(Jn 15, 15)
R/.
Aleluya, aleluya.
A
ustedes los llamo amigos, dice el Señor, porque les he dado a conocer todo lo
que le he oído a mi Padre. R/.
Éste es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros.
DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN JUAN: 15, 12-17
En
aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: "Éste es mi mandamiento: que se
amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene amor más grande a
sus amigos que el que da la vida por ellos. Ustedes son mis amigos, si hacen lo
que yo les mando. Ya no los llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace
su amo; a ustedes los llamo amigos, porque les he dado a conocer todo lo que le
he oído a mi Padre. No son ustedes los que me han elegido, soy yo quien los ha
elegido y los ha destinado para que vayan y den fruto y su fruto permanezca, de
modo que el Padre les conceda cuanto le pidan en mi nombre. Esto es lo que les
mando: que se amen los unos a los otros".
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Santifica,
Señor, por tu piedad, estos dones y al recibir en oblación este sacrificio
espiritual, conviértenos para ti en una perenne ofrenda. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Prefacio
I-V de Pascua.
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN
El
Crucificado resucitó de entre los muertos y nos ha redimido. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Al
recibir, Señor, el don de estos sagrados misterios, te suplicamos humildemente
que lo que tu Hijo nos mandó celebrar en memoria suya, nos aproveche para
crecer en nuestra caridad fraterna. Por Jesucristo, nuestro Señor.
HOMILIA DEL PAPA
FRANCISCO
“PERMANECER EN EL
AMOR DE DIOS, CON SU PAZ Y ALEGRÍA, CON EL ESPÍRITU SANTO, EL GRAN OLVIDADO”
Jueves 22 de Mayo de
2014
Custodia
Señor el Espíritu Santo en nosotros, la gracia y paz que nos has regalado, para
que no seamos cristianos avinagrados, invitó a pedir el Papa Francisco en su
homilía de la misa matutina de este jueves, en la capilla de la Casa de Santa
Marta. Recordando que Jesús, antes de subir el Cielo, habló de tantas cosas,
pero sobre todo reiteró «tres palabras clave»: «paz, amor y alegría», el Obispo
de Roma hizo hincapié en el mandamiento de amar a Dios y al prójimo. Casi un
«protocolo» - en Mateo 25 – en el que «todos seremos juzgados». Con el
Evangelio de este día, destacó el Papa Bergoglio, Jesús añade una cosa sobre el
amor nueva y nos dice: «No sólo amen, sino permanezcan en mi amor»:
«La
vocación cristiana es esto: permanecer en el amor de Dios. Es decir, respirar,
vivir con ese oxígeno. Vivir gracias a ese aire. Permanecer en el amor de Dios,
con esto cierra la profundidad de su discurso sobre el amor. Y añade... Y ¿cómo
es su amor? «Como el Padre me amó, también yo los he amado a ustedes» - un amor
que viene del Padre. La relación de amor entre él y el Padre es la relación de
amor entre él y nosotros. Y a nosotros nos pide que permanezcamos en este amor
que viene del Padre».
Paz
y amor que no vienen del mundo, sino que vienen del Padre y de Jesús, que nos
exhorta a permanecer en su amor. Amor que nos lleva a cumplir los mandamientos,
volvió a señalar el Papa, reflexionando luego sobre la alegría cristiana:
«La
alegría es como el signo del cristiano... un cristiano sin alegría o no es
cristiano o está enfermo. No hay otra, no está bien de salud... como ya dije
alguna vez, hay cristianos con cara de pimiento avinagrado, siempre con cara
así... con el ceño fruncido... también el alma es así... (sonríe) allí está lo
feo... esos no son cristianos. Un cristiano sin alegría no es cristiano. La
alegría es como el sello del cristiano, también en el dolor, en las
tribulaciones, aun en las persecuciones».
Paz,
amor y alegría son tres palabras que nos deja Jesús, con el don del Espíritu
Santo:
«...El
gran olvidado de nuestra vida ¿eh?... Tendría ganas de preguntarles – pero no
lo haré ¿eh? ¿Cuántos de ustedes le rezan al Espíritu Santo? no levanten la
mano... Es el gran olvidado, el gran olvidado. Y Él es el don, el don que nos
da la paz, que nos enseña a amar y que nos llena de alegría. En la oración le
pedimos al Señor: ¡custodia tu don! Le pedimos la gracia que el Señor custodie
al Espíritu Santo que está en nosotros. Que el Señor nos dé esta gracia:
custodiar siempre al Espíritu Santo en nosotros. Ese Espíritu que nos enseña a
amar, nos llena de alegría y nos da la paz»
Traducción
de Radio Vaticana.
Reflexión
Las decisiones fundamentales en la Iglesia no se toman sólo en una reunión de hermanos que están como Pastores del Pueblo de Dios. Es el Espíritu Santo quien está con ellos y que ha sido invocado para estar presente entre ellos para que sea el primero en dar su opinión, su punto de vista y hable por boca de quienes se convierten en voz humana de los designios santos de Dios.
Sólo así se hará la obra de Dios, y la Iglesia, compuesta por elementos humanos, será el signo humano del Señor que continúa realizando la obra de salvación y comunicándonos lo que el Espíritu dice a la Iglesia para que permanezca fiel a su Señor.
Cuando en verdad vivamos nuestra fe sin ataduras a cosas que, sin ser esenciales en la fe, han de cambiar o adaptarse a la cultura y al lenguaje de las gentes de nuestros tiempos, podremos ser motivo de alegría, de cercanía y no de opresión ni alejamiento de quienes buscan al Señor para encontrar en Él la salvación y no nuevas esclavitudes.
Sal 57 (56). Ante una serie de peligros que acechaban al salmista y de los que se ve liberado porque el Señor, en quien confía, ha salido en su defensa, éste eleva agradecido su acción de gracias; invita, incluso, a la aurora y a los instrumentos, a unirse a su alabanza que hará patente ante las naciones de tal forma que el mundo entero se llene de la gloria de Dios.
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre misericordioso y Dios de todo consuelo. Él es el que nos conforta en todos nuestros sufrimientos, para que, gracias al consuelo que recibimos de Dios, podamos nosotros confortar a todos los que sufren. Porque si es cierto que abundan en nosotros los padecimientos de Cristo, no es menos cierto que Cristo nos llena de consuelo. Nosotros hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad.
Dios nos ha salvado en Cristo Jesús. Mediante la muerte y resurrección de Cristo han sido vencidos el autor del pecado, y también la muerte. Quienes hemos
puesto nuestra fe y confianza en el Señor, en Él recibimos el perdón de los pecados y una vida nueva en el Señor. Por eso es justo que levantemos el corazón y alabemos y demos gracias al Señor nuestro Dios.
Jn. 15, 12-17. La comunidad que pertenece al Resucitado no es una comunidad muerta, no es un grupo que inconscientemente escucha y pone en práctica las enseñanzas de su Maestro. La Iglesia, nuevo Pueblo de Dios, es un organismo vivo gracias a la presencia del Espíritu Santo que habita y actúa en cada uno de sus miembros; unido al Señor Jesús, Cabeza de este Pueblo Santo, a él se debe que todo el cuerpo, bien cohesionado y unido por medio de todos los ligamentos que lo nutren según la actividad propia de cada miembro, vaya creciendo y edificándose a sí mismo en el amor.
Dios es amor; la Iglesia ha sido engendrada en Cristo conforme a la imagen y semejanza del Hijo de Dios, por lo cual su vocación es el amor; quien permanece en el amor, quien ama como nosotros hemos sido amados por Dios está siendo ese vivo reflejo, esa encarnación del amor de Dios en medio de sus hermanos para entregar la vida por ellos no a lo tonto, sino con la intención de que todos alcancen su perfección en Cristo. A esto estamos llamados y destinados desde el momento en que pronunciamos nuestro Sí a Dios, que nos llama para que, unidos a Cristo, seamos uno con Él y continuemos haciendo realidad en la historia el amor de Dios, que sigue salvando a las gentes de todos los tiempos y lugares.
Por eso los cristianos, por vocación y decisión divinas, somos los responsables de la presencia del Señor para las gentes del momento histórico que nos tocó vivir. Demos, pues, abundantes frutos que alimenten y fortalezcan el camino de todos hacia su perfección en Cristo, fuente y origen del amor que nos une a Dios y que nos une a todos en el verdadero amor fraterno.
En la Eucaristía, unidos a Cristo, hechos uno con Él se hace realidad la comunicación de la Vida que Dios nos ofrece. Así aquello de que nadie tiene amor más grande a sus amigos que el que da la vida por ellos, no es sólo la entrega de la vida de Jesús en la Cruz por nosotros, sino para nosotros, para que nosotros tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Tener vida es tener la capacidad de producir frutos nacidos de la bondad de Dios, pues un árbol bueno no puede producir frutos malos; así que por nuestras obras manifestamos si en verdad permanecemos, o no, en Cristo.
La Eucaristía, por tanto, no es sólo un acto de culto externo a Dios; no sólo es la renovación de la Alianza entre Dios y nosotros, es la realización de esa Alianza, es la comunión de vida entre Dios y nosotros.
Dios nos da su vida para que nosotros la demos a los demás, Dios nos da su amor para que nosotros amemos a nuestro prójimo como Dios nos ama a nosotros, como los vasos comunicantes que participan a los demás lo que uno de ellos recibe; y lo comunica en la misma medida en que el primero lo está recibiendo.
Para nosotros, la medida es Cristo; Él es el primogénito; vivir unidos a Él significa participar, en la misma medida, la vida y el amor que Él recibe del Padre, para que nosotros lo llevemos también a los demás con la misma generosidad y entrega.
Amarnos los unos a los otros es no perder la comunicación con Cristo y la comunicación con los hermanos, no cerrar el paso que hace posible que vivamos la unidad y la participación común de los dones de Dios.
El amor al prójimo no puede quedarse en palabras amables, en saludos llenos de cariño y efusión, en sonrisas dirigidas a medio mundo. Dice el apóstol Santiago: Si un hermano o una hermana están desnudos y no tienen nada para comer, y uno de ustedes les dice: Váyanse en paz, abríguense y coman, pero no les da lo necesario para su cuerpo, ¿de qué sirve? Un amor que no se manifiesta en obras concretas, ante las necesidades concretas de nuestro prójimo tanto en el aspecto material, como espiritual y moral no es un amor verdadero.
Por tanto, vivir una fe y amor sin obras es tener una fe y un amor completamente muertos, no importa que incluso se pase uno días y noches en oración, pues finalmente estaría uno indicando el deseo de ser santo en un estilo de vida muy distante al estilo del Señor Jesús.
Por eso Él nos pide tomar nuestra cruz de cada día y seguirlo, no seguir nuestras imaginaciones, ni vientos doctrinales que se centran en uno mismo y le impiden contemplar que la vida de Cristo se vive en comunión con Dios y en comunión con el prójimo.
Roguémosle a nuestro Dios y Padre que nos conceda, por intercesión de la Santísima Virgen María, nuestra Madre, la gracia de tener un verdadero amor activo, de tal forma que ese amor nos haga ser creativos, con la creatividad del Espíritu, bajo el cuidado y la guía de los Pastores que Él mismo ha puesto al frente de su Iglesia, para que el Reino de Dios siga afianzándose entre nosotros y nos ayude a no quitar la vida, sino a comunicarla a todos, incluso a costa, más bien, de la entrega de nuestra propia vida a favor de ellos. Amén.
( Homilía católica).
REFLEXION: NO HAY AMOR MÁS GRANDE
Hch
15, 22-31; Jn 15, 12-17
La
innovación fundamental que se opera al pasar de la antigua a la nueva alianza
se concreta fundamentalmente en lo relativo a la pedagogía divina. Desde la
óptica de la primera alianza había que cumplir con los mandamientos todos,
tanto los que regulaban el culto, la pureza, las relaciones humanas y las
actividades económicas todas. Paulatinamente esa tupida red de reglas y
prohibiciones se volvieron una carga cada vez más insoportable, por las
interpretaciones rigoristas de los juristas judíos. Ese rigorismo es el que
cuestionaron los apóstoles en el Concilio de Jerusalén. Lo hicieron a sabiendas
de que el Señor Jesús había reformulado todos esos mandatos en uno solo: el
amor fraterno y el amor universal. No lo había hecho solamente como un
legislador que dictamina leyes para otros, sino como el primer testigo que se
aplicaba a cumplirlas.(www misal com mx)
Santos
Desiderio de Vienne, obispo; Juana Antida Thouret,
fundadora; Juan Bautista Rossi, presbítero. Feria (Blanco)
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