LECTURAS DE LA
EUCARISTÍA
SABADO 31 DE MAYO DE
2014
VI SABADO DE PASCUA
VISITACIÓN DE LA
SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
ANTÍFONA
DE ENTRADA (Cfr. Sal 65, 16)
Cuantos
temen a Dios vengan y escuchen, y les diré lo que ha hecho por mí. Aleluya.
Se
dice Gloria.
ORACIÓN
COLECTA
Dios
todopoderoso y eterno, que inspiraste a la santísima Virgen María, cuando
llevaba ya en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a Isabel, concédenos que,
siguiendo las inspiraciones del Espíritu Santo, podamos con María proclamar
siempre tu grandeza. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina
contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
LITURGIA
DE LA PALABRA
Ayuden
a los hermanos en sus necesidades y esmérense en la hospitalidad.
DE LA CARTA DEL
APÓSTOL SAN PABLO A LOS ROMANOS: 12, 9-16
Hermanos:
Que el amor de ustedes sea sincero. Aborrezcan el mal y practiquen el bien;
ámense cordialmente los unos a los otros, como buenos hermanos; que cada uno
estime a los otros más que a sí mismo. En el cumplimiento de su deber, no sean
negligentes y mantengan un espíritu fervoroso al servicio del Señor. Que la
esperanza los mantenga alegres; sean constantes en la tribulación y
perseverantes en la oración. Ayuden a los hermanos en sus necesidades y
esmérense en la hospitalidad.
Bendigan
a los que los persiguen; bendíganlos, no los maldigan. Alégrense con los que se
alegran; lloren con los que lloran. Que reine la concordia entre ustedes. No
sean, pues, altivos; más bien pónganse al nivel de los humildes.
Palabra
de Dios.
Te
alabamos, Señor.
SALMO RESPONSORIAL: Isaías 12
R/.
El Señor ha hecho maravillas con nosotros. Aleluya.
El
Señor es mi Dios y salvador, con Él estoy seguro y nada temo. El Señor es mi
protección y mi fuerza y ha sido mi salvación. Sacarán agua con gozo de la
fuente de salvación. R/.
Den
gracias al Señor, invoquen su nombre, cuenten a los pueblos sus hazañas,
proclamen que su nombre es sublime. R/.
Alaben
al Señor por sus proezas, anúncienlas a toda la tierra. Griten jubilosos,
habitantes de Sión, porque el Dios de Israel ha sido grande con ustedes. R/.
ACLAMACIÓN
(Cfr. Lc 1, 45)
R/.
Aleluya, aleluya.
Dichosa
tú, santísima Virgen María, que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue
anunciado de parte del Señor. R/.
¿Quién soy yo para
que la madre de mi Señor venga a verme?
DEL SANTO EVANGELIO
SEGÚN SAN LUCAS: 1, 39-56
En
aquellos días, María se encaminó presurosa a un pueblo de las montañas de Judea
y, entrando en la casa de Zacarías, saludó a Isabel. En cuanto ésta oyó el
saludo de María, la criatura saltó en su seno.
Entonces
Isabel quedó llena del Espíritu Santo, y levantando la voz, exclamó:
"¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién
soy yo, para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a
mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú, que has creído, porque
se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor".
Entonces
dijo María: "Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo
en Dios, mi salvador, porque puso sus ojos en la humildad de su esclava.
Desde
ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes
cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre, y su misericordia llega de
generación en generación a los que lo temen. Ha hecho sentir el poder de su
brazo: dispersó a los de corazón altanero, destronó a los potentados y exaltó a
los humildes. A los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió
sin nada.
Acordándose
de su misericordia, vino en ayuda de Israel, su siervo, como lo había prometido
a nuestros padres, a Abraham y a su descendencia, para siempre".
María
permaneció con Isabel unos tres meses, y luego regresó a su casa.
Palabra
del Señor.
Gloria
a ti, Señor Jesús.
ORACIÓN
SOBRE LAS OFRENDAS
Señor,
recibe con agrado este sacrificio de salvación que ofrecemos a tu majestad, así
como te fue grato el gesto de amor de la santísima Madre de tu Unigénito.
Él,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
PREFACIO
En
verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación proclamar que eres
admirable en la perfección de todos tus santos, y de un modo singular en la
perfección de la Virgen María. Por eso, al celebrarla hoy, queremos exaltar tu
benevolencia inspirados en su propio cántico.
Pues
en verdad, has hecho maravillas por toda la tierra, y prolongaste tu
misericordia de generación en generación, cuando, complacido en la humildad de
tu sierva, nos diste por su medio al autor de la salvación, Jesucristo, Hijo
tuyo y Señor nuestro.
Por
Él, los ángeles y los arcángeles te adoran eternamente, gozosos en tu
presencia. Permítenos unirnos a sus voces cantando jubilosos tu alabanza:
Santo, Santo, Santo...
ANTÍFONA
DE LA COMUNIÓN (Lc 1, 48-49)
Desde
ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque ha hecho en mí grandes
cosas el que todo lo puede. Santo es su nombre. Aleluya.
ORACIÓN
DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Dios
nuestro, que la Iglesia proclame tu grandeza, porque haces cosas grandes en tus
fieles, y así como Juan Bautista se alegró al sentir la presencia oculta de tu
Hijo, haz que tu pueblo pueda reconocer siempre con alegría en este sacramento
al mismo Cristo viviente. Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
EN LA CLAUSURA DEL
MES DE MAYO DICE EL PAPA FRANCISCO:
CUANDO NECESITAMOS EL
AMPARO DE NUESTRA SEÑORA, ELLA “NO SE HACE ESPERAR, ES LA VIRGEN DE LA
PRONTITUD”
Al
culminar el rezo del Rosario en los Jardines Vaticano, con ocasión de la
culminación de mayo, Mes de María, y recordando el pasaje de la Visitación de
la Virgen María a su prima Isabel, el Papa Francisco señaló ayer que cuando
necesitamos el amparo de Nuestra Señora, ella “no se hace esperar, es la Virgen
de la prontitud”.
El
Santo Padre indicó que “le hemos rezado a la Virgen y le hemos cantado con las
tantas advocaciones que Ella tiene. Hoy, al concluir el mes de María, es la
fiesta en la que recordamos cuando visitó a Santa Isabel”.
“Nos
dice el Evangelio que, después del anuncio del Ángel, Ella fue sin demora, no
perdió tiempo. Enseguida fue a servir. Es la Virgen de la prontitud. Nuestra
Señora de la prontitud”.
Francisco
subrayó que María “enseguida está lista para auxiliarnos, cuando nosotros le
rezamos, le rogamos su ayuda, su protección en nuestro favor”.
“En
los tantos momentos de la vida en los que necesitamos su ayuda, su amparo,
recordemos que Ella no se hace esperar, es la Virgen de la prontitud. En
seguida acorre a servir”.
Al
culminar la celebración mariana, se rezó la oración escrita por el Papa
Francisco, con la que culmina su Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, La
alegría del Evangelio:
Virgen
y Madre María, tú que, movida por el Espíritu,
has
acogido al Verbo de la vida en la profundidad de tu humilde fe,
totalmente
entregada al Eterno,
ayúdanos
a decir nuestro ‘sí’, en la urgencia más imperiosa que nunca,
de
hacer resonar la Buena Noticia de Jesús.
Consíguenos
ahora un nuevo ardor de resucitados
para
llevar a todos el Evangelio de la vida que vence la muerte.
Danos
la santa audacia de buscar nuevos caminos
para
que llegue a todos el don de la belleza que no se apaga.
Estrella
de la nueva evangelización,
ayúdanos
a resplandecer en el testimonio de la comunión,
del
servicio, de la fe ardiente y generosa,
de
la justicia y del amor hacia los pobres,
para
que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra
y
ninguna periferia sea privada de tu luz.
Madre
del Evangelio viviente,
manantial
de alegría para los pequeños,
ruega
por nosotros. Amén. Aleluya.
FUENTE:
ACIPRENSA
Dos
mujeres excepcionales
Autor: Pedro García, Misionero Claretiano | Fuente: Catholic . net
¡Gracias
María, porque visitas nuestras almas! ¡Gracias porque nos traes a Jesús, como
se lo llevaste a Isabel!
La
fiesta de La Visitación está llena de encantos, de un idilio, de una ternura
inigualables. Dos mujeres encinta que se encuentran, que se saludan, que se
llenan de Dios y de alegría. Las dos primas, María e Isabel, convertidas en
mamás las dos milagrosamente, se nos llevan también a nosotros todos los
cariños.
Sólo
María, después de la Ascensión del Señor en la Iglesia primitiva, pudo ser la
fuente de esta información que hoy no sería capaz de presentar el reportero más
avispado. Sin grabadoras ni cámaras de televisión, Lucas recogió los datos
suministrados anteriormente por María, y en la visitación de María a Isabel nos
ofrece una de las escenas más sublimes de toda la Biblia.
-
¡Isabel! ¡Isabel! ¿Cómo estás, cómo te encuentro?...
-
Pero, María, ¿cómo vienes hasta aquí?...
María
se ha enterado del estado de Isabel por el Angel:
-
Tu pariente Isabel, en su ancianidad, ha concebido un hijo, y ya está en su
sexto mes la que siempre ha sido estéril, porque para Dios no hay nada
imposible.
Más
de ciento veinte kilómetros separan Nazaret de Ain Karim. Pero María, audaz,
valiente, sin complejos ni miedos ¡qué muchachita ésta, y vaya mujer liberada!,
emprende el camino desde Galilea hasta la montaña de Judea.
Isabel,
nada más oír el saludo de su jovencita prima y antes de que ésta le comunique
nada, se da cuenta de la maternidad de María, por iluminación del Espíritu
Santo:
-
¿Pero, cómo es esto? ¿Llevas en tu seno a mi Señor, y vienes hasta mí? ¡Si noto
que hasta el niño que se encierra en mis entrañas está dando saltos de gozo con
solo oír tu voz!
María
recibe la primera bienaventuranza del Evangelio:
-
¡Dichosa tú, que has creído, porque se cumplirá en ti todo lo que te ha dicho
el Señor!
¡Hay
que ver qué encuentro el de estas dos mujeres madres! La Liturgia de la Iglesia
nos lo presenta hoy para que veamos lo que nos espera a nosotros en la próxima
Navidad, que ya la tocamos con la mano.
María
nos trae al Hijo de Dios, hecho hombre en su seno bendito.
Jesús
se encuentra con nosotros para llenarnos de su Espíritu Santo, como a Isabel,
como a Juan.
El
Espíritu Santo nos llena de su alegría y de sus dones, porque donde entra el
Espíritu de Dios no hay más que gozo, paz y vida divina y eterna.
Si
nos ponemos a analizar este hecho de la visitación de María a Isabel, no
sabemos por dónde empezar ni por donde acabar de tantas cosas como podemos
decir, ya que se trata de una escena de riquezas inmensas. Igual nos habla de
las dos naturalezas de Jesús, divina y humana, que de la mediación de María.
Como nos dice también de la diligencia del apóstol, dispuesto a dar siempre ese
Jesús que lleva dentro.
¿Quién
es el Jesús que María lleva en su seno? Dios, ciertamente. Isabel lo reconoce:
- ¿Cómo viene a visitarme la madre de mi Señor?... Y El Señor, para un judío,
era solamente Dios.
¿Quién
es el Jesús, hijo de María? Es hombre perfecto. Nacido de mujer, dirá San
Pablo. Un Jesús hombre que tomará el pecho de la mamá como cualquier bebé.
Un
Jesús que jugará y enredará y será educado como cualquier otro niño. Un Jesús
que se desarrollará joven bello y de prendas singulares, como nos dice el
Evangelio, e irá creciendo en estatura, en conocimientos y en gracia y
atractivos ante los hombres lo mismo que ante Dios. Un Jesús que amará como
nosotros; que trabajará y se cansará y padecerá hambre y sed; que gozará y
sufrirá como sus hermanos los hombres, y que llegará a morir verdaderamente
como cualquiera de nosotros.
¿Por
medio de quién viene a nosotros este Jesús? Es la cosa tan evidente, que no
necesita comentarios. Dios ha querido servirse de María, que ha dado su
consentimiento consciente, libre y amorosamente al plan de Dios.
Y
María sigue realizando hoy su misión de darnos a Jesús lo mismo que hizo con
Isabel y el Bautista o lo veremos pronto con los Magos.
No
va a ninguna parte María sin su Jesús. No se mete María con su amor y devoción
en ningún alma sin meter bien dentro de ella al mismo Jesús. Venir a nosotros
María o ir nosotros a María y no encontrarse con Jesús resulta un imposible.
María, como Madre, es una Medianera natural entre Jesucristo y nosotros. De
María aprendemos también una lección importante para nuestra vida cristiana.
¿Podemos
quedarnos para nosotros ese Jesús que llevamos dentro? ¿No tenemos obligación
de darlo a los demás?...
Por
la fe de Abraham empezó la Historia de la Salvación. Por la fe de María –¡Sí,
que se cumpla en mí tu palabra!– se realizó definitivamente el plan de
salvación trazado y prometido por Dios. María nos enseña a ser creyentes, a
aceptar la Palabra, a decir siempre SÍ a Dios.
¡María!
¡Gracias por tu fe! ¡Gracias, porque tu generosidad arrancó del seno de Dios a
Nuestro Salvador el Señor Jesucristo! ¡Gracias, porque visitas nuestras almas!
¡Gracias porque nos traes a Jesús, como se lo llevaste a Isabel! ¡Gracias, porque
con tu Jesús vives también en nuestros corazones!....
«Engrandece
mi alma al Señor
y
mi espíritu se alegra en Dios mi salvador
porque
ha puesto los ojos en la humildad de su esclava,
por
eso desde ahora todas las generaciones
me
llamarán bienaventurada,
porque
ha hecho en mi favor maravillas el Poderoso,
Santo
es su nombre y su misericordia alcanza
de
generación en generación a los que le temen.
Desplegó
la fuerza de su brazo,
dispersó
a los que son soberbios en su propio corazón.
Derribó
a los potentados de sus tronos
y
exaltó a los humildes.
A
los hambrientos colmó de bienes
y
despidió a los ricos sin nada.
Acogió
a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
–como
había prometido a nuestros padres–
en
favor de Abraham y de su linaje por los siglos».
REFLEXION
¿Quién soy yo para
que me visite la Madre de mi Señor?
En
la Visitación de María a su prima Isabel, encontramos un eco del “alégrate
María llena de gracia” de la Anunciación,
en que se refleja la actitud de Isabel, y del
pequeño Juan que lleva en su seno (cfr. Lc.1, 28). Se gozan de la visita
de la Madre del Dios, que porta en su seno al Mesías, al Salvador.
Estas dos madres y sus respectivos
hijos, están unidos por sus destinos:
Isabel representa la Antigua Alianza,
María, en cambio, la Nueva Alianza, la
humanidad redimida. En Ella,
contemplamos la nueva Arca de la Alianza, QUE contiene la presencia del
Mesías, concebido por obra del
Espíritu Santo. “Y sucedió que, en
cuanto oye Isabel el saludo de María,
saltó de gozo el niño en su seno, e
Isabel quedó llena de Espíritu Santo; y
exclamando con gran voz, dijo: «Bendita
tú entre las mujeres y bendito el fruto
de tu seno; y ¿de dónde a mí que la
madre de mi Señor venga a mí? Porque,
apenas llegó a mis oídos la voz
de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno.
¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de
parte del Señor!» (vv. 42-45). María
Santísima, llena de la gracia divina, plena del Espíritu Santo, cree en la palabra que le fue anunciada, por eso se convierte en
Madre de Jesús (cfr. LG. 56). Por la fe
que la mueve, María es dichosa, se
convierte en la primera creyente y
primera discípula de Jesucristo, primera
cristiana en la Iglesia (MC 35). La Maternidad divina, es fruto de una fe obediente a Dios, una fe
activa, no sólo un instrumento pasivo,
en las manos de Dios Padre y del
Espíritu Santo; María colaboró
activamente a la salvación de los hombres.
San Agustín, enseña que María, es más
dichosa, por haber concebido a Cristo
primero por la fe en su espíritu, y
luego en su seno; más dichosa por ser
discípula de su Hijo, haciendo la
voluntad de Dios, que por ser Madre física de Jesús (cfr. Sermones 25 y 69; GS 53). Se puede decir, que María es
Bienaventurada, por creer a la palabra
y guardarla, como canta Isabel: “¡Feliz
la que ha creído que se cumplirían las
cosas que le fueron dichas de parte del Señor!”
(Lc. 1, 42); y como lo reconoció
esa mujer del pueblo, que lanza una
alabanza a la Madre del Maestro de
Nazaret: “Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una
mujer de entre la gente, y dijo: « ¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!» Pero él
dijo: “Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.”
(Lc.11, 27- 28). En María, se reúne en una perfecta sinfonía, la creyente y la
que cumple la voluntad de Dios, que hizo suya, con un Sí
incondicional. Por María Santísima, Dios
entra en la humanidad, para realizar la redención del mundo, con el
cambio, que encierra el Reino de Dios,
que el Magnificat, hace canto de esperanza. María, es la
creyente en Dios, modelo de fe para todo cristiano, y que nos enseña a
llenar de fe la propia existencia personal y
eclesial. Sor Isabel de la Trinidad
(1880-1906), monja carmelita francesa, mística de la interioridad, comenta la Visitación así:
“Cuando leo en el Evangelio «que María
corrió con toda diligencia a las
montañas de Judea» (Lc. 1, 39) para ir a cumplir su oficio
de caridad con su prima Isabel, la veo caminar tan bella, tan serena,
tan majestuosa, tan recogida dentro con
el Verbo de Dios... Como la de Él, su oración
fue siempre: «Ecce, ¡heme aquí!» ¿Quién? «La sierva del Señor» (Lc. 1,
38), la última de sus criaturas. Ella,
¡su madre! Ella fue tan verdadera en su humildad, porque siempre estuvo olvidada, ignorante,
libre de sí misma. Por eso podía
cantar:«El Todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas; desde ahora me
llamarán feliz todas las generaciones”
(Lc. 1, 48, 49).” (Últimos Ejercicios 40).
Homiletica
org /Padre Julio González Carreti OCD
REFLEXION: SEAN CARIÑOSOS UNOS CON OTROS
Rm
12, 946; Lc 1, 39-56
Las
exhortaciones altamente estimulantes que obsequia san Pablo al término de la
Carta a los romanos son vigentes no solamente para los lectores originarios,
sino para quienes conformamos las iglesias domésticas actuales. Las relaciones
al interior de nuestras familias no son sencillas de vivir. El deseo de
autoafirmarse de cada uno de los miembros es ocasión de numerosos conflictos y
tensiones, que generan agresiones y violencia verbal. Conviene releer con
cierta frecuencia estas exhortaciones y crear acuerdos mínimos para preservar
la armonía familiar. El Evangelio de san Lucas nos refiere la calidez y
servicialidad con que María, madre de Jesús, se encamina a casa de Isabel para
auxiliarla en sus necesidades domésticas. (www misal com mx)
Santos
Santa Petronila de
Roma, mártir. Beato Nicolás Barré, fundador.
Fiesta (Blanco)
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